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Política y cultura

versión impresa ISSN 0188-7742

Polít. cult.  no.34 México ene. 2010

 

La crisis económica mundial

 

Naturaleza y perspectivas de la actual crisis: una caracterización marxista de largo plazo

 

Sergio Cámara Izquierdo y Abelardo Mariña Florez*

 

* Profesores–investigadores del área "Sociedad y acumulación capitalista", Departamento de Economía, UAM–Azcapotzalco. Correos electrónicos: scamara@correo.azc.uam.mx; abmf@correo.azc.uam.mx.

 

Artículo recibido el 25–11–09
Artículo aceptado el 31–05–10

 

Resumen

El trabajo caracteriza la crisis actual de la economía mundial. Primeramente se describe su desarrollo inmediato, enfatizando la recesión cíclica en Estados Unidos, el estallido de la burbuja hipotecaria y la crisis financiera global, que desembocaron en una profunda recesión. Posteriormente se analiza la salida de la crisis de 2000–2001 como antecedente inmediato de la crisis actual. El análisis de las tendencias estructurales de rentabilidad y acumulación tras la crisis de sobreacumulación de la década de 1970 permite concluir que se trata de una crisis de la modalidad de reestructuración neoliberal, caracterizada por un retorno de la hegemonía financiera.

Palabras clave: crisis, burbuja hipotecaria, hegemonía financiera, tendencias estructurales de acumulación y rentabilidad.

 

Abstract

The paper characterizes the current crisis of the world economy. First, its immediate development is described, emphasizing the cyclical recession in United States, the bursting of the housing bubble, and the global financial crisis, that caused a deep recession. Then, the 2000–2001 crisis exit is analyzed as an immediate antecedent of the current crisis. The analysis of the structural tendencies of profitability and accumulation after the overaccumulation crisis of the 1970s allows to conclude that this is a crisis of the neoliberal restructuring, characterized by a return of the financial hegemony.

Key words: crisis, housing bubble, financial hegemony, structural tendencies of profitability and accumulation.

 

INTRODUCCIÓN

Este trabajo caracteriza la naturaleza de la crisis actual con fundamento en un análisis marxista. La hipótesis central es que, aunque no se trata de una crisis de sobreacumulación asociada al descenso tendencial de la tasa general de ganancia, es una crisis estructural que se debe analizar a partir de las tendencias de largo plazo de la rentabilidad y de la acumulación.

Así, una vez examinado el desarrollo inmediato de la crisis actual –y de la de 2000–2001 como su antecedente–, ésta se ubica temporalmente en el contexto de la dinámica estructural de la economía mundial a partir del análisis de la crisis de sobreacumulación de la década de 1970 y de la subsiguiente reestructuración neoliberal, que implicó un retorno de la hegemonía financiera, definida como el predominio relativo de las formas de valorización financiera y especulativa frente a las productivas. Aunque esta reestructuración ha sido parcialmente exitosa en la recuperación de la rentabilidad general, ha obstaculizado la dinámica de la acumulación de capital productivo. Por ello, el modelo neoliberal, además de su inestabilidad sistémica, ha sido incapaz de generar un crecimiento económico sostenido. En consecuencia, se postula que la crisis actual es una crisis de la modalidad de reestructuración neoliberal. Por último, a partir de la caracterización de ésta, se analizan las perspectivas de la economía mundial que dependen de los aspectos desarrollados en el texto, a saber, la capacidad de desvalorización de la misma para iniciar una nueva fase de acumulación acelerada y el agotamiento del modelo neoliberal de acumulación.

 

DESARROLLO INMEDIATO DE LA CRISIS ACTUAL

La crisis por la que atraviesa la economía mundial tuvo como detonantes inmediatos combinados, en primer lugar, la desaceleración de la dinámica de la actividad económica en Estados Unidos desde el tercer trimestre de 2006, y el consiguiente aumento de la tasa de desempleo a partir del primer trimestre de 2007 (Gráfica 1), que desembocaron en la recesión cíclica que se desplegó plenamente al finalizar 2007;1 adicionalmente, el fin de la burbuja hipotecaria que comenzó a desinflarse en 2006 y que estalló estrepitosamente en 2007.2 La desaceleración de la dinámica de la inversión productiva (Gráfica 2) y del Producto Interno Bruto (PIB) es atribuible al debilitamiento del flujo de beneficios de las empresas desde el segundo semestre de 2004 y durante 2005–2006 resultante del repunte de los costos laborales unitarios, por el debilitamiento de la dinámica de la productividad en relación con la de la remuneración (Gráfica 3), y de los costos en energía, por el aumento de los precios del petróleo;3 asimismo, al aumento de las tasas de interés, por el abandono por la Reserva Federal de la política monetaria acomodaticia que había adoptado desde 2001 (Gráfica 4).4 Las tendencias recesivas de la actividad económica fueron reforzadas por el efecto negativo sobre la demanda de consumo de los hogares del progresivo agotamiento de la burbuja hipotecaria a partir de 2006, inducida por el propio debilitamiento de la actividad económica y el empleo y por el aumento de las tasas de interés hipotecarias en ese año.

El estallido de la burbuja hipotecaria en 2007 se debió a un conjunto de factores que fueron minando acumulativamente las condiciones de su expansión. El incremento de las tasas de interés durante 2005, y particularmente de las tasas hipotecarias a partir del cuarto trimestre de ese año (Gráfica 4), indujo un aumento en los índices de retraso en los pagos de las hipotecas —particularmente, las de baja calidad y alto riesgo para estratos de bajo ingreso (subprime)—desde el final de 2005 y de las ejecuciones por impago en 2006,5 desacelerando la expansión del mercado hipotecario y de la demanda de viviendas y poniendo fin a la escalada de precios en 2006 (Gráfica 5). El estancamiento del precio de las viviendas en 2006 y su disminución en 2007 frenaron el refinanciamiento de hipotecas, particularmente de un amplio número de deudores de menores ingresos que comenzarían a pagar intereses en 2007, lo mismo que la dinámica de expansión del consumo de los hogares que dependía en gran medida de la revaluación de las viviendas. Ello, aunado a los efectos negativos de la desaceleración de la dinámica económica sobre el empleo durante ese año, incrementó aceleradamente el impago de hipotecas, lo que provocó, durante el verano de 2007, el inicio de la crisis general del sistema bancario y financiero estadounidense.

Aunque la desvalorización de las hipotecas afectó inicialmente a los bancos y compañías hipotecarias de Estados Unidos, sus efectos se propagaron rápidamente a los propietarios de instrumentos de titularización, obligaciones de deuda colateralizada y todo tipo de derivados financieros asociados directa o indirectamente al auge hipotecario, a las entidades constituidas especialmente para negociar estos instrumentos financieros y a las instituciones que las constituyeron, fundamentalmente los bancos de inversión, en la medida en que tuvieron que incorporar las pérdidas de las entidades especiales a sus hojas de balance.6 El estallido de la burbuja hipotecaria en Estados Unidos condujo a una crisis global del sistema bancario–financiero estadounidense y del mundo entero por el alto grado de interdependencia con que operan las instituciones y los mercados internacionales en la actualidad, resultante del sostenido avance de los procesos de desregulación financiera en los últimos 30 años.7

Las pérdidas y consecuente descapitalización de las instituciones financieras bancarias y no–bancarias –fondos de pensiones y de cobertura de riesgos– de todo el mundo, por el estallido de la burbuja hipotecaria de Estados Unidos, constituyen la causa inmediata de la crisis bancaria y financiera global. Además, la exposición general directa e indirecta —en muchos casos poco transparente— de las empresas financieras y no–financieras en los mercados de derivados, junto con la ampliación de las tendencias recesivas, generó un clima de desconfianza que se tradujo en una crisis global de liquidez que paralizó los mercados crediticios: primeramente, los interbancarios de corto plazo —como los de papel comercial—, que afectaron la operación cotidiana de los bancos; posteriormente, todo tipo de negociaciones crediticias. La progresiva restricción crediticia, tanto a la inversión como al consumo, provocó problemas de realización de la producción que reforzaron las tendencias recesivas cíclicas. Al final de 2007 se confirmó el inicio de la recesión en Estados Unidos y en el resto de los centros capitalistas (Japón y Unión Europea).

El derrumbe del precio de las acciones del sector bancario arrastró a la baja los mercados de valores en los centros del capitalismo mundial desde el último trimestre de 2007 (Gráfica 6). A pesar de la rápida disminución de las tasas de interés y de la inyección de liquidez por parte de los bancos centrales, la caída del precio de las acciones de las empresas no–bancarias también se precipitó, en la medida en que sus balances de ganancias fueron progresivamente afectados por las pérdidas de sus inversiones financieras, así como por la disminución de sus ventas ocasionada por la profundización de las tendencias recesivas generales. En el transcurso de 2008 se agudizó la crisis bancaria y financiera global, teniendo como punto culminante el derrumbe de los mercados de valores en octubre de 2008, que se prolongó hasta febrero de 2009. Ello contribuyó a reforzar la recesión en los centros capitalistas durante 2008, que devino en una crisis industrial por la restricción crediticia y la caída en la demanda solvente que enfrentaron las empresas productivas y comerciales. En el último trimestre de 2008, la recesión en los países centrales pasó al nivel de depresión al iniciarse contracciones absolutas de la actividad económica que resultaron, para el conjunto de 2008, en una fuerte contracción de la dinámica del PIB en Estados Unidos (0.4%) y la Unión Europea (1%) y una contracción absoluta en Japón (–0.7%) y, para 2009, una fuerte contracción absoluta en todos ellos: según las últimas proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), de –2.7%, –4.2% y –5.4%, respectivamente (Gráfica 7).8

El despliegue durante 2008 de la crisis bancaria y financiera global afectó directamente la dinámica real de todas las economías, en primer lugar, por la escasez general de crédito y por el desplome de los mercados de valores en todo el mundo. Asimismo, la contracción de la actividad económica en los países centrales, al disminuir su demanda de importaciones, detonó una fuerte contracción del comercio internacional durante el cuarto trimestre de 2008 y el primero de 2009 (Gráfica 8), que ha afectado especialmente a los países exportadores, particularmente los de petróleo. Por tanto, la crisis de los países centrales se extendió por las vías bancaria, financiera y comercial al conjunto de la economía mundial, aunque con efectos muy heterogéneos. Entre los nuevos polos dinámicos de las semiperiferias, Rusia ha sido la economía más afectada: la dinámica del PIB se desaceleró a 5.6% anual en 2008 y se estima una fuerte contracción de –7.5% en 2009. Brasil desaceleró su crecimiento a 5.1% en 2008 y tendrá una contracción leve de –0.7% en 2009. En contraste, India y China, aunque a menores ritmos, mantuvieron altas tasas de crecimiento en 2008 y lo mismo se espera para 2009: 7.3% y 5.4%; 9% y 8.5%, respectivamente. El resultado neto de estas dinámicas tan diferenciadas fue una desaceleración de la dinámica del PIB mundial en 2008 (3% anual) y una contracción absoluta en 2009 (estimada en –1.1%) (Gráfica 7). Así, la crisis bancaria y financiera global determinó que la recesión iniciada en los países centrales se generalizara, adquiriendo un carácter mundial. Por su extensión funcional, sectorial y espacial, la crisis actual es una crisis general capitalista. Involucra a todos los espacios económicos y mecanismos de valorización y operación de las distintas formas concretas de capital; de manera particular, a las corporaciones trasnacionales financieras, que combinan actividades productivas, comerciales, de crédito y especulativas.

Las políticas anticíclicas expansivas instrumentadas desde 2007 para rescatar al sistema bancario y financiero y, posteriormente, para fortalecer la demanda, han tenido efectos positivos inmediatos sobre el transcurso de la crisis. Los recursos inyectados para el rescate de corporaciones financieras en apuro parecen haber aliviado las tendencias negativas en los mercados de valores, que iniciaron una recuperación a partir de marzo de 2009 (Gráfica 6). Sin embargo, los índices de cotizaciones se ubicaron al final de noviembre de 2009 en niveles todavía muy por debajo de los máximos alcanzados en 2007: –22% (FTSE 100 de Londres), –26% (Dow Jones de Nueva York), –30% (DAX 30 de Alemania) y –48% (Nikkei de Tokio). Además, el comercio mundial de bienes volvió a crecer en el segundo trimestre de 2009 a una moderada tasa trimestral de 7.7% (Gráfica 8). Sin embargo, su volumen es inferior en –33% al nivel máximo alcanzado en el segundo trimestre de 2008 y las expectativas del FMI son de una contracción acumulada anual del comercio mundial de bienes y servicios de –22% en 2009. Finalmente, por primera vez en dos años, las proyecciones del FMI sobre la dinámica del PIB mundial se han revisado al alza: si apenas en julio de 2009 se proyectaba una contracción de –1.4% para este año y una moderada expansión de 2.5% para 2010, en octubre de 2009 las estimaciones son de –1.1% y 3.1%, respectivamente.9

Paradójicamente, el mejoramiento de las expectativas de crecimiento del PIB mundial no se debe tanto al efecto positivo de las políticas anticíclicas en los países centrales, sino a la relativa fortaleza que han mostrado algunas economías de la semiperiferia en el contexto de crisis mundial, particularmente China e India. Entre abril y octubre de 2009, las proyecciones del FMI sobre la dinámica del PIB de estos países para 2009 aumentaron, respectivamente, de 6.5% a 8.5% y de 4.5% a 5.4% y, para 2010, de 7.5% a 9% y de 5.6% a 6.4%. En el caso de Brasil, las proyecciones también mejoraron: de –1.3% a –0.7% para 2009 y de 2.2% a 3.5% para 2010.10 En contraste, para el total de economías avanzadas, las proyecciones del FMI para 2009 apenas pasaron de –3.8% a –3.4% y para 2010 de 0.1% a 1.3%. Las perspectivas de la dinámica económica mundial y, en particular, la posibilidad de que la incipiente recuperación experimentada a partir del verano de 2009 se consolide, van a depender de dos factores: en primer lugar, del fortalecimiento de la recuperación en los países centrales, determinada por la evolución del sistema bancario–financiero mundial —cuya estabilidad es necesaria para reactivar plenamente el crédito y la inversión—, así como por la recuperación de la dinámica del empleo y de la demanda de consumo —condición para la recuperación de la dinámica de producción; en segundo lugar, de la consolidación de las economías emergentes más grandes, particularmente el bloque llamado BRIC, como nuevos polos de dinamismo de la economía mundial, lo que estará determinado por la capacidad de consolidación de su actividad económica endógena. El primer factor es particularmente incierto en la medida en que persisten signos de inestabilidad en el sistema financiero mundial, donde siguen aumentando las tasas de desempleo, con su consiguiente efecto negativo sobre la demanda de consumo, y en que la continuidad de las políticas expansivas está en entredicho por los altos déficit fiscales que han generado.

 

LA CRISIS DE 2000–2001 Y SU SALIDA COMO ANTECEDENTES DE LA CRISIS ACTUAL

La recesión de la economía de Estados Unidos, que se desarrolló del segundo semestre de 2000 al último trimestre de 2001, no sólo puso fin al prolongado y vigoroso auge iniciado a principios de 1996 —el "boom de Clinton"—, sino a la tendencia expansiva que, con un par de interrupciones cíclicas, se desplegó desde el segundo trimestre de 1991 (Gráfica 1).11 Esta recesión está asociada, por un lado, al debilitamiento del flujo de beneficios de las empresas a partir de 1998 resultante de la tendencia creciente de los costos laborales unitarios —por una dinámica creciente de las remuneraciones que contrarrestó la de la productividad (Gráfica 3)—; por otro, al fin en 1999 y 2000 del explosivo auge de los mercados de valores de la segunda mitad de la década de 1990, particularmente de la bolsa de Nueva York (Gráfica 6) —impulsado por la burbuja de las empresas tecnológicas asociadas a la llamada "nueva economía" dot com—, que desaceleró la dinámica del consumo privado y, sobre todo, de la inversión productiva que se había sustentado en crecientes niveles de endeudamiento respaldados por la sobrevaluación de los activos financieros de los hogares y las empresas.12 La contracción del mercado de valores durante 2001 y 2002 reforzó la caída de la inversión productiva privada, que entre 2001 y 2003 se desplomó, poniendo fin al auge que había experimentado durante la década de 1990 y que fue el sustento de la dinámica ascendente de la productividad del trabajo a partir de 1996 (Gráfica 2).

La estrategia anticíclica de la entrante administración de Bush hijo se centró en una drástica disminución de las tasas de interés (Gráfica 4) entre 2001 y 2003 y en una expansiva política fiscal que provocó un acelerado incremento del déficit público. Estas medidas coadyuvaron a que la recesión fuera corta y poco profunda. Sin embargo, la reactivación de la actividad económica a partir del primer trimestre de 2002 no se sustentó en la recuperación de la inversión productiva, sino de la inversión residencial impulsada por la burbuja hipotecaria cuya dilatación, que se venía desarrollando desde 1997–1998, se reforzó con la reducción de las tasas de interés hipotecarias desde el segundo semestre de 2003 hasta 2005.

El desarrollo de la burbuja hipotecaria se basó en la desregulación general de los mercados financieros iniciada en la década de 1980,13 que tuvo como uno de sus efectos la creciente titularización de las hipotecas.14 La venta de las hipotecas de sus emisores a los bancos de inversión generó liquidez para seguir expandiendo la oferta crediticia, mientras que el traslado de los riesgos de incumplimiento a los bancos de inversión y a los inversionistas que adquirieron los instrumentos de titularización, generados por estos últimos, propició el desarrollo de prácticas crediticias "innovadoras" que, orientadas a expandir el volumen de los créditos y de las cuotas y comisiones de apertura, redujeron los requisitos de solvencia de los deudores.15 Estas prácticas impulsaron una explosiva expansión del mercado de hipotecas —especialmente subprime—, de la demanda y construcción de viviendas y del precio de las mismas a partir de 1997, que fue reforzada durante 2001–2004 por las bajas tasas de interés y por la conjunción de la relativa recuperación del poder de compra de las remuneraciones, a partir del segundo semestre de 2001, y el aumento en el empleo desde el final de 2003. La escalada del precio de las viviendas, al posibilitar el refinanciamiento revolvente de las hipotecas antes del ajuste de las tasas de interés iniciales, retroalimentó el auge especulativo hipotecario que culminó en 2005–2006. Asimismo, reforzó la expansión del crédito al consumo, no sólo por el efecto riqueza asociado al aumento del valor de los activos hipotecarios, sino por el acceso a crédito respaldado por los propios activos hipotecarios.16

De esta manera, la expansión de la burbuja hipotecaria, por sus efectos positivos sobre el consumo y sobre la inversión en construcción residencial (Gráfica 2), fue el principal elemento dinamizador de la corta y poco vigorosa recuperación que finalizó con la actual crisis.17 La naturaleza de la crisis de 2000–2001, asociada al fin de la burbuja especulativa de las empresas tecnológicas, lo mismo que las características cualitativas y cuantitativas de la subsecuente recuperación, pusieron en evidencia los límites de la modalidad neoliberal de reestructuración que dio sustento a la expansión de la década de 1990 y, por ello, determinaron la profundidad y extensión de la crisis actual.

 

LA CRISIS ACTUAL EN EL CONTEXTO DE LA ONDA LARGA DE LENTO CRECIMIENTO INICIADA EN LA DÉCADA DE 1970

En los primeros años de la década de 1970 se inició una onda larga de lento crecimiento de la economía mundial capitalista, como queda evidenciado en la reducción de las tasa de crecimiento promedio anual del PIB mundial del 5% durante 1951–1973 al 3% en 1974–2008 (Gráfica 9). La nueva dinámica estructural de crecimiento de la economía mundial es resultado de la crisis de rentabilidad de la década de 1970 como consecuencia de la manifestación de la tendencia descendente de la tasa general de ganancia al final de la década de 1960 y durante la década de 1970. Se trató de una crisis de sobreacumulación en el sentido clásico, puesto que la tasa general de ganancia descendió como consecuencia del cambio técnico sesgado hacia el capital, lo que se comprueba por el descenso de la productividad del capital18 en la economía mundial.19 Además, fue una crisis estructural porque resultó de la erosión de las bases técnicas, sociales, de regulación estatal e institucionales de valorización del capital.20 Por ende, la crisis conllevó una fuerte presión a la desvalorización del capital, como consecuencia de la sobreacumulación de capital, y una necesidad de transformar las bases estructurales de valorización, como consecuencia de su carácter estructural.

La consecuente reestructuración de la economía mundial, iniciada en la misma década de 1970, ha sido comandada por las grandes corporaciones y por sus países sede y, especialmente, ha sido encabezada y delineada en sus aspectos fundamentales por Estados Unidos, en razón de su hegemonía en la economía mundial, resultado de su peso específico, como nación, en el mercado mundial —expresado en el dólar como moneda mundial— que, a su vez, se sustenta en la fortaleza relativa de las corporaciones estadounidenses.21 El doble propósito de la reestructuración ha consistido, por un lado, en contrarrestar la caída de la tasa general de ganancia a partir de la búsqueda de fuentes alternativas de ganancia en las formas no productivas de valorización y en nuevos espacios de valorización; y, por otro lado, en recuperar la rentabilidad mediante un incremento en la explotación del trabajo y una transformación de las bases técnicas de producción.

Como consecuencia, la reestructuración de las últimas décadas ha tenido una naturaleza multidimensional. Por un lado, los mecanismos para contrarrestar la caída en la tasa general de ganancia la han dotado de una dimensión neoliberal —que se refleja en la desregulación de los mercados de bienes y servicios y de capitales, especialmente los mercados de capital financiero–especulativo, y en la privatización de sectores productivos que se habían mantenido en manos del Estado por su carácter estratégico, como mecanismos de impulso a las formas de valorización no productivas y de nuevos espacios económicos de valorización— y de una dimensión globalizadora —que se refleja en la destrucción de formas no–capitalistas de producción y en la eliminación de barreras a los flujos internacionales de capital como mecanismos de creación de nuevos espacios geográficos de valorización. Por otro lado, la lucha del capital para recuperar la tasa de ganancia y sus condiciones de valorización ha dotado a la reestructuración de una dimensión antilaboral, que se refleja en la intensificación, flexibilización y ampliación geográfica y sectorial de la explotación del trabajo asalariado.22

Esta transformación estructural de la economía mundial y, en específico, de la de Estados Unidos se debe entender en el contexto de la lucha de clases entre capital y trabajo, y entre las distintas fracciones del capital, así como del papel determinante del Estado en la conformación de las políticas económicas. Por un lado, las políticas antilaborales implementadas por los Estados —desregulación de los mercados laborales, fijación de topes salariales y desmantelamiento de los sistemas de seguridad social— y expresadas en las relaciones laborales capitalistas —negociación de las condiciones laborales, salariales y prestaciones— se han dado en un contexto de disminución de poder de la clase trabajadora frente a la clase capitalista. Por otro lado, el neoliberalismo se debe entender como una restauración del poder del capital como propiedad —capital a interés y capital accionario— frente al capital actuante —capital industrial y comercial, así como de la gestión asalariada de las corporaciones—, sustentado en las políticas públicas de desregulación y flexibilización de los mercados.23

El mecanismo de reestructuración neoliberal más significativo —al menos, por su manifestación en la crisis actual— y acorde con el nuevo papel del capital como propiedad, ha sido la denominada financiarización de la economía,24 resultado de la activación de los espacios de ganancia no–productiva ante el descenso de la rentabilidad en los espacios de valorización productivos. La reestructuración, en su dimensión desreguladora general, hizo posible la expansión cualitativa, cuantitativa y espacial de las formas, mecanismos y espacios de valorización financiera–especulativa; y, en su dimensión antilaboral, abrió nuevas esferas de valorización no–productiva, como el desarrollo del crédito a los consumidores para el financiamiento de aspectos de la reproducción de la fuerza de trabajo que fueron privatizados (educación, salud, pensiones).25 Por tanto, la progresiva hegemonía financiera en las últimas décadas ha sido resultado tanto de la propia crisis estructural como de los procesos de reestructuración desatados por la misma.

Los Estados desempeñaron un papel fundamental en la restauración del poder del capital como propiedad mediante la articulación de las políticas económicas. Por un lado, la política fiscal neoliberal ha reducido la presión fiscal sobre las empresas (Gráfica 10) y sobre los ingresos más altos, que ha implicado, entre otros aspectos, una recuperación de la tasa de ganancia, después de impuestos, mayor que la recuperación de la tasa general de ganancia.26 Por otro lado, la política monetaria neoliberal quedó determinada por el incremento en las tasas de interés nominales y reales para frenar la escalada de precios en 1979, cuyo objetivo era proteger los intereses del capital como propiedad en detrimento de las condiciones de financiamiento de la inversión productiva de las empresas (Gráfica 4). Esto se refleja en un incremento de la carga de los intereses en relación con las ganancias obtenidas para las empresas (Gráfica 10).

El creciente poder de los propietarios del capital accionario también se comprueba, en primer lugar, con el incremento de los dividendos pagados por las empresas a partir de la década de 1990 en Estados Unidos, lo que favoreció los ingresos de los accionistas y redujo la capacidad de financiamiento interno de las empresas (Gráfica 10); en segundo lugar, la creciente bursatilización de la economía se manifiesta en el frenético crecimiento de los índices de cotizaciones mundiales a partir de la década de 1980 y más aceleradamente a partir de la segunda mitad de la de 1990 (Gráfica 6).27

La reestructuración neoliberal de la economía mundial, liderada por Estados Unidos, en línea con los procesos de reestructuración capitalista tras las crisis de rentabilidad, ha tenido también como objetivo promover la recuperación de la tasa general de ganancia; aunque el descenso de esta última –que condujo a la crisis de rentabilidad– se produjo por un cambio técnico sesgado, el mecanismo inmediato puesto en juego desde la década de 1970 para su recuperación fue un ataque a los ingresos de la clase trabajadora, con fases de disminución y estancamiento del salario real. En Estados Unidos, el salario de los trabajadores de la producción, los cuales representan alrededor del 80% del total, se contrajo más de 16% desde 1973 hasta 1995 y, en la actualidad, apenas se ha recuperado la mitad de esta pérdida de poder adquisitivo. Por otro lado, el salario del total de los trabajadores, tras estancarse hasta finales de la década de 1970, ha crecido posteriormente a tasas moderadas. La combinación de ambas dinámicas salariales implica un cambio en la distribución del ingreso salarial en Estados Unidos a favor de las capas asalariadas más privilegiadas, cercanas a la gestión empresarial.28 A pesar del incremento de la remuneración salarial de estas capas privilegiadas, que puede ser asumida en muchos casos como ingreso capitalista, se ha producido una recuperación paulatina de la participación de las ganancias en el ingreso durante la globalización neoliberal, que se ha acentuado en los últimos años (Gráfica 11).

La recuperación de la tasa general de ganancia también se ha alimentado por su componente tecnológico. La productividad del capital en Estados Unidos tuvo una notable recuperación en las décadas de 1980 y 1990, lo que se puede relacionar con el fuerte incremento durante este periodo en la inversión en tecnologías de la información y de la comunicación.29 Sin embargo, la dinámica positiva del cambio técnico se truncó a partir de la crisis de 2000–2001, cuando las tasas de crecimiento de la inversión en equipo se colapsaron debido al fin del impulso de la inversión en nuevas tecnologías (Gráficas 2 y 11).

La reestructuración capitalista asociada a la globalización neoliberal de las últimas décadas ha tenido resultados y efectos contradictorios en Estados Unidos y en la economía mundial. Por un lado, ha consolidado una nueva hegemonía del capital como propiedad, que ha conllevado, en primer lugar, una recuperación de los ingresos de los estratos sociales más ricos en Estados Unidos, tras su declive durante el compromiso keynesiano de posguerra.30 Adicionalmente, también ha sido exitosa en la ampliación sectorial y espacial de la hegemonía del capital y en el debilitamiento de las opciones económicas no–capitalistas. Por último, la reestructuración neoliberal ha conllevado una recuperación de la rentabilidad del capital a escala mundial, aunque con diferentes grados.31 No obstante, se puede afirmar que la tasa general de ganancia no ha retomado los niveles promedio de posguerra y que dicha recuperación ha estado basada fuertemente en el componente distributivo, especialmente a partir de la crisis de 2000–2001, como en el caso de Estados Unidos (Gráfica 11).

El carácter parcial de la recuperación de la tasa de ganancia es la principal explicación de la debilidad general del proceso de acumulación de capital durante las últimas décadas en la economía mundial, aunque no es la única. En general, por su sesgo financiero–especulativo y antilaboral, la reestructuración neoliberal ha obstaculizado el relanzamiento de la dinámica de la acumulación productiva. En primer lugar, porque la alta rentabilidad de la inversión no–productiva, al competir con la productiva, la ha inhibido relativamente. En segundo lugar, porque la precarización generalizada del trabajo en el plano mundial, a partir de su desregulación e intensificación y por la desvalorización de la fuerza de trabajo, ha restringido la difusión general de la innovación tecnológica de los procesos productivos, fundamento de la dinámica de la productividad del trabajo y del mecanismo de fortalecimiento de la rentabilidad mediabte el plusvalor relativo. Por un lado, porque la posibilidad de reducción de los costos laborales unitarios, resultante de tal precarización, ha generado un sesgo en numerosos eslabones de las cadenas productivas de muchas industrias hacia técnicas productivas intensivas en trabajo vivo.32 Por otro lado, porque el menor dinamismo relativo de los mercados de bienes–salario, por la contracción del poder de compra global de los trabajadores, frente a los de bienes de lujo para los estratos de mayor ingreso ha generado un sesgo relativo de la innovación hacia las tecnologías de producto para crear nuevos productos y/o diferenciar continuamente los existentes.33 Adicionalmente, el deterioro de la mediación entre rentabilidad y acumulación se ha intensificado por el abandono de la rectoría del Estado en el impulso de la inversión productiva.

Los bajos niveles de la tasa general de ganancia y la inhibición neoliberal de la inversión productiva han generado una situación estructural que ha impedido un crecimiento económico dinámico y sostenido. Por este motivo, y por la posibilidad abierta por la desregulación de los mercados de capital, el impulso al crecimiento se ha dado por una expansión del consumo basada en el crédito y se ha caracterizado por una sobreexpansión de los sectores dinámicos más rentables, como el sector de las nuevas tecnologías o el mercado hipotecario, conformándose burbujas especulativas recurrentes. Esta situación, aunada a la volatilidad sistémica propia de las formas de inversión no–productiva, ha provocado una fuerte inestabilidad macroeconómica a lo largo de la onda larga de lento crecimiento, plasmado en episodios críticos como el crack bursátil de 1987, el efecto tequila en México, las crisis en el sudeste asiático, en Rusia y Argentina, la crisis de 2000–2001 y el estallido de la burbuja tecnológica o la crisis actual.34

El carácter contradictorio de la reestructuración neoliberal ha hecho que ésta mostrara signos de agotamiento desde la crisis de 2000–2001, que puso fin al auge de la década de 1990 basado en la inversión en nuevas tecnologías, aunque la manifestación más profunda corresponde a la crisis actual. La débil recuperación posterior estuvo basada en un fuerte descenso de las tasas de interés reales (Gráfica 4), que erosionaba un importante pilar de la era neoliberal, pero su carácter efímero es explicado por la ausencia de bases estructurales adecuadas de valorización del capital. La crisis actual ha puesto en entredicho otro pilar fundamental de la era neoliberal, la hegemonía financiera, y ha abierto un intenso debate sobre la necesidad de volver a regular y reprimir a las finanzas. Finalmente, el agotamiento de la reestructuración neoliberal en Estados Unidos ha implicado un debilitamiento relativo de la hegemonía global de ese país, característica de la globalización neoliberal, por el surgimiento de nuevos polos dinámicos de acumulación en las semiperiferias del mercado mundial, particularmente China, India, Brasil y Rusia.35 Aunque no implica necesariamente el fin del neoliberalismo, la crisis actual ha puesto en entredicho los pilares de la globalización neoliberal.

 

NATURALEZA DE LA CRISIS ACTUAL Y PERSPECTIVAS GENERALES

El análisis conjunto del desarrollo inmediato de la crisis, de la de 2000–2001 como su antecedente inmediato y, especialmente, de su inserción en el contexto de la onda larga de lento crecimiento económico mundial iniciada en la década de 1970, nos conduce a concluir, en primer lugar, que la crisis actual no puede ser concebida como una crisis de la esfera financiera desligada de las tendencias estructurales de la rentabilidad y acumulación capitalistas. En segundo lugar, que la crisis actual es, fundamentalmente, una crisis estructural de la modalidad neoliberal de reestructuración; en particular, de su incapacidad para reconstituir plenamente las condiciones de valorización de largo plazo —técnicas, sociales e institucionales— del capital industrial. Esta incapacidad se fundamenta en los niveles relativamente bajos de la tasa general de ganancia en comparación con los prevalecientes durante la onda larga expansiva de la posguerra bajo la modalidad fordista–taylorista–keynesiana de acumulación. Su recuperación parcial, basada fundamentalmente en el incremento en la explotación del trabajo, no se sostuvo al truncarse la dinámica positiva del cambio técnico asociado a las nuevas tecnologías como consecuencia de la debilidad del proceso de acumulación productiva.

Dicha debilidad se cimienta en los obstáculos a una reactivación plena de la acumulación en un sentido cuantitativo —lento crecimiento de la inversión productiva—, pero también cualitativo —renovación tecnológica general y operación plena del mecanismo de plusvalor relativo—, como consecuencia de su sesgo financiero y antilaboral. La imposibilidad de generar un crecimiento económico sostenido basado en la acumulación productiva del capital, como consecuencia de los dos puntos anteriores, ha propiciado una política económica promotora y permisiva de la formación recurrente de burbujas especulativas y la consiguiente sobrevaloración del capital, cuyo estallido ha espoleado la inestabilidad sistémica característica de las formas financieras de valorización.

La caracterización de la crisis aquí expuesta coincide en sus aspectos esenciales con otras interpretaciones de la crisis actual vertidas desde el paradigma marxista. En términos generales, las interpretaciones marxistas de la crisis actual parten de un marco teórico en el que las crisis se conciben como procesos recurrentes e inherentes a las economías capitalistas, a diferencia de las interpretaciones ortodoxas, que las asocian con errores en la instrumentación y aplicación de las políticas económicas, específicamente, con la excesiva desregulación de los mercados financieros como causa de la crisis actual. No obstante, nuestra interpretación difiere en algunos aspectos con otras interpretaciones en la línea marxista. En primer lugar, consideramos que no se trata de una crisis de sobreacumulación en el sentido clásico, asociada a la caída tendencial de la tasa general de ganancia, tal y como postulan Kliman y Carchedi.36 Por el contrario, la crisis actual se ubica en términos temporales en un periodo de recuperación parcial de la tasa de ganancia como resultado de los procesos neoliberales de reestructuración de la economía mundial que han liderado Estados Unidos y las compañías trasnacionales. Sin embargo, aunque la crisis no se asocia directamente a una caída de la tasa de ganancia, tampoco se puede desvincular totalmente de las condiciones de valorización del capital productivo, tal y como lo hacen los partidarios de la tesis "dura" de la financiarización, como Duménil y Lévy, Lapavitsas y Moseley.37 Estos autores consideran que la tasa general de ganancia en Estados Unidos y Europa se ha recuperado de su caída del periodo de posguerra y que, consecuentemente, la ausencia de una acumulación dinámica y la gran inestabilidad macroeconómica se deben esencialmente a la hegemonía de las finanzas. En este trabajo, en cambio, se destaca la incapacidad del neoliberalismo de recuperar las condiciones de valorización de largo plazo del capital, tras la crisis de rentabilidad de la década de 1970. Finalmente, nuestra interpretación de la crisis no contempla a los problemas de realización y subconsumo, relacionados mayoritariamente con el declive y estancamiento de los salarios reales, como una causa de la crisis actual, tal y como hacen Brenner, y Foster y Magdoff.38

La perspectiva de salida de la crisis actual es compleja, no sólo por la debilidad de la recuperación reciente de los centros de la economía mundial, sino, fundamentalmente, por la ausencia de condiciones estructurales propicias para un nuevo proceso acelerado de acumulación capitalista. En este sentido, las perspectivas de una evolución positiva de la actual crisis capitalista dependen de: i) su capacidad de desvalorización de capital, condición necesaria para la recuperación de la tasa general de ganancia; ii) la liquidación de la hegemonía financiera–especulativa, condición cuantitativa para que la recuperación de la tasa general de ganancia se traduzca en el inicio de una nueva onda larga de acumulación productiva acelerada; y iii) la recuperación de largo plazo de las condiciones de trabajo y del poder de compra de los trabajadores, condición cualitativa para que la acumulación se oriente a una renovación general de las bases tecnológicas de los procesos de producción. Por tanto, dependen de la liquidación definitiva de la modalidad neoliberal de gestión estatal de la acumulación, en la cual la lucha de clases —especialmente entre capital y trabajo— debe desempeñar un papel fundamental.

 

NOTAS

1 Hasta diciembre de 2008 se reconoció oficialmente que la economía estadounidense había entrado en recesión en diciembre de 2007; al respecto, véase National Bureau of Economic Research (NBER), Business Cycle Expansions and Contractions, Estados Unidos, Business Cycle Dating Committee, diciembre, 2008.         [ Links ]

2 Abelardo Mariña, "Recesión mundial y crisis general capitalista: desarrollo, naturaleza y perspectivas", en Solís, Ortega, Mariña y Torres (coords.), Recesión capitalista, privatizaciones y movimientos sociales, México, UAM–Iztapalapa, 2009, pp. 19–37.         [ Links ]

3 Board of Governors of the Federal Reserve System, 91st Annual Report 2004, Washington, DC, abril, 2005, pp. 46–47 y 22–24.         [ Links ]

4 La Reserva Federal argumentó que el objetivo del aumento paulatino y sostenido de la tasa de fondos federales desde el final de 2004 y durante 2005–2006 era enfrentar las presiones inflacionarias derivadas de los altos costos energéticos y, potencialmente, del creciente grado de utilización de los recursos productivos en el marco de una evaluación sobre la solidez de la dinámica económica y el empleo. Board of Governors of the Federal Reserve System, 91st Annual Report 2004, pp. 4–7;         [ Links ] 92nd Annual Report 2005, junio, 2006, pp. 3–7; 93rd Annual Report 2006, junio, 2007, pp. 5–6; Washington, DC.

5 Jan Kregel, "Las transformaciones recientes del sistema financiero estadounidense y la crisis de las hipotecas de alto riesgo subprime", Ekonomiaz. Revista Vasca de Economía, núm. 66, tercer cuatrimestre, Gobierno Vasco, 2007, pp. 126–143.         [ Links ]

6 El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha estimado las pérdidas asociadas a la crisis financiera durante el periodo 2007–2010 en 2.8 billones de dólares, de los cuales 1.3 billones son pérdidas realizadas hasta la primera mitad de 2009 y el resto son pérdidas estimadas hasta el final de 2010. Del total de pérdidas, dos terceras partes corresponden a préstamos y el resto a títulos; únicamente alrededor de una cuarta parte se relaciona con préstamos o títulos del mercado hipotecario residencial, mientras que las otras tres cuartas partes corresponden a deuda de consumo, comercial, de las corporaciones, gobiernos y del resto del mundo. La tasa de pérdidas financieras es de 8.2% para Estados Unidos, 7.2% para el Reino Unido, 3.6% para la zona euro y 5.0% para la economía global; véase FMI, Global Financial Stability Report. Navigating the Financial Challenges Ahead, Washington, DC, World Economic and Financial Surveys, octubre, 2009.         [ Links ]

7 Abelardo Mariña, "Recesión mundial y crisis...", op. cit.

8 FMI, World Economic Outlook Database, octubre, 2009.

9Desde finales de 2007, a lo largo de 2008 y hasta julio de 2009, las expectativas del FMI se habían deteriorando persistentemente. Mientras en octubre de 2007 esperaba que la tasa de crecimiento del PIB mundial en 2008 sería de 4.8%, las tasas para ese año disminuyeron a 3.7% en abril y a 2.7% en noviembre (el dato a octubre de 2009 es de 3%). En abril de 2008 las expectativas de crecimiento para 2009 eran de 2.6%; en octubre habían disminuido a 1.9%, en abril de 2009 a –1.3% y en julio de 2009 a –1.4%.

10 El PIB conjunto de estos países, junto con Rusia (los llamados BRIC), representó en 2008 22.7% del PIB mundial. En un trabajo de Abelardo Mariña se señalaba que la profundidad y duración de la crisis actual dependería en fuerte medida de la capacidad de acumulación y crecimiento endógeno de estos países. "Límites y perspectivas de la globalización neoliberal. Una visión general", Trayectorias, vol. X, núm. 27, Monterrey, julio–diciembre, 2008, p. 16.         [ Links ]

11 A partir de 1991 la dinámica de la actividad económica experimentó dos cortos periodos de contracción relativa: durante los tres primeros trimestres de 1993, con una tasa de desempleo que siguió disminuyendo, y en 1995, cuando la tasa de desempleo se incrementó ligeramente, aunque rápidamente retomó su tendencia a la baja. Por ello, estas dos contracciones no fueron consideradas oficialmente como recesiones por el NBER, que califica como auge al largo periodo que inició en el segundo trimestre de 1991 y concluyó en el primero de 2001.

12 Abelardo Mariña, "La recesión en Estados Unidos: primera crisis del neoliberalismo global", LUX, núms. 515–516, México, Sindicato Mexicano de Electricistas, enero–febrero, 2002, pp. 59–63;         [ Links ] "Recesión mundial capitalista: naturaleza y alcances", en Solís, Ortega, Mariña y Torres (coords.), Globalización neoliberal, reforma del Estado y movimientos sociales, México, Itaca, 2003, pp. 17–29.         [ Links ] Fred Moseley, "¿Se encamina la economía de Estados Unidos a otra depresión?", en Solís, Ortega, Mariña y Torres (coords.), Imperialismo, crisis de las instituciones y resistencia social, México, Itaca, 2004, pp. 23–39.         [ Links ]

13 El proceso de desregulación del sistema bancario y financiero de Estados Unidos culminó con la Ley de Modernización Financiera de 1999, el cual abrogó la Ley Glass–Steagall de 1933, misma que, a partir de la experiencia del crack de 1929 y de la Gran Depresión de la década de 1930, había separado estrictamente, entre otras regulaciones, las actividades de los bancos comerciales y de inversión para inhibir las actividades especulativas.

14 La titularización consiste en su venta por los emisores del crédito —bancos comerciales y compañías hipotecarias— a bancos de inversión que, a su vez, se descargan de ellas por conducto de entidades constituidas para este propósito especial —conductos o SPV, por sus siglas en inglés— que emiten títulos —respaldados por los activos hipotecarios (MBS) y, en general, por todo tipo de activos crediticios (ABS)– que son vendidos a distintos tipos de inversionistas: fondos mutuos y de pensiones, fondos de cobertura de riesgos (hedge funds) e inversionistas extranjeros bancos y fondos de pensiones. Abelardo Mariña, "Recesión mundial y crisis...", op. cit.

15 Estas prácticas incluyeron, entre otras, eliminación de comprobación de ingresos y activos, disminución de pagos iniciales y bajas tasas iniciales "gancho" ("teaser" rates) que se ajustarían al alza después de 2–3 años. Fred Moseley, "The US Home Mortgage Crisis: How Bad will it be? Causes and Solutions", ponencia, Cuarto Coloquio Internacional de SEPLA, Buenos Aires, 22–24 de octubre, 2008.

16 Fred Moseley, "The US Home...", op. cit.; Abelardo Mariña, "Recesión mundial...", op. cit.

17 Fred Moseley, "The US Home...", op. cit.

18 Se entiende aquí la "productividad del capital" como una medida de la tecnología de producción de la relación social capitalista. Se define como el valor nuevo entre el valor del capital adelantado en el proceso productivo, ambos medidos en unidades monetarias (o tiempo de trabajo abstracto socialmente necesario); puede considerarse, por tanto, como el recíproco de la composición orgánica del capital. Esta noción de productividad es totalmente ajena a la productividad del capital ortodoxa por dos motivos. En primer lugar, es una productividad social y no física; el capital no se corresponde con los medios de producción físicos sino con la relación capitalista de trabajo, medida por el capital avanzado en la producción. En segundo lugar, es una productividad total y no parcial, dado que atribuye el total del producto, y no una parte de éste, a dicha relación social.

19 El descenso de la tasa general de ganancia en Estados Unidos y su correspondencia con el descenso de la productividad del capital se observa en la Gráfica 11. Sergio Cámara, caracteriza la dinámica global de la economía mundial, representada por Estados Unidos, España y México, e identifica una pauta mundial de descenso tendencial de la tasa de ganancia causada por el cambio técnico sesgado hacia el capital que desemboca en la crisis de la década de 1970. "La dinámica global capitalista. Un análisis de largo plazo en México, España y Estados Unidos", Trayectorias, vol. X, núm. 27, Monterrey, julio–diciembre, 2008, pp. 55–62. En numerosos análisis empíricos de la tasa general de ganancia en diversos países, se ha mostrado la misma dinámica de la rentabilidad; al respecto, véanse los trabajos (para el Reino Unido) de Alan Freeman, "National Accounts in Value Terms: The Social Wage and The Profit Rate in Britain, 1950–1986", en Paul Dunne (ed.), Quantitative Marxism, Cambridge, Reino Unido, Polity Press, 1991, pp. 84–106;         [ Links ] para Japón, Reino Unido, Alemania y Francia, véase a Minqi Li, Feng Xiao y Andong Zhu, "Long Waves, Institutional Changes, and Historical Trends: A Study of the Long–Term Movement of the Profit Rate in the Capitalist World–Economy", Journal of World–Systems Research, vol. XIII, núm. 1, 2007, pp. 33–54;         [ Links ] para Grecia, véase a Thanasis Maniatis, "Marxian Macroeconomic Categories in the Greek Economy", Review of Radical Political Economics, vol. 37, núm. 4, 2005, pp. 494–516;         [ Links ] y para Brasil, Adalmir Marquetti, Eduardo Maldonado Filho y Vladimir Lautert, "The Profit Rate in Brazil, 1953–2003", mimeo, septiembre 2008;         [ Links ] entre otros.

20 Víctor Flores y Abelardo Mariña, Crítica de la globalidad. Dominación y liberación en nuestro tiempo, México, FCE, 2004, cap. 4.

21 Desde el fin del patrón dólar–oro y del sistema de paridades fijas de Bretton–Woods, así como desde la crisis petrolera de 1973, Estados Unidos tomó las riendas de la reestructuración por conducto del FMI y del Banco Mundial. Abelardo Mariña, "Crisis estructural capitalista y globalización neoliberal: una perspectiva desde México", en Soto, Aboites y Ortiz (coords.), Estado versus mercado: ¿Ruptura o nueva forma de regulación?, México, UAM–Xochimilco/Porrúa, 2003, pp. 139–140.         [ Links ]

22 La globalización neoliberal ha atravesado por tres etapas: reactivación y expansión del comercio internacional a partir de la segunda mitad de la década de 1980; expansión de los flujos internacionales de inversión financiera, incluida la directa, desde la década de 1990; y sobreexpansión de los mercados especulativos, particularmente de los derivados OTC (over the counter), en la década de 2000. Abelardo Mariña, "Límites y perspectivas...", op. cit.

23 Esta interpretación del neoliberalismo está en línea con la interpretación de Gérard Duménil y Dominique Lévy, quienes lo definen como "una configuración de poder específica dentro del capitalismo, en la que se restaura el poder y el ingreso de las fracciones superiores de las clases dominantes después de un periodo de declive. Se puede describir como una nueva hegemonía financiera". En concreto, se trata de un incremento en el poder de la propiedad financiera de las empresas, donde el préstamo y la propiedad accionaria se convierten en herramientas complementarias de poder en manos de las finanzas, la fracción superior de la clase capitalista y sus instituciones de poder. "Neoliberal Dynamics, Imperial Dynamics", EconomiX, París, PSE, 2003, pp. 2–4.         [ Links ]

24 El término "financiarización" y sus alcances está bajo fuerte discusión. Para dos visiones contrapuestas, véanse Costas Lapavitsas, "Financialised Capitalism: Crisis and Financial Expropriation", Historical Materialism, vol. 17, núm. 2, 2009, pp. 114–148;         [ Links ] y Rolando Astarita, El capitalismo roto. Anatomía de la crisis económica, Madrid, La linterna sorda, 2009, cap. 4.         [ Links ]

25 Paulo L. Dos Santos, "On the Content of Banking in Contemporary Capitalism", Historical Materialism, vol. 17, núm. 2, 2009, pp. 180–213.         [ Links ]

26 Sergio Cámara, "Reestructuración y crisis neoliberal. Una perspectiva desde Estados Unidos", ponencia presentada en el Quinto Coloquio Internacional de SEPLA, Sao Paulo, Brasil, 11–12 de junio, 2009, p. 15.         [ Links ]

27 La insostenibilidad de este crecimiento se puso de manifiesto en la crisis de 2000–2001, cuando las bolsas pierden prácticamente la mitad de su valor, y en la crisis actual, que pone en entredicho la recuperación de los cinco años anteriores de las cotizaciones.

28 Sergio Cámara, "Reestructuración y crisis...", op. cit., pp. 10–12. Los ingresos de los altos directivos de las empresas, incluyendo bonos y opciones sobre acciones, han estado bajo fuerte escrutinio durante la crisis actual, especialmente los del sector financiero. Su contabilización como salarios es discutible desde la perspectiva de clase de la teoría laboral del valor, pero son contabilizados como remuneración de los asalariados por los sistemas de cuentas nacionales.

29 Sergio Cámara, "Reestructuración y crisis...", op. cit., pp. 13–14; Gérard Duménil y Dominique Lévy, Crisis y salida de la crisis. Orden y desorden neoliberales, México, FCE, 2007, pp. 219–220. La inversión en tecnologías de la información y de la comunicación pasó de representar una cuarta parte de la inversión en equipo a finales de la década de 1970 a más de 50% en 2000. A su vez, la tasa de crecimiento de la inversión en tecnologías de la información y de la comunicación fue, durante estas dos décadas, siete veces superior a la tasa de crecimiento de la inversión en el resto de bienes de equipo, cuando apenas fue de tres veces superior en las dos décadas anteriores.

30 Gérard Duménil y Dominique Lévy, "Neoliberal Income Trends. Wealth, Class and Ownership in the USA", New Left Review, vol. 30, 2004, pp. 105–133.         [ Links ]

31 Sergio Cámara, "La dinámica global capitalista...", op. cit., pp. 55–57.

32 Este sesgo es la base del desarrollo y consolidación de la industria maquiladora mundial. Naomi Klein, NO LOGO. El poder de las marcas, Barcelona, Paidós, 1999 (2001), caps. 9–11.         [ Links ]

33 La producción en masa para mercados de masas, forma de articulación entre la producción y el consumo sociales característica de la modalidad de acumulación fordista–taylorista–keynesiana hegemónica en el auge de la posguerra, y que suponía un incremento sostenido del empleo y del poder de compra de los trabajadores, ha cedido espacio a una producción flexible y continuamente diferenciable "conducida" por los gustos de los consumidores de altos ingresos. Víctor Flores y Abelardo Mariña, Crítica de la globalidad..., op. cit., pp. 233–237.

34 Adicionalmente, algunos efectos contradictorios del neoliberalismo en Estados Unidos se deben a que, en los hechos, fueron las corporaciones las que la pusieron en práctica. La asincronía entre la lógica estatal y la lógica de las corporaciones es el fundamento del conjunto de desequilibrios internos crecientes en ese país —endeudamiento de hogares y empresas, déficit comercial, déficit fiscal y endeudamiento del gobierno y del país— que incrementaron la vulnerabilidad de su economía.

35 Abelardo Mariña, "La economía mundial capitalista actual: alcances, límites y perspectivas de la globalización neoliberal", en Solís, Órtega, Mariña y Torres (coords.), Reformas estructurales, crisis de la gobernabilidad neoliberal y ascenso de los movimientos sociales, México, UAM–Iztapalapa, 2008, pp. 17–30.         [ Links ]

36 Andrew Kliman, "'The Destruction of Capital' and the Current Economic Crisis", Socialism and Democracy, vol. 23, núm. 2, 2009, pp. 47–54;         [ Links ] Guglielmo Carchedi, "The Return from the Grave, or Marx and the Current Crisis", mimeo, Amsterdam, 2009 (www.scribd.com/doc/17174428/Carchedi-G-Return-From-the-Grave).         [ Links ]

37 Gérard Duménil y Dominique Lévy, "The Crisis of Neoliberalism and US hegemony", mimeo, París, 2009 (www.jourdan.ens.fr/levy/dle2009d.doc);         [ Links ] Costas Lapavitsas, "Financialised Capitalism...", op. cit.; Fred Moseley, "The US Economic Crisis: Causes and Solutions", International Socialist Review, núm. 64, marzo–abril, 2009.

38 Robert Brenner, What is Good for Goldman Sachs Is Good for America. The Origins of the Current Crisis, Center for Social Theory and Comparative History, University of California, Los Ángeles, abril, 2009 (www.sscnet.ucla.edu/issr/cstch/papers/BrennerCrisisTodayOctober2009.pdf);         [ Links ] John B. Foster y Fred Magdoff, The Great Financial Crisis: Causes and Consequences, Nueva York, Monthly Review Press, 2009.         [ Links ]

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