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Política y cultura

versão impressa ISSN 0188-7742

Polít. cult.  no.39 México Abr. 2013

 

Diversa/Reseña de libros

 

Efectos mundiales del poder chino

 

Nubia Nieto*

 

Niall Ferguson, China: el triunfo o el caos, 2012, Londres; productor ejecutivo: Mattew Barrett; director: Adrian Pennink.         [ Links ]

 

* Investigadora en World One, Londres. Consultora independiente en Inglaterra para diversas organizaciones privadas; especializada en asuntos de América Latina y Europa Mediterránea [nubia.niet@gmail.com].

 

El mundo entero se cuestiona sobre las consecuencias que traerá la recomposición de las fuerzas políticas y económicas globales, y la consolidación de China como el imperio que dirigirá al mundo. En este contexto, el profesor de la Universidad de Harvard, Niall Ferguson, se pregunta ¿qué representaría para el mundo vivir dominado por los chinos?, ¿acaso China podría ser devastada otra vez por el caos como ha sucedido en el pasado?, ¿qué sería mejor para el mundo, que sea dominado por China o dejar que China se hunda en el caos y nos lleve en el torbellino?

El autor de más de una decena de libros y de publicaciones en The Financial Times, Daily Telegraph, The Guardian y BBC se lanza a la tarea de recorrer China a través de su historia, geografía, sistema político y valores ideológicos, y presenta sus estudios en un interesante documental llamado China: el triunfo o el caos.1

El análisis que realiza Ferguson sobre China refleja no sólo las debilidades de Occidente frente al dragón rojo, sino también describe sus fortalezas, así como las contradicciones internas de un país del tamaño de un continente, que cuenta con un quinto de la humanidad, con 11 ciudades con una población de más de seis millones de habitantes.

Ferguson, quien es también profesor en el Colegio de Jesús en la Universidad de Oxford, exhibió sus estudios sobre China a través de una serie transmitida por Channel 4, en marzo del presente año, en Londres, Inglaterra, y cuya audiencia fue excepcional. El estudioso explora cómo el nuevo imperio tiende a desplazar no sólo la economía de Occidente, sino también a transformar sus modos de producción, de consumo, de socialización y de ética del trabajo.

El también profesor del Centro de Estudios Europeos indica que hace 40 años la economía de China era más pequeña que la británica, y hoy es seis veces más grande que la inglesa, y en 2016, de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, rebasará a la economía estadounidense, y será la predominante a nivel mundial.

De acuerdo con Ferguson, la revolución industrial china es la más acelerada en la historia de la humanidad. Las exportaciones chinas están presentes en todos los países. La expansión de la industria de ese país ha alcanzado todos los continentes, y la creación de fábricas, aeropuertos, puentes y ciudades enteras no cesa y se logran en tiempos records como nunca antes se había registrado.

Siguiendo al autor de Civilización. El Occidente y el resto, para la mayoría de los ciudadanos en el mundo, el ascenso de China no es su problema, sin embargo, Ferguson muestra todo lo contrario, al señalar que vivimos en una transformación intensa del poder político y económico de Occidente a Oriente y eso va a repercutir en nuestras vidas cotidianas. Hoy, afirma el experto, nuestras vidas están fundidas al desarrollo de China como nunca se pudo haber imaginado.

Para el ganador del Emmy Internacional en 2009 en la categoría del mejor documental, China no es más el continente de la exportación de mercancías baratas. En el pasado, Occidente era el centro de las ideas y la innovación, y China sólo el lugar de ensamble, pero actualmente esta situación se está revirtiendo.

En cuanto a la innovación, Ferguson resalta que China se está colocando a la cabeza del desarrollo tecnológico. Ordenadores portables con pantallas desprendibles que se convierten en tabletas; trenes de alta velocidad que viajan a más 300 millas por hora, e incluso exploraciones espaciales. El mercado chino representa un quinto de la humanidad, así las innovaciones que se lanzan en China se convierten en estándares globales. En los últimos 15 años, asegura Ferguson, el número de innovaciones creadas por chinos se ha incrementado 29%, superando a Inglaterra, Rusia, Francia e incluso a Alemania en este proceso: símbolos de un nuevo poder global.

Ferguson, quien fue denominado en 2004 una de las cien personas más influentes en el mundo, asegura que las implicaciones de la nueva transformación global son enormes. Durante siglos, Occidente se vio favorecido sobre el resto del mundo por el desarrollo tecnológico, pero esta ventaja está tocando sus límites. Ahora, dice Ferguson, nos estamos volviendo dependientes del dinamismo chino. La mitad de los departamentos del complejo habitacional en Canary Wharf, al sur de Londres, Inglaterra, y que acoge a las empresas más importantes a nivel mundial, pertenece a inversionistas chinos. China es el mayor acreedor de Occidente. Los chinos poseen un gran porcentaje de la deuda estadounidense, más de dos trillones de dólares en acciones. Lo cual deja mucho qué pensar, advierte Ferguson, sobre todo cuando los europeos van a Pekín a criticar la situación de los derechos humanos, y luego sus gobiernos solicitan un rescate monetario al euro –moneda de la Unión Europea. Quizás, advierte el estudioso, es mejor que nos acostumbremos a vivir con China como el nuevo súper poder, lo que significa que ese país puede imponer bajos salarios y largas horas de trabajo, así como una intensa ética del trabajo, y esto no implica que los chinos paguen salarios mínimos, sino que simplemente paguen salarios chinos.

Ahora, indica Ferguson, necesitamos a los chinos para incrementar nuestras exportaciones, y para balancear nuestra economía en Occidente, y los políticos necesitan persuadirlos de invertir en la infraestructura, en la industria, en la banca y en los bienes inmobiliarios. En este sentido, Ferguson resalta que quizás los euro-peos pronto tendrán que cerrar la boca ante la violación de derechos humanos en China por miedo a perder la inversión.

El también profesor de la Universidad de Stanford señala que el crecimiento económico de China trae no sólo consecuencias ambientales, sino la búsqueda de materias primas para sostener el desarrollo industrial. De acuerdo con Ferguson, los líderes políticos chinos saben que para mantener la estabilidad social tienen que sostener al menos una tasa de crecimiento de 7% anual, y controlar la tasa de empleo a los niveles que se encuentra ahora. Para ello, China ha tenido que implementar algo que en Occidente se conoce bien: expansión extranjera.

La expansión extranjera, manifiesta Ferguson, permite al futuro imperio chino asegurar las materias primas para continuar el crecimiento. Por ejemplo, China consume dos quintos de la producción global de carbón, cobre, zinc y aluminio. El único modo de asegurar el suministro es buscar los recursos afuera. Miles de ingenieros, gerentes y trabajadores chinos se encuentran en Angola, Brasil, Camboya y otros lugares. China está creando un portafolio mundial de inversiones, incluso es el comienzo de un nuevo imperio global que se asemeja al británico de hace 200 años, cuando controlaban las minas y la industria del cobre en Zambia.

Según el autor del libro Imperio: el auge y el declive de los británicos en el orden mundial, el desarrollo chino de la industria del cobre en Zambia es un ejemplo de la importancia de la expansión para poder suministrar el metal a las fábricas y mantener los niveles de empleo estables, y asegurar de esta manera la armonía del país.

La expansión china deja ver algunos de los tintes que impondrá este país, sugiere Ferguson. China se presenta como comunista no como capitalista. Así, su expansión no la presenta como dominio sino como promotor del bienestar social, en el caso de Zambia, China obtiene el cobre, y en retorno construye un estadio de futbol con capacidad de 40 100 asientos, y algunos hospitales. Lo que simboliza también la relación Zambia-China.

El intelectual británico afirma que en tanto la población china mejora su estándar de vida, también adopta valores de consumo de Occidente. Aunque Ferguson detecta que la población china no tiene demasiado apetito por los valores democráticos, sino todo lo contrario, un sentimiento de nacionalismo profundo, que por un lado refleja una protección por sus valores y la admiración por sus símbolos patrióticos –ejemplificando cómo desde a las 3 am la gente comienza a congregarse en la plaza de Tiananmen para poder contemplar la puesta de la bandera que tiene lugar a las 5 am. Por otro lado, Ferguson también observa un lado oscuro o negativo del nacionalismo chino.

Siguiendo el análisis de Ferguson, el nacionalismo oscuro se observa, por ejemplo, entre los jóvenes, quienes critican la forma en que los medios de comunicación de Occidente representan a China. Por ejemplo, un grupo de jóvenes nacionalistas están produciendo también sus propios videos y medios de difusión llamados "AntiCNN", su objetivo es dar su punto de vista sobre los enfrentamientos en 2008 contra la población del Tíbet. Los representantes del grupo critican al gobierno chino por no haber actuado con firmeza y mano dura.

El sentimiento de nacionalismo en su lado oscuro, destaca Ferguson, lleva a muchos jóvenes no sólo a producir videos sino también ataques cibernéticos ante una guerra contra Occidente en el contexto de una guerra del siglo XXI. Tan sólo por ilustrar un caso, expone el también columnista del Newsweek, en Pekín, Liu Qing, un "Honker", fundador del grupo Red hacker alliance considera que su misión es defender a China contra los ataques de Occidente. Desde esta perspectiva, Ferguson indica que de acuerdo con MI5, el servicio de seguridad británica, los hackers chinos han atentado contra la defensa británica, la energía, las telecomunicaciones y contra la industria de la manufactura. Las agencias de inteligencia también han reportado ataques a los sitios de internet de los departamentos de gobierno e incluso de las Casas del Parlamento Británico.

Para Ferguson, también editor de Bloomberg TV, muchos jóvenes nacionalistas chinos se lanzan a una guerra en línea contra Occidente, lo cual ha llevado a Estados Unidos a declarar que los ataques cibernéticos provenientes de otro país constituyen actos de guerra.

El también ganador del premio por el mejor documental en el Festival de Nueva York en 2011, no sólo expone las fortalezas del milagro económico chino sobre Occidente, sino también observa las paradojas internas del régimen, comenzando con el aumento de la desigualdad social y el aumento de rebeliones campesinas que amenazan el desarrollo chino. Al respecto, Ferguson describe cómo China ha pasado de ser una de las sociedades más igualitarias a una de las más asimétricas, y en el espacio de una generación ha alcanzado los niveles de desigualdad social estadounidenses.

Además, Ferguson menciona que cada año en china hay decenas de miles de protestas de los sectores rurales desfavorecidos que se levantan contra funcionarios corruptos y especuladores de bienes inmobiliarios que venden sus tierras sin escrúpulos. Por otra parte, en las ciudades también se registran protestas de trabajadores migrantes, aunque simultáneamente aparecen millonarios que son favorecidos bajo la bendición del Partido Comunista.

El también colaborador del Centro de Asuntos Internacionales de Weatherhead considera que China se enfrenta a otra grave amenaza que es el envejecimiento de su población. De acuerdo con Ferguson, para 2050 la población mayor de 60 años ascenderá a 230 millones. Otro elemento que podría desestabilizar el crecimiento chino, dice Ferguson, es el incremento desmedido de complejos inmobiliarios construidos bajo especulaciones.

Ferguson recuerda la caída del sueño americano en 2008 con el colapso de la burbuja de los bienes inmobiliarios que rebotó en la crisis económica de Occidente, y China debería tomar lecciones de esta experiencia. En este contexto, Ferguson, quien es también consejero del primer ministro británico David Cameron, se pregunta si el rápido crecimiento económico de China es sustentable, sobre todo cuando se observan tendencias de desempleo masivo, insatisfacción de millones de trabajadores, aumento en el descontento de los campesinos y del sector rural, crecimiento de la desigualdad social, envejecimiento de su población económicamente activa y problemas ambientales.

El también colaborador del Centro de Estudios Políticos del Partido Conservador británico advierte que las autoridades chinas temen que las protestas internas puedan desestabilizar el crecimiento económico, y peor aún, que China culpe a Occidente de sus problemas domésticos. Y no será la primera vez en la historia que un poder en ascensión se acompañe de políticas extranjeras agresivas para reducir las presiones internas. Ferguson observa ciertos signos que pueden leerse a través de la historia, tal como en los tiempos en que Alemania se preparaba para la Primera Guerra Mundial: rápido crecimiento, inestabilidad interna, nacionalismo agresivo y expansión extranjera.

La pregunta, dice Ferguson, es saber si China se lanzará por el mismo camino que lo hizo Alemania hace 100 años o podrá hacer la transición de Occidente a Oriente de modo pacífico. La repuesta depende no sólo de la prosperidad del mundo, sino también su futura paz mundial.

Ferguson reconoce que los occidentales no conocen demasiado la cultura china ni sus prioridades. El también ex consejero de John Mc Cain se cuestiona: ¿cómo un país que concentra un quinto de la población mundial, logra vivir bajo un sistema comunista, pero con una de las economías capitalistas más dinámicas del mundo?, ¿por qué los valores de libertad individual no se aplican en China o parecen no adquirir el mismo nivel de importancia que en Occidente? El experto en asuntos internacionales busca respuestas a sus interrogantes a través de la historia de China.

Ferguson señala que hace más de 2000 años no había China tal como la conocemos hoy, ya que era sólo una tierra caótica entre Estados guerreros y es hasta la llegada del primer emperador chino, Qui Shi Huang –a quien China debe su nombre– que construyó un territorio unificado, e inició la construcción de un imperio que se fundó en la autocracia y poder concentrado en sus manos.

Más tarde, enfatiza Ferguson, Mao Tse-Tung –el hombre que convirtió a China en comunista, y que creó un sistema político de control único a través del Partido Comunista de China–, también se caracterizó por aplicar medidas autoritarias y brutales. No obstante, es uno de los héroes más admirados en China.

Ferguson analiza el papel del Partido Comunista de China en la configuración de políticas autoritarias. El especialista en historia económica señala que antes de Mao había cerca de 20 mil funcionarios, una vez ganado el control en 1957, el Partido Comunista tenía 12 millones de miembros y activistas en todo el país.

Ferguson recuerda en su documental que en 1950, Mao expropió más de 200 millones de hectáreas de grandes propietarios de tierras agrícolas, y ejecutó a más de 700 mil terratenientes, instaurando su propia clase gobernante, y creando su propio sistema de control social. El Partido Comunista chino penetró entonces todas las esferas de la sociedad china, decidiendo incluso dónde se debe vivir, qué comer y qué leer.

La figura de Mao ha sido ampliamente cuestionada, indica Ferguson, algunos lo consideran un líder popular y otros una figura tiránica. En cualquier caso, lo cierto es que Mao fue el autor de "El gran salto adelante", y la revolución cultural que fueron considerados como experiencias catastróficas. Entre 1949 y 1976 Mao sumergió a su país a "la gran hambruna china", en la que incluso se registraron casos de canibalismo para la sobrevivencia. "El gran salto adelante" continúa siendo un tabú en la historia china. En sólo cuatro años, entre 1958 y 1961, dice Ferguson, 35 millones de personas murieron de hambre o por causas relacionadas con ella. Algunos otros estudios aseguran que murieron 45 millones de personas, el equivalente a la población actual de Canadá o España.

En cualquier otro país, asegura el analista internacional, un político que arrastrara a su país a tal situación habría sido removido, sin embargo, en China es una figura admirada. Más aún, el Partido Comunista de China, en 1981 a la muerte de Mao, publicó un documento en el que responsabilizaba a Mao de los problemas sociales y económicos, sin embargo reconocían su papel como artífice del control del Partido Comunista. Actualmente, destaca Ferguson, la figura de Mao es representada como "una persona agradable" y "el padre de la nueva China".

Ferguson ilustra cómo Mao solía afirmar que el primer emperador chino, Qin Shi Huang, –que unificó China en el año 221 antes de Cristo– sepultó a 460 intelectuales vivos. Mientras él –Mao– sepultó a 4 600, superando a Qin Shi Huang cien veces más.

Ferguson explora cómo la supresión de derechos civiles ha sido una constante en la historia china. Basta recordar, dice el autor del libro El ascenso del dinero: una historia financiera del mundo, la masacre de 1989 en la plaza de Tiananmen, en Pekín, o el incidente del 4 de junio, en donde miles de estudiantes de la República Popular de China fueron reprimidos por el ejército. Este evento continúa siendo otro tabú para la sociedad china, que prefiere sólo ver el milagro económico.

El estudioso británico subraya que el primer elemento a entender es que detrás del milagro económico chino, se esconde un gran temor al caos. Este temor puede ser explicado en la historia de China. Las insurrecciones en el siglo XVIII que cobraron 60 millones de vidas. Las revueltas del siglo XIX que alcanzaron 20 millones de muertes, y las sublevaciones de campesinos que cada año recuerdan a las autoridades chinas el riesgo de sumergir al país al caos.

Según el también colaborador de la Institución Hoover, el caos fue lo que devastó a China en el pasado, acaso –se pregunta Ferguson– podrá otra vez el caos retener el crecimiento económico de China. De acuerdo con el profesor de economía, estas cuestiones serán centrales en los próximos años para definir el futuro de todos nosotros, de ahí que Ferguson se plantea: ¿cuál es la clave del desarrollo de China? Son los logros del comunismo o del capitalismo. Son los valores de mercado de Occidente o los valores tradicionales chinos. ¿Hasta dónde podrá China mantener el crecimiento económico y mantener la armonía del sistema?

Aunque Ferguson deja ver que si China fracasa, entonces Occidente también sufrirá las consecuencias: no inversión china en la economía extranjera, no consumo chino hacia las marcas y productos occidentales, y nadie que quiera comprar las deudas de los gobiernos de Occidente. Entonces Ferguson se vuelve a cuestionar, ¿qué es mejor para el mundo?

 

Nota

1 Niall Ferguson, China: el triunfo o el caos, 2012, Londres; productor ejecutivo: Mattew Barrett; director: Adrian Pennink.

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