SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 issue41Filmando teorías políticas: dependencia y liberación en La hora de los hornosEl debate sobre la historia científica y la ambivalencia de la modernidad author indexsubject indexsearch form
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

Related links

  • Have no similar articlesSimilars in SciELO

Share


Política y cultura

Print version ISSN 0188-7742

Polít. cult.  n.41 México  2014

 

Reflexiones teórico-metodológicas entre las ciencias sociales y las humanidades

 

La historia en primera persona: mirada(s) al pasado

 

Gilda Waldman Mitnick *

 

* Profesora Titular "C", Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM, México [waldman99@yahoo.com].

 

Artículo recibido el 03-05-13
Artículo aceptado el 25-03-14

 

Resumen

Si bien Historia y Memoria, en tanto representación del pasado, quedaron ubicadas en ámbitos excluyentes desde la Ilustración, las nuevas corrientes historiográficas de las últimas décadas del siglo XX trazaron nuevos nexos entre ambas. Este artículo se aproxima a un novedoso modelo de investigación que, sustentado en una rigurosa investigación de archivo y biblio-hemerográfica, se entreteje no sólo con historia oral, memorias escritas, cartas, fotografías, representaciones artísticas y artículos de periódicos, etcétera, sino con la experiencia vivida del propio investigador, quien destaca el valor cognitivo de la subjetividad. Se trata de Hotel Bolivia, The Culture of Memory in a Refuge from Nazism, de Leo Spitzer.

Palabras clave: historia, memoria, experiencia, subjetividad, emigración.

 

Abstract

While History and Memory, as representations of the past, were mutually exclusive since the Illustration, the new historiographical trends have linked them. This text approaches a newer research model that is sustained by rigorous biblio-hemerographical and archive research, which intertwines not only with oral history, written memories, letters, photographs, artistic representations, newspaper articles, etc., but also with the experience of the investigator himself, who highlights the cognitive value of subjectivity. It is about Leo Spitzer's Hotel Bolivia, The Culture of Memory in a Refuge from Nazism.

Key words: history, memory, experience, subjectivity, emigration.

 

ALGUNAS REFLEXIONES EN TORNO A HISTORIA Y MEMORIA: DOS MIRADAS HACIA EL PASADO

Desde finales del siglo XX, nuestra época está profundamente signada por nuestros diversos y, con frecuencia, conflictivos lazos con el pasado. Por una parte, la incertidumbre ante el futuro en el entorno de una realidad impredecible, elusiva, aleatoria, descentrada y flexible en la que, en palabras de Zygmunt Bauman:

[...] los residentes establecidos despiertan para encontrar que sus lugares (lugares en la tierra, en la sociedad y en la vida) a los cuales pertenecían, ya no existen: las calles pulcras se vuelven miserables, las fábricas desaparecen junto con los empleos, las habilidades ya no tienen comprador, el conocimiento se convierte en ignorancia, la experiencia profesional se encuentra en riesgo y las redes de relaciones seguras se desmoronan.1

Ello nos lleva a mirar hacia el pasado buscando anclajes identitarios que puedan responder a un primer interrogante: ¿quién soy? Pero también, debilitados los confines territoriales-estatales ante la porosidad de las fronteras, fracturada la ligazón entre espacio y pertenencia y desarraigados ya de una sola y única tradición, lengua o comunidad no es casual el surgimiento de una segunda interrogante: ¿a dónde pertenezco? Tampoco es casual que, en una época en la que "hace falta muy poco para que el arraigado se vea arrancado de sus raíces y para que el feliz y sosegado pierda su lugar al sol",2 la voluntad personal y social de recordar nos vuelque a reconstruir sea una memoria genealógica, familiar, política, étnico-cultural o generacional,3 así como a re-activar sitios históricos, restaurar antiguos centros urbanos, preocuparnos por el patrimonio, re-inventar tradiciones, regresar a modas pasadas, asistir a exposiciones históricas y fotográficas, ver en la televisión documentales históricos, leer memorias y biografías, y obsesionarnos por fechas conmemorativas y placas recordatorias.4

Por otra parte, en un entorno de profundos y acelerados cambios socio-culturales (dislocación de los parámetros de tiempo y espacio, vértigo del presente, rapidez de la comunicación en los medios y redes sociales, desterritorialización física y cultural, entre otros), tampoco es casual el vuelco hacia la historia —y su mirada amplia e integradora— para reflexionar sobre el significado histórico de estos cambios. En esta misma línea, en momentos de gran efervescencia social, la comprensión de situaciones conflictivas y caóticas exige que éstas sean historizadas. De igual modo, y cuando se potencian el estallido de la diferencia y el privilegio a la pluralidad de sentidos de pertenencia al interior de los Estados nacionales, la mirada histórica resulta esencial para trazar, por ejemplo, los orígenes y trayectorias socioculturales de las minorías (étnicas, religiosas y culturales, entre otras), que pugnan por ser reconocidas en una historia nacional.

Asimismo, no podemos olvidar que el resurgimiento de racismos y xenofobias en Europa después de la caída del Muro de Berlín alentó a la historia a interrogarse sobre el significado de un pasado que renacía y que evidentemente no había concluido en 1945. De igual modo, en el caso latinoamericano, en especial en aquellos países que experimentaron en años recientes la violencia dictatorial, la reactivación del debate histórico ha estado estrechamente vinculada con los procesos de democratización y fortalecimiento de las esferas públicas de la sociedad civil. Historia y memoria están entretejidas, así, de manera insoslayable con las interrogantes que se juegan hoy en torno a los conflictos sociales, políticos, ideológicos y culturales del presente, pero también, y de manera sustancial, a proyecciones hacia el futuro. ¿Cómo construir un proyecto de nación para las generaciones futuras si no es desempolvando acertadamente el pasado, a través de la mirada histórica y de la memoria?

Memoria e historia tienen un referente común, el pasado, y un objetivo similar, la interpretación de ese pasado, que no existe como tal sino a través de huellas y rastros que son representados, interpretados y narrados. Sin duda, historia y memoria están estrechamente imbricadas, aunque constituyan "dos formas de representación del pasado gobernadas por regímenes diferentes, pero que guardan una estrecha relación de interpelación mutua".5 La historia constituye, así, un esfuerzo consciente de reconstrucción interpretativa y reescritura organizada y ordenada de hechos y procesos del pasado, según las modalidades y reglas de un saber específico, apoyado en la evidencia empírica, estructurado en un relato inserto en marcos conceptuales a fin de explicar su sentido, buscando en el orden cronológico de un tiempo de larga duración su eje articulador.

El historiador tiene que hacer de la dispersión del pasado un relato coherente, articulado racionalmente, para lo cual debe situar los recuerdos que recoge, las memorias de otros tiempos, en un contexto estructural [...] Tiene que interpretarlos en función de una red de relaciones múltiples, la cual ha dado origen a una determinada conceptualización que ha sido fruto de la reflexión sistemática de la comunidad académica en el tiempo.6

En este sentido, el trabajo del historiador no consiste en una mera enumeración de datos, sino en una selección e interpretación de los mismos, que es precisamente lo que los convierte en hechos históricos. Lo anterior implica que no existe una sola versión de la Historia, sino más bien diversas interpretaciones que con frecuencia pueden ser contradictorias.7 La memoria, a su vez, aunque también es "un proceso activo de construcción simbólica y elaboración de sentidos sobre el pasado",8 se apoya en la experiencia vivida y, por tanto, es esencialmente subjetiva, cualitativa, singular. Sustentada "en experiencias, en marcas y en signos, tanto simbólicos como materiales",9 encarna en un sujeto que se apropia de la historia de un modo singular: el propio.

[Ajena a generalizaciones] singulariza la historia, en la medida en que ella es profundamente subjetiva, selectiva, indiferente a las reconstrucciones de conjunto, a las racionalizaciones global. Su percepción del pasado es irreductiblemente singular. Allí donde el historiador no ve más que una etapa dentro de un proceso, que un aspecto de un cuadro complejo y dinámico, el testigo puede capturar un acontecimiento crucial, el sacudimiento de una vida.10

La memoria no funciona de acuerdo con un orden temporal lineal; tampoco es un acto racional deliberado, sino que estalla a partir de asociaciones en un proceso siempre renovado de resignificación. En esta línea, en palabras de Nelly Richard:

[la memoria es] un proceso abierto de reinterpretación del pasado que deshace y rehace sus nudos para que se ensayen de nuevo sucesos y comprensiones [...] (remeciendo) el dato estático del pasado con nuevas significaciones sin clausurar que ponen su recuerdo a trabajar, llevando comienzos y finales a re-escribir nuevas hipótesis y conjeturas para desmontar con ellas el cierre explicativo de las totalidades demasiado seguras de sí mismas.11

Si bien la memoria es un proceso individual, en el que se entreteje recuerdo y olvido configurando identidad, ella se encuentra inserta en redes de relaciones sociales sujetas a modificaciones en el tiempo y, por tanto, historizables. En este sentido, la memoria es también una construcción sociocultural a través de la cual se le da un significado a las experiencias pasadas de una comunidad; por ello, no puede ser monolítica u homogénea, sino plural, diversa, simultánea y en ocasiones contradictoria.

A pesar de la filiación de continuidad entre historia y memoria, proveniente del mito griego de que Clío (la diosa de la historia) es el fruto de una noche de amor entre Zeus y Mnemosyne (la diosa de la memoria), las relaciones entre ambas han sido complejas y problemáticas, en particular desde el periodo de la Ilustración, cuando la disciplina histórica adquiere el estatus de conocimiento científico. Como tal, y a partir de presupuestos, reglas y herramientas cognoscitivas regidos por los preceptos de verdad y objetividad, cuyo objetivo era "conocer lo real pasado",12 a través de pruebas que verificaran los hechos por medio de la investigación rigurosa de fuentes primarias, válidas y confiables, la memoria —por su carácter falible, fragmentario, selectivo, subjetivo y cambiante— fue excluida del saber historiográfico como fuente de conocimiento.13 No fue sino hasta las últimas décadas del siglo pasado cuando se erosiona el canon clásico que regía la investigación histórica, en un contexto de profundas transformaciones en el campo intelectual de la historiografía: la relativización de las certezas, la crisis de los grandes relatos, la reactivación del debate en torno a las reglas de construcción del discurso histórico (estatuto de verdad, neutralidad, por ejemplo), el creciente escepticismo frente al pretendido "conocimiento objetivo", etcétera, que daban lugar a nuevas perspectivas analíticas más plurales e interpretativas que trazaban de nueva cuenta los nexos entre historia y memoria, incorporando a esta última como elemento útil y necesario para el análisis. Ejemplo de ello lo constituyen el éxito alcanzado por la revista internacional History and Memory, o los iluminadores trabajos de Saúl Friedlander14 James Young15 o Henry Rousso.16

En este nuevo quehacer historiográfico, en el que la memoria se ha convertido en un recurso para la investigación como también en objeto de la investigación histórica,17 "la redescubierta legitimidad del espacio de lo subjetivo ha tenido una importancia sustancial para la construcción del campo específico de la historia reciente, en cuanto concede un lugar privilegiado a los actores y a la verdad de sus subjetividades".18 En esta línea, el "giro subjetivo",19 es decir, el interés por el uso de la primera persona, ligado a la inquietud por comprender el significado de lo que la gente hace, piensa y siente, permeó profundamente el ámbito de las ciencias sociales en su conjunto.20

En el marco del vasto ámbito de la vertiente cualitativa de la investigación social, el afán por entender el sentido que los actores otorgan a su experiencia íntima y subjetiva alentó recuperación de narrativas vivenciales, documentos personales y aproximaciones biográficas (historias y relatos de vida, autobiografías, historia oral, testimonios, diarios, cartas, etcétera), focalizadas a ofrecer, de manera creciente, la palabra al actor social en sí mismo como estrategia de conocimiento para aproximarse a rostros, nombres, voces, vivencias, cuerpos, memorias e historias singulares y concretas, renovando profundamente las prácticas de investigación a lo largo de las últimas décadas, en el marco del fuerte reordenamiento conceptual y metodológico que las ciencias sociales experimentaban.21

En el ámbito historiográfico, la inclusión de la historia oral —que privilegia la utilización de testimonios orales (trabajados a través de la memoria) ofrecidos en el presente por personas que protagonizaron determinados procesos o acontecimientos en el pasado— ligada también con las historias de vida y los testimonios, comenzó a ser valorada como un método de investigación serio, al mismo nivel que los archivos y otros documentos y escritos. En esta línea, en la historia oral los recuerdos —aunque sean inexactos— son concebidos como un medio para conocer cómo los individuos se ven a sí mismos en la historia. Incluso la falibilidad de la memoria se volvía importante para una historiografía que comenzaba a ocuparse, cada vez más, de los diferentes sentidos con los que los actores sociales re-significaban el pasado. En este sentido, la memoria irrumpió en la historia constituyendo paulatinamente un acervo crucial de información al reconstruir datos del pasado a los cuales no se podría acceder con otro tipo de fuentes. Aun sus falencias abrían interrogantes que la investigación histórica debía considerar.22 A su vez, la historia comenzó a utilizar cada vez más a la memoria como objeto de estudio válido, desplazándose hacia la historia oral y la microhistoria, recuperando fuentes testimoniales y operaciones de la memoria vehiculadas a través de una narración, y realizando interesantes trabajos de historización de la memoria en procesos específicos.23 Este entretejido permitía captar la realidad desde la perspectiva subjetiva de los protagonistas de los procesos sociales estudiados, recuperar su palabra viva a través de sus microrrelatos, desplazar la perspectiva omnisciente a favor de una pluralidad de voces, y visibilizar las historias personales de hombres y mujeres anónimos, así como de los pequeños grupos y entramados donde éstos tejen sus vidas y sus trayectos de vida.

Asimismo, y bajo el impacto de las corrientes posmodernas, interesadas en la crítica literaria, la filosofía y el lenguaje, el tema de la memoria adquirió un nuevo giro. "El giro lingüístico" permitió romper con la interpretación según la cual la historia era sólo un reflejo de los acontecimientos pasados —descalificando, por tanto, sus pretensiones de verdad y objetividad—enfatizando la dimensión textual del saber histórico y reconociendo que la escritura de la historia es la práctica de un discurso narrativo y, por tanto, ficcional. A lo anterior, cabe agregar que la relación entre historia y memoria también ha pasado a ocupar un espacio importante en lo que se ha denominado la "historia del tiempo presente", un campo historiográfico en expansión, sustentado

[...] en un régimen de historicidad particular basado en diversas formas de coetaneidad entre pasado y presente: la supervivencia de actores y protagonistas del pasado en condiciones de brindar sus testimonios al historiador, la existencia de una memoria social viva sobre ese pasado, (y) la contemporaneidad entre la experiencia vivida por el historiador y ese pasado del cual se ocupa.24

Es decir, la "historia del tiempo presente" se avoca al estudio y escritura de fenómenos y procesos socio-históricos —ligados por lo general a momentos históricos, tanto individuales como colectivos, de traumas, rupturas, guerras, etcétera— que forman parte de la memoria viva de al menos una de las tres generaciones que comparten un mismo proceso histórico: el pasado reciente, abierto y todavía inconcluso.25 Ello implica que el tiempo del historiador coincide con la "experiencia vivida" de los testigos presenciales, en la que se juegan historia y memoria, lo observado y lo relatado, lo vivido y lo recordado. En este sentido, el historiador es parte de la experiencia colectiva a estudiar portando él mismo la memoria del fenómeno que pretende reconstruir históricamente. Ya no se trata, por tanto, de un observador ajeno y aséptico a los acontecimientos estudiados, sino de alguien involucrado en el proceso de conocimiento, lo cual no implica que necesariamente haya sido un protagonista de los mismos.

 

LA HISTORIA RELATADA EN PRIMERA PERSONA. EL MODELO DE HOTEL BOLIVIA. THE CULTURE OF MEMORY IN A REFUGE FROM NAZISM (LEO SPITZER)

En este punto, resulta interesante aproximarnos a un innovador texto que abre paso a una nueva modalidad de intersección entre historia y memoria, tanto en términos de vertiente de investigación como asimismo de escritura y presentación de resultados. Se trata de un abordaje historiográfico en el que no sólo se rompe la distancia entre pasado y presente, se expanden los límites de la historia del presente y se rescatan testimonios y memorias de actores y testigos del fenómeno estudiado, sino que historia y memoria aparecen entretejidas indisolublemente en un relato en el que el historiador se vuelve el objeto investigado, en tanto la investigación histórica se vuelve introspección personal, lo que crea un género interesante que puede servir como modelo para futuras investigaciones en el ámbito de las ciencias sociales, y que el presente artículo pretende presentar —en términos amplios y a partir de las propias palabras de quien lo ha desarrollado— como propuesta de modelo analítico. El texto al que hacemos referencia es Hotel Bolivia, The Culture of Memory in a Refuge from Nazism, del historiador estadounidense de origen judío-austríaco Leo Spitzer, nacido en septiembre de 1939 en Bolivia, y emigrado a Estados Unidos diez años más tarde.26 En esta nueva aproximación, referida a una experiencia vivida y a una memoria social encarnada en el historiador, la subjetividad adquiere valor cognitivo entretejida a la curiosidad intelectual. La investigación en archivos y bibliotecas, así como la historia oral, se cruzan con la voz del historiador, quien, en contraposición a la historiografía canónica y con pretensiones de objetividad, visibiliza su propia subjetividad, así como sus trazos biográficos y las huellas de su experiencia, queriendo evidenciar con ello cómo el historiador "está involucrado en la construcción del registro histórico, con una subjetividad y una historia que ha de tomarse en cuenta", tal como lo plantea en una entrevista con la historiadora Julia Baker.27

En esta misma entrevista, Spitzer relata que este giro en su quehacer historiográfico (que implicaba una ruptura con su formación como historiador "ortodoxo" en las Universidades de Brandeis y Wisconsin) se produjo cuando, en una investigación comparativa sobre asimilación y exclusión en Europa y otros espacios geográficos, realizada a través del seguimiento de familias judías, y que lo llevó a revisar la historia del conocido escritor austríaco Stefan Zweig (1881-1942), se percató de que la genealogía de los Zweig estaba ligada con la suya, y que al investigar sobre la familia del escritor lo hacía sobre la propia. Esto lo llevó a la convicción de que en su trabajo historiográfico debía incorporar su voz explicitando la presencia de lo personal en su quehacer académico.

Hotel Bolivia es un estudio sobre la emigración alemana-austríaca, en particular la de origen judío, que debió abandonar apresuradamente y en situación de pánico Europa entre marzo de 1938 (cuando Hitler anexó Austria) y noviembre del mismo año (cuando se produce el pogrom conocido como la Noche de los Cristales Rotos).28 Durante esos meses, los judíos sufrieron ataques personales, exclusión, violencia callejera y confiscación de sus propiedades. El agravamiento progresivo de las persecuciones nazis llevó a los judíos austríacos a una búsqueda desesperada de lugares de refugio, y fue Bolivia, un país en el que la mitad de la población era indígena y que casi carecía de inmigración judía previa, pero que alentaba la inmigración extranjera para fortalecer y colonizar su frontera con Paraguay, así como para poblar sus tierras, el que ofreció visas de entrada para alrededor de diez mil inmigrantes judíos austríacos (aunque, de hecho, y por razones ligadas con la corrupción, la cantidad de judíos que llegaron a Bolivia fue superior al número fijado legalmente).29 Entre ellos, se encontraban los padres, abuelos y tíos del futuro historiador Leo Spitzer, nacido en Bolivia diez días después de la invasión alemana a Polonia.

El historiador se pregunta: ¿qué efectos tuvo sobre los judíos la anexión de Austria a Alemania?, ¿cómo era el mundo judío austríaco previo a la guerra?, ¿qué mecanismos reales, y con frecuencia ilegales, permitían acceder a las visas bolivianas?, ¿qué significó para quienes emigraban tener que huir de un país al cual estaban profundamente integrados?, ¿cuáles fueron las condiciones de la emigración?, ¿cómo vivieron su nueva condición de refugiados y el shock emocional que significó el desplazamiento a un país tan desconocido como Bolivia?, ¿cómo construyeron sus nuevas vidas allí?, ¿qué mecanismos de adaptación construyeron quienes llevaban la marca de la historia judía en Austria, pero que no lograban terminar de descifrar la lengua del país donde llegaron?, ¿cómo construyeron una vida "suspendida" entre la asimilación vivida en el mundo europeo y la marginalidad en que se encontraron en Bolivia?, ¿establecieron una identidad colectiva, a pesar de la heterogeneidad social y política de la inmigración?, ¿qué lazos entablaron con la población local?, ¿cómo eran visualizados por ésta?, ¿qué modalidades de memoria construyeron los emigrantes, tensionados entre la nostalgia del mundo perdido y el dolor de haber sido expulsados?, ¿qué significó Bolivia para ellos?, ¿cómo se transmitió la experiencia de la emigración a los hijos que nacieron ya en Bolivia o llegaron siendo muy pequeños? A estas interrogantes, Spitzer intenta dar respuesta en una rigurosa investigación de archivo y biblio-hemerográfica, como asimismo a través de los procedimientos de la historia oral, recogiendo la palabra del "Otro" a lo largo de 150 horas de entrevistas con inmigrantes vieneses y alemanes en Bolivia (y que hoy se encuentran dispersos por el mundo) a lo que se agregan historias familiares, relatos personales y autobiográficos, fotografías, literatura, documentos, memorabilia, etcétera, en un desplazamiento mutuo entre la voz de la historiografía, la historia oral y la memoria subjetiva propia. En sus palabras, Hotel Bolivia, The Culture of Memory in a Refuge from Nazism pretende:

[...] analizar las dimensiones sociales e ideológicas que influencian las memorias individuales y combinadas [así como] las modalidades en las que la experiencia pasada es modelada, reorganizada, transformada y narrada. En este sentido, es más que la presentación histórica de un significativo, aunque no ampliamente reconocido, refugio de la persecución nazi. Contribuye al esfuerzo de documentar las historias de vida y dar cuenta de las memorias y discursos de gente común y corriente que, de otro modo, permanecerían ocultas de la historia.30 [Y agrega]: está directamente preocupada con asuntos teóricos, cada vez más evidentes en la escritura histórica, que tienen que ver con la contextualización de la memoria y la interdependencia, y tensión, entre memoria e historia.31

La aproximación analítica de Spitzer se mueve, entonces, en el cruce permanente entre las dimensiones tradicionalmente dicotómicas de lo "objetivo" y lo "subjetivo", entre los detalles minúsculos de la historia oral y la autorreflexión sobre el propio quehacer de un investigador que recoge sus experiencias y memoria en tanto participante y testigo, entre el descentramiento de la historiografía tradicional y la utilización de la primera persona para reconstruir y reinterpretar la historia social de un complejo y paradójico proceso migratorio. Se trata de un trabajo en el cual "la memoria puede ser comprendida como un fenómeno cultural y, asimismo, como un fenómeno individual y social".32 En una disciplina en la que, canónicamente, el "yo" no está permitido, Spitzer hace visible su presencia personal en la escritura, dando cuenta de su experiencia individual y subjetiva en su doble rol: "Soy un participante 'en', así como un historiador 'de' la inmigración".33 No se trata sólo de escribir la historia de la inmigración austro-judía a Bolivia sino de desentrañar cómo ésta fue vivida —de manera concreta— por la familia Spitzer y otros inmigrantes, reconstruyendo la complejidad de la inmigración desde la intersección de la múltiple mirada de una memoria personal y familiar que recoge lo que ha podido quedar oculto en los intersticios de la historia. En esta línea, el texto se inserta, ciertamente, en la corriente de la historia cultural y los estudios culturales, pero también en las nuevas prácticas de exploración de lo social que ponen el acento en la comprensión del sentido de las situaciones y acontecimientos vivenciados por los individuos, retomando la experiencia personal del investigador y empleando el uso de la primera persona como expresión de la propia subjetividad y de un registro intimista,34 y que también se hacen presentes en las artes visuales y en innovadoras modalidades de realización de documentales.35

Asimismo, Hotel Bolivia se inserta también en un "espacio biográfico" que otorga centralidad al "yo" y abre las puertas a la libre expresión de la subjetividad.36 Y, ciertamente, encuentra eco en otras investigaciones académicas realizadas en el mismo registro, entre las que se pueden señalar Autoritratto di grupo, de Luisa Passerini37 (referido a la reconstrucción de la historia del movimiento del 68 en Italia a partir de historia oral y del psicoanálisis de la autora), What They Saved. Pieces of a Jewih Past, de Nancy K. Miller38 (historia de la inmigración rusa a Estados Unidos a partir de la memoria propia que la autora va reconstruyendo a partir de fotografías y objetos), y Ghosts of Home. The Afterlive of Czernowitz in Jewish Memory, de Marianne Hirsch y Leo Spitzer39 (historia personal, familiar y colectiva relativa al declive de la vida judía en la ciudad de Czernowitz realizada a través de historia oral, recuerdos, recopilación de fotografía y objetos, y repetidos viajes de los autores con los padres de Marianne Hirsch a la ciudad).40

Hotel Bolivia. The Culture of Memory in a Refuge from Nazism comienza con un prólogo en que el autor relata, en primera persona, su viaje en 1978 al pueblo natal de su padre en Austria y su encuentro con las ruinas de lo que fue la vida judía allí. El texto finaliza con otro relato, también en primera persona, sobre el regreso del autor en 1991 a Bolivia con el fin de realizar entrevistas sobre la emigración judía a ese país, examinar material de archivo referente al tema y llevar a sus hijos a conocer los rumbos de su infancia. En ambos casos, la visita concluye con una visita al cementerio judío, y la voz personal se hace cargo del dolor íntimo de estar frente a un pasado ya en ruinas. Entre ambos puntos, se encuentra la historia de la inmigración judía a Bolivia, así como el relato de la vida de su familia y de su propia niñez. Ambos viajes, escritos en primera persona, van "a contracorriente" de la dirección lineal de la historia, así como en dirección contraria del viaje original, de Europa a América, de quienes, desposeídos de todo, llegan al Nuevo Mundo para salvar su vida, construir una casa o plantar un jardín. Se trata, más bien, de viajes que van tras las huellas de las fuentes primarias de la genealogía, para abrir los silencios de la historia. La investigación rompe, entonces, con la voz de una escritura historiográfica omnisciente para demostrar que la subjetividad y la experiencia personal del historiador no sólo no son ajenas a la construcción del relato histórico, sino que pueden ser convertidas en objeto de estudio.

Yo nací en Bolivia diez días después de la invasión alemana a Polonia y el estallido de la segunda guerra mundial en septiembre de 1939. Como hijo de inmigrantes austríaco-judíos que habían huido allí sólo meses antes [...] tuve una conexión privilegiada con la experiencia de los refugiados sobre la cual escribo [...] misma que me ha permitido combinar un profundo interés académico con la ventaja de tener una perspectiva de adentro.41

Las fuentes tradicionales de la investigación histórica —archivos privados y públicos— se entretejen, por una parte, con el coro de voces de familiares, amigos, vecinos y colegas que compartieron la misma experiencia:

Mi background personal, y la historia del refugio boliviano de miembros de mi familia han facilitado, ciertamente, mi acceso a la gente que he entrevistado, estableciendo un lazo de comprensión y experiencia común que difícilmente se habría logrado de otro modo.42

Todo ello, ligado a la memoria personal del autor, se convierte en el prisma complementario que, desde distintos ángulos, permite aproximarse discursivamente al tiempo y lugar de la emigración judía a Bolivia, en el entorno de un pasado reciente como el nazismo, no sólo coetáneo al investigador, sino del cual fue testigo y actor. Escribe Leo Spitzer al respecto:

Como trabajo histórico, está sustentado en muchas de las fuentes tradicionales de reconstrucción histórica: materiales documentales encontrados en archivos y bibliotecas en Bolivia, Estados Unidos, Inglaterra, Austria, Alemania e Israel. Hace un uso extensivo de memorias escritas, cartas, fotografías, albums de familia, representaciones artísticas, artículos de periódicos y anuncios. Pero también está sustentado en gran parte en recuentos grabados en video de emigrantes, testigos, supervivientes, bolivianos, y miembros de la segunda generación que, como yo, nacieron en Bolivia o llegaron al país siendo niños muy pequeños.43

Y agrega: "Aun cuando este libro es el trabajo de un historiador, la memoria personal no es sólo un componente de su construcción sino un factor clave en su creación".44

Fiel a los procedimientos de trabajo en archivos de la investigación histórica, Hotel Bolivia, al incorporar tanto las narrativas vivenciales y subjetivas de quienes fueron parte del pasado estudiado como la propia memoria personal, convierte a la historia en vuelco interior, al tiempo que dicha memoria se vuelve el anclaje de la historia ofreciendo información no contemplada en los archivos históricos. Cada uno de estos lenguajes, en su propio código, visibiliza lo que queda oculto en el "otro" relato, generando la posibilidad de "otra" lectura. No se trata sólo de reconstruir, reinterpretar y relatar lo que fue la emigración judío-austríaca a Bolivia, sino de aproximarse a rostros, nombres, voces, vivencias, cuerpos, memorias e historias singulares y concretas, incluyendo la del historiador, cuyo "yo" es un "nosotros" tácito.

Hotel Bolivia, The Culture of Memory in a Refuge from Nazism es, de este modo, un modelo de análisis histórico que, más allá de la profusión de archivos, documentos, cartas, material visual, imágenes y relatos orales, se aproxima en un tono intimista a los silencios no relatados en la historia pero sí a través de la experiencia de vida del investigador, misma que proporciona una visión "otra" que, en última instancia, constituye una continua negociación con la historia. El relato sobre la historia de la emigración pasa a través del cuerpo y la memoria del historiador, y el relato proviene desde dentro, desde los intersticios en que se entrecruzan historia y memoria. Spitzer, al desandar el recorrido de su recuerdo, lo historiza. El acto de memoria impregna la (relativa) solidez de los enunciados históricos e ilumina los espacios, personajes y fragmentos de la historia que han permanecido ocultos, negados, desaparecidos o desdibujados —sea individual o colectivamente— en las zonas de sombra de la historia. La investigación de Spitzer sobre la emigración judío-austríaca a Bolivia no sólo reconstruye entonces —con las salvedades de que todo relato historiográfico es interpretativo, y por tanto, parcial y fragmentado— un proceso histórico que forma parte de la historia del presente sino que lo hace apelando también, por una parte, a la historia oral (explorando cómo se liga lo privado y lo público, lo personal y lo político), y por el otro, a dimensiones profundamente íntimas: a los relatos y álbumes de su familia, a sus libros de infancia, sus cuadernos de primeras escrituras, litografías hogareñas, letras de canciones, cartas, y otras formas de materialización de la memoria.

En este sentido, no sólo el relato de la memoria está narrado en los vívidos tonos de la experiencia, sino que la memoria crea una historia por sí misma. Desde la foto de una mujer judía sentada, en un abierto acto de resistencia, en un banco del parque donde se aprecia el letrero que prohíbe a los judíos sentarse ahí, hasta las fotos de pasaporte de sus padres con la letra "J" impresa en ellos; desde las fotos del álbum familiar que dan cuenta de lo ambivalente que fue el viaje hacia Bolivia hasta los testimonios y artículos de prensa antisemitas en Bolivia; desde los libros de infancia que dan cuenta del carácter europeo de la educación que recibe el pequeño Leo hasta la fotos de excursiones a las escarpadas montañas de Bolivia desde los menús de los restaurantes austríacos en La Paz que recreaban el mundo vienés dejado atrás45 hasta las litografías y los dibujos de un artista emigrante que recrea los áridos paisajes y las formas de vida de la población local; desde las fotos de infancia del historiador junto a niños bolivianos —que lo llevan reflexionar sobre la "extrañeza" mutua entre los emigrantes y la sociedad receptora— hasta su nostalgia por las "salteñas", el "picante de pollo" y "el aire celeste, brillantemente límpido, que caracteriza las mañanas de invierno"46 en La Paz; desde los testimonios que dan cuenta de que las miradas mutuas entre emigrantes y nativos nunca se pudieron encontrar hasta los relatos de Spitzer sobre las marcas indelebles que dejó la experiencia boliviana sobre su madre y otros amigos de la familia; desde las crónicas en la prensa acerca del hundimiento del barco Orazio que también llevaba emigrantes judío-austríacos hacia Bolivia hasta la descripción de la huella que esta tragedia dejó en la memoria colectiva de los emigrantes; desde la memoria subjetiva del investigador en torno al mundo cultural (y culinario) recreado por los emigrantes en La Paz hasta los relatos sobre la participación de la heterogénea comunidad migrante en actividades deportivas y sociales durante las fechas conmemorativas bolivianas; desde el registro de las voces que expresan su agradecimiento a Bolivia por haber sido el país del refugio hasta las reflexiones del investigador sobre el carácter temporal que para gran parte de los inmigrantes tuvo su estadía en ese país, etcétera, Hotel Bolivia ofrece un relato alternativo que gira permanentemente entre historia y memoria, pero abriendo simultáneamente, en el presente, una mirada distinta al pasado provocando a la historia y confrontándola con la mirada de la subjetividad. Se vuelve, de algún modo, un espacio intersticial donde se entretejen y quiebran al mismo tiempo los límites entre ambas. Escribe Spitzer al respecto:

En la medida en que trato de darle sentido a mis fotos (de niño) en el contexto más amplio de la experiencia del refugiado en Bolivia, en realidad en la medida en que quisiera darle un sentido a toda la memorabilia que he heredado y a la evidencia documental que he recolectado, me vuelvo nuevamente consciente de mi dualidad en este proyecto. Soy un participante "en" tanto como un historiador "de" la inmigración. Quisiera pensar que los roles se pueden mantener separados, que mi yo profesional puede mantener distancia suficiente de mi subjetividad participante para permitirme analizar y ofrecer juicios históricos de manera desapasionada. Sin embargo, sé que es imposible. El historiador que soy me dice que la amistad entre el niño indígena y Poldi47 nunca será posible, que en esta instancia como en muchas otras asociadas con la experiencia del refugiado, capas de significación complican un hecho aparentemente obvio. Pero también me doy cuenta, como participante, que también hay que tomar en cuenta otro bagaje invisible. Los sentimientos subjetivos, el ámbito personal, y la incertidumbre de las apariencias también informan y refuerzan lo que puedo saber y relatar sobre el pasado. Ellos constituyen un bagaje que no quisiera eliminar o dejar atrás.48

 

HISTORIA Y MEMORIA: MIRADAS CONJETURALES

Aunque entretejidas, indisolubles, referidas mutuamente, tanto historia como memoria son miradas al pasado imperfectas, fragmentarias y conjeturales. En tanto los hechos no hablan por sí mismos, el historiador, al descubrir sus íntimas conexiones y darles un sentido, convierte los trazos, indicios y huellas en una representación construida y ordenada (según la cual la selección, omisión y organización del material documental y de archivo, son falibles y "leídos" a partir del presente) que se expresa narrativamente, y que puede dejar un amplio margen para la interpretación e imaginación.49 Si la historia ya no puede comprenderse como una presentación "objetiva" de sucesos o procesos del pasado sino como una representación interpretativa de ellos que adquiere significado por el discurso del historiador —y por tanto, desde distintas perspectivas históricas derivarían diferentes interpretaciones de los mismos—, tampoco la memoria sería, en sentido estricto, un reflejo exacto o total de los acontecimientos vividos sino una representación interpretativa de los mismos, cuyos códigos se expresarían también de manera narrativa. En ambos casos, los hechos no hablan por sí mismo. Lo que se escribe sobre un acontecimiento, o sobre un ser humano, es siempre una interpretación. Así, por ejemplo, al relatar la muerte de su tía Ela —quien fue la primera en llegar a Bolivia convocada por un ex novio, mismo que le ofreció visas para ella y su familia y con quien el matrimonio fue un desastre para la muchacha y causa de una profunda infelicidad existencial—, Spitzer explicita las múltiples versiones surgidas en torno a dicha muerte, que impiden llegar a una verdad "absoluta" sobre las razones del suceso. Incluso disponiendo de cartas, poemas, fotografías y diarios de Ela, así como de numerosos relatos orales, las narrativas sobre su muerte (al parecer, un posible suicidio) son inconclusivas, "prestándose a la fabulación y a la invención imaginativa".50

En esta línea, Hotel Bolivia, en tanto texto histórico y memorialístico, constituye también un modelo conjetural de múltiples significados. Si la historia ya no puede comprenderse como una presentación "objetiva" de sucesos o procesos del pasado sino como una representación interpretativa de ellos que adquiere significado por el discurso del historiador —y por tanto, desde distintas perspectivas históricas derivarían diferentes interpretaciones de los mismos— tampoco la memoria sería, en sentido estricto, un reflejo exacto o total de los acontecimientos vividos sino una representación interpretativa de los mismos, cuyos códigos se expresarían también de manera narrativa. En ambos casos, los hechos no hablan por sí mismos. Lo que se escribe sobre un acontecimiento, o sobre un ser humano, es siempre una interpretación. Leo Spitzer —el narrador, historiador y memorialista— habla por ellos, transformando los fragmentos del pasado en un todo discursivo que tiene, ciertamente, un efecto de verdad.

 

Notas

1 Zygmunt Bauman: "From Pilgrim to Tourist — or a Short history of Identity", en Hall Suart y Paul Du Gay (comps.), Questions of Cultural Identity, Londres, Sage Publications, 1996, p. 29.         [ Links ]

2 Elie Wiesel: "¿Quién le teme al lobo feroz?", Suplemento Mundial de La Jornada, "Los emigrantes", 23 de junio de 1991, p. 19.         [ Links ]

3 Véanse, por ejemplo, Josefina Cuesta (comp.), Memoria e historia, Madrid, Marcial Pons, 1998;         [ Links ] y Yosef Haim Yerushalmi, Zakhor. Jewish Histoy and Jewish Memory, Seattle, University of Washington Press, 1996.         [ Links ]

4 Véase, por ejemplo, Andreas Huyssen, En busca del futuro perdido. Cultura y memoria en tiempos de la globalización, México, Fondo de Cultura Económica, 2000.         [ Links ]

5 Marina Franco y Florencia Levín, "El pasado cercano en clave historiográfica", en Marina Franco y Florencia Levín, Historia reciente. Perspectivas y desafíos para un campo en construcción, Buenos Aires, Paidós, 2007, p. 42.         [ Links ]

6 Sofía Correa; "Vivir con memoria", en Faride Zerán, Manuel Antonio Garretón (comps.), Encuentros con la memoria. Archivos y debates de memoria y futuro, Santiago, LOM Editores, 2004, p. 61.         [ Links ]

7 Idem.

8 Marina Franco y Florencia Levín, "El pasado cercano...", op. cit., p. 42.

9 Elizabeth Jelin, Los trabajos de la memoria, Madrid, Siglo XXI Editores, 2002, p. 2.         [ Links ]

10 Enzo Traverso, "Historia y memoria. Notas sobre un debate", en Marina Franco y Florencia Levín, Historia reciente. Perspectivas y desafíos..., op. cit., p. 75.

11 Nelly Richard, Residuos y metáforas. Ensayos de crítica cultural sobre el Chile de la Transición, Santiago, Editorial Cuarto Propio, 1998, p. 29.         [ Links ]

12 María Inés Mudrovcic, Historia, narración y memoria. Los debates actuales en filosofía de la historia, Madrid, Akal, 2005, p. 10.         [ Links ]

13 O, en todo caso, planteando que historia y memoria serían ámbitos diferentes, véanse, por ejemplo, Pierre Nora, "Entre memoria e historia. La problemática de los lugares", en Les lieux de memorie, Montevideo, Ediciones Trilce, 2008, pp. 9-38;         [ Links ] Joel Candau, Antropología de la memoria, Buenos Aires, Nueva Visión, 2002;         [ Links ] Yosef Haim Yerushalmi, Zakhor. Jewish Histoy and Jewish Memory, op. cit. Desde otra perspectiva, existiría una proximidad entre historia y memoria, sin negar el estatuto separado de ambas. Así, por ejemplo, Eric Hobsbawm afirma que cuando los historiadores estudian la historia del presente, coinciden dos conceptos diferentes de la historia: el de los archivos y el de la memoria personal. Véase, por ejemplo, La era del Imperio (1875-1914), Barcelona, Crítica, 1998.         [ Links ]

14 Saúl Friedlander, Cuando llega el recuerdo, México, Menhir, 1981.         [ Links ]

15 James Young, The Texture of Memory: Holocaust Memorials and Meaning, New Haven, Yale University Press, 1993.         [ Links ]

16 Henry Rousso, The Vichy Syndrome: History and Memory in France Since 1944, Cambridge, Harvard University Press, 1991.         [ Links ]

17 Elizabeth Jelin, Los trabajos de la memoria, op. cit.

18 Marina Franco y Florencia Levín, "El pasado cercano en...", op. cit., p. 38.

19 Beatriz Sarlo, Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo. Una discusión, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2005.         [ Links ]

20 Recordemos la afirmación de Pierre Bourdieu: "Quizá la maldición de las ciencias del hombre sea la de ocuparse de un objeto que habla", El oficio de sociólogo, México, Siglo XXI Editores, 2008, p. 63.         [ Links ]

21 Ciertamente, en antropología, el uso de estas fuentes de investigación ha sido parte sustantiva de su tradición epistemológica desde sus inicios como disciplina. En sociología, fueron ampliamente utilizadas en la década de 1920 en Estados Unidos para estudiar, por ejemplo, procesos de inmigración, la problemática de la juventud negra, tanto en áreas rurales como urbanas, o las carreras delincuenciales de jóvenes en áreas urbanas. Aunque posteriormente el impacto del positivismo, el auge de las metodologías cuantitativas y la fuerte expansión del marxismo y las ciencias estructuralistas opacaron durante largo tiempo la relevancia y validez de enfoques cualitativos, fue en la década de 1980 que éstos experimentaron un fuerte repunte y revaloración, en el marco de la re-emergencia de nuevas corrientes de pensamiento que ponían el acento en los enfoques interpretativos, así como de las nuevas prácticas de exploración de lo social orientadas hacia la comprensión del sentido de las situaciones y acontecimientos vivenciados por los individuos. Al respecto, véase por ejemplo, Leonor Arfuch, El espacio biográfico, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2002.         [ Links ]

22 Al respecto, véase, por ejemplo, de Alessandro Portelli, La orden ya fue ejecutada. Romas, las fosas ardeatinas, México, Fondo de Cultura Económica, 2003.         [ Links ] También de Alessandro Portelli, "Memoria e identidad. Una reflexión desde la Italia postfascista", en Elizabeth Jelin y Victoria Langland (comps.), Monumentos, memoriales y marcas territoriales, Madrid, Siglo XXI Editores, 2003, pp. 165-190.         [ Links ]

23 Véanse, por ejemplo, de Jeffrey Herf, Divided Memory. The Nazi Past en the Two Germanys, Cambridge, Harvard University Press, 1997, cap. VI;         [ Links ] y de Peter Winn, "El pasado está presente. Historia y memoria en el Chile contemporáneo", en Anne Pérotin-Dumon (dir.), Historizar el pasado vivo en América Latina [http:etica.uahurtado.cl/historizarelpasadovivo/es], fecha de consulta: 2007.         [ Links ]

24 Marina Franco y Florencia Levín, "El pasado cercano en clave historiográfica", op. cit., p. 33. Véase también, de Julio Aróstegui, La historia vivida. Sobre la historia del presente, Madrid, Alianza Editorial, 2004.         [ Links ]

25 María Inés Mudrovcic, "Algunas consideraciones epistemológicas para una historia del presente", en Historia, narración y memoria..., op. cit., cap. IX.

26 Leo Spitzer, Hotel Bolivia. The Culture of Memory in a Refuge from Nazism, Nueva York, Hill and Wang, 1998.         [ Links ] Otros textos importantes de Leo Spitzer son Lives in Between; the Experience of Marginality in a Century or Assimilation, Cambridge, Cambridge University Press, 1990;         [ Links ] Ghosts of Home: The Afterlive of Czernowitz in Jewish Memory (en colaboración con Marianne Hirsch), Los Ángeles, University of California Press, 2010.         [ Links ] Asimismo, es coeditor, junto con Mieke Bal y Jonathan Crewe, de Acts of Memory. Cultural Recall in the Present, University Press of New England, 1999.         [ Links ] Actualmente es profesor en Darmouth College.

27 Julia Baker, "Acknowledging Personal Presence in the Embodied Nature of Scholarship. A Conversation with Marianne Hirsch and Leo Spitzer", en Christina Guenter y Beth GriechPolelle, Trajectories of Memory: Intergenerational Representations of the Holocaust in History and Arts, Newcastle, Cambridge Scholars Publishing, 2008, pp. 3-12.         [ Links ]

28 Sobre este tema, véase también de Haim Avni, Perú y Bolivia, dos naciones andinas: y los refugiados judíos durante la era nazi, Jerusalén, Universidad Hebrea de Jerusalén, 1994;         [ Links ] de Enrique Bieber, véase La presencia judía en Bolivia. La ola inmigratoria de 1938-1940, Santa Cruz de la Sierra, Editorial El País, 2010 (Lewy Libros).         [ Links ]

29 Enrique Bieber, "La Sociedad de Protección a los inmigrantes israelitas. Su aporte a la integración económica de los judíos en Bolivia", Latin American Research Review, vol. 34, núm. 2.         [ Links ]

30 Leo Spitzer, Hotel Bolivia..., op. cit., p. XI

31 Idem.

32 Mieke Bal, Jonathan Crewe y Leo Spitzer, "Introduction", Acts of Memory. Cultural Recall in the Present, op. cit., p. VII.

33 Leo Spitzer, Hotel Bolivia... , op. cit., p. 106.

34 Para el caso de la antropología y, más específicamente, de la autoetnografía, es decir, aquella forma de investigación y de presentación de resultados en la que los investigadores observan su propia participación en el campo estudiado, véanse, por ejemplo, Ruth Behar, The Vulnerable Observer, Boston, Beacon Press, 1996;         [ Links ] Athena McLean y Annette Leibing, The Shadow Side of Fieldwork: Exploring the Blurred Borders Between Ethnography and Life, Blackwell Publishing, 2007.         [ Links ]

35 Al respecto, véase, por ejemplo, Jorge Ruffinelli, "Yo es/soy el otro. Variantes del documental subjetivo o personal", Acta Sociológica, México, Centro de Estudios Sociológicos, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM, septiembre-diciembre 2010, pp. 59-81.         [ Links ]

36 Leonor Arfuch, El espacio biográfico, op. cit.

37 Luisa Passerini, Autoritratto di grupo, Milano, Giunti Editores, 2008.         [ Links ]

38 Nancy K. Miller, What They Saved. Pieces of a Jewish Past, Lincoln, University of Nebraska Press, 2011.         [ Links ]

39 Marianne Hirsch y Leo Spitzer, Ghosts of Home. The Afterlive of Czernowitz in Jewish Memory, Los Ángeles, University of California Press, 2010.         [ Links ]

40 En un registro no exactamente académico, pero que también denota la conexión entre memoria personal e historia, se pueden incluir textos como los de Helen Epstein, Tras la historia de mi madre, Buenos Aires, Ateneo, 2007;         [ Links ] Alicia Dujovne, El camarada Carlos, Buenos Aires, Aguilar, 2007;         [ Links ] Cristina Zuker, El tren de la victoria. Una saga familiar, Buenos Aires, Sudamericana, 2003.         [ Links ]

41 Leo Spitzer, Hotel Bolivia... , op. cit., p. XVI.

42 Ibid., p. XV.

43 Idem.

44 Idem.

45 De tal modo, Hotel Bolivia anticipa un tema desarrollado posteriormente por Spitzer a partir de un concepto planteado por Marianne Hirsch, el de la "posmemoria", es decir, el relato de la memoria de "la segunda generación", cuyo recuerdo no surge directamente de la experiencia vivida sino, más bien, de las narrativas de generaciones previas. En esta línea, la posmemoria alude a la memoria de quienes llevan la cicatriz, pero no la herida. Ella encuentra su origen en una memoria ausente, reemplazada por silencios o relatos fragmentarios, y en la que la conexión con el pasado es indirecta, mediada por la imaginación creativa. Spitzer alude a su posmemoria al referirse a cómo la recreación en La Paz del mundo austriaco perdido por sus padres modeló su propia identidad en términos de un "desarraigo diaspórico". Véase al respecto, por ejemplo, "Rootless Nostalgia: Vienna in La Paz, La Paz Elsewhere", Shofar: An Interdisciplinary Journal of Jewish Studies, University of Nebraska, vol. 19, Issue 3, 2001, pp. 3-19.         [ Links ] Sobre el concepto de posmemoria, véase Marianne Hirsch, "Past Lives: Postmemories in Exile", en Susan Rubin-Suleiman (comp.), Exile and Creativity, Tel Aviv, Tel Aviv University, 1996, pp. 418-446.         [ Links ] Si bien, el concepto de posmemoria fue creado para pensar en las segundas o terceras generaciones de supervivientes del Holocausto (y en esta línea, el análisis de Marianne Hirsh sobre el novelista gráfico Art Spiegelman resulta revelador) también se ha utilizado para analizar la memoria de descendientes de víctimas de las dictaduras del Cono Sur. Véase, por ejemplo, Alicia Salomone, "Ecos antiguos en voces nuevas. Posmemorias poéticas de mujeres en Chile y Argentina", América sin nombre, núm. 16, 2011.         [ Links ]

46 Leo Spitzer, Hotel Bolivia... , op. cit., p. 193.

47 Su nombre de infancia.

48 Leo Spitzer, Hotel Bolivia... , op. cit., p. 106.

49 Hayden White, Metahistoria: la imaginación histórica en el siglo XIX, México, Fondo de Cultura Económica, 1992.         [ Links ]

50 Marianne Hirsch y Leo Spitzer, "Vidas vulnerables. Secretos, ruidos y polvo", E-misférica, Hemispheric Institute, vol. 9, núms. 1 y 2, 2012.         [ Links ]

Creative Commons License All the contents of this journal, except where otherwise noted, is licensed under a Creative Commons Attribution License