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Política y cultura

versión impresa ISSN 0188-7742

Polít. cult.  no.36 México ene. 2011

 

Diversa/reseña de libros

 

Geografía humana y ciencias sociales. Una relación reexaminada*

 

Liliana López Levi**

 

*Martha Chávez Torres, Octavio M. González Santana y Ma. del Carmen Ventura Patiño (eds.), Geografía humana y ciencias sociales. Una relación reexaminada, México, El Colegio de Michoacán, 2009.

 

** Profesora-investigadora, Departamento de Política y Cultura, División de Ciencias Sociales y Humanidades, UAM-Xochimilco, México [levi_lili@yahoo.com.mx].

 

La lectura del libro Geografía humana y ciencias sociales. Una relación reexaminada, hace ecos hacia diversas reflexiones acerca del territorio, del espacio, de las regiones, de su conformación y dinámica, ecos que nos permiten recorrer rincones de la realidad, para dar cuenta de la forma en que los actores y sus prácticas van conformando el paisaje, construyendo su entorno, habitándolo y dándole un sentido; ecos hacia distintos tiempos, distintos espacios y hacia otras disciplinas, hacia las distintas formas de reflexionar, de discutir, de ubicarnos dentro del conocimiento y de su trayectoria.

El primer eco es uno que hace de la disciplina misma, de la geografía y de su antigua tradición de estudiar áreas, lugares, límites y fronteras. Pero en esta ocasión no se trata de la descripción de una región de la superficie terrestre ni de los límites que la separan de los lugares que la rodean. No. El libro habla de áreas del pensamiento en términos de las ciencias sociales y de sus fronteras con las otras disciplinas, de los acercamientos que ha habido entre geografía y sociología, de sus distanciamientos, de las veces que nos hemos aislado cada quien en su mundo del saber y de las confluencias para analizar la realidad. En este sentido, cabe preguntar: ¿dónde termina la geografía e inicia la antropología?, ¿o la sociología?, ¿o la historia? Cuando hablamos de la producción del espacio, del análisis regional o de la construcción de un lugar ¿hasta dónde podemos aislarnos de los estudios políticos, de los económicos, los demográficos o los culturales?, ¿hasta dónde pueden estas otras disciplinas abordar sus objetos de estudio como si existieran independientemente de una dimensión espacio temporal? Cuando reflexionamos desde el positivismo, el marxismo, el humanismo o el posmodernismo, ¿hasta dónde terminan los cuestionamientos del geógrafo e inician los de las otras disciplinas?

El análisis del territorio, del espacio, de las regiones; de su conformación y dinámica, nos permite develar la realidad; lo cual, según Federico Fernández, implica reconocer que no está disgregada, sino entera, y que son las formas que tenemos de analizar las que descomponen, desintegran y aíslan los componentes de un todo; que los pensadores se han empeñado en desbaratar el rompecabezas y en dispersar las piezas... hasta perder algunas de ellas.

Gustavo Montañez nos habla de los encuentros y desencuentros, busca los vínculos entre la geografía, las ciencias sociales y las humanidades en un recorrido por la historia del pensamiento; Gilberto Giménez hace alusión a la pluralización y la fragmentación de las ciencias sociales, a la fusión, recombinación y cruzamiento de las especialidades, a la amalgama que remite a la permeabilidad de las fronteras del saber; a la vecindad entre las ciencias que "tienen por efecto principal la circulación de conceptos, teorías y métodos de una disciplina a otra, sin importar las fronteras"; Ovidio Delgado pone al espacio y al territorio en el centro de la relación entre la geografía y la teoría social; Federico Fernández busca las coincidencias a partir de preguntarse ¿quién estudia ese espacio? Y abrirlo a sus dimensiones concretas, a los lugares, los sitios, los territorios, las regiones, las áreas, los límites, las fronteras, los ambientes, los paisajes, las rutas, los caminos, las migraciones y demás denominaciones. Son ámbitos que deben estudiarse "desde cualquier disciplina científica de manera que permita captar su complejidad". Entonces, entra Andrej Zeromski, con su propuesta de hacer un análisis transdisciplinario retomando los sistemas complejos, lo que no implica el abandono de lo disciplinar. "Las investigaciones disciplinarias y transdisciplinarias", afirma, "no son antagónicas sino complementarias".

La transdiciplina es también el enfoque central del texto de Camilo Contreras para abordar la relación entre geografía y ciencias sociales, para hablar de la necesidad de un giro espacial por parte de las otras disciplinas y de que la geografía retome de ellas conceptos y métodos. En este sentido, Octavio González señala la forma en que la geografía ha ido integrando la dimensión social dentro de su campo de estudio y de cómo las ciencias sociales utilizan cada vez más las categorías espaciales. A decir de Blanca Rebeca Ramírez, los vínculos entre geógrafos, economistas, sociólogos, antropólogos han impulsado nuevas posturas, visiones y han reorientado la discusión en geografía humana, sobre todo, a partir de la década de 1980. Sin embargo, lamenta que para el caso de México ha permeado poco, por lo que estamos atrasados respecto de lo que ocurre en el mundo anglosajón y francés.

En la discusión de lo que ocurre en otras latitudes, el libro también hace eco de un texto anglosajón de la década de 1980: Social relations and spatial structures. En él, Derek Gregory y John Urry, el primero desde el Departamento de Geografía de Cambridge y el segundo desde el de Sociología de Lancaster, reunieron a un grupo de geógrafos y sociólogos con la intención de explorar los vínculos entre las relaciones sociales y la estructuración del espacio, entre la geografía humana y la teoría social. De manera tal que autores tales como Doreen Massey, Peter Saunders, Edward Soja, David Harvey, Anthony Giddens, Derek Gregory y Nigel Thrift reflexionan sobre el espacio, el tiempo y la sociedad, temas centrales del libro Geografía humana y ciencias sociales. Una relación reexaminada.

Haciendo eco de una tradición todavía más antigua, antes de que la disciplina se institucionalizara y se pensaba que geógrafo era aquel que se dedicaba a navegar y a descubrir nuevas tierras, nos adentramos por los mares a explorar su campo de estudio, los temas que analiza, a caracterizar lo que se ha hecho en México, a trazar las rutas para el futuro, a imaginar el rumbo que ha de tomar la disciplina; entonces, nos encontramos con otros viajeros, que sustentan otras banderas, con algunos coincidimos y de otros nos apartamos.

Este libro también hace eco de temas tradicionales de la geografía. En este sentido, Georgina Calderón aborda los problemas de localización cuando discute las dificultades de la geografía para ubicarse con respecto al conjunto de las otras ciencias, problema generado por su dispersión temática y que, en el caso de México, la lleva a estar entre las humanidades, las ciencias sociales y la investigación científica; una indefinición de su objeto de estudio, dice Zeromski, originada por la pretensión de unificar sus dos líneas centrales: la geografía física y la geografía humana, mismas que corresponden a dos ámbitos distintos del saber y que responden, según Blanca Ramírez, a una fragmentación del conocimiento derivado del paradigma positivista del XIX y que tuvieron como consecuencia el ejercicio de una práctica profesional fundamentada en la división entre las ciencias naturales y sociales.

Esta discusión nos lleva a los ecos de la vieja reflexión sobre la relación entre el humano y su ambiente, la geografía física y la geografía social. La tradición de considerar a la geografía como una ciencia síntesis entre las ciencias naturales y sociales lleva a Georgina Calderón a abordar la relación sociedad-naturaleza y sus implicaciones en el concepto de espacio y del paisaje; a Zeromski lo conduce hablarnos de un enfoque socioambiental de la geografía humana, de espacio geográfico y del ambiente humano. Por su parte, Miguel Aguilar y Carlos Contreras concentran la relación, ya no en la problemática que genera, sino en sus aportaciones, en la caracterización de una geografía ambiental, con sus orígenes, sus temas y los problemas que la ocupan; Ludger Brenner y Helen Hüttl parten de la creciente preocupación académica por la relación hombre-naturaleza y se adentran en la ecología política y sus implicaciones.

Otro tema tradicional de la geografía son las escalas; haciendo eco de ellas, el libro transita de lo macro, es decir, de las ciencias sociales, a lo micro, o sea, las disciplinas específicas. Desde lo concreto, se aborda el caso de la relación entre geografía y sociología en el texto de Felipe Hernando Sanz; desde la historia, Carlos Herrejón establece un puente a partir de los conceptos de espacio, región, territorio, paisaje y naturaleza; y Fernando Salmerón y Paul Liffman lo hacen desde la antropología, el primero con el tema de las migraciones y sus vínculos con el espacio y las relaciones de poder; el segundo a partir de la territorialidad. Las escalas también se hacen presentes cuando Vania Vlach hace una reflexión de la enseñanza de la geografía, entre lo local y lo global, y cuando Liffman nos habla en concreto de coras y huicholes, Salmerón de las comunidades mexicanas en Estados Unidos y Brenner y Hüttl tratan el caso de la reserva de la biosfera Sian Ka'an.

El libro hace eco de los diferentes tiempos y de la historia del pensamiento en los distintos lugares. Federico Fernández habla de eras, periodos, épocas, fechas, estaciones del año, sexenios y casi todos los autores se adentran en la epistemología, en la escuela regional, en el positivismo, el marxismo, el humanismo, la teoría crítica y la posmodernidad, para hablar de la geografía y su conformación, de sus temas, sus retos, sus relaciones con las otras disciplinas. Así, por ejemplo, Teresa Ayllón, hace un recorrido de la modernidad a la posmodernidad y nos habla de la forma en que la geografía se construyó como ciencia moderna, transitó por el método regional y el positivismo, entró en crisis a partir de los feminismos, constructivismo, perspectivismo y teoría de sistemas hasta llegar a la corriente crítica y la posmodernidad. Pero ella no es la única. Por la historia del pensamiento transitan casi todos los autores, desde Montañéz, Gilberto Giménez, Ovidio Delgado, Octavio González hasta Blanca Ramírez.

El libro también hace eco de los lugares y hace honor a una diversidad que combate el centralismo que ha caracterizado a la geografía mexicana del siglo XX; de manera tal que la reflexión viene del Colegio de Michoacán y pasa por la Universidad de Guadalajara, la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, el Colegio de la Frontera Norte, la UAM-Xochimilco, la UNAM, el CIESAS y va más allá de las fronteras, a través de profesores invitados de universidades de España, Colombia y Brasil.

Quedan, entonces, aquí plasmados una serie de ecos. Los ecos de las conversaciones entre investigadores de varias disciplinas, que se reúnen en torno al debate geográfico y a sus objetos de análisis; entre la multiplicidad de visiones de quienes pertenecen al ámbito de la geografía humana y de las ciencias sociales. Quedan abiertos los diálogos, las pláticas y los discursos planteados en este libro: una serie de convergencias y divergencias que plantean retos, que amplían la discusión y la reflexión, que abren más caminos y propician un mayor acercamiento entre los distintos saberes, pues es justamente en el diálogo, en la interdisciplina y en la multidisciplina que se hace más rica la reflexión, una reflexión que propicia ampliamente este libro.

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