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Política y cultura

Print version ISSN 0188-7742

Polít. cult.  n.32 México Jan. 2009

 

Presentación

 

Tal vez el tiempo que nos tocó vivir sólo pueda ser pensado con una intensa sensación de desasosiego y profunda vulnerabilidad, que nos llevan a hablar de la violencia y sus engendros: la tortura y la crueldad, lugares comunes en nuestros tiempos que irremediablemente se recrean en el imaginario social con una virulencia inusitada.

Es un acto de resistencia intelectual y moral dedicarle un número de la revista Política y Cultura a un intento de visibilidad sobre el presente, a ese sobresalto con el que intentamos romper el estado de duermevela al leer por las mañanas las primeras planas de los diarios nacionales con las imágenes de sangre, cuerpos mutilados y decapitados en tiempo real, que rebasan las expectativas más siniestras y que virtualizan todos los noticiarios televisivos para convertir la devastación del cuerpo en algo cotidiano.

La violencia como concepto se ha vuelto un lugar común, una isla en el naufragio de nuestras orfandades, un asidero ante la movilización psicológica que provoca la producción social del miedo. Es un término polisémico que invoca e interroga desde los intersticios más secretos de la intimidad hasta los espacios más itinerantes del anonimato de la masa. La violencia es indescifrable y, por eso, necesita de un método que le atribuya un sinsentido ante la imposibilidad de definirla frente al caos que entraña.

La violencia no es un fenómeno de causa–efecto, no es una mecánica clásica que se pueda pronosticar en cuanto a qué la provoca y cuáles son sus consecuencias, lo que irremediablemente nos conduce a lugares comunes, a callejones sin salida, a umbrales de intolerancia que apaciguan la recurrencia compulsiva con la que se intenta disfrazar la angustia y el miedo y que siempre termina en la misma condena: desintegración familiar, pobreza, corrupción y pérdida de valores humanos, entre otros.

Para reflexionar en torno a esta problemática, la revista inicia con un artículo para replantearnos la violencia de hoy, ya que el fenómeno tiene varios registros de particularidad y de diferencia, no obstante su tendencia universal –atraer a la muerte y a la desaparición–, presente en todos los niveles; para su posible comprensión es necesario establecer contextos de significación y de asignación de sentido. Lo que plantea la violencia contra los niños, a la violación de mujeres y al tráfico de personas, como diferente a la violencia intelectual, a la que segrega, a la violencia de la delincuencia organizada o a la violencia institucional del Estado, aunque todas viajen en el sentido de la anulación y del aniquilamiento del sujeto.

Es importante la diferencia para poder pensar sus repercusiones devastadoras en todos los ámbitos de la experiencia humana. Es necesaria su distinción, en niveles de intensidad, para poder restablecer nuestras capacidades de oposición, de crítica y de ejercicio de las libertades que todo ser humano tiene derecho a profesar. Es indispensable la reapropiación de la capacidad de generar violencia para la creación de un clima de paz que posibilite la negociación de los dominios de influencia, de territorios culturales y de los soportes éticos por medio de la política.

De tal forma que en este número de Política y Cultura incluimos algunos artículos que, desde diferentes perspectivas, no ceden ante la intimidación y la propagación del terror, ante las mil facetas que engendra el fenómeno de la violencia.

Ya sea de manera global, en términos de reflexiones y disentimientos latinoamericanos, o que provienen desde las mismas entrañas del África negra, los temas de marginación y creación de nuevas ciudadanías son lecturas que, a pesar de su gran distancia geopolítica, mantienen una proximidad conmovedora.

La escritura sobre la violencia que se ejerce en contra de las mujeres es también un punto nodal de reflexión que aquí nos proponemos para retomar la articulación del ser mujer con la defensa de la tierra. Las mujeres, a pesar del flujo de la violencia que padecen, se constituyen como sujetos de derecho, con voz y fuerza. Poder femenino que instituyen sobre sus comunidades étnicas, que en la metáfora más profunda son el cuerpo de la tierra. Mujer y medio ambiente, mujer y naturaleza, es resistencia a la posibilidad de no desaparecer y tratar de conservar un medio ambiente propicio para la vida. La violencia que el sistema social históricamente les dirige es, en otros términos, la misoginia que el milenario poder despótico provoca en la devastación del ambiente y en la enajenación del lugar de origen.

Otra forma de reflexionar sobre la violencia son las imágenes que dan cuenta de una de las facetas que engendra este fenómeno de la violencia en Palestina.

A fin de cuentas, dejamos a los lectores la mejor opinión sobre los artículos que aquí exponemos a su aguda crítica.

Comité Editorial

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