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Política y cultura

versão impressa ISSN 0188-7742

Polít. cult.  no.37 México Jan. 2012

 

Las transformaciones económicas y políticas

 

Discutir la coyuntura en América Latina

 

Lucio Oliver*

 

* Profesor titular C de tiempo completo en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Adscrito al Centro de Estudios Latinoamericanos. México [oliverbar@hotmail.com].

 

Artículo recibido el 09-05-11
Artículo aceptado el 27-02-12

 

Resumen

El escrito expone la experiencia del autor en la elaboración de los informes de coyuntura en América Latina. Para ello se analiza la complejidad del vínculo entre el acontecimiento que caracteriza una situación, las estructuras que se han ido conformando en las sociedades y el movimiento histórico-político en el que están ubicadas las fuerzas y sus relaciones. Se incluye el problema de la hegemonía como elemento articulador de la totalidad y referencia central del movimiento de las fuerzas en la coyuntura. Por último se alude a las complejidades del estudio de las coyunturas de los países de la región en la última década.

Palabras clave: coyuntura, relaciones de fuerzas, América Latina, teoría social, análisis crítico.

 

Abstract

This term paper outlines some particular problems in the experience in preparation of reports about Latin American situations. This emphasizes the complexity of the link between the event that characterizes a situation, the structures that have been shaped in society and the political historical movement in which the forces are located and their relationships. It includes the problem of hegemony as focal point of the entire central and reference movement in the social and political junctures.

Key words: sociopolitical situation, relationship of forces, Latin America, social theory, critical analysis.

 

INTRODUCCIÓN

En este ensayo me propongo problematizar algunos aspectos metodológicos y teóricos del ejercicio de análisis social y político actual de la coyuntura en América Latina; esto es, me interesa discutir cómo se procesa en nuestra región el ejercicio de interpretar las distintas experiencias subregionales, nacionales y locales de la relación sociedad-Estado durante un determinado periodo de cierta intensidad conflictiva. Lo hago con reflexiones sobre la complejidad de la forma como operan las estructuras y tendencias de mediano y largo plazo en los acontecimientos, es decir, de cómo actúan las grandes tendencias y totalidades en una coyuntura determinada, como cuando se aborda la relación entre los movimientos sociales, las crisis políticas, y la crisis orgánica del Estado ampliado en la región.

 

LA ESPECIFICIDAD DEL ESTUDIO DE COYUNTURA A PARTIR DE LAS CRONOLOGÍAS PERIÓDICAS DE SEGUIMIENTO DE LOS ACONTECIMIENTOS

Las cronologías mensuales o anuales de acontecimientos sociales y políticos de países, como las que elabora el Observatorio Social de América Latina (OSAL) del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso),1 y las de muchos otros observatorios de nuestra región, nos ofrecen una materia prima esencial para dar seguimiento a lo que pasa en un determinado país y son las referencias imprescindibles de cualquier análisis significativo. Sin embargo, en el recuento de los acontecimientos y las confrontaciones conflictivas no siempre están presentes (porque no son inmediatamente evidentes) todos los elementos centrales y actuantes de las relaciones sociales que determinan el rumbo histórico y político de un país, el sentido en que se mueven los distintos grupos sociales, las relaciones de poder y hegemonía que prevalecen, las contradicciones de poder que actúan en el rumbo de la economía, la sociedad civil, las instituciones, la cultura, la ideología, el territorio, etcétera.

Por ello, es lógico enriquecer el recuento cronológico, yendo hacia un análisis que nos permita ampliar el horizonte de los conflictos que aparecen y nos sorprenden, por ejemplo cuando se relatan en 2009/2010 la dinámica del golpe de Estado en Honduras, los acontecimientos que rodearon el intento de golpe en Ecuador, el apoyo popular a la resistencia de la oligarquía agraria argentina a las tibias políticas de reforma de Kirschner, la brutal represión a los dirigentes sindicales que se opusieron a las contrarreformas laborales en Panamá o la relativa indiferencia de los usuarios a la eliminación de la empresa estatal de electricidad del centro de México y de su sindicato secular, el Sindicato Mexicano de Electricistas, al mismo tiempo que se hizo evidente la intención de privatizar la venta de la nueva tecnología triple play a los grandes grupos financieros trasnacionales, etcétera. Conviene expandir el análisis de tal manera que, en los conflictos de coyuntura, revele las contradicciones, las oposiciones y las diversas relaciones de poder en juego en cada situación.

Los acontecimientos y los conflictos sociales del momento son el punto de partida del análisis porque nos hacen evidente el aspecto de indignación o de oposición que se expresa en las luchas y los movimientos, lo que "aparece" de lo que se acumula en su interior, el sentido social de la experiencia colectiva e individual y, debido a que nos muestran en el movimiento real —la resistencia popular y ciudadana—, el contenido y las formas de lo que se debate y se procesa en las decisiones tácticas y los programas de lucha. De ahí se parte para indagar cómo y por qué se alinean y toman posición en cierto sentido los grupos y distintos actores sociales, comunidades o asociaciones cívicas; las cronologías con acento social popular nos permiten registrar las expresiones políticas y prácticas de sectores diversos de las masas populares en los acontecimientos y son el primer paso porque insinúan en forma parcial la respuesta social.

En esta línea de argumentación cabe decir que, junto a las cronologías, los estudios de coyuntura2 nos abren un horizonte que busca ir más allá del necesario seguimiento puntual de los conflictos o de un debate razonado de los analistas hacia las políticas de los gobiernos o actores políticos o ideológicos y trascienden una toma de posición ante los hechos o las políticas prevalecientes, en la medida en que procuran también una valoración crítica de la relación de fuerzas en juego que va más allá de las pasiones inmediatas del investigador.

Las siguientes observaciones recogen una experiencia y exponen aspectos problemáticos del estudio de las fuerzas en la labor de coordinación del programa de OSAL de Clacso y tienen la pretensión de socializar elementos de una concepción que pretende ser más compleja del informe de coyuntura y la metodología para llevarlo a cabo.

 

LA COYUNTURA: UNA RELACIÓN QUE VINCULA LO INMEDIATO CON LO ESTRUCTURAL A PARTIR DEL ANÁLISIS DE LOS PROCESOS HISTÓRICO-POLÍTICOS

La relación entre los conflictos y las estructuras (económicas, políticas, culturales) no se puede establecer plenamente en abstracto, como derivación de un conocimiento teórico general previo del estado de la economía, del patrón de acumulación, del modo de producción, del sistema político o de las creencias y valores prevalecientes. Establecer una relación —todavía abstracta e indicativa— que permita vincular en una situación determinada, por ejemplo, el incremento de conflictos huelguísticos y por derechos laborales con un patrón de acumulación trasnacionalizado de sobreexplotación de mano de obra, en un contexto de capitalismo dependiente y subordinado, no nos dice nada concreto de la relación de poder entre fuerzas ni del movimiento de la misma. Se requiere incluir en el análisis una valoración de cómo actúan los fenómenos de la acumulación y la sobreexplotación en los procesos histórico-políticos de mediano plazo y en la conciencia de los grupos sociales; es en el seguimiento del movimiento histórico social donde se observa realmente cómo determinadas oposiciones, injusticias, intereses y luchas entre actores determinados pertenecen a, y cobran, una dimensión mayor, que sólo aparece cuando la conflictividad alcanza un nivel superior que hace aparecer en la superficie el cuadro de fuerzas operantes en la vida de una sociedad (por ejemplo cuando aparece el sentido histórico vital de los movimientos ambientales contra la construcción de hidroeléctricas, contra el despojo y privatización de recursos naturales acuáticos o en las luchas sociales comunitarias contra las trasnacionales de la minería que despojan de recursos naturales a las sociedades ancestrales).

Establecer la relación conflictos-estructuras-fuerzas operantes obliga a la consideración teórica de que toda situación es ante todo (no únicamente) una relación de fuerzas,3 relación que es histórica, económica, política y espiritual (ideológica cultural). Pero esta aseveración no conlleva una lectura reduccionista ni determinista de los conflictos y las fuerzas. Si bien las fuerzas tienen su origen vital en las relaciones sociales, tanto las que se constituyen y reproducen en la producción y circulación de la vida social (y viceversa, estas últimas son la abstracción estática e inicial de la relación de fuerzas), lo que se aprecia es que se conforman realmente como fuerzas operantes en la actividad y luchas de los agrupamientos políticos e ideológicos, en las instituciones y en la acción política e ideológica. Las fuerzas son, en cierta medida y sólo a través de múltiples y complejas mediaciones, el movimiento de las relaciones sociales expresado en la historia; la historia no es simple recuento del pasado, es el espacio de los procesos en que cristalizan las fuerzas, las instituciones y las relaciones entre sociedad y Estado, de tal manera que las mismas relaciones sociales que hunden sus raíces en las estructuras de producción y circulación se transforman y reconstruyen continuamente en fuerzas actuantes y transformadas en y por las luchas en la política y la cultura. En los conflictos ambientales actuales de América Latina que confrontan a las comunidades frente al despojo de las empresas mineras trasnacionales, por ejemplo, actúan las masas populares resistiendo en espacios económicos y políticos dados -mismos que con sus luchas también contribuyen a moldear-, y en esos mismos espacios actúan las empresas trasnacionales y los gobiernos en tanto fuerzas de poder nacional e internacional. Los actores son parte de fuerzas políticas dominantes o subordinadas y se mueven en las instituciones en cuyas decisiones inciden: la decisión de la burocracia ejecutiva derivadas de sus intereses y su proyecto de poder, los tejidos del sistema judicial, la capacidad de irradiar socialmente la inconformidad de los pueblos en lucha, etcétera.

Así, las relaciones sociales se constituyen como relación de fuerzas dinámicas en la totalidad social, no sólo en una estructura económica separada, en que supuestamente se formarían de manera acabada los agrupamientos sociales objetivos; se constituyen en la totalidad de las relaciones sociales, en la unidad orgánica articulada y múltiplemente determinada de economía, sociedad, política e ideología. Por ello, resumiendo este aspecto, un punto vital de todo análisis de coyuntura es buscar en el movimiento histórico-político (ideológico) el vínculo entre el acontecimiento que caracteriza una situación, las estructuras que se han ido conformando en las sociedades y las luchas políticas en las que están ubicadas las fuerzas y sus relaciones.

 

CLASES, CIUDADANÍA Y MASA POPULAR

Los grandes grupos sociales modernos, a partir de su formación inicial en las relaciones dominantes de capital y de dinero —Marx dixit: "el capital es la potencia económica que lo domina todo en la sociedad burguesa"-,4 invaden necesariamente en su proceso vital de constitución también otros planos y momentos de las relaciones sociales en que actúan los elementos y mecanismos de la libertad y la igualdad de los individuos, esto es, los grupos sociales configuran su expansión y redefinen su propio proyecto clasista en la sociedad civil, que incluye en el sentido gramsciano a las organizaciones y los derechos, e inciden en la sociedad política. Ahora bien, si la sociedad civil moderna es el reino de los individuos-ciudadanos como sujetos —espacio del intercambio mercantil capitalista y reino de la asociación y de los derechos basados en la libertad e igualdad individuales—, al constituirse, como producto de la invasión en el ámbito político cultural de las clases activas y operantes, se convierten en fuerzas históricas políticas (es decir, cuando la ciudadanía es algo más que individuos con derechos particulares y aparentes); así, en realidad, cuando se plantea la cuestión de la invasión mencionada, se está planteando al mismo tiempo la problemática de la hegemonía. Pero esta problemática hoy se expresa de una forma particular, como la subordinación o capacidad de autonomía de los "hombres líquidos"5 -es decir, los hombres modernos que para consumir de todo, incluyendo la tecnología actual, intercambian no sólo mercancías, sino también su fuerza de trabajo por un salario y entregan su trabajo vivo creador de la riqueza moderna en una enajenación que hace culto a las máquinas o al dinero6 o en una lucha por afirmarse como movimientos críticos de los subalternos— hombres ubicados en distintos espacios de vida, esto es, de producción, circulación y socialización: fábricas, comercio, servicios, instituciones de cultura y administración, y que tienen carácter formal o precarizado, pertenecen a las ciudades o al campo, son manuales, intelectuales o mixtos. Esos individuos y colectivos viven su liquidez asentados sin embargo en un tronco material productivo social, de ahí que la gran pregunta relativa a la hegemonía desde ese tronco es ¿qué tanto ellos y, más en general las masas populares de las que forman parte, logran o no constituirse como fuerzas histórico-políticas propias, con independencia (proyecto histórico) y autonomía (autoorganización social y ciudadana)? o ¿qué tanto se integran subalternamente en los proyectos y las políticas de las clases dominantes (ciudadanía electoralista o apolítica)?

Las mencionadas cuestiones nos llevan a plantear los aspectos problemáticos de la conflictividad social que se vinculan con la conformación de proyectos históricos en nuestra época de volatilidad y pensamiento único, y a problematizar desde ángulos distintos la actuación de las fuerzas históricas en los ámbitos de la ideología y la política. Así, la autonomía es imposible si no se supera el horizonte de visibilidad7 en que los hombres líquidos se autoconciben a partir de su situación de ser fuerzas productivas puestas, o excluidas, por el capital.8 Por ejemplo en el Brasil de hoy, donde el Partido de los Trabajadores acaba de triunfar de nuevo el año pasado y se autoproclama fuerza dirigente, cabe la pregunta,9 ¿qué tanto las fuerzas populares que lo sustentan y lo conforman se reconocen en el mundo ideológico con un horizonte alternativo de visibilidad distinto del que impone el capital, es decir qué tanto su problema cultural como brasileños de hoy sigue siendo la lucha por la comprensión, la apropiación autónoma e independiente de lo público, incluyendo el espacio de la política, y no el buscar un mayor consumo de todo?, ¿qué tanto se asumen como el principal sujeto productor de la riqueza, punto de partida de cualquier proyecto de crítica del capital, y no como trabajadores pertenecientes y subordinados al capital?, ¿qué tanto su lucha es por un consumo estructurante y una ciudadanía con derechos que conllevan cambiar el contenido y significados de la libertad e igualdad mercantil capitalista, así como ampliar al individuo, para proponer la construcción de una nueva colectividad? Por último, ¿qué tanto esas fuerzas de trabajadores y la masa popular se está organizando autónomamente y vinculando su independencia de clase en todos los asuntos del programa mínimo inmediato?

El movimiento histórico político de un país, a través de la ideología y la política, crea los espacios constitutivos de los agrupamientos sociales, inicialmente en clases objetivas (aun cuando sean clases que se asuman como segmentos de la globalidad en que se constituyen las nuevas clases internacionales) y, de esa condición de clases pasar a constituirse en fuerzas hegemónicas o subalternas. Sólo cuando logran esa calidad -que Gramsci denominaba "catarsis"- generan capacidad para incidir en los acontecimientos y para trascenderlos, porque la pura resistencia o conflictividad, por más que sea una experiencia significativa de lucha, no lleva espontáneamente a la constitución de fuerzas históricas transformadoras.10

El informe de coyuntura tiene que recoger todo lo dicho para pasar a ser un análisis a fondo de una situación política y social dada. Y lo puede hacer a partir de establecer relaciones entre por lo menos tres aspectos: 1) lo que se hace evidente todos los días: el choque entre intereses y puntos de vista, los conflictos, los grupos y actores actuantes, las movilizaciones sociales y las políticas del poder; 2) lo que exige por parte del investigador de un examen teórico: los diversos aspectos estructurales e institucionales de la vida social, y 3) lo que requiere una comprensión analítica: esto es, su relación con el proceso histórico social. En dicha relación intervienen las relaciones sociales creadas por el rumbo y características del capitalismo mundial y nacional, entrelazados con las relaciones internacionales de poder, las formas y los modos de acumulación de capital, los elementos histórico políticos y las instituciones en que se conforman las relaciones Estado-sociedad (en que se produce la articulación sociedad política-sociedad civil). Con estas cuestiones en mente podemos indagar, en el análisis de los conflictos, la manera en cómo se presentan ahí las fuerzas históricas y políticas actuantes que se constituyen en esos procesos, cuáles son las ideologías prevalecientes, cómo se vinculan con los proyectos políticos y cuál es la coherencia de los actores políticos y las personalidades en confrontación.

El resultado del análisis es una apreciación compleja, amplia, analíticamente extensa del acontecimiento, vinculado ahora a una comprensión de las relaciones de dominio y hegemonía en la sociedad, a una apreciación de la capacidad coercitiva y dirigente de los grupos sociales, a una disección de las instituciones, los políticos y de las políticas de quienes detentan los órganos de poder y son beneficiados por las estructuras, ello precisando también el grado de organización, resistencia y subalternidad de los varios componentes y sectores de la masa popular.

 

COYUNTURA Y TOTALIDAD

Hay que subrayar que el estudio de la coyuntura debe trascender al recurso metodológico necesario de tratar la economía, la política y la espiritualidad sociales como esferas separadas y diferentes: justamente se hace necesario pasar de lo metodológico a lo orgánico para confrontar un elemento central que acompaña el dominio histórico del capital en las sociedades modernas: la separación entre política y sociedad y entre política y economía.11 Se trata de una separación aparente porque hablar de niveles distintos de la realidad social es una abstracción metodológica y no una realidad ontológica o histórica. Un elemento importante de esta valoración acerca de los elementos constitutivos de las situaciones, entendidas como relaciones de fuerzas, es la asociación de los acontecimientos, los procesos, las estructuras y las fuerzas que intervienen en ellos: buscar su vínculo con el movimiento histórico de las masas populares y con el conocimiento de las contradicciones que atraviesan a la sociedad, tanto las que se constituyen en las relaciones sociales económicas como las que se establecen en las relaciones ideológico políticas e históricas y entre instituciones y sociedad civil.

La posición de las fuerzas en los diversos conflictos sociales que se adoptan como referencia central del análisis de coyuntura —por ejemplo la actuación de las masas en una determinada elección nacional o regional, la resistencia a un golpe de Estado, la oposición a la política de despojo de comunidades, la lucha contra la desaparición política de alguna empresa estatal, la represión masiva o selectiva o, todo eso junto-, tiene relación con la manera en que esas fuerzas expresan y conciben las contradicciones históricas, sociales, políticas y culturales. La contradicción entre valor y valor de uso, entre dinero e intercambio mercantil, entre capital y trabajo vivo, entre sociedad civil y clases; o también las oposiciones que se establecen en las relaciones de producción y circulación, las que surgen entre el mercado y la acumulación de capital o las que se derivan de la existencia del poder social del dinero y del capital y el Estado, de la separación de los individuos y las clases, etcétera, todas esas contradicciones, se oscurecen y se transforman, sin embargo en las estructuras hegemónicas que se configuran en la historia.

De esta manera, queda claro que el análisis de coyuntura no tan solo se limita a alinearse con alguna ideología crítica. Requiere un conocimiento crítico que saque a la luz la relación entre los conflictos del día con las fuerzas operantes en la historia, con los procesos sociales, con las estructuras sociales, políticas e ideológicas y demostrar como no sólo expresan un conflicto ideológico y político sino que también hunden sus raíces en las graves contradicciones de la sociedad. Ello, porque en la medida en que la sociedad está atravesada por la política y la ideología, los hechos no aparecen tal como son, sino que están asociados a formaciones aparentes que los encubren y distorsionan.12

 

COYUNTURA Y SISTEMAS HEGEMÓNICOS

La diferencia de comportamiento y de autonomía de las masas populares en México y en Bolivia, registrada en los acontecimientos de la coyuntura de los últimos seis años, por ejemplo, no es resultado de la pasividad de los mexicanos, sino de que aun siguen actuantes estructuras ideológicas y políticas de subalternidad -sistemas hegemónicos- sedimentadas durante más de setenta años (1929-1999), y del papel actual de estructuras ideológicas de la "videocracia" y de la "partidocracia" que actúan inhibiendo la protesta y canalizando la lucha por medios clientelares y corporativos conservadores; ello aún cuando las instituciones del Estado mexicano estén en un alto grado de descomposición y ya no exista el partido de Estado.

Los movimientos sociales latinoamericanos del siglo XXI que han puesto en jaque a los gobiernos neoliberales y han generado nuevas fuerzas políticas dominantes en América del Sur, por ejemplo, han expresado tanto la acción y la voluntad de individuos asociados como la confluencia de sectores, grupos, comunidades y/o clases sociales ubicados en determinados campos sociales y políticos en que se organizan las relaciones de poder en las sociedades. La heterogeneidad de las sociedades y la diversidad de individuos y clases han confluido en determinadas relaciones y campos de fuerzas, establecidas histórica y políticamente, que definen quién manda, quién dirige, cómo lo hace, que adhesiones sociales, políticas y culturales tiene y hasta dónde llega su poder. Pero esas relaciones de fuerzas no se constituyen en el momento, ni son derivadas de la confrontación inmediata. Están ancladas en determinados procesos históricos y sistemas hegemónicos que establecen una relación más o menos duradera entre Estados en un sistema mundial, entre Estado y sociedad al interior de la sociedad nacional y entre las distintas estructuras, grupos sociales, proyectos políticos y concepciones ideológicas.

En la época de los Estados nacional-desarrollistas de América Latina -ello en general, aun cuando no sucedió en todas las sociedades de la región latinoamericana, ni de la misma manera-, de 1930 a 1980, se configuraron sistemas hegemónicos articulados por relaciones mercantil capitalistas en expansión nacional territorial, relaciones que se determinaban por el creciente peso dominante de las fracciones industriales del capital y entraban en conflicto relativo tanto con los capitales imperiales como con antiguas formas productivas locales, se definían por el fuerte peso económico del Estado y culminaban en el mando autoritario de las burocracias políticas que exigían la inserción corporativa y clientelar de las masas populares en el Estado -lo que se denominó populismo y aconteció igual en México que en Brasil y Argentina, por ejemplo, aun cuando no fue un obstáculo para la integración imperialista de esos países.13

En las redes de esos sistemas hegemónicos semicorporativos y clientelares de estatismo populista, quedaron atrapados los obreros, los trabajadores del campo, los campesinos, los diversos sectores populares y hasta sectores de empresarios; se caracterizaron por el papel dominante del Estado en las formas organizadas, subordinadas y controladas de partidos, sindicatos y diversos tipos de asociaciones e instituciones; por la inclusión parcial y controlada de las demandas ciudadanas y comunitarias.14 Esos sistemas hegemónicos seculares —todavía actuantes relativamente en Argentina, México y en mucho menor medida en Brasil— tuvieron como fundamento a un capitalismo nacional de fordismo periférico y parcial que incidía en dinamizar un determinado mercado interno, una acumulación nacional de capital y un Estado de compromiso de dos expresiones histórico políticas: de un lado un compromiso de "bloque de poder" entre las oligarquías agrarias, los grupos de grandes empresarios nacionales, los grupos de capitalistas transnacionales y las élites políticas e intelectuales de las grandes burocracias dirigentes del Estado. Y, por el otro, un compromiso "nacional popular" desarrollista entre el bloque de poder mencionado y la gran masa popular, conformada por los trabajadores urbanos, las capas medias, la pequeña burguesía urbana y rural y —en México, por los campesinos, asalariados del campo y las comunidades indígenas. Ese compromiso nacional popular estuvo mediado, en la mayoría de los casos, por grandes partidos corporativos y por sindicatos y asociaciones populares, también corporativizados. En el caso mexicano por el partido de Estado y en los otros casos por bipartidismos de Estado o por partidos creados y alimentados por líderes populistas y movimientos obreros urbanos. El vehículo privilegiado de este compromiso amplio nacional eran los proyectos políticos estatal populistas.15

Se conformaron poderosos bloques históricos dentro de los sistemas hegemónicos desarrollistas, autoritarios y populistas. Las relaciones entre economía y política, desde la perspectiva del estudio de las relaciones de fuerza, pueden ser abordadas desde la noción de bloque histórico que "aprehende plenamente esta unidad (orgánica) en cuanto las fuerzas materiales son el contenido y las ideologías la forma"; la hegemonía —expresada en los sistemas hegemónicos construidos históricamente— es el elemento articulador.16 Bajo esta concepción, el bloque histórico es "el resultado de un juego de relaciones de fuerzas sociales, articulado sistemáticamente a través de la hegemonía que un grupo social ejerce sobre el conjunto".17

La época actual sin embargo es otra y por ello la coyuntura latinoamericana de la primera década del presente siglo ha sido otra. En América Latina los sistemas hegemónicos nacional desarrollistas se derrumbaron o se agrietaron y ya no son capaces, en sus formas actualizadas, de crear un orden económico, político y social estable, no son incluyentes de las mayorías, ni su ideología populista es plenamente hábil para servir de manto de mediación dominante en la sociedad. La redefinición del capitalismo mundial que dio lugar al dominio del capitalismo global bajo dominación financiera especulativa y un nuevo patrón de acumulación primarizada basado en la especialización productiva de exportación conllevó el fin de la época de las economías nacionales y fue viabilizada por una cierta trasnacionalización de las políticas y los núcleos burocráticos de los Estados.18

Hoy día, las luchas de resistencia de las sociedades en el espacio del Estado nacional19 se enfrentan a la tendencia dominante de la globalización que tiende a fortalecer la constitución de núcleos de los Estados que están integrados subordinadamente al capitalismo global, basados en procesos neooligárquicos,20 limitados por múltiples compromisos económicos, políticos e ideológicos con la dinámica de la mundialización del capital y partícipes de una nueva división del trabajo (nuestras economías han vuelto a ser predominantemente economías de exportación de mano de obra, recursos naturales, materias primas estratégicas, de los productos del agronegocio y de maquilas).

La instrumentalización del Estado por parte de las fuerzas transnacionalizantes propició que la mayoría de los movimientos sociales de la primera década del siglo actual (revistas OSAL, números 1 al 29)21 no buscasen, de manera prioritaria, influir en la política del orden, sino que fuesen generando una agenda autónoma y nuevos objetivos: la negación y rechazo de los Estados de competencia, la búsqueda de su transformación y reestructuración, la profundización de la democracia participativa, la creación de espacios públicos subordinados a la dinámica y al poder autónomo social, una economía social alternativa, una mayor independencia de los sectores populares de la sociedad y un reformismo de la sociedad civil. En el proceso se evidenció junto a la falta de vigencia de los antiguos sistemas hegemónicos, la crisis orgánica del Estado que incluye, además de la desestructuración de la economía nacional integrada, la crisis de los partidos políticos populares que no han podido desenvolver una función de mediación entre sociedad y Estado. También se observó que con la estatización de la política (elemento de la crisis orgánica) se creó una fuerte dificultad para que las fuerzas políticas institucionalizadas mantuviesen su función de articulación y hegemonía popular en la sociedad, por lo que la ciudadanía politizada y los movimientos sociales tendieron a alejarse de ellos o a instrumentalizarlos. La conquista del gobierno por proyectos populares con el apoyo de movimientos sociales —Bolivia, Ecuador, Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay, etcétera— no ha significado superar del todo la estatización de la política por lo que se mantiene la tendencia de la población a cuestionar a los partidos —con la excepción relativa de Uruguay— y en cierta medida aún continúa la crisis orgánica del Estado.

 

LA CONFRONTACIÓN DE POLÍTICA BAJO LA CRISIS ORGÁNICA DEL ESTADO

De lo anterior se deriva que la confrontación social y política actual en América Latina tiende a producirse en términos distintos a la época dorada de los capitalismos nacionales y los Estados nacionales desarrollistas: hoy la lucha política de las masas populares está enmarcada en la crisis orgánica de los Estados, en la ausencia o precariedad del consenso, esto es, en el marco de sistemas hegemónicos deteriorados.

Sin dejar de lado que siempre hay excepciones, la investigadora brasileña Evelina Dagnino y su grupo de trabajo sostienen que la situación actual bajo la cual se generan las "coyunturas" de los diversos países de América Latina, tiene como escenario de fondo, histórico, una disputa entre tres tipos de proyectos políticos:22 1) neoliberales, de democracia restringida; 2) de democracia participativa y popular y 3) autoritarios.

Sin embargo, los distintos proyectos en pugna no son iguales ni tienen igual sustento en las sociedades: expresan una diferenciada relación de fuerzas histórico políticas y se alinean de diferente forma con los sistemas de poder vigentes; se articulan de manera diversa con los procesos de lucha de las masas populares. Todos insisten en propagar por medio del Estado de competencia —no del todo desmantelado por los nuevos gobiernos y mucho menos por los que son continuidad del dominio neoliberal— la idea del hombre líquido y del mercado como eje de la vida social, lo que trata de ocultar el papel del Estado neoliberal como sustento de la circulación de mercancías y acumulación de capital (en el caso de los proyectos neoliberales democráticos y autoritarios, además del mercado, su fuerte es el individualismo consumista y la noción de ciudadanía y libertad abstractas)

El proyecto de democracia participativa, sin embargo, abre nuevas opciones en la medida en que abre un espacio para la lucha por la ciudadanía con plenos derechos, tiende a la organización autónoma de los subalternos, a la determinación de los espacios públicos por la sociedad organizada, a la construcción de proyectos de una economía social solidaria, a la integración contestataria de los pueblos de América Latina y, con relación al Estado, a la perspectiva de su transformación radical por medio de reformas profundas de las instituciones. Aquí el problema real es si hay plena conciencia de las potencialidades —y las dificultades— de la construcción de un proyecto histórico de transformación radical del Estado, con canales abiertos a la sociedad, a las comunidades y a las asociaciones de la ciudadanía, con instituciones permeables a los requerimientos sociales y a la soberanía societal, incluso con propuestas inéditas como que se insunuó en la lucha social boliviana de abrir paso a un Estado plurinacional.23

Así, un gran marco para el análisis de la coyuntura latinoamericana actual es la comprensión de que los movimientos sociales, los partidos y los Estados progresistas y de izquierda de América Latina están ante la disyuntiva de entender y asumir los riesgos de seguir asumiendo el neoliberalismo con democracia restringida o ante el reto de profundizar la democracia participativa, reconstruir el Estado, cuestionar la hegemonía tradicional y orientarse a la construcción de sistemas hegemónicos nuevos, abiertos a la sociedad.

 

LA COYUNTURA COMO ANÁLISIS DE LO CONCRETO DETERMINADO

Conviene matizar lo dicho anteriormente, señalando que las situaciones y los acontecimientos son siempre concretos, resultado de actores y fuerzas operantes de una manera específica. No derivan inmediatamente de causas generales, de la relación general de fuerzas, de los componentes de los sistemas hegemónicos o de la forma en que se articulan la sociedad política y la sociedad civil en determinado Estado ampliado y en determinado proceso histórico social de masas. Por ello en general son imprevisibles y su análisis es a posteriori, no obstante que se puedan haber establecido teóricamente ciertas tendencias en la sociedad.

¿Cómo establecer las conexiones causales de acontecimientos específicos con las estructuras, instituciones y fuerzas históricas? No hay otro camino que ir al interior de los acontecimientos y establecer relaciones y conexiones analíticas, no ideologizadas. Lo concreto es síntesis de múltiples determinaciones y relaciones que el análisis busca comprender por distintos métodos: a partir del análisis abstracto-concreto en aproximaciones sucesivas para conocer las determinaciones,24 en el estudio histórico social de las crisis orgánicas y políticas al destacar los elementos, aspectos y grupos sociales que entran en situación de confrontación y derrumbe.25 El análisis de coyuntura conlleva un proceso teórico de buscar las conexiones y relaciones de lo concreto, ver cómo operan las fuerzas en su confrontación política y político militar, en la lucha ideológica entre concepciones diversas y en el encuentro y conflicto de fuerzas político sociales, entendiendo que se trata de fuerzas que inciden en la historia política de cada sociedad y que entran en conflicto o alianza.

 

LA HEGEMONÍA Y LAS RELACIONES DE FUERZAS

¿Cómo establecer una caracterización precisa de las relaciones de fuerzas en las diversas coyunturas? Resolver este problema lleva primero a establecer si existen o no determinados sistemas de hegemonía —en crisis, operantes o en reconstrucción—; en segundo término ubicar la relación de los conflictos y los movimientos sociales con los procesos de masas, con la lucha de intereses y de proyectos de las fuerzas que operan en la historia y en la política de cada país. Hay en ello varias interrogantes: ¿cuáles son los componentes históricos, económicos, sociales, ideológicos, culturales y políticos de las distintas fuerzas?, ¿qué relación tienen con los sistemas de hegemonía, con las tendencias de la lucha social y con los proyectos nacionales en lucha?, ¿en qué basan su lucha por la dirección de la sociedad política y la sociedad civil?, ¿qué influencia tienen dentro de las instituciones y en la propia conformación de las mismas?, ¿cómo se expresan en relación a la política económica, a la política social y cultural?

Establecer, medir y caracterizar las relaciones de fuerza conlleva una apreciación analítica valorativa de qué tanto y cómo determinadas fuerzas históricas sociales asientan su dominio y dirección en la sociedad, cómo inciden en el establecimiento de un campo de fuerzas y a que intereses políticos e históricos sirven.

Decir que determinada fuerza es hegemónica en una coyuntura conlleva explicar porqué, cómo y hasta qué grado lo es. En qué medida las masas populares en su acción aceptan y procesan por ellas mismas una ideología y una dada conducción político cultural, cómo confluyen la coerción y el consenso, cuál es la resistencia de otras fuerzas y por qué las masas populares mantienen la subalternidad o llegar a producir un empate hegemónico, que les permita cambiar la correlación de fuerzas.

La hegemonía abarca la construcción de la economía, el poder, el territorio y el espacio, y se expresa con intensidad en la política y la ideología.26 Eso ha conllevado una dificultad de estabilizar la hegemonía de los Estados neoliberales de competencia -cuestión importante para el movimiento popular- pues la hegemonía conlleva cierta capacidad de legitimar el poder del capital financiero y a la vez incluir a las mayorías -por medio del mercado-, inclusive por medio de políticas sociales públicas.27 Ante la falta de ello, la hegemonía neoliberal actual es débil, significa una adhesión abstracta y basada en la esperanza o el miedo al terror del Estado por parte de las masas populares; lo cual expresa que los trabajadores sólo aceptan parcial y temporalmente la precarización del trabajo y la ausencia de consumo estructurante, que tienen vías de salida inciertas de un mercado informal precario, o porque las esperanzas están orientadas a un futuro sin plazo y sin concreción. El hecho que, en el neoliberalismo no haya propiamente hegemonía en la economía, permite que, en algunos casos, la adhesión sea sustituída por la coerción, por ejemplo en los actuales Estados de creciente seguridad militarizada de los países en que imperan los proyectos autoritarios neoliberales (México, Colombia) No obstante habría que precisar que la dominación y la hegemonía van más allá de la economía: los elementos más fuertes son la política y la ideología, ámbitos privilegiados de la relación de dominio y conducción en la sociedad.

Debilidad hegemónica neoliberal no significa sin embargo, derrumbe político. Ello porque una fuerza que domina -como es el caso de los Estados autoritarios actuales— lo hace también en la medida en que desorganiza a la sociedad, en la medida en que sus ideas y las adhesiones políticas no tienen contraparte fuerte y no gozan de adhesiones vivas en las instituciones y organizaciones de la sociedad civil o comunitaria, y en tanto neutraliza o subordina y despolitiza a clases, comunidades e individuos, en tanto logra imponer la subalternidad de las masas.

 

LAS INSTITUCIONES Y LA COYUNTURA

Como acontece en general en otras regiones del mundo, las sociedades latinoamericanas tienen su propio desarrollo institucional a través del cual procesan en las masas populares las adhesiones, enmarcan los conflictos y respaldan las decisiones políticas. El presidencialismo y el autoritarismo —que se consolidaron a lo largo del siglo XX y aún tienen vigencia hoy— son la principal vía institucional de decisión política nacional y funcionan como cobertura y espacio que ampara la negociación de intereses dominantes y subalternos. La democracia, relativamente nueva como proyecto de masas en la región, sobre todo a partir de la década de 1980, apenas incide en matizar las formas centralizadas y autoritarias predominantes alterando aspectos menores de las decisiones. Por ello el presidencialismo ha sido la vía de la transnacionalización neoliberal de los Estados y ha sido objeto de la crítica menor de los movimientos sociales de la década anterior. Los órganos colegiados del poder institucional y los partidos estatizados dan la cobertura necesaria para ampliar la adhesión de masas al poder ampliado del ejecutivo. Es un dato importante que las principales políticas de los Estados de competencia han sido procesadas por medio de las formas presidencialistas: por esa vía se han impuesto la subordinación nacional a la nueva división internacional del trabajo, el dominio creciente del capital financiero, el avance del agronegocio, la continuidad de la represión y la criminalización de las luchas sociales, el despojo de recursos naturales por empresas transnacionales y el alineamiento a la geopolítica de la globalización. En ese contexto, los partidos políticos y los sindicatos subordinados a las formas presidencialistas han perdido capacidad para resistir y representar las inconformidades ciudadanas y de los grupos sociales o de las comunidades. De ahí la crisis orgánica del Estado neoliberal transnacionalizado y la importancia histórica que ha tenido el surgimiento de algunos movimientos sociales que ven críticamente al Estado actual y se proponen reestructurarlo a través de un movimiento de crítica del presidencialismo, de resistencia de la sociedad a las políticas de competencia y de lucha por la soberanía nacional.

Todavía una gran parte de la resistencia de masas y de las nuevas políticas alternativas han tenido como cauce el presidencialismo (Kirchner, Lula, Chávez, Evo, Correa, Lugo, Mújica, Ollanta, etcétera),28 aun cuando, en el caso de procesos progresistas y/o de izquierda el presidencialismo se ha combinado con un despliegue amplio de movimientos sociales y ciudadanos y con el estímulo a instituciones locales de democracia participativa . No obstante, el presidencialismo es aún la vía principal por la cual las fuerzas populares autónomas están procesando su conformación política e ideológica. Mientras las guerrillas y las luchas armadas han disminuido su presencia como ejes de lucha por las alternativas y ya no son el cauce dominante de las transformaciones sociales -lo cual sin embargo no excluye del todo que en determinadas situaciones puedan volver a jugar un papel importante-, las masas populares han avanzado en la política a través de viejas formas políticas que no son propiamente su espacio de conformación autónoma e independiente.

 

PARA CONCLUIR

De todo lo anterior podemos derivar que el análisis de la coyuntura significa observar y relacionar los anteriores elementos combinados. Es una valoración compleja de la relación de fuerzas operantes en un determinado momento y en una determinada situación política y social. El análisis de la coyuntura en realidad es la observación abierta a los elementos en juego en las situaciones. Los conflictos que dan lugar al análisis son múltiples, en algunos casos, ocasionales, en otros son confrontaciones o confluencias entre sociedad y Estado, pueden aparecer en torno de decisiones o resistencias en aspectos de la política, en la economía, la cultura o la sociedad. O también los conflictos pueden presentarse en relación a políticas que inciden en el rumbo económico, de circulación y acumulación de capital, vinculados a aspectos del sistema hegemónico y a la capacidad de dominio y hegemonía de determinados grupos sociales, instituciones o actores políticos. Pueden aparecer en relación a la imposición de intereses de los distintos grupos del capital o a la lucha de las clases subalternas, de grupos pequeños o de los movimientos de masa. Algunas veces el análisis se hace a partir de fenómenos que impactan a toda la sociedad y a las relaciones entre Estado y sociedad, como por las intervenciones militares extranjeras, por el resultado de elecciones presidenciales o parlamentarias que conllevan el acceso al gobierno o a la política de nuevas fuerzas, por virajes bruscos en las políticas de los gobiernos, etcétera. En otras ocasiones el análisis se centra en los efectos de determinadas políticas o de la imposición de intereses de grupos económicos, financieros, industrial, comerciantes, etcétera, externos o internos, como por ejemplo cuando se ha producido el despojo de territorios, recursos naturales, cuando se intervienen sindicatos, cuando se recorta el salario o se aplican leyes retrógradas.

Así, el reto para el análisis de la coyuntura es adentrarse en el interior de los acontecimientos y establecer su relación con fenómenos estructurales e históricos políticos como los que hemos analizado, que son realidades operantes en las historias nacionales, regionales e internacionales construidas y por construir.

 

NOTAS

1 Véase [http://www.clacso.org.ar/institucional/1h.php], fecha de consulta: 1 de marzo de 2012.         [ Links ]

2 Véase [http://www.clacso.org.ar/institucional/1h1.php], fecha de consulta: 1 de marzo de 2012.         [ Links ]

3 Véase Antonio Gramsci, Cuadernos de la cárcel, tomo V, cuaderno 13, parágrafos 2 (p. 18) y 17 (pp. 32-40), México, Era, 1994.         [ Links ]

4 Karl Marx, "Introducción", en Elementos fundamentales para la crítica de la economía política, (Grundrisse) 1857-1958, México, Siglo XXI Editores, 1971, p. 28.         [ Links ]

5 Zigmunt Bauman, Modernidad líquida, México, Fondo de Cultura Económica, 2003, pp. 7-20.         [ Links ]

6 Bolivar Echeverría, Crítica de la modernidad capitalista. Antología, Bolivia, Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia, 2011, pp. 117-132.         [ Links ]

7 René Zavaleta, Clases sociales y conocimiento, Bolivia, Los amigos del Libro, 1988, p. 149.         [ Links ]

8 Karl Marx (1894), El capital, tomo III, capítulo 48, México, Fondo de Cultura Económica, 1959.         [ Links ]

9 Lucio Oliver (2011), "Estado 'ampliado' brasileño bajo el gobierno Lula", C, núm. 10, Analizando el Estado en América Latina, Santiago de Chile, Arcis, pp. 89-126.         [ Links ]

10 Y aquí hay que diferenciar entre espontaneísmo, que es una concepción política que sostiene que del propio movimiento espontáneo surgirá la alternativa y la capacidad de dirección, e impulso espontáneo de la masa, que es condición de cualquier política significativa de conformación de fuerzas históricas transformadoras.

11 Karl Marx, "Introducción", en Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (1857), op. cit., pp. 26-29.

12 René Zavaleta Mercado (1978), "Las formaciones aparentes en Marx", en René Zavaleta, Antología, Argentina, Clacso, 2009, pp. 213-261.         [ Links ]

13 Ruy Mauro Marini, La teoría social latinoamericana. Los orígenes, tomo I, "Introducción: las raíces del pensamiento latinoamericano", México, El Caballito, 1994, pp. 17-36.         [ Links ]

14 Véase Lucio Oliver, El Estado ampliado en Brasil y México, México, UNAM, 2009, pp. 116-126.         [ Links ]

15 Véase Teresa Castro, Rina Mussali y Lucio Oliver, el capítulo "Revisitando al Estado. Los Estados populistas y desarrollistas: poner las cosas en su lugar", en Teresa Castro, Rina Mussali y Lucio Oliver, Poder y política en América Latina, México, Siglo XXI, 2005, pp. 17-49.         [ Links ]

16 Véase Juan Carlos Portantiero, Los usos de Gramsci, capítulo 1, México, Folios ediciones, 1981, pp. 9-66.         [ Links ] También Lucio Oliver, El Estado ampliado..., op. cit., pp. 107-122.

17 Juan Carlos Portantiero, Los usos de Gramsci, op. cit., pp. 183 y 185.

18 Véase Joachim Hirsch, Globalización, capital y Estado, México, UAM-Xochimilco, 1998, pp. 65-70;         [ Links ] y del mismo autor El Estado nacional de competencia, capítulo III, México, UAM-Xochimilco, 2002, pp. 137-218.         [ Links ] También Lucio Oliver y Teresa Castro (coords.), "Introducción", Poder y política en América Latina, México, Siglo XXI Editores, pp. 50-86;         [ Links ] y Jaime Osorio, El Estado en el centro de la mundialización. La sociedad civil y el asunto del poder, México, Fondo de Cultura Económica, pp. 139-160.         [ Links ]

19 Mabel Thwaites Rey, "Globalización neoliberal y después: el dilema del Estado en América Latina", Revista América Latina en Movimiento, núm. 10, "Analizando el Estado en América Latina", Santiago de Chile, Arcis, pp. 15-54.         [ Links ]

20 Eduardo Ruiz Contardo, "Crisis, descomposición y neo-oligarquización del sistema político en América Latina", Política y Cultura, núm. 5, México, UAM-Xochimilco, pp. 69-87.         [ Links ]

21 Veáse [http://www.clacso.org.ar/institucional/1h3.php], fecha de consulta: 1 de marzo de 2012.         [ Links ]

22 Evelina Dagnino, Alberto J. Olivera y Aldo Panfichi, "Introducción: para otra lectura de la disputa por la construcción democrática en América Latina", La disputa por la construcción democrática en América Latina, México, Fondo de Cultura Económica, 2006, pp. 15-102.         [ Links ]

23 Véase Luis Tapia, "Una reflexión sobre la idea del Estado plurinacional", Revista Observatorio social de América Latina, año VIII, núm. 22, septiembre, Buenos Aires, Clacso, 2007 pp. 47-64.         [ Links ]

24 Karl Marx, "Introducción", en Elementos fundamentales..., op. cit., pp. 22-29.

25 René Zavaleta (1974), "La revolución democrática de 1952 y las tendencias sociológicas emergentes", en Clases sociales y conocimiento, Bolivia, Ed. Amigos del Libro, 1988, pp. 17-74.         [ Links ]

26 Véase Lucio Oliver, El Estado ampliado..., op. cit., pp. 107-115. También, Emir Sader, "La crisis hegemónica en América Latina", Posneoliberalismo en América Latina, Buenos Aires, Clacso, 2008.         [ Links ] CTA Ediciones/Instituto de Formación de la CTA [http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/coedicion/sader/cap2.pdf.], fecha de consulta: 1 de marzo de 2012.         [ Links ] Otro texto interesantes es Emir Sader, "América Latina en el siglo XXI", en Atilio A. Boron y Gladis Lechini, Política y movimientos sociales en un mundo hegemónico. Lecciones desde África, Asia y América Latina, Buenos Aires,         [ Links ] Clacso, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, 2006 [http://biblotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/sursur/politica/PICdos1.pdf], fecha de consulta: 1 de marzo de 2012.         [ Links ]

27 Véase Elza Franco Braga, "Política Pública de segurança alimentar: tessituras em busca de nova institucionalidade", en Fernando José Pires de Sousa (coord.), Brasil, Fortaleza, UFC, 2010, pp. 219-236.         [ Links ] También Pablo Gentili, "Una vergüenza menos, una libertad más. La reforma universitaria en clave de futuro", en Emir Sader, Pablo Gentili y Hugo Aboites, La reforma universitaria: desafíos y perspectivas noventa años después, Buenos Aires, Clacso, 2008 [http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/grupos/reforAboit/06gentili.pdf]         [ Links ].

28 Véase Lucio Oliver y Nayar López Castellanos (coords.), América Latina y el Caribe: una región en conflicto. Intervencionismo externo, crisis de las instituciones políticas y nuevos movimientos sociales, México, Plaza y Valdés, 2009, pp. 47-64.         [ Links ]

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