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Política y cultura

versão impressa ISSN 0188-7742

Polít. cult.  no.24 México Jan. 2005

 

Ilustración de las políticas neoliberales

 

Desigualdad y pobreza en Argentina en los noventa1

 

Marcelo Fabián Delfini*
Valentina Picchetti**

* Centro de Estudios e Investigaciones Laborales, Buenos Aires, Argentina.
Dirección electrónica: marcelodelfini@yahoo.es

** Centro de Estudios e Investigaciones Laborales, Buenos Aires, Argentina.
Dirección electrónica: valentinapicchetti@hotmail.com

 

Recepción del original: 05/01/04.
Recepción del artículo corregido: 31/08/05.

 

Resumen

Se analizan los efectos de la implantación de las políticas económicas neoliberales desde 1990 en Argentina sobre la distribución del ingreso y la pobreza, en un marco en que el crecimiento económico no provocó disminuciones sustantivas sobre las variables en estudio. Se emplea el concepto de "estancamiento dinámico" para analizar las variables propuestas, pues éste sí permite dar cuenta de las regulaciones vigentes durante la década en estudio.

Palabras clave: estancamiento dinámico, desocupación, pobreza, disciplinamiento, distribución del ingreso.

 

Abstract

This paper reviews the effects of the implementation of neoliberal economic policies in Argentina on income distribution and poverty since the year 1990, in a framework in which economic growth did not result in a significant reduction on the variables being analyzed. The notion of "dynamic slacking off" is used to analyze the variables being proposed, given that such notion does make it possible to detail the regulations that were in force during the decade being studied.

Keywords: dynamic slacking off, unemployment, poverty, disciplinary action, income distribution.

 

INTRODUCCIÓN

Las transformaciones estructurales producidas en Argentina desde mediados de la década de 1970 y llevadas al extremo durante la de 1990, generaron un proceso de empobrecimiento e incremento de las desigualdades sociales. Esto como efecto de las políticas llevadas a cabo por los diferentes gobiernos que se sucedieron, y articuladas con los organismos internacionales de crédito que actuaron como condicionantes de dichas políticas.

El discurso hegemónico, que se construyó a partir del predominio ideológico del neoliberalismo, puso énfasis en la importancia del crecimiento económico como factor crucial para reducir los desequilibrios sociales producidos por la aplicación de las políticas que este mismo discurso fomentaba. De esta manera, el crecimiento se convertía en la promesa de una cura milagrosa de la pobreza por dos motivos fundamentales: se suponía que llevaría a un aumento del empleo y al crecimiento de la productividad del trabajo, lo cual traería aparejada una elevación de los salarios.2 Se trata del tan mentado "efecto derrame". Éste tendría lugar a futuro y conduciría hacia la prosperidad a amplias franjas de la población que, hasta entonces, habían sufrido un proceso de empobrecimiento. Precisamente, la idea del crecimiento como único motor de la economía se asienta en las tradiciones más ortodoxas de la economía liberal y deja el mercado a su libre albedrío. En este sentido, se impone una lógica que presupone un tipo específico de crecimiento, es decir, una forma de incremento de las variables macroeconómicas que induciría indefectiblemente a una mejora de las variables sociales, en tanto que cualquier intromisión del Estado en el campo de la economía supondría un escollo para su normal desenvolvimiento.

Con una visión acotada de los resultados de este tipo de políticas, los organismos multilaterales aconsejaron y diagramaron la puesta en práctica de las políticas de ajuste, según las cuales el Estado debería actuar sólo en algunos sectores no productivos, dejando al sector productivo bajo el control de agentes privados, al tiempo que el mercado sería el encargado de asignar los recursos. Incluso en el marco de la aplicación de las recetas neoliberales, las desigualdades que la aplicación de las mismas provocaría serían beneficiosas para el conjunto de la economía, que tarde o temprano serían superadas por el desarrollo normal del mercado.

En este entramado discursivo, la visión que se tiene de la economía articula necesariamente el crecimiento económico con el incremento del empleo y la consecuente caída de los índices de pobreza y de indigencia. Como afirman Salama y Valier, para estos organismos "lo social no puede ser más que un derivado de lo económico".3 Sin embargo, la evolución económica de los últimos años parece poner en tela de juicio este axioma sobre el crecimiento. En este sentido y como se intenta mostrar en el presente trabajo, el crecimiento económico se dio de modo tal que no sólo impidió el efecto derrame, sino por el contrario, consolidó una distribución regresiva del ingreso y aumentó los índices de pobreza e indigencia. Junto a esto, en el periodo de consolidación de las reformas estructurales, es decir, a lo largo de la década de los noventa, se produjeron recurrentes crisis.

Debido a los rasgos presentados de la economía, se ha adoptado el concepto de "estancamiento dinámico" para referirse a esta etapa de la economía en Argentina. En el marco de este concepto se analizarán las variables económicas y sociales, la forma de articulación y el desenvolvimiento de las mismas desde 1990 hasta las últimas mediciones de 2003.

 

NEOLIBERALISMO Y ESTANCAMIENTO DINÁMICO4

El concepto de estancamiento dinámico remite a lo que en la actualidad aparece como amesetamiento económico, acompañado por tasas de crecimiento del producto. Así, este concepto permite dar cuenta de un crecimiento de la economía acompañado por el estancamiento en la creación de empleo. Mientras crecen las diferentes variables macroeconómicas, especialmente el producto de los distintos sectores de la economía, el empleo tiende a estancarse, lo cual implica, en primera instancia, un aumento en la productividad del trabajo.

A diferencia del concepto de crecimiento, el de estancamiento dinámico tiene como eje central la relación crecimiento-empleo. En este sentido, pese a registrarse un crecimiento de la economía, esto parece no ser suficiente para generar la cantidad de empleo necesaria para satisfacer su demanda. En el marco de la lógica de las teorías relacionadas con el liberalismo, el crecimiento del sector industrial produciría (sin aumento de mano de obra) un efecto de arrastre hacia el sector servicios que absorbería la mano de obra no empleada en el sector productor de bienes, pero también la creación de empleo podría generarse mediante el crecimiento extensivo del sector industrial.

La posibilidad de un crecimiento con empleo requiere que el primero sea de carácter extensivo, es decir, un crecimiento del producto vinculado al aumento del empleo. Una manera de mensurar esto es por medio del análisis de la relación entre el incremento del producto y la productividad del trabajo. De este modo, el crecimiento del producto debe ser mayor al crecimiento de la productividad del trabajo. En las antípodas del crecimiento extensivo se encuentra, lógicamente, el crecimiento intensivo producto de la expulsión de mano de obra, donde el crecimiento del producto es menor al de la productividad del trabajo. Al respecto, el estancamiento dinámico se relaciona con el crecimiento intensivo en tanto que este último se desarrolla en los diferentes sectores de la economía sin que ninguno pueda absorber la expulsión de la mano de obra que cada uno de ellos genera. Como afirma Hinkelammert, "si hay estancamiento dinámico en el sector productor de bienes, ello debería ser compensado con una ampliación en el sector de servicios, por lo tanto el sector terciario absorbería la fuerza de trabajo expulsada del otro sector".5

Cuando los diferentes sectores de la economía atraviesan al mismo tiempo una fase de estancamiento dinámico, se produce un incremento de la fuerza de trabajo expulsada y excluida del sistema productivo, es decir, desocupada y que interviene como ejército de reserva, induciendo al disciplinamiento de la mano de obra ocupada y a la baja de los salarios. Una de las consecuencias de este tipo de proceso es el incremento de la pobreza en los sectores que se encuentran incluidos en el mercado de trabajo. Al mismo tiempo y frente a tal panorama, el capital logra imponer condiciones de precariedad y pauperización a la fuerza de trabajo.

En la medida en que el estancamiento dinámico cobra un carácter estructural y recae sobre los diversos sectores, se registra una tendencia hacia el crecimiento de la informalización del trabajo y un aumento en la cantidad de trabajadores por cuenta propia. De este modo, parte de la desocupación producto del estancamiento dinámico de la economía queda oculta bajo el manto de la economía informal. Por tanto, en el contexto del estancamiento dinámico de la economía se produce una expulsión de mano de obra que, al incrementar la fuerza de trabajo desocupada, genera la pauperización de los sectores vinculados al trabajo. Por una parte, están los expulsados que no encuentran salida a su situación, por otra, aquellos que como trabajadores por cuenta propia disfrazan parte del desempleo y por último como correlato de estos procesos se produce el empobrecimiento de aquellos que pueden acceder a puestos de trabajo. Dentro de este último grupo encontramos a quienes trabajan en condiciones parcial o totalmente precarias y quienes, si bien gozan de los derechos correspondientes y garantías del trabajo estable, aceptan condiciones que suponen una mayor explotación.

De modo conjunto a este proceso se produce un fenómeno que vincula los aspectos relativos a las economías internas con el contexto internacional. En este sentido, la apertura de la economía y el ingreso de corto plazo de capitales financieros o también llamados "golondrinos" producen dos fenómenos, cuyos efectos se vinculan al desarrollo del estancamiento dinámico. El primero es el grado creciente de financiamiento en que entra la economía en su conjunto y particularmente las empresas; la dependencia del ingreso de capitales de la economía se manifiesta en los momentos en que éstos se estancan o se fugan, creando fuertes crisis.

La vinculación de las empresas al capital financiero provoca que su funcionamiento quede supeditado a esa forma de capital, creando una fuerte dependencia entre las diferentes formas de capital que influirá sobre el índice de empleo de las firmas.6 El segundo fenómeno está relacionado con el proceso de desindustrialización que, en gran parte, es consecuencia de la apertura económica y la falta de competitividad de las firmas nacionales que no permite mantener los índices de industrialización.7 Así, solamente evolucionan de manera favorable las firmas insertas en sectores con ventajas comparativas, que en el caso argentino son las agroindustriales o manufacturas de origen agropecuario, es decir, industrias con cadenas de valor para la generación de empleo particularmente cortas.

Argentina fue un ejemplo paradigmático en el seguimiento casi literal de las políticas sugeridas por los organismos internacionales de crédito, apoyadas por amplios sectores de la clase dominante. En este sentido, se llevaron adelante los procesos mencionados anteriormente de manera conjunta a la puesta en marcha de la privatización de empresas públicas, radicalizando de esta manera la desigual distribución del ingreso instaurada durante la última dictadura militar (1976-1983).

La articulación de los múltiples factores y su confluencia con el estancamiento dinámico provocaron características que acrecentaron las desigualdades ya existentes en todo sistema de clases. Vale también considerar los efectos de la crisis hiperinflacionaria de 1989 entre los que destacaron el disciplinamiento social y la valoración de la estabilidad monetaria como un bien en sí misma.8 Estos factores posibilitaron la radicalización de las reformas económicas demandadas por los organismos multilaterales de crédito, que impusieron una lógica perversa al proceso de reformas.

 

EL DESARROLLO DEL ESTANCAMIENTO DINÁMICO EN ARGENTINA ENTRE LAS CRISIS

Una primera mirada sobre lo acontecido durante la década de los noventa y la posterior devaluación muestra algunos datos relevantes a tener en cuenta. En este sentido, debe señalarse que durante el periodo de análisis tuvieron lugar diferentes tipos de crisis como, por ejemplo, la de 1995 cuyo desencadenante fue la crisis mexicana que recayó sobre el conjunto de la región y se conoció en los medios de comunicación como el "efecto tequila". La fuga de capitales y la elevada financiación de la economía posibilitó ajustes en las empresas que se tradujeron en un incremento de los índices de desocupación, sumado a una nueva dinámica de las relaciones laborales signada por la flexibilización de las normas laborales que colaboraron para que aquellos ajustes fueran posibles.

Por su parte, la crisis recesiva que comienza en 1998, como efecto de la crisis asiática y la posterior devaluación de la moneda brasileña, culminará en otra crisis de características diferentes a la de 1995, a saber: la devaluación de la moneda producida a principios de 2002 que agudizó el derrumbe de la economía y con ello el deterioro de las variables sociales. La crisis iniciada en 1998 tuvo como eje central el sofocamiento de la economía provocado por el modelo de la convertibilidad y el endeudamiento producido necesariamente para mantener la paridad cambiaria (un peso igual a un dólar estadounidense). En este punto se evidenciaron divergencias entre los distintos sectores dominantes frente a la salida de la crisis. Los más beneficiados (el financiero y el de las empresas privatizadas) propusieron una salida por medio del ajuste permanente extendido en el tiempo, con la caída del salario nominal y una disminución del gasto del Estado para poder hacer frente al pago de los intereses generados por la deuda, cuya manifestación final sería la dolarización que condujo a una crisis de muy largo plazo. Otros sectores vinculados a la industria y a las exportaciones, por el contrario, intentaron la salida de la convertibilidad por medio de la devaluación, induciendo por este medio una crisis más corta y a la vez una caída más rápida del salario, que en el marco de la brutal desocupación formaría un nuevo piso, es decir, un reajuste salarial a la baja.

Lo que estuvo en juego entre estos dos sectores en pugna fue quién pagaría el mayor costo de la crisis, los precios relativos que se establecerían y la duración de la crisis. Ambas posturas tuvieron como punto de encuentro la necesidad de la baja del salario para poder sostener la distribución regresiva del ingreso. Como se afirma en un documento de la Central de Trabajadores Argentinos:9 "La pugna remitía, en realidad, a cuál sería, en las nuevas condiciones internas e internacionales, la fracción que reestructuraría a su favor el proceso de acumulación sin alterar la matriz distributiva básica, es decir, sin modificar el sistema regulatorio de reproducción social".10

La devaluación producida a principios de 2002 marcó el triunfo de los sectores vinculados a los grupos económicos con fuerte inserción exportadora pero, al mismo tiempo y como resultado de ello, los sectores dominantes mantuvieron una disputa que favoreció el desarrollo de la crisis. Esto en la medida en que una de las fracciones buscó recomponer las condiciones de rentabilidad obtenidas durante la década de 1990 y otra mantener altas tasas de cambio para favorecer sus ingresos aplacando los incrementos salariales. Ejemplo de esto fue el recurrente pedido de aumentos de tarifas de las empresas de servicios privatizadas y el incremento del superávit para pagar deuda. Por su parte, la fracción vinculada al sector exportador luchó por bajar las retenciones o modificar el tipo de cambio para así aumentar sus altas ganancias. Esta puja se sostuvo en la medida en que no se modificaron las bases de sustentación del sistema sobre los cuales se montó el régimen de acumulación. Por tanto, la desarticulación de la clase dominante impactó sobre el conjunto de la sociedad prolongando la crisis que afectó a amplios sectores sociales. Y en la medida en que se prolongó la puja distributiva entre estos sectores, quedó intacta la estructura del modelo de la economía de los noventa. En consecuencia, ninguna de las alternativas dominantes intentó modificar las condiciones de los trabajadores, al tiempo que la crisis recayó sobre estos sectores.

Al analizar algunas de las variables del periodo 1991-2003, podemos observar ciertos elementos que se encuentran en el marco del estancamiento dinámico y el comportamiento de las variables durante los periodos de crisis. Al respecto, como se muestra en el cuadro 1, se observan diferentes etapas en el proceso iniciado en 1991, donde el crecimiento de la economía desde 1991 a 1994 se produjo sin interrupciones luego de años anteriores de crisis y de estancamiento, llegando a 19 puntos porcentuales el incremento del pib entre estos años. Por su parte, la Población Económicamente Activa (PEA) no crece en la misma medida, igual ocurre con el empleo y los salarios. Al mismo tiempo, la desocupación supera en 1994 la barrera de los dos dígitos, ubicándose en 13.1%. Este incremento de la desocupación lleva a un aumento de la productividad por ocupado, lo que hace que cada vez más trabajadores sean expulsados del mercado de trabajo.

CUADRO 1. PIB a precios de mercado 1993, evolución del PIB, la PEA,
el empleo, la tasa de desocupación, la población desocupada
y el salario promedio real (base 1993).
11

 

La crisis mexicana tuvo consecuencias de gran envergadura para la economía argentina, que se encontraba fuertemente expuesta a los movimientos de los capitales financieros. Así, se ve que de 1994 a 1995 se produce un incremento de la desocupación del orden del 5% y una caída del salario real cercana a 9 puntos porcentuales. Esto pone de manifiesto el costo que tuvo para los trabajadores el "efecto tequila". Al respecto, no se puede pasar por alto que la cantidad total de trabajadores desocupados fue de 2 165 000 en ese año.

Una vez superada esta crisis, entre los años 1995 y 1998 se produjo un crecimiento de la economía que en el último año alcanzó la cresta. Sin embargo, esto no se manifiesta claramente en las variables ocupacionales, ya que el desempleo se mantuvo en el orden del 13%, y menos aún logran recuperarse los salarios que siguieron en los rangos de la crisis. Así se evidenció claramente el carácter disciplinador del desempleo sobre los asalariados, dado que permitió inducir a los empleadores a mantener bajos los salarios mientras aumentaban sus ingresos.

La gráfica 1 muestra el desenvolvimiento del sector industrial durante la década y el proceso desarrollado luego de la devaluación. De esta manera, se observa el crecimiento del producto industrial hasta 1995.Ese año cae 7 puntos porcentuales, pero tomando desde 1993 a 1998, se ve que mientras la productividad por obrero creció 35%, el producto lo hizo muy por debajo, a la vez que el desarrollo de la ocupación comenzó a derrumbarse desde la crisis mexicana, en tanto los salarios evidenciaron un fuerte retroceso desde la crisis asiática. A partir de la articulación de estos elementos, se infiere una clara tendencia a la sobrexplotación de la mano de obra ocupada, ya que en la medida en que aumenta la productividad del trabajo, ésta se lleva adelante por medio de la expulsión de mano de obra que, sin lugar a dudas, tendrá efectos sobre la fuerza de trabajo ocupada.

 

A partir de la salida de la convertibilidad y a medida en que se dejó atrás la depresión económica, esto favorecido con el tipo de cambio, la industria manufacturera mostró signos de desarrollo que no redundaron en más empleo y mejores salarios, pues estos últimos cayeron y la productividad del trabajo creció por encima del producto. Todo esto pone de relieve el carácter regresivo de las reformas implementadas durante los noventa y la incapacidad de la política actual para hacer frente a la sobrexplotación de los trabajadores, imposibilitando así la configuración de una matriz distributiva más equitativa e imponiendo un nuevo piso al salario, que redundará sobre la regresividad del ingreso entre los sectores asalariados.

Así, al mostrar el desenvolvimiento industrial se puso de manifiesto el carácter del estancamiento dinámico de la economía argentina, ya que mientras este sector aumentó la productividad del trabajo con una fuerte expulsión de mano de obra, el resto de los sectores no la incorporaba, induciendo a una caída de los salarios en términos nominales durante el periodo de la convertibilidad y la imposibilidad de recuperarse luego de la crisis y devaluación del 2002.

 

DISTRIBUCIÓN DEL INGRESO Y POBREZA EN UN CONTEXTO DE TRANSFORMACIONES

Se sabe que Argentina, en el contexto de América Latina, ocupó un lugar preferencial en cuanto a la distribución del ingreso, siendo hasta 1975 uno de los países más equitativos de la región y aun cuando la matriz de distribución no se correspondía con los países más desarrollados; tampoco se encontraba lejos de éstos. La irrupción de la última dictadura militar modificó el régimen de acumulación basado en la industrialización sustitutiva e impuso un régimen sustentado en la valorización financiera12 que marcó el cambio y la transformación de la matriz de distribución del ingreso, impresa por la industrialización sustitutiva de importaciones.

En el marco del desarrollo de las políticas de ajuste propuestas por los organismos internacionales, se intentó ante los efectos provocados por estas mismas, desarrollar políticas sobre los sectores de mayor vulnerabilidad. De esta forma, el Banco Mundial propuso que los préstamos que otorgaba tuvieran como destinatarios a quienes se encontraran en pobreza extrema, es decir, quienes no llegaran a cubrir las necesidades alimenticias básicas.

Por su parte, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Comercio y el Desarrollo (CNUCED), sugiere considerar la participación en los ingresos del 40% de los más pobres, 20% de los más ricos y el 40% restante clasificándolos como clases medias. De esta forma se obtienen cinco grupos diferentes de países. El primero está compuesto por los países con mayor desigualdad, donde 20% de los más ricos se benefician con 60% de la riqueza, las clases medias con 30% y las bajas con 10%. En los grupos de países con una matriz distributiva intermedia se encuentran aquellos donde el 20% más rico se queda con 50 a 60% de la riqueza, en tanto que los sectores medios y pobres se quedan con 40 o 50% de la riqueza generada. Otro grupo de países es el de aquellos donde la distribución del ingreso es más equitativa y en los cuales el 20% más rico se apodera del 40% de la riqueza, las clases medias de otro 40% y el estrato más bajo del 20%.

El derrotero seguido por Argentina en relación con la clasificación recién expuesta muestra el proceso de conversión de un país cercano al más equitativo de los grupos en 1974 -donde el estrato más bajo recibía 17.5% de la riqueza y el más alto el 43%- a uno ubicado en el extremo opuesto. Al respecto y como se muestra en el cuadro 2, la década de los noventa marca una regresión distributiva, con una creciente y paulatina concentración en los estratos altos. Precisamente, en el cuadro de referencia queda expuesto el efecto regresivo de las políticas económicas de ajuste y las crisis que en el marco de éstas se producen. Así, mientras crece la economía en el periodo 1991-1994, el estrato más bajo ve caer su participación en los ingresos, que se acentúa luego de la "crisis del efecto tequila", periodo en el cual estos sectores pierden 1.3% de su participación, y sigue cayendo luego de la devaluación, acercándose a la clasificación de países con mayor inequidad en la distribución del ingreso.

Otro de los elementos que surgen respecto a la distribución del ingreso y el carácter regresivo del mismo, es la diferencia cada vez mayor entre el decil más rico y el decil más pobre de la población. En este sentido, el ingreso del que se apodera el 10% más rico va aumentando a lo largo del proceso analizado, llevando al extremo dicha separación del índice más bajo en los momentos de crisis como puede observarse en el cuadro de referencia. Entre 1991 y 1994 esa brecha es de 17 veces mientras que, luego de la crisis mexicana, aumenta paulatinamente hasta el último año de la convertibilidad. Con la devaluación llega a 33 veces, y logra recuperarse en 2003, aunque sigue muy lejos del año más bajo de la serie, y más todavía de la brecha de 1974, que llegaba a separar el ingreso entre los extremos 12 veces.13

De esta forma y a medida que se amplía la separación entre los extremos, ricos y pobres, también se incrementan los índices de pobreza y la gravedad de la misma, originada en la matriz distributiva, que genera un proceso de estancamiento dinámico en donde la pauperización de amplios sectores es funcional a los intereses del capital, recurriendo a la posibilidad que le brinda una alta desocupación, conjuntamente con ingresos bajos. Cuando comienza a analizarse la evolución de las condiciones de vida, y más concretamente de la pobreza, se observa la creciente ineficacia de las políticas de crecimiento para disminuir la pobreza y la extrema pobreza. En ese marco, las crisis tienen efectos devastadores sobre las poblaciones más vulnerables.

El cuadro 3 muestra la evolución de la pobreza en los últimos años en Argentina. Al respecto se puede ver cómo, en un primer momento, luego de la salida de la crisis de la hiperinflación se produce una caída en los índices de extrema pobreza y pobreza, misma que se da a partir del crecimiento económico de los primeros años de la convertibilidad. A pesar de esto, la brecha de pobreza14 que indica en términos porcentuales cuán alejada se encuentra una familia del umbral de la pobreza, no baja en los índices que sí lo hace la pobreza. Con la crisis de 1995 esta brecha se amplia, como lo hacen la extrema pobreza y la pobreza, no volviendo a los grados anteriores a la crisis a pesar del fuerte crecimiento experimentado por la economía desde 1996 a 1998.

Siguiendo con el análisis del cuadro 3, se observa la multiplicación de la pobreza y el crecimiento de la desigualdad entre los pobres. De esta forma y en el marco de una caída importante en los índices de la pobreza que llega a 2 puntos porcentuales entre 1991 y 1993, aunque comienza a subir antes de la crisis de 1995, con posterioridad a ésta se eleva hasta el último año de la convertibilidad, desarrollándose un salto importante con la devaluación. En este mismo orden se ve cómo se produce una incipiente desigualdad entre los ingresos de los pobres, que no llegaron a lo largo de la década a alcanzar los índices de 1992. Esto reafirma lo que se viene sosteniendo en cuanto al contenido político de las crisis, ya que las mismas fijan nuevos umbrales en las condiciones de ingreso y en los índices de pobreza. Este contenido político de las crisis radica en la imposición de nuevos pisos para la pobreza y en el carácter disciplinador que tendrían éstas para el conjunto de la sociedad en la medida en que logran imponer hacia adelante las características de la acumulación. Al respecto, las crisis aparecen como la base sobre la cual se imponen los condicionamientos de los sectores dominantes sobre el resto de la sociedad y favorecen la perpetuación de la dominación. Cada una de las crisis lleva consigo la particularidad de disciplinar a amplios sectores y producir una transferencia de ingresos desde los sectores más vulnerables hacia los de mayores ingresos. Por este motivo, las crisis son de estructuración política, ya que los sectores más desfavorecidos son los que terminan por asumir los costos de las mismas mientras que el resto de los sectores dominantes mantiene sus beneficios.15 Es decir, el costo de las políticas de ajuste, primero, y la devaluación después, recayó con mayor peso sobre los sectores pobres de la sociedad, a la vez que generaban un incipiente proceso de pauperización de sectores medios, antes integrados. Precisamente el incremento de la pobreza, como se sabe, es explicado por la incorporación de esos sectores, pero también por el incremento de la pobreza de los sectores asalariados, que vieron caer sus salarios a lo largo de la década en términos nominales y con la devaluación en términos reales.

Esto se puede apreciar en el momento de analizar los datos censales de 1991 y 2001, periodo en el que dominó el neoliberalismo, donde se pone de manifiesto lo que se denomina pobreza estructural y que son aquellas personas con Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI).16 Al respecto, tomando como referencia el total del país, la población en hogares con NBI, pasa del 19.9% en 1991 al 17.7% en 2001. A pesar de la caída experimentada, el índice de población con carencias alcanza a 6 343 589 personas. La mejoría en la situación de las NBI, que mide el deterioro en el largo plazo, se contrapone con el crecimiento en los índices de pobreza que se dan en el periodo analizado. En este sentido, las crisis recurrentes habrían llevado a la pobreza a un número cada vez mayor de sectores medios y asalariados. Al respecto, mientras la población con nbi disminuye, la población con ingresos por de bajo de la línea de pobreza se incrementa, mostrando que el aumento o la continuación de la pobreza no se desarrolla solamente en los sectores más vulnerables, sino que se incorporan sectores medios o asalariados, a los que se les denomina en Argentina "nuevos pobres",17 integrados por aquellas personas que si bien tienen cubiertas las necesidad básicas, no llegan a cubrir, con sus ingresos, la canasta básica de alimentos. Precisamente, por medio de la medición por la línea de pobreza se observa que los hogares, aunque cuentan con una vivienda decorosa y acceso a servicios, ya no pueden satisfacer adecuadamente sus necesidades debido a la baja de sus ingresos. La baja en la población con nbi muestra la envergadura que asume la pobreza por ingresos, que como fue dicho, en el 2001 llegó al 32%, mostrándose de esta forma la caída experimentada por los sectores asalariados y medios de la sociedad.

En el marco del incremento que se desarrolla de la pobreza entre los obreros, no puede soslayarse un elemento que ha cobrado importancia en los últimos años, la vinculación con la precarización del trabajo, que hace posible el aumento de la pobreza en su interior. Al respecto, la informalidad que adquiere la relación empleador-obrero es posible por la sanción de múltiples leyes, que posibilitaron la flexibilidad de las condiciones de empleo y con ello la precarización de los mismos.

Como muestra el cuadro 4, la sanción de las leyes sobre flexibilidad y la falta de controles hizo posible el crecimiento del trabajo no registrado.

 

Luego de la crisis de 1995 se observa el incremento experimentado por esta forma de trabajo, que aumenta 8 puntos porcentuales hasta el 2002 y llega al 45% en 2003. Esto posibilitó la caída de los sueldos entre los asalariados precarizados al alejarlos cada vez más del ingreso de los trabajadores con contratos por tiempo indeterminado; de esta forma la brecha fue en aumento a lo largo del periodo bajo análisis y con ello el incremento de la pobreza entre la población ocupada.

A pesar de que las leyes de empleo han generado un mayor índice de desempleo y con ello una caída en los salarios, el Banco Mundial sigue estableciendo como punto nodal del desempleo en Argentina la rigidez que presenta en mercado laboral, y propone al respecto flexibilizar aún más las condiciones laborales para favorecer la contratación por parte de las empresas.18

Por tanto, con el principio de la introducción de las reformas estructurales y la aplicación de las recetas de los organismos multilaterales de crédito sustentadas en el crecimiento de la economía, se posibilitó una baja en los índices de pobreza, pero el punto de partida había sido precisamente la década perdida. En este sentido, pronto se vieron los límites de la introducción de esas reformas y cuando se produjo la primera crisis ésta derivó en un proceso de crecimiento de la pobreza, primero a partir del crecimiento de la desocupación y posteriormente por medio de la caída de los salarios, posibilitado por un lado por el disciplinamiento que produjo la desocupación sobre aquellos que quedaban en el mercado de trabajo, y en segunda instancia por la posibilidad otorgada por las leyes y normas precarizadoras que indujeron a incrementar los márgenes de informalización entre empleador y empleado.

Esto implica que se desarrollaron las condiciones de posibilidad para que se produjera un incremento de la pobreza por diferentes líneas, pues la aplicación de las recetas sugeridas por la ortodoxia liberal conducía al estancamiento dinámico de la economía, favoreciendo todo este proceso.

 

CONCLUSIONES

En este trabajo se intentó mostrar cómo a partir de la puesta en práctica de políticas económicas neoliberales aplicadas durante la década de 1990, en articulación con los organismos de crédito internacionales y en el marco general de una economía que si bien da muestras de crecimiento en algunos periodos, éste no va acompañado por el aumento en los índices de empleo, sino por el contrario, por una multiplicación del desempleo y de la precarización laboral. Es decir, en un contexto de estancamiento dinámico de la economía, las desigualdades sociales tienden a agudizarse y la problemática de la pobreza comienza a afectar incluso a aquellos que están insertos en los procesos productivos por la tendencia a la baja de los salarios nominales y reales como producto de las propias características de ese tipo de crecimiento y de las políticas adoptadas de cara a las crisis sucesivas que debió enfrentar Argentina.

El modelo de crecimiento, con la matriz distributiva que lo sustenta, tiende a generar nuevas problemáticas sociales que involucran a diferentes actores y sujetos sociales. De esta manera, las crisis que atravesó la economía argentina tuvieron diferentes manifestaciones sociales y políticas. Al respecto, la primera de las crisis, en 1995, y la agudización de la misma desde 1998, tuvo como consecuencia el desarrollo de los movimientos de desocupados,19 que si bien ya habían aparecido, sobre todo en el interior del país, en Buenos Aires comenzaron a adquirir mayor relevancia. Precisamente, el "movimiento piquetero"20 representa una expresión de protesta y desacuerdo frente a las políticas desarrolladas durante la década de los noventa y pone en escena las consecuencias de la economía neoliberal, en la medida en que la desocupación se convierte en condición permanente que da paso a las formas de socialización que, a su vez, llevan a la construcción de nuevos sujetos sociales. El movimiento piquetero por su parte evidenció la amplitud, el carácter estructural y los efectos sociales de la desocupación.

La importancia que adquiere la desocupación como forma en que se manifiestan las crisis, reduce la posibilidad de conflictos por incrementos salariales, ya que por la magnitud y la prolongación que adquiere, actúa como factor de control sobre los asalariados a la vez que contribuye a aceptar condiciones de trabajo totalmente precarias.

De esta manera, mientras la economía crecía luego de la crisis mexicana, el "efecto derrame" proclamado por la ortodoxia liberal seguía sin producirse, lo que develaba el carácter del proceso de acumulación, es decir, que el incremento de las ganancias de los que más tenían no implicaba de ninguna manera su redistribución.

La crisis desatada por la devaluación aumentó el deterioro de las condiciones de vida de amplios sectores e incrementó los índices de pobreza, como se vio anteriormente. En el caso de esta crisis surgieron los movimientos que reclamaban mejoras salariales para los trabajadores sólo cuando la economía empezaba a dar signos de reactivación. Si en el primer momento de la crisis de 2001-2002, los movimientos de desocupados eran los protagonistas de la conflictividad social, paulatinamente resurgieron las protestas y luchas por reivindicaciones salariales dada la pérdida en el salario real que significó la devaluación y el proceso inflacionario para los trabajadores.

Sin embargo, y considerando los incrementos salariales otorgados por el Gobierno Nacional en el último año, esto no alcanzó para revertir la situación de los asalariados; muchos de ellos, por encontrarse en situaciones precarias de inserción laboral, no vieron incrementados sus salarios de la manera que lo consiguieron los asalariados registrados. El incremento del empleo no registrado amplió la brecha entre los propios trabajadores e incrementó los índices de pobreza, heterogeneizando a sectores del trabajo.

Así, las políticas de crédito de los organismos internacionales apostaron a paliar los efectos que ellas mismas producían. Al respecto, es preciso considerar que tales políticas son paliativos que tienden a ser focalizados y orientados hacia lo que estos organismos consideran poblaciones en riesgo, sin tener en cuenta acciones inclusivas, dejando librada a su suerte a gran parte de la población. Precisamente, las políticas sugeridas por los organismos internacionales se centralizan en considerar la situación de los sectores más empobrecidos, pero no tienen en cuenta a los "nuevos pobres", cuya permanencia en esa condición los podrá convertir en pobres estructurales.

Es en este sentido que resulta pertinente plantear en este último apartado que la inclusión de los sectores sociales más afectados por las crisis y las políticas económicas adoptadas se ha convertido en un punto clave para poder repensar la democracia en Argentina. Se pone en evidencia que luego de la crisis hiperinflacionaria, la estabilidad económica se impuso como un valor social central, dejando de lado cuestiones básicas que atañen a la vida democrática como, por ejemplo, la igualdad. Una pregunta ineludible en la actualidad es cómo procesar la democracia en el marco de un modelo de crecimiento económico que multiplica las desigualdades sociales.

 

 1 El presente estudio se inserta en el marco de la investigación: Fragmentación del mundo del trabajo, identidad y acción colectiva, que se realiza en el Centro de Estudios e Investigaciones Laborales del CONICET, bajo la dirección del Mg. Osvaldo Battistini. Regresar

2 S. Edwars, Crisis and reform in Latin América, from despair to hope, Banco Mundial, Oxford University Press, 1995.         [ Links ]Regresar

3  Pierre Salama y Jacques Valier, Neoliberalismo, pobrezas y desigualdades en el tercer mundo, Buenos Aires, Ciepp, 1994.         [ Links ]Regresar

4  Para desarrollar el concepto de estancamiento dinámico, seguimos al economista y filósofo alemán Franz Hinkelammert. Este concepto aparece claramente explicado en su artículo "Estancamiento dinámico y exclusión en la economía mundial", Herramienta. Revista de debate y crítica marxista, núm. 22, otoño, Buenos Aires, 2003.         [ Links ]Regresar

5 Franz Hinkelammert, op. cit., p. 47. Regresar

6  Francois Chesnais, La mundialización financiera, génesis costos y desafíos, Buenos Aires, Losada, 2001.         [ Links ]Regresar

7  Debe tenerse en cuenta que el funcionamiento de la convertibilidad en Argentina, complicó la problemática de la competitividad, ya que el tipo de cambio fijo creaba un encorsetamiento en la economía. Regresar

8 "El fetichismo de la estabilidad [por oposición al caos hiperinflacionario] (la estabilidad como sobrada prueba de eficiencia) subsumía (o parecía subsumir) cualquier intento de creación de política autónoma y crítica, postulándose como el límite último del que había que cuidarse ante el abismo de lo indecible y lo desconocido. La estabilidad (definida por los organismos internacionales de crédito y financiamiento) era la premisa fundamental de la nueva democracia apellidada gobernable: la naturalización de la catástrofe y los lenguajes, la normalización de la violencia". M. Busso y M.A. Drolas, "De cómo pensar la democracia en la Argentina: sobre las palabras y las cosas", en O. Battistini (comp.), La atmósfera incandescente. Escritos políticos sobre la Argentina movilizada, Buenos Aires, Trabajo y Sociedad, 2002, p. 43.         [ Links ]Regresar

9 La Central de Trabajadores Argentinos (CTA) se fundó en la década de 1990 como un intento de construcción de un sindicalismo autónomo y en oposición a la histórica Confederación General del Trabajo (CGT) en aquel momento alineada con el gobierno de Menem. Regresar

10 CTA, El desmantelamiento del modelo neoliberal y la construcción de una alternativa. Un examen en base a la presente coyuntura, julio, Buenos Aires, 2003, p. 3.         [ Links ]Regresar

11 Para empleo, actividad y pobreza, se toman las mediciones que realiza el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) en mayo. Regresar

12 Eduardo Basualdo, Concentración y centralización del capital en Argentina durante la década del noventa, Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 2000.         [ Links ]Regresar

13 Para observar la distribución del ingreso y el grado de desigualdad se utiliza el coeficiente de Gini, que permite establecer la desigualdad existente. Este coeficiente varía de 0 -absoluta igualdad- a 1 -fuerte concentración del ingreso-. Para los años analizados en este trabajo, el coeficiente con oscilaciones va de 0.422 en mayo de 1992 a 0.528 en octubre de 2002. Regresar

14 La brecha de pobreza es un indicador construido por el INDEC en relación con los hogares. Los indicadores H1 y H2 que se presentan en el cuadro hacen referencia a la pobreza respecto de las personas, siendo el primero el que mide la magnitud de la pobreza, es decir, la distancia entre la línea de la pobreza y los ingresos de los pobres, en tanto el indicador H2 refiere a la distribución de la pobreza entre los pobres. Estos indicadores son conocidos también como FGT (Foster, Greer, Thorbecke); en este sentido se utilizan los términos de Salama, op. cit., quien usa la línea de pobreza medida por los ingresos económicos. Regresar

15 Ejemplo de una notable transferencia de ingresos del conjunto de la sociedad hacia los sectores de mayores ingresos y a la clase dominante, fue la pesificación asimétrica decretada en 2002 por parte del gobierno de Eduardo Duhalde. Ésta consistía en que al pesificarse las deudas a un peso por dólar y los depósitos a 1.4 pesos por dólar, el Estado debía hacerse cargo de la diferencia existente entre los depósitos y las deudas. Para las 200 principales empresas el costo de la pesificación llegó a 4 780 millones de pesos, a la vez que este conjunto de empresas fue de las más beneficiadas por la economía de la década de 1990 y otras por la devaluación. Para más detalle de la pesificación asimétrica véase Delfini e Ingrassia "La lógica perversa de la economía argentina: la socialización de deudas de la élite económica", I Congreso Nacional de Sociología, Buenos Aires, Facultad de Ciencias Sociales, 2002.         [ Links ]Regresar

16  Los hogares con Necesidades Básicas Insatisfechas son aquellos que presentan al menos uno de los siguientes indicadores de privación: 1. Hacinamiento: hogares que tuvieran más de tres personas por cuarto; 2. Vivienda: hogares que habitaran en una vivienda de tipo inconveniente (pieza de inquilinato, vivienda precaria u otro tipo); 3. Condiciones sanitarias: hogares que no tuvieran ningún tipo de retrete; 4. Asistencia escolar: hogares que tuvieran algún niño en edad escolar que no asista a la escuela; 5. Capacidad de subsistencia: hogares que tuvieran cuatro o más personas por miembro ocupado y, además, cuyo jefe tuviera poca educación. Regresar

17 Para un tratamiento más específico de la problemática de los nuevos pobres véase Alberto Minujín, Cuesta abajo. Los nuevos pobres: efecto de la crisis en la sociedad argentina, Buenos Aires, Unicef/Losada, 1992.         [ Links ]Regresar

18 Véase Banco Mundial: Argentina-crisis y pobreza 2003. Informe de evaluación de pobreza, Informe núm. 26127-Ar., Buenos Aires, julio de 2003.         [ Links ]Regresar

19 No puede atribuírsele a un solo factor la emergencia y el desarrollo del movimiento de desocupados, ya que intervienen distintos elementos que se articulan para su concreción, aunque sí puede actuar como elemento objetivo que sustenta las condiciones de posibilidad de su emergencia. Regresar

20 Con este nombre se conoce también a los movimientos de desocupados, puesto que su principal herramienta de lucha es el corte de carreteras y calles, alzando barricadas o "piquetes". Regresar

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