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Política y cultura

versión impresa ISSN 0188-7742

Polít. cult.  no.37 México ene. 2012

 

Las transformaciones económicas y políticas

 

América Latina bajo el fuego de las grandes transformaciones económicas y políticas

 

Jaime Osorio*

 

* Profesor-investigador del Departamento de Relaciones Sociales, División de Ciencias Sociales y Humanidades, UAM-Xochimilco, México [josorio@correo.xoc.uam.mx].

 

Artículo recibido el 02-05-11
Artículo aceptado el 08-03-12

 

Resumen

Dos importantes procesos cruzan en las últimas cuatro décadas la vida de América Latina. Uno es económico: la puesta en marcha del patrón exportador de especialización productiva bajo políticas económicas neoliberales. El otro es político: la conformación de un nuevo tipo de Estado que tiene como aspecto visible los cambios propiciados por la llamada transición a la democracia y la consolidación democrática. Ambos constituyen los ejes en torno a los cuales se reflexiona en este ensayo a fin de explicar la situación imperante en América Latina en nuestros días. Las fracturas sociales y las recomposiciones propiciadas por ambos procesos; su grado de madurez y consolidación o, por el contrario, las dificultades para su enraizamiento y cimentación; las resistencias a los mismos e incluso sus derrotas, constituyen aspectos para dar cuenta de los principales derroteros que se presentan en el escenario regional.

Palabras clave: América Latina, democracia, autoritarismo, gobiernos populares, patrón de reproducción del capital.

 

Abstract

Two important processes cross in the last four decades the life of Latin America. One is economic: the implementation of the export pattern of reproductive specialization under neoliberal economic policies. The other is political: the formation of a new type of State, whose visible appearance has been fostered by the so-called transition to democracy and democratic consolidation. Both of them are the pillars of this essay looking to reflect and to explain the situation in Latin America today. The social upheavals and rearrangements favored by these processes, its degree of maturity and consolidation or, conversely, the difficulties for its roots and foundation; the resistance to them and even their defeats, constitute a series of different aspects to account for the main courses that are presented on the regional scenario.

Key words: Latin America, democracy, authoritarism, popular governments, pattern of capital reproduction.

INTRODUCCIÓN

Dos grandes procesos cruzan la vida de América Latina en las últimas cuatro décadas. Constituyen caras de un mismo proceso de reorganización y reestructuración regional, en medio de los cambios operantes a nivel del sistema mundial. Uno es económico: la puesta en marcha del patrón exportador de especialización productiva bajo políticas económicas neoliberales. El otro es político: la conformación de un nuevo tipo de Estado que tiene como aspecto visible los cambios propiciados por la llamada transición a la democracia. Ambos constituyen los ejes en torno a los cuales se reflexiona en este ensayo sobre la situación imperante en América Latina en nuestros días.

Las fracturas sociales y las recomposiciones propiciadas por ambos procesos; su grado de madurez y consolidación o, por el contrario, las dificultades para su enraizamiento y cimentación; las resistencias a los mismos e incluso sus derrotas, constituyen aspectos centrales en orden a explicar los principales derroteros en el escenario regional y las diferentes soluciones a los problemas que aquellos procesos han propiciado en el seno de las diversas sociedades de la región.

La exposición la hemos dividido en cuatro grandes apartados. En el primero se explica el contexto en que operan aquellas transformaciones ocurridas en la región. En el segundo y tercero se abordan las características del nuevo patrón exportador y de la nueva organización estatal bajo el proceso conocido como transición a la democracia. Las soluciones o respuestas producidas en la región, frente a procesos que han cimbrado las estructuras de las sociedades de la zona constituyen el apartado final, para cerrar con unas breves conclusiones.

 

UN PERIODO DE GRANDES TRANSFORMACIONES

Junto a las naciones que fueron parte de la antigua Unión Soviética, desintegrada en 1991, y China, convertida en una de las locomotoras de la economía mundial desde las últimas décadas del siglo XX, América Latina constituye una de las regiones del mundo que en los últimos 40 años ha sufrido las más radicales transformaciones económicas, políticas y sociales.

El agotamiento mundial y local de los patrones de reproducción del capital prevalecientes y de la división internacional del trabajo que los acompañaba, y la reorganización de la economía, junto a los procesos de transformación del régimen político desde regímenes autoritarios, civiles o militares, hacia formas democráticas procedimentales, con una fase previa de agresivas políticas contrainsurgentes y elevados costos humanos, terminarán remeciendo de arriba a abajo las formas de organización de la vida en común en la región.

Los problemas del patrón industrial en América Latina no fueron ajenos a la caída de la tasa de ganancia en las economías imperiales desde fines de la década de 1960, proceso que aceleró la búsqueda de su recuperación, entre otras, por la vía de grandes adelantos tecnológicos que hicieron posibles un nuevo giro en la integración mundial. Los avances en microelectrónica, que permiten mayor almacenamiento de información y reducción del tamaño de los productos, y en nuevos materiales, más livianos y resistentes, revolucionaron las comunicaciones y el transporte, lo que abarató y elevó la masa de mercancías comercializadas entre las diversas regiones, así como la movilidad del capital financiero y especulativo.

Por otra, dichos avances tecnológicos abrieron las puertas para la generación de una suerte de fábrica mundial, bajo la forma de grandes cadenas globales de producción,1 supeditadas a la dirección de grandes capitales y marcas, con segmentos productivos repartidos por las más diversas regiones del planeta. Una nueva fase de supeditación real del mundo al capital tomaba forma, calificada como globalización por el discurso dominante y como mundialización por las visiones críticas del proceso.2

En esta segmentación productiva, con eslabones distribuidos por los más diversos rincones del planeta, opera sin embargo una clara jerarquización y transferencias de valor, asentándose tendencialmente en el mundo central aquellos segmentos que reclaman mayores conocimientos, innovación tecnológica y control intelectual, referidos al diseño de los nuevos productos,3 así como a las técnicas de marketing y comercialización, en tanto los segmentos de maquila y ensamble, que reclaman menores conocimientos y predominio del trabajo manual, se concentran en el mundo periférico y dependiente.4 Así, una nueva división internacional del trabajo tomaba forma, en donde la antigua vocación exportadora de alimentos y materias primas de la región –junto a la nueva producción de maquila y ensamble de manufacturas–, reorganizada, seguirá desempeñando un importante papel.

Importa destacar que imbricadas con aquellas cadenas globales de producción, se asiste de manera simultánea a la conformación de enormes cadenas de subcontratación, también globales, que operan a nivel planetario, subordinadas a las grandes marcas y al gran capital, donde se integran unidades industriales y de servicios con tecnología intensiva, unidades productivas menos fuertes, hasta alcanzar incluso el trabajo domiciliario en poblados semiurbanos. En estas cadenas de subcontratación, con particular presencia y fuerza en el mundo dependiente, el capital global logra elevar la tasa de ganancia otorgando remuneraciones por debajo del valor de la fuerza de trabajo (explotación redoblada), reducir o eliminar pagos por seguridad social y prestaciones, establecer contratos de trabajo temporales y cartas de renuncia unidas al contrato para despidos sin compensaciones, entre algunas de sus formas de operación más comunes. La población inmigrante a las economías centrales y la parte mayoritaria de la población trabajadora en el mundo dependiente constituyen los principales afectados por esta expresión de la nueva ofensiva del capital frente al trabajo en los nuevos tiempos.

En este marco general –de una fuerte interpenetración entre economías y regiones, acelerada por acuerdos de libre comercio, apertura de fronteras y medidas en general que elevan el libre flujo de mercancías5 y capitales– toma forma en la región una nueva manera de reproducción del capital.

 

UN NUEVO PATRÓN EXPORTADOR

El agotamiento de la industrialización en América Latina y el avance en los procesos tecnológicos arriba mencionados, abrieron las puertas para la conformación de un nuevo patrón de reproducción del capital en la región,6 el exportador de especialización productiva. La puesta de sus cimientos y posterior funcionamiento reclamó un salto cualitativo en la violencia del capital hacia el mundo del trabajo en particular, y sobre la sociedad en general. Es así como se suceden en la década de 1960 y especialmente en la de 1970 golpes militares en un número elevado de naciones de la región, los que propician la liquidación de fuerzas políticas, sindicatos y toda forma de organización social que se constituya en obstáculo para la marcha del nuevo proyecto. En otras sociedades serán gobiernos civiles con marcados tintes autoritarios los que llevan a cabo las agresivas medidas contrainsurgentes.

Como en tantas ocasiones, la violencia se convertía en partera de una nueva historia. Las razones de su necesidad descansan en que para el nuevo patrón de reproducción era indispensable arrasar con los acuerdos, pactos y alianzas sociales que sostenían al anterior patrón industrial, para lo cual era necesario borrar o reducir las prestaciones sociales y rebajar de manera significativa el salario y la estabilidad del empleo, descobijando a franjas importantes de sectores asalariados. Lograr estas metas –que implicó desmantelar el remedo de Estado benefactor creado en el mundo dependiente latinoamericano– sólo fue posible para los sectores dominantes vinculados con los nuevos proyectos quebrando el orden institucional en muchos casos y generar estados de excepción en la generalidad de los casos, los que no escatimaron en descargar la fuerza del Estado sobre la población. Por ello, no es una metáfora señalar que el nuevo proyecto económico ingresó a la vida regional chorreando lodo y sangre.7

La nueva reproducción del capital tiene en los mercados exteriores su espacio fundamental de realización. Por ello es que hablamos de un patrón exportador.8 Esto nos pone frente a un asunto sobre el cual llamar la atención: en la nueva economía se tiende a gestar una estructura productiva en las ramas dinámicas, aquellas que marcan el rumbo general del proyecto, que en lo fundamental se desentiende del consumo y de las necesidades de la población trabajadora local, ya que su producción está orientada a satisfacer necesidades de mercados exteriores y los de una franja interna de alto poder de consumo.9

Es por esto que no tiene nada de paradójico que en los mismos momentos en que el nuevo patrón exportador de especialización productiva alcanza importantes resultados en materia de volumen de las exportaciones y de valor de las mismas, esto vaya acompañado de un brutal descenso del poder adquisitivo de los salarios. Los datos de las principales economías muestran que para 1970 los salarios representaban 45.8% del producto interno bruto en Argentina, el cual desciende abruptamente a 23.9% para el 2004. En Chile, del 47.8%, bajan al 38.7% en 1990, y apenas se elevan al 44.2% en 2004, luego de ser la economía regional que más creció en las dos décadas previas. Del 53.5% en 1990, los salarios descienden al 42.9% en 2004 en Brasil, y en México, del 40.4% en 1975 se derrumban al 33.6% en 2004.10 Dicho de manera rápida, y contra la posición de quienes ven en la innovación tecnológica un elemento dinamizador del proceso, el nuevo patrón exportador alcanza y mantiene su capacidad de competencia en los mercados mundiales redoblando la explotación interna.11

Las nociones de "extractivismo" o "neoextractivismo"12 nos parecen descriptivas para dar cuenta de la situación. El problema no es que sigamos siendo exportadores de materias primas y/o alimentos. Lo verdaderamente relevante –más allá que el capital local y el trasnacional hayan abandonado el breve paréntesis industrializador– es que el grueso de esa producción va dirigida hacia mercados exteriores, y a un estrecho mercado interno de alto poder de consumo, lo que propicia el derrumbe de los salarios y la consiguiente pobreza general, al no contar la población trabajadora local como elemento dinámico en la realización de la plusvalía, lo que hace posible, a su vez, la superexplotación.13

El correlato de esta agresiva ecuación es la conformación en el mercado local de un estrecho pero poderoso mercado, con capacidad de acceder a la nueva producción de punta interna y también extranjera. Para 2006, el quintil (20%) más rico de la población se apoderaba del 58% de los ingresos en Argentina y Chile, en tanto para el 2008 ese mismo quintil se apropiaba del 63.5% de los ingresos en Brasil y del 56.5 en México.14 Dicho mercado se logra constituir justamente transfiriendo ingresos de las clases asalariadas y empobrecidas hacia las clases que viven de plusvalía, renta y para las franjas del sector público y privado que viven de elevados salarios. Así, el decil más pobre en Argentina se apropia del 1.2% de la riqueza en 2006 y en Chile del 1.5% en igual año. Para el 2008, ese decil se apropia sólo del 0.8% en Brasil, en tanto en México accede al 1.5% de la riqueza nacional.15

Hablamos de especialización productiva en el nuevo patrón, porque se ha abandonado el proyecto integral de industrialización y se mantienen o desarrollan algunos segmentos industriales en donde se cuenta con algunas ventajas competitivas, sea de mano de obra con alguna calificación, cercanía de mercados internacionales importantes, infraestructura previa, etcétera, al tiempo que se desarrollan viejas o nuevas especializaciones sustentadas en ventajas naturales, como productos mineros, petróleo, gas natural, bienes agropecuarios, agroindustriales y productos del mar.

Así se hace notar cuando observamos los principales productos de exportación de América Latina en los últimos años. Destacan petróleo y derivados, vehículos, cobre refinado, aparatos de televisión, soja, hierro y concentrados, tortas y harinas de semillas oleaginosas, y más abajo partes para vehículos, café y motores de combustión.16

Las políticas neoliberales fueron el instrumento fundamental para abrir paso y ensanchar las rutas que el capital hegemónico necesita recorrer en su reproducción. El adelgazamiento del Estado fue el justificativo para poner en remate importantes empresas del sector público transferidas a precios de oferta al capital privado. Poner fin al paternalismo y al "populismo" estatal –de acuerdo con el lenguaje dominante– permitió a su vez justificar la merma de prestaciones sociales, la privatización de fondos de retiro, el trabajo sin contratos o con contratos temporales, el subempleo y el desempleo masivo, entre algunas de las secuelas del agresivo nuevo proyecto del capital en marcha.

La aguda concentración de los ingresos, el incremento de la desigualdad social, la convivencia de pequeños nodos de gran prosperidad y alto consumo en un mar de pobreza y miseria y las duras batallas diarias de millones de adultos y niños para lograr la subsistencia, constituyen rasgos que ponen de manifiesto la aguda violencia imperante, no nombrada y casi naturalizada.17

No es difícil percibir que se ha construido una economía que no sólo requirió en sus inicios romper tejidos sociales y fracturar las bases de la convivencia social. Tales rupturas constituyen un elemento consustancial al actual orden, estableciendo serios problemas a la integración de la sociedad misma.

No deja de ser paradójico que en los mismos momentos en que se pone en marcha un proyecto económico de tal agresividad en el seno del grueso de la población trabajadora, y tan excluyente –al expulsar, sea del empleo o del empleo estable; del mercado, por el desempleo o por reducir los niveles de participación de los asalariados en el consumo–, se agite en el plano político un proyecto, el de la transición a la democracia que, por el contrario, se legitima por su llamado a la inclusión, por la vía de incorporar a los ciudadanos a la toma de decisiones que refieren al curso de la vida en común.

Como veremos en el siguiente apartado, esta paradoja encuentra solución en el hecho de que la transición a la democracia, a lo menos en aquellos casos en donde los proyectos del capital se impusieron, se quedó limitada a una gran retórica, incapaz de abrir los asuntos sustanciales de la vida en común a la decisión ciudadana.

 

UNA NUEVA CONFORMACIÓN ESTATAL

Los cambios en el plano político-estatal en América Latina no han sido menores en esta últimas cuatro décadas. El remate de importantes empresas estatales reclamado por el discurso neoliberal, proceso que alcanzó fuerza en las décadas de 1980 y 1990, pero que aún prosigue, terminó por consolidar y otorgarle un enorme poderío al gran capital local y permitió a éste establecer nuevas asociaciones con el gran capital trasnacional. Este proceso, en medio de la ofensiva contrainsurgente y la arremetida de dicho sector del capital en contra de demás sectores burgueses, dio paso a la neooligarquización del Estado, en donde una franja reducida y poderosa de la gran burguesía (financiera y bancaria, industrial, agraria y agropecuaria, minera y comercial) impuso su impronta a los procesos de reestructuración económica y política en la región, lo que nos permite entender las limitaciones que bajo esta dirección podía tomar la llamada "transición" democrática, o la posterior "consolidación" democrática, y más recientemente, la "calidad" de la democracia.18

Esta característica del Estado remite a los cambios referidos al cómo seejerce el poder, o "formas de gobierno" en el lenguaje más tradicional, que implicó no sólo el paso de militares a civiles o de gobiernos sin competencia electoral a otros en donde ésta parece producirse, sino también al hecho que se ha producido una radical transformación en materia de la legitimidad del dominio y del establecimiento de nuevas relaciones de mando-obediencia.

Bajo el patrón industrial, la capacidad de mando (de las clases dominantes y de sus administradores en el aparato de Estado o clase reinante) y de encontrar obediencia reposaba fundamentalmente en la capacidad del Estado de ofrecer protección social y diversas prestaciones a sectores obreros, de la pequeña burguesía funcionaria y en algunos casos, al campesinado. Los que obedecían reconocían el derecho a mandar a los que ordenaban porque éstos otorgaban protección a importantes franjas de la población trabajadora. Esta era la forma fundamental por la cual los que detentaban el poder y los que lo administran, la clase "reinante", aquella que ocupan las cúspides del aparato de Estado, lograban construir un imaginario de comunidad y de pertenencia.

En este cuadro es que alcanza tanta significación en el escenario regional el Estado mexicano: la organización corporativa de diversos sectores sociales, que tiene expresión en el Estado y la presentación de los gobiernos como herederos de la Revolución, asuntos que tomaban forma en la capacidad de dichos gobiernos de otorgar prebendas y prestaciones a importantes franjas del mundo del trabajo, y en donde el vínculo de los campesinos con la tierra era crucial, constituían fórmulas que se reñían con el ideal democrático, pero que se acercaba más a las soluciones de organización de la relación mando-obediencia prevaleciente en la región en aquellos tiempos.

Aquellas prestaciones sociales y la elevación de los salarios alcanzada por el mundo del trabajo y protegidas por los Estados latinoamericanos, a lo menos los más fuertes, en una fase que cubre principalmente de la década de 1940 a inicios de la de 1960, eran medidas que empataban con los proyectos de una burguesía industrial que reclamaba expandir el mercado interno, incorporando en este caso a algunas franjas obreras y de la pequeña burguesía asalariada, en momentos de una gran expansión de la población urbana.

Tras la crisis del patrón industrial y el creciente avance del patrón exportador de especialización productiva, bajo políticas económicas neoliberales, las alianzas sociales del antiguo patrón, y las prestaciones que ello conllevaba, se hicieron demasiado onerosas para el capital, asunto que se manifiestó en el discurso sobre la necesidad de poner fin al populismo y al paternalismo, a liquidar el Estado obeso y a crear uno eficiente y austero. Todo el discurso caminaba para justificar el fin de las alianzas sociales previas y dejar al grueso de la población asalariada en manos del mercado como espacio para alcanzar su sobrevivencia.

 

Transición, consolidación y calidad de la democracia

En términos políticos, el discurso se enfocó a construir un nuevo sujeto: ya no el súbdito, que obedece porque recibe prebendas del Estado, de acuerdo con la caricatura dibujada, sino ahora el ciudadano, un adulto político, capaz de asumir los asuntos públicos en sus manos y que desde el mercado recibiría la justa recompensa de sus esfuerzos y talentos.

Es en esta lógica que hace su entrada en la región el discurso sobre la necesidad de la democratización y los debates teóricos sobre las transiciones a la democracia, convirtiéndose estos temas en los asuntos políticos centrales.19 En las naciones con dictaduras militares había que lograr el paso a gobiernos civiles emanados de consultas electorales. Dicho paso por lo general fue acompañado por medidas que dejaron en la impunidad a los responsables de un sinnúmero de crímenes y de miles de desaparecidos, así como la continuación de las políticas económicas establecidas por los regímenes militares, lo que habla de la continuidad de los intereses sociales que prevalecen en una y otra forma estatal –y que responde al segundo interrogante clave del análisis político: quiénes tienen el poder–, asunto prácticamente menospreciado por los estudios sobre la transición –y sus derivaciones posteriores en consolidación y calidad de las democracia– en sus análisis, los que han privilegiado en lo fundamental el cómo se ejerce el poder.

En esa línea de continuidad dentro de la ruptura, Chile es un ejemplo emblemático, a pesar de que es la Concertación –una alianza en la que participan importantes fuerzas del llamado centro y de parte de la izquierda que gobernó con Salvador Allende, con excepción del Partido Comunista– la que reemplaza al dictador Augusto Pinochet en la administración de parte importante del aparato estatal. Tras dos décadas de gobierno y con presidentes emanados de las diversas organizaciones partidarias de esa alianza (Patricio Aylwin y Eduardo Frei de la Democracia Cristiana, Ricardo Lagos del Partido Por la Democracia, y Michelle Bachelet del Partido Socialista) éstos no sólo mantuvieron sino que asumieron como suyas la marcha del patrón exportador y de la política económica neoliberal, con todas sus secuelas contra la integridad del grueso de la población, así como mantuvieron lo que eufemísticamente algunos autores han llamado "enclaves autoritarios", como senadores designados, leyes antiterroristas para enfrentar a los movimientos sociales (particularmente al pueblo mapuche), agresivas leyes laborales que precarizan el empleo, atomizan las organizaciones sindicales, limitan las posibilidades de huelgas y protestas, etcétera, realizando algunos maquillajes menores a la violencia institucionalizada.

En las sociedades de la región donde el autoritarismo no había alcanzado la forma de dictaduras militares, por lo que las políticas de contrainsurgencia la aplicaron gobiernos civiles, la atención se centró en generar confianza en la población en las elecciones, la que en México se había perdido (si es que en algún momento la hubo) en los años dorados del Partido Revolucionario Institucional (PRI), con todo un aparataje institucional y prácticas clientelares y corporativas que impedían contiendas electorales efectivas. Para tal efecto se realizaron diversas reformas políticas referidas a los partidos y a lograr que los procesos electorales quedaran formalmente fuera de la tutela del presidente en turno y del partido oficial, creándose organismos electorales autónomos, nuevos padrones electorales y reglamentos diversos que garantizaran la competencia electoral, entre otras medidas.

En cualquier caso, lo que importa destacar es que con la transición a la democracia y el nuevo papel de las elecciones en la definición de qué fuerzas y quiénes accederán al gobierno, la relación mando-obediencia y la legitimidad de los gobernantes reposaría ahora en el respeto a las decisiones mayoritarias de los electores y en la creencia de que los gobiernos así constituidos operarían como representantes de la voluntad general. Dicho en términos weberianos, los que obedecen reconocerían a los que ordenan el derecho a ordenar porque accedieron a los cargos de gobierno por la vía del respeto a las leyes y a las reglas que organizan las consultas electorales.

Para la "transitólogía" y sus posteriores derivados, no había problemas mayores entre la brutal exclusión social que resultaba de la puesta en marcha del nuevo patrón exportador de la mano de políticas neoliberales, en un proyecto que mira más hacia el exterior que hacia el mercado local de los asalariados, y la supuesta inclusión (en la toma de decisión de los ciudadanos sobre el curso de la vida pública) que el discurso sobre la democracia prometía.

No era difícil sospechar que en este desfase era el discurso democrático el que ofrecía más de lo que realmente podía dar, en condiciones en las que los procesos imperantes en la nueva economía regional tienen como vértice fundamental sostener la competitividad en los mercados internacionales sobre la base de afectar el fondo de consumo de los trabajadores para convertirlo en fondo de acumulación. Esto implica sostener la tendencia al deterioro de los salarios, a largas jornadas de trabajo, a la pérdida de estabilidad en el empleo y de prestaciones, etcétera, a fin de traspasar dichos valores al campo de las ganancias. Esto mismo es a su vez la bandera –junto a la paz social– que el capital y sus administradores agitan para convocar al capital foráneo a instalarse en los países de la zona.

La marcha de la política (en este caso de la llamada democratización) no podía ser ajena al funcionamiento de la economía, y ésta no estaba para permitir que "los muchos" decidieran sobre el curso de la vida en común y menos sobre el rumbo de la economía, lo que limitaba su potencial de decisión de los asuntos públicos, es decir su condición de ciudadanos. Tampoco que contaran con mecanismos eficientes para reclamar el incumplimiento de promesas (tipo revocación de mandato)20 y, en algunos casos, ni siquiera de recusar elecciones donde se alteraba la voluntad de la ciudadanía. El sujeto del nuevo proyecto político, revestido de un poderoso "tú decides", quedará bastante mermado no sólo respecto a sus condiciones de existencia (ante la pérdida de aquellas prestaciones y protecciones sociales y las limitadas regalías otorgadas por un mercado laboral sobreofertado respecto a las demandas del capital), sino también en su capacidad de incidir en los asuntos públicos.21

 

Sobre democracia y autoritarismo

Nos parece pertinente hacer un breve alto y realizar una reflexión crítica sobre el fondo de los análisis sobre la democracia en el discurso dominante. El autoritarismo presente en el nuevo escenario latinoamericano es mucho más que un asunto de "enclaves" acotados, incrustados en alguna parte de la vida societal,22 o de acciones no democráticas, contingentes o puntuales de gobernantes, siendo considerados sin embargo democrática la sociedad y democráticos a su vez los gobernantes.23

Desde una perspectiva general, por el contrario, se podría afirmar que el autoritarismo recorre la totalidad de la vida societal, con el despotismo del capital reinando en todos sus rincones, sometiendo a elevados porcentajes de la población a la precariedad laboral, estableciendo jornadas interminables, haciendo de la salud, la educación y los fondos de retiro rentables negocios, estableciendo una desigualdad social creciente, imponiendo un férreo control y criminalización de las protestas sociales, haciendo de la acumulación por desposesión de tierras y recursos naturales a pueblos y comunidades un recurso natural y cotidiano, sometiendo en fin la existencia toda a la arbitrariedad y violencia presente en el afán de lucro.

Desde esta perspectiva, es pertinente asumir como un problema la extraña convivencia de una institucionalidad supuestamente democrática y una vida societal sometida al poder del capital. Algo en esta ecuación no concuerda y todo apunta a que aquella institucionalidad es un espeso ropaje de procedimientos formales que oculta el fuerte rasgo autoritario que prevalece en general, incluso en las sociedades de la región caracterizadas como modelos de democracia por organismos internacionales.

Un fundamento que sostiene el andamiaje teórico que no problematiza aquella extraña convivencia es la asunción de la sociedad como una entidad dividida en tres esferas o campos de acción autónomos: el Estado, la sociedad y el mercado. La democracia –se nos dirá– es un asunto del Estado, y por ello no puede resolver problemas como la pobreza, la precariedad laboral, o la vida indigna, asuntos que competen a otra esfera, el mercado, el cual bajo reglas autónomas –y no-políticas– distribuye premios y castigos a los "actores" económicos. La sociedad civil y sus organizaciones (ONG de todo tipo, organizaciones de consumidores, de vecinos, de filantropía, clubes, incluidas las nuevas asociaciones en redes por la internet, etcétera) serían las figuras predominantes en la esfera de la sociedad, donde el pluralismo de poderes diversos cuestionaría la idea de un poder político centralizado y de mayor jerarquía que otros poderes.

Desde esta perspectiva, que atraviesa a la teoría de la democracia en la región, es perfectamente posible la presencia de Estados democráticos, porque se respetan las reglas de procedimiento establecidas,24 aunque en el conjunto de la vida social se haga patente el brutal despotismo del capital. Con ello la discusión se traslada no a si existe o no democracia –dando por sentado que sí existe–, sino sobre criterios para definir "la calidad" de la misma (porque se sospecha que algo no anda del todo bien), entrando los análisis políticos en laberintos y enredos formales respecto a qué tan (o no) democrática, es la democracia.25

Así es como la teoría política, principalmente la de raigambre anglosajona, se ahorra de problematizar y por ende de explicar la extraña convivencia imperante entre democracia (política) y despotismo del capital. Poner de manifiesto la arbitrariedad de aquella división de la sociedad, y enfatizar la unidad en su análisis en tanto totalidad, constituye un problema teórico, epistémico y político de primer orden en los debates que nos acompañan.26

 

LAS PRINCIPALES SOLUCIONES EN MARCHA

Del mayor o menor éxito en estos ambiciosos proyectos económicos y políticos llevados a cabo por el gran capital local y trasnacional y por la clase reinante, derivarán soluciones en la región en donde los objetivos, luego de cuatro décadas de funcionamiento, muestran que han alcanzado grados variados de consolidación o bien de fragilidad según las economías y sociedades que consideremos.

Todo esto marca procesos diferenciados al interior de la región, pudiéndose distinguir a lo menos tres, en torno a los cuales se pueden ubicar por aproximación o lejanía al conjunto de las economías y de los Estados de la zona.

 

Consolidación de los proyectos económicos y políticos liberales

En estos casos el nuevo patrón exportador ha alcanzado madurez y el nuevo proyecto de legitimidad del mando ha logrado establecer bases sociales y políticas, generando una suerte de institucionalidad que tiende a ser asumida con compromiso por las principales fuerzas sociales y políticas. En tiempos y formas diferenciadas, Chile, Costa Rica, Brasil y Argentina constituyen algunos de los casos que mejor ejemplifican estos procesos.

Desde el punto de vista económico, son sociedades que han logrado medianos o altos niveles de crecimiento, que han elevado de manera sustantiva su capacidad exportadora y más allá de los indicadores sobre crecimiento o persistencia de la desigualdad social, la masificación del empleo precario y la mantención de altos niveles de pobreza, tienden a ser considerados como modelos a seguir (con algunas reticencias sobre Argentina al respecto).

Pero tan importante como los resultados económicos ha sido el establecimiento –sobre el imaginario de la democracia– de nuevas bases en la relación mando-obediencia. Los procesos electorales operan con confiabilidad y definen quiénes ocupan las cúspides del Poder Ejecutivo y del Poder Legislativo, así como los relevos de la clase reinante. Las reglas de la democracia procedimental en general funcionan. Con ello, el Estado alcanza sus principales objetivos en tanto dominio, legimitidad y construcción de un imaginario de comunidad.27

Un signo del grado de institucionalización alcanzado y de la efectividad de los nuevos mecanismos de legitimación se encuentra en el hecho de que fuerzas gobernantes que han perdido en elecciones presidenciales, han entregado la dirección del aparato estatal a otras ubicadas en las oposición, y todo ello ha acontecido en un clima en donde la lógica del recuento de votos y las reglas que definen quiénes triunfan y quiénes pierden ha prevalecido, con tempranos reconocimientos de los resultados por parte de los perdedores.28

Una nota sobre Brasil en particular se hace pertinente. El largo mandato de Lula da Silva y los logros en cuanto al nuevo patrón exportador y en la nueva relación mando-obediencia, terminó por disparar las adormiladas tendencias que proyectan a esta nación a una condición subimperial, alcanzando un fuerte liderazgo político en la zona y extendiendo sus posiciones hacia otras regiones, al tiempo que saca ventaja de los procesos antiimperialistas y nacionalistas en la región, que buscan crear mercados alternativos y alientan las inversiones brasileñas en todas las economías aledañas en proyecto de vital importancia energética y de recursos varios. El terso relevo de Lula por Dilma Rouseff, a inicios del 2011, parece permitir la continuación de las tendencias ya señaladas, con matices menores sobre el estilo de gobernar en el plano interno e internacional.

 

Procesos marcados por la crisis de la relación mando-obediencia

Un segundo proceso se caracteriza por sociedades en donde el capital terminó arrasando con los pactos sociales y alianzas que daban sustento a la antigua relación mando-obediencia, pero no ha logrado conformar nuevas relaciones de legitimidad sustentadas en el imaginario democrático en las prácticas electorales. México es el caso más significativo en este sentido, acompañado por Honduras.

Los fraudes electorales en 1988 y en el 2006 en México, y el golpe cívico-militar que defenestra al presidente Zelaya en el 2009 en Honduras, procesos en ambos países con activa participación de los grandes grupos empresariales y de parte significativa de la clase política, han impedido que quien mande sea reconocido por importantes franjas de la población, propiciando una mayor o menor deslegitimación del conjunto de instituciones que conforman el sistema político.

La profundidad de las rupturas producidas por el avance del nuevo proyecto del capital en México, un país que vivió una profunda revolución a inicios del siglo XX, lo que propició gobiernos con un fuerte acento social, y que por la vía del reparto de tierras y prestaciones sociales permitió una particular organización de la vida en común, ha propiciado una profunda descomposición de la vida pública, al destruirse aquellas bases de legitimidad, sin que hayan alcanzado cristalización las nuevas relaciones de mando-obediencia. En este contexto la sociedad ha sido asaltada por la violenta irrupción del crimen organizado, en medio de la guerra al narcotráfico propiciada por el gobierno, medida que no ha sido ajena a la búsqueda de alguna tabla de salvación en materia de legitimidad.29

Desde antes de la actual crisis económica mundial, en el caso mexicano los avances y resultados económicos bajo el nuevo patrón exportador no eran significativos en términos de crecimiento de la economía, aunque sí en el volumen y valor de las exportaciones, logros que se han visto afectados por la debacle económica mundial que irrumpió en el 2008, y por la enorme dependencia de las ventas exteriores de México al mercado estadounidense, principal centro golpeado al inicio de la actual crisis.

 

Una respuesta inesperada: gobiernos populares

El tercer proceso que ha tomado vida con los cambios económicos y políticos alentados por el capital, constituye sin embargo una respuesta que enfrenta dichos cambios en grados y niveles diversos de radicalidad.

Las contradicciones y conflictos desplegados por estos dos grandes procesos provocaron efectos inesperados en algunas sociedades de la región. Inesperados por la temprana rearticulación de sectores populares, luego de la cercana ofensiva contrainsurgente desplegada por el capital. También por la capacidad de dichos sectores de insertarse en las brechas que abría la generalizada convocatoria electoral en marcha y, más aún, por crear fuerzas políticas con capacidad de triunfar en consultas electorales, respetando las reglas establecidas y entronizando gobiernos que no sólo buscan contener los aspectos más bárbaros de los proyectos en marcha, sino con pretensiones de reorientar dichos proyectos en una dirección que a lo menos lastima proyectos del gran capital.

En este curso debe destacarse que desde los pasos iniciales para la puesta en marcha del nuevo patrón exportador y de las políticas neoliberales que buscaban abrirle paso, en diversas sociedades latinoamericanas fueron tomando forma respuestas sociales y políticas que, inicialmente defensivas y de resistencia, alcanzaron posteriormente y en no pocos casos derribar incluso gobiernos, como en Venezuela, Argentina, Ecuador y Bolivia. Por esta razón, en algunas sociedades de la región, los nuevos patrones económicos no alcanzaron a enraizar, quedando el capital en una situación de impasse que terminó debilitando sus posiciones económicas y políticas.

Los nuevos gobiernos así establecidos, siendo Bolivia y Venezuela sus expresiones paradigmáticas, si bien se han abierto a ensanchar las exportaciones al igual que en el resto de la región, orientan el gasto de las divisas obtenidas con dimensiones sociales de naturaleza distinta a las que predominan en el resto de la región. Se intenta a su vez, en tiempos y grados diversos, establecer nuevas formas de organización de la política, del sentido y concepción del mando, en una dirección que pretende que la democracia no quede reducida a asuntos puramente procedimentales y de reglas de juego, sino que repose en la capacidad de la población (como ciudadanos o bien como comunidades, ahí donde operan) de incidir en los asuntos públicos y en las decisiones que refieren a la vida en común. A falta de una mejor caracterización, hablamos de la irrupción de gobiernos populares.30

Con estos procesos, la democracia se ha convertido en un objeto en disputa en la región, en tanto ya no sólo se encuentran presentes los proyectos del capital identificados con el primer caso de procesos que hemos señalado. Ahora también se cuenta con procesos que pretenden caminar en otra dirección, propiciando una aguda disputa ideológica y política en medios de comunicación y los más diversos canales de información presentes en la zona, y en diversas formas de organización de la sociedad misma.

El futuro de estos gobiernos populares es incierto, en tanto se ven remecidos por ofensivas externas e internas, en tanto caminan en muchos aspectos a contracorriente de las tendencias prevalecientes, y con vacilaciones respecto a profundizar la crisis capitalista o administrarla, lo que provoca conflictos con fuerzas populares que los entronizaron. Sin embargo, han puesto de manifiesto que a priori las disputas electorales no pueden ser despreciadas, ahí donde existan condiciones para contender en esas esferas, y han abierto espacios para que movimientos campesinos, indígenas y populares reconozcan sus fuerzas y sus potencialidades en la perspectiva de proyectos con un sentido emancipatorio.

 

CONCLUSIONES

América Latina ha sido un verdadero laboratorio social en las últimas décadas, en donde proyectos de diversa naturaleza y de intereses sociales han alcanzado dimensiones que han marcado el presente de la región.

Las enormes riquezas naturales presentes en la zona la sitúan en la esfera de ambiciosos proyectos tanto del capital trasnacional como del local, cada vez más interrelacionados, al tiempo que la infraestructura conformada a lo largo de décadas, así como la calificación de su mano de obra, y su cercanía a importantes mercados agrega mayores atractivos en igual dirección.

La complejidad de la situación es que esta condición de reservorio para los intereses de la relación social capital se topa con la condición de reservorio de la región en términos de resistencia a aquellos proyectos, y de laboratorio de proyectos populares, antiimperialistas e incluso anticapitalistas, en grados y formas diversas.

La agresiva ofensiva del capital y sus fórmulas económicas y políticas de sustentación, que golpea y atenta contra las condiciones de vida misma del grueso de la población, se enfrenta a un mundo social conformado por las propias operaciones del capital, con agrupamientos humanos con capacidad no sólo de resistir sino de cuestionar tales proyectos. Este es quizá uno de los rasgos más significativos de América Latina en el actual (des)orden mundial.

El cruce de proyectos económicos excluyentes, como el nuevo patrón exportador de especialización productiva, con proyectos políticos supuestamente incluyentes, como los de la democracia, han provocado procesos y soluciones diversas, donde destacan los casos en los que el capital ha resuelto las relaciones mando-obediencia, otros donde tales relaciones no se han recompuesto y han abierto crisis sociales y políticas diversas y, por último, la entronización de gobiernos populares, que en medio del pantano que constituye la institucionalidad burguesa imperante, pretenden abrir espacio para la expresión de otros intereses sociales.

 

NOTAS

1 Gary Gereffy, "Las cadenas productivas como marco analítico para la globalización", Problemas del Desarrollo, núm. 125, abril-junio, México, Instituto de Investigaciones Económicas, UNAM, 2001.         [ Links ]

2 Mientras la noción de globalización tiende a sostener el imaginario de desarrollo y avances para todas las economías que se integren a la nueva vorágine mercantilista a nivel planetario, la de mundialización pone el acento en las nuevas fisuras y desequilibrios entre regiones y naciones que tal proceso conlleva.

3 El Silicon Valley, en California, Estados Unidos, el Silicon Fen en Cambridge, Gran Bretaña, y el Zhong Guancum en Pekín, China, son ejemplos de "aglomeración" de estos segmentos. CEPAL, Globalización y desarrollo, Santiago de Chile, 2002, p. 42.         [ Links ]

4 Véase Miguel Ángel Rivera, Capitalismo informático, cambio tecnológico y desarrollonacional, México, Universidad de Guadalajara/UNAM/University of California, Los Angeles/Profmex/Juan Pablos Editor, 2005, p. 142.         [ Links ]

5 Quedando la fuerza de trabajo excluida de este proceso. De ahí las masivas migraciones ilegales y los atropellos a que dicha población se ve sometida.

6 Noción que permite alcanzar el sentido de la reproducción del capital en un momento histórico determinado, y la actividad que unifica las "parcelas" en que dicha reproducción se puede dividir (qué ocurre con el capital bancario y financiero, con el mercado de trabajo y los salarios, con las materias primas, con el proceso de producción, con los mercados y la realización), generalmente perdiendo la unidad que las organiza. Al respecto, véase Jaime Osorio, Crítica de la economía vulgar. Reproducción del capital y dependencia, México, Miguel Ángel Porrúa/UAZ, 2004.         [ Links ]

7 Tomo aquí una imagen de Marx, cuando señala que "el capital viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde los pies a la cabeza". El Capital (1946), tomo I, México, Fondo de Cultura Económica, 1973, p. 646.         [ Links ] Los miles de muertos, desaparecidos, torturados y expulsados de sus países por los gobiernos militares y civiles en esos años, ponen de manifiesto la realidad antes señalada.

8 De 10.3% del peso de las exportaciones en el producto interno bruto de la región, dicho porcentaje se eleva a 15.3% en 1990, y a 23% en 2007. Véase CEPAL, Anuario estadístico deAmérica Latina y el Caribe, Santiago de Chile, CEPAL, 1990 y 2008.         [ Links ]

9 A esta situación Ruy Mauro Marini la califica como la tendencia a "la ruptura del ciclo del capital" en las economías dependientes. Véase Dialéctica de la dependencia, México, Era, 1973.         [ Links ]

10 Tomado de Orlando Caputo, "La crisis actual de la economía mundial. Una nueva interpretación teórica e histórica" [http://generacion80.cl/documentos/docs/Economía_Caputo_Doc001.pdf], fecha de consulta: 20 de enero de 2011.         [ Links ] Agreguemos, para demostrar la pérdida de significación de los salarios en el mercado local, dos datos más recientes: para 2007, luego de varios años del gobierno de Lula, 15.4% de los trabajadores brasileños percibía menos de un salario mínimo. OIT, Perfil do trabajo decente no Brasil, Brasilia, Organización Internacional del Trabajo, 2009.         [ Links ] En México, para 2004, 24% de los trabajadores se encontraba en la misma situación. Véase Reporte de investigación, núm. 70, abril, México, Centro de Análisis Multidisciplinario, Facultad de Economía, UNAM, 2006.         [ Links ]

11 Lo que no significa desconocer cambios en materia tecnológica en la región, sino situar su peso real en los procesos en marcha.

12 Véase Eduardo Gudynas, Caminos para las transiciones post extractivistas, Montevideo, Centro Latinoamericano de Ecología Social, CLAES, s/f;         [ Links ] y del mismo autor, "Diez tesis urgentes sobre el nuevo extractivismo. Contextos y demandas bajo el progresismo sudamericano actual", en varios autores, Extractivismo, política y sociedad, Quito, CAAP/CLAES, 2009.         [ Links ]

13 Para quienes consideran que cualquier magnitud del salario expresa el valor de la fuerza de trabajo, aunque esa magnitud no sea por elevaciones de la productividad en las ramas productoras de bienes salarios, sino por la fuerza, como en el periodo que comentamos, hablar de superexplotación, esto es, de violación del valor de la fuerza de trabajo, es inapropiado. En el fondo, bajo argumentos como "la concurrencia" o "la lucha de clases", siempre consideran que el salario corresponde al valor. No se entiende, desde esta lógica, para qué Marx gastó tanto tiempo y esfuerzos en la determinación de la ley del valor, y menos en los criterios específicos para considerar el valor de la fuerza de trabajo. Sobre el tema véase Jaime Osorio, Fundamentos de la superexplotación, México, Informe de Investigación, Departamento de Relaciones Sociales, UAM-Xochimilco, 2012.         [ Links ]

14 CEPAL, Anuario estadístico 2009, Santiago de Chile, Comisión Económica para América Latina y el Caribe, 2009.         [ Links ]

15 Idem.

16 CEPAL, Anuario estadístico de América Latina y el Caribe, Santiago de Chile, 2007 y 2009.         [ Links ]

17 Tarea en donde las ciencias sociales tienen un importante papel, ayudando a la opacidad reinante con categorías como trabajo precario, informalidad, trabajo sucio, flexibilidad laboral, entre otros eufemismos que esconden la violencia institucional establecida.

18 Limitaciones que, en cualquier caso, tienen como trasfondo la "neooligarquización del Estado con coro electoral". Véase El Estado en el centro de la mundialización, México, Fondo de Cultura Económica, 2004, capítulo VII.         [ Links ]

19 Uno de los textos en donde cristalizan algunas formulaciones iniciales sobres estos temas es el libro de Guillermo O'Donnell, Philipe Schmitter y Laurence Whitehead, Transicionesdesde un gobierno autoritario, Buenos Aires, Paidós, 1988.         [ Links ]

20 Muy temprano se hizo patente que había una enorme brecha entre las promesas electorales y la gestión gubernamental de los candidatos elegidos. Alberto Fujimori, por ejemplo, terminó aplicando el programa neoliberal de su principal adversario, Mario Vargas Llosa en Perú.

21 El malestar y la insatisfacción con la democracia comenzarán muy pronto a hacerse presente en las encuestas dedicadas a medir estos temas en el ámbito regional.

22 Como han reiterado algunos politólogos chilenos cuando se refieren a una especie de "residuos institucionales" que se mantienen desde la época de la dictadura militar. Por ejemplo, véase de Manuel Antonio Carretón, "Aprendizaje y gobernabilidad en la redemocratización chilena", Nueva sociedad, núm. 128, noviembre-diciembre, Caracas, 1993.         [ Links ]

23 Idea presente cuando se afirma que "la pregunta ya no es qué hacer para frenar el autoritarismo, sino cómo se hace para mejorar la democracia", como se señaló en la presentación del nuevo informe elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y la Organización de los Estados Americanos Nuestra democracia, El País, España, 16 de abril de 2011, p. 11.         [ Links ]

24 Como procesos electorales confiables, competencia de partidos, recuento de votos medianamente confiables, etcétera. Incluso, en un alto nivel de la institucionalidad democrática, porque fuerzas gobernantes entregan a manos opositoras el gobierno, asunto que eleva la posición de la sociedad en donde ello ocurre en el índice de "calidad" de la democracia.

25 "El reto al que se enfrenta América Latina es pasar de una democracia electoral a una democracia ciudadana", ya que "la calidad de la democracia se mide por su capacidad de transformar derechos en ciudadanía", según Dante Caputo, coeditor del estudio Nuestrademocracia antes mencionado, op. cit., p. 11.

26 Para una aproximación al tema de la unidad en el análisis, véase Jaime Osorio, "La lógica del capital como totalidad", en Estado, biopoder, exclusión. Análisis desde la lógica delcapital, capítulo I, México, Anthropos-UAM-Xochimilco, 2012.         [ Links ]

27 Lo que no excluye la emergencia de movimientos sociales que se oponen a ciertos aspectos del proyecto económico o político en marcha, como las importantes movilizaciones estudiantiles en Chile el 2011, y las más recientes, de ciudadanos en la provincia de Aysén, en el sur de aquel país.

28 Como ocurrió con el triunfo de Luis Ignacio Lula da Silva y el reconocimiento de sus contrincantes oficialistas en las elecciones de 2002 en Brasil, y de Sebastián Piñera a fines del 2010 en Chile. Para la sociología de raigambre anglosajona, cuando esto ocurre se habla de una alta calidad de la democracia. Ya hemos comentado lo que hace posible juicios de esta naturaleza.

29 En el libro de Jaime Osorio (coord.), Violencia y crisis del Estado. Estudios sobre México, México, Departamento de Relaciones Sociales, UAM-Xochimilco, 2011,         [ Links ] se pueden encontrar una serie de trabajos que abordan desde muy diversos ángulos la actual situación de crisis y violencia imperantes en México.

30 La significación de estos gobiernos en relación con el tema del poder político rebasa los límites de este ensayo. Pero el tema lo he tratado en otros textos. Véase Jaime Osorio, Explotación redoblada y actualidad de la revolución, México, Itaca/UAM, 2009.         [ Links ]

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