SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 número34El crack del año ocho: un problema global congénitoLa crisis económica mundial índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay artículos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Política y cultura

versión impresa ISSN 0188-7742

Polít. cult.  no.34 México ene. 2010

 

Reseña de libros

 

Una visión estadounidense de la realidad internacional*

 

Abraham Trejo Terreros**

 

* Robert Kagan, The Return of History and the End of Dreams, Nueva York, Alfred A. Knopf, 2008, 116 pp.

 

** Licenciado en relaciones internacionales por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM. Correo electrónico: atrejot@gmail.com.

 

Pensar cuál será el impacto de la actual crisis económica mundial en el sistema internacional implica, entre otras cosas, intentar desenredar el complejo entramado de grupos de interés al interior de los Estados y sus diversas posiciones, intereses y objetivos específicos. Esta tarea cobra mayor preponderancia en el momento que nos referimos al país con más poder en las relaciones internacionales a inicios del siglo XXI: Estados Unidos. Es una constante que en las sociedades existan diversos grupos con intereses y objetivos distintos —en ocasiones antagónicos—, y la sociedad estadounidense es una confirmación de esta regla. En este sentido, el libro de Robert Kagan debe leerse desde esa óptica: la expresión de un grupo neoconservador al interior de Estados Unidos, que presiona por una política exterior que renueve la primacía indiscutible y el liderazgo mundial estadounidense.

El autor, además de ser comentarista en medios impresos estadounidenses, es miembro fundador del "Project for the New American Century", creado en 1997 con la finalidad de promover el liderazgo mundial de Estados Unidos y en el que participan importantes miembros del Partido Republicano y ex funcionarios de la administración de George W. Bush. Además, Robert Kagan trabajó para el Departamento de Estado entre 1984 y 1988 y fue asesor del ex presidente George W. Bush y del candidato presidencial republicano en 2008, John McCain. The Return of History and the End of Dreams está inscrito en la línea de investigación de Kagan, a saber: el papel de Estados Unidos en el sistema internacional, así como sus interacciones con sus aliados.

La tesis de Kagan es clara: se precipitaron quienes vieron en el final de la Guerra Fría la llegada de una época de paz y prosperidad como resultado del triunfo inevitable del libre mercado y la democracia liberal. El error de aquellos que proclamaron "el fin de la historia" consistió en no darse cuenta que los victoriosos de la Guerra Fría, las democracias liberales, enfrentan amenazas a su seguridad, su estabilidad y, por lo tanto, a su supervivencia. Es así como Kagan llama a las democracias occidentales, Estados Unidos a la cabeza y secundado por la Unión Europea, a reafirmar su papel preponderante —en contraposición a las autocracias— para consolidarse como modelo y opción viable para el desarrollo de las naciones del mundo.

 

EL SISTEMA INTERNACIONAL A INICIOS DEL SIGLO XXI

La lucha por el poder es una constante del sistema internacional, así lo demuestra la historia. Tal como en el siglo XIX e inicios del XX, hoy día las grandes potencias están formando alianzas para proteger sus intereses, generando las condiciones, según Kagan, para la dinámica de la geopolítica mundial del presente siglo: una tensión y contraposición de fuerzas entre las democracias y las autocracias.

De acuerdo con el autor, la Guerra Fría contuvo las ambiciones nacionales de los países debido a que la pugna por el equilibrio de poder mundial residía en la bipolaridad Washington–Moscú. Por lo tanto, el final de la era bipolar tuvo consecuencias inmediatas en la lucha mundial por el poder, pues ahora, sin contención a sus pretensiones nacionales, los Estados se lanzan a una búsqueda de poder para la consecución de sus intereses. De esta manera, Kagan reafirma la preponderancia del Estado–nación al ubicarlo como el actor central de las relaciones internacionales. Reconoce también que al interior de éstos, los nacionalismos han recobrado un rol primordial como factores de cohesión interna, y que se han visto fortalecidos como reacción a la globalización.

El sistema internacional actual tiene a Estados Unidos como la única superpotencia (superpower), pero se desenvuelve en un entorno mundial conflictivo, pues sus intereses chocan con los de grandes potencias regionales (great powers). Por lo que se avecina una época de pugnas y desacuerdos, donde las alianzas y contra–alianzas serán configuración esencial del sistema internacional de este siglo que inicia. Por ello, Kagan plantea la urgencia que tienen las democracias del mundo, esencialmente Estados Unidos y la Unión Europea, para alinear el orden mundial a partir de sus propios intereses:

Con la disolución de los sueños de la era posterior a la Guerra Fría el mundo democrático tendrá que decidir cómo responder. En los últimos años, las autocracias de Rusia y China han aumentado y los islamistas radicales han librado su propia lucha, las democracias se han dividido y distraído con temas tanto profundos como nimios. Ellos han puesto en duda su objetivo y su moralidad, cuestionando el poder y la ética, y señalando los defectos del otro. La desunión ha debilitado y desmoralizado a las democracias en un momento en el que no pueden permitírselo. La historia ha vuelto y las democracias deben unirse para darle forma, u otros se la darán en su lugar (2008:4).

 

LAS AUTOCRACIAS COMO AMENAZA A LAS DEMOCRACIAS

Así como la derrota de la Alemania de Hitler contra los Aliados causó un vacío de poder en Europa del Este a mediados del siglo pasado, el colapso de la Unión Soviética hace dos décadas desencadenó un reacomodo del equilibro de poder en las antiguas repúblicas soviéticas de Europa del Este. Durante la era bipolar, Moscú tenía la capacidad suficiente para mantener bajo su zona de influencia a los países cercanos a su frontera, pero luego de su desintegración se generó un vacío de poder. A inicios del siglo XXI estamos siendo testigos de la competencia entre Rusia, por un lado, y la Unión Europea y Estados Unidos por otro, para tratar de influir en los procesos políticos de los países de Europa del Este. Es aquí, dice Kagan, donde la historia ha regresado con mayor dinamismo que en cualquier otra parte del mundo.

El ensayo no pasa por alto las fuentes del poder nacional en Rusia: el petróleo y el carbón, cuyos ingresos se han destinado para la militarización del Estado ruso. El autor hace un paralelismo interesante entre la actual situación rusa y el periodo de entreguerras del siglo pasado y las sanciones impuesta a Alemania, señalando, en ambos casos, la conjunción de resentimiento y sentimientos de humillación por las sanciones de Occidente. En suma, a Kagan le queda claro que Rusia busca alterar el equilibrio de poder de posguerra fría para restablecerse como una potencia dominante en Eurasia, de tal manera que se consolide como una de las dos o tres grandes potencias del mundo.

Debido a los conflictos que ha significado con Rusia, algunos países de la Unión Europea se lamentan por haber admitido a países de Europa del Este a su organismo, es por esa misma razón que se rechaza el ingreso de Georgia y Ucrania. La estrategia rusa en Europa del Este es mantener neutrales a Polonia y otros miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Sin embargo, con todo y este ajedrez político internacional, Estados Unidos no desea entretenerse con Rusia, ya que las condiciones de la actual crisis en Medio Oriente le imponen a Washington una agenda distinta.

El caso que utiliza para referirse a las amenazas a la democracia en el Medio Oriente es Irán, que posee una ambición nacional regional, sobre todo después de la alteración del equilibrio de poder que se ha generado en la región recientemente. Pero Estados Unidos tiene sus propias motivaciones para no permitir a Irán consolidarse como potencia regional. La situación actual que resume las posiciones de Estados Unidos e Irán, según Kagan, se deja ver en la búsqueda de Terán por poseer una bomba nuclear y la negativa de Washington.

Existe otra incompatibilidad de principios entre Estados Unidos e Irán, pues, según Kagan, el Islamismo radical —la rebelión islámica en Irán— rechaza la democracia, ya que parte del supuesto de que el liberalismo y la modernidad contaminan al Islam. Al mismo tiempo, la globalización y la modernización han desencadenado una radical rebelión islamista que los prepara para pelear por la defensa de sus principios.

En el ensayo no se hace referencia a Afganistán ni a Irak como amenazas al modelo de las democracias. Aquí está la gran encrucijada de la política internacional de Washington —error de análisis al no ser abordados—, pues finalmente, el equilibrio regional de poder dependerá del futuro político de estos países. El autor justifica que Estados Unidos enfoque su estrategia en Medio Oriente porque existe en Washington la ilusión de una alianza y de cooperación con otras potencias, con las que sería imposible alinearse de otra manera.

Otro de lo países a los que Kagan caracteriza como autocracia es China, y no niega la proyección de aquel país como un gigante económico y geopolítico. Kagan no se equivoca cuando señala que ninguna nación en la historia se ha desplazado tan rápidamente de una posición de debilidad a una de fortaleza, como lo está haciendo China a inicios de este siglo. Lo anterior se conjuga con el hecho de que existe una idea generalizada en la opinión pública mundial de que ha sido y será una "fuerza central" del mundo, basando su poderío en su rápido crecimiento económico. Al mismo tiempo, China busca mostrarse como un actor justo y limpio de las relaciones internacionales.

Paralelamente a su estatus de potencia comercial, China se está convirtiendo en una potencia militar. Después de todo, señala el autor, las naciones comerciales no son pacíficas. Además, subsistió en la década de 1990 un nacionalismo reaccionario contra Japón y, en algunas ocasiones, contra Estados Unidos. Kagan señala que China, como Rusia, está convencida que debe convertirse en una gran potencia, y hacia allá se dirigen sus ambiciones nacionales. No le parece una coincidencia que Rusia y China fortalezcan a la Organización para la Cooperación de Shangai como una institución política y militar que haga contrapeso a Estados Unidos.

 

EL RETO DE LAS DEMOCRACIAS EN EL SIGLO XXI

Ya se ha hecho referencia a las alianzas que se están configurando en el sistema internacional, y algunas de éstas pueden ser formales. Sin embargo, la complejidad de la realidad internacional —por un lado la pugna de intereses entre las potencias y, por otro, la confrontación entre democracias y autocracias— no siempre producirá las mismas alianzas. En otras palabras, aún no existe un reordenamiento de alianzas lo suficientemente consolidadas para que sean consideradas de mediano plazo.

Según Kagan, Japón fue el primer país que vivió la amenaza de las autocracias. La situación regional asiática le clarificó a los japoneses que la posguerra fría no era una etapa de plena paz; así se lo dejó ver el surgimiento de China como potencia y las pretensiones nucleares de Corea del Norte. No puede perderse de vista que la competencia entre China y Japón determinará la geopolítica de Asia durante los siguientes años. De ahí que resulta interesante identificar en la obra analizada los aliados regionales asiáticos con las democracias.

Para el autor, India es un buen ejemplo de cómo el comercio y la globalización pueden contribuir a las ambiciones de una potencia, y se ha dedicado a ser reconocido como un Estado que posee armas nucleares. Como parte de su estrategia nacional de seguridad, India busca estrechar sus lazos con Japón y Estados Unidos, por lo que está en el interés de Nueva Delhi encontrar en Japón a una nación fuerte, próspera y dinámica. Esta posición de un Japón fortalecido también es afín a los intereses estadounidenses, debido a que la dinámica geopolítica de Asia recae en el equilibrio de poder que se establezca entre China y Japón.

Según el autor, Estados Unidos se comporta como una superpotencia ambiciosa, pues no ha retrocedido a su visión de sí mismo como guía del mundo e intenta moldearlo conforme a sus preferencias políticas y morales. Luego de terminada la era bipolar se dedicó a extender y fortalecer sus alianzas; es la potencia militar indiscutible y utiliza este factor de poder para intervenir en diversas regiones del mundo (aunque disminuyó el gasto militar se mejoraron tecnológicamente los equipos). Además, bajo el entendido de que el fin justifica los medios, Kagan recuerda que Estados Unidos ha ignorado a las Naciones Unidas, sus alianzas y el derecho internacional cuando éstos han sido un obstáculo a sus objetivos.

Hay un apoyo por conveniencia de la opinión pública mundial para que Estados Unidos permanezca como superpotencia, pero sólo como temor a otra potencia. Según Kagan, no existen posibilidades de cambio en el sistema internacional mientras que la opinión pública siga apoyando el predominio estadounidense, y mientras no surja una nueva potencia que inspire más miedo que simpatía.

La obra llama a Estados Unidos para que acepte su papel en la configuración del sistema internacional, después de todo, éste es moldeado por quienes tienen la capacidad de configurarlo con su toque particular. Estados Unidos es la pieza central en las regiones vitales del mundo, Asia, Europa, Medio Oriente; si su poder político es removido, se colapsaría el sistema de equilibrio mundial. Además, las democracias —es decir, Estados Unidos y sus aliados— deben buscar nuevos mecanismos para defender sus intereses y principios. El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ya no los promueve porque se ha paralizado por ser un campo de batalla entre las autocracias y las democracias. El autor señala que Estados Unidos, la Unión Europea, Japón, Australia, India y Brasil deben complementar en sus acciones a la OTAN, a Naciones Unidas y al G–8.

En suma, lo que Kagan transmite en The Return of History and the End of Dreams es que cuando dejó de verse al socialismo real como una alternativa viable para las naciones del mundo, no significó que se terminaran los retos y amenazas para las democracias. Por el contrario, la obra apunta sobre las amenazas que representa el autoritarismo ruso y la ausencia de democratización en China. Para estos países ha resultado convincente incrementar el poder nacional a la par de la autocracia. "Los autócratas aprenden y se ajustan a las circunstancias. Las autocracias de China y Rusia se las han arreglado para neutralizar a la oposición dentro de una apertura política" (2008:57).

Resulta obvio que las democracias buscan, mediante su política exterior, un mundo propicio para su proyecto nacional y que, en contraposición, las autocracias emplean su política exterior buscando un mundo afín a las autocracias, o al menos propias a los gobiernos. Según el autor, el Derecho Internacional, con sus principios que defienden la soberanía de cada Estado para que no se entrometan en sus asuntos internos, tiende a proteger a las autocracias. En la obra se exhorta a que las democracias remuevan ese tipo de protección, ya que las autocracias se aferran al principio de la inviolabilidad de la soberanía. En este contexto, las autocracias se presentan como un modelo de defensa de soberanía frente a las democracias. Las implicaciones de la eliminación del principio de no intervención en los asuntos internos de las naciones tiene claras implicaciones directas para México, vecino territorial de la superpotencia mundial.

Como se mencionó al inicio, esta es una obra que debe enmarcarse en la pugna que existe al interior de Estados Unidos para la formulación de la política exterior de Washington. Robert Kagan expone la visión del sector neoconservador que busca una primacía mundial estadounidense sin contrapeso. En consecuencia, no puede marginarse el estudio del proceso político estadounidense si se desea vislumbrar hacia dónde se dirige el sistema internacional al inicio del siglo XXI. Para México, este ejercicio resulta doblemente trascendente, por razones académicas, pero también para definir cómo queremos construir a la sociedad mexicana en un entorno internacional conflictivo, y en consecuencia definir una estrategia nacional.

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons