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Política y cultura

versão impressa ISSN 0188-7742

Polít. cult.  no.31 México Jan. 2009

 

Actores sociales y construcción de Estado

 

Chile: la persistencia de las memorias antagónicas

 

Gilda Waldman Mitnick*

 

* Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM. Correo electrónico: waldman99@yahoo.com.

 

Artículo recibido el 30–12–08
Artículo aceptado el 12–05–09

 

Resumen

A pesar de los años transcurridos en democracia, en Chile siguen persistiendo las sombras del pasado dictatorial. El país todavía no ha logrado realizar el duelo por un pasado tan doloroso, y las memorias antagónicas y contrapuestas siguen vigentes. Ello se manifiesta, por ejemplo, en los conflictos generados en torno a la conmemoración del 11 de septiembre, en los polémicos debates por los memoriales erigidos en honor de personajes políticos de izquierda y de derecha, así como en las contradictorias miradas respecto a uno de los personajes más emblemáticos de la represión dictatorial, Miguel Krassnoff, tal como aparece en dos libros de reciente publicación.

Palabras clave: Chile, memorias antagónicas, fechas, memoriales, personajes.

 

Abstract

In Chile, in spite of the last eighteen years of democracy, there are still shadows of the dictatorial past. Duel of the painful past hasn't been yet accomplished, and contradictory and antagonistic memories are still playing a crucial role in society and politics. An example of this can be found in the historical commemorations of September the 11th, in the polemic debates generated around the memorials of outstanding left and right characters, and in the antagonistic interpretations surrounding one of the most emblematic officers of the dictatorial government, Miguel Krassnoff, as shown in two recently published books.

Key words: Chile, dates, conflicting reports, memorials and characters.

 

INTRODUCCIÓN

Después de 17 años de dictadura y 18 de democracia, el presente de Chile sigue cargado por el peso de la historia. No es casual que para la gran mayoría de la población, el golpe de Estado ocurrido en 1973 siga siendo el acontecimiento más importante y definitorio del siglo XX1 y que aun hoy, de facto, todas las generaciones del país estén marcadas por el legado de los acontecimientos ocurridos durante los últimos 30 años: el gobierno de la Unidad Popular, el golpe militar, la dictadura y la transición democrática. El pasado sigue siendo presente cuando, recurrentemente, aparecen en los principales periódicos del país declaraciones de testigos que, liberados de antiguos temores o acosados por la culpa, confiesan detalles de las tareas operativas de eliminación de detenidos,2 o testimonios proporcionados por antiguos soldados sobre las aberraciones que se cometían en los centros de detención clandestinas,3 o revelaciones sobre el involucramiento de altos mandos del ejército en asesinatos ocurridos después del golpe de Estado,4 o nuevos descubrimientos sobre crímenes políticos no documentados previamente en los informes oficiales.5 El pasado sigue vigente cuando se producen nuevas revelaciones sobre los secretos más oscuros de la relación entre la Dina (Dirección de Inteligencia Nacional, el principal órgano represivo de la dictadura) y la siniestra Colonia Dignidad,6 o sobre la existencia de una unidad de exterminio de la Dina encargada de matar comunistas y preparar sus cadáveres para tirarlos al mar.7 El pasado está todavía vivo en las pesadillas de víctimas y victimarios cuando, recientemente, el ex jefe de la Dina, Manuel Contreras, suma dos nuevas condenas a las muchas otras por las que se encuentra encarcelado desde el año 2005, o cuando el brigadier Pedro Espinosa, segundo oficial de la Dina, acusa a sus ex compañeros de armas de responsabilizarlo injustamente por violaciones a los derechos humanos,8 o cuando se hace público que cinco miembros del alto mando del ejército estuvieron involucrados en asesinatos de presos políticos ocurridos pocos días después del golpe militar en 1973.9

 

LAS BATALLAS POR LA MEMORIA: CONSIDERACIONES GENERALES

La sociedad chilena es, todavía, una sociedad habitada por sombras y fantasmas, incapaz de realizar el duelo por un pasado doloroso que afecta a todas las generaciones,10 lo cual dificulta la construcción de un proyecto futuro de nación. En palabras de Manuel Antonio Carretón, "no hay proyecto de país que no implique la elaboración de la memoria".11

Pero las sociedades no comparten una sola memoria en tanto ésta, entendida como "proceso abierto de reinterpretación del pasado que deshace y rehace sus nudos para que se ensayen de nuevo sucesos y comprensiones [...] (remeciendo) el dato estático del pasado con nuevas significaciones sin clausurar que ponen su recuerdo a trabajar, llevando comienzos y finales a re–escribir nuevas hipótesis y conjeturas para desmontar con ellas el cierre explicativo de las totalidades demasiados seguras de sí mismas"12 evidencia que no pueden existir "verdades históricas" monolíticas.13 De igual modo, la memoria colectiva –"es decir, la elaboración que un grupo o sociedad hace de su pasado"–14 no puede aglutinar los recuerdos de toda la sociedad. En esta línea, podría afirmarse que en toda sociedad coexisten, más bien, memorias parciales e incluso antagónicas, aunque exista un acontecimiento de referencia común. Es decir, aunque se comparta la memoria del mismo acontecimiento, a éste no le son asignados los mismos significados" sino más bien significados diferentes o contradictorios,15 aunque en cierto momento alguna de estas memorias aspire a ser hegemónica.16 Lo anterior se traduce en "batallas por la memoria", en las que "se enfrentan múltiples actores sociales y políticos que van estructurando relatos del pasado y, en el proceso de hacerlo, expresan también su proyectos y expectativas políticas hacia el futuro".17

En el caso chileno, las memorias divididas y antagónicas en torno al pasado reciente siguen presentes. Ello se evidenció, ciertamente, durante el arresto del General Augusto Pinochet en Londres en 1999 –formalmente acusado de torturas y secuestros– y a fines del año 2006 a raíz de su muerte.18 Aunque, ciertamente, la memoria social ha sufrido cambios, tanto para quienes apoyaron el golpe de Estado como para quienes sufrieron sus consecuencias, la sociedad chilena sigue fracturada por una diversidad de memorias contrapuestas que expresan el conflicto moral y político de una sociedad que no ha logrado reconciliarse consigo misma. Ello, en el entorno de un proceso de transición democrática encabezado por un gobierno de Concertación19 que enfrentó, por una parte, la institucionalidad impuesta por el régimen militar20 y el imperativo de mantener el modelo de mercado impuesto por la dictadura, y por la otra, las demandas de Verdad y Justicia enarboladas por quienes habían sido víctimas de violaciones a los derechos humanos y la necesidad de abrir, al mismo tiempo, espacios democráticos y de participación ciudadana. Si bien los gobiernos de la Concertación realizaron una serie de acciones orientadas a esclarecer la naturaleza de los acontecimientos represivos cometidos por el régimen militar21 no puede dejar de reconocerse el carácter insuficiente y contradictorio de tales esfuerzos.22 En Chile, como en otros países latinoamericanos que también sufrieron experiencias dictatoriales,23 el horizonte de la transición política neutralizó las versiones contradictorias del pasado. La "política de la transacción" atenuó las marcas adheridas al recuerdo del pasado militar, disciplinando antagonismos y confrontaciones, y excluyendo el tema de la memoria dictatorial en aras de una gobernabilidad que impidiera re–editar los choques ideológicos que habían escindido al país en el pasado. Así, la "democracia de los acuerdos" encontró en la formulación del "consenso" el principio fundacional de la nueva convivencia social,24 situación agravada por un silencio consentido por algunos dirigentes de izquierda que habían sufrido la represión o el exilio, y que más tarde pasaron a formar parte de la coalición gubernamental.25 Las razones de gobernabilidad política –que privilegiaron los arreglos institucionales y cupulares— intentaron conciliar entre los sectores agraviados por la dictadura y los poderes de facto de los militares y de quienes apoyaron al régimen dictatorial. En este sentido, los gobiernos de la transición, sin excluir el trauma de la memoria de la represión militar —expresada en testimonios, memorias, documentales, investigaciones periodísticas, creaciones artísticas y literarias, etcétera–, pero impelidos por el imperativo de garantizar la gobernabilidad,26 optaron por "políticas de memoria" que reproducían las formas históricas de "reconciliación" que han tenido las élites chilenas: conciliar sobre la base de crear una cultura del olvido.27 Ello se manifestó, por ejemplo, en la estrategia de "blanqueo" del país, manifestada en el envío de un iceberg a la Exposición Internacional de Sevilla en el año 1992. El símbolo del iceberg, en su frialdad, asumía para el gobierno democrático que había llegado al poder en 1990 un doble significado: por una parte, un discurso identitario de transparencia, éxito, empuje, dinamismo y eficiencia; por la otra, una condición virginal que "dejaba en claro el corte histórico con el pasado que pretendió trazar el Chile de la Transición con el pasado utópico–revolucionario de los sesenta y con el pasado traumático de la dictadura militar".28 De igual modo, y en el marco de una "identidad (nacional) contradictoria"29 —plasmada, nítidamente, en su emblema nacional: "Por la razón o la fuerza" – las "irrupciones de memoria", es decir, "los eventos públicos que irrumpen en la conciencia nacional de Chile, a menudo inesperadamente, para evocar asociaciones con símbolos, figuras, causas, modos de vida que en grado inusual están asociados con un pasado político que está todavía presente en la experiencia vivida de la mayor parte de la población",30 eran contrapuestos al exhorto de mirar hacia el futuro y reconocer los logros económicos alcanzados.31

Sin embargo, las representaciones del pasado, conflictivas e incluso excluyentes, comenzadas en 1973 y continuadas a lo largo del proceso de transición democrática iniciado en 1990, persisten hasta la fecha y son parte del presente del país, a pesar de la profunda apatía política de los jóvenes.32 Ciertamente, la memoria, como toda representación del pasado, cambia su significado en distintos contextos históricos, políticos y sociales,33 siendo recreada de diversas maneras por cada generación, por los profesionales de la educación, entre otros,34 y formando parte, ciertamente, del debate historiográfico.35 En el caso chileno, las contiendas sobre el sentido del pasado iniciaron desde el momento mismo en que se produjo el golpe de Estado el 11 de septiembre de 1973, contiendas cuyo eje fue, en el sentido más amplio, la contraposición entre, por una parte, la interpretación que veía en dicho acontecimiento la única opción posible para prevenir al país de una guerra civil, derivada de la extrema polarización a la que habían llevado los gobiernos civiles y el caos del gobierno de la Unidad Popular, salvación que implicaba al mismo tiempo defender al país de amenazas internas y externas, principalmente el comunismo, y otra interpretación según la cual el golpe de Estado quebraba la continuidad institucional, derrocaba a un régimen democrático legalmente constituido, hacía volar en pedazos la historia pública del país, derribaba el sistema simbólico–cultural que había dado su sentido a la sociedad chilena, y creaba un nuevo Estado sobre las ruinas del anterior. En el primer sentido, los militares habrían actuado inevitablemente como último recurso, accediendo al pedido de la sociedad para salvarla del caos,36 con alcances que implicaban una "refundación institucional"37 en la que el año 1973 era asimilado a la Independencia de 1810. En el segundo sentido, el golpe de Estado suponía una profunda ruptura institucional con la cual se intentaba borrar de la memoria colectiva los procesos constitucionales y las instituciones democráticas previas,38 al tiempo que el violento quiebre de los esfuerzos de transformación social dejaban tras sí una estela de muertos, detenidos–desaparecidos, torturados, exiliados, etcétera.39

Esta contraposición de memorias sociales diversas cristalizó en rituales públicos, espacios territoriales, prácticas e inscripciones simbólicas, a través de los cuales se han desplegado en la sociedad chilena, hasta el día de hoy, conflictos aún casi irresolubles en torno a la historia reciente del país.

 

LAS CONTIENDAS POR LA MEMORIA EN TORNO AL 11 DE SEPTIEMBRE

Una de las más importantes de estas "batallas de la memoria" es la referente al significado que asumió la fecha del 11 de septiembre a lo largo de la dictadura y la transición, en particular los complejos matices que asumió el año 2003, cuando se conmemoraban los 30 años del golpe militar. Ciertamente, y en un entorno de restricción a medios de comunicación, supresión de los partidos políticos, control del Poder Judicial y represión a miembros y partidarios del gobierno anterior, durante los primeros años posteriores al golpe de Estado la conmemoración del 11 de septiembre era alentada desde el gobierno como una "fiesta nacional" de apoyo masivo y popular en la que se celebraba la recuperación de la "paz interna". La fecha fue instaurada como una fecha heroica, justificada en términos del papel que los militares habían desempeñado para salvar al país de un gobierno traumático que había llevado a la sociedad al borde del desastre, al tiempo que la dictadura construía una memoria del pasado reciente sustentada en la existencia de presuntos complots que justificaban la represión.40 Durante esos años iniciales, y dado el poder irrestricto de la dictadura, era poco el espacio social para visibilizar una memoria contrapuesta por parte de las víctimas y sus familiares. En ese periodo, "existen dos Chiles: un Chile muy público, triunfante, culturalmente conservador y políticamente 'apolítico' y antimarxista, y otro Chile más privado y susurrado, desconfiado, silenciado y opositor".41 El peso de las memorias en relación a esa fecha tan significativa comienza a modificarse a partir de 1980. Por una parte, el 11 de septiembre de 1980 se realiza un plebiscito para promulgar una nueva Constitución,42 la cual entra en vigor el 11 de septiembre de 1981, legitimando definitivamente al régimen militar, "en el marco del plebiscito constitucional de aquel entonces, después del cual se celebrará no tanto el 11 de septiembre como el aval electoral de una fecha constituyente".43 Ese año se declaró oficialmente festivo el 11 de septiembre decretándose la obligación de izar la bandera en todos los edificios públicos. Al mismo tiempo, ese día se inaugura una de las principales avenidas de Santiago con el nombre de "11 de Septiembre". Pero simultáneamente, y a pesar de un discurso oficial que enfatizaba los logros y la obra de unidad nacional alcanzados, la profunda crisis económica comenzaba a cuestionar la legitimidad del régimen. En medio de violentas protestas callejeras, las memorias contrapuestas y disidentes de la oposición (partidos políticos, sindicatos, movimientos de derechos humanos, sectores populares urbanos, etcétera) lograban una mayor visibilidad social a través de movilizaciones populares,44 evidenciando que la legitimidad del gobierno no era total. La jornada violenta del 11 de septiembre de 1983 —fecha que se conmemora en diversas poblaciones periféricas de Santiago y otras ciudades, así como en el Cementerio General y en la tumba de Salvador Allende en Valparaíso— se repitió en años posteriores, a pesar de las reacciones represivas del gobierno militar. El plebiscito de 1988, en el que el Presidente Pinochet fue derrotado, evidenció que ya para entonces la "memoria emblemática"45 enarbolada por el régimen militar había perdido arraigo en la opinión pública –a pesar de que casi el 50% de la población aceptaba la continuidad de Augusto Pinochet como presidente– y que la violación de derechos humanos había impactado en la memoria social, a pesar del mensaje de la dictadura enalteciendo al periodo dictatorial como de paz, orden y libertad, y más tarde, exaltando que habría entregado democráticamente el poder.46 Después de 1990, los gobiernos de la Concertación, en un esfuerzo de conciliación, intentaron neutralizar la fecha del 11 de septiembre, asumiéndola como un "día triste y de reflexión", y decretando su suspensión como feriado nacional en 1998.47 Sin embargo, y de nueva cuenta, las memorias en torno a esa fecha emblemática han persistido. Para las víctimas y las agrupaciones de derechos humanos, la conmemoración anual –realizada en el Cementerio General, Memoriales, centros de detención clandestina transformados en "lugares de memoria", etcétera– constituye un imperativo orientado a no olvidar que en ese día cayó la democracia por un golpe de Estado. Para los sectores afines al gobierno militar, la memoria insiste en la necesidad del golpe de Estado en su momento, exaltando los logros de la dictadura y argumentado que la violación de derechos humanos fueron "excesos" y errores humanos que habría que comprender, perdonar y olvidar.

El año 2003 podía ser, ciertamente, un momento propio para que la sociedad chilena hubiese podido mirar en retrospectiva las tres últimas décadas de su historia reciente. Pero, a 30 años del golpe, las conmemoraciones fueron impulsadas desde la lógica de una política de Estado. Por una parte, el aniversario se conmemoró en lugares simbólicos como la Plaza de la Constitución y el Estadio Nacional (lugar donde fueron congregados y reprimidos miles de opositores al régimen militar durante los primeros meses posteriores al golpe de Estado), el cual fue designado como un Museo Abierto. Al mismo tiempo, el Estadio Chile fue rebautizado con el nombre Víctor Jara, conocido cantante y compositor brutalmente asesinado por los militares en septiembre de 1973. Hubo también una gran cantidad de espectáculos culturales y artísticos. Pero el rasgo más notable de las conmemoraciones fue la proliferación de programas (reportajes inéditos, documentales, entrevistas, etcétera) a través de los medios masivos, en particular la televisión, bajo un enorme despliegue mediático.48 Dos décadas de economía de mercado habían provocado cambios sociales profundos en el país. La estructura social se había modificado en términos de una expansión de la clase media (aun a costa de un endeudamiento excesivo), una innegable disminución de la pobreza, una mejora importante en los niveles de vida, un aumento del capital cultural y educacional del país, etcétera.49 Políticamente, el proceso de transición democrático en Chile había alcanzado logros importantes, entre los que cabe mencionar la restauración de prácticas, valores e instituciones democráticas, elecciones libres y competidas, el reforzamiento del control civil de las Fuerzas Armadas, etcétera.50 Pero las relaciones de mercado habían creado una nueva cultura social basada en la competencia, el individualismo, la publicidad, el consumo, el instrumentalismo, la motivación al éxito rápido, la desconfianza en las instituciones, etcétera.51 El modelo de economía de mercado se implantó no sólo en la práctica sino en la mente, la ideología y el corazón de la sociedad chilena. La cultura chilena quedó moldeada, en el marco de una intensa globalización y exaltación consumista, por la influencia de los medios de comunicación masivos y la creciente interacción entre farándula y política. La hipersaturación noticiosa de la memoria de los acontecimientos del 11 de septiembre de 1973 permitió, ciertamente, que las generaciones jóvenes conocieran documentales y reportajes televisivos inéditos hasta entonces en el país, pero también las imágenes del golpe militar y el incendio de La Moneda tuvieron un carácter mediático "que anuló todo presunto referente histórico y todo significado político concreto".52 La política concertacionista exaltó el rito conmemorativo de los treinta años del golpe militar repitiendo reiteradamente las imágenes y los sonidos de un acontecimiento crucial de la memoria traumática de la sociedad chilena, pero, ciertamente, bajo el modelo comunicacional del "evento", en el cual "no hay sujetos ni objetos, sólo operadores en distintos roles".53 La escenificación mediática de la fecha conmemorativa del 11 de septiembre intentó, de nueva cuenta, invisibilizar las contraposiciones de las diversas memorias sociales, neutralizando la carga política e ideológica de los acontecimientos sucedidos en esa ocasión. En última instancia, y en palabras de Nelly Richard, "septiembre de 2003 [...] más que reparar la deuda de una omisión, sugirió un acuerdo entre el gobierno y los medios para despedir el pasado molesto en la clausura final de un ciclo histórico aliviado de cumplir treinta años, de rematar una época de restos y de restas (los cuerpos y los nombres que faltan). Septiembre de 2003 pareció querer liquidar lo pendiente de un pasado incompleto [...] para que la actualidad neoliberal, ya sin el lastre del peso de la culpa, llegara a coincidir consigo mismo en la liviandad máxima de la no–carga y del descargo".54

Un segundo rasgo de las conmemoraciones del 11 de septiembre de 2003 fue la centralidad que asumió la figura de Salvador Allende, una figura que había sido invisibilizada –y demonizada, al igual que su gobierno– durante el régimen militar, pero que tampoco durante los gobiernos democráticos había sido totalmente rehabilitada (a excepción de la ceremonia de funerales públicos —no oficiales— que se realizó en 1990, "como si este imperfecto ritual funerario, al haber carecido de la condición de funeral de Estado, hubiese sido el precio a pagar por mantener el silencio en torno a su figura y su memoria").55 Dicha rehabilitación se realizó a través de diversas modalidades: resaltando —mediante los innumerables programas de radio y televisión transmitidos reiteradamente— "la epopeya y el sacrificio" del presidente derrocado; reabriendo la puerta de La Moneda por la que usualmente entraba Allende a sus oficinas y por la cual había sido sacado su cadáver (misma que había sido clausurada al día siguiente del golpe de Estado); e inaugurando en las oficinas presidenciales dos cuadros que lo representaban. El primero, el día de su toma de posesión en uno de los balcones del Palacio presidencial; el segundo, en términos del vacío dejado por el presidente derrocado en ese mismo balcón en los momentos en que La Moneda era bombardeada. Pero las políticas estatales que apuntaban a reivindicar la memoria de Allende desintensificaban su propia actuación el 11 de septiembre de 1973, modificando iconográficamente su imagen "sólidamente instalada al interior de la izquierda (la del presidente con casco y armado de su ametralladora el día del golpe de Estado) a otra [...] centrada en la parte superior de su rostro, en donde son sus ojos protegidos por sus famoso lentes ópticos los que sobresalen, lo que se reproduce masivamente en afiches, gorros, pósters y camisetas".56 Pero, ciertamente, incluso esta "museificación de su memoria",57 deshistorizada y despolitizada, resultaba inaceptable para la derecha, que reiteraba su rechazo a considerar a Allende una figura republicana y democrática. El 11 de septiembre de 2003 los partidos de derecha y los sectores afines al golpe militar realizaron una serie de actos alternativos de memoria, tales como "jornadas de reflexión" en las sedes partidarias u homenajes a un intendente militar de Santiago asesinado en 1983 por un Comando del Movimiento de Izquierda Revolucionario como acto de resistencia. Por otra parte, también hubo conmemoraciones alternativas emprendidas por sectores de izquierda no insertos en el gobierno de la Concertación, especialmente el Partido Comunista, acompañado por organizaciones sociales y estudiantiles, que recordaban trágicamente la fecha del 11 de septiembre de 1973 en una reiteración permanente de su exigencia de verdad, justicia y castigo a los responsables de la represión.58 Cabe señalar que la centralidad otorgada oficialmente a la figura de Salvador Allende en la conmemoración del trigésimo aniversario del golpe militar corría paralela a la desvalorización de la figura de Augusto Pinochet (comenzada en 1998 con su detención, y agravada a partir de 2004 con el descubrimiento de cuentas bancarias millonarias en Estados Unidos, investigaciones judiciales, documentos desclasificados, etcétera), a lo cual se agregaría, precisamente con ocasión de esa conmemoración, la aseveración del entonces comandante en jefe del ejército, Juan Emilio Cheyre, que esta institución armada no era heredera del legado del régimen militar y que "nunca más" el ejército participaría en actos criminales.59

 

LAS CONTIENDAS EN TORNO A LOS MEMORIALES

Un segundo ámbito en el que cristalizan las disputas en torno a la memoria social se encuentra en las "marcas territoriales, espacios físicos y lugares públicos".60 En el caso chileno, esto se puede ilustrar a partir de las disputas que generó tanto la propuesta de erigir un monumento a Salvador Allende como el reciente debate en torno a la inauguración del memorial en honor a Jaime Guzmán, uno de los principales ideólogos de la dictadura militar.61

La propuesta para construir un monumento al presidente Salvador Allende surgió en 1991 durante el primer gobierno de la transición, a iniciativa de diputados de la Concertación. Dicha propuesta polarizó enconadamente durante cuatro años al espacio institucional en que debía ser aprobada: el Congreso. En primera instancia, con respecto a la valoración de la figura de Allende y su liderazgo en la política nacional, aunque en el fondo "los debates en el congreso terminaron apuntando a los amargos y polarizados recuerdos de las víctimas y los perpetradores".62 En referencia particular a la polémica en torno a la figura de Allende, los argumentos de apoyo a la construcción de su monumento hacían referencia a su carácter de figura pública de larga trayectoria política, a su carácter de ex presidente digno de respeto y homenaje, así como a sus atributos de líder heroico y congruente.63 No menor fue el argumento de erigirle un monumento como un acto de "tolerancia, diversidad y reconciliación".64 Pero, por otra parte, desde las voces de oposición de derecha, la figura de Allende aparecía en la memoria como la de un dirigente desastroso y calamitoso, autor de una campaña de terror contra propietarios, capitalistas y cristianos; que contribuyó a alentar la violencia y a casi desatar la guerra civil,65 argumento que justificaba el golpe militar, al aseverarse que la violencia comenzó con el gobierno de Allende y que el golpe evitó una guerra civil. Finalmente, y muy acorde con la política de concesiones propia de la era concertacionista, la propuesta de construir un monumento a Allende fue acompañada con la aceptación por parte de los senadores socialistas de aprobar un monumento al fallecido senador Jaime Guzmán, crítico implacable del gobierno de Salvador Allende, ferviente anticomunista, ideólogo de la dictadura militar, activo propulsor del desmantelamiento del Estado y vehemente defensor de la economía de mercado, participante activo en la preparación de la Constitución aprobada en 1980,66 fundador del derechista Partido Unión Demócrata Independiente (UDI), senador durante el proceso de transición democrática, y asesinado en abril de 1991 por un comando del Frente Patriótico Manuel Rodríguez.67 El otro punto de conflicto en relación con el monumento de Allende se refirió a su diseño y lugar de ubicación,68 hasta su inauguración en junio del 2000 en la Plaza de la Constitución de Santiago, frente al Palacio de La Moneda, "monumento [...] en el que la cara y el torso del ex presidente realmente lo retratan, mientras que su cuerpo está envuelto en una bandera chilena dispuesta hacia atrás, como si estuviera flotando, virtualmente sin piernas".69 La figura de Salvador Allende sigue siendo hasta el día de hoy una figura polémica. Incluso "los chilenos endiosan y envilecen a Allende. Lo recuerdan como una víctima de los derecha y los Estados Unidos, como una víctima de su propio partido y de la ultraizquierda, como un mártir, un dirigente desastroso o un siniestro protagonista que deshizo la sociedad chilena".70 Pero las batallas en torno a su memoria se dan incluso dentro de la izquierda, como expresión de las fisuras existentes en dicho bloque político. El Partido Socialista Chileno, actualmente uno de los partidos que forman parte de la Concertación, en general ha intentado distanciarse de la iconografía de Allende, o, en todo caso, despolitizar y deshistorizar su memoria (tal como se planteaba en líneas anteriores), a diferencia del Partido Comunista, ajeno y marginal a la Concertación, para el cual la identificación con la figura de Salvador Allende —en particular como líder de la Unidad Popular— sigue siendo un elemento central de su memoria social.

Por otra parte, y en medio de una intensa polémica, el 9 de octubre del 2008 se inauguró en una elegante avenida de Santiago de Chile71 un memorial en homenaje a Jaime Guzmán. Para la Corporación Pro–Memorial Jaime Guzmán (fundada precisamente en el año 2003 a partir de una ley promulgada en 1993 por el entonces presidente Patricio Aylwin), el memorial estaría destinado a perpetuar la memoria de Guzmán tanto a través de monumentos y memoriales, como mediante obras educacionales, culturales y de acción social, tendientes a contribuir a un "clima de reconciliación nacional".72 Construido con un costo de unos dos millones y medio de dólares,73 el punto central de la polémica mediática en torno al memorial se refería a la pertinencia —o no— de la asistencia de la presidenta Bachelet a su inauguración. Desde la perspectiva de la Concertación, los argumentos que se oponían a la presencia de la mandataria era diversos: ¿cómo podría asistir la presidenta al homenaje de quien fuera uno de los ideólogos del régimen militar, si ella y su familia fueron víctimas de la dictadura? ¿No constituía aquel acto acaso un atentado a la memoria? Desde la perspectiva de los sectores afines al Partido Unión Demócrata, la presencia de la presidenta Bachelet sería una señal de unidad nacional, al margen de preferencias partidarias.74 Más allá de lo anterior, las interrogantes que se jugaban se referían, de nueva cuenta, a la contraposición entre memorias sociales que todavía hoy generan profundas diferencias en el país. Desde la perspectiva agraviada por lo acaecido durante el régimen militar se cuestionaba: ¿es correcto que en una sociedad democrática se levante un monumento a una figura pública identificada cabalmente con una dictadura? ¿Es válido destinar espacio público a este tipo de homenajes?, ¿no existen, acaso, valores comunes en Chile ajenos a lo que fue el régimen militar?, ¿será el memorial en homenaje a Jaime Guzmán otro signo de "blanqueo" a la memoria de la represión, convirtiéndolo en mártir y en un ciudadano ejemplar?, ¿se harán posteriormente otros monumentos a personeros representativos de la dictadura? Desde la perspectiva afín a Guzmán las interrogantes eran otras: ¿cómo no honrar la memoria de un parlamentario asesinado en democracia y elegido por el voto popular?, ¿no es acaso Jaime Guzmán también una víctima, arteramente asesinada?, ¿no está acaso Chile por encima de banderas políticas?, ¿no es posible todavía conciliar todas las agendas posibles y posibilitar el encuentro entre quienes están en veredas contrarias?

Pero las marcas territoriales a partir de las cuales se plasma la memoria en Chile tienen también otras dimensiones. Así, por ejemplo, si la iniciativa para construir un monumento a la memoria de Salvador Allende provino de la élite política, cabe señalar que han existido otros esfuerzos por parte de grupos y asociaciones ligados al movimiento de derechos humanos, así como por víctimas de la represión, a fin de construir "lugares de memoria" en lo que fueron centros clandestinos de tortura y que habían intentado ser "borrados" por la dictadura.75 En esta línea, uno de los esfuerzos más importantes y conocidos se refiere a la recuperación de uno de los símbolos emblemáticos de la represión chilena, Villa Grimaldi, y su reconversión en un Parque de la Solidaridad a iniciativa de la Agrupación de Ex Presos de Villa Grimaldi. Pero incluso en este caso,

[...] hubo polémicas intensas entre los sobrevivientes de la Villa y los familiares de las víctimas respecto de cómo preservar el sitio en ruinas. Emergieron tres posiciones básicas: 1) dejar a las ruinas de Villa Grimaldi tal y como existían en aquel entonces y colocar en el sitio una escultura sencilla para recordar a las víctimas; 2) reconstruir Villa Grimaldi exactamente como era cuando funcionó como centro de tortura, y 3) resemantizar a Villa Grimaldi a través de la construcción de un Parque por la Paz, no como símbolo de la muerte sino como un símbolo de vida.76

Pero incluso si el lugar se re–construyó siguiendo los lineamientos de esta última alternativa, el qué y el cómo recordar pueden divergir según el recorrido que se haga y el "lugar de enunciación" del sujeto que da sentido al lugar".77 Desde otra perspectiva, pero ligado con lo anterior, parte importante de las contiendas por la memoria residieron en las estrategias —gubernamentales— para distorsionar los mapas del recuerdo, neutralizando el peso del horror y alentando nuevas "lecturas" en el marco de las políticas de reconciliación nacional impulsadas por los gobiernos de transición. Así, retomando el ejemplo de Villa Grimaldi en Chile, el diseño del parque en forma de cruz con una fuente de agua en el punto de intersección hace alusión a la "purificación" que precede al reencuentro,78 asumiendo implícitamente la posibilidad del reencuentro entre víctimas y perpetradores. DOS memorias contrapuestas en torno a la figura

 

DE MIGUEL KRASSNOFF, UNO DE LOS PRINCIPALES TORTURADORES DE LA DIRECCIÓN DE INTELIGENCIA NACIONAL

Un tercer ámbito en el que se manifiesta la persistencia de las memorias divididas se refiere a la aparición reciente de dos libros biográficos —radicalmente distintos en su mirada— en torno a la figura del brigadier (retirado) Miguel Krassnoff Marchenko, uno de los más prominentes oficiales de la DINA, personaje emblemático del régimen militar, imagen simbólica para el mundo vinculado a la defensa de los derechos humanos, cercano colaborador del general Manuel Contreras (jefe de la Dirección Nacional de Inteligencia durante la dictadura) y preso desde el año 2005 acusado de estar implicado en violaciones a los derechos humanos durante el régimen militar. Nieto del último líder cosaco Piotr Krassnoff (entregado en 1945 por los ingleses a los soviéticos en territorio austriaco una vez fracasado el desastroso apoyo otorgado por los cosacos a las tropas hitlerianas, y presumiblemente desaparecido en prisión, al igual que su hijo Simón, padre de Miguel, fundamentalmente por su participación anti–bolchevique después de la Revolución Rusa), Miguel Krassnoff llegó muy pequeño a Chile con su madre y abuela, ingresando desde muy joven a la carrera militar. El 11 de septiembre participó en la toma de posesión de la residencia privada de Salvador Allende. Asignado en junio de 1974 a la Dina con el grado de teniente, y poco tiempo después ascendido a capitán como oficial de inteligencia –en la dirección de la agrupación Halcón, sección especializada en la búsqueda y detención de activistas del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR)–79 dirigió el 5 de octubre de 1975 el operativo en que encontró la muerte el secretario general del mir, Miguel Enríquez, a raíz de lo cual fue condecorado por el general Pinochet con la Medalla al Valor Militar. Permaneció en la Dina 27 meses y posteriormente ascendido a teniente coronel primero y luego a Brigadier, cumplió funciones militares en el sur de Chile. En 1979 fue acusado por primera vez por torturas, y desde 1992 ha enfrentado varios juicios por desapariciones de militantes del MIR. La justicia militar lo sobreseyó en varios de ellos, en virtud de la Ley de Amnistía decretada en 1978 por el régimen militar que buscaba impedir las investigaciones judiciales de todos los casos de violaciones a los derechos humanos cometidas entre 1973 y 1978.80 En 1998 se reiniciaron los procesos contra Krassnoff por la desaparición de numerosos prisioneros políticos, y fue nuevamente citado a tribunales (cabe destacar que los Tribunales de Justicia dejaron de aplicar la Ley de Amnistía en 1998, sentando jurisprudencia en la materia). En el 2003 fue condenado a diez años de prisión, a lo cual se agregaron posteriormente otras condenas por secuestros y desapariciones de militantes del MIR que suman en total 138 años de presidio. Desde el 2005 Miguel Krassnoff está recluido en el penal de Punta Peuco, mientras otros procesos que lo involucran siguen su curso en los tribunales de justicia.81

El primero de los libros a los que hemos hecho referencia se titula Miguel Krassnoff. Prisionero por servir a Chile, escrito por la historiadora Gisela Silva Encina, y publicado en 2007 –alcanzando hasta el momento dos ediciones–82 mismo que fue avalado por distintos personajes asociados a la derecha política como Hermógenes Pérez de Arce, un polémico abogado y periodista, ardiente defensor del general Pinochet, y que hasta el día de hoy no reconoce que se violaron los derechos humanos durante el régimen militar.83 El libro en cuestión, exculpatorio y justificatorio, no sólo asume la inocencia de Krassnoff, sino que asevera —retomando los argumentos reiterados por Pérez de Arce— que Krassnoff ha sido sometido a vejámenes, humillaciones y sufrimientos indignos de un oficial del ejército chileno. Los argumentos ofrecidos por la Gisela Silva —desestimando las declaraciones de testigos y víctimas que acusan a Krassnoff, pero aceptando las de quienes lo exculpan– y que recogen las declaraciones del propio Krassnoff en una serie de entrevistas con la autora en las que éste repite lo manifestado en careos y procesos judiciales y reiterados en la única entrevista pública que ha concedido,84 están orientados a "blanquear" la figura de Krassnoff y se refieren, entre otros, a los siguientes puntos:

• Una carrera militar brillante, en la cual ha obtenido merecidos premios, medallas y condecoraciones. En este sentido, Miguel Krassnoff es un oficial que contribuyó a salvar al país de la guerra civil, respondiendo al llamado de la ciudadanía para que las Fuerzas Armadas tomasen el poder y devolviesen a Chile "el orden y la libertad",85 salvando a la democracia amenazada por un "terrorismo que venía actuando en Chile desde antes que los partidos marxistas tuvieran acceso al gobierno",86 y contribuyendo a echar las bases de la paz social que disfruta actualmente el país.

• Como oficial y como ser humano, Krassnoff ha demostrado en toda ocasión su caballerosidad y código de honor, como lo demostró al salvar a Carmen Castillo, compañera sentimental de Miguel Enríquez y herida en el enfrentamiento en que éste murió, a quien "tomó en sus brazos y personalmente la llevó a una ambulancia [...] (para) llevar a la herida al Hospital Militar".87

• Su trabajo en la Dina era la de "analista de las tácticas subversivas, especialmente con respecto al MIR, que era el movimiento terrorista más eficaz y más violento en sus procedimiento".88 Como analista de información, conoció recintos donde estaban detenidos militantes del MIR pero a su juicio eran "cuarteles de tránsito, donde los detenidos permanecían cuatro o cinco días".89 En sus visitas a estos lugares, no vio personas maltratadas físicamente ni muertas. Así lo ha declarado siempre ("Frente a mí no falleció nadie, nunca se llevaron a nadie en forma extraña en calidad de cadáver).90 Sus interrogatorios se efectuaban siempre "con paciencia y serenidad [...] aunque ahora reconoce que le costaba dominarse, especialmente cuando comprobaba la fría crueldad con que actuaban los terroristas"91 ("Sin tocarles un pelo y sin necesidad de ninguna presión física me entregaron mucha información").92

• Krassnoff es inocente de cualquier crimen o secuestro; tampoco los presenció ("Los vi a todo en condiciones absolutamente normales, ni sangrando ni quebrados").93 Los cargos en su contra se basan en presunciones fundadas, no comprobables.

• La justicia chilena ha actuado jurídica y políticamente de manera malévola. "Los jueces no buscan la justicia sino la venganza".94 Ha sido acusado por testigos falsos, que no son sino terroristas formados en manuales subversivos. "¿Qué valor tiene el testimonio de los miles de torturados que ya se han registrado en Chile, estimulados además por una suculenta indemnización?".95

• Krassnoff sólo cumplió órdenes, y por tanto, es una injusticia privar de su libertad y condenar a un oficial que sólo ha cumplido con su deber. Se trata de un caso de injusticia política y de corrupción judicial que opera en medio de la apatía ciudadana y con la complicidad de la izquierda, sin excluir también la indiferencia de la derecha.

• Krassnoff no ha cometido los delitos que se le imputan. Es un preso político de la democracia, en virtud de decisiones políticas que atropellan la legalidad.

El segundo libro al que hacemos referencia, y de muy reciente publicación se titula Krassnoff. Arrastrado por su destino,96 y fue escrito por Mónica Echeverría.97 El libro traza, por una parte, la biografía familiar de Krassnoff, no para exaltar el espíritu "puro" y "heroico" de su linaje cosaco —como hace Gisela Silva— sino para y descifrar los fantasmas de ese pasado que puedan explicar su dureza para, a su juicio, "derrotar el mal" del comunismo.98 Sustentada en testimonios de víctimas y ex agentes de seguridad de la Dina, archivos judiciales, documentos desclasificados de la CIA en Chile, entre otros, Mónica Echeverría se avoca a la tarea de delinear el complejo, y contradictorio, perfil psicológico de Krassnoff. Se trataría de un personaje tan brutal como inteligente, honesto y prepotente, despectivo y cortés, amable y agresivo, manipulador y violento, obsesionado con un odio visceral a todo lo que oliese a marxismo, que a la vez que intentaba convencer a los detenidos de proporcionar voluntariamente información, no era ajeno a dirigir interrogatorios apelando a la más brutal tortura:

Mirada inquisidora, fría, calculadora, provocadora [...] Establece durante los interrogatorios el diálogo, discute y contra–argumenta refutando de manera despectiva cuando no está satisfecho con la respuesta [...] Pone las cartas sobre la mesa: lo que sabe y lo que busca. Anuncia la tortura inevitable, expresando disgusto por su aplicación, pero fundamentando la necesidad de ella. No pierde la oportunidad de hacer ver al prisionero su condición de derrotado, de sometido a sus arbitrios y designios.

Los testimonios recogidos en el libro, aparecidos en memorias, confesiones, careos, procesos judiciales, etcétera, evidencian, a juicio de Mónica Echeverría, que:

• Krassnoff no sólo era un oficial de inteligencia encargado de realizar trabajos de análisis, sino que cumplía también tareas operativas de búsqueda de militantes de izquierda. Así, por ejemplo, escribe la autora: "Manuel Rivas Díaz, funcionario de Investigaciones y destinado a la Dina declara: "Había varios grupos operativos que estaban a cargo de diferentes jefes. Recuerdo a Miguel Krassnoff a quien siempre vi en villa Grimaldi, que salía en un auto marca Fiat 125 acompañado de otras camionetas y regresaban con detenidos".99

• Fue jefe de varios centros clandestinos de detención. Los sobrevivientes de uno de ellos100 "aseguran que quien mandaba y tenía su oficina frente al lugar de tortura era el capitán Miguel Krassnoff, quien decidía la vida o muerte de los detenidos".101

• Participó directamente en torturas —aunque en ocasiones dejara "el trabajo sucio" a otros colaboradores—102 e incluso fue el autor material de varios asesinatos.103

 

REFLEXIONES FINALES

Miradas totalmente contrapuestas en torno a un mismo personaje emblemático de la dictadura militar, así como fechas conmemorativas y memoriales en disputa, evidencian que la sociedad chilena no ha logrado exorcizar los fantasmas que la atormentan. Los bandos irreconciliables persisten y las élites políticas evitan el debate público en torno al pasado reciente. Los protagonistas regresan al escenario de la historia, una y otra vez. Algunos de ellos reiteran su insistencia en dejar atrás el pasado y dar vuelta a la página. Para otros, siguen vivos ciertos nudos de memoria: crimen, exilio, tortura, desapariciones. Para una parte importante de la sociedad chilena ha corrido el tiempo y reina la apatía. Pero en todo caso, y según la Encuesta Nacional Bicentenario, correspondiente al año 2007, actualmente Chile es una sociedad profundamente enfrentada y dividida, en la cual el optimismo por lograr ciertas metas, como lograr la reconciliación, por ejemplo, es cada vez más escaso.104 En esta misma línea, y siguiendo los datos de la encuesta mencionada, se reconocen los grandes avances y el progreso experimentado en los últimos veinte años, pero existe temor por conflictos y contradicciones aun no solucionados y, dato llamativo, la democracia no es un valor altamente valorado ni constituye ya un factor central de la identidad nacional. En Chile hoy existe una profunda desconfianza en las instituciones y en la democracia,105 así como una corrupción históricamente inédita, profundas desigualdades (étnicas, de clase, de género), fragmentación social, endeudamiento y un hondo malestar con una clase política sumida en sus propias disputas.106 Ello, en el marco de los rápidos cambios experimentados a lo largo de los últimos 25 años en un país que todavía no ha logrado solucionar traumas relacionados con la violencia del pasado, en ausencia de un acuerdo consensado que permita el debata a nivel institucional. Sobre el presente todavía se extienden las sombras del pasado, por más que los chilenos, evitando convertirse en estatuas de sal, hayan intentado mirar hacia atrás fijando la mirada en el futuro y en el "exitismo" del presente.

 

NOTAS

1 Encuesta Nacional Bicentenario 2007, El Mercurio, 4 de noviembre de 2007.        [ Links ]

2 Sección Reportajes de El Mercurio, 26 de agosto de 2007.        [ Links ]

3 La Nación, 1 de junio de 2008.        [ Links ]

4 La Nación, 27 de enero de 2008.        [ Links ]

5 La Nación, 23 de marzo de 2008.        [ Links ]

6 Enclave alemán fundado en el sur de Chile en 1961 por Paul Schafer, un enfermero que había participado en la Segunda Guerra Mundial y que llegó a Chile escapando de acusaciones por abuso sexual que la justicia alemana abrió contra él. En esa localidad vivían varios centenares de personas, la mayoría de ellos de nacionalidad alemana, desarrollando variadas actividades agrícolas y comerciales, aunque sometidos a los abusos y al régimen autoritario establecido por Schafer. La Colonia Dignidad tuvo estrecha relación con la Dina y con altas autoridades del régimen militar, y allí fueron desaparecidas numerosas víctimas de la represión (véase al respecto, Friedrich Paul Heller, Pantalones de cuero, moños... y metralletas. El trasfondo de Colonia Dignidad, Santiago, Ediciones Chile–América, 2006.        [ Links ]

7 La Nación, 1 de marzo de 2007.        [ Links ]

8 Sección Reportajes de El Mercurio, 2 de octubre de 2005.        [ Links ]

9  La Nación, 27 de enero de 2008.         [ Links ] Lo anterior llevó a la renuncia del general Gonzalo Santelices, jefe de la Guarnición de Santiago.

10  Ricardo Capón, Chile: un duelo pendiente. Perdón, reconciliación, acuerdo social, Santiago, Andrés Bello, 1999.        [ Links ]

11 Manuel Antonio Carretón, "Memoria y proyecto de país", Revista de Ciencia Política, Santiago, Instituto de Ciencia Política, vol. XXIII, núm. 2, 2003.        [ Links ]

12  Nelly Richard, Residuos y metáforas. Ensayos de crítica cultural sobre el Chile de la Transición, Santiago, Cuarto Propio, 1998, p. 29.        [ Links ]

13 Ciertamente, y asumiendo que la historia es también una modalidad de representación del pasado, cabe señalar que tampoco en el ámbito historiográfico existen verdades históricas absolutas. Como señala el historiador chileno Julio Pinto, "a estas alturas del debate, parece inoficioso insistir sobre la inexistencia de una verdad histórica, que dé cuenta definitiva de procesos que pueden ser interpretados de muchas maneras y en los cuales normalmente existen naturales discrepancia al momento de hacer los balances (..) En la historia no existen tales verdades únicas, aunque la naturaleza conflictiva de la sociedad haga que muchas efectivamente aspiren a ser hegemónicas" (Julio Pinto, "La memoria como creación o división de identidad", Revista de Crítica Cultural, Santiago, núm. 18, junio de 1999).         [ Links ] Un ejemplo nítido de lo anterior, para el caso chileno, pueden encontrarse en el Manifiesto de los historiadores, Santiago, LOM Ediciones, 1999. En esta misma línea, más allá que en décadas recientes se haya producido una renovación teórica y conceptual que ha dejado de privilegiar las grandes estructuras y los macroprocesos (para centrarse en los sujetos afectados por los mismos) y que la historia trabaja actualmente con metodologías orales —desechadas por la historia tradicional— el discurso de la historia "tiene como objetivo la exactitud de la representación (...) aclarar lo mejor posible el pasado (...) revelar (sus) formas (...) poner orden" (Joel Candau, Antropología de la memoria, Buenos Aires, Nueva Visión, 2002, p. 56.        [ Links ]

14 Manuel Antonio Garretón, "Memoria y proyecto de país", op. cit., p. 217.

15 Idem.

16 Elizabeth Jelin, Los trabajos de la memoria, Madrid, Siglo XXI Editores, 2002.        [ Links ]

17 Ibid., pp. 43–44.

18 Sobre el significado político del fallecimiento de Augusto Pinochet véase Alfredo Joignant, Un día distinto. Memorias festivas y batallas conmemorativas en torno al 11 de septiembre en Chile, 1974–2006, Santiago, Editorial Universitaria, 2007, pp. 131–173.        [ Links ]

19 En la Concertación confluyen el Partido Socialista de Chile, la Democracia Cristiana, el Partido Radical Socialdemócrata y el Partido por la Democracia.

20  Institucionalidad que implicaba conservar una Constitución que aseguraba a los militares autonomía, amnistía y la permanencia del general Pinochet como comandante en jefe del ejército.

21 Entre los que se puede mencionar, entre otros, el Informe de la Comisión Verdad y Reconciliación (1991) que proporcionó información sobre el destino de más de dos mil ejecutados, detenidos y desaparecidos, o el Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y/o Tortura (2004) que documentó casi 30 mil casos de torturas. De igual modo, se pueden citar los procesos jurídicos abiertos contra militares encargados de organizar la represión, el funeral público organizado para dar sepultura oficial a los restos de Salvador Allende, la inauguración del Muro Memorial al Detenido Desaparecido, la compensación a las víctimas de violaciones a los derechos humanos y sus familias, etcétera.

22  Así, por ejemplo, el Informe de la Comisión Verdad y Reconciliación no abarcó el número total de desaparecidos, no aclaró cabalmente su destino ni dio a conocer el nombre de los perpetradores. El Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y/o Tortura documentó sólo la tercera parte del total de los casos de tortura. Por otra parte, los funerales de Salvador Allende no tuvieron un carácter de funerales de Estado, dada la oposición de los militares al respecto (véase A. Joignant, Un día distinto..., op. cit.). Asimismo, la justicia y el castigo se han desplazado a un espacio meramente simbólico, eximiendo de responsabilidad penal a los principales actores de la violencia dictatorial.

23 Véase al respecto Adriana Bergero y Fernando Reati, Memoria colectiva y políticas del olvido. Argentina y Uruguay, 1970–1990, Rosario, Beatriz Viterbo Editor, 1997.        [ Links ]

24 Véanse Tomás Moulian, Chile actual: anatomía de un mito, Santiago, LOM Ediciones, 1997, y Nelly Richard, Residuos y metáforas..., op. cit.

25 Katherine Hite, "La superación de los silencios oficiales en el Chile posautoritario", en Anne Pérotin–Dumon (dir.), Historizar el pasado vivo en América Latina (http:/etica.uahurtado.cl/historizarelpasadovivo/es).        [ Links ]

26 Véase, por ejemplo, de Ascanio Cavallo, La historia oculta de la transición. Memoria de una época, 1990–1998, Santiago, Grijalbo, 1998.        [ Links ]

27 Véase al respecto, de Brian Loveman y Elizabeth Lira, El espejismos de la reconciliación política. Chile 1990–2002, Santiago, LOM Ediciones, 2002.        [ Links ]

28 Nelly Richard, Residuos y metáforas..., op. cit., p. 175.

29 Tomás Moulian, Chile actual..., op. cit., p. 156.

30  Alexander Wilde, "Irruptions of Memory: Expressive Politics in Chile's Transition to Democracy", Journal of Latin American Studies, vol. 31, núm. 2, mayo de 1999, p. 475.        [ Links ]

31 En este sentido, resulta acertada la aseveración de que "de hecho, las exploraciones del pasado de Chile en la última década o más se produjeron a pesar de la clase política y no gracias a ella" (Katherine Hite, "La superación de los silencios oficiales...", op. cit., p. 6).

32 Véase, por ejemplo, "La nueva geografía de los jóvenes chilenos", El Mercurio, 20 de octubre de 2007.

33  Véase al respecto, por ejemplo, de Peter Winn, "El pasado está presente. Historia y memoria en el chile contemporáneo", en Anne Pérotin–Dumon (dir.), Historizar el pasado vivo en América Latina (http:/etica.uahurtado.cl/historizarelpasadovivo/es).        [ Links ]

34 Así, por ejemplo, "a medida que comenzaron a conocerse públicamente la cifra de los muertos, detenciones, desapariciones y el dolor de las cicatrices que dejó la tortura, aparecieron también las dudas para los educadores, administradores, políticos y profesionales de la educación: ¿cómo se enseñaría a las nuevas generaciones el Golpe de Estado ocurrido el 11 de septiembre de 1973, las violaciones a los derechos humanos perpetrados durante la dictadura militar y la transición pactada entre los sectores políticos democráticos y la dictadura militar" (Leonora Reyes Jedlicki, "Actores, conflicto y memoria: reforma curricular de Historia y Ciencias Sociales en Chile, 1990–2003", en Elizabeth Jelin y Federico Guillermo Lorenz (comp.), Educación y memoria. La escuela elabora el pasado, Madrid, Siglo XXI Editores, 2004, p. 66.        [ Links ]

35 Al respecto, véase por ejemplo, Manifiesto de los historiadores, Santiago, LOM Ediciones, 1999.        [ Links ]

36 Para una severa crítica a este punto, véase Alfredo Joignant, Un día distinto..., op. cit., pp. 33–35.

37 Mario Sznajder, "Memoria y política en el Chile redemocratizado", en Bruno Groppo y Patricia Flier (comps.), La imposibilidad del olvido: recorridos de la memoria en Argentina, Chile y Uruguay, La Plata, Al Margen, 2001, p. 181.         [ Links ] En esta línea, no es casual que la dictadura se entroncase directamente con el autoritarismo de la figura de Diego Portales (1793–1837) recreando el ideal de un gobierno fuerte y eficaz que había restaurado el respeto a la autoridad y el orden público como principios políticos fundamentales frente a la anarquía y el caudillismo de la época. Asumiéndose como una figura analógica a la de Portales, y concentrando en sí virtualmente todo el poder, Augusto Pinochet se presentaba a sí mismo como el "hombre providencial" que salvó a la patria, encarnando una solución restauradora del orden perdido durante el gobierno de la Unidad Popular (1970–1973), periodo — a su juicio– de descomposición institucional, vacío intelectual y moral, erosión del derecho y desprecio por las formas jurídicas (en este sentido, es significativo constatar el daño sufrido por el lenguaje. Así, por ejemplo, el golpe militar se volvió "pronunciamiento"; el dictador, "hombre providencial"; el combate a la ideología marxista, "defensa de los valores cristianos y occidentales", y los crímenes, "razón de Estado"). Desde esta perspectiva, el golpe de Estado de 1973 realizado por las fuerzas armadas —ejecutor necesario y natural del ideal portaliano– representaba tanto un momento fundacional como un acontecimiento histórico legítimo y necesario, que adquiría pleno sentido al sustituir un gobierno débil e ineficaz por otro fuerte y eficiente. Asimismo, y de manera analógica a Portales, Pinochet tuvo como objetivo consolidar y provocar una renovación institucional, para lo cual la concepción portaliana según la cual un gobierno no debiese sentirse en absoluto amarrado a las fórmulas constitucionales y legales si su prescindencia fuese necesaria para mantener o conseguir "la seguridad interior del Estado" fue extremadamente útil.

38  Steve J. Stern, "De la memoria suelta a la memoria emblemática: hacia el recordar y el olvidar como proceso histórico (Chile, 1975–1998)", en M. Garcés, P. Milos, M. Olguín, J. Pinto, M.T. Rojas, M. Urrutia (comp.), Memorias por un nuevo siglo. Chile, miradas a la segunda mitad del siglo XX, Santiago, LOM ediciones, 2000.        [ Links ]

39  Véanse, por ejemplo, Hernán Vidal, Dar la vida por la vida. Agrupación Chilena de Familiares de Detenidos Desaparecidos, Santiago, Mosquito editores, 1996,         [ Links ] y del mismo autor, Chile: poética de la tortura política, Santiago, Mosquito Editores, 2000.        [ Links ]

40 Al respecto, véase de Azun Candina Colomer, "El día interminable. Memoria e instalación del 11 de septiembre de 1973 en Chile (1974–1999)", en Elizabeth Jelin (comp.), Las conmemoraciones: las disputas en las fechas "infelices", Madrid, Siglo XXI Editores, 2002.        [ Links ]

41  Ibid., p. 17.

42 Constitución aprobada en una votación realizada sin registros electorales, virtualmente bajo Estado de sitio y sin garantías mínimas para los opositores al gobierno.

43 Alfredo Joignant, Un día distinto..., op. cit., p. 42.

44  Como ejemplo de lo anterior, véase de Vicente Espinoza, "Reivindicación, conflicto y valores en los movimientos sociales de la segunda mitad del siglo XX"; Ximena Valdés, Loreto Rebolledo et al., "El movimiento social de mujeres: memoria, acción colectiva y democratización en Chile en la segunda mitad del siglo XX", en M. Garcés, P. Milos, M. Olguín, J. Pinto, M.T. Rojas, M. Urrutia (comps.). Memorias por un nuevo siglo..., op. cit.

45  Steve Stern, "De la memoria suelta a la memoria emblemática...", op. cit.

46  Revelaciones posteriores demostrarían que no fue exactamente así, y que Augusto Pinochet habría estado dispuesto a no reconocer las cifras de su derrota en el plebiscito.

47 Azun Candina Colomer, "El día interminable...", op. cit. Alfredo Joignant, Un día distinto..., op. cit.

48  Cabe recordar que el entonces presidente Ricardo Lagos pertenecía al Partido Socialista (el mismo al que perteneció Salvador Allende). Por otra parte, la magnificencia de dicha conmemoración provocó roces al interior de la Concertación gobernante, en particular entre personeros de la Democracia Cristiana con el resto de los partidos.

49  Ciertamente, no se puede dejar de reconocer, al mismo tiempo, procesos tales como la creciente brecha social, los efectos de una agresiva apertura económica, la inseguridad laboral, el aumento de la criminalidad, la falta de perspectivas futuras para los jóvenes, la fragmentación social, la apatía política, etcétera (véase, por ejemplo, Paul Drake e Iván Jaksic (comps.), "Introducción", en El modelo chileno. Democracia y desarrollo en los noventa, Santiago, LOM Ediciones, 1999.        [ Links ]

50  Tampoco se puede olvidar que existen también limitaciones a las posibilidades de convivencia democrática. Entre ellas podrían mencionarse, entre muchas otras, la existencia de poderes fácticos (Iglesia, empresarios, sectores de las Fuerzas Armadas, medios de comunicación, etcétera) cuya enorme fuerza política debilita los sistemas de representación institucional (véase al respecto Paul Drake e Iván Jaksic, El modelo chileno..., op. cit.

51  Manuel Antonio Carretón, La sociedad en que vivi(re)mos. Introducción sociológica al cambio de siglo, Santiago, LOM Ediciones, 2000,         [ Links ] cap. 6; Jorge Larraín, Identidad chilena, Santiago, LOM Ediciones, 2001,         [ Links ] cap. 7.

52 Álvaro Cuadra, "Promesas, ocasos y apatías del nuevo siglo", Ponencia presentada en el encuentro UTOPIA(S) 1970–2003, en conmemoración del trigésimo aniversario de la muerte de Salvador Allende, p. 4.

53 Eduardo Santa Cruz, "El imperio de lo verosímil (o el periodismo moderno trasvestido en marketing informativo)", en Carlos Ossa (comp.), La pantalla delirante. Los nuevos escenarios de la comunicación en Chile, Santiago, LOM Ediciones/Universidad ARCIS, 1999, p. 81.        [ Links ]

54 Nelly Richard: "Presentación", en Nelly Richard (ed.), Revisar el pasado, criticar el presente, imaginar el futuro, Santiago, Universidad ARCIS, 2004, pp. 12–13.        [ Links ]

55 Alfredo Joignant, Un día distinto..., op. cit., p. 71.

56 Ibid., pp. 99–100.

57  Ibid., p. 103.

58  Idem.

59 Felipe Agüero y Eric Hershberg, "Las Fuerzas Armadas y las memorias de la represión en el Cono Sur", en Eric Hershberg y Felipe Agüero (comps.), Memorias militares sobre la represión en el Cono Sur: visiones en disputa en dictadura y democracia, España, Siglo XXI Editores, 2005.         [ Links ] Cabe señalar que fue el propio general Cheyre quien en 2004, en vísperas de la entrega del Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y/o Tortura, reconoció por primera vez la responsabilidad institucional del ejército en acciones violatorias de los derechos humanos.

60 Elizabeth Jelin y Victoria Langland, "Las marcas territoriales como nexo entre pasado y presente", en Elizabeth Jelin y Victoria Lagland, Monumentos, memoriales y marcas territoriales, España, Siglo XXI Editores, 2003, p. 1.        [ Links ]

61 Jaime Guzmán (1946–1991), abogado, catedrático universitario, columnista en diversos periódicos, comentarista radial, líder de opinión, fue asesor del gobierno militar en materias jurídicas entre 1973 y 1983. Fue miembro de la Comisión de Estudios de la Nueva Constitución que redactó el proyecto de la misma, sometida a plebiscito en 1980. En este sentido, Guzmán fue el creador del artículo de la Constitución que sancionaba con la pérdida de los derechos ciudadanos a los grupos y personas que propagasen doctrinas que atentasen contra las bases de la institucionalidad; es decir, partidos y militantes de izquierda. Fue uno de los fundadores del movimiento Unión Demócrata Independiente (UDI) y su presidente entre 1983 y 1987, y posteriormente en 1989. En ese mismo año fue electo senador, cargo que desempeñó hasta su asesinato, y en el que destacó por su dura oposición al gobierno de Patricio Aylwin, criticándolo por su debilidad ante las acciones que la izquierda realizaba en esa época.

62 Katherine Hite, "La superación de los silencios oficiales...", op. cit., p. 26.

63  Idem.

64  Ibid., p. 30.

65 Ibid., pp. 29–32.

66  Dicha Constitución, en su versión original y entre otros puntos, prohibía las ideas y organizaciones de izquierda; restringía drásticamente el ejercicio de la soberanía popular eliminando, en la práctica, el plebiscito, reemplazando la proporcionalidad por el binominalismo y estableciendo una institucionalidad "protegida" por las Fuerzas Armadas. Su fin último era asegurar la perduración del régimen.

67 Brazo armado del Partido Comunista Chileno, fundado en 1983, cuyo objetivo era derrocar a la dictadura militar.

68 Katherine Hite, "La superación de los silencios oficiales...", op. cit.

69  Ibid., p. 46.

70  Ibid., p. 23.

71 La propuesta inicial ubicaba al memorial en una céntrica plaza de Santiago, pero hubo que desistir por la protesta de los vecinos que temían atentados por parte de quienes se oponían a su construcción.

72  (www.memorialjaimeguzman.cl/oo:objetivos.html).        [ Links ]

73 Punto Final, núm. 658, 21 de marzo de 2008. Parte de los fondos fueron proporcionados por la Municipalidad de Las Condes (gobernada por un militante de Partido Unión Demócrata Independiente, fundado por Guzmán). Acta del Consejo Municipal de Las Condes, 577 sesión ordinaria, 5 de septiembre de 2007.

74 La Nación, 6 de noviembre de 2008.        [ Links ]

75  Un ejemplo claro de lo anterior es la casa ubicada en la calle Londres 38, en pleno centro de la ciudad, donde funcionó uno de los más importantes centros de detención, tortura y exterminio de detenidos políticos. Como una forma de borrar lo sucedido, la dictadura sustituyó la numeración original que designaba al inmueble, por el número 40. Así, las denuncias realizadas comenzaron a apuntar, a partir de ese momento, a una dirección inexistente. En 1978, mediante decreto firmado por el propio Augusto Pinochet, la propiedad del recinto fue transferida gratuitamente a un organismo estrechamente vinculado al ejército, el Instituto de Cultura O'Higginiano. Los esfuerzos llevados a cabo por familiares de las víctimas, sobrevivientes, testigos directos de los hechos y diversas organizaciones sociales permitieron que ese lugar fuera declarado Monumento Nacional, y se encuentran actualmente en proceso para ser convertido en un Museo de la Memoria.

76  Michael J. Lazzara, "Tres recorridos de Villa Grimaldi", en Elizabeth Jelin y Victoria Lagland (comps.), Monumentos, memoriales y marcas territoriales..., op. cit., pp. 130–131.

77 Michael Lazzara, Tres recorridos..., op. cit., p. 129.

78 Rodrigo Arteagabeitía, Corporación Parque por la Paz Villa Grimaldi: una deuda con nosotros mismos, Santiago, Ministerio de la Vivienda, 1997.        [ Links ]

79 Movimiento política de extrema izquierda que propugnaba por una revolución socialista sin excluir la lucha armada.

80  Con la sola excepción del asesinato del ex ministro de Asuntos Exteriores Orlando Letelier, quien murió en un atentado con bomba ocurrido en Washington, en 1976.

81 A mediados de diciembre del 2008 una Comisión del Senado aprobó derogar la Ley de Amnistía. Falta su ratificación por el Pleno (Diario Electrónico. Radio Universidad de Chile, 17 de diciembre de 2008).        [ Links ]

82  Gisela Silva Encina, Miguel Krassnoff. Prisionero por servir a Chile, Santiago, Maye Ltda, 2007.        [ Links ]

83 Véase, por ejemplo, Hermógenes Pérez de Arce, Contra la corriente, Santiago, El Mercurio–Aguilar, 2005.        [ Links ]

84  Sección Reportajes de El Mercurio, 6 de julio de 2003.        [ Links ]

85  Gisela Silva, Miguel Krassnoff..., op. cit., p. 150.

86  Ibid., p. 113.

87  Ibid., p. 125.

88  Ibid., p. 114.

89  Ibid., p. 116.

90 Miguel Krassnoff, "Comparto el 'Nunca Más' de Cheyre", Sección Reportajes de El Mercurio, 6 de julio de 2003, p. 3.        [ Links ]

91  Gisela Silva, Miguel Krassnoff..., op. cit., p. 117.

92 Miguel Krassnoff, entrevista citada, p. 2.

93  Ibid., p. 2.

94  Gisela Silva, Miguel Krassnoff..., op. cit., p. 164.

95 Ibid., p. 119.

96 Mónica Echeverría, Krassnoff. Arrastrado por su destino, Santiago, Catalonia, 2008.        [ Links ]

97 Madre de Carmen Castillo, pareja sentimental de Miguel Enríquez y quien sobrevivió a la operación dirigida por Krassnoff el 5 de octubre de 1975.

98 "El 23 de enero de 1977 el diario alemán Die Welt informó: "Los que lo conocen informan que odia profundamente a los miembros de los partidos de izquierda, pues los responsabiliza de una manera especial de su propia humillación" (Mónica Echeverría, op. cit., p. 18). Recuérdese que su abuelo, Piotr Krassnoff, fue vencido por el Ejército Rojo y, posteriormente, asesinado y desaparecido por el gobierno soviético.

99  Ibid., p. 89.

100 Ubicado en la calle José Domingo Cañas 1367, comuna de Nuñoa.

101 Mónica Echeverría, Krassnoff. Arrasatrado..., op. cit., p. 91.

102  Ése fue precisamente el caso de Osvaldo Romo, un ex militante de izquierda que a los pocos días del golpe militar apareció como delator activo de la dictadura, y quien fuera cercano colaborador de Krassnoff para realizar todo tipo de vejámenes y torturas (véase al respecto Nancy Guzmán, Confesiones de un torturador, Santiago, Planeta, 2000.        [ Links ]

103 Así, por ejemplo, Osvaldo Romo relata a la periodista Nancy Guzmán lo siguiente, al rememorar la muerte de Diana Arón, una militante mirista que llegara a Villa Grimaldi herida de bala y sangrando, pero que igualmente fuera torturada por Krassnoff: "Lo que más me impactó fue que Krassnoff salió de la sala de torturas con las manos ensangrentadas gritando además de marxista la conchesumadre es judía. Hay que matarla. Eso lo decía con la cara desencajada; además, el jamás decía garabatos y esa vez estaba tan enojado que gritaba" (Nancy Guzmán, ibid., p. 149). Cabe señalar que el cuerpo de Diana Aron no ha sido encontrado hasta el día de hoy.

104 Encuesta Nacional Bicentenario 2007, El Mercurio, 4 noviembre de 2007.        [ Links ]

105 Véanse, por ejemplo, los resultados del Informe Latinobarómetro 2008, Corporación Latinobarómetro, Santiago, 2008.        [ Links ]

106 Alfredo Jocelyn–Holt, "Chile Today. Two Viewpoints", Harvard Review of Latin America, primavera de 2004.        [ Links ]

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