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Política y cultura

versión impresa ISSN 0188-7742

Polít. cult.  no.31 México ene. 2009

 

Reseña de libros

 

Reinventando la nación en Bolivia*

 

Carlos Ernesto Ichuta Nina**

 

* Karin Monasterios, Pablo Stefanoni y Hervé do Alto (comps.), Reinventando la nación en Bolivia. Movimientos sociales, Estado y poscolonialidad, La Paz, Clacso/Plural, 2007, 171 pp.

 

** Candidato a doctor en Sociología por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Maestro en Ciencias Sociales por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Sede Académica México (Flacso). Becario investigador por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso). Correo electrónico: carlosernesto75@hotmail.com.

 

Innumerables libros se han escrito sobre la problemática actual boliviana (aquí no se incluyen por problemas de espacio). Incluso en torno a la figura de Evo Morales se ha impuesto cierta moda académica para aprender de la realidad política del país, por lo que para referirse a la Bolivia actual no parece existir otra vía que referirse al gobierno encabezado por dicho líder. Debido a eso, la producción bibliográfica en torno a dicha temática ha sido una extensión de la lógica de la polarización política y social imperante en Bolivia, pues las "producciones académicas" tienden a defender o atacar el proceso encabezado por Morales. Por tanto, raramente se encuentra una visión adecuada a la realidad y capaz de mostrar la situación del país y el impacto de las acciones del gobierno más allá de la confrontación de fuerzas políticas.

El libro publicado por CLACSO, cuyos coordinadores son Karin Monasterios, Pablo Stefanoni y Hervé do Alto, y que lleva por título Reinventando la nación en Bolivia. Movimientos sociales, Estado y poscolonialidad, escapa de alguna manera a esos vicios. Contrario al optimismo recurrente de otras publicaciones, los autores ofrecen una visión del proceso político boliviano, de los últimos diez años, desde distintas ópticas, lo que permite tener un panorama de la complejidad más que enterarse de buenas noticias.

Por tanto, además de que el libro resulta un buen aporte para la comprensión de la compleja realidad, también llega a ser una especie de instrumento de desmitificación de aquellas posiciones de carácter optimista y pesimista. En efecto, mientras que aquellas visiones pesimistas nos muestran en el gobierno boliviano el arribo del fundamentalismo indígena, la amenaza antidemocrática o del populismo de nuevo cuño, cuyos máximos representantes suelen ser Mario Vargas Llosa y Andrés Oppen–heimer, en las visiones optimistas hay condensada una posición a–crítica y un análisis de los hechos de manera menos profunda que descriptiva. En estas últimas visiones se expresa además un conjunto de patrones que tiene que ver, en primer lugar, con la exageración atribuida al papel que el indigenismo habría tenido en el proceso de ascensión al mando presidencial por parte de Morales; en segundo lugar, se exagera respecto al papel que el movimiento cocalero habría desempeñado en el proceso; en tercer lugar, y en el colmo de la exageración, Morales aparece como la figura personalizada de todo un periodo crítico (2000–2005) en el que, muy al contrario, fueron los movimientos sociales los que cuestionaron al régimen en su conjunto y provocaron la crisis del sistema, pasando por la caída de dos presidentes. Finalmente, en su máxima expresión, el optimismo sinsentido peca de identificar a Morales como el "primer presidente indígena", no sólo de Bolivia sino de América Latina, pasando por alto a Benito Juárez, lo que podría considerarse un síntoma de dicho a–criticismo. Debido a ello, términos tales como lo "revolucionario", la "rebelión", el "indigenismo", el "nacionalismo", la "izquierda", el "neoliberalismo", e incluso el "populismo", llevan el vicio de la subversión de la historia, porque tienden a desconocerla y mutilarla de su complejidad, reemplazándola por un epíteto.

Como todo lo que tiene que ver con la comprensión de los gobiernos de la "nueva izquierda", esos conceptos aparecen como a–históricos, pues pasan por alto los procesos de crisis sociopolítica vividos por aquellos países que presumen de gobiernos de tales características. En otras palabras, sintetizan todo el contenido profundamente crítico de los movimientos sociales, a partir del uso de conceptos muchas veces carentes de contenido o inadecuados para la compresión de la realidad.

Como dijimos, la producción que reseñamos se aleja relativamente de esos vicios, pues aboga, entrelíneas, por la lectura más sobria del proceso, dando a conocer e invitándonos a entender que las condiciones para el cambio, tantas veces publicitado por el mismo gobierno, son limitadas. Ello es así, porque aquello que los distintos sectores sociales han estado esperando históricamente, no puede encontrar una fácil solución en la constitución de un gobierno identificado "de izquierda" o "indigenista". En las condiciones de polarización social y política, la realización de esas aspiraciones dependería más bien de la presión social, a partir de cuya forma el gobierno mismo encontraría su razón de ser, y el cambio se posibilitaría menos de una manera discursiva.

Ello debe ser así, porque la descolonización, que es entendida como el sentido del cambio al que gobierno y analistas se refieren y que casi siempre es resumido en el ascenso de un presidente indígena, tendría que ver con un proceso que tiene que ir mucho más allá de ese mero acto simbólico. Es decir, el re–basamiento de lo simbólico tendría que imponerse como una condición indispensable para la realización de logros materiales y un cambio más en serio. Sin embargo, la situación colonial del país es mucho más compleja, porque ésta no se habría estancado en la forma racial, social o cultural, por aquel sentido de superioridad del q'ara (blanco) sobre el indio, sino que se habría extendido hacia diferentes ámbitos, siendo su mayor fortaleza el establecimiento de un Estado clasista y racista. La condición colonial del país también se expresa en su forma económica, por la adopción de la economía neoliberal que satisfizo los requerimientos de la clase privilegiada y aseguró las formas de dominación hacia aquellos grupos sin capacidad competitiva en el mercado. Precisamente, las formas coloniales sociocul–tural y económica habrían resultado en primera instancia insostenibles, y en función de ello se habría iniciado un proceso de autoconciencia de la opresión y la liberación del indio. Sin embargo, la forma económica no fue subvertida, sino cuestionada, la cual sumada a la forma política, resultaría en una condición colonial insuperable, porque además tras ese propósito no existe un horizonte alternativo planteado, pues en la Bolivia de hoy cada quien sabe lo que quiere pero nadie sabe cómo lograrlo y de qué manera lograrlo incluyentemente.

La forma colonial sociocultural habría sido revelada naturalmente por los grupos sociales marginados, organizaciones a través de los movimientos sociales, por lo que en el fondo del libro se puede entender que quienes podrían plantear la superación del colonialismo en sus otras formas serían los propios movimientos sociales. No en vano en Bolivia el movimiento popular ha sido mucho más fuerte y radical que los propios partidos de izquierda, los partidos indigenistas o los partidos indianistas. Justamente, el Movimiento al Socialismo (MAS), de Morales, no pudo canalizar el develamiento producido por los movimientos sociales, porque más bien ahondó, por medio de un discurso indigenista, una polarización social insalvable, lo cual, sumado a las otras imposibilidades, hace del proceso de cambio esperado, frustrante.

Si bien es cierto que se encuentra en vigencia una Nueva Constitución con carácter mucho más plural y multicultural, no contradice esa posibilidad, porque esa Constitución, tras una larga etapa de resistencia de los grupos opositores, fue corregida por los partidos políticos y los movimientos sociales contrarios a la nueva intención colonizadora indigenista del gobierno fueron desplazados desde la convocatoria a la Asamblea Constituyente.

Con base en esas consideraciones, Mario Blaser, en su artículo "Bolivia: los desafíos interpretativos de la coincidencia de una doble crisis hegemónica", considera que en el periodo 2000–2005 se producen en el país dos crisis que podrían posibilitar el cambio, o que son parte de las condiciones para el despegue de un proceso de descolonización. En primer lugar estaría la crisis de "hegemonía de modernización neoliberal", que habría activado la lucha de los movimientos sociales en contra de un Estado excluyente y antinacional. En segundo lugar estaría la crisis de la modernidad, que habría permitido la emergencia de insatisfacciones con el progreso prometido antaño, por lo que los movilizados serían aquellos grupos sociales no tocados o tocados mínimamente por ese proceso. Aunque en este sentido se encontrarían las posibilidades de manifestación de tendencias posmodernas, la lógica, según el autor, no consistiría en que las luchas sociales devengan reclamo del "todos queremos ser modernos". Más bien, las dos crisis habrían permitido la emergencia de un componente descolonizador que llevaría a buscar una ruptura más profunda con las condiciones existentes.

Pablo Stefanoni, quien ha publicado una serie de artículos y participado en muchas publicaciones conjuntas, haciendo suyo el tema de Morales, ha manifestado aquel optimismo al que aludimos antes. Stefanoni afirma que Bolivia vive un proceso de cambio profundo, que incluso Morales representa la realización de una revolución social y cultural y que el gobierno sería la expresión de una izquierda indígena y nacionalista. Más allá de esas exageraciones, en su artículo "Bolivia, bajo el signo del nacionalismo indígena", ya publicado también en otros textos bajo el nombre "Seis respuestas y seis preguntas sobre el gobierno de Evo Morales", no nos acerca tanto al meollo del asunto que el libro pretende descifrar. Más bien se encarga de desentrañar la orientación que ha ido tomando el gobierno, a partir de una serie de preguntas; nosotros consideraremos aquellas que podrían ser claves. A la pregunta: ¿hay una revancha social en curso?, el autor responde que no, porque el gobierno se encontraría lejos del etnofundamen–talismo y la indianización forzada. A la pregunta de si el gobierno de Morales es de los movimientos sociales, el autor afirma que sí, aunque presume que la radicalidad democrática de éstos no encontraría asidero en la forma de actuar del gobierno. Otra pregunta fundamental es aquella referida a que si la autonomía reclamada por Santa Cruz (el departamento más rico del país) sería separatista, y la respuesta que da el autor es de tal tibieza, que detrás de ella se devela una intención a defender la postura del gobierno, más que en adentrarse en la lógica del conflicto, pues la autogestión reclamada por ese departamento es percibida por este autor como algo malo, ante un gobierno que según él fomentaría la profunda democratización de la sociedad.

El problema de la visión de Ste–fanoni, siempre reiterada, es mirar los problemas bolivianos con un complejo de distinción donde lo indígena adquiere un sentido obsesivo al punto de impedirle ver qué hay más allá de la contraposición indígenas–blancos. Esto resulta en un atolladero del cual es difícil salir cuando se lee al autor, y leer la problemática boliviana en una clave étnica representa un grave sesgo.

Muy cerca del tema propuesto por el libro, el artículo de Luis Tapia, "El triple descentramiento. Igualdad y co–gobierno en Bolivia", da en el blanco en cuanto al proceso de imposibilidad del cambio buscado por el gobierno, debido a un asunto de simple lógica: el cambio no puede ser posible bajo la operatividad de las mismas instituciones de un régimen que se ha encargado de reforzar la condición colonial del país. Pretender el cambio con base en el mismo aparato institucional, sería equivalente a generar un discurso del cambio en un sentido meramente electoralista. No obstante, Tapia aminora su pesimismo, pues la victoria de Morales habría posibilitado un descentramiento de los ámbitos del poder, al menos en el Ejecutivo y el Legislativo, por la ocupación de puestos políticos de parte de actores sociales históricamente marginados.

A partir de ello sería posible un proceso de descolonización, pero éste dependía fundamentalmente, para el autor, de la realización de la Asamblea Constituyente. Dado que ésta operó a través de las mismas instituciones representativas o colonial–liberales, las insatisfacciones eran previsibles y terminó todo en la promulgación de un lamentable proyecto parcial–indigenizado.

Hervé do Alto, en su artículo "El MAS IPSP boliviano, entre la protesta callejera y la política institucional", mediante un fino análisis da cuenta de la forma en cómo se constituyó el MAS. Las circunstancias de conformación de ese partido fueron típicas a las de otras agrupaciones, pues se produjo el roce entre posiciones anticolonialistas y prodemocráticas, la confrontación entre la masa, la dirigencia sindical cocalera y una élite de intelectuales arribistas que dio como resultado la oligarquización del partido y la conformación de aquella élite como un grupo privilegiado. Este artículo, por tanto, es fundamental para entender las posibilidades de un discurso o una propuesta anticolonialista, que en caso de ser cierto estaría sustentado por una élite tecnocrática y no precisamente indígena, que sería sin duda el talón de Aquiles del gobierno de Morales. En esta forma también se puede observar el comportamiento de la izquierda arribista. Por eso el cambio seguiría dependiendo inevitablemente de la activación de los movimientos sociales, aunque en las condiciones de una democracia representativa, inevitablemente las élites tendrían que desempeñar un papel fundamental.

El artículo de Karin Monasterios, "Condiciones de posibilidad del feminismo en contextos de colonialismo interno y de lucha por la descolonización", atiende a un actor social, la mujer, que lamentablemente ha sido pasado por alto, a pesar de su papel históricamente fundamental. La autora, tocando un aspecto medular de la cultura indígena, el machismo, avizora pocas posibilidades de que las mujeres lleguen a tener un papel destacado en el proceso de cambio del país, sobre todo porque el machismo no es privativo de la cultura indígena, sino de la sociedad en su conjunto. El proceso de descolonización debería estar de ese modo cruzado por el tema de género, aunque la autora se sorprende porque a pesar de dicho machismo, el gobierno de Morales habría dado mayores muestras de inclusión de la mujer en el nuevo escenario de la política boliviana, con la designación de muchas mujeres en los sucesivos gabinetes ministeriales. Sin embargo, éstas no provendrían de una sola clase social, sino más bien representarían el conflicto identitario al interior del género femenino, lo que también supondría una lucha contra otro tipo de colonización, de las mujeres blancas sobre las indígenas, o las mujeres de estratos altos sobre las mujeres de estratos marginados (como una extensión de la relación ama de casa–sirvienta).

Finalmente, el artículo de Maristella Svampa y Pablo Stefanoni, "'Evo simboliza el quiebre de un imaginario restringido a la subalternidad de los indígenas'. Entrevista con Alvaro García Linera, vicepresidente de Bolivia", publicado también en otros trabajos editados por Clacso, puede ser leído a la par del artículo de Do Alto. Principalmente porque Alvaro García representa al grupo de intelectuales que han asumido un papel fundamental en la dirección del MAS. Además, mediante esta entrevista reveladora se puede tener un acercamiento a la forma de pensar de esta intelectualidad, que ni es mar–xista ni es de izquierda tradicional, y expresa un razonamiento renovador más tendiente a la moderación y al pensamiento socialdemócrata. Su claridad, sin embargo, no es algo que destacar, pues destacan precisamente por su extravío ideológico, lo cual es superado por la lectura que hacen de las necesidades expresadas por la lucha popular, y las integran a un plan de gobierno que atrapa todo, pero no se sabe a dónde va. Es decir, estos intelectuales operan en función de un razonamiento basado en la lógica del sentido común, que formulado de tal manera, se legitima a partir de la teorización de la lucha social.

Es pues éste un trabajo recomendable para ver por dentro la problemática boliviana, sus condiciones y límites de posibilidad del cambio político. Ello podría permitir además una desmitificación de la figura de Morales ante una realidad social y políticaharto compleja y renuente a cualquier sintetización maniquea.

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