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Política y cultura

versión impresa ISSN 0188-7742

Polít. cult.  no.25 México ene. 2006

 

Nacionalismos e identidades

 

Contrahegemonía y clase trabajadora en una comuna chilena

 

Mirtha Lischetti, et al.*

* Universidad de Buenos Aires, Argentina.
Dirección electrónica: mliche@cbc.uba.ar.

El equipo de investigación que participó en la elaboración de este artículo está formado por: Daniel Cueva (danicue@hotmail.com), Cristina Chiriguini (cristinachiriguini@yahoo.com.ar), Estela Gurevich (egurevic@fibertel.com.ar), María Fernanda Hughes (fhughes@sinectis.com.ar), Carlos Méndez Contreras (fedach@way.com.ar), Gimena Perret (gimenaperret@hotmail.com) y Mónica Tacca (monicatacca@tutopia.com).

 

Recepción del original: 13/09/05.
Recepción del artículo corregido: 16/01/06.

 

Resumen

Los procesos globalizadores encuentran en el Estado chileno un campo propicio para desarrollarse después de que la brutal represión de la dictadura militar eliminara la posibilidad de un gobierno socialista llegado al poder por vía electoral. Los contenidos ideológicos de la globalización, así como las políticas económicas concretas que se llevan a la práctica en su nombre, transforman las subjetividades de los sujetos. La clase trabajadora chilena de ideología y tradición mayoritariamente de izquierda queda marginada de la vida política dentro de su propia realidad. Nuestro análisis indaga acerca de los alcances y límites de la supresión de la vida política dentro de dicha clase y la posible construcción de una contrahegemonía que ésta pueda realizar.

Palabras clave: globalización, Estado chileno, clase trabajadora, hegemonía y contrahegemonía.

 

Abstract

The Chilean State proved to be fertile ground for globalization processes to develop and unfold once that the brutal repression carried out by the military dictatorship wiped out the possibility for a Socialist government that had come to power through democratic elections. The ideological tenets of globalization, as well as the concrete economic policies that were implemented under such term, transformed the subjectivities of individuals. Chile´s working class, whose ideology and heritage had been traditionally Communist, was left out of the political scene and developments within its own reality. Our analysis delves into the scope, reach, and limits of the suppression of political activities and developments within said class and the possible creation of a counterhegemony that the working class may carry out.

Keywords: Globalization, Chilean State, working class, hegemony and counterhegemony.

 

INTRODUCCIÓN

Es difícil hablar de pobreza a partir de las experiencias de los sujetos que se desarrollan en situaciones de precariedad material y analizar el sentido que les dan a sus prácticas sin vincular esta problemática con la de la desigualdad. Es por ello que parte de esta investigación etnográfica consiste en explorar las diferentes prácticas socioculturales dentro de lo que habitualmente se conoce como sectores subalternos, teniendo en cuenta la relación polarizada entre las clases y sus segmentos. Considerando, entonces, que las prácticas sociales no son homogéneas, nos propusimos analizar las complejidades de la acción y retomar ciertos conceptos teóricos, como los de hegemonía y contrahegemonía. Éstos, debido a su capacidad explicativa, permitieron vincular estas problemáticas (pobreza y desigualdad) no en una relación mecánica de causalidad sino entendiendo que lo hegemónico "constituye un sentido de la realidad para la mayoría ya que es un vívido sistema de significados y valores (que actúan) a una profundidad tal que las presiones y límites de lo que puede ser considerado en última instancia un sistema cultural, político y económico nos dan la impresión de ser las presiones y límites de la simple experiencia y del sentido común".1

El análisis de estos conceptos de hegemonía y contrahegemonía, desde Gramsci, implica reflexionar sobre los mecanismos de dominación y subordinación que constituyen la dinámica de los procesos hegemónicos en determinadas condiciones históricas.2 Desde el Cuaderno 1, Gramsci advierte que la clase dominante lo es en forma política y económica a la vez,3 pero es en el Cuaderno 3 donde esta relación es planteada desde las clases subalternas como un proceso de construcción de hegemonía de las masas y, por tanto, del Estado socialista. La hegemonía no se reduce a la dominación sino que supone la dirigencia del proletariado y sus clases aliadas. En otras palabras, "la construcción de una hegemonía no es separable de la clase, las capas sociales, las instituciones y las formas de lucha que la permiten. La dirección requiere algo radicalmente diferente: la actividad de las masas (el consentimiento activo) y no su pasividad, su autoorganización y no su autodestrucción/dominación".4

El concepto de hegemonía se completa con la noción de aparato de hegemonía ya que a partir de la mediación de múltiples subsistemas (aparato escolar, aparato cultural, etcétera), la hegemonía se unifica en referencia a las clases dominantes.

Siendo entonces la construcción de la hegemonía parte constitutiva de la lucha de clases, señalamos que "una clase en el poder es hegemónica porque hace avanzar al conjunto de la sociedad: su perspectiva es universalista y no arbitraria".5 Y en este sentido, los efectos de la hegemonía son contradictorios ya que "todo modelo de integración exige el empleo de un modelo de desintegración. Es decir, no hay una teoría de la hegemonía sin una teoría de la crisis de hegemonía".6

Esta conceptualización fue retomada por autores como Williams y Thompson, enriqueciendo así el debate sobre las prácticas de los sujetos al señalar que "una hegemonía dada es siempre un proceso (...) No se da de modo pasivo como una forma de dominación. Debe ser continuamente renovada, recreada, defendida y modificada. Asimismo, es continuamente resistida, limitada, alterada, desafiada por presiones que de ningún modo le son propias".7 Es por ello que el concepto de hegemonía se relaciona con los conceptos de contrahegemonía y hegemonía alternativa. En el marco de la reflexión antropológica, estas categorías nos posibilitan tener en cuenta que "la realidad del proceso cultural debe incluir siempre los esfuerzos y contribuciones de los que de un modo u otro se hallan fuera o al margen de los términos que plantea la hegemonía específica".8 Por esta razón, la práctica etnográfica supone reconocer, en la acción de los sujetos, la dinámica de la experiencia sociocultural desde "la conciencia práctica que es lo que verdaderamente se está viviendo, no sólo lo que se piensa que se está viviendo".9 Según Williams, "una experiencia social que todavía se halla en proceso", es decir, los "significados y valores tal como son vividos y sentidos activamente", es lo que define a las estructuras del sentir.10 El desafío teórico–metodológico que brinda este concepto contribuye a encuadrar el presente como un proceso sociocultural configurado históricamente.

Si consideramos que la historia es ordenada por la cultura y viceversa, resultan fecundos los aportes de Thompson, por un lado, porque advierte que "las descripciones del orden social (...) vistas desde arriba, son mucho más corrientes que los intentos de reconstruir una visión desde abajo".11 Por otro lado, su examen sobre la noción de clase nos permite subrayar que dicha categoría es inseparable de otro concepto clave, tal como lo es el de lucha de clases: las clases no existen separadas y luego se enfrentan,

por el contrario, las gentes se encuentran en una sociedad estructurada en modos determinados, experimentan la explotación (o la necesidad de mantener el poder sobre los explotados), identifican puntos de interés antagónico, comienzan a luchar por estas cuestiones y en el proceso de lucha se descubren como clase (...) La clase y la conciencia de clase son siempre las últimas, no las primeras fases del proceso real histórico.12

En este sentido, el concepto de clase es entendido como categoría histórica, lo que nos posibilita enfatizar el proceso de la experiencia social, en el marco de una hegemonía dada, como el desarrollo de los enfrentamientos desde el "concepto de antagonismos, adaptaciones y reconciliaciones dialécticas de clase".13 Esta mirada la consideramos provechosa, ya que desde la antropología, la metodología cualitativa brinda la posibilidad de realizar un análisis exhaustivo de los procesos sociales y culturales dentro de los límites de la hegemonía y de la contrahegemonía.

La metodología etnográfica aporta en este sentido la posibilidad de captar, en este desarrollo de lo hegemónico, aquellas acciones o significaciones que resultan resistentes a lo hegemónico aun siendo indicios o formaciones incipientes de contrahegemonía, reconstruyendo así una visión de tensión en la sociedad actual, tensión que pareciera desaparecer en los discursos oficiales, incluso cuando los cuadros estadísticos muestran que la desigualdad no ha disminuido sino que la brecha se hace abismo.

En ese abismo operan, bajo el peso de las políticas neoliberales en los países de nuestra región, las subjetividades de los sujetos de las clases subalternizadas, en tanto formas de ser en la dialéctica de los procesos hegemónicos. Estos procesos pueden ser entendidos –para su operacionalización con miras al trabajo de campo etnográfico– en términos de poder, siempre que se recuerde la génesis dinámica (y dialéctica) de lo hegemónico como concepto a partir de las precisiones de Gramsci. Para ello hay que superar un obstáculo muy común cuando se piensan las tendencias homogeneizantes del poder en términos funcionalistas, esto es, entenderlas como simplemente ubicadas en el aparato estatal. De manera que, para poder enfocar nuestros análisis en los sujetos, proponemos pensar la hegemonía en términos de poder o, en otras palabras, de opresión, de subordinación.

Teniendo presente la sociedad que el capitalismo neoliberal actual modela en nuestras regiones, vemos que este poder (que está, como dijimos, en la base de la dominación) busca desesperadamente ser siempre hegemónico. La prolongada vivencia de la dominación para el sujeto popular en general, y para la clase trabajadora en particular,14 ha adoptado a lo largo del tiempo diferentes expresiones, restringiendo –mediante la explotación– las posibilidades de autonomización de los individuos, y violando así la condición a la que todo sujeto tiene derecho. Pero esta acción que el poder despliega es por definición incompleta, ya que no está absolutamente presente en todos los resquicios de la vida social dominada que genera. Como algo incompleto, abre paradójicamente la posibilidad a otras formas de existencia social en las que pueden cobrar cuerpo la transgresión o la resistencia. Cuando la dominación del poder empuja hacia los límites, las identidades así producidas serán la base (en el momento de ser percibidas como tales por los sujetos) para la construcción de subjetividades de resistencia, es decir, de modos alternativos de existencia. De tal manera que la acción del poder hegemónico produce, a la vez, realidad y sujetos.15

Desde esta mirada podemos pensar la subjetividad como una creación del poder, del despliegue histórico de la hegemonía para una sociedad dada, de manera que en las formas de ser sujeto se encuentran los elementos de ética, de verdad y del poder que coexisten concretamente en las sociedades de manera casi indisociable. Por ello, estos modos de "ser sujeto", sólo pueden ser opresivos. Junto a esta opresión –y dado su carácter incompleto–, el poder crea (a su pesar, contra su propia acción histórica, y de manera inherente a ella) los espacios para poder resistir y rehusar las subjetividades a las que nos obliga.

Ana Dinerstein recupera de Michel Foucault su visión del poder como los límites sobre nosotros mismos, pues en un ámbito nos constituye como sujetos, mientras que en otro nos regula, en tanto somos gobernados. Si nos adherimos a esta visión no funcionalista del poder y centrada en el sujeto, podremos concebir a este último como ni completamente autodeterminado ni completamente sujeto al poder (es decir, ni plenamente autónomo, ni plenamente heterónomo; ni absolutamente hegemónico ni contrahegemónico), en los límites que nos impone el poder se abre la posibilidad de una identidad que incluye la facultad de resistirlo, de rehusar ser lo que se nos obliga a ser. Aquí yace la real libertad:16 en nuestro trabajo sobre los propios límites, mismo que se desarrolla en el terreno de la sujeción, ya que no hay forma de escapar de ésta. Pero, eso sí, estos límites no son universales sino, por el contrario, contingentes, por lo que se hace necesario para su comprensión el enfoque histórico. En efecto, ningún análisis de la subjetividad social dominada puede prosperar sin ser inscripto en el contexto histórico contra el cual se produce.

En esta fase histórica, el capital, en tanto relación social y productor de subjetividades dominadas (pobres, desocupados, marginales, vulnerables, excluidos, etcétera), desata en el ámbito subjetivo una suerte de contradicción entre las necesidades y las capacidades de los sujetos: el capital –insistimos– implica conflicto y contradicción, imponiendo una dominación que es, en virtud de su negación y transformación del trabajo humano, precaria.17

La relación del capital, operando sobre el trabajo asalariado (trabajo en su forma negada), lleva implícita entonces esta contradicción que debe ser escondida y superada. Lo importante es ver que, en este proceso constante de recomposición, la relación del capital libera fuerzas, energías y capacidades humanas que escapan a la totalidad de su control. De ahí la continua dominación mediante nuevas formas opresivas de negar el trabajo18 en tanto capacidad creativa humana. El proceso de valorización del capital, entonces, no sólo interfiere o "agrede" a las personas, sino que también las constituye en sujetos sociales.

La estabilidad aparente de las sociedades "ordenadas" es inestable, incierta, insegura. Esta inestabilidad no opera sólo –como tanto teme la economía ortodoxa– en las crisis económicas, sino en la imposibilidad potencial de realización futura que los individuos experimentamos desde un presente cotidiano insoportable. Las sociedades "ordenadas" por el neoliberalismo y la globalización preparan nuevas formas de resistencia. Las diversas formas de protestar y sus posibles grados de visibilidad social no agotan las potencialidades de la resistencia en términos de subjetividad. Por el contrario, la resistencia también se presenta en ideas que se discuten o comparten en los barrios o poblaciones; en conceptos (nuevos o viejos) que se utilizan para pensar lo cotidiano, lo rutinario; en narrativas de sucesos o de interpretaciones históricas que operan como un horizonte ideológico ideal; en la entronización (doméstica o comunitaria) de nuevos o viejos héroes míticos.19 Estas cristalizaciones de la resistencia pueden tener una relativa visibilidad, pero –insistimos– darán lugar, tarde o temprano, a nuevas formas institucionalizadas de organización, a experiencias sociales nuevas, etcétera. El trabajo de campo etnográfico nos reveló, en las prácticas y representaciones de los sujetos con los que compartimos reflexiones, gran parte de ese universo invisibilizado. La materia de este tipo "capilar" de resistencia conforma, como decimos, gran parte de los testimonios de los sujetos entrevistados en el campo.

 

HEGEMONÍA MUNDIAL Y HEGEMONÍA EN CHILE

En la opinión de un sector importante de especialistas,20 la hegemonía mundial en el momento actual del desarrollo de acumulación de capital (comienzos del siglo XXI) exige la existencia de una potencia particular que organice y haga cumplir las reglas generales del sistema. Entonces, para que haya hegemonía internacional se requiere un Estado hegemónico. Esa hegemonía política, económica, militar y cultural es ejercida por Estados Unidos.

Las ideas dominantes en el mundo son las ideas de las clases dominantes, nos dice Perry Anderson21 parafraseando a Marx. Dichas clases no han cambiado a lo largo de todo un siglo, son las propietarias de los medios materiales de producción a escala nacional e internacional. Las que han cambiado son sus formas de dominación ideológicas, o sea, las estrategias de poder que despliegan para reproducir su hegemonía.

Desde la finalización de la Guerra Fría, esas ideas expresan que el capitalismo es el destino universal y permanente de la humanidad, el único modo posible de organizar la vida social,22 capitalismo que se caracteriza por ser cada vez más regresivo y reaccionario en lo social, en lo económico, en lo político y en lo cultural, que criminaliza los movimientos sociales de protesta y militariza la política internacional.

Nuestra región, América Latina, como todos sabemos, fue en las últimas décadas ganada por la globalización neoliberal, lo que equivale a decir que a partir de ese momento nuestra actividad productiva comienza a ser financiada por el dinero internacional, lo que hace más compleja la relación de dependencia y su resolución.23 La instalación de este modelo neoliberal no cambió estratificaciones sociales en países como Brasil, México o Chile, pero sociedades más igualitarias como Argentina o Uruguay vieron quebrarse sus tradicionales estructuraciones sociales. Y en todos los países de la región aumentaron las desigualdades.

La forma política que asume el modelo, reñido con la democracia real, por lo menos en nuestra área periférica, implica la exclusión de los trabajadores de la vida política de la sociedad y su transformación en objetos de políticas compensatorias.24

Ante esta exclusión de lo político que el modelo provoca, Perry Anderson25 señala que es, sin embargo, en el área latinoamericana donde más se desarrolla, de manera persistente y con significativa densidad teórica, una producción intelectual contestataria y crítica del capitalismo, que conjuga lo social con lo cultural y con lo nacional. Dicho pensamiento crítico se produce en estrecha vinculación con la práctica de los movimientos sociales que luchan contra el neoliberalismo. Esta situación viene avalada también por luchas políticas y revolucionarias que tienen lugar en tres momentos distintos del siglo XX: la Revolución Mexicana, el sandinismo en Nicaragua, el aprismo en Perú, la Revolución del 33 en Cuba, la breve República socialista de Marmaduke Grove en Chile; luego el primer peronismo, el "bogotazo" en Colombia, la Revolución Boliviana de 1952, la Revolución Cubana, el gobierno de Salvador Allende en Chile; y por último, el ciclo popular más reciente en Chiapas, Venezuela, Brasil, Bolivia, etcétera.26 O sea, que América Latina se configura en estos años como una región en la que una serie de gobiernos y un conjunto de movimientos sociales luchan por un mundo diferente, tratando de resistir a las imposiciones de la potencia hegemónica.

 

HEGEMONÍA EN CHILE

El neoliberalismo, en sus expresiones más ortodoxas, aparece tempranamente en Chile. En los años cincuenta la Escuela de Economía de la Universidad Católica de Santiago (centro académico donde se formaron varios ministros de economía) y la Escuela de Economía de la Universidad de Chicago comienzan a vincularse, intercambiando alumnos y docentes.

En noviembre de 2000 tiene lugar en Chile una reunión de la agrupación Mont Pelerin (fundada en 1947 por Friedrich Hayek), agrupación que mantiene vivo el pensamiento liberal, opacado hasta los años setenta por las propuestas keynesianas, y que cuenta entre sus integrantes a profesores de economía de la Universidad de Chicago, entre ellos a Milton Friedman. Las instituciones chilenas que sostienen y desarrollan estos encuentros son la Universidad Adolfo Ibáñez, el Instituto Libertad y Desarrollo y la Facultad de Economía de la Universidad Católica.27

De esta historia, reseñada brevemente, surgirá la base ideológica que pondrá en práctica políticas económicas que se sucederán sin solución de continuidad desde 1973 hasta hoy. Esas políticas expresan que la naturalización de un estilo de vida, la organización de la cotidianidad familiar, la representación del presente, el procesamiento del pasado y la construcción de un futuro posible están atravesados por el discurso hegemónico del liberalismo.

Dentro de las nuevas características que se imponen a la sociedad, hay una idea básica de suma importancia: la autonomización de la economía respecto de la intervención política. Cuevas Valenzuela28 afirma que la democracia chilena vigente resuelve el potencial conflicto entre la soberanía popular y el mercado a favor de este último, restringiendo el proceso democrático al limitar la intervención política, al garantizar la autonomía de la esfera económica, al reforzar el derecho de propiedad y al hacer extensiva la lógica del mercado a otras esferas de lo social.29

La idea de pacto, transacción o negociación ha prevalecido en el discurso, en la práctica y en la cultura de la élite a lo largo de todos estos años. En esos acuerdos y compromisos lo que destaca es que los resultados de los procesos socioeconómicos y políticos no pueden ser contrarios a los intereses de las clases dominantes. A partir de esta situación se caracteriza a la democracia chilena como limitada o restringida. El problema se centra en la transformación de la que ha sido objeto la sociedad chilena, operada tanto por el gobierno de la dictadura como por los gobiernos de la Concertación. De ser una sociedad solidaria, con una alta valoración de la justicia social, movilizada, politizada, ideologizada, deviene una sociedad desmovilizada, despolitizada, que enaltece los valores individuales, competitiva, que concibe al progreso, fundamentalmente, como resultado del desenvolvimiento de capacidades personales e individuales. Esta es, por lo menos, la imagen de la sociedad actual que circula con mayor consenso, en la que no se visualiza la práctica política de la clase trabajadora, como si el modelo al excluirlos de lo político hubiera logrado su cometido.

Dentro de la izquierda parlamentaria se alzaron escasas voces denunciando críticamente el continuismo entre las políticas de la dictadura y las de la Concertación: "las agendas de la Concertación y de la Alianza por Chile (oposición) son en lo fundamental, idénticas. Son de derechas, sin más. Y ese es el principal problema político de nuestro país en estos tiempos: tener que optar entre dos derechas".30

A pesar de las continuidades y de los consensos pactados se registran críticas en los ámbitos académicos, en la izquierda extraparlamentaria, en algunos partidos de la Concertación y en la población chilena, situación esta última que nos proponemos analizar.

 

POBREZA Y DESIGUALDAD EN EL CHILE ACTUAL

(...) nosotros en la población vivimos una cosa y las estadísticas dicen otra.
Dicen que hemos salido de la indigencia, que hemos salido de la pobreza
y yo miro para todos lados y digo qué pasó, que en el verano me habré
comido una sandía más (...) 31

Decíamos que la imposición del modelo neoliberal no modificó la estratificación social de Chile. Aun si, de acuerdo con los informes de diversos organismos tanto chilenos como internacionales, Chile es el único país de América Latina y el Caribe que tuvo avances claros y sostenidos en materia de superación de la pobreza desde 1990 hasta la fecha, transformándose en el ejemplo más notable de la región.

Para el año 2000, era el único país que había cumplido con la meta de reducción de la pobreza extrema propuesta en los objetivos de Desarrollo del Milenio. Si consideramos el periodo 1990–2003, observamos que los hogares pobres se reducen de 33.3 a 15.5% y los indigentes de 10.6 a 3.9%. En términos de población, las cifras son igualmente expresivas: los pobres se reducen de 38.6 a 18.8%, y los indigentes de 12.9 a 4.7%.32

Este avance suele ser atribuido "en gran medida al apreciable desarrollo económico que ha caracterizado a Chile en estos años. Entre 1990 y 2003, el aumento acumulado del producto interno bruto por habitante alcanzó el 62% en términos reales, lo que equivale a una tasa de crecimiento anual del 3.8%, tres puntos porcentuales por encima de la que mostró la región en su conjunto".33

Estos datos mostrarían los logros en materia económico–social producidos por la aplicación del modelo neoliberal. Mismo que tiene su continuidad desde 1973, aunque ésta tienda a ser invisibilizada, según Radrigán,34 porque hay dos tipos de regímenes políticos que lo aplican: la dictadura pinochetista y los sucesivos gobiernos democráticos. Ante estos datos, es válido preguntarnos si las políticas neoliberales son una estrategia efectiva para revertir y erradicar los problemas de la pobreza.

Nos interesa destacar que las ciencias sociales han desempeñado un papel relevante en la producción de argumentos que aportaron en la orientación de los procesos de cambio estructural que se produjeron en América Latina en las últimas décadas. Los estudios comparativos sobre estratificación y movilidad social desarrollados desde finales de los años cincuenta del siglo pasado en la región fueron reemplazados por las investigaciones sobre pobreza, focalizando el interés en grupos sociales tomados en forma aislada, multiplicándose las indagaciones estadísticas sobre pobres, marginales, indigentes y "nuevos pobres". Como resultado, se ha desarrollado y consolidado una serie de conceptos, índices e indicadores que procuran representar estos sucesos. Así, la línea de pobreza y el índice de necesidades básicas se presentan como instrumentos que permiten la captación de la pobreza. El concepto de pobreza más difundido hace referencia a situaciones de privación material. La mayoría de los estudios se centran en la delimitación empírica de su magnitud e intensidad. Este tipo de análisis oculta las relaciones sociales productoras de las situaciones de pobreza.

Consideramos que las perspectivas teórico–metodológicas orientan en la selección de problemas y producen conocimientos que pueden ser utilizados y puestos en práctica por una multiplicidad de actores en diversas ocasiones e instancias: formular diagnósticos, definir y legitimar políticas y descartar opciones alternativas. Recordemos que las categorías y conceptos construidos para dar cuenta o explicar determinados fenómenos pasan a formar parte del vocabulario diario y del sentido común, contribuyendo a "moldear" las formas que tenemos de entender a dichos sucesos o problemas. También los podemos percibir como parte de la "ideología normal", de la concepción del mundo dominante, en la medida en que todos los actores los incorporen a su cotidianidad.

Reiteramos, la producción teórica hegemónica –en tanto productora de problemas– determinó el modo de formular preguntas y de problematizar la realidad. A diferencia de los análisis focalizados, abordamos las situaciones de pobreza de manera relacional, ubicándolas en las condiciones sociales de reproducción de los individuos y entendiéndolas como el resultado del modo de organización social en el cual los individuos desarrollan su vida. En este sentido, el concepto de pobreza es relativo, pues sólo se entiende y adquiere sentido a partir de su relación con la riqueza, o, lo que es lo mismo, con los rangos de desigualdad social que producen y reproducen los principios de la organización social. De esta forma, si tomamos el Coeficiente de Gini, índice que permite visualizar la distribución del ingreso, observaremos que desde 1990 hasta la fecha, en Chile los valores se han mantenido estables. La siguiente gráfica ilustra lo que acabamos de enunciar:

Asimismo, la curva de Lorenz indica que en 2003, 50% de los hogares más pobres percibían tan sólo 19.8% de los ingresos totales y si se considera al 80% de los hogares (1 al 8 decil) se observa que perciben tan sólo 45.8% de los ingresos, lo cual muestra la fuerte concentración de la riqueza en los 2 deciles superiores de la distribución.

Estos datos, que tienden a desaparecer en los informes oficiales, también emergieron en nuestro trabajo de campo etnográfico. Recordemos que este último permite captar procesos y situaciones invisibilizadas de los modos de vida, en este caso, de las clases subalternas, y registrar los sentidos que las mismas les otorgan a sus prácticas. Al respecto, observamos que los porcentajes y números (datos cuantitativos) que nos muestran las estadísticas respecto de un Chile próspero y que ha logrado, entre otras cosas, reducir su porcentaje de gente y hogares en situación de pobreza e indigencia, eran no sólo matizados sino problematizados por los relatos de nuestros informantes acerca de cómo ellos viven su situación laboral, familiar y personal.

Así, una de las vecinas de la comuna comentó:

Yo percibo dentro de la gente un descontento muy grande. Cuando nosotros vemos aplicado el sistema neoliberal en nuestra comuna, los efectos que se ven son los que no se dan a conocer estadísticamente fuera del país. En Chile el sistema ha sido tomado como punta de lanza, se muestran solamente los buenos efectos, pero no los malos.35

De la misma manera, un funcionario de la municipalidad de la Comuna Pedro Aguirre Cerda (PAC), relativizaba el éxito del modelo chileno: "El éxito del modelo en términos macroeconómicos (...), fantástico, nos va muy bien, pero ese crecimiento debiera condecirse con políticas sociales que tienen que ver con aquellos que han sido marginados del modelo, porque el modelo por definición, margina, excluye".36

Otro vecino de la comuna, con una visión más crítica que la del funcionario municipal, nos decía: "El costo del modelo es éste: los empresarios son cada día más millonarios y los pobres cada día son más pobres y la brecha cada día se alarga más. Se supone, ellos vendieron la idea, que la brecha se iba a achicar. Pero no, ¡se alarga!".37

Como vemos, algunas de las personas con las que trabajamos en la comuna PAC nos planteaban la necesidad de revisar críticamente los avances socioeconómicos de los que nos hablan no sólo las estadísticas, sino también los medios masivos de comunicación. Al enunciar su malestar y denunciar que sigue habiendo pobres, desempleo, dificultades en el acceso a la educación y a la salud, se manifiesta que no son sujetos pasivos que se resignan a los "efectos" del modelo, sino sujetos "conscientes" de su situación presente, que enuncian su malestar y que erigen a las políticas neoliberales como las causantes de las condiciones de pobreza y desigualdad que viven en sus poblaciones.

Al respecto, y si tomamos algunos de los análisis de investigadores chilenos que a partir de los años noventa del siglo pasado participan de la discusión académica sobre la pobreza desde posiciones teóricas críticas, podemos observar que se está frente a una "nueva pobreza" o a "nuevas expresiones de pobreza" cuya calidad de vida material es significativamente superior a la de décadas pasadas, pero que este avance se ha producido al costo de empeorar sistemáticamente su calidad de vida social. Por un lado –y como vimos con los relatos de campo transcritos aquí–, los datos estadísticos no siempre tienen correspondencia con las experiencias y vivencias de la calidad de vida de los sujetos, y por el otro, los datos macroeconómicos no permiten visualizar la persistente desigualdad38 en la distribución del ingreso.

Actualmente, a la tradicional pobreza se le sumarían nuevas formas de precariedad. Los distintos tipos de carencias no serían necesariamente materiales, lo que hace emerger una pobreza heterogénea. Se visualiza también una tensión entre el consumo y la precariedad laboral (consecuencia de la flexibilización y la desregulación). En esta nueva fase productiva, la definición de la pobreza se complejiza ya que prescinde o puede prescindir de la variable económico–monetaria clásica para definirse.

Desde la década de 1980, la desregulación y minimización del rol estatal en el ámbito de las políticas públicas impuso a los individuos que la provisión y satisfacción de las necesidades básicas sería absoluta responsabilidad de los usuarios. El acceso a la salud, educación y vivienda pasó a ser una responsabilidad individual. Esta retracción de la acción del Estado generó una transfiguración de los derechos sociales: son beneficios otorgados por la participación en el mercado. Éste emerge simbólicamente como el "mundo en común" donde "todos" interactúan como consumidores generando la ilusión, en los sectores excluidos, de integración a partir del consumo.

Los créditos y las tarjetas para consumir son el instrumento más difundido por una sociedad que lleva la impronta del consumo. Esta estrategia permite tener acceso a la satisfacción de necesidades (materiales y simbólicas), aun a los excluidos, haciendo difusa la iniquidad entre los estratos sociales. En otras palabras, las tarjetas son un recurso para obtener bienestar y el poseerlas opera en los sujetos como una marca de identidad, de ser reconocidos e incluidos. También podríamos considerarlas como un operador que quiebra el bloque ideológico de la clase. Los trabajadores chilenos se habrían transformado en sujetos "libres para consumir".

Al respecto se observa cómo en el decenio 1991–2000 se incrementa la capacidad adquisitiva de la población y se masifica el consumo de bienes y servicios, al mismo tiempo que emerge la problemática del endeudamiento entre la población pobre. En el 2001, en los conjuntos de vivienda social, 78.8% registra alguna deuda. Pero el endeudamiento no sólo crece sino que cambia su composición, pasando de la deuda básica a la deuda de consumo.39

Una dirigente social de la comuna nos explicó que:

(..) en un negocio le entregan tarjetas hasta a las dueñas de casa que no tienen un sueldo (tienen que mostrar la cuenta del agua, la cuenta de luz y punto), esta es una forma de demostrar para fuera de que el país está bien: que tenemos acceso a los mall, a las grandes tiendas, que vamos al supermercado y también compramos con tarjeta pero nadie ve el endeudamiento que hay detrás de cada una de esas personas. Entonces cuando nosotros hablamos de qué es estar bien, de qué es libertad, libertad para mí y estar bien para mí, que yo pueda tener acceso al estudio, a un trabajo, a la salud, a la vivienda y si nosotros nos ponemos a mirar en las poblaciones no se dan esos derechos, no se dan esas libertades, pero sí tienen para ir a endeudarse con unas zapatillas que cuesten 40 mil pesos recibiendo 120 mil mensuales, pero la pagan con la tarjeta y se endeudan por diez meses, entonces el país muestra para fuera que en Chile hay poder adquisitivo, tienen para ir al supermercado (...)40

La visión neoliberal del mundo intenta operar y legitimarse desde el sentido común. Desde esta visión, cada individuo sólo debe responsabilizarse de maximizar sus propios beneficios porque, además, es imposible para él cambiar el orden actual de las cosas. Las relaciones quedan reducidas a las del individuo consigo mismo, no con otros individuos o con la sociedad, por lo tanto no es posible cuestionar el orden social vigente como causante de desigualdades sociales.

En este sentido, podemos decir que sin duda hay sujetos que encarnan plenamente en la modalidad del poder, de la cultura (ideología) dominante, sujetos a quienes la cultura (ideología) dominante sojuzgó por completo en la modalidad de la impotencia. Sin embargo, de una manera general, suponemos, por hipótesis, que en la mayoría de los sujetos, la mayor parte del tiempo, esto nunca funciona del todo y existen contracorrientes de subjetividad, así como de cultura.41 En parte, el objetivo que guía el presente trabajo es la indagación y el análisis de estas contracorrientes de subjetividad contrahegemónicas.

En este sentido, nuestra etnografía da cuenta de un sujeto que en la medida que reflexiona sobre su vida, sobre su situación y sobre las circunstancias por las que ha atravesado y por las que aún atraviesa, puede (o no) finalmente reaccionar contra ellas. Cuestionar el mundo en el cual viven su día a día, expresar su malestar, aunque sólo sea verbalmente (es decir, que no lleve a una acción colectiva de la clase), forma parte de una práctica de resistencia que, a pesar de no hacerse visible y que quede en el plano de la enunciación, de alguna forma manifiesta que "el gran capital nunca puede someternos del todo..."42 y que, en la medida en que se desnaturalizan las formas instituidas, es posible elaborar y practicar alternativas.

 

PRÁCTICAS CONTRAHEGEMÓNICAS EN LA COMUNA PEDRO AGUIRRE CERDA

(...) yo disiento. Peleo con el ministro que aparece en la
pantalla de mi televisor. Critico la política económica
en la intimidad de mi cocina (...) Yo resisto

Ernesto Guajardo
Las caras y las máscaras

Las características que asumen la hegemonía mundial y la hegemonía en Chile a partir de las últimas décadas tienen como objetivo, entre otros, la destrucción de los intentos de autonomía de las clases subalternas. Los distintos sectores que integran estas clases muestran diferentes grados de organización y distintos tipos de prácticas contrahegemónicas. Dentro de nuestra unidad de observación y análisis,43 la mayor parte de los pobladores pertenece a la clase trabajadora44 de ideología comunista, portadores de una historia que los constituye; nietos e hijos de militantes de una clase que dentro de la estratificación tradicional del Estado chileno realizaba prácticas políticas con un alto grado de autonomía,45 situación que condujo en los años setenta del siglo XX a que llegaran al gobierno, por vía electoral, los partidos de la clase trabajadora, experiencia única en el mundo.

Los consensos asumidos por todos los partidos políticos en la así llamada "transición democrática", como ya veremos, resultaron en situaciones sociopolíticas ambiguas, en las que quedaron desdibujados los intereses de los distintos sectores involucrados, imposibilitando, entre otras cosas, la manifestación política autónoma tradicional de la clase trabajadora, la que ha quedado prácticamente reducida a su función productiva. Sin embargo, las prácticas contrahegemónicas existen y asumen distintas características que a continuación intentaremos analizar.

Si al estudiar una realidad social sólo dirigimos nuestra mirada hacia aquellas luchas organizadas en torno a la conquista del poder del Estado, estaremos dejando fuera de la reflexión teórica otras formas de lucha, otras maneras de llevar adelante el enfrentamiento que pueden contribuir al cambio, a la transformación, en tanto prácticas creativas contrahegemónicas, propias de un determinado momento histórico. Y al no tenerlas en cuenta estaríamos contribuyendo a invisibilizar aún más ciertas formas de lucha, favoreciendo la creación de una imagen desesperanzada, funcional a los intereses del bloque dominante.

Intentamos indagar y recuperar desde la memoria histórica hasta los comportamientos más triviales, los menos conscientes y contradictorios de los sujetos sociales, pero que, aun así, nos confirman que los procesos históricos no se detienen y que nuevas prácticas culturales, políticas y sociales permanentemente emergen de ellos. En otras palabras, tomar conciencia de la "dimensión histórica de la subjetividad".

Hemos seleccionado una muestra de nuestro análisis para los fines del presente artículo. La experiencia laboral de los sujetos no se constituye solamente con la experiencia individual, sino que la misma se va desarrollando a partir de la evidencia de la acción histórica, como mencionáramos. O sea, que compartimos la idea según la cual la historicidad tiene un lugar preponderante en la definición de una clase.

Entre las clases de una sociedad capitalista existe una lucha continua por constituir, reformular o resistir las subjetividades alienadas de nuestro existir que el proceso continuo de valoración del capital obliga a asumir.46

El comienzo de la relación con el trabajo se da con la experiencia laboral de los padres, de la que el sujeto participa cuando es niño. Los sujetos adultos de entre 40 y 50 años en el momento actual, tuvieron a sus padres como trabajadores en las décadas de 1960 y 1970. Eran épocas en las que se imponía bien, había fueros sindicales para los dirigentes, al jubilarse se contaba con una pensión digna, escasa, pero que permitía vivir. Y la persona que llegaba a los años correspondientes podía dejar el trabajo apatronado, dejar "el yugo del trabajo" y gozar de libertad. El padre de J.G.M. (41 años) en el recuerdo de su hijo lo expresaba de esta manera:

Me he liberado, con la jubilación tengo la salud, tengo el cajón que me tienen que dar por ley para enterrarme, así que este tiempo lo vivo libre". Se puso un taller de zapatero remendón: "Tengo la libertad de no cobrar". Y nunca cobró lo que tenía que cobrar. "Mi interés no es hacerme rico, yo ya estoy liberado, estoy viejo, estoy solucionado, ya no me hice rico (...) ya peleé todo lo que tenía que pelear, ahora les toca a los que vienen. Ya tengo 80 años (trabajó sin patrón desde los 55 años), peleé con el partido que tenía que pelear, estuve sindicalizado, ahora no me queda más que ver que todos los días son domingo y los vivo.47

En este relato queda expresada una determinada relación con el trabajo explotado. La conciencia de esa explotación, la liberación de la misma, en momentos en que la subsunción del trabajo por el capital revestía características de formalidad. Estas experiencias se expresan en términos culturales, tales como sistemas de valores, el sindicalizarse, el luchar por la dignidad como ser humano, o como sistemas de ideas, la adhesión a los partidos que defienden los intereses de los trabajadores, en fin, el legado de todas estas tradiciones en torno al trabajo.

La experiencia laboral del hijo, que comienza a producirse a partir de la década de 1980, constituida en principio por la tradición legada por la generación de su padre, va a enfrentar otro momento de la relación capital/trabajo. Al hacerlo cuenta con una masa crítica propia del legado recibido y la misma se tensiona frente a las nuevas formas del trabajo asalariado: jornada laboral de 15 horas (lapso por el que va a ser sorprendido en su primer día de trabajo en una empresa constructora), con alto riesgo de accidente (en tanto electricista de obra, el cansancio por el exceso de tiempo de trabajo puede distraer su atención y provocar un accidente: "tomábamos café con coca–cola para mantenernos despiertos"), la figura del contratista,48 o sea la tercerización propia de la organización del trabajo en la últimas décadas. Cómo registran esta situación los sujetos explotados: por un lado, expresan un reconocimiento de la explotación, la misma que sufrió el padre, que en este momento le toca a él y que va a seguir así hacia el futuro. La desesperanza en este caso podría pensarse a partir de las nuevas condiciones laborales que hacen percibir un grado más alto de sometimiento, faltando en este momento histórico las luchas sindicales, que otrora acompañaban a los grupos de trabajadores.

Está presente, sin embargo, el registro crítico de la estrategia del capital:

El compadre que es canalla y negrero, pero es buena onda con el obrero: "¿cómo estás chiquillo?, ¿cómo está mi cabro? (...) Tráete sándwiches para todos (...)" Para el 18 de septiembre (fecha de la fiesta nacional chilena, que suele festejarse con buenas celebraciones) hacen un asadito, cargan a los obreros y a la mercadería y van a la casa del contratista, había parrilla, sombrita y trago. Es un patrón súperbueno, cómo le vas a pedir aumento de salario, etcétera (...) Compran a la gente, y lo peor es que uno asume el cuento, tú ves que hay gente que está esperando uno o dos años el trabajo, entonces, o trabajo así o no trabajo, o trabajo en la feria o vendiendo helados (...) Así tengo una mugre: 110 mil o 120 mil pesos (es el salario mínimo) seguro cada mes. Y no estando trabajando voy a tener: nada (...) "Yo siempre estuve de mal a más o menos. Yo creo que cuando uno percibe las crisis es cuando uno tiene un nivel de vida bien (...) y se nota la caída. En este caso, y como mucha gente de la población, no noté la caída (...) ¡porque siempre estuve caído! No les fue peor (...) ¡porque no podía haber "peor" (J.G.M.).49

Pensamos que esta manera de presionar violenta a los sujetos, a los que no se les deja un espacio para que realicen una elección con algún grado mínimo y relativo de libertad.

La tercerización, propia del modelo, contribuye a la explotación y a la desprotección al hacer invisible o al dotar de ambigüedad a la relación laboral, al desdibujar a los sujetos del contrato en la relación capital–trabajo. Y al hacer, también, que estos contratos se realicen y desarrollen sin ninguna intervención del Estado. O, en todo caso, poniéndose este último siempre de parte del capital.

Hoy las opciones son: contratistas o empresas grandes, aunque algunas de ellas, por ejemplo El Mercurio, subcontrata: los trabajadores están bajo los contratistas. Ya no hay aparato estatal que proteja a los trabajadores. El Mercurio se limpia las manos, las mineras se limpian las manos, puros contratistas. El Estado apoya el Plan Laboral, el Código del Trabajo, que son una serie de normas que perjudican al trabajador (J.G.M.).50

Las estructuras del sentir de los sujetos recuperan valores y significados, muchos de los cuales remiten al mundo del trabajo, a la experiencia de la dominación que es vivida como realidad opresiva, que es resistida como un límite, una sujeción:

Me inicié en la empresa Arno, norteamericana. Entraba a las 08:00 AM, firmaba una tarjeta de entrada e inmediatamente tenías que firmar una tarjeta de producción, el inicio de los trabajos (...) El encargado del taller te trataba súpermal (...) Ese fue mi primer trabajo, esa experiencia fue muy mala (...) ahora tengo 41 y estuve ahí como veintitantos (...) y había viejos que llevaban años trabajando bajo ese sistema (...) no podías estar parado ni un segundo, si no tenías trabajo tenías que ponerte a limpiar, algo tenías que hacer (...) el trato, la interacción humana era pésima. Después trabajé en una empresa textil (...) en las textiles la gente trabaja. Las mujeres que están en las máquinas no van al baño en horario de producción (...) media hora que pierden: menos plata (...) ahí no hay tiempo de sindicalizarse, (...) aparte la gente dice: si digo algo me echan y hay como 10 más esperando mi puesto (J.G.M.).51

El contenido de este tipo de subjetividad social puede, eventualmente, reconstruirse en luchas concretas, en coyunturas determinadas más o menos puntuales, oportunidades en que los sujetos pueden "reinventarse" o realizarse sobre la base de la negación de unos límites que, por insoportables y reiterados a lo largo del tiempo histórico, ya conocen. El trabajo sobre los límites brinda simultáneamente posibilidades de libertad a la vez que un posible programa de acción.

El Estado, como decíamos, ha dejado de ser el garante entre el capital y el trabajo. En la dimensión económica de la hegemonía, la subsunción del capital deviene una fuerza capaz de determinar la forma de la sociedad como un todo. Se trata de un proceso de progresiva expansión y subordinación política de toda la sociedad al capital.

Estos procesos de trabajo operados en la dimensión económico–política, en la que las clases dominantes son las dinamizadoras de una situación de subordinación económica, social e ideológica, transcurren o son posibles merced a esa transacción que mucha gente asume críticamente, mientras que aunque otros no lo hacen (nos referimos, por ejemplo, a la aceptación de la jornada laboral de 15 horas a cambio del trato de compadre y de compartir la comida).

En la fase neoliberal que hoy vivimos se actualizan las tendencias históricas del capitalismo, esto es: reducir al máximo el número de trabajadores empleados y aumentar la plusvalía. Ello genera una continua destrucción y recreación de los medios de producción y fuerzas productivas. La sobreacumulación del capital (en su forma más abstracta: el dinero) lo muestra escapando del circuito productivo, expandiéndose, volátil. La contracara del capital volátil (no empleado en la producción) es el trabajo desocupado. Otra de sus formas: el trabajo precario. Por eso, reiteramos la comparación entre las condiciones de trabajo de la generación de los padres y las que tienen que vivir los sujetos jóvenes que trabajan en estos momentos. Dentro de esas condiciones se destaca una vez más la desventaja de la tercerización.

Mi papá toda la vida fue obrero de una empresa grande. Nosotros íbamos todos los años a veranear porque los obreros estaban tan bien organizados que tenían, por ejemplo (...) yo iba al dentista: era gratis; yo iba al médico: era gratis. Ellos ponían sus cuotas y teníamos muchos beneficios. Íbamos a veranear porque había un tremendo campamento veraniego para todos los obreros de la empresa. Asimismo fue con mi vecino de enfrente, y un montón de gente, aquí eran todos obreros. Pero después todo eso se perdió. Fue hasta la dictadura. De ahí en adelante se perdieron todos los campamentos, y ya no hay nada, no hay nada. Mi papá entró a trabajar muy joven a la empresa y se jubiló ahí. Y así todos los viejos de por aquí. Ahora no, ahora un joven entra a trabajar en una empresa, está por tres meses, lo echan. Busca dos meses pega (vocablo chileno para nombrar al trabajo), tres meses más, y así, y entonces, los chiquillos no se atreven a casarse, y todo eso, porque tienen inestabilidad laboral, entonces qué van a hacer, ¡pues nada! (...) Y además, acá hay mucha subempresa, que no tiene los beneficios de las empresas (S.A., 45 años).52

La desocupación juvenil es de una magnitud mucho mayor que en el resto de los grupos etarios. Los cambios en el ámbito del empleo presentan un mundo del trabajo de mucha mayor inseguridad que la vivida por sus padres, y la posibilidad de construcción de un proyecto de vida hacia el futuro puede ser ampliamente cuestionada en este contexto. Los jóvenes constituyen una generación que desconoce los derechos laborales mínimos. Nuestros entrevistados explican que la creciente precariedad laboral, la inestabilidad, impiden la organización de los trabajadores.

(...) en Chile existían grandes empresas, grandes sindicatos con una cantidad enorme de operarios, de trabajadores y empleados. Esta gente con su economía de mercado ha empezado a decir "nuestros costos, ¿qué puedo hacer para ahorrarme los costos?" Mantener empleados de planta, antigüedad, beneficios, no, y entonces eliminan gente y subcontratan. ¡Pagan la mitad! Y con los subcontratistas no tienes estabilidad, tú estás dos meses en una, tres meses sin pega, un mes en otra, ¡¿cómo te vas a organizar con tus compañeros de trabajo?! Está muy bien pensado, sí (...) (I.A., 45 años).53

La conciencia de las distintas formas de dominación y el inteligir la necesidad de organización no se limitan a lo reivindicativo, sino que alcanzan la dimensión político–ideológica. Los sujetos reconocen las estrategias desplegadas para obtener consenso, reconocen el juego hegemónico de los sectores dominantes. La tarea es encontrar los intersticios para la acción y para la organización.

Tú haces actos públicos y van 40 personas y por un tema común, que te afecta a ti, que te afecta como estudiante, como trabajador, como madre, como dueña de casa, hasta a un humilde empresario. Algo pasa aquí en Chile que nos empieza a preocupar. Yo me pregunto, caso mío: yo trabajo, participo en un partido político en donde se supone que yo lo que quiero es que mi vecino tenga lo mismo que tenga yo. Resulta que hay una manifestación ¡y yo soy el único que sale a la esquina! Mi vecino que está cesante, no sale. Entonces la conciencia, ¡hasta qué punto se minimizó! Nos sorprende a nosotros. Como yo participo en un partido, me pregunto, ¿qué pasa aquí? Claro, tenemos algunas respuestas: la dictadura fue muy fuerte. Después, el empresariado aquí en Chile es fuerte. Ellos hacen un trabajo social en el sentido de que confunden (...) fomentar lo que es la salud privada, la imposición privada, es su forma de dividir, que tu imposición vale por ti y sólo por ti. Ellos fomentan eso (I.A.).54

Nuestros entrevistados se refieren con "ellos" a la clase que los "explota", cuyo proyecto devino hegemónico con el golpe militar. Y, en tanto proyecto político, no diferencian entre la dictadura y los gobiernos democráticos posteriores, sino que interpretan que la única forma de frenar lo que era...

...un proyecto mío, (que) era un proyecto también del vecino, de cierta conciencia de algunos empresarios de Chile, fue la ofensiva militar. La marca de la dictadura. Pero no es sólo un proyecto de la dictadura, también de la derecha político–económica en su conjunto. No es un proyecto que al milico se le haya ocurrido. La administración del sistema la han hecho muy bien, nos administran muy bien. Y el sistema desde la época de Pinochet no ha variado en nada (I.A.).55

En esta lucha constante, adquieren relevancia los espacios de resistencia social, cultural y política, cuya importancia está dada por los sentidos y la autonomía que logren sostener. Como ya dijimos, aunque no sean espacios de rebelión abierta, no deben ser interpretados como mero consenso ideológico a las relaciones de dominación. En estos espacios, donde se desarrollan prácticas alternativas al individualismo pregonado, es posible reconocer tradiciones políticas y sociales y experiencias organizativas previas.56

En Chile lo que eran las fiestas del pasaje, cada día sacaban (...) se cerraba el pasaje, pero se están acabando. Se celebraba el Día del Niño, la fiesta del Día del Profesor, la primavera, pero eso se ha ido acabando. Y esta famosa economía penetra y fuerte. Es un espacio que se le deja y te pegan el cachetazo (...) En épocas de Allende, era diferente. Era un país (...) se era solidario, se era vecino, se iba junto a la micro, se estudiaba junto, se hacían grupos de futbol, se hacían fiestas en la calle, el Día del Niño, el 18 de septiembre, fiesta del día nacional, ¡y la fonda! Los vecinos (...) y tú te encontrabas con tu vecino en el barrio, bailabas cueca con tu vecino. Había un lazo muy fuerte. Se casaban vecinos con vecinas, parejas que nacían ahí, como nosotros. Y ahora no se da mucho. Se ha ido desligando ese sentido. Y eso nació netamente cuando vino la dictadura, la desconfianza, la desconfianza por el vecino: ¿será paco, será milico, me irá a denunciar? Como así también nacieron relaciones muy solidarias, pero fueron las menores. Pero claro, es la conciencia política, el ser solidario. La dictadura jugó un rol muy importante (I.A.).57

La continua y recurrente referencia al momento en que la clase trabajadora chilena accede a un horizonte de poder con el gobierno de la Unidad Popular, expresa, tras 33 años, una de esas narrativas de resistencia de los sujetos subalternos. Si bien se verifican importantes cambios biográficos –producto de la transformación histórica de las estructuras que contenían a estos sujetos–, también es verdad que ciertos elementos muy marcados los relacionan con aspectos característicos del mundo de la organización política, en especial de la cultura política configurada durante la Unidad Popular. En otras palabras, señalamos elementos de una tradición, en términos de legados organizativos que los predispondrían a organizarse para defender sus intereses:

Aquí en la PAC se está generando un fenómeno bien entretenido porque aquí la izquierda extraparlamentaria cada día aumenta más. Y es un trabajo de la gente que pensamos así, de todos, entre comillas, comunistas, y otra gente que no es, pero es extraparlamentaria –extraparlamentaria porque no está en el Parlamento–. Cada día aumenta más, más, más, más. Y eso es un trabajo que se ha ido formando. Ejemplo: Centro Cultural "Víctor Jara", Centro Cultural "Al Otro Lado del Mundo", las redes sociales que se están formando, algunas juntas de vecinos, lo que son los famosos videos en las calles. Eso un poco ha ido demostrándoles al poblador y al vecino que hay otra alternativa, que hay otra gente que piensa diferente. Y que también, a lo mejor, lo puede hacer mejor. Y uno más se entusiasma en trabajar (I.A.).58

Hay aquí indicadores muy claros de la destrucción de las relaciones sociales que inscribían históricamente a estos sujetos, elementos que nos hablan de la destrucción de una porción de una clase social. Este es un proceso que opera por expulsión violenta y por heterogeneización. Sin embargo, se debe rescatar, en el marco de las enormes dificultades para estructurar una identidad colectiva en esa situación, la organización de las acciones entre quienes entienden compartir su suerte. Y esta organización es relevante porque permite construir solidaridades hacia el interior de las clases subalternas:

(...) todo lo que me pasa a mí, lo que le pasa a mi barrio, lo que pasa en el país, lo que pasa en esta comuna, yo lo veo en una perspectiva más política, de lo que yo quiero para mí, para mi familia, para mis vecinos. No puede ser que un hombre no tenga una forma o un pensamiento político, no puede ser. No me cabe en la cabeza (que) no piense cómo esta sociedad puede ser mejor o peor, no sé, pero algo tiene que pensar. No puede ser que el tipo vaya a trabajar y llegue a las 5 y media, se acueste, coma, mire televisión y al otro día lo mismo. A mí no me cabe en la cabeza que alguien haga eso todos los días sin pensar algo. Hablo del trabajador, el estudiante, el dueño de casa, del profesional. Esos espacios son los que uno pierde; no tenemos la capacidad de crear ese llamado de atención. ¿Cómo hacerlo? Yo en política discuto eso (I.A.).59

La educación es un escenario donde se desarrollan conflictos y contradicciones y donde se experimentan posibilidades de transformación social que pueden inducir a la ejecución de prácticas colectivas y organizadas que logren contrarrestar y aun oponerse al modelo dominante. Desde esta perspectiva, recordamos que, hace 30 años, la educación en este país se constituía objetivamente en un derecho universal que impulsaba la movilidad social en los distintos estamentos de la sociedad chilena. En cuanto a los estudios universitarios,

(...) hasta el 73 fueron gratuitas las universidades. La educación primaria y secundaria también gratuita. Las perspectivas para ingresar a la universidad eran buenas, estaba en un colegio con importante porcentaje de ingreso: de hecho mis compañeros de enseñanza media, tengo la impresión, el 80 por ciento son profesionales, 80 por ciento universitarios (T., 47 años).60

Es decir, se educaba bajo el ala protectora del Estado que garantizaba a partir de la gratuidad su responsabilidad social. En las últimas décadas, por el contrario, la educación se ha transformado en una herramienta para perpetuar la desigualdad social y no para disminuir la brecha entre los distintos sectores sociales.61

El lugar de residencia y las características de la comuna y de las escuelas donde se educan los jóvenes conforman fronteras simbólicas que van a restringir, o por lo menos a dificultar, el acceso a la educación superior: "(...) los programas escolares en estas comunas, dicho por los profesores, no son para que los estudiantes tengan posibilidad de ingresar a la universidad" (T.).62

Los contenidos que imparten las escuelas de la comuna Pedro Aguirre Cerda no preparan para la universidad, sino, más bien, para reproducir las diferencias.

Una de las familias entrevistadas (I. y S. A.), ambos hijos de padres trabajadores nacidos y criados en esta comuna, daban cuenta de la resistencia con la que enfrentan las nuevas condiciones sociales que les impone el modelo neoliberal, reflexionando sobre su propia biografía, al hacer referencia a su historia educativa, su asistencia a la escuela pública del barrio, donde "muchos de los profesionales del barrio estudiaron (...) antes de la dictadura (comparaban la situación actual del mismo establecimiento educativo) ahora municipalizado. Te da pena". Explicaban cómo la reforma educativa en Chile, acompañada del discurso "de ellos", que pone el énfasis en la actividad privada, la capacitación individual y la responsabilidad individual por superarse, había logrado articularse de tal manera que el cometido se había cumplido: la única forma de tener acceso a una educación de "calidad" era asistiendo a establecimientos privados. I. y S. A. se resisten a adoptar pasivamente esta estructura educativa que reproduce diariamente la desigualdad social, y envían a sus dos hijos a escuelas públicas. Saben que esta decisión les implica concurrir periódicamente a la escuela para "reclamar" ante cualquier incumplimiento de la institución. Y a exigir. Pero están dispuestos a hacerlo. Y lo hacen.63

Los jóvenes y sus familias aspiran hoy, de la misma manera que ayer, a ingresar a la universidad, algunos para tener acceso, más tarde, a posiciones de mayor poder adquisitivo y como garantía de un empleo. Otros, por el valor atribuido a la educación como recurso para poder luchar mejor por los intereses de la clase a la que pertenecen.

En cuanto al primer caso, forma parte del imaginario colectivo que a mayor educación, mayores posibilidades de conseguir trabajo. M., uno de nuestros entrevistados, contaba que su sueño era comenzar el año próximo una carrera universitaria en la Arcis,64 ya que esto le garantizaría mejorar considerablemente su situación actual. Para lograr pagar sus estudios tendría que sacar un crédito y endeudarse, pero para M. el futuro justificaba la costosa inversión en tanto una educación superior le garantizaría más dinero y bienestar. Nos repetía que cómo podía pretender un mejor trabajo si no tenía los estudios necesarios. No tomaba en cuenta que en la sociedad en la que vive las posibilidades están más condicionadas al rango socioeconómico, a la situación de clase, que a las aptitudes individuales porque el modelo, en sí, es excluyente. O sea, un grupo importante de sujetos ha sido cooptado plenamente por la ideología educativa del modelo.

Como dijimos, para lograr el objetivo de la educación superior, los jóvenes se endeudan financiándose su carrera con un crédito y con el compromiso de saldarla cuando trabajen profesionalmente. En algunos casos, el sistema facilita la inserción a la educación superior mediante becas y premios de acuerdo con el puntaje obtenido en la prueba de selección universitaria (PSU), obligatoria para las universidades tradicionales o Universidades del Consejo de Rectores. Para S., estudiante de la Universidad de Chile, uno de los motivos más frecuentes de movilización entre los estudiantes es la obtención de más créditos para subsidiar las carreras de las universidades que reciben menos.

Pero, nos preguntamos, ¿luchan los estudiantes por otro tipo de reivindicaciones que cuestionen el orden vigente? S. nos dice que está de acuerdo con los modelos económicos no intervencionistas; en sus palabras: "La ley económica, está comprobado científicamente que a mayor flexibilidad menor desempleo (y agrega) el hecho que acá haya un sistema económico como el que hay no tiene nada que ver con la política".65

Toma como verdadero uno de los axiomas más importantes del sistema neoliberal: la separación entre política y economía como dominios totalmente autónomos. Podríamos decir que en determinados espacios del saber, el conocimiento, irradiando la ideología hegemónica, reduce su función crítica a la mínima expresión. En el mismo tiempo y lugar, desde otra perspectiva, la educación es pensada como una posibilidad de transformación que contribuye a crear una sociedad más equitativa. Así, reflexiona T. sobre el sentido de los estudios superiores de su hijo:

(...) él formó J (haciendo referencia a la Juventud Comunista) allá, y han desarrollado un proyecto de universidad que debe formar profesionales que hagan un aporte al desarrollo social, económico de Chile, que la universidad se transforme en progresista. A él lo eligieron consejero y ahora fue elegido vicepresidente del Centro de Estudiantes de Sociología. Lee mucho, todo; lee marxismo, estudia a otros pensadores, a Lukács, a Gramsci (...) Tengo esperanzas de que él pueda hacer una contribución, pueda elaborar un proyecto nuevo.66

En el discurso esperanzador de T. aparece la educación desde su dimensión política, transformadora, en la que se vislumbra, ahora sí, un pensamiento crítico. Recuperando el planteo de Boaventura de Souza Santos, sabemos que lo contrahegemónico puede aparecer difuso, difuminado, muchas veces, en prácticas individuales y colectivas; es mucho más heterogéneo que lo hegemónico en sus expresiones. Sabemos también que a pesar de los claroscuros (contradicciones, armonías) que impregnan las prácticas sociales frente a los discursos hegemónicos, la lucha por el cambio abarca desde la creación de solidaridades hasta la formación de identidades de resistencia, requisito necesario para la constitución de un bloque histórico.67 En este sentido, la Junta Vecinal de La Victoria pelea para llegar a tener sus propios intelectuales (una de las actividades de la Junta Vecinal es la construcción de un local adecuado para que se preparen los jóvenes del barrio para ingresar a las distintas universidades) para que, a partir de sus prácticas, recuperen los valores que los viejos dirigentes de la "toma" inculcaron en la gente: "la solidaridad, la organización, la unidad y la participación":68

(...) acá las familias tienen que hacer muchos esfuerzos para que los jóvenes puedan ir a la universidad y lo logran, así y todo nosotros tenemos una cantidad de jóvenes profesionales, es demasiado sacrificado pero los jóvenes pasan por el crédito corto, tramitación de becas (...) que la mamá vende papas fritas en la calle, es todo demasiado sacrificado, es muy jodido. Tenemos muchos jóvenes profesionales, periodistas ya recibidos, estudiantes de derecho, educadoras de párvulos, tenemos nuestros profesionales propios. De hecho cuando hacemos los proyectos (...) no vamos a buscar profesionales de otro lado (G.R.).69

 

A MANERA DE CONCLUSIÓN

Las formas de dominación y control son variadas. En todos los sectores de clase se encuentran posiciones heterogéneas. Aquellos sectores que logran mantener posiciones más autónomas, seguir con la lógica de la contrahegemonía, pese a los consensos políticos e ideológicos que obtiene la clase dominante encuentran distintas maneras de expresarlo: percibir el proceso de explotación, "darse cuenta”/mantener su postura de manera contradictoria/organizarse y desarrollar prácticas político–culturales (Casa Víctor Jara, las acciones de las distintas Juntas Vecinales)/expresarse electoralmente/manifestarse contra la hegemonía mundial (Foro Chileno, marchas contra Bush)/protestar críticamente en pequeños grupos/reiterar el uso de los viejos símbolos de lucha de clase70/mantenerse en contacto para emprender acciones solidarias/no aceptarse en la posición en que los otros quieren colocarlos.

Dentro de la Comuna donde trabajamos no encontramos posiciones alternativas de peso frente a los sectores dominantes, demandas concretas apoyadas con movilizaciones políticas. Situación que pensamos de acuerdo con una hipótesis: el Estado y los grupos económicos, al estar consistentemente tercerizados, se hacen invisibles, el posible demandado no aparece, se desdibuja la fuente de poder. En este caso, reflexionamos que el modelo en Chile ha logrado un buen suceso.

 

REFERENCIAS

1  Raymond Williams, Marxismo y literatura, Barcelona, Península, 1997, p. 131.        [ Links ]

2 En este sentido, los análisis de este pensador tienen como marco histórico el proceso revolucionario del socialismo y del marxismo tanto en Rusia como en Europa durante las primeras décadas del siglo XX, lo que permite entender porqué la teorización sobre el concepto de hegemonía se basa en los análisis de la expansión del proceso revolucionario como un proceso que va más allá de lo económico, ya que la lucha contra la burguesía y contra el Estado burgués constituye un proceso cultural y político tanto como económico.

3  Antonio Gramsci, Cuadernos de la cárcel, México, Era, 1999.        [ Links ]

4  Christine Buci–Glucksmann, Gramsci y el Estado, México, Siglo XXI Editores, 1986, p. 11.        [ Links ]

Ibid., p. 77.

Ibid., p. 78.

7  Raymond Williams, op. cit., p. 134.

Ibid., p. 135.

Ibid., pp. 153–156.

10  Idem.

11  Edward Thompson, Tradición, revuelta y conciencia de clase, Barcelona, Crítica, 1989, pp. 17-18.        [ Links ]

12  Ibid., p. 37.

13  Ibid., p. 40.

14 Este es específicamente el caso de la clase trabajadora chilena, sector que –según diversos autores– ha cobrado su identidad (repetimos: dinámica, cambiante, en tanto conciencia práctica que parte de las vivencias) a partir de la experiencia histórica de la marginación. Las estructuras del sentir del sujeto popular en Chile (del cual la clase trabajadora es componente central, aunque no exclusivo) han sido históricamente modeladas sobre el juego dialéctico de la marginación/desmarginación. Cfr. Gabriel Salazar y Julio Pinto, Historia contemporánea de Chile II. Actores, identidad y movimiento, Santiago, LOM Ediciones, 1999.         [ Links ] También, María Illanes, "Marginación y desmarginación en el movimiento popular", Proposiciones, núm. 24, Santiago, Sur, 1994,         [ Links ]passim.

15  Seguimos aquí los sugerentes y epistemológicamente audaces recorridos de Ana Dinerstein, quien nos guía en esta búsqueda teórica de la constitución de las subjetividades sociales. Decimos que este camino es audaz pues intenta congeniar una teoría del poder y de la subjetividad a partir de un "nuevo encuentro" entre conceptos delineados por Foucault y otros de Marx, una combinación de por sí problemática, por los puntos contrapuestos que presenta. Aquí, sólo utilizaremos ciertos enfoques, comunes a ambos pensadores, que esta autora señala de manera notable. Ana Dinerstein, "Subjetividad: capital y la materialidad abstracta del poder (Foucault y el marxismo abierto)", en Atilio Borón (comp.), Teoría y filosofía política. La tradición clásica y las nuevas fronteras. Parte III, Buenos Aires, Clacso, 1999.        [ Links ]

16  Estamos siguiendo la dirección que estudia Foucault para entender la libertad. Es preciso señalar que esta dirección nada tiene que ver con el concepto de libertad según lo entiende la tradición liberal.

17  Pero ¿es realmente precaria la dominación global contemporánea, a la vista del tremendo despliegue y omnipotencia de los que la mayor parte de la humanidad es a la vez testigo y víctima? Convertir esta petición de deseos en un concepto analítico a seguir tomaría un espacio que aquí no tenemos. Simplemente nos remitimos a un universo –cada vez mayor– de autores que se inscriben en esta visión. Para citar un referente de ese universo véase Samir Amin, El capitalismo en la era de la globalización, Barcelona, Paidós Ibérica, 1999.        [ Links ]

18  Aclaramos nuevamente que tomamos aquí el concepto de trabajo como categoría amplia, no reducido al simple trabajo asalariado. Por ello es que el pobre, el "desocupado" o "desafiliado" constituye, también, una forma de trabajo. Véase Daniel Cueva, María F. Hughes, Mónica Tacca, "Aproximaciones teóricas al análisis etnográfico de la estructura de clases: prácticas sociales y políticas en sectores subalternos", Actas del V Congreso Chileno de Antropología, San Felipe, 2004,         [ Links ] (en prensa).

19  Ana Dinerstein, "Argentina. Recobrando la materialidad: el desempleo como espacio de subjetivación invisible y los piqueteros", Herramienta, núm. 22, Buenos Aires, otoño de 2003.        [ Links ]

20  Nos referimos al debate que se plantea en las ciencias sociales acerca de la existencia de una hegemonía mundial única (Estados Unidos) o de una hegemonía mundial colectiva. Samir Amín es partidario de esta última y considera que el colectivo está integrado por una tríada: Estados Unidos y Canadá/Europa Occidental /Japón. Entre los partidarios de la hegemonía mundial de Estados Unidos (en especial respecto de los aspectos militares), encontramos, entre otros, a Perry Anderson, Noam Chomsky, Emir Sader, Atilio Borón, etcétera. En A. Borón (comp.), Nueva hegemonía mundial, Buenos Aires, Clacso, 2004, pp. 73–109; pp. 143–154.        [ Links ]

21  Perry Anderson, "El papel de las ideas en la construcción de alternativas", en Atilio Borón (comp.), Nueva hegemonía mundial, op. cit., p. 37.

22  Atilio Borón, "Hegemonía e imperialismo en el sistema internacional", en Atilio Borón (comp.), Nueva hegemonía mundial, op. cit., p. 152.

23  Francisco de Oliveira, "¿Hay vías abiertas para América Latina?", en Atilio Borón (comp.), Nueva hegemonía mundial, op. cit., p. 117.

24  Ibid., p. 118.

25  Perry Anderson, op. cit., pp. 44–46.

26 Si bien todos estos procesos y acontecimientos deben ser entendidos en su especificidad histórica, expresan experiencias de contrahegemonía en las que distintos sectores subalternos (campesinado, obreros, mineros, pequeña burguesía) participaron con diferentes prácticas políticas.

27  Hugo Fazio, "Reducción del papel del Estado: teoría y práctica", Revista Jurídica Arcis, núm. 3, Santiago, 2001, p. 32.        [ Links ]

28  Ibid., pp. 101–102; 185.

29  El presidente Lagos y su ministro de economía Nicolás Eyzaguirre son los políticos preferidos del empresariado chileno, con los que consideran que forman un equipo exitoso empresarios emprendedores y triunfadores con un Estado fuerte, bien conducido por un estadista que trasunta autoridad y liderazgo.

Electoralmente prefieren al socialista Lagos antes que a los candidatos de la derecha, ya que consideran que al ser socialista puede obtener un mejor consenso entre las clases subalternas. Apreciaciones tomadas de César Barros (comunicación personal), 2005.

30 Sergio Aguiló, diputado de la Concertación. Citado en Mirtha Lischetti, Carlos Méndez Contreras y Lucía Valladares, "El modelo neoliberal en Chile y en Argentina: esbozo comparativo", ponencia, V Congreso Argentino–Chileno de Intercambio Cultural, San Juan, Argentina, abril de 2003.        [ Links ]

31  Registro de campo, enero de 2005.

32  "Panorama Social de América Latina", CEPAL, 2004, http://www.cepal.org        [ Links ]

33  Ibid.

34  Juan Radrigán, "Globalización, dominación y sentido común neoliberal: la experiencia chilena", Revista Investigación y Crítica, núm. 4, Santiago, 2000.        [ Links ]

35  Registro de campo, enero de 2005.

36  Idem.

37  Idem.

38 La desigualdad es quizá uno de los sentimientos sociales de mayor capacidad destructiva: los individuos son por naturaleza diferentes, pero no por naturaleza desiguales. Esta última es percibida como arbitrariedad. El sentimiento de desigualdad se observa de manera diferente en las diversas agrupaciones humanas del país. Sentimientos de impotencia y denigración de trabajadores, que a pesar de su capacidad y conocimientos, no pueden solventar el gasto básico de sus hogares. Sentimientos de discriminación e iniquidad cuando se produce el encuentro, no fortuito por cierto, de la actividad exportadora más moderna del país con la pobreza. La modernidad ha ingresado combinada en Chile. La sociedad estamental convive con la sociedad moderna. Es una forma mixta, sincrética, propia quizás de país de Tercer Mundo. No es una sociedad homogéneamente moderna, en que la ciudadanía se ejerce en plenitud de derechos, en que las personas valen por su capacidad, en que hay oportunidades de movilidad y ascenso social. Por ello, la modernidad va acompañada de un sentimiento confuso de desigualdad, de aceptación del destino por parte de algunos y de frustración por parte de otros.

39 Manuel Tironi, Nueva pobreza urbana. Vivienda y capital social en Santiago de Chile, 1985–2001, Santiago, Ril Editores, 2003.        [ Links ]

40  Registro de Campo, enero de 2005.

41  Cfr. Sherry Ortner, "Geertz, subjetividad y conciencia posmoderna", Revista Etnografías Contemporáneas, Buenos Aires, UNSAM, 2005, pp. 25–54.        [ Links ]

42  Op. cit., p. 46.

43 Comuna Pedro Aguirre Cerda, ubicada en una zona periférica en torno al centro del conurbano metropolitano de Santiago de Chile. Junto con otras 25 comunas forma parte de dicha ciudad y actualmente cuenta con una población aproximada de 123 000 habitantes en una superficie de 9.2 km2.

A partir de 1991 adquiere la posición de Comuna, se designa su alcalde y se fijan los límites definitivos. Su creación implicó la fusión de los sectores de otras tres comunas (San Miguel, La Cisterna y Santiago Centro); la Comuna como tal se fue constituyendo a partir de las luchas y movimientos sociales que se organizaron en torno al problema de la vivienda, mismo que afecta a muchas de las provincias chilenas a partir de la década de 1930.

44  El concepto de clase social ha sufrido desde la década de 1970, en las ciencias sociales, una depreciación importante; esto, unido a las transformaciones históricas de las estructuraciones sociales, conduce a que en estos momentos se debata acerca de los contenidos de dicha categoría y respecto de la sustitución de la misma por otras herramientas analíticas (v.g., la izquierda retoma la importancia del concepto de ciudadanía a partir del declive de las nociones de clase y de pueblo, la derecha la reivindica al relacionar la inscripción del sujeto en el mercado). O sea, en este caso, los nuevos contenidos pueden tener que ver con el grado de participación ciudadana o con el grado de consumo. En estos momentos, para retomar el uso de la categoría de clase y los sucedáneos para calificar a cada una de éstas en los lugares relativos de la estructura, se requiere historizar lo acontecido en las últimas décadas y analizar el aquí y el ahora de la lucha de clases (siguiendo siempre en este caso a Thompson, tal como lo manifestamos en nuestros primeros párrafos).

45  Véase cita 13.

46 Daniel Cueva, María Fernanda Hughes y Mónica Tacca, "Aproximaciones teóricas al análisis etnográfico de la estructura de clases: prácticas sociales y políticas en sectores subalternos", ponencia, V Congreso Chileno de Antropología, San Felipe, Chile, noviembre de 2004, p. 9 (en prensa).        [ Links ]

47  Registro de campo, enero de 2005.

48  Los contratistas deben entregar un trabajo en un tiempo determinado, vencido el cual, comienza a cobrárseles una multa diaria, ante esta situación, presionan sobre los trabajadores aumentando los grados de explotación.

49 Registro de campo, enero de 2005.

50  Idem.

51  Idem.

52 Idem.

53  Idem.

54  Idem.

55  Idem.

56  Por ejemplo, con los procesos de ocupación de tierras y formación de las poblaciones.

57  Registro de campo, enero de 2005.

58 En la Comuna Pedro Aguirre Cerda hay 32 Juntas Vecinales, que desarrollan acciones sociales.

59  Registro de campo, enero de 2005.

60  Idem.

61  En un estudio reciente de la Universidad de Chile se afirma que las posibilidades de empleo y de salario para los profesionales están atravesadas por variables tales como el colegio donde se estudió, la comuna a la que se pertenece y el apellido que se porta. Este estudio está hecho con ex alumnos de la misma universidad que es por tradición la más diversa, una de las más heterogéneas y sus segmentos sociales están determinados por los rasgos de una universidad pública: http:www.portaldelpluralismo.cl (10 de mayo de 2004).

62  Registro de campo, enero de 2005.

63  Idem.

64  La Arcis es una de las universidades de prestigio en Santiago de Chile.

65  Registro de campo, enero de 2005.

66  Idem.

67  Boaventura de Souza Santos, "Los desafíos del Foro Social Mundial", Debates en el Foro Social Mundial, Colección Pensamientos, Buenos Aires, Instituto de Estudios y Formación CTA, 2005.        [ Links ]

68  Registro de campo, enero de 2005.

69  Idem.

70 En La Victoria, hay una radio interna, por la que se pasa cada 20 minutos La Internacional. Las paredes del barrio tienen pinturas alusivas a las luchas de clase, como producto de una actividad político–cultural, etcétera.

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