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Política y cultura

versão impressa ISSN 0188-7742

Polít. cult.  no.31 México Jan. 2009

 

Actores sociales y construcción de Estado

 

Lázaro Cárdenas en la memoria colectiva*

 

Verónica Vázquez Mantecón**

 

** Profesora del Departamento de Política y Cultura, Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco. Correo electrónico: vvazquez@correo.xoc.uam.mx.

 

Artículo recibido el 05–01–09
Artículo aceptado el 30–04–09

 

Resumen

El trabajo reconstruye la memoria colectiva sobre Lázaro Cárdenas a partir del discurso social. La hipótesis central sostiene que hay un discurso mítico sobre Lázaro Cárdenas que construye una imagen heroica relativa a un ser poseedor de dotes sobrehumanas. La imagen es vista como un referente político y simbólico. El mito de Cárdenas es un mito político que conformó al Estado–nación y consolidó al Estado mexicano. Tuvo dos lecturas: la estatista y la popular; también expresó las aspiraciones de justicia del pueblo. Los valores que se expresan en la memoria popular de Lázaro Cárdenas son paternalismo, asistencialismo, providencialismo, justicia social y soberanía nacional.

Palabras clave: mito, memoria colectiva, soberanía, simbolismo, ideología cardenista.

 

Abstract

This work is an effort to build the collective memory of president Cárdenas through the social speech of different actors. The main hypothesis points out that there is a myth in relation to him which has to do with an heroic image. It is about a human being with superhuman traits. The image is analyzed on the bases of a political and symbolic referent. It is a political myth, which contributed to consolidate the nation state and the mexican political system. Two perspectives can be derived from this analysis: one which deals with the politician with a long range view. The other has to do with the man who always was trying to improve the levels of social justice and the aspirations of the poorest. Different values are associated with the memory of Cárdenas: paternalism, assistentialism, social justice and nation sovereignty.

Key words: myth, collective memory, sovereignity, symbolism, cardenism ideology.

 

INTRODUCCIÓN

¿Por qué hay tantas memorias de Lázaro Cárdenas? ¿Para qué sirve la memoria del General? ¿Qué cultura política la genera? ¿Cuáles son los usos de Cárdenas y por qué su memoria es tan persistente?

La coyuntura electoral de 1988 ofrecía de manera recurrente un discurso sobre Lázaro Cárdenas proveniente de diferentes ámbitos, lleno de imágenes, símbolos y saberes compartidos que se expresaban con nitidez, como si pertenecieran al mismo patrón narrativo. Ahora, 20 años después, su figura vuelve a ser un símbolo central en el debate sobre la reforma energética, en la medida en que la expropiación del petróleo —la iniciativa presidencial más importante desde las Leyes de Reforma— consolida el nacionalismo de la Revolución Mexicana.

Así, en el imaginario social se tejió una historia sobre el General y su memoria que ha servido como explicación de la realidad y como guía de acción, como vehículo a través del cual se ha plasmado una utopía. Estos relatos se construyeron sobre códigos de valores específicos que expresan el sistema sociocultural que los engendró.

La memoria de Cárdenas se formula como una historia heroica, relativa a un ser poseedor de dotes casi sobrehumanas, esto es, como un relato mítico. Como todo mito, tiene soportes rituales (conmemoraciones, celebraciones) que se verifican tres veces al año: el 21 de mayo para conmemorar su natalicio, el 18 de marzo para recordar la expropiación petrolera, y el 19 de octubre como aniversario luctuoso. Lázaro Cárdenas tiene una presencia permanente en nuestra vida cotidiana, la realidad ofrece todos los días imágenes y referencias al personaje.

La memoria colectiva sobre el general está contenida en la historiografía, la tradición oral, la iconografía, los rituales y los discursos político y educativo. Son esos los principales medios de transmisión de recuerdos: los aspectos simbólicos de la narración en las tradiciones orales, la historiografía no como "fuente objetiva" sino como expresión del interés de moldear la memoria de los demás y de persuadir; las imágenes creadas para facilitar la transmisión de recuerdos; los monumentos públicos que expresan y configuran la memoria; las acciones: fiestas, rituales, conmemoraciones que se asocian a proyectos políticos, a concepciones del mundo determinadas.1

El mito se estructuró desde todos los campos. Es más fácil de ver y más voluminoso el historiográfico, pero todos tienen el mismo peso. Incluso, creemos que el que menos trascendió fue el historiográfico, ya que pocos leen. Los rituales y la memoria de la gente son muy vigorosos. El movimiento social también mantiene viva la memoria.

La mitificación habla en esencia del proceso de heroificación. Cárdenas es percibido como un héroe y como un santo, es divinizado, adquiere dimensiones mesiánicas. Se le presenta como un héroe que lucha contra el mal: es fuerte, poderoso, bueno, omnipotente, pero con rasgos humanos que provienen de la cultura patriarcal: sus actos son viriles, le gustan las mujeres, el baile, la comida, "tiene muchos güevos".2 Se le atribuyen rasgos arquetípicos como padre (Tata), juez, protector o jefe. Además, tiene la investidura del poder. Representa los atributos del hombre rural, noble y puro frente a la corrupción de lo urbano.

¿A qué figuras es equiparable? A Jesucristo, Hidalgo, Morelos, Juárez y Zapata. Es un símbolo polivalente, forma parte de discursos ideológicos y de oposición. El cardenismo representa una de las corrientes políticas con más fuerza en el México contemporáneo, ha formado parte del poder y de la oposición. Las virtudes que se le atribuyen representan valores universales, aceptados por todos. Por eso es tan grande el reconocimiento social: bondad, humildad, sencillez, inteligencia, dedicación, decisión, comprensión, sobriedad, austeridad, hombría, dignidad, fuerza física, serenidad, entereza, compromiso, capacidad de trabajo, sentido del deber, de la justicia, de la dignidad y la soberanía. Son valores cristianos y liberales. Además, la figura de Cárdenas encarna arquetipos que están en el inconsciente colectivo: es juez, gobernante, guerrero, padre y amante.3

El mito de Cárdenas no es el primero. Ha habido otros antes, de ahí que la estructura mental de los mexicanos estuviera preparada para su elaboración/recepción. Los hay religiosos y laicos: van de Jesucristo a Hidalgo, Juárez y Zapata. Estas figuras míticas no sólo tienen que ver con nuestra historia sino que también se relacionan con arquetipos universales. Los rasgos heroicos que el relato social le atribuye al héroe expresan nuestras más íntimas aspiraciones.

Todo poder político establece un panteón con los personajes históricos con los que siente afinidad; crea sus héroes y decora las plazas con sus estatuas. Sin duda, Lázaro Cárdenas ha pasado a formar parte del panteón oficial y su imagen ha sido usada para sustentar la ideología del régimen. Aquí se analizará este proceso, así como la utilización de su imagen con fines alternativos.4

Una vez consumada la Revolución Mexicana, Cárdenas nunca fue un trasgresor del orden. Representa la legitimidad del Estado, desde donde enfrentó a los enemigos del pueblo. Conjunta la fuerza de la Revolución con la legitimidad del poder. Eso lo hace ser un héroe popular y oficial hasta 1988. A partir de la ruptura de su hijo Cuauhtémoc con el sistema en 1987 empieza a ser reivindicado como una figura de la oposición, mientras que el poder parece abandonarlo. Es una figura ambivalente: para el Estado representa el orden establecido y para la oposición es el símbolo de los ideales traicionados por el sistema. Hay pues distintos significados de su memoria según quién la invoque.

El mito tiene dos caras: una negativa y otra positiva. Como contraparte de la mitificación se construyó el antimito: una argumentación tendiente a satanizarlo: era un dictador, un comunista, un esclavo de sus apetitos sexuales, un cacique feudal.5 Esta ambivalencia se manifiesta en varios niveles: es radical, hace justicia, pero también consolida el sistema. El antimito es, al igual que el mito, una convocatoria a la acción. Es en esencia un intento por eliminar la visión heroica de Cárdenas para reducirlo a su condición humana.

El mito de Cárdenas está ligado a la historia de México. Es un símbolo de justicia social que está inserto en un universo simbólico más amplio del que obtiene significado: la Revolución Mexicana. Ésta significa el inicio de una nueva era que pone fin a la explotación, que posibilita la igualdad, la justicia y la democracia. Inaugura una promesa milenarista de bien común y su instrumento es Lázaro Cárdenas.

Al pasar a la memoria, la Revolución Mexicana se convierte en mito y en discurso ideológico. Los líderes que representan la justicia social, como Zapata, Villa y Cárdenas, le dan una gran legitimidad y la convierten en un recuerdo que mueve a la acción.6

Por mito entendemos una narración con un significado simbólico que implica a personajes de proporciones heroicas.7 El significado más usual en nuestro lenguaje cotidiano supone que el mito está contra la historia como verdad contra falsedad. Pero los mitos no son ni ciertos ni falsos. Simplemente son.

Las representaciones de Lázaro Cárdenas y su periodo presidencial en la memoria colectiva revelan distintos anhelos y aspiraciones, entre los que destaca el deseo de justicia social como una aspiración persistente. Los discursos míticos sobre Lázaro Cárdenas remiten a un periodo que puede ser interpretado como originario en el sentido de que funda un momento histórico en el que se sientan las bases de la justicia social. Por otra parte, las formas que adquiere la imagen del General en estos constructos remiten a los arquetipos clásicos del héroe o el salvador. La forma de revivir el pasado arroja mucha luz sobre la concepción del presente: desde un hoy lleno de contradicciones y carencias se voltea hacia atrás y se revive el periodo cardenista como un momento distinto, en el que, en esencia, la justicia social fue posible.

Para la amplia mayoría de la población de nuestro país, el recuerdo de Lázaro Cárdenas asume la forma de un relato mitificado transmitido oralmente, en el que se le ubica como un héroe de alcances legendarios que está imbuido de carisma y que asume también la figura de redentor. Es en este sentido que hablamos de la construcción de arquetipos.

El mito de Cárdenas es uno de los más recientes en nuestra historia. Inicia en el sexenio presidencial (aunque su fama ya era grande como soldado de la Revolución y como gobernador de Michoacán) y se elabora estando vivo el General. Es compartido por distintos sectores sociales y se ha transmitido ya a tres generaciones.

Al estudiar un mito se conoce la cultura que lo produce, ya que a través de él la sociedad objetiva valores y afirma posiciones. Así, el mito es una creencia sostenida por mucha gente que le otorga un significado especial. Las sociedades crean mitos y símbolos como medio de concretar ideales abstractos y facilitar la comunicación y el sentido de identidad. Cárdenas se vincula al concepto de patria y se convierte en un exponente de valores ampliamente compartidos como el nacionalismo, el indigenismo, la justicia social, el secu–larismo, el respeto por la naturaleza y el igualitarismo. Representa la sencillez y la generosidad de la gente común, del pueblo: es un valor republicano y democrático. Es un símbolo importante de la lucha por el control nacional de los recursos, de la independencia política y económica, de la soberanía nacional, del agrarismo.

Al hablar de Cárdenas la sociedad se divide: su figura se utiliza para reivindicar causas o bien para denostarlas. Está en el centro de la polémica social. Cárdenas es un medio útil para la expresión de intereses, a favor o en contra del sistema. Este es el aspecto político del mito: se convierte en un lenguaje argumentativo que expresa demandas, posturas políticas, es una justificación del cambio social y una manera de asumir una posición política, de plantear una utopía.

El mito no implica consenso social. Conlleva el antimito, el sentido polémico. Las conmemoraciones se convierten en foros de discusión y debate: el mito se realimenta y se revitaliza con las controversias y los antagonismos. Y Cárdenas resultó ser un símbolo muy útil desde el punto de vista político e ideológico en nuestro país, ya que se ubica en el centro mismo de la polémica de la "disputa por la nación" entre un proyecto nacionalista–estatista y otro neoliberal, polémica que atravesó los últimos años del siglo XX y que sigue vigente. Se demuestra cómo el mito cohesiona a un grupo, lo motiva a actuar, como señalaron Sorel y Mariátegui,8 encausa sus energías a solucionar problemas.

En efecto, muchos movimientos sociales tomaron a Cárdenas como su bandera e inspiración: la Federación de Partidos del Pueblo Mexicano, la Tendencia Democrática del Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana (SUTERM), el Movimiento de Liberación Nacional, entre otros. La imaginación del futuro se apoya siempre sobre la memoria del pasado. Hay muchos discursos sobre Cárdenas que hacen referencia al sexenio cardenista para fincar un proyecto de futuro.

Las diferentes formas de recordar el pasado representan una fuente de estudio de los valores políticos (o de la cultura política) de los diferentes actores sociales. En las formas diversas de recordar a Lázaro Cárdenas se puede analizar quién lo mitifica, cómo se construye simbólicamente ese mito; a través de qué valores y conceptos se le recuerda; con qué fines se utiliza su memoria (sostener el sistema o impugnarlo); cómo la recreación de la historia se vuelve vehículo para plasmar un futuro distinto o utópico; qué deseos hay de hallar sentido y justificación transhistórica al cardenismo como acontecimiento histórico (de justicia social, de democracia); qué valores y prácticas culturales están implícitos en la "mitificación" del cardenismo, tales como el culto al poder, la reverencia ante el Estado y ante el presidencialismo, el paternalismo y providencialismo propios de las culturas subalternas, el reconocimiento de la honradez, la justicia y el ánimo de defensa popular y la aplicación de los principios de la Revolución Mexicana.

La imagen mítica del General está inserta en la mitología de la Revolución Mexicana, la que se cree que fue hecha por el pueblo, que gracias a la participación popular se derrocó a la dictadura y se sentaron las bases de un momento histórico en el que sería posible la justicia social: "Todos los pueblos tienen un pasado al que se deben y del que se sienten orgullosos; pero un pueblo que ha hecho una revolución de masas, en la que todos sus hijos han participado de uno u otro modo, se siente, además, inclusive en medio de la más terrible miseria, capaz de dictar el rumbo de su destino".9

A través del mito el pueblo se siente partícipe de estas luchas. La clave está en entender que se tiene una conciencia muy clara de la participación popular en estos episodios. Por eso se sienten traicionados: porque les escamotearon su historia, la que ellos construyeron. El poder sabe de la capacidad de convocatoria que tiene esta conciencia de participación, de ahí que un elemento fundamental del discurso político e ideológico —en el que durante muchos años basaron el consenso— haya sido repetir hasta el cansancio los orígenes populares de la Revolución, la participación de las masas, remarcar su carácter colectivo, recalcar que los gobiernos emanan de ella, que son fruto de las gestas del pueblo.

La historia es tergiversada dentro del discurso ideológico. La Revolución pasa a ser un proceso eminentemente popular, en el que los líderes, lejos de tener agudas pugnas entre ellos, mantienen una unidad permanente y obedecen siempre los dictados del pueblo movilizado. En este discurso la Revolución fue hecha por y para las masas, de ahí que los gobiernos emanados de ella sean automáticamente legítimos. Por otra parte, en la conciencia popular opera una mistificación de carácter ideológico, aunque en algunos momentos (de crisis económicas, por ejemplo) se imponga una visión distinta: la Revolución fue hecha por las masas pero éstas fueron traicionadas por los dirigentes. De cualquier manera, se sienten partícipes del proceso y lo consideran propio. En el plano del discurso político y académico encontramos también a la Revolución Mexicana como el parteaguas histórico que marca nuestra vida actual.

La Revolución Mexicana es nuestro referente fundamental: "pensamos a partir de ella, nos movemos por ella o contra ella, en ella y por ella actuamos, sobre ella indagamos el pasado, incluso el más remoto, en ella fincamos nuestro desarrollo futuro, parecido o diferente a ella; por ella somos lo que somos; ella ha acabado identificándonos como nación".10 Es, en esencia, un "gran mito de fundación".11

El mito de la Revolución Mexicana tiene un aspecto fundamental: la transformación de los líderes revolucionarios claves —Madero, Zapata, Carranza, Villa— en héroes nacionales oficiales, lo que lleva implícito el fomento de las celebraciones públicas del culto a los héroes. Dentro de los valores culturales que propiciaron este culto destacan de manera fundamental el patriarcalismo y los valores religiosos. En otras palabras, el gobierno y sus ideólogos inevitablemente imbuyeron a estas figuras con los valores y el carácter de la cultura dominante: nacionalismo, machismo, cristianismo.12

Así pues, la construcción de una imagen oficial de Lázaro Cárdenas tiene como antecedente el culto a los héroes revolucionarios, factor fundamental en la construcción del consenso que los gobiernos emanados de la Revolución precisaban. Lázaro Cárdenas se convertiría, por la radicalidad de sus acciones gubernamentales, en el artífice del consenso hacia el Estado de la Revolución. Para el pueblo, se convirtió en un héroe en la medida en que, sencillamente, llevó a la práctica los ideales y los programas más demandados: repartió la tierra, se enfrentó al imperialismo, se puso de lado de los obreros retando a los patrones, escuchó al pueblo, estuvo en contacto con él. Nada más, pero nada menos.

La construcción mítica se fundamentó en la interpretación de los hechos (ligó al campesino con lo más fundamental, la tierra, recuperó el petróleo para los mexicanos y no se dejó manipular por Calles) y en lo que todos van diciendo de él: que sus actos eran viriles, que su mirada era penetrante, que sabía escuchar, que era justo y protector (como un patriarca), que le gustaban las mujeres (como un macho cabal). En su figura se revitalizan viejos símbolos (Jesucristo, los santos, Hidalgo, Juárez y Zapata). Las aspiraciones más íntimas del pueblo se le atribuyen a su persona: era capaz de otorgar reconocimiento a los humildes, llegaba a los lugares más recónditos del país para escucharlos a ellos, a los pobres; los ayudaba como ayuda un padre; se enfrentaba al mal (los gringos, los caciques, los patrones) en un implacable afán de justicia. Hasta poderes taumatúrgicos le atribuyeron.

¿Sus rasgos concordaban con los valores culturales más arraigados, o son estos valores los que lo dotan de esas características? Las dos cosas, el movimiento es circular. Hay un terreno abonado para la construcción mítica. El pensamiento mágico–religioso es una constante cultural que posibilita el culto a la personalidad. Además de que en la construcción de ese mito hay símbolos importantes, se fundamenta en hechos reales. Y es tan vigente que hasta tiene un hijo que sigue luchando por la justicia. Por otra parte, en muchos relatos sobre el General nos encontramos con la memoria de acontecimientos obviamente deformados, que son, sin embargo, de gran valor para el análisis porque expresan los deseos inconscientes de los que narran.

El mito surge por una necesidad colectiva, lo que demuestra que la construcción simbólica es más necesaria que los discursos "científicos". La sociedad mexicana ha narrado una y otra vez el mito heroico de Cárdenas porque lo necesita.

 

LAS ETAPAS DEL MITO

El mito tiene diferentes etapas históricas y se expresa en la polémica social sobre Cárdenas basada en el discurso historiográfico, educativo, político y en la tradición oral. La exposición cronológica permite mostrar la dialéctica entre mitificadores y detractores, así como las continuidades y rupturas de cada línea de argumentación.

Una primera etapa sería entre 1937 y 1950, periodo en el que nacen el mito y el antimito: se gestan el héroe y el villano. El mito de Cárdenas nació desde la candidatura presidencial, aunque su actuación como soldado de la Revolución y la gubernatura de Michoacán había generado una imagen pública. El discurso que lo vendió como candidato a la presidencia empezó a resaltar las virtudes del personaje. Aunque entonces sonara a demagogia, la actuación de Cárdenas durante su gobierno le fue dando bases reales al mito. Cuando se pudo confrontar el discurso con la práctica, el mito adquirió una enorme fuerza. Y por este mecanismo dialéctico, o de oposiciones binarias en las que se expresa el pensamiento humano, el mito engendró a su contrario: el antimito. Así, el discurso social sobre Cárdenas está atravesado por la oposición central héroe/villano, que engendran mito y antimito.

Los debates más importantes del sexenio cardenista fueron sobre el carácter de la Revolución: liberal o nacionalista, las modalidades de la propiedad, la educación socialista y el modelo económico: socialismo o capitalismo. La sociedad quedó dividida en dos a partir de estas cuestiones fundamentales.

Inicia en este periodo la construcción del antihéroe: el comunista, el dictador, el demagogo, el agitador. A Cárdenas se le responsabiliza de los atropellos y excesos cometidos por sus partidarios.

Las primeras imágenes de Lázaro Cárdenas surgieron cuando el Partido Nacional Revolucionario (PNR) inició la propaganda política para la campaña presidencial. Un ejemplo de este discurso es el folleto Lázaro Cárdenas. Síntesis biográfica, escrito por el militante del PNR Djed Bórquez en 1934.13 Como todo discurso político, es una apología completa. Apela a sus logros como revolucionario y vende la imagen de hombre virtuoso. Trabajó desde niño, tuvo un constante afán por aprender, desde muy joven fueron notables sus dotes de hombre valeroso.

Uno de los exponentes de la tesis de la interpretación correcta de la Revolución es Luis Cabrera.14 Su crítica al gobierno de Cárdenas será fundamental para la conformación de la vertiente negativa del mito, ya que él inauguró la interpretación del periodo como comunista. Cabrera establece una clara diferencia entre la revolución de entonces, encabezada por Madero, consumada por Carranza y cristalizada en la Constitución de 1917, y la Revolución de ahora, cuyo objetivo es destruir la Constitución y "sustituirla por las nuevas teorías sobre la organización de una sociedad sin clases". El rechazo de Cabrera a la ideología socialista imperante en la época se centra en sus conceptos de libertad e individuo y en su defensa de la propiedad privada. Se mofa de la imagen mítica que se empieza a construir con la expropiación.

En la visión de Salvador Novo sobre Cárdenas15 aparecen los elementos centrales de la personalidad del presidente que tendrían un impacto en la población. Viajero incansable, buscó el contacto directo con el pueblo. Novo percibe a Cárdenas como un hombre tranquilo, nacionalista, viril, patriarcal, mesurado, misterioso, autónomo, certero y, sobre todo, apegado a la justicia.

En 1938 Nathaniel Weyl y Silvia Castleton publican The Reconquest of Mexico. The Years of Lázaro Cárdenas. En esta biografía, escrita desde la admiración plena, se adivina el deseo de reescribirle el pasado y convertir sus errores en virtudes, o al menos en atenuarlos. Hay pues un propósito de glorificación, de santificación. Están construyendo al héroe sin mancha.

Son los elementos simbólicos subyacentes en el discurso los que construyen el mito. Evocan a los discípulos, presentan una imagen de maestro, rodeado de pobres y predicando, que sin duda alude a Jesucristo.

En la descripción de Cárdenas hecha por Weyl aparecen las mismas constantes que en otros discursos: la identificación con personajes míticos, la referencia a los ojos y a la mirada, la fuerza unida a la mesura, la capacidad de escucha, su fuerza física, su contacto directo con el pueblo. El texto contiene ya la mayoría de los elementos simbólicos del mito. Es importante resaltar que la elevación de Cárdenas a personaje de la historia inicia antes de terminar su mandato.

Es interesante la caracterización del cardenismo que hace José Revueltas en 1938, ya que frente al carácter de socialismo que le otorga Weyl, el militante comunista tiene bastante claro el carácter democrático burgués del régimen. Revueltas hace un análisis marxista desmitificador del cardenismo al criticar la vía mexicana al socialismo y ubicar el papel del proletariado en el cardenismo, en el texto "La Revolución Mexicana y el proletariado".16

Una de las críticas más persistentes a los regímenes emanados de la Revolución Mexicana es la que se estructura alrededor del Partido Acción Nacional (PAN), fundado en 1939 como reacción de un segmento de la sociedad a las medidas cardenistas. Tanto el PAN como la Unión Nacional Sinarquista (UNS), creada en 1937, representaban a las clases medias y campesinas vinculadas ideológicamente a la Iglesia católica, que se habían radicalizado contra las medidas "socializantes" del cardenismo. Sectores de la burguesía norteña también se adhieren al panismo.

Manuel Gómez Morín, fundador del PAN, planteó sus críticas al cardenismo en distintos textos recopilados en La nación y el régimen, publicado en 1940.17

El discurso anticomunista se refuerza con el texto de Eduardo Correa, El balance del cardenismo, publicado en 1941.18 Correa es un crítico acérrimo del régimen y del presidente. El desacuerdo fundamental reside en los atentados contra la propiedad privada, la libertad de creencias, el presidencialismo, es decir, la subordinación de los poderes Legislativo y Judicial al Ejecutivo, y lo que considera una ausencia total, democracia electoral a través del Partido de la Revolución Mexicana (PRM).

El antimito tiene críticas válidas a los excesos del presidencialismo y del partido de Estado. La crítica fundamental de Correa es la embestida contra la propiedad privada, cuestión por la que lo considera comunista. Ésa, junto a los ataques a la religión católica, es la molestia fundamental. En suma, la visión de este autor se da desde el catolicismo acendrado, el hispanismo, la defensa de la propiedad privada y desde una postura aristocrática que desprecia a las masas y a los indios. Refleja los valores que se violentaban con el cardenismo y el sentir de la clase media y alta, que critica desde la democracia liberal.

En 1947 apareció un libro que será importante en el proceso de mitificación de Cárdenas, que procede de la sociedad civil, es decir, no forma parte del discurso político–ideológico de los sectores de gobierno o vinculados a éste, como los sindicatos, presos en el corporativismo del partido oficial. El libro se llama Cárdenas, su actuación, su país, y fue escrito por Pere Foix,19 un republicano español agradecido con el general. En esencia, se intenta construir la biografía del héroe. Al igual que otros autores, Foix busca en la infancia los signos premonitorios del gran líder, pretende mostrar que las grandes virtudes del personaje ya estaban ahí desde la niñez.

Durante los cuarentas y cincuentas gobiernan Ávila Camacho y Miguel Alemán, sexenios en los que se da un viraje a la política cardenista. La industrialización, el apoyo a la burguesía y el freno a las reformas sociales son la constante. Sin embargo, el discurso del Estado iba en otro sentido: se utiliza a Cárdenas como figura legitimadora del sistema, por ejemplo en los libros de texto y los discursos empleados en los rituales asociados al 18 de marzo.

En 1940 la Secretaría de Educación Pública (SEP) publicó un libro de lecturas para apoyar la enseñanza de la historia de México.20 En él se asienta que "el gobierno presidido por el C. general de División Lázaro Cárdenas, ha emprendido una labor más amplia, más activa, que tiende a manumitir a los campesinos de una vez y para siempre". También explica que se han desplazado lo más posible a "los elementos extraños a nuestra patria" de los lugares de trabajo para beneficiar a los trabajadores mexicanos, que se ha intensificado la labor educativa y que se han reivindicado las propiedades de la nación para "recobrar para México lo que es de México". Se creaba en las escuelas una imagen de Cárdenas vinculada al nacionalismo y al compromiso con las clases trabajadoras.

En 1949 la SEP publicó el libro de Zúñiga Mejía, Historia de México.21 Es interesante leer la visión del cardenismo que se les inculcó a los maestros, ya que ayuda a comprender la divulgación del mito por parte de los mentores. El tema se analiza desde la óptica de la reivindicación económica. Cárdenas es el continuador de la lucha de Hidalgo, lo llevan al mismo nivel simbólico. De hecho, las fotos del 18 de marzo de 1939 en el zócalo de la Ciudad de México muestran una enorme manta que llevaron los sindicatos en la que están Hidalgo rompiendo las cadenas de la esclavitud y Cárdenas con las torres del petróleo en un equiparamiento de las figuras.

Como en el caso de todos los mitos, los rituales tuvieron un papel importante en la perpetuación del de Cárdenas. El 18 de marzo, conmemoración de la expropiación petrolera, se celebra desde 1939. La conmemoración de fechas significativas por el gobierno fue, como en todos los países, un medio para desarrollar unidad y lealtad nacionales y legitimarse ante la población. Realizados por la oposición o el pueblo tienen un sentido diferente: preservar el mito, mantener la identidad de clase y refrendar un proyecto político en el que se plantea una utopía.

Las interpretaciones son fundamentalmente dos: las que lo evocan para legitimar al régimen del Partido Revolucionario Institucional (PRI), y las que lo ponen como fundamento de la crítica a éste. El símbolo da para las dos cosas. Los gobiernos del PRM y del PRI ritualizaron de la misma forma: con actos conmemorativos y discursos. Hubo periodos presidenciales en donde se hicieron referencias limitadas o el presidente no asistía, como es el caso de Miguel Alemán. En las primeras épocas el acto era lúdico, una verbena popular. Después se volvió un acto oficial en cualquiera de las instalaciones de Pemex a lo largo del país.

Los 18 de marzo se empezaron a celebrar desde 1939,22 ahí se institucionaliza el ritual. La figura de Cárdenas quedó indisolublemente ligada a la fecha expropiatoria, eje del mito cardenista. El reparto agrario no forma parte de la memoria del poder tanto como el tema petrolero.

El mito creaba al héroe y tenía fines distintos: desde el poder, consolidaba al Estado; desde el pueblo, representaba los ideales de la justicia social llenando la necesidad colectiva de redención. Los desmitificadores eran tanto la derecha católica y anticomunista, como los liberales que añoraban la democracia clásica y los marxistas que defendían la socialización total de los medios de producción.

Una segunda etapa del mito iría de 1950 a 1970, como conciencia crítica de la Revolución Mexicana. El cardenismo como corriente política se expresó a finales de la década de 1950. En el contexto de la sucesión presidencial de Ruiz Cortínez, se publicó el 30 de septiembre de 1957 un Manifiesto cardenista. Encabezaron las firmas tres destacados miembros del PRI ex colaboradores del sexenio de Cárdenas: Heriberto Jara, Silvano Barba González y Luis I. Rodríguez. Se dirigen al PRI para exigir apertura democrática y la selección del candidato a través de un proceso democrático. El manifiesto muestra que la figura de Cárdenas sigue siendo el eje en torno al cual se define un proyecto de país enfrentado al del alemanismo. Ahí se reivindica básicamente el nacionalismo económico, la rectoría del Estado y la necesidad de una política redistributiva.

Paradójicamente, mientras Cárdenas permanece siempre fiel al Estado, su leyenda sigue creciendo. Se habla ya del mito de Cárdenas, lo que genera una furiosa reacción de los que consideran que hay que desmentirlo y contar "la verdadera historia" del cardenismo.

La historiografía de los cincuenta es muy rica respecto al mito de Cárdenas. Hay una polémica viva en torno al cardenismo como periodo histórico, y como corriente política e ideológica actuante en el sistema político. Es el caso de Anguiano Equihua, Moreno Sánchez, Vasconcelos, Alvear Acevedo y la Unión Nacional Sinarquista. La existencia del antimito lo único que demuestra es la fuerza que el mito había alcanzado, ya que no se tendría que combatir algo que no tuviera fuerza ni trascendencia. Y por otro lado, que en este país nunca ha habido consenso sobre las vías y modalidades del desarrollo. Básicamente, se enfrentan el liberalismo clásico, anticomunista y católico contra el nacionalismo revolucionario con las consecuentes interpretaciones históricas divergentes.

La memoria de Cárdenas sirve entonces para tres cosas: para legitimar el poder, para denostarlo y para convocar movimientos de oposición. Es un símbolo multifuncional. La realidad era un tanto esquizofrénica, ya que mientras el General proponía alternativas al desarrollo capitalista y reivindicaba a la Revolución Cubana al grado de intentar llegar a Playa Girón para rechazar la invasión de marines y gusanos, el sistema seguía consagrándolo como uno de sus referentes fundamentales.

La polémica social en torno al cardenismo se expresa más nítidamente en el campo de la historiografía ya que la historia es siempre un terreno de debate que expresa las distintas memorias del pasado. Uno de los textos más complejos sobre la actuación de Lázaro Cárdenas es el de Victoriano Anguiano Equihua, Lázaro Cárdenas, su feudo y la política nacional,23 publicado en1951. Este autor reconoció los logros de los gobiernos de Lázaro Cárdenas pero rechazó su "fetichización", es decir la creación del mito. Su tesis fundamental es que construyó un feudo en Michoacán, a partir de lo que llamó su poder "mágico". Consideró a Cárdenas un "falso héroe", un "líder desde el poder". El texto es importante por sus críticas al sistema político autoritario.

En 1951 se publica también el libro de Frank Tannenbaum, México: la lucha por la paz y el pan, en la extraordinaria revista Problemas Agrícolas e Industriales de México. Este libro contiene elementos comunes en el surgimiento del mito. Reproduce los elementos de valoración que ya se han expresado: es un hombre sencillo, tiene contacto con el humilde, una enorme valoración de la vida humana, es incorruptible, tiene necesidad de "hacer el bien" y una energía física inagotable. Tannenbaum destaca que Cárdenas brindó apoyo decidido al obrero y puso freno a los abusos de las empresas extranjeras, en aras de salvaguardar la dignidad nacional. Éste es un elemento fundamental del mito, que cala muy hondo en la sensibilidad nacional, ya que reivindica la dignidad del pueblo mexicano. En algún sentido se corroboraría la recién estrenada tesis de Octavio Paz y otros autores sobre el complejo de inferioridad del mexicano. El rompimiento con Calles lo afianza en el imaginario social como un hombre valiente. Su vigilancia estrecha sobre la aplicación de las reformas es también legendaria, así como su voluntad férrea de cumplir con los compromisos que contrae con los humildes, de tal manera que éstos "recibían de manos del presidente" lo que antes no podían obtener por ningún conducto. Su preocupación por los desamparados es un elemento básico del mito; se convierte en un padre protector, imagen que para los indígenas se traduce en el apelativo de Tata.

Tannenbaum24 predice que Cárdenas será eterno, perdurará. Vaticina la idea de trascendencia histórica: "Es parte de la tierra misma y como ella perdurará y será eterno. Se escribirán muchos libros acerca de él porque ha influido a su país en muchas formas". Habla de Cárdenas en tanto misionero, en tanto defensor de los humildes. Aporta al mito nuevos elementos: el misticismo y la santidad del héroe, su destino heroico. Cárdenas tiene "un algo intangible que, rayando en lo místico, encadena a unos pocos hombres con el destino".

Vuelve a aparecer la idea de que usa el aparato corrupto para hacer el bien. Pero sobre todas sus virtudes, era muy macho, lo que se hizo evidente en el rompimiento con Calles.

Para los comunistas auténticos Cárdenas es un burgués, reformista, que no traspasa los límites del capitalismo. Muy lejos estaba de ser el comunista que tanto atemorizaba a la derecha nacional. La asistencia del presidente Cárdenas al funeral de Frida Kahlo en 1954 revive la imagen del presidente comunista.

En 1954 aparece una de las biografías de Cárdenas que más contribuye a la imagen heroica: el libro de William C. Townsend, Lázaro Cárdenas, demócrata mexicano. Es un texto sumamente elogioso, que permite vislumbrar la consolidación de la fama pública de Cárdenas en ese momento, aunque no aporte elementos desconocidos sobre él. Reafirma la imagen que ya se tiene y será una de las fuentes más citadas en relación con la personalidad de Cárdenas.

En varios autores se hace referencia a la mirada del General, la que constituye un atractivo fundamental del personaje. Esta vez la fuerza de la mirada se asocia a figuras religiosas. Su popularidad se acrecentó con la expropiación petrolera. Alimentó un sentimiento muy importante para cualquier pueblo: el sentido de identidad y el patriotismo.

Paul Nathan en su texto "México en la época de Cárdenas", de 1955,25 hace una descripción de Cárdenas que recoge los elementos esenciales del mito: su sencillez es enorme, es serio, decidido, sereno, tiene entereza, y es valiente. Sin embargo, hace críticas fuertes al sistema político. Reproduce un elemento central del mito: fue capaz de terminar con el hombre fuerte poniendo fin al poder tras el trono de Calles. Respecto al petróleo, Nathan percibe claramente la dimensión simbólica de la expropiación. Sostiene que la actuación de Cárdenas resarció al país de dignidad. Considera que Cárdenas no indujo a la democracia política, lo que se compensó con la lucha por la democracia económica. En síntesis, el cardenismo no pasa la prueba de la democracia política a la norteamericana, pero sí la de la justicia social. Cárdenas es visto como un ser excepcional, por encima de sus colaboradores. Es un ser único, irrepetible, fuera de contexto: singular.

La admiración que Cárdenas suscita llena de miedo a la derecha. Ante el temor de que en la sucesión presidencial de Ruiz Cortinez "el cardenismo llegue al poder", la Unión Nacional Sinarquista publica el panfleto México en la época de Cárdenas o seis años de traición a la patria,26 en 1956. Por eso intentan contar la verdadera historia del sexenio cardenista, para sacar a la gente de su error. Es indiscutible ya la fama pública de Cárdenas, atribuida por los sinarquistas al oro de Moscú.

A una versión elogiosa y consolidadora del mito heroico le sigue un intento desmitificador, en un movimiento dialéctico mito–antimito. La polémica nunca se acaba porque ninguna de las corrientes se da por vencida y Cárdenas es un símbolo que representa el proyecto de país que se defiende o el que se ataca. Tal es el caso del libro del historiador católico Carlos Alvear Acevedo, Lázaro Cárdenas. El hombre y el mito, publicado por la editorial Jus en 1961. Se trata de destruir el mito volviendo a Cárdenas a su dimensión humana. La desmitificación es urgente, según Alvear, porque el comunismo internacional está usando a Cárdenas para expandirse en Iberoamérica y éste colabora gustoso. El Premio Stalin de la Paz, de febrero de 1956, escandalizó a este sector.

Alvear señala que el "hecho que marcaría la faz de la patria con el emblema rojo" fue la reforma del artículo 3 cambiando la educación laica por la socialista, con lo que se acercó el régimen al totalitarismo. La desmitificación se da en este sentido, en demostrar la poca efectividad de sus medidas. Por el contrario, los hacedores del mito miden la intención de las reformas, lo que significaban en términos de principios, de valores morales.

El libro de Anatol Shulgovski, México en la encrucijada de su historia,27 publicado en 1968, es una interpretación contra el providencialismo. Desde el marxismo ortodoxo reivindica a Cárdenas a pesar de ser burgués, lo que es bastante extraño.

En ese momento la prensa refleja admiración, continúan los festejos oficiales. La expropiación tiene un significado que cala muy hondo entre los mexicanos. Se interpreta como un acto de dignidad que restaura viejas heridas, que implica una revancha histórica, que nos hace tener confianza en nosotros mismos.

En los años cincuenta la Guerra Fría ocasiona la polarización de las fuerzas políticas. En México el anticomunismo, abanderado veladamente por el ex presidente Alemán, verá en Cárdenas a un enemigo declarado por sus nexos con los países socialistas y por su defensa, primero, del régimen de Arbenz en Guatemala, y después de la Revolución Cubana. Un ejemplo es la reacción contra el general por su asistencia al velorio de Frida Kahlo acompañando a Diego Rivera en 1954. Es tal el enojo mostrado que Cárdenas presentó su renuncia a la Comisión del Tepalcatepec.

En los aniversarios se publican desplegados en los que se felicita a Cárdenas por el acto de expropiación. Está claro que ya es un héroe y un referente, un líder moral. Es de suponerse que los presidentes en turno vieran esta situación con recelo, dada la desviación de sus políticas respecto al cardenismo, si bien siempre usaron su figura para legitimarse. Ninguno de los presidentes que sucedieron a Cárdenas, que tenían un programa de gobierno explícitamente distinto al cardenista, se atrevió a declararlo abiertamente. Ninguno enfrentó el tema ni expuso que ya no consideraba vigentes los postulados originales y que había que cambiarlos. Por el contrario, todos se declararían sus herederos y continuadores e intentarían utilizar ese discurso como vía de legitimación política. La cultura política priísta está llena de loas y elogios a los políticos. Hay un culto fuerte a la figura presidencial, al que se le da el tratamiento de caudillo, y Cárdenas queda inmerso en ese tipo de discurso. Con la nacionalización de la industria eléctrica, pretendían elevar a López Mateos al rango de Cárdenas. Lo interesante es que nunca lo lograron: de los discursos políticos no pasaron, no hubo eco en ningún otro sector de la sociedad. La memoria popular nunca registró a esos falsos héroes.

Pese a que no todos están de acuerdo con las medidas tomadas por el General en su gobierno, la mayoría coincide en que la expropiación fue la base del crecimiento y la independencia económica. Hay un gran consenso social en torno al punto. Por eso la fecha es fuente inagotable del mito, que se renueva año con año a través del ritual. La expropiación es justamente eso: la reivindicación de nuestra más vieja y honda herida: la raza que fue vencida y humillada resurge en una revancha histórica para mostrar lo que nos hubiera gustado ser siempre: una raza indomable.

Otra dimensión del discurso estatal son los libros de texto: la historia hizo de Cárdenas un símbolo de unidad nacional, revolucionario, nacionalista, protector de los intereses de la patria y de obreros y campesinos.

Los libros de texto gratuitos, cuya primera emisión es de 196028 durante el sexenio de Adolfo López Mateos, contribuyen poderosamente a difundir una idea de la importancia del sexenio cardenista y a la visión de Cárdenas como un héroe. La penetración de los libros de texto fue enorme, homogeneizó la visión del pasado y creó la idea de nación. Su creación posibilitó exponer a todos los niños mexicanos a una misma versión acerca de México. Difundió la interpretación de la historia acorde con el régimen emanado de la Revolución Mexicana.

Frente al libro de texto gratuito, usado por las escuelas oficiales, subsistieron los textos usados por las escuelas particulares, la gran mayoría controladas por curas o monjas católicos. Como es obvio, su versión del cardenismo sería negativa. La influencia de estos libros de texto no debe haber sido tanta como la de los oficiales, dado que la educación privada y confesional no tenía tanta cobertura.

Una tercera etapa del mito sería de 1970 a 1988, época en que se da una disputa por el símbolo. Cárdenas muere el 19 de octubre de 1970. La muerte del héroe es el último paso para adquirir proporciones divinas. Se realizan muchos homenajes, hay actos políticos y académicos, la prensa se vuelca a hacer elegías. Díaz Ordaz, en los últimos días de su gobierno, emite el decreto para que sus restos se depositen en el Monumento a la Revolución. Más adelante Echeverría pondrá su nombre con letras de oro en la Cámara de Diputados. Ambas acciones colocan a Cárdenas, ahora si literalmente, en el lugar de los héroes patrios.

La muerte del héroe hace que se hable de él desde la perspectiva de que su obra ya acabó y va a pasar a la historia, abriéndole las puertas de la inmortalidad y acentuándose el proceso de mitificación. El héroe se transfigura, sube al cielo, desde ahí nos mira y protege. Se ve al personaje desde otra óptica: se quiere perpetuar su memoria, rescatar su personalidad, su legado, honrarlo. La heroificación póstuma es uno de los procesos más frecuentes en la construcción de figuras heroicas. La idea fundamental es que Cárdenas no morirá jamás, permanecerá vivo en el recuerdo de los mexicanos. Puede ser invocado por el poder como parte del sistema porque ya no es un peligro para los gobernantes ya que no los podrá cuestionar. Pero sobre todo, será rescatado por los opositores al sistema como una conciencia a mantener viva.

Adolfo Gilly publica en 1971 La Revolución interrumpida. México, 1919–1920: una guerra campesina por la tierra y el poder. Hay en esta concepción de la historia una creencia en fuerzas que se mueven casi de manera autónoma, independientes de la voluntad. La historia viene a ser el desarrollo de esta fuerza superior hacia la revolución socialista; de esa fuerza los hombres serán víctimas o juguetes del destino, más que actores. Se afirma que Cárdenas se atrevió a representar el espíritu revolucionario de las masas; aun sin saberlo, jugaba su papel en la historia.

La imagen heroica de Cárdenas crece en el contexto de decepción y deslegitimación del gobierno debido a los sucesos de 1968. Se intenta "estructurar un cuerpo de doctrina" cardenista para que las nuevas generaciones, nacidas en el trágico 68, cuenten con él. Los "cardenistas" Raúl Castellano, Natalio Vázquez Pallares, Manuel Hinojosa Ortiz, Rodolfo F. Peña, Miguel Ángel Velasco, Gonzalo Aguirre Beltrán, Ricardo Torres Gaytán, Julián Gazcón Mercado, Narciso Bassols y Gastón García Cantú, entre otros, comparten la convicción de que es importante rescatar la trascendencia del cardenismo y se comportan como corriente política e ideológica.

Convirtieron al cardenismo en paradigma, reivindicaron su validez y lo proyectaron a futuro como gran utopía. Los temas rescatados fueron la soberanía de los recursos naturales, la educación, la reforma agraria y la organización obrera y campesina.

Con el texto de Tzvi Medin, Ideología y praxis política de Lázaro Cárdenas, publicado en 1973, se retoma la óptica iniciada por Shulgovski. La admiración se trasluce por la forma en que destaca su programa de acción, sus valores, la efectividad de su praxis. No se construye una imagen de héroe sino de revolucionario, de demócrata, de antimperialista. ¿Será ésta la forma moderna del mito? Sigue siendo un héroe, sin duda, aunque no se exprese en esos términos. Medin concibe el periodo como el Estado por encima de todos, el presidente detentando el poder efectivo. Hay una visión de un nuevo Maquiavelo.

En los setenta cambia el discurso académico, e inicia el revisionismo de la Revolución Mexicana. Cada generación cuenta la historia de Cárdenas desde su perspectiva, pero el mito no termina de contarse, se renueva cada década.

Dentro del campo académico, mucho más restringido que el de los libros de texto gratuito, el marxismo contribuirá a incrementar la vertiente negativa del mito. Si la derecha acusó a Cárdenas de comunista, la izquierda lo acusará de burgués y manipulador. El texto más controvertido al respecto es el de Arnaldo Córdova, La política de masas del cardenismo, publicado en 1974.29

Surge un nuevo elemento del mito: Cárdenas será el maquiavélico, el que tenía un plan preconcebido para someter a las masas al control estatal. El autor supone que más allá del cumplimiento de los ideales de justicia social que implicaba consumar la Revolución Mexicana, Cárdenas buscaba, por sobre todo, la consolidación del Estado, para lo cual implementa su política de masas.

En esta visión subyace la admiración por un hombre tan audaz, capaz de embaucar, de manipular, de controlar a los demás. La admiración de personajes así constituye un rasgo muy característico de la cultura política del mexicano, un tanto cínica.

Se va perfilando no un héroe, ni un santo, ni un padre, sino un estratega, un estadista, un Maquiavelo. Le otorga a Cárdenas una intencionalidad perversa. Como si esto lo hubiera sabido de antemano. Si el movimiento social se quedó preso en la burocracia y el corporativismo, no fue por culpa de Cárdenas, sino por carecer de un proyecto independiente del Estado. Se ve a Cárdenas como un hombre sumamente hábil, calculador, poderoso, un estratega maquiavélico.

Frente a los denuestos de izquierda y derecha, el discurso centrista afín a la ideología de la Revolución Mexicana, pero sobre todo en sus corrientes más radicales, como los autodenominados cardenistas, seguirá siendo el eje del mito, junto a la vigorosa memoria popular.

Para luchadores sociales de mediados de los años setenta como Heberto Castillo, la imagen del General es de antimperialista, antiburgués y pro obrero. Trata de demostrar que estuvo presente en las luchas sociales de los años cincuenta y sesenta y que fue coherente con su ideología de izquierda. Heberto pretende mostrar a Cárdenas como un convencido del comunismo. Será de los que encuentran en Cárdenas inspiración para la acción política. El Partido Mexicano de los Trabajadores fundado por él tendrá una clara inspiración en el nacionalismo revolucionario propio del cardenismo.

El Centro de Estudios de la Revolución Mexicana Lázaro Cárdenas (CERMLC) empezó a funcionar en 1976 en Jiquilpan, Michoacán. Es continuador de la obra iniciada por la Asociación Cívica Lázaro Cárdenas, fundada en 1972, en la institucionalización del estudio y divulgación de la obra de Cárdenas. Con el tiempo este centro se convertirá en un importante punto de divulgación del pensamiento y la obra de Lázaro Cárdenas.

Uno de los textos que más consolidan el relato mítico es el de Fernando Benítez, Lázaro Cárdenas y la Revolución Mexicana, publicado en 1977.

El discurso sobre Cárdenas se va retroalimentando con las fuentes anteriores, no se agrega nada nuevo a estas alturas. Los que veneran su memoria usan las fuentes adecuadas a la veneración, los que detestan su figura hacen lo propio. El mito y el antimito se reproducen periódicamente. Lo interesante es que no mueren, siguen apareciendo discursos que expresan el interés de cada generación sobre Cárdenas.

Benítez reproduce todos los rasgos del mito: mirada profunda, sencillez, contacto, humildad, paciencia, capacidad de escucha, generosidad. Responde a los ataques de los revisionistas y emprende la reivindicación de la figura de Cárdenas después de las críticas de los marxistas. Lo mismo harán en 1978 David Raby y Lisa North.30 Estos autores afirman que el gobierno de Cárdenas representa al más radical de los movimientos políticos latinoamericanos de los treinta, y que la mayoría de las interpretaciones sobre el periodo son cuestionables por partir de un "determinismo post facto", es decir, por juzgarlo en función de lo que ocurrió después. Raby y North constituyen una defensa en los términos modernos, marxistas.

El debate político de los años setenta y ochenta se expresa nítidamente en el texto Cárdenas, visionario de la liberación nacional, publicado en 1979.31 El tema eje es ver a Cárdenas como alguien capaz de plantearse los problemas de la liberación nacional respecto al imperialismo, temática esencial en los años setenta. Se reivindica la idea de que Cárdenas es el eje central de lo que se conoce como la "izquierda revolucionaria" o el "nacionalismo revolucionario". Sus posturas se dan en el seno del Partido Revolucionario Institucional, las organizaciones sindicales que luchan contra burocracia, y la militancia de izquierda. La reivindicación de Cárdenas permite criticar la "desviación" de la Revolución Mexicana y plantear la posibilidad de su continuación. Son la izquierda de la Revolución Mexicana y hacen una lectura radical de la Constitución de 1917. La izquierda no marxista creará una imagen positiva de Cárdenas. Se destaca su vocación antiimperialista y su oposición a las políticas "entreguistas" del gobierno de López Mateos.

Rafael Galván, líder del SUTERM, tuvo una visión radical, como Cárdenas, de la Revolución Mexicana, y también fue visto como reformista por los marxistas. Respecto a la separación entre obreros y campesinos en el periodo cardenista, Galván emite un juicio crítico: la desunión se tradujo en una desventaja grave para el movimiento revolucionario: "Faltó concientizar a los campesinos y obreros sobre sus intereses legales e históricos, eso hubiera sido respetar su derecho de autodeterminación y cimentar la tarea de construir una nueva sociedad".

Galván considera que Cárdenas no respetó la autodeterminación de las masas y decidió cambiar de rumbo. Queda implícito que el que cambió el rumbo fue el propio Cárdenas, lo que constituyó un retroceso. El autor hace un esbozo del control político al que fueron sometidos los sindicatos desde la CROM y señala que hubo subordinación al gobierno, con la excepción del periodo cardenista; pese a que no se les independizó del Estado, no se alentó la conciencia de clase y no se fortaleció la alianza obrero–campesina.

En el ámbito académico continúan las reacciones a las sobreinterpretaciones del periodo. Ejemplos de ello son los libros de Luis González, Los artífices del cardenismo, publicado en 1979, y Los días del presidente Cárdenas, de 1981.

La historia del cardenismo escrita por el autor es curiosa: al asumir la perspectiva cronológica, cae en una narración de los hechos a manera de crónica, buscando la objetividad. No se circunscribe a la historia del poder, sino que da entrada a otros actores sociales. Es una visión híbrida entre historia tradicional y nuevos enfoques, como el de la microhistoria practicada por él. Al final, pese a los intentos por no caer en una historia apologética, se reconoce que fue uno de los periodos más conmovedores de la historia de México. Y con este libro la imagen de Cárdenas se engrandece.

Durante el gobierno de Echeverría se elabora la segunda edición de los libros de texto gratuitos, los que se publican entre 1974 y 1976. En ellos se fija la postura del gobierno respecto al personaje. Destacan la reforma agraria, la creación de escuelas técnicas y, por supuesto, la expropiación del petróleo. No hay adjetivos, pero sí es un sexenio que se revisa por separado. Divulgan entre los niños una imagen de compromiso con los pobres y con la patria, lo que contribuye al reforzamiento de la imagen heroica en el imaginario social.

Otra de las fuentes más generosas del mito es el discurso político vertido en los rituales que se celebran casi religiosamente tres veces al año. Los rituales y discursos oficiales durante los sexenios de Echeverría, López Portillo y de la Madrid tendrán cambios poco significativos respecto a los presidentes anteriores.

Echeverría conservó la costumbre de asistir a las celebraciones e inaugurar obras. En campaña, el 18 de marzo de 1970 homenajea a Cárdenas por la expropiación y se refiere a ella como la clave de la independencia económica del país. La muerte reciente del General es aprovechada para explotar su contenido simbólico; en los discursos, al igual que con todos los presidentes, sus adeptos lo convierten en sucesor y fiel continuador de su obra.

A partir de su muerte, la demagogia no tiene límites en el uso de Cárdenas como discurso ideológico de sustentación priísta. Los oradores se refieren al episodio central de su periodo de gobierno: la expropiación como símbolo de soberanía, patriotismo e independencia económica. Cárdenas es un recurso fácil, al que se acude para reiterar lugares comunes con el objeto de legitimar al gobierno. Su figura es un comodín: al sistema le conviene evocarlo porque lo legitima, y al hacerlo muestra apertura y ánimo reformador. Para la oposición, tanto al interior del PRI como desde la izquierda, la imagen de Cárdenas se presenta como evidencia de la desviación del gobierno respecto a los principios revolucionarios.32 A partir de 1988 la oposición inicia la disputa por el símbolo, por ser la heredera legítima del legado revolucionario traicionado por el sistema.

A la muerte de Cárdenas el 19 de octubre de 1970 a la edad de 75 años, hay una reacción social que muestra la fuerza de su imagen y la vigencia del mito. Se instituye el 19 de octubre, aniversario luctuoso, como un ritual para revitalizar el mito.

Una cuarta y última etapa del mito sería de 1988 a 2008, en la que se transforma en acción, es decir, convoca a la movilización de amplios sectores sociales. Los resultados electorales de 1988 hicieron evidente el desgaste y la quiebra del modelo de dominación corporativo. El detonador fue el neo–cardenismo, que demostró su fuerza y su vigencia. Después de la coyuntura electoral de 1988 el símbolo de Cárdenas será rescatado de la demagogia priísta por la oposición, no sin resistencia a dejarlo ir por parte del partido en el poder.

La tradición oral es una de las vertientes más activas de la memoria mitificada del General. Se recoge en cartas, entrevistas y libros que plasman la memoria del pueblo.33

El libro Cartas a Cuauhtémoc Cárdenas, coordinado por Adolfo Gilly y publicado por Era en 1989, constituye un parteaguas ya que reformuló el mito de Lázaro Cárdenas en la coyuntura de 1988. Si otros autores habían hecho referencia al mito, aquí se describe, analiza y reformula como planteamiento político–ideológico, dando fundamento al neocardenismo. La idea principal era que la candidatura presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas había puesto de manifiesto la memoria cardenista y revelado la fuerza del mito en la memoria popular. Esto se fundamenta en cientos de cartas que los mexicanos pobres, sobre todo campesinos, escribieron al candidato del Frente Democrático Nacional. La importancia del libro reside en que rescata la tradición oral del cardenismo e introduce en el campo académico la voz de los sectores populares presentando su visión mítica. Hay cientos de ejemplos, como la carta que escribe un preso en la que se expresa con claridad que considerara a Cuauhtémoc el continuador de la obra de su padre: "Tu papá fue nuestro Tata y así lo seguimos considerando porque él no ha muerto, te manda a ti para que veas cómo estamos sus hijos para que veas si se está cumpliendo su mandato como lo mandó cuando estuvo de presidente de México".34

La lectura de más de mil cartas recibidas por Cuauhtémoc como candidato a la presidencia en 1994 permite observar dos situaciones en lo que a la cultura política se refiere: por una parte, hay una decisión colectiva de luchar "a como dé lugar" por llegar al poder, "cueste lo que cueste", lo que evidencia una conciencia de la necesidad de actuar y de la eficacia de la participación ciudadana; sin embargo, por otro lado, es evidente también que mucha gente está inmersa en valores asistencialistas y paternalistas que indicarían una cultura política más tradicional. El recuerdo de la ayuda que brindó Lázaro Cárdenas a los pobres hace que le exijan a Cuauhtémoc una actitud similar.

El libro de Rafael Ramírez Heredia, Lázaro Cárdenas en la Tierra Caliente. Reportaje de historia oral, publicado por el IPN en 1997, es muy importante para la documentación del mito en el campo de la tradición oral. El periodista recorrió la Tierra Caliente, a la que considera uno de los territorios "donde más está el general [...] Ahí la figura del señor general es idolatrada, y esta figura y su obra es de tal dimensión que por más libros que se hagan en torno a él nunca se podrá totalizar su recuerdo".

Los ojos del general siguen llamando la atención, de lo que da fe un hombre de la región: "Sonreía con los ojos. Después de algún tiempo de viajar con él en el mismo carro, o de estar cerca durante sus recorridos, creo que aprendí a entender su mirada. Él a veces no se reía más que con los ojos y a veces también con los ojos nos llamaba la atención".

En octubre de 2005, organizado por el gobierno socialista, se lleva a cabo un homenaje a Lázaro Cárdenas en Madrid. Para el rector de la Universidad Complutense de Madrid, Carlos Berzosa, el homenaje era "una deuda moral" de España con México y con la memoria de Lázaro Cárdenas; a su vez, la prensa lo consideró un acto de justicia histórica.

El análisis de los rituales cardenistas en este periodo ilustra los distintos usos del símbolo de Lázaro Cárdenas y la disputa que establecen diferentes grupos sociales sobre su posesión legítima, sobre todo el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y el PRI. En el 50 aniversario de la expropiación, en marzo de 1988, Cuauhtémoc Cárdenas ya era candidato presidencial por el Frente Democrático Nacional. En un mitin en el Zócalo capitalino ante unas 800 mil personas, expresó que la época era la de mayor regresión revolucionaria y que por lo tanto estaba viva la lucha de Lázaro Cárdenas. Se reivindicó como su heredero legítimo: "Somos, pésele a quien le pese, los auténticos representantes del pueblo y recogemos sus mejores tradiciones de lucha [...] Somos los herederos de Hidalgo, Morelos, Zapata, Juárez, Ocampo, Madero y las luchas reivindicadoras de Lázaro Cárdenas". Desde el balcón presidencial, el presidente De la Madrid había dicho esa mañana en un discurso ante los burócratas: "Especial mención al trascendental liderazgo de Lázaro Cárdenas que nos legó el valor y la lección del estadista que vela por su pueblo más allá de la circunstancia inmediata y por encima de intereses extraños. Por eso la patria reconocida le rinde hoy homenaje".

 

CONCLUSIONES

El cardenismo es un mito político que consolidó al Estado mexicano, conformó al Estado–nación. Su fuerza radica en que tuvo dos lecturas: la estatista y la popular. El mito de Cárdenas se inscribe dentro del mito más general de la Revolución Mexicana, formando parte de él. En el imaginario, Cárdenas es quien la lleva hasta sus últimas consecuencias. La Revolución Mexicana es el origen de todo: del gobierno, de la justicia y de la soberanía, y Cárdenas es su máximo exponente. Es heredero de los mitos de Hidalgo y Juárez.

El mito de Cárdenas se elaboró desde distintas cosmovisiones: el nacionalismo revolucionario y el cristianismo; es decir, reflejó tanto los valores de la Revolución Mexicana de reivindicación de los recursos naturales, justicia social y distribución de la riqueza, como los valores tradicionales de solidaridad con los pobres: generosidad, bondad, paciencia y humildad, provenientes de la religión católica. Expresó también la visión de un radicalismo propio de la Revolución Mexicana. Pero, sobre todo, expresa una cultura política tradicional, lejana a los parámetros de los "ciudadanos" portadores de una cultura cívica propia de las democracias desarrolladas (conciencia de la importancia de la participación política, rendición de cuentas, participación en procesos electorales).

Lo que es claro es que las interpretaciones varían en función de la posición política. El discurso de la izquierda marxista concibe a Cárdenas como un pequeño burgués radicalizado, capaz de manipular a las masas, preso en las contradicciones y los límites del capitalismo. Sin embargo, también es capaz de reconocerle compromisos con la reforma agraria y la soberanía nacional.

El discurso crítico viene también de una lógica liberal que rechaza el proyecto económico de la economía mixta y las formas de propiedad colectiva, el estatismo, el paternalismo, el corporativismo y la antidemocracia, y Cárdenas era el representante más acabado de esa corriente y el que consolida las instituciones surgidas de ese proyecto.

La vertiente negativa del mito surgió también en los treinta y tuvo como objetivo la desmitificación de la figura de Cárdenas, ya que surgió precisamente cuando se percibió la existencia del mito heroico. En síntesis, planteó que Lázaro Cárdenas era un dictador, un comunista y un demagogo. Expresó la cosmovisión de la derecha católica, liberal y anticomunista. Los temas que más calan a esta vertiente son la defensa de la propiedad, la democracia liberal y la religión. Curiosamente, desde el marxismo se alimentará la visión negativa de Cárdenas al reclamarle precisamente el no haber sido comunista y que haya consolidado al Estado burgués a través de la manipulación de las masas.

El mito inicia en los años treinta del siglo XX y se mantiene vivo en los albores del XXI. La figura de Cárdenas es admirada en nuestros días, como lo demuestran las más recientes publicaciones y la continuación de los rituales. A partir de la propuesta de reforma energética del presidente Felipe Calderón, de abril de 2008, se constituyeron brigadas populares para defender el petróleo. Las mujeres, conocidas como "las Adelitas", enarbolaron la foto del General.

El mito y el antimito se reproducen periódicamente. Lo relevante es que no mueren, siguen apareciendo discursos que expresan el interés de cada generación sobre Cárdenas y que enumeran los mismos valores que sus predecesores. El relato vuelve a empezar. Las ganas de entender al personaje no terminan.

Fue un mito que acompañó al país durante el siglo XX. La admiración, como es lógico, parte del hecho de compartir la misma escala de valores: una condena explícita de las injusticias del capitalismo, la búsqueda de la igualdad y la justicia social y, sobre todo, el nacionalismo económico. Los que denuestan a Cárdenas están en un campo axiológico opuesto. Ese nacionalismo es el que hoy día se está erosionando, es justamente eso lo que se cuestiona al defender la necesidad de las reformas estructurales: se lo considera un lastre que impide nuestro acceso a la modernidad. Ahora sostienen que él es símbolo del pasado, sobre todo ante la necesidad de reformas que implican la apertura de sectores estratégicos como el petróleo y la electricidad.35 Veremos por tanto la reanudación de la polémica.

 

NOTAS

* Este trabajo se basa en lo que otros escribieron sobre Cárdenas, y no en lo que él escribió sobre sí mismo, lo que sería un tema distinto. De entre las numerosas biografías del general se seleccionaron las que aportaban al discurso heroico.

1 Peter Burke, Formas de historia cultural, Madrid, Alianza, 2000.        [ Links ]

2 Entrevista de historia oral realizada en Los Reyes, Michoacán (octubre de 1995).

3 Carl Jung, Arquetipos e inconsciente colectivo, Buenos Aires, 1970.        [ Links ]

4  "Es de los archivos del mito de donde el político, el hombre de partido o el teórico, extraen los relatos, las leyendas o los 'hechos' históricos, que les permiten fundar su cultura —la cultura política— y darle al poder con que cuentan o al que aspiran, su legitimidad, su esplendor y a veces su grandeza [..] Cada época, cada sociedad, repiensa, reescribe el mito en función de su sensibilidad, adaptándolo a los modos culturales, sociales y políticos que predominan en ella" (André Rezler, Mitos políticos modernos, México, Fondo de Cultura Económica, 1984, pp. 282–283.        [ Links ]

5 Salvador Abascal, Lázaro Cárdenas, presidente comunista, México, Tradición, 1988;         [ Links ] Carlos Alvear Acevedo, Lázaro Cárdenas. El hombre y el mito, México, Jus, 1961;         [ Links ] Victoriano Anguiano Equihua, Lázaro Cárdenas, su feudo y la política nacional, México, Eréndira, 1951.        [ Links ]

6  "La Revolución Mexicana no es sólo la serie de hechos históricos que se manifestaron entre 1910 y 1917, o entre 1910 y 1920, o entre 1910 y 1940; es también el conjunto de proyecciones, símbolos, evocaciones, imágenes y mitos que sus actores, intérpretes y herederos forjaron y siguen construyendo alrededor de este acontecimiento." Enrique Florescano, El nuevo pasado mexicano, México, Cal y Arena, 1991, p 71.        [ Links ]

7 "El pasado recordado se convierte en mito. Hay que destacar que el resbaladizo término mito no se emplea aquí en el sentido positivista de "historia inexacta", sino en el más positivo y rico de historia con un significado simbólico que implica a personajes "de proporciones heroicas", tanto si son héroes como malvados. Tales historias generalmente se componen de una secuencia de acontecimientos estereotipados, a veces denominados "temas". Peter Burke, Formas de historia cultural, Madrid, Alianza Editorial, 2000, p. 75. "¿Qué es un mito en la actualidad? Daré una primera respuesta muy simple, que coincide perfectamente con su etimología: el mito es un habla... constituye un sistema de comunicación, un mensaje... se trata de un modo de significación, de una forma". Roland Barthes, Mitologías, México, Siglo XXI, 1994, p.199        [ Links ]

8 Georges Sorel, Reflexiones sobre la violencia, Buenos Aires, La Pléyade, 1978.         [ Links ] Un mito, para Sorel, es un conjunto de imágenes y de sentimientos capaces de arrastrar al hombre a la lucha.

9 Arnaldo Córdova, "La historia, maestra de la política", en ¿Historia para qué?, México, Siglo XXI Editores, 1980, p. 137.        [ Links ]

10  Ibid.

11 Enrique Krauze, La presidencia imperial. Ascenso y caída del sistema político mexicano (1940–1996), México, Tusquets, 1997, p. 25.        [ Links ]

12 Ilene O'Malley, The myth of the Revolution. Hero cults and the institutionalization of the Mexican State. 1920–1940, Nueva York, Greenwood Press, 1986, p. 144.        [ Links ]

13 Djed Bórquez, Lázaro Cárdenas. Síntesis biográfica, México, Imprenta Mundial, 1934, pp. 9–10.        [ Links ]

14  Luis Cabrera, "Un ensayo comunista en México", Obras completas, vol. IV, México, Oasis, 1972.        [ Links ]

15 Salvador Novo, La vida en México en el periodo presidencial de Lázaro Cárdenas, compilación y nota preliminar de José Emilio Pacheco, México, INAH–CNCA, 1994 (Memorias Mexicanas).        [ Links ]

16 José Revueltas, Ensayos sobre México, prólogo, recopilación y notas de Andrea Revueltas y Philippe Cheron, México, Era, 1985         [ Links ](Obras completas, 19). También llega a las mismas conclusiones en 1958 en "Esquema de las características del presente momento histórico", publicado en el mismo volumen.

17 Manuel Gómez Morín, La Nación y el Régimen, México, Biblioteca de Acción Nacional, 1940.        [ Links ]

18 Eduardo Correa, El balance del cardenismo, México, s.e., 1941.        [ Links ]

19 Pere Foix, Cárdenas, su actuación, su país, México, Fronda, 1947.        [ Links ]

20  Serie de lecturas. Sexto año, México, SEP, 1940.        [ Links ]

21  Zúñiga Mejía, Historia de México, México, SEP, Dirección General de la Enseñanza Normal, Instituto Federal de Capacitación del Magisterio, 1949.        [ Links ]

22 La información sobre las celebraciones proviene de los periódicos El Universal y Excélsior los 18 y 19 de marzo.

23 Victoriano Anguiano Equihua, Lázaro Cárdenas, su feudo y la política naciona (con un juicio de José Vasconcelos y prólogo de Manuel Moreno Sánchez), México, Eréndira, 1951.        [ Links ]

24 Tannenbaum, "Lázaro Cárdenas", Historia mexicana, vol. 10, núm. 2, México, El Colegio de México, octubre–diciembre de 1960, p. X.        [ Links ]

25 Paul Nathan, "México en la época de Cárdenas", Problemas agrícolas e industriales de México, vol. VII, núm. 3, julio–septiembre de 1955.        [ Links ]

26  Unión Nacional Sinarquista, México en la época de Cárdenas o seis años de traición a la patria, México, UNS, 1956.        [ Links ]

27 Anatol Shulgovski, México en la encrucijada de su historia. La lucha liberadora y antimperialista del pueblo mexicano en los años treinta y la alternativa de México ante el camino de su desarrollo, México, Ediciones de Cultura Popular, 1968.        [ Links ]

28 Los libros de texto gratuitos aparecen en 1960, en el sexenio de López Mateos, como una propuesta del secretario de Educación Jaime Torres Bodet, coordinados por Martín Luis Guzmán. En el sexenio de Echeverría se modifican (1972–1976) siendo secretario de Educación Víctor Bravo Ahúja, y subsecretario de Planeación Educativa Roger Díaz de Cosío. Volverán a modificarse en 1992, siendo Ernesto Zedillo secretario de Educación del presidente Salinas.

29 Arnaldo Córdova, La política de masas del cardenismo, México, Era, 1974 (Serie Popular, 26).        [ Links ]

30 David Raby y Lisa North, "La dinámica de la Revolución y la contrarrevolución: México bajo Cárdenas, 1934–1940", Estudios Políticos, vol. IV, núm. 16, UNAM, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, 1978.        [ Links ]

31 Varios autores, Cárdenas, visionario de la liberación nacional, México, Tribuna de la Juventud, 1979.        [ Links ]

32  La visión más acrítica será siempre la de los exilados españoles. Un ejemplo es el periodista Luis Suárez, autor de Cárdenas, retrato inédito (México, Grijalbo, 1897).         [ Links ] Este libro es claramente una apología, tiene el claro objetivo de constituir un homenaje a su memoria. Luis Suárez, periodista de oficio, entabla una conversación con Amalia Solórzano, en la que van comentando los Apuntes del general así como otras notas inéditas.

33 Alicia Leal et al., Cuando Cárdenas visitó nuestro pueblo, México, Instituto Lingüístico de Verano, 1980.        [ Links ]

34 Adolfo Gilly, Cartas a Cuauhtémoc Cárdenas, México, Era, 1988, p. 224.         [ Links ]

35 "El nacionalismo revolucionario, la gran colección de mitos y mentiras con que el régimen anterior logró mantenerse en el poder, sigue firme en la mente de millones de mexicanos (...) No quieren modernización alguna porque es incompatible con su religión laica, ese nacionalismo revolucionario inventado por el Estado para legitimarse. De poco sirve demostrarles el gran fracaso que ha sido México bajo esas creencias, porque son eso, creencias, y frente a ellas la razón no logra mucho. El futuro es muy claro: el deterioro. Sólo puede impedirse rompiendo las cadenas mentales que nos atan. Pero no hay cadenas más fuertes que las imaginarias" (Macario Schettino, "Un futuro claro", El Universal, 29 de septiembre de 2008).        [ Links ]

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