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Política y cultura

versão impressa ISSN 0188-7742

Polít. cult.  no.27 México Jan. 2007

 

Movimientos y organizaciones sociales

 

Movimientos piqueteros: alcances de su construcción política

 

Ada Freytes Frey* Cecilia Cross**

 

* Maestra en Sociología. Profesora en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad del Salvador. Dirección electrónica: afreytes@arnet.com.ar

** Maestra en Ciencias Sociales del Trabajo. Dirección electrónica: ccross@ceil–piette.gov.ar

 

Recepción del original: 21–08–06
Recepción del artículo corregido: 11–05–07

 

Resumen

El artículo aborda el tema de la significatividad de los movimientos piqueteros para el campo político argentino, retomando dos ejes de discusión habituales en la bibliografía. Frente al debate acerca de la continuidad o ruptura que estos movimientos representan respecto a las formas "tradicionales" de organización de los sectores populares, se señala que este tipo de abordaje no permite comprender la compleja articulación entre pasado y presente que los caracteriza. En relación con la controversia sobre la eficacia política de su acción, se afirma que han transformado duraderamente las percepciones sobre el desempleo; logrado reconocimiento en el espacio público y generado espacios relevantes de formación de militantes sociales.

Palabras claves: movimientos piqueteros, organización de los sectores populares, ideologías, competencia política, representación política de los desocupados.

 

Abstract

The article approaches the subject of the significacy of the 'piqueteros' movements for the Argentine political field, retaking two habitual axes of discussion in the bibliography. As opposed to the debate about the continuity or rupture that these movements represent with respect to "the traditional" forms of organization of the popular sectors, it is indicated that this type of approach does not allow to understand the complex articulation between past and present that characterizes them. In relation to the controversy on the political effectiveness of its action, it is indicated that they have lastly transformed the perspections about unemployment, archivieng recognition in the public space and generated relevant spaces of social militants.

Keywords: 'piqueteros' movements, popular sectors organization, ideologies, political competence, unemployed political representation.

 

INTRODUCCIÓN

Los procesos de impugnación al modelo neoliberal Len la Argentina –que desembocaron en la crisis institucional de diciembre de 2001– tuvieron entre sus principales protagonistas a los movimientos piqueteros. Estos movimientos sociales, surgidos a mediados de los noventa, fueron constituyéndose progresivamente en portadores de las demandas de un sector social –los desocupados pobres–que se sentía "traicionado" por la dirigencia tradicional, "invisibilizado" y privado del acceso a los derechos políticos y sociales más elementales.

El protagonismo de estos movimientos en el proceso de descomposición del orden neoliberal, en un contexto en el que se hablaba de la apatía política de los sectores populares como una de las características de época, los convirtió en el centro de profundos debates teóricos en las Ciencias Sociales nacionales. A partir del presente trabajo pretendemos contribuir a dos de las discusiones más importantes en torno al significado político de estos movimientos.

El primer eje de reflexión tiene que ver con la controversia acerca de si los movimientos piqueteros implican un cambio en las formas de representación de los sectores populares, desplazando a los sindicatos y partidos políticos,1 o si, en cambio, constituyen la continuidad de las luchas obreras que han marcado la historia política argentina.2

El segundo eje por considerar se centra en el impacto de estas organizaciones sobre el campo político. En algunos de los trabajos más significativos sobre los movimientos piqueteros3 se aborda esta cuestión a través del concepto de "ciclo de protesta" de Sydney Tarrow,4 que supone una influencia episódica de los movimientos, ligada a su capacidad de instalar determinadas demandas a partir de la movilización.

En el presente artículo buscamos aportar a estas reflexiones a partir de los resultados de una investigación empírica basada en un estudio comparativo en cuatro organizaciones piqueteras del conurbano bonaerense:5 la Federación de Tierra, Vivienda y Hábitat (FTV) de la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA); el Sector Desocupados de la Corriente Clasista y Combativa (CCC); el Polo Obrero (PO), y los Movimientos de Trabajadores Desocupados (MTDS).6 En cada una de ellas, realizamos entrevistas en profundidad a dirigentes y referentes barriales,7 observación en diferentes espacios de interacción social y situaciones de acción colectiva, y análisis documental.

En lo que sigue, retomaremos inicialmente el primer debate planteado, sosteniendo que pensar a los movimientos en términos de continuidad o ruptura no permite dar cuenta de la compleja articulación entre pasado y presente que caracteriza su constitución. Luego, abordaremos la pregunta acerca del impacto político de los movimientos, recuperando, con una mirada al proceso, los diversos niveles en que se plasma su acción transformadora. Finalmente, sistematizaremos nuestros aportes a los ejes planteados.

 

PROBLEMATIZANDO EL DEBATE ENTRE CONTINUIDAD Y RUPTURA

Como hemos indicado anteriormente, una de las principales controversias en el estudio de las organizaciones piqueteras tiene que ver con su carácter novedoso o, por el contrario, su continuidad con otras expresiones del conflicto social. En las perspectivas que discuten teóricamente estos términos, se ha identificado a aquellas agrupaciones que apelaron para la protesta al corte de ruta como expresión de un mismo conflicto y como parte de un solo movimiento. Partiendo de esta caracterización, y retomando algunos de los supuestos que dieron origen a la renovación de los estudios de la acción colectiva en su vertiente europea y anglosajona,8 algunos enfatizan su "novedad",9 mientras otros –que retoman como punto de partida el concepto de lucha de clases– insisten en su "continuidad" con las formas clásicas de organización social de los sectores subalternos,10 tales como los sindicatos.

En este trabajo, queremos plantear que resulta estéril debatir en términos de "ruptura" o "continuidad", introduciendo para ello dos categorías conceptuales que intentan dar cuenta de las maneras creativas en que estos movimientos recuperan y recrean el pasado para posicionarse políticamente en el presente y proyectarse hacia el futuro.

Se trata, por un lado, de la categoría de "experiencia antecedente". Son experiencias antecedentes aquellas organizaciones con las que existe una vinculación histórica que permitió la conformación del movimiento.11 El estudio de las experiencias antecedentes nos permite dar cuenta de los procesos de constitución de los movimientos, recuperando las trayectorias de sus líderes y los formatos organizativos en los que descansa su capacidad de movilización y de extensión territorial.

Por ejemplo, podemos decir que la CCC –sector: desocupados– y la FTV comparten experiencias antecedentes similares. En efecto, ambas son parte de estructuras sindicales: la CCC (a secas), que tiene tres ramas –ocupados, desocupados y jubilados o pensionados–, y la CTA, que se divide en Federaciones; una de las cuales es la FTV. En ambos casos fueron los dirigentes sindicales quienes definieron la necesidad de "incorporar a los desocupados a la lucha sindical".12 Y para hacerlo, convocaron a líderes comunitarios del distrito de La Matanza (provincia de Buenos Aires), los cuales se habían constituido como tales en el contexto de procesos de "toma de tierras" ocurridos a mediados de los ochenta; los procesos dieron lugar a dos asentamientos, hoy barrios:13 el María Elena (en el caso de Juan Carlos Alderete –líder del sector desocupados de la CCC) y El Tambo (en el caso de Luis D'Elía –líder de la FTV).

En el caso del Polo Obrero (PO), su experiencia antecedente es el Partido Obrero, uno de los partidos trotskistas más importantes de la Argentina. El PO, que surge como un movimiento sindical asociado al partido, se "suma a la lucha piquetera"a fines de 2001.

No obstante, el concepto de experiencias antecedentes no remite sólo a experiencias fácticas, sino también a procesos colectivos que permiten seleccionar algunos hechos a partir de los que se estructuran las representaciones colectivas acerca de la conformación del movimiento. En efecto, frecuentemente se pueden rastrear muchas experiencias previas en las que se formaron los dirigentes de los movimientos estudiados o se ensayaron prácticas de organización aún vigentes en los mismos. Sin embargo, al hablar de "experiencias antecedentes", damos cuenta de aquellas que constituyen parte de la historia del movimiento, aún para quienes no han participado en ellas.14

Por ejemplo, el hecho de que la FTV hoy sea reconocida como una organización piquetera con epicentro en La Matanza, es el producto de una pugna entre sus fundadores que se definió a favor del grupo proveniente de la Cooperativa USO –Unión, Solidaridad y Organización– del barrio El Tambo. Por parte de la CTA, la FTV fue creada con el fin de reunir a aquellos grupos o movimientos que estuvieran "concernidos por la problemática de la tierra en sentido amplio" (esto es, agrupaciones de inquilinos y ocupantes ilegales, de campesinos, de indígenas, de tomadores de tierra, etc.). No obstante, la prevalencia de la posición del "grupo matancero"respecto a que la organización se incorporara a la "lucha piquetera"llevó a que muchos de los fundadores abandonaran el movimiento por considerar que esto lo "desnaturalizaba", al "relegar las demandas de los trabajadores campesinos, de los inquilinos, de los grupos indígenas".

Ahora bien, nuestra afirmación es que "el estudio de las experiencias antecedentes es central para comprender los procesos de conformación de los movimientos piqueteros y su capacidad de instalación en el espacio público". En efecto, las redes sociales construidas en otros momentos históricos y en torno a conflictos diferentes, han resultado fundamentales para que algunos movimientos (como la FTV y la CCC) alcancen una gran extensión y capacidad de movilización en un tiempo relativamente breve. No se hubiera podido comprender este hecho atendiendo exclusivamente a lo ocurrido en el marco del ciclo de protesta piquetero, a fines de los noventa. Prueba de ello es que no todas las organizaciones alcanzaron la misma extensión ni la misma relevancia; no todas sacaron el mismo provecho del piquete como herramienta organizativa ni la usaron de la misma forma.

La segunda categoría que queremos introducir, la de "referencias ideológicas", remite a la apelación a formas de movilización u organización de los sectores populares, pasadas o contemporáneas, que les permiten a los movimientos situar su "lucha" en una perspectiva histórica que excede la acción colectiva desplegada y definir sus aspiraciones de transformación social. Dichas referencias constituyen una apelación frecuente en la legitimación de las prácticas desarrolladas por la organización.15

En el caso de la FTV, su principal referencia ideológica es el peronismo –al que diferencian del Partido Justicialista–, que remite a lo que ha sido caracterizado como "modelo nacional popular"16 decir, la versión local del Estado de bienestar. Su proyecto de transformación social es descrito como "la reorganización del campo popular" para la "recuperación del Estado" como factor de "equidad social". En este esquema, su proyecto político apunta a "tomar el control del Estado", para lo cual es indispensable tejer alianzas con otros actores, como sindicatos y partidos políticos. Los participantes de este movimiento pretenden, a partir de su acción política, reconstruir las relaciones de confianza entre "el pueblo" y la dirigencia, a partir de un modelo de representación con base en lo territorial.

Por su parte, la CCC se referencia ideológicamente en el comunismo maoísta y en el "sindicalismo revolucionario", reivindicando las experiencias "clasistas" de organización sindical que tuvieron lugar en Argentina a fines de los sesenta. En este marco, su aspiración de cara al futuro es la puesta en marcha de una "revolución clasista " que "ponga al proletariado a la cabeza". No obstante, el eje central de su lucha en el periodo analizado ha estado en la movilización de los trabajadores desocupados por ser el "sector más dinámico" . Esta postura, en apariencia contradictoria, se explica a partir de la lectura política que esta organización realizó acerca de la conflictividad social en Argentina a partir de mediados de los noventa, al considerar que en este contexto "el eje de la lucha no era el proletariado, sino el hambre como motor de varios sectores sociales", de acuerdo a lo manifestado por uno de sus principales líderes.

La referencia ideológica del PO, en función de su estrecha vinculación con el Partido Obrero, es el trotskismo. En tal sentido, este movimiento concibe al Estado como "un agente al servicio de los sectores dominantes", proponiendo la convocatoria a "una asamblea general constituyente" que permita instaurar un "gobierno obrero" bajo el control de las diferentes expresiones de la "clase trabajadora"; esto es, "trabajadores ocupados, desocupados, estudiantes y asambleas barriales", bajo "la conducción del partido".

La relevancia de "estas referencias ideológicas" es que éstas "constituyen los marcos de sentido que permiten interpretar las coyunturas políticas y, en consecuencia, definir y justificar los posicionamientos estratégicos de los movimientos".

Un ejemplo claro que permite ilustrar esta afirmación (entre muchos otros que podríamos citar) tiene que ver con la postura que los movimientos adoptaron ante los "planes sociales"y1 En 1997 se crea la "Comisión de Desocupados de Laferrere",18 donde van a converger organizaciones de base territorial junto con organizaciones sindicales y partidos políticos. Entre estos últimos se destacan la CTA y el Partido Obrero; ambos constituidos en experiencias antecedentes de los movimientos estudiados. Por parte de las organizaciones de base territorial participarán la "Red de Barrios de La Matanza", liderada por Luis D'Elia y Juan Carlos Alderete, representantes de la Cooperativa USO, y el por entonces recientemente creado "Sector Desocupados" de la CCC respectivamente, junto con otros movimientos de trabajadores desocupados. Es en esta Comisión donde tienen lugar las primeras controversias en torno a la "aceptación" o "rechazo"19 de los "planes" ofrecidos por los estados nacional y provincial como paliativos frente al desempleo.

En este marco, la CTA y la Red de Barrios de La Matanza se definen a favor de aceptar los planes sociales. Esta decisión se entiende en el marco de sus propias referencias ideológicas, que los lleva a criticar la postura de los partidos de izquierda de "que cuanto más muerta de hambre esté la gente, puede pelear mejor", porque "para ellos cuanto peor, mejor". Los futuros dirigentes de la FTV y de la CCC, en cambio, consideran que la atención a las necesidades más urgentes es la base para la organización de los desocupados y para sostener el "auge de las luchas" sociales.20 Como señala uno de los principales dirigentes de la CCC, "el que tiene hambre no puede luchar, primero hay que darle de comer".21

En contraposición, el Partido Obrero, junto con otros partidos de izquierda, en línea con su comprensión del Estado, rechaza los "planes" como una expresión más de la lógica asistencialista y focalizada del Estado en materia de políticas sociales. La justificación de esta postura era que los "planes" contribuirían a la reproducción del clientelismo y a erosionar aún más el poder adquisitivo del salario, dada su exigencia de una contraprestación laboral por parte de los beneficiarios.

Con el correr de los años, sin embargo, el Partido Obrero revería este posicionamiento, incorporándose a través del Polo Obrero a la "lucha piquetera". La revisión de su estrategia no respondió a un cambio en la perspectiva de lo que los "planes"significaban, sino a la necesidad de dar algún tipo de "respuesta " a la situación de "desesperación " que se vivía en los "barrios".

Estos datos nos permiten recuperar cabalmente el alcance del concepto de referencias ideológicas. Si bien el PO sigue empleando como referente de su "lucha" los principios del "trostkismo", la dinámica social y política que se genera en torno a los planes sociales los lleva a revisar su postura. Algo similar ocurre con la CCC (Corriente Clasista y Combativa), que frente a la eventualidad de capitalizar el "auge de las luchas" producidas en torno al desempleo, decide la "aceptación" de los "planes" sociales y se constituye en uno de los movimientos que lideran los cortes de ruta. Entonces, "si bien las referencias ideológicas operan orientando la acción de los movimientos, –poniendo su lucha en perspectiva histórica con otras experiencias pasadas o contemporáneas–, también permite la actualización de ciertas posiciones ideológicas frente a los cambios que se operan en el campo político".

Es decir que las referencias ideológicas no son marcos estáticos de acción, sino que habilitan un espacio de trascendencia de la propia lucha en relación a otras experiencias políticas y a las aspiraciones que se construyen respecto al futuro, en función de valores y creencias previamente construidos. Sin embargo, tales valores y creencias son apropiados por los movimientos y reformulados en función de las definiciones estratégicas que permiten su inserción en el ámbito político aquí y ahora. En este sentido, las referencias ideológicas no pueden ser pensadas como una añoranza de un pasado remoto, sino como una de las formas de orientar el proceso de organización colectiva de aquellos grupos que las retoman.

Por otra parte, la consideración de cómo operan las referencias ideológicas permite discutir una idea difundida en los estudios sobre los movimientos piqueteros: la afirmación de que las distintas organizaciones constituyen un único movimiento, caracterizado por su apelación al corte de ruta como forma de protesta. Por el contrario, en el ejemplo planteado (como en otros que discutiremos más adelante) se advierte que la ideología lleva a las distintas organizaciones a diferenciarse entre sí de maneras muy concretas, adoptando posturas antagónicas e incluso enfrentándose (discursivamente) en el espacio público.

En consecuencia, sostenemos la existencia de distintos movimientos piqueteros, los cuales a la vez que comparten ciertos atributos que los distinguen de otras expresiones políticas; se diferencian entre sí a partir de sus variadas experiencias antecedentes y referencias ideológicas. En este sentido, a lo largo de nuestra investigación hemos visto que lo que permite que las organizaciones piqueteras se reconozcan entre sí es menos la forma en la que se manifiestan públicamente, que la identificación de los desocupados pobres como el sector social al que representan, y el trabajo de base territorial como fundamento de sus prácticas de organización. A estos aspectos comunes los denominamos propiedades básicas, que son aquellas que le otorgan especificidad a los movimientos piqueteros como tales.22

Volviendo a la discusión central de este apartado, el valor que las referencias ideológicas y las experiencias antecedentes tienen para comprender la constitución, organización y posicionamiento político de estos movimientos, nos lleva a sostener el carácter creativo y transformador de la acción que despliegan, tanto en términos de la actualización de ciertas concepciones políticas (en relación a sus referencias ideológicas), como a la valorización de las trayectorias militantes y las experiencias organizativas desarrolladas en otros contextos históricos (en cuanto a sus experiencias antecedentes).

El análisis realizado nos permite, por un lado, establecer líneas históricas de continuidad con ideas, repertorios de confrontación y dispositivos organizativos "clásicos" de los sectores populares argentinos (no sólo partidos políticos y sindicatos, sino también organizaciones territoriales surgidas en los ochenta). Pero, al mismo tiempo, advertimos que la acción de los movimientos no puede comprenderse sin tener en cuenta los cambios en la coyuntura política y la forma en la que éstos han sido interpretados por los mismos.

Es en ese sentido que algunos investigadores han recuperado el concepto de oportunidades políticas23 para explicar el fenómeno piquetero, aludiendo a las condiciones favorables para su acción que crearon tanto la crisis de legitimidad de los partidos políticos como las particularidades de la política social desarrollada en la segunda mitad de la década de los noventa. Por nuestra parte, queremos enfatizar que tales "oportunidades" no son un factor explicativo "dado", sino el producto de una definición estratégica de los movimientos. En efecto, los planes sociales constituyeron una oportunidad política a finales de los noventa sólo para aquellas organizaciones que los consideraron como una herramienta adecuada para construir un frente de oposición al neoliberalismo. No casualmente, aquellas que entre sus experiencias antecedentes contaban con organizaciones territoriales que legarían muchas de sus prácticas organizativas a los movimientos piqueteros. Como hemos dicho, las organizaciones vinculadas a partidos de izquierda, definieron la lucha piquetera como oportunidad política recién a fines de 2001.

De esta forma, es posible observar que en la constitución del movimiento social intervienen tanto las referencias y representaciones acerca del pasado, o a las trayectorias políticas de sus participantes, como las relaciones sociales que se construyen entre sus miembros y los diferentes acontecimientos que tienen lugar en el campo político. Considerando estos aspectos es que proponemos revisar la pertinencia del eje de discusión en torno a lo novedoso o tradicional de los movimientos piqueteros. En efecto, a nuestro juicio, éste debería ser desplazado a favor de la pregunta acerca de los procesos sociales e históricos que permitieron la expresión del conflicto en torno al desempleo en un momento determinado, recuperando las experiencias y referencias que habilitaron la extensión de los movimientos piqueteros en un lapso de tiempo –sólo en apariencia– relativamente breve. Esta tarea es la que encaramos en el próximo apartado.

 

MÁS ALLÁ DEL CICLO DE PROTESTA: EL IMPACTO POLÍTICO DE LOS MOVIMIENTOS PIQUETEROS

El segundo eje que queremos discutir tiene que ver, asimismo, con una controversia tradicional en el estudio de los movimientos sociales: su impacto sobre el campo político y su posibilidad de influir sustantivamente en las políticas públicas. Como ya hemos dicho, en muchos trabajos se aborda esta cuestión a través del concepto de "ciclo de protesta" de Tarrow. Dicho concepto remite a una noción de conflicto episódico en el que los movimientos sociales aparecen apenas como los gestores de determinadas oportunidades políticas, lo cual lleva a que el mismo autor se interrogue acerca de la relevancia social y política de los movimientos sociales dado lo efímero de su existencia.

Por nuestra parte, sostenemos la necesidad de complejizar el análisis, introduciendo, como en el apartado anterior, una mirada al proceso que permita captar la acción política de los movimientos en relación a su definición de las oportunidades en distintos momentos históricos (en lugar de una mera "explotación" de las oportunidades dadas) y la generación de estrategias flexibles para concretar sus aspiraciones de transformación social. En tal sentido, a partir del análisis de nuestros datos, identificamos tres etapas diferenciadas en relación a los desafíos políticos frente a los que cuales se han posicionado las organizaciones estudiadas.

La primera etapa, que va desde mediados desde la década de los noventa hasta fines del 2001, corresponde a la constitución de los movimientos piqueteros en tanto tales. Los comienzos de este periodo se caracterizan por la hegemonía del modelo neoliberal, encarnada por el gobierno de Menem (1989–1999) que desmanteló los regímenes protectores existentes en materia de comercio internacional, regulación de la economía, derechos laborales y seguridad social. A lo largo de la década de los noventa esta ideología llegó a constituirse en "doxa"24 para el campo político argentino –y latinoamericano–, esto es, en un marco de sentido "natural" que determinaba los términos dentro de los cual se daban las discusiones y propuestas políticas, dejando afuera lo que no podía ni siquiera tener un referente.25 Un ejemplo claro en relación al tema que nos ocupa es la definición de las políticas sociales, las cuales eran vistas, a lo largo del periodo, como un paliativo a los "efectos colaterales adversos" de las transformaciones estructurales de la economía. En este marco –y bajo el auspicio técnico y financiero de los organismos internacionales de crédito–, se planteaba una serie de intervenciones enfocadas a los grupos perjudicados por el "ajuste estructural". Este modelo de política social se mantuvo a lo largo de la década, aun cuando el desempleo superó 20 % de la Población Económicamente Activa (PEA) y la pobreza aumentó claramente a partir de 1995.

Es en este contexto que la "eficacia política"26 de los movimientos piqueteros resulta incuestionable. En efecto, los mismos "contribuyeron a la ruptura de esta relación "dóxica" con el orden neoliberal, sus políticas y sus consecuencias, fundamentalmente a través de la instalación en el espacio público del debate sobre la problemática del desempleo". La apelación a los "piquetes" o cortes de ruta como táctica de protesta fue central para ello: los problemas de circulación que los mismos generaron, que atrajeron la cobertura mediática, sirvieron para superar la "invisibilidad" de los trabajadores desocupados. El reflejo por parte de los medios de comunicación de las condiciones de vida de estos últimos puso en escena la realidad que se ocultaba detrás de las desnudas cifras del desempleo.

Este efecto de "hacerlos visibles" se logró a partir de la recuperación, por parte de organizaciones de base territorial del conurbano bonaerense, del corte de ruta como repertorio de confrontación. Esta forma de lucha había sido utilizada con amplia repercusión mediática por los ex empleados de empresas privatizadas del interior del país.27 Su apropiación por las organizaciones referidas puso en primer plano un nuevo tipo de trabajador desempleado: los desocupados pobres. La acción de estas organizaciones –que desembocó, como hemos visto, en su reconocimiento como "movimientos piqueteros"– resultó decisiva en dos planos: por un lado, su utilización de los "planes sociales" como herramienta de movilización y de organización;28 por el otro, su instalación en el espacio público como representantes legítimos de un sector hasta entonces silenciado, considerado incapaz de establecer formas de agregación y expresión de sus intereses.29

Efectivamente, a partir de nuestro análisis se advierte que movimientos como la CCC y la FTV aprovecharon sus estructuras de organización barrial para movilizar a la población más pobre del conurbano bonaerense en pos de la obtención de "planes sociales"30 que permitieran paliar sus necesidades básicas. Este objetivo tangible y a corto plazo funcionó como incentivo para que muchos desocupados y desocupadas participaran en la lucha social, reforzando la visibilidad y poder de presión de estas organizaciones en el campo político. Lo más importante, no obstante, es que, en función de su historia previa, estos movimientos pusieron tales planes al servicio de una mayor y más amplia organización territorial, logrando de esta manera un crecimiento y consolidación como movimientos sociales. Se pusieron así las bases de un "círculo virtuoso" que alcanzará sus mayores alcances en la siguiente etapa, como veremos posteriormente.

También es de destacar que esta estrategia de los movimientos piqueteros no fue una respuesta "natural" a la situación socioeconómica del país en ese momento, sino el resultado de una construcción política. Hemos visto en el punto anterior que la política estatal de "ofrecimiento" de planes sociales dio lugar a arduas discusiones internas en las organizaciones, que desembocaron finalmente (en distintos momentos según el movimiento considerado) en la decisión de aceptarlos –y más aún, de hacer de la movilización por los planes un aspecto central de su lucha social.

Por otra parte, es preciso destacar que la contribución de los movimientos piqueteros al cuestionamiento público del modelo neoliberal no residió sólo en los efectos simbólicos de su lucha. También participaron en instancias de elaboración de propuestas alternativas a las políticas neoliberales –como, por ejemplo, el Frente Nacional Contra la Pobreza– en las que convergieron otras organizaciones sociales y partidos políticos. Estas instancias críticas abonaron la creciente falta de legitimidad del gobierno nacional, en un proceso que desembocó en la crisis institucional de diciembre de 2001.

La segunda etapa por analizar se sitúa entre 2002 y 2003, durante el gobierno de transición del presidente Duhalde. En un contexto de alta inestabilidad política y gran conflictividad social, donde las formas de representación tradicional –sobre todo, los partidos políticos– estaban cuestionadas, los movimientos piqueteros aparecían como un actor social con un capital simbólico acumulado en el periodo anterior,31 ligado a la capacidad de movilización y organización de los desocupados pobres.

En tal sentido, se transformaron en interlocutores insoslayables para el gobierno nacional, en su intento de contener los conflictos cotidianos y reconstruir la legitimidad estatal. En esta línea, una de las primeras medidas de Duhalde fue el abandono de la lógica focalizada de política social, estableciendo el "Plan Jefas y Jefes de Hogar Desocupados"; un amplio programa de subsidios destinado fundamentalmente –por su bajo monto– a los trabajadores desempleados pobres, que llegó a tener 1 987 875 beneficiarios en abril de 2003.32 Si bien en un primer momento, se intentó soslayar a los movimientos piqueteros en la implementación de este programa, la capacidad de movilización de estos últimos, como así también las falencias del aparato administrativo estatal (luego del proceso de desmantelamiento sufrido en los noventa), los transformaron en un actor decisivo, junto con los municipios y Organizaciones No Gubernamentales (ONG), en la administración de este programa. De esta manera, las redes sociales construidas por las organizaciones resultaron un engranaje fundamental para que las medidas estatales llegaran a las poblaciones más afectadas por la crisis.

Es en este marco de expansión de las políticas sociales33 que se extiende la utilización de los "planes sociales" como herramienta de organización de los desempleados pobres, dando lugar a una suerte de "círculo virtuoso" que permitió el crecimiento y fortalecimiento político de los movimientos. En efecto, como hemos visto, el objetivo concreto de conseguir un "plan" atrajo a los movimientos a muchos desocupados pobres –pero, sobre todo, a muchas desocupadas–34 alimentando la movilización. No obstante, la obtención de los planes se puso al servicio de la organización barrial, en la medida en que la incorporación permanente de nuevos miembros beneficiarios de planes les permitió asumir nuevas tareas,35 extenderse a otros barrios, tejer articulaciones. Este trabajo territorial aumentó la legitimidad de los movimientos frente a los vecinos de los barrios pero, al mismo tiempo, fortaleció su gravitación en el campo político nacional, reforzando su reconocimiento como representantes de un sector ausente en el política pública de los noventa.

A su vez, para los desocupados, su involucramiento en las actividades comunitarias de los movimientos contribuyó a gestar sentimientos de pertenencia y nuevas vinculaciones. La participación en asambleas e instancias de formación política, por otra parte, les ayudó a resignificar su propia situación, al otorgarle una perspectiva social e histórica, y a afirmar su capacidad de resistir y transformar la realidad que padecen. Todo lo anterior contribuyó a aumentar el poder de movilización y, por lo tanto, de presión política de las organizaciones para conseguir nuevos planes.

Consideramos que el impacto político de los movimientos piqueteros en esta etapa debe leerse en esta doble vertiente. Por un lado, "adquirieron un rol protagónico en la discusión de las políticas sociales a nivel nacional, a partir de su reconocimiento como portavoces de las demandas de los desocupados pobres", reconocimiento permanentemente actualizado sobre la base de su capacidad de movilización.

En este punto, se advierte una vez más la relevancia de las referencias ideológicas: las diferencias en este sentido dieron lugar a distintas interpretaciones de la crisis institucional del país, que se tradujeron en estrategias diversas frente al Estado. Así, organizaciones como la FTV y la CCC pusieron en primer plano, en su análisis de la coyuntura, el riesgo de que la crisis de legitimidad de los partidos políticos desembocara en la instauración de un régimen autoritario.36 Esto los llevó a priorizar la negociación con los funcionarios estatales y a moderar la conflictividad, colaborando en la estabilización del gobierno nacional. Por el contrario, para el PO, como también para otras organizaciones ligadas a partidos de izquierda, centralizadas en el Bloque Piquetero Nacional, lo ocurrido en diciembre de 2001 era leído en clave de un proceso de "completa disolución de las relaciones sociales capitalistas". En consecuencia, a los movimientos piqueteros les correspondía convertirse en "vanguardia"de la lucha de los trabajadores, profundizando el enfrentamiento social. De esta manera, la acción privilegiada por estas organizaciones fue la movilización y la confrontación.37

Por el otro lado, la segunda vertiente que queremos destacar –menos recuperada por la literatura– es que "la organización territorial se transformó en un medio poderoso de generación de competencia política entre los desempleados pobres". Tomamos este término de Bourdieu, para quien tener competencia significa "tener el derecho y el deber de ocuparse de algo".38 Pero para él, esta competencia se asienta en el reconocimiento social de tales derechos y deberes, asociado a determinadas propiedades de los individuos. La sistemática exclusión de la discusión y, sobre todo, de la decisión política en el contexto del modelo tecnocrático de los noventa trajo consigo una percepción extendida entre la ciudadanía de falta de capacidad y de poder para participar decisivamente en la esfera pública. Esto condujo a un desencanto creciente con la política e incluso con la democracia.39 Este sentimiento era todavía más profundo entre los desocupados pobres, a partir de los procesos de "invisibilización social" y "culpabilización" asociados a su condición.

Nuestra afirmación es que la acción territorial de los movimientos tendió a revertir esta percepción, que legitima la exclusión política de los sectores más empobrecidos. En efecto, la organización barrial se asentó en la constitución de espacios de "democracia directa" (asambleas, plenarios o reuniones barriales), que son la base a partir de la cual se estructuran y legitiman los niveles más agregados de representación (distrital, provincial, nacional). Consideramos que la dinámica de dichos espacios contribuyó a recrear el involucramiento político de los más empobrecidos, que si bien en un primer momento se acercaban a los movimientos a buscar medios para su subsistencia, encontraban en ellos un ámbito de debate político en el que podían expresar sus intereses y opiniones y participar de los procesos de toma de decisión.

Esta formación "práctica" –que también incluye la intervención en movilizaciones y "piquetes"– se complementó con instancias específicas de formación política, que apuntaban a desarrollar herramientas de análisis de la realidad social y, sobre todo, a transmitir la ideología y tradición política que da identidad a cada movimiento. Estos procesos tendieron entonces a revertir el sentimiento de "incompetencia política", llevando a muchos miembros de las organizaciones a asumir funciones de representación y conducción a escala local (es el caso de los referentes barriales) o regional.

El significado político de estas dinámicas cobra aún mayor importancia si tenemos en cuenta que involucran mayoritariamente a mujeres, como ya hemos señalado. Éstas, en efecto, deben luchar contra dos fuentes de estigmatización social: no sólo la pobreza, sino también su condición de género. Esto se hizo evidente en las organizaciones piqueteras, por lo que en algunas de ellas se originaron "espacios de mujeres", tendientes a favorecer la expresión y el protagonismo femenino en los movimientos.40 A partir de sus experiencias en estos distintos ámbitos de organización, muchas mujeres comenzaron a percibir que eran "capaces" de intervenir en la discusión política y que lo público era también "asunto de ellas".

Este periodo de protagonismo político y crecimiento de las organizaciones piqueteras parece ir agotándose hacia finales del 2003, a medida que se afianza el nuevo gobierno del presidente Kirchner y se va extinguiendo lo que en términos de Tarrow sería el "ciclo de protesta". Se inaugura así la tercera etapa que proponemos distinguir, caracterizada por una creciente crítica pública –a través de los medios de comunicación social– a la conflictividad planteada por los movimientos que optaron por una estrategia de confrontación, y por una paulatina transformación de las políticas sociales que impactó sobre el "círculo virtuoso" generado en torno a los "planes sociales".

En efecto, el actual gobierno detuvo la incorporación de nuevos beneficiarios al Plan Jefas y Jefes de Hogar, inició un proceso de control y depuración de la nómina de los ya existentes y, sobre todo, planteó una política hacia los desocupados basada, por un lado, en la reactivación de la economía y, por el otro lado, en la implementación de programas tendientes a favorecer la creación de fuentes laborales alternativas (microemprendimientos, cooperativas de autoconstrucción de vivienda, cooperativas para obras de infraestructura urbana, etcétera).

A los movimientos piqueteros se les reservó un rol protagónico en la gestión de algunos de estos últimos proyectos.41 Pero esta transformación en las políticas públicas implicó nuevos tipos de desafíos para estas organizaciones, que respondieron en forma diferente a los mismos, a partir de su diversidad ideológica y organizativa. En tal sentido, en este periodo se profundizan las divergencias en las estrategias y posicionamientos políticos de los movimientos.

Por un lado, la posibilidad de diseñar y gestionar emprendimientos productivos requiere competencias complejas de planificación, administración y comercialización que no eran necesarias para los planes Jefas y Jefes de Hogar. Esto plantea especiales problemas para las organizaciones más recientes (y más reducidas en número), que han desarrollado menores capacidades en este sentido.

Pero para comprender las posturas de los distintos movimientos frente a las políticas gubernamentales es necesario considerar, nuevamente, sus marcos de referencia ideológicos. En tal sentido, para una organización como la FTV, el apoyo al gobierno de Kirchner –y la participación en el mismo– se entiende en el contexto de su programa de "recuperar el control del Estado" para "el campo popular", desarrollando desde el mismo políticas inclusivas propias del Estado de Bienestar. Por el contrario, para los movimientos cuya aspiración pasa por la transformación revolucionaria de las relaciones de poder capitalista, tanto el discurso gubernamental de recuperación de las luchas y demandas históricas de los sectores más postergados como las políticas concretas implementadas apuntan a la "desmovilización" y a la recomposición del sistema político para que nada cambie fundamentalmente.42

A pesar de esta diversidad de posicionamientos, dado que en el contexto de recomposición de las instituciones políticas el piquete perdió eficacia como repertorio de confrontación, aún las organizaciones críticas bajaron su nivel de movilización. "Sin embargo, se advierte que las cuestiones que hacen al mejoramiento de las condiciones de vida de los desocupados pobres no han dejado de tener un lugar central en la agenda de los gobiernos nacional, provincial y municipal". "Asimismo, los dirigentes de los movimientos participan activamente en la negociación y definición de tales políticas" (ocupando, algunos de ellos, cargos en el Estado). Esto permite concluir con dos observaciones: Primero, que la capacidad de estos sectores para participar en la definición de los asuntos públicos no puede ser absolutamente soslayada. Segundo, que la capacidad de instalar la pobreza y el desempleo como problema social tiene efectos más allá del ciclo de protesta.

 

CONCLUSIONES

La pregunta que ha guiado este artículo tiene que ver con la significatividad de los movimientos piqueteros para el campo político argentino. Para abordarla, hemos recuperado dos ejes de análisis que atraviesan buena parte de la producción intelectual acerca de estas organizaciones: el debate en torno a la continuidad o ruptura que estas experiencias representan en relación con las formas "tradicionales" de organización de los sectores populares, y la reflexión sobre la eficacia política de su acción. Los aportes realizados en ambos ejes apuntan en una misma dirección: a poner de relieve la construcción política que estos movimientos sociales realizan. Construcción que no se hace "desde la nada", sino que implica la recuperación creativa de luchas populares y experiencias organizativas previas.

En tal sentido, hemos discutido la relevancia de las categorías de "experiencias antecedentes" y "referencias ideológicas" para comprender de qué manera opera esta recuperación y qué consecuencias tiene sobre la constitución de cada movimiento. Así, hemos visto que las capacidades de movilización, organización y extensión territorial de algunos de estos movimientos no pueden explicarse sin tener en cuenta las trayectorias militantes y las redes sociales desarrolladas en otros momentos históricos y en torno a conflictos diferentes. Por su parte, las ideologías que han motorizado, a lo largo del siglo XX, las pugnas políticas de los sectores subalternos en la Argentina proporcionan los marcos de referencia que dan sentido a la acción de estas organizaciones, y les permiten poner en perspectiva histórica su propia lucha.

Sin embargo, tan importante como estas líneas de continuidad con el pasado resulta la actualización que los movimientos piqueteros realizan de las tradiciones ideológicas y experiencias organizativas previas para definir los desafíos políticos frente a las nuevas coyunturas históricas y para establecer, en consecuencia, estrategias renovadas. Es por ello que sostenemos que el debate acerca de la novedad o continuidad de los movimientos piqueteros respecto a otras formas de organización de los sectores populares no permite comprender las maneras originales en que pasado y presente se conjugan complejamente en ellos para constituir los sentidos y los alcances de su acción colectiva. En efecto, los valores y creencias que proporcionan los marcos de referencia ideológicos y las experiencias ganadas en instancias anteriores de conflicto y organización social son apropiados por los movimientos y reformulados en función de las definiciones estratégicas que permiten su inserción en el campo político aquí y ahora.

En esta línea, en la segunda parte del trabajo hemos discutido la eficacia política de esta inserción, en términos de la problematización del "sentido común" hegemónico, la instalación de nuevas representaciones sociales y la lucha por el reconocimiento en el espacio público.

Para hacerlo, hemos apelado a una mirada al proceso que recupera la dinámica que ha experimentado el campo político argentino en los últimos años, generando escenarios rápidamente cambiantes, frente a los cuales los movimientos piqueteros han desarrollado tácticas flexibles, dando muestra de una gran capacidad de respuesta ante la coyuntura. No queremos transmitir con esta afirmación un optimismo ingenuo sobre las posibilidades de transformación social de dichas organizaciones. Por el contrario, de nuestro análisis se desprende que el esquema de construcción de las mismas, estrechamente ligado a la utilización de los "planes sociales" como herramienta de organización y movilización, las vuelve extremadamente vulnerables a los cambios en las políticas sociales, poniendo a prueba la profundidad del trabajo político realizado en cada etapa.

No obstante, ese mismo análisis muestra un impacto político duradero de la acción de los movimientos, que va más allá del ciclo de protesta en que ésta se inscribe. En primer término, la ruptura de la "doxa" neoliberal y la instalación en el espacio público de sus consecuencias desastrosas sobre el empleo y la pobreza no sólo ha colaborado en la gestación de la crisis institucional de 2001. Hoy podemos decir que los movimientos piqueteros han contribuido a imprimir una dimensión social a estos problemas que eran presentados como producto de carencias individuales. Prueba de ello es la centralidad que estos temas siguen teniendo en la agenda estatal.

En segundo lugar, y estrechamente ligado con lo anterior, los movimientos han logrado nuclear, organizar y representar en el espacio público a un sector social –los desocupados pobres– que, desde muchas interpretaciones teóricas, se juzgaba fragmentado, heterogéneo y, por lo tanto, incapaz de tener una presencia determinante en el campo político. La importancia de esta acción de representación se advierte si tenemos en cuenta que los dirigentes de estas organizaciones continúan siendo interlocutores insoslayables en la definición de las políticas sociales dirigidas a este sector.

En tercer término, la contracara de este proceso de organización es la generación de competencia política en los desocupados y desocupadas pobres, a partir de los ámbitos de democracia directa y de formación que constituyen la base de la construcción territorial de los movimientos piqueteros. Esta dimensión –descuidada en los estudios con un enfoque macro– cobra relevancia en el marco de nuestra discusión acerca de las experiencias antecedentes: la trayectoria de líderes y militantes sociales, desarrollada en luchas anteriores, resulta determinante a la hora de comprender la génesis de nuevos movimientos sociales.

Creemos que la consideración de estos aspectos da cuenta de los alcances de la construcción política realizada por los movimientos piqueteros: los mismos no sólo han transformado duraderamente los esquemas sociales de percepción y apreciación de la realidad, sino que se han constituido en espacios de formación de líderes y militantes; es decir, "luchadores" y "luchadoras" capaces de cuestionar las relaciones sociales vigentes y trabajar colectivamente en pos de un proyecto común.

 

REFERENCIAS

1 Véase, por ejemplo: Federico Schuster y Sebastián Pereyra, "La protesta social en la Argentina democrática", en Norma Giarraca y Karina Bidaseca (eds.), La protesta social en la Argentina. transformaciones económicas y crisis social en el interior del país: Buenos Aires, Alianza Editorial, 2001;         [ Links ] asimismo, Maristella Svampa y Sebastián Pereyra, Entre la ruta y el barrio: la experiencia de las organizaciones piqueteros: Buenos Aires, Biblos, 2003.        [ Links ]

2 Ejemplo de esta postura son: María Cotarelo y Nicolás Iñigo Carreras, "Sujetos y formas de rebelión en Argentina 1993–2001", ponencia, CD del 6° Congreso Nacional de Estudios del Trabajo, Buenos Aires, Asociación de Especialistas en Estudios del Trabajo, 2003, (ISBN 987–98870–1–8);         [ Links ] y R. Laufer y C. Spiguel, "Las 'puebladas' argentinas a partir del 'santiagueñazo' de 1993. Tradición histórica y nuevas formas de lucha", en M. López Maya, Lucha popular, democracia, neoliberalismo: protesta popular en América Latina en los años de ajuste: Caracas, Nueva Sociedad, 1999.        [ Links ]

3 Por ejemplo, Federico Schuster y Sebastián Pereyra, op. cit.; Maristella Svampa y Sebastián Pereyra, op. cit.; y Marcelo Gómez, "Acción colectiva desafiante y recomposición de la respuesta política estatal en la Argentina 2002–2004", ponencia presentada en el XXIV Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología, Porto Alegre, Asociación Latinoamericana de Sociología, 2005.        [ Links ]

4 Sydney Tarrow, El poder en movimiento: los movimientos sociales, la acción colectiva y la política: Madrid, Alianza Universidad, 1994.        [ Links ]

5 Zona urbana ubicada alrededor de la ciudad de Buenos Aires, dependiente administrativamente de la Provincia de Buenos Aires. La misma concentra 23.95 % de la población total del país en sólo el 0.13 % de su territorio. Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), Censo 2001.

6 En los ejemplos consignados en este trabajo no hemos incluido a los MTDS debido a las limitaciones de espacio.

7 Estas dos expresiones se refieren a figuras de conducción que hemos encontrado en todos los movimientos piqueteros examinados (a pesar de que los mismos difieren en otros aspectos de su estructura organizativa). Los dirigentes son aquellos encargados de definir la orientación política y los posicionamientos estratégicos del movimiento frente a otros actores del espacio público. Los referentes barriales, en cambio, son los que tienen la responsabilidad de gestionar el "día a día" de la organización en el nivel local.

8 Ana Rubio García, "Perspectivas teóricas en el estudio de los movimientos sociales", Revista Circunstancia: año 1, núm. 3, Madrid, Instituto Universitario de Investigaciones Ortega y Gasset, 2003.        [ Links ]

9 Federico Schuster y Sebastián Pereyra, op. cit.; Maristella Svampa y Sebastián Pereyra, op. cit.; y Marcelo Gómez, ponencia, (supra nota 3).

10 Sydney Tarrow, op. cit.

11 Cecilia Cross, Las estructuras de movilización y las oportunidades políticas en el estudio de los movimientos sociales. El caso de una organización piquetero: inédita, tesis para aspirar al grado de Maestría en Ciencias Sociales del Trabajo, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, 2006, pp. 73–74.        [ Links ]

12 Las frases entre comillas y en cursiva a lo largo del texto remiten a manifestaciones de los dirigentes y referentes entrevistados, o bien a expresiones tomadas de documentos de cada organización.

13 La ocupación o toma de tierras ocurre cuando un grupo de personas sin hogar se organiza para apropiarse por la fuerza terrenos fiscales o privados deshabitados, con el fin de construir viviendas. Cuando esta "toma" de tierras se produce, se instrumentan ciertas disposiciones espaciales básicas que originan un "asentamiento". En la medida en que éste se va consolidando y la situación de tenencia de las tierras comienza a regularizarse da lugar a un "barrio".

14 Cecilia Cross, op. cit., pp. 114–119.

15 Ibidem, p. 71.

16 Danilo Martuccelli y Maristella Svampa, La plaza vacía. Las transformaciones del peronismo: Buenos Aires, Losada, 1997.        [ Links ]

17 Los "planes sociales" consisten básicamente en subsidios reducidos (no alcanzan el nivel del salario mínimo) destinados a trabajadores desempleados, a cambio de los cuales éstos deben realizar horas de trabajo "social" en organismos públicos, organizaciones comunitarias y Organizaciones No Gubernamentales. A lo largo del periodo analizado, veremos que se sucedieron distintos programas de "planes" con características diversas.

18 Laferrere es uno de los distritos que constituye al municipio de La Matanza; el más poblado del conurbano bonaerense y que, además, posee la mayor cantidad de población pobre o en situación de indigencia. Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República Argentina. http://www.indec.mecon.ar/        [ Links ]

19 Plantear la actitud de los movimientos frente a la política social en términos de "aceptación" o "rechazo" significa una postura política frente a los "planes". En efecto, no se trataba de posicionarse frente a una oferta concreta, sino de definir una estrategia de lucha general y del establecimiento de ciertos patrones de interacción comunes frente al Estado.

20 En este ejemplo, se observa la convergencia de "referencias ideológicas" y "experiencias antecedentes" en la definición de las oportunidades políticas y, en consecuencia, de los posicionamientos estratégicos. En la postura de la "Red de Barrios" influye, indudablemente, la vivencia del "hambre" como necesidad cotidiana a la que las organizaciones deben dar respuesta; experiencia que estos dirigentes comparten al habitar en los mismos barrios que representan.

21 No obstante, en la CCC, esta postura –mayoritaria– originó también al abandono de muchos participantes que interpretaron que tal estrategia era "errada" y "contraria a los principios del clasismo".

22 Cross, Cecilia, op. cit., p. 70.

23 Sydney Tarrow, op. cit.

24 Pierre Bourdieu, ¿Qué significa hablar? Economía de los intercambios lingüísticos: Madrid, Akal, 1985; pp. 96–100.        [ Links ]

25 Esto no implica negar la persistencia, a lo largo de la década de los noventa, de voces críticas al consenso neoliberal, tanto en el ámbito político como en el académico. Pero incluso en estos casos los posicionamientos políticos y las producciones académicas debían irremediablemente tener como referente en sus enunciaciones y en lo que quedaba fuera de las mismas, el marco general de sentido que proporcionaba el "pensamiento único" .

26 Pierre Bourdieu, op. cit., pp. 96–104.

27 Maristella Svampa y Sebastián Pereyra, Entre la ruta...: op. cit., pp. 101–149.

28 Ada Freytes Frey, y Cecilia Cross, "Políticas sociales y tradiciones ideológicas en la Constitución de los movimientos de trabajadores desocupados", ponencia publicada en el CD del 7° Congreso Nacional de Estudios del Trabajo, Buenos Aires, Asociación de Especialistas en Estudios del Trabajo, 2005 (ISBN: núm. 987–98870–2–6).        [ Links ]

29 Ada Frey Freytes y Cecilia Cross, "Movimientos piqueteros y construcción de ciudadanía: lecciones para la democracia argentina", ponencia presentada en el XXIV Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología, Porto Alegre, Asociación Latinoamericana de Sociología, 2005.

30 Los primeros "planes", denominados "Trabajar", se dieron en el marco de las políticas sociales focalizadas de los noventa, como un intento de contener los crecientes conflictos sociales sobre el final de la década.

31 Pierre Bourdieu, op. cit., pp. 90–93.

32 Centro de Estudios Legales y Sociales, Plan jefes y jefas ¿Derecho social o beneficio sin derechos?: Resumen Ejecutivo, Buenos Aires, mayo de 2003.

33 En un contexto de aguda crisis socioeconómica, se reforzaron también los programas de distribución de alimentos, remedios y otros artículos de primera necesidad, en cuya implementación también participaron los movimientos piqueteros.

34 Se estima que 75 % de los participantes en los movimientos piqueteros son mujeres. Véase: Ada Freytes Frey, et al., "Women in Organisations for Poor, Unemployed Working People: Reshaping Female Roles through Political Commitment", en Smita Premchander y Christine Müller (eds.), Gender and Sustainable Development: Case Studies from NCCR North–South: Perspectives of the Swiss National Centre of Competence in Research (NCCR) North–South, vol. 2, University of Berne, Berna, Geographica Bernensia, 2006.        [ Links ]

35 Los movimientos construyeron una auténtica red de atención a las necesidades básicas de los barrios, a través de emprendimientos tales como comedores, merenderos y roperos comunitarios, huertas, ayuda escolar y, en menor medida, proyectos productivos.

36 En el caso de la CCC, esto iba unido a la conciencia de no estar "listos para el recambio", vale decir, para remplazar a la dirigencia de los partidos, considerada corrupta y perimida.

37 No obstante, estas organizaciones también acordaron con el Gobierno el otorgamiento de "planes sociales" y ayudas alimentarias, lo que, como hemos señalado, favoreció su afianzamiento y crecimiento territorial.

38 Pierre Bourdieu, "Cultura y política", en Sociología y Cultura: México, Grijalbo, 1990, p. 254.        [ Links ]

39 Atilio Borón, Estado, capitalismo y democracia en América Latina: Buenos Aires, CLACSO, 2003, (Colección: Secretaría Ejecutiva).        [ Links ]

40 Estos espacios pasaron luego a constituirse en un ámbito de discusión de los problemas de las mujeres. Reforzados por la realización de talleres y cursos, a menudo con participación de activistas feministas, contribuyeron a poner en cuestión estereotipos en torno a "lo femenino" y a cuestionar injusticias de género. No obstante, el confinamiento de este tipo de discusiones a estos "espacios" sirvió para fortalecer cierto tipo de "división del trabajo político" que advertimos en estas organizaciones, donde los liderazgos estratégicos son asumidos generalmente por varones, mientras que las mujeres conducen mayoritariamente las actividades barriales. (Véase Cecilia Cross y Florencia Partenio, "La construcción y significación de los espacios de mujeres dentro de las organizaciones de desocupados", ponencia presentada en la Conferencia "Mujeres y Globalización", Centro para la Justicia Global, San Miguel de Allende, 2005; y Ada Frey Freytes y Karina Crivelli, "La participación de las mujeres en los movimientos piqueteros en Argentina: alcances y límites de la resignificación de los roles femeninos", ponencia presentada en la Conferencia "Mujeres y Globalización", Centro para la Justicia Global, San Miguel de Allende, 2005. Ambas fuentes en: http://www.globaljusticecenter.org/ponencias2005/cross_esp.htm         [ Links ] y, http://www.globaljusticecenter.org/ponencias2005/frey_crivelli_esp.htm         [ Links ] Asimismo, véase: Cecilia Cross, op. cit.)

41 Como en el caso del Plan Jefes y Jefas de Hogar, el grueso de la política social fue canalizada a través de municipios y organizaciones locales. Dentro de estas últimas se cuentan las organizaciones piqueteras, a través de la acción local que hemos referido.

42 Un caso interesante de cómo interactúan estos dos factores es la CCC que si bien se inscribe ideológicamente en la segunda postura, ha desarrollado, a partir de su larga inserción territorial, importantes capacidades de organización en el conurbano bonaerense. Esto la ha llevado a adoptar posiciones cambiantes, prevaleciendo inicialmente la negociación con el Gobierno nacional –lo que le permitió participar activamente en la implementación de ciertos planes de obra pública– y luego la oposición abierta.

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