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Política y cultura

Print version ISSN 0188-7742

Polít. cult.  n.22 México Jan. 2004

 

La socioeconómica

 

Pobreza y estigma en una villa miseria argentina

 

María Eugenia Crovara*


*Universidad de Buenos Aires, Argentina
mecrovara@ciudad.com.ar


Recepción de original: 26/12/03
Recepción de artículo corregido: 28/06/04

 

Resumen

Se busca responder al interrogante de cómo se conjugan los términos de la ecuación pobreza/estigma en relación con los efectos que la mirada del "otro" produce en la vida cotidiana de los habitantes de una villa miseria argentina: Villa Corina, durante la década de los noventa del siglo pasado. La ciudad se concibe como un entramado de espacios, relaciones e imaginarios, por lo que estudiarla requiere tener en cuenta el significado social de los barrios, las relaciones entre status y prestigio, y el lugar donde se vive. La villa miseria es un fenómeno habitacional urbano, por lo que sus valoraciones son también motivo de este trabajo.

Palabras clave: pobreza, estigma, villa miseria, Argentina, barrio.


Abstract

An answer is sought to how the terms of the poverty/stigma equation come together in connection with the effects that the perception by "others" has on the veryday lives of the inhabitants of the Argentine villa miseria of Villa Corina during the 1990s. The city is conceived as a fabric of spaces, relations, and imaginaria, and so studying it requires taking into account the social meaning of neighborhoods, the relations between status and prestige, and the place where one lives. The villa miseria is a phenomenon of urban living, and so its perceptions are also covered by this paper.

Keywords: poverty, stigma, villa miseria, Argentina, neighborhood.

 

INTRODUCCIÓN

De qué se trata...

El tema de este trabajo surgió a partir de los datos revelados en una investigación mayor,1 y se instaló como pregunta, por lo que los resultados que se presentan en este artículo responden al siguiente interrogante: ¿cómo se conjugan los términos de la ecuación pobreza/estigma en relación con los efectos que la mirada "del otro" produce en la vida cotidiana de los habitantes de una villa miseria? Se abordó este tema a través de un caso empírico puntual, la población de Villa Corina, enmarcado en un tiempo histórico preciso: la década de los noventa. Tener en cuenta como parte fundamental de este trabajo el contexto general significa señalar que entendemos la villa, el referente empírico, no como un bastión actual de los viejos lugares exóticos en donde se desarrolló en sus inicios la antropología. Tampoco se entiende como un gueto enclavado dentro de una ciudad. Siguiendo el mismo razonamiento, tampoco puede entenderse a la ciudad como una realidad aislada y circunscrita en sus propios muros.2 Consideramos a la ciudad un entramado de espacios, relaciones e imaginarios, por lo que realizar un análisis antropológico de un sector de la misma requiere tener en cuenta el significado social de los barrios, las relaciones entre status y prestigio y el lugar donde se vive,3 propuesta que podría ser resumida en pensar la ciudad como ideología. La villa miseria es un fenómeno habitacional urbano, y como tal, debe entenderse como parte de la ciudad. Las adjetivaciones y valoraciones que se pongan sobre ella son, en parte, motivo de este trabajo.

Como hipótesis de trabajo, partimos del supuesto que plantea que la habitación en un espacio físico y social socialmente desprestigiado como la villa miseria, produce una estigmatización que ancla en la situación de pobreza de los villeros y la refuerza, transformando la diferencia4 en desigualdad.

Contexto

Durante la última década, los cambios producidos en la economía argentina tuvieron consecuencias en todo el mapa de la sociedad. Modificaron las estructuras del país, y desde allí extendieron su impacto hasta cada uno de sus habitantes. El gobierno menemista5 se inició en el año 1989 y se instaló con un programa económico de neto contenido neoliberal con el que buscaba salir de la industrialización sustitutiva. Las metas que se propuso concretar a corto plazo fueron: a) la privatización de los servicios públicos, b) la liberalización de la economía mediante la desregulación de mercados, y c) la eliminación del déficit fiscal. Estas metas fueron planteadas como prioridades para la reversión de la crisis estructural que aquejaba al país.

La liberación de la economía trajo como consecuencia un replanteamiento de la intervención del Estado en la sociedad. Esta redefinición del papel del Estado se tradujo en un incremento de las desigualdades sociales, a la vez que favoreció la tendencia a la concentración económica. La privatización y la desregulación desmontaron al Estado intervencionista y productor. La flexibilidad laboral produjo desempleo y temor al desempleo, y las políticas centradas en la pobreza revirtieron las políticas universalistas implantadas en la etapa anterior.

El área metropolitana de Buenos Aires (especialmente el sur del conurbado bonaerense)6 es una de las regiones que con una clara intervención de lo privado fue objeto de una metamorfosis que la afectó profundamente en la distribución de los recursos urbanos. La modernización de esta metrópoli contribuyó a fragmentar una sociedad antaño incluyente, que se materializó con la inversión en unas pocas zonas y con el abandono de muchas otras. Dentro de este último grupo podemos incluir a las villas miseria.

Esta fragmentación trajo consigo nuevas formas de habitar la ciudad. El derecho al espacio urbano reclamado por los sectores populares quedó relegado a reclamos puntuales y específicos.7 La fragmentación apoyada en prejuicios no es nueva, pero en la década de los noventa no sólo avanzó sino que también se profundizó. Ser villero o ser de barrio, estar de un lado o del otro, no pasaba solamente por una adscripción territorial: los espacios se definen ideológicamente. Y es sabido que desde la ideología se resignifican categorías y se aprende a manipular los estigmas.8

Hoy nos encontramos con un país diferente, con una pobreza distinta, más dolorosa, más excluyente, a causa de los cambios que trajo aparejados la reestructuración económica. Entre otros, los que podemos percibir en las relaciones entre los distintos actores sociales, que han mutado, perturbando y modificando los vínculos cotidianos (individuales y colectivos). No es exagerado, entonces, decir que los noventa terminaron no sólo con una década: terminaron con un proyecto de país con igualdad social.

Dónde trabajamos...

La población de referencia de este estudio se ubica en Villa Corina. Ésta es una de las grandes villas miseria del sur del conurbado bonaerense, sita en el partido de Avellaneda, a escasos 7 kilómetros de la capital federal. Dicha villa presenta una notable heterogeneidad espacial interna, que lleva a sus habitantes a definirla en sectores muy claramente diferenciados. Sin embargo, para la mirada exterior, Villa Corina es sólo una villa más, de las tantas que se ubican en el Gran Buenos Aires.

Surgida en los años 1950-1952, nunca fue una villa homogénea. Era una villa de vasta extensión (aproximadamente cuarenta manzanas). En su zona central se encontraban dos grandes lagunas, que se desbordaban cada vez que llovía y la zona se inundaba. Alrededor de las mismas se concentraban una serie de casillas y ranchos asentados en el barro. El agua estancada, los laberintos intrincados y los grandes basurales formaban parte del paisaje cotidiano de Villa Corina. A medida que se alejaban del centro, el aspecto del barrio iba cambiando, aparecían las primeras casas de mampostería y el agua ya no inundaba las viviendas con cada lluvia.

Pero a partir de 1973, el Ministerio de Bienestar Social, en el marco de sus políticas de vivienda, diseñó un proyecto con el cual se pretendía que una gran parte de Villa Corina fuera transformada en un moderno complejo urbano. De la irracionalidad de ese proyecto y sus naturales consecuencias sólo haremos un breve comentario, a los efectos de comprender la Villa Corina de hoy.

El proyecto se inició en 1973 y culminó en 1979. Se preveía la construcción de 5 070 unidades de viviendas para una población de 27 000 personas. Consideraba la construcción de cuatro escuelas primarias, dos secundarias, tres guarderías-jardín de infantes, un centro social y deportivo, tres centros comerciales, un centro parroquial y capilla y tres centros de salud. No obstante, sólo se realizaron 1 690 viviendas, muchas de las cuales quedaron inconclusas. Del resto del proyecto sólo se construyeron una escuela primaria, una secundaria, dos jardines de infantes, un centro comercial y un centro de salud. En todo este proceso, las organizaciones villeras tuvieron una notable participación, tanto en la gestión y planificación como en la construcción del complejo. Dichas organizaciones contaban en ese momento con líderes representativos de todas las líneas políticas reconocidas, aun con diferentes orientaciones ideológicas.9

Hoy, Villa Corina ocupa aproximadamente 60 manzanas, y, tal como sucedía con la vieja Corina, a medida que se acercan al centro la precariedad se va ahondando. Atravesando los pasillos que cruzan las casillas, se llega al centro comercial, construido sobre largas tiras de cemento y techos de chapa, con locales de ambos lados, mayormente desocupados. Este centro funcionaba como frontera que encapsulaba y abastecía internamente a la villa hasta la llegada de un hipermercado, a escasos dos kilómetros de distancia, que abrió un nuevo espacio de salida al "exterior".

Desde 1999 funciona un destacamento policial. También existen cuatro templos evangelistas, junto a una congregación religiosa cristiana, las Hermanas de la Caridad, que viven allí y realizan tareas asistenciales además de religiosas. La iglesia está a cargo de un cura obrero, que fue párroco de la villa y hoy lo es del complejo; se encuentra en un terreno pegado a las torres. Canchas de futbol rodeadas por alambrados marcan el fin del complejo, y desde allí hasta el límite sur de Corina, y a lo largo del paredón del cementerio municipal de Avellaneda, se extiende la villa que quedó desde la primera etapa. Pero ahora más grande, ya que se ocuparon los espacios vacíos y también la calle. Su precariedad la hermana con la vieja Corina, antes de la construcción del complejo. Junto a las torres se encuentran los chalecitos, casas de material con cuidados jardines y rejas construidas alrededor de 1958. Pegado a los pasillos se extiende el barrio obrero con casas también de material pero mucho más modestas. Entre las torres y el barrio obrero se ubican los pabellones, conjunto de aproximadamente 200 casitas que fueron construidas (provisoriamente) en 1962.10

La adjudicación de los departamentos se realizó discrecionalmente. El plan original estaba a cargo de la Secretaría de Vivienda y Urbanismo y del Banco Hipotecario Nacional. Los departamentos deberían ser adjudicados a los habitantes de la villa erradicada. En 1977, cuando el Instituto Provincial de la Vivienda se hizo cargo de terminar los últimos edificios, cambiaron las reglas del juego. No se respetaron las adjudicaciones previas ni fueron para habitantes de Villa Corina. Las nuevas unidades fueron entregadas a familias desalojadas, a personal de las fuerzas armadas y a recomendados. A partir de ese momento, se produjo un enfrentamiento entre los nuevos vecinos, que eran mayoría, y los antiguos habitantes de la villa, de los que quedaron muy pocos. La irrealidad del sentido comunitario con que pretendió diseñarse dicho plan, pronto empezó a manifestarse. Villa Corina se agrietó. Y hoy esta fisura tiene manifestaciones físicas concretas: las torres de diez pisos y las tiras de tres conviven con las casillas, los pasillos, los chalecitos, los pabellones y el barrio obrero.

De igual manera, la pertenencia a la villa no es asumida de la misma manera por los residentes de cada sector. Sumado a lo anterior, Villa Corina ha tenido mejoras en su infraestructura urbana (pavimento e iluminación), pero sólo en partes, lo que contribuyó aún más a su heterogeneidad espacial. Esta heterogeneidad reprodujo también cierta forma de estratificación social, que fue realizada por medio de indicadores de diferenciación simbólica, tal como se realiza en la sociedad mayor, de la que forman parte.

En la actualidad, en Corina viven más o menos 15 000 habitantes, de los cuales estimativamente 7 000 habitan en el complejo. El altísimo desempleo11 es una característica definitoria de Villa Corina. La invasión de la droga, junto con la formación de pandillas, también ha marcado un antes y un después.12 Tanto desde los medios de comunicación como desde las percepciones de los entrevistados, Villa Corina es definida como una de las villas más peligrosas de la zona sur del conurbano bonaerense.

Cómo y con qué trabajamos...

Las investigaciones que orientan sus objetivos al análisis de creencias, valores, emociones y comportamientos, enmarcadas en teorías que plantean fenómenos y procesos microsociales, tienen implicaciones metodológicas.13 Este tipo de investigaciones requiere la utilización de metodologías cualitativas. Emplear un abordaje cualitativo supone un intercambio dinámico entre teoría, datos y conceptos, de manera tal que la instancia de la recolección de los datos y del análisis de la información que nos brindan dichos datos son etapas que van creciendo y modificándose mutuamente a lo largo del trabajo de campo. Este abordaje subraya la naturaleza socialmente construida de la realidad social y la íntima relación entre el investigador y aquello que estudia. Es decir, ancla en la interpretación de los fenómenos sociales que los mismos actores acuerdan. La adopción de este enfoque para esta investigación14 implicó utilizar la estrategia del estudio de caso, entendido éste como método de caso ampliado, o como "caso particular de lo posible". Desde esta perspectiva, es posible generalizar las preguntas y algunas conclusiones a otras villas del conurbano bonaerense.

Para recabar los datos en este estudio se han utilizado las siguientes estrategias: la entrevista en profundidad (individuales y grupales), la entrevista no estructurada, la observación participante y no participante, así como la historia de vida, dentro de las fuentes primarias. En lo que respecta a las fuentes secundarias, se han analizado textos tomados de los principales diarios y revistas del país, así como crónicas periodísticas televisivas.

Las entrevistas fueron realizadas en distintos ámbitos. Se privilegió escuchar lo que tenían que decir las voces de los habitantes de Villa Corina (de cada sector de la misma, de acuerdo con la diferenciación interna que realizan los pobladores de Corina), así como personas que hubieran vivido allí y ya no lo hicieran. También se consideró fundamental escuchar a los habitantes de barrios vecinos y circundantes a la villa. En el grupo de residentes de Villa Corina se eligió a personas con representatividad institucional (como punteros políticos, presidentes de sociedades de fomento, miembros de grupos religiosos que viven y actúan institucionalmente en el lugar, docentes, médicos, enfermeras) y personas comunes. Se trató de registrar las voces de una villa en sus propios términos. Asimismo, se entrevistó a personas ligadas políticamente a Villa Corina, miembros del Concejo Deliberante y funcionarios de la municipalidad de Avellaneda, de activa participación en actividades relacionadas con esta villa.

El criterio de selección de las personas con las que trabajamos, y de acuerdo con el perfil metodológico elegido, se fue diseñando en forma paralela al trabajo de campo y durante el mismo. Para ello, se tuvo en cuenta no sólo la forma en que los informantes se ubicaban a sí mismos, sino también nuestras propias percepciones. El vínculo se produjo en forma "encadenada". Ellos nos conectaban con otras personas, facilitando así la búsqueda de informantes. Sabemos que utilizar abordajes cualitativos no permite realizar generalizaciones cuantificables. Pero sí nos permite desarrollar y refinar conceptos y marcos de referencia. Y ésta es la cuestión.


VILLA MISERIA Y ESTIGMA

¿Qué es una villa miseria en Argentina?

La denominación "villa miseria"15 responde a un fenómeno habitacional urbano. No es una realidad privativa de nuestro país. Encontramos su correlato por toda América Latina, sólo cambia la denominación: favelas, en Brasil, barriadas en Perú, cantegriles en Uruguay, callampas en Chile, ranchos en Venezuela.16 Pero si bien las grandes ciudades de América Latina se han conformado en un proceso similar, cada una asumió características particulares, de acuerdo con el contexto nacional y local que las englobaba. Las primeras referencias sobre este fenómeno en nuestro país se registran alrededor de 1930,17 como uno de los efectos de la ola de desocupación general producida por el crack financiero de 1929. Como secuela del mismo, se generó un proceso de industrialización nacional que reforzó las aglomeraciones existentes y aceleró el crecimiento urbano.

Sin embargo, apenas una década más tarde las villas empiezan a formar parte del paisaje urbano.18 El proceso de industrialización sustitutiva (sustitución de importaciones) funcionó como imán para atraer a grandes contingentes de población desde el campo hacia las ciudades, lugar de concentración de la producción industrial. La presencia de industrias mostraba la posibilidad de fuentes laborales. Más actividad económica generaba más demanda de mano de obra. Además, a causa de la marginación económica y social imperante en el interior del país, urgía encontrar nuevas formas de vida. Las familias que migraban hacia la ciudad necesitaban contar con alojamiento rápido, económico y cercano a los lugares de trabajo; pero la concentración urbana conllevaba también el déficit habitacional. Sumado al bajo nivel del poder adquisitivo que no permitía el acceso a tierra y vivienda, el encarecimiento de los alquileres y el éxodo de países limítrofes por problemas económicos, quedó como único camino posible para poder asentarse el conseguir lugares inhabitables o descampados, sin infraestructura urbanística.

En aquellos tiempos, Buenos Aires se encontraba bajo el paradigma de la ciudad incluyente, por lo que este fenómeno fue acompañado de esperanzas de ascenso social. Vivir en la villa se vivía como la posibilidad de inclusión, de movilidad social ascendente, expectativa que estaba acompañada desde el Estado, que promovía la integración social y nacional. Hacia fines de los años sesenta, la proliferación de las villas miseria fue notable, pues creció a una tasa de 15% anual.19 Se extendieron hacia zonas cada vez más alejadas de la capital y con muy poca infraestructura. El sueño del ascenso, que cobraba vida en los relatos de los que se habían ido a la gran ciudad, había comenzado a fisurarse.


¿Cómo se construye la ecuación: pobreza/villa miseria/estigma?

Del imaginario de "migrante" se pasó a la realidad de la vida cotidiana en la villa. Ya no estaban en la puerta de la ciudad, comenzaban a percibir que estaban instalados en el patio de atrás. Buenos Aires comenzó a expandirse y reprodujo los problemas de la desarticulación entre el empleo y la urbanización de otros países latinoamericanos.20 A lo expuesto, Gutiérrez21 señala que es preciso agregar los efectos migratorios producidos por variadas situaciones personales: desde el crecimiento de la propia familia a las migraciones intraciudadanas e intervilleras.

La situación de las villas miseria en los años de la dictadura militar y en los tiempos de la recuperación de la democracia fue muy compleja. Sin embargo, esa misma complejidad impide dar cuenta de ella en este trabajo,22 por lo que pasaremos al comienzo de la década que nos ocupa. La crisis socioeconómica de 1989 -generada por el fracaso del Plan Austral, la espiral inflacionaria, la desestabilización de los precios de artículos de primera necesidad y la estampida del dólar- tuvo consecuencias para todo el país, pero en las villas miseria repercutió mucho más. La explosión social se tradujo en saqueos a supermercados tanto en la capital como en las provincias. Feijoo23 señala que esos procesos cambiaron el eje: no se trataba ya de bienestar, sino de la posibilidad de sobrevivir. La conjunción de hiperinflación y saqueos se constituyó en un precedente de descontrol doméstico y social, visto como un potencial elemento de desintegración social. Fue un momento de gran transformación que abrió la puerta para la construcción de un nuevo país y de una nueva pobreza.

Pocos lugares tan mitificados como las villas miseria. La definición oficial las presenta así: "Asentamientos ilegales de familias en tierras fiscales y en algunos casos de terceros particulares, habitando en construcciones que no cumplen normas mínimas edilicias o de habitabilidad e higiene, compatible con la vida urbana, configurando un alto grado de hacinamiento poblacional y familiar".24

Algunos (los menos)25 las refieren como una suerte de laboratorio de los sueños modernizadores de los años sesenta, cuna de la revolución en los setenta, donde la solidaridad reina, como modelo perfecto de organización vecinal, como emblema de la visión rousseauniana de la buena vecindad. Otros (los más) las asocian con males de todo tipo. En esta perspectiva, las villas son esos lugares que hay que eludir, donde los delincuentes encuentran guarida, donde tienen montones de hijos que luego deambulan por ahí, si es que no se mueren antes, donde no tienen para la leche pero sí para el vino, donde los que no tienen techo seguro tienen televisor y equipo de música, lugares donde ni la policía entra, lugares peligrosos, donde la promiscuidad reina por doquier, con las tasas más altas de analfabetismo, mortalidad infantil, desempleo y delincuencia.

Ni una mirada ni la otra dan cuenta de la compleja realidad de este fenómeno habitacional urbano que son las villas. La mayoría de las veces estas representaciones son alimentadas por el consumo de las representaciones de los medios.26 Entre muchas otras razones, porque quienes las sustentan no conocen la complejidad intrínseca de la villa, y se quedan atrapados en imágenes simplistas y cristalizadas.

Ninguna de estas visiones (ni la oficial ni las construidas por el imaginario popular) se ajusta a la realidad de Villa Corina. Como ejemplo, vemos que la mitad de la población del complejo habita en los departamentos (las torres y las tiras), y la propiedad de estos departamentos reúne todos los requisitos de la propiedad privada. Pero tanto en el imaginario colectivo exterior e interior (en parte) a Corina, como en los datos oficiales, Villa Corina sigue considerándose una homogénea villa miseria.


Identidad e identificación colectiva

Identidad no es un concepto transparente. Más bien al contrario, su opacidad radica en que este término presenta una notable polisemia, por lo que es necesario precisarlo. Abordar el tema de la identidad social es una tarea ardua, compleja, y al mismo tiempo, y tal vez por eso, apasionante. Saber cómo se enfrenta el hombre contemporáneo a las dificultades para dotar de sentido subjetivo a su experiencia, interrogarnos acerca de cómo se conforma el sujeto, cómo aprendemos a ser de una forma y no de otra, cómo el poder y sus dinámicas determinan nuestras identidades y al mismo tiempo reconocer que tenemos maneras para optar y autodefinirnos, cómo somos cómplices silenciosos de situaciones de dominación, implica un largo camino por recorrer. Sin embargo, recorrer ese camino excede los límites de este trabajo, por lo que sólo presentaremos una breve síntesis.

La pregunta por la identidad es la pregunta por la diferencia, pero ésta resulta siempre de un conflicto: no es una cuestión que se presente inmediatamente a la conciencia; todo lo contrario, y tal como funciona en la dialéctica hegeliana, la apelación y el cuestionamiento alrededor de la identidad acaece y se origina en la dificultad de ser, en la confrontación con el otro, en el peligro latente de que el otro (todo otro) invada nuestra interioridad.27 La identidad no es algo fijo ni inmutable ni es una cosa. Es un esquema conceptual y no un fenómeno.28 La identidad es una construcción social y no algo dado. Se genera lenta e históricamente, a través de innumerables hechos y procesos, y se constituye mediante una red de vínculos medianamente estables y significativos. Está originada en una representación,29 pero no por eso es una ilusión que depende de la pura subjetividad de los agentes sociales. Está dotada de una eficacia social, y produce efectos sociales concretos. La construcción de la identidad se hace en el interior de los marcos sociales que determinan la posición de los agentes y por lo tanto orientan sus representaciones y sus elecciones.30

Penna31 afirma que los sistemas de clasificación son objetos de disputa, ya que el reconocimiento de un grupo 1pasa por su presencia en la clasificación hegemónica. Luchar por la identidad, señala, es luchar por mantener visible la especificidad del grupo para imponer proyectos e intereses. Las luchas de clasificación, entonces, son luchas por la significación y organización del mundo. Es importante también rescatar dos diferenciaciones que presenta: por un lado, la que realiza entre representación de identidad colectiva y homogeneidad interna del grupo. Una representación de identidad colectiva no implica necesariamente la homogeneidad interna del grupo que comparte esa identidad común. Por el contrario, dicha representación relega y enmascara las diferencias, pero no las deshace. Por otro lado, es valioso también su aporte respecto a los conceptos de identidad e identificación. Señala que son diferentes aunque están conectados. La identidad social surge como la actualización del proceso de identificación. La identificación la refiere, en su sentido más corriente, vinculada a los procesos de percepción, al reconocimiento. En otras palabras, identificar a alguien equivale a atribuir una identidad en una acción en la que se ponen en juego esquemas de aprehensión e interpretación. Lo que llama identidad es fruto de una abstracción. Lo que puede ser observado y analizado es el modo como se construyen y aplican las atribuciones de identidad.

Ahora bien, sabemos que la palabra dicha no es una palabra inocente. De acuerdo con quién la diga, cómo la diga, desde dónde la diga y a quién se la diga, tendrá un efecto u otro. Y cuando la palabra villero sale de la boca de algún miembro de un grupo dominante hacia un miembro del grupo dominado, esa palabra tendrá un efecto devastador. Porque conllevará un sinfín de adjetivaciones, visiones y supuestos construidos desde lo simbólico.

Muchas de las visiones que de los grupos que habitan en villas tienen "los otros", están atravesadas por las representaciones de este sector de la población, en la que los ubican en los límites de la legalidad por sus condiciones de pobreza. Esta construcción estereotipada aparece como resultado de un intento de clasificación de los grupos sociales, delimitándolos por su lugar de residencia (la villa) y con la consiguiente adjetivación que ese lugar conlleva. "El complejo [Villa Corina] es terrorífico, ahí hay bandas. El problema ahí es la droga, el alcohol, una cosa lleva a la otra y la otra lleva a otra cosa, ¿entendés? Ahí hay torres que son impasables, y eso que el año pasado se inauguró una comisaría y ya la asaltaron" [M., del barrio industrial].32

Pero ya que estas clasificaciones provienen del orden de lo simbólico, y son construcciones ideológicas, debe tenerse en cuenta que en su construcción inciden la posición política y social del que la enuncia. Y tiene consecuencias: "...una cosa muy fea, es que acá hubo una maestra que tiene vocación de maestra, fue al colegio de la parroquia, y cuando los padres se enteraron que era de la villa, levantaron firmas y la sacaron. Para colmo, no sólo docentes, hay gente que ha ido a trabajar de limpieza, y cuando se enteraron que era de Corina levantaron firmas y la sacaron..." [M., de las torres].

Los procesos de identificación colectiva son construcciones ideológicas que se vinculan de manera directa a la competencia entre grupos por la consecución de la hegemonía. Como afirma Pierre Bourdieu: "No hay peor desposesión ni peor privación, tal vez, que la de los vencidos en su lucha simbólica por el reconocimiento, por el acceso a un ser social socialmente reconocido, es decir, en una palabra, a la humanidad".33

Va de suyo que el villero se encuentra en el lugar de los grupos dominados. En su cuerpo, en su vestimenta, en su presencia, lleva la marca de la pobreza. Y desde la mirada prejuiciosa exterior, se engloba a todos los villeros bajo un común denominador: son pobres, ergo, son peligrosos. Cuando le pregunto por el origen del nombre Villa Corina, me dice: "No sé quién se lo puso, pero seguro que dijeron, son muchos, son pobres, eso es una villa, y ahí nomás nos pusieron el cartel de peligrosos" [M., de los pabellones].

Una identidad impuesta desde afuera en condiciones de dominación, puede dar lugar a una identidad negativa, la que se traduce en la estigmatización del grupo en cuestión.

Corina es una fábrica de delincuencia, ahora el padre es delincuente, el hijo es delincuente y el nieto dentro de diez años va a ser delincuente, y el tío es delincuente y el sobrino también [M., político, funcionario en la municipalidad de Avellaneda].

Ah, eso sí, los remiseros de Avellaneda no querían entrar por el tema de la droga; inclusive, hace dos años atrás, mataron a un muchacho que estaba recolectando basura, y salió por televisión, y entonces le pusieron "Corina, zona de riesgo", y entonces los remiseros no querían venir ni locos, yo cuántas veces, teniendo muchachos conocidos, les decía che negro lleváme, y se peleaban para decirme que no, porque no querían entrar... [A., de la tierrita].


Estigma y violencia

Esta identidad negativa aparece en toda clase de mensajes sociales. Si bien, como ya se dijo, pertenece al mundo de lo simbólico, tiene una influencia concreta en la vida de los grupos más vulnerables. El peligro reside en que muchas veces la identidad negativa trasciende el plano de la comunicación para ingresar en el de la acción, lo que da lugar a muestras de violencia, producto de la intolerancia inherente a los procesos estigmatizantes:

Loreto es la parroquia que está en Avenida Mitre. Como jurisdicción, Loreto tiene varias capillas, nosotros somos las que estamos en peores condiciones, pero hay dos o tres capillas que están del otro lado. Nosotras trabajamos, nos invitamos con esas capillas, y no hay ningún tipo de problema, pero cuando invitamos a la gente de la parroquia, no te viene, y no nos invitan tampoco a nosotras [J., catequista de Villa Corina].

Hay que rociarlos con nafta y echar un fosforito, y sanseacabó [L., vecina de Domínico].

Sí, no es de lo mejor tenerlos tan cerca, pero bueno, son gente también... [S., vecina de Domínico].

Tolerar a alguien es un acto de poder. Y la tolerancia es más virulenta cuando las diferencias culturales coinciden con las de clase, cuando aparece explícita la dominación económica. Michael Walzer afirma: "Una miseria mayor contribuye a un no reconocimiento radical y a una discriminación no reflexiva, automática".34 Nos dice también que la tolerancia es compatible con la desigualdad. Corroboramos lo dicho en el hecho habitual que nos muestra que los grupos villeros sufren la discriminación, el rechazo y la degradación cotidianamente. Son el grano en la cara de una ciudad que quiere ser blanca y bonita. Si bien "los otros" se resignan a su presencia, no lo hacen como acción tolerante, ni por cuestiones de respeto. Se resignan porque necesitan a los pobres para la ejecución de los trabajos más degradados de la sociedad. Comprobamos a diario la existencia y el funcionamiento de reacciones violentas muy frecuentes y cotidianas. Y es por esa misma frecuencia y cotidianidad que han sido naturalizadas, porque en ella, uno de los términos está situado en el lugar del poder y la autoridad, a quien el otro le debe respeto y obediencia.

Entendemos que la violencia es un vínculo, una forma de relación social por la cual uno de los términos realiza su poder acumulado.35 Ahora bien, no necesariamente esta violencia se traduce en violencia física. Pero no por ello deja de ser violencia. Un comisario de la policía bonaerense, durante una entrevista en un programa de televisión con amplia audiencia, proponía alambrar las villas para terminar con la inseguridad. Cuando el entrevistador cerró el programa, puso en números los llamados de los televidentes respecto al tema: 76% se adhería a la propuesta del comisario. Y esto también es violencia y lastima. "Yo cuando vengo tarde y voy a una remisería en Avellaneda, y le digo: Me llevas a Villa Corina, y me dicen que no, eso me duele... [A., de las tiras].

¿Qué hacer, entonces, con esa especie de "pecado original" que es ser pobre? ¿Qué hacer con las marcas que impone la pobreza? Los villeros, además de su marginación social y espacial, tienen una carga más: el estigma que los "otros" les endosan. A través de relaciones sutiles unas veces, no tan sutiles otras, en un proceso muchas veces encubierto, pero casi siempre conocido, los villeros son etiquetados con el estigma.

Pero esto no es nuevo: ya los griegos usaban la palabra estigma para referirse a los signos corporales con los cuales se presumía que la persona tenía algo malo y poco habitual en el status moral del que los portaba. Goffman36 señala que la sociedad establece los medios para categorizar a las personas. Y que lo hace mediante la estigmatización, proceso que refiere a la posesión de una característica profundamente desacreditadora. Ahora bien, quedarse sólo con la idea de atributo o característica diferente no aporta nada más que eso: la presencia de la diferencia. Y lo que se está marcando en realidad no es la presencia de algo distinto, sino la existencia de una relación profundamente desigual, con la doble función de estigmatizar a uno, a la vez que confirmar la "normalidad" del que estigmatiza. Decir que los villeros son sucios, son promiscuos, son vagos, son peligrosos, son diferentes, pretende racionalizar una inquina que tiene en su base la pertenencia a otra clase social. Y el temor a ser pensado como igual.

Sin embargo, el fenómeno es más complejo. Goffman,37 en su teoría del estigma, pone el énfasis en un dato esencial: los grupos (o personas) que han sido estigmatizados tienden a sostener la misma creencia del que los estigmatiza. El villero sabe que la villa es un lugar no aceptado en la sociedad mayor. A pesar de tener claro que vivir en la villa es producto de una situación económica. Pero también sabe que la sociedad mayor no los quiere. E interiorizan y se hacen cargo del lugar malo de la polaridad, el lugar pobre, el lugar culpígeno, y lo "representan".

...qué se yo, doña, a esta altura ¿a dónde puedo ir? Porque irse es fácil, lo difícil es no volver [E., de las torres].

...y nos discriminaron acá porque ellos pasaron de la puerta de aquel lado y digamos que era otra, digamos era otra sociedad, digamos, era como la sociedad clase media, y nosotros éramos acá, esta parte, éramos lo más bajo, con la ranchería, con todas esas cosas... [ A., de la tierrita].

¿Qué hacer, entonces? ¿Cómo no reconocerse en un lugar desprestigiado, cómo salirse del mismo, pero sin poder hacerlo desde las condiciones materiales de su existencia?


La reproducción del estigma como estrategia

Los testimonios recogidos nos dan cuenta de que un camino viable y posible es construirse un lugar diferente. Llamamos a esto estrategias identitarias. Usando las mismas armas que los someten, marcando la posesión de atributos socialmente valorados, disputan un lugar en el espacio social más favorable, pero reproduciendo el canon de valoración de los grupos dominantes.

Yo soy de un sector, ahí en Cosquín, Cangallo, entre San Lorenzo y, acá somos, digamos, somos más o menos lo que se puede decir "la crema" de Corina, acá hay empresarios [M., del barrio obrero].

Yo, con los vecinos, ni pelota [A., del barrio obrero].

Cuando doblamos, se detiene y me dice que adivine cuál es su casa. Como todo el tiempo él hacía mención de que "esta gente es sucia, no cuida nada, uno se preocupa por ellos para nada", busco una casa cuidada. No acierto, entonces me señala su casa: "...es la que está llena de plantas, pero baratas, porque estas mierdas te rompen todo" [A., del barrio obrero]. La casa no difiere de las del resto de la cuadra.

Uno habla desde un prejuicio, desde un mito, no, no, "ahí son todos..." Y cuando armamos cosas, se quedan con la boca abierta, porque una característica de la comunidad es la organización que esta gente tiene, hay que armar una fiesta, y hay una organización impresionante [grupo de mujeres catequistas que viven en Villa Corina].

Y así, con la utilización de estrategias para salirse de ese lugar degradado en el que los han ubicado, aplican a sus vecinos su propia pena: repiten el esquema clasificatorio en el interior de la villa, utilizando los mismos mecanismos estigmatizantes de los que son víctimas. Efectos perversos del accionar de una sociedad mayor de la que son la parte no querida.


CONCLUSIONES

Es importante resaltar que los ejemplos seleccionados para retratar las voces de Villa Corina fueron tomados de las entrevistas realizadas para una investigación mayor. No tuvieron como eje conceptual el tema de este artículo, sino que podemos decir que esta presentación surge a partir del análisis de esas entrevistas, donde el tema adquirió relevancia propia y alzó su voz. Por lo que inferimos que este reclamo es fuerte, es imperioso. Y exige que se lo atienda.

En tiempos en que la inserción social se plantea en clave individual, en que las estructuras de contención están en retirada o ya han desaparecido,38 pudimos observar cómo aparece la necesidad de colocar al otro en ese lugar en el que tanto se teme estar. Ejerciendo el poder de nombrar, le decimos al otro quién es, cómo es, y a la vez estamos diciendo yo no soy ése, mi lugar es otro. Pero no sólo desde el reconocimiento de la diferencia, sino con el énfasis puesto en la desigualdad. Yo te lo puedo decir, porque me ubico en una posición de poder, porque el volumen y la calidad de mi capital me permiten el ejercicio de la designación, de la nominación .39

No es posible cargar la diferencia cultural, constitutiva del ser humano (en este caso, una forma distinta de vivir en la ciudad), a la justificación de los procesos estigmatizantes y a la intolerancia que ello conlleva. Hacerlo (o dejar hacerlo) es encubrir de manera simplista la profunda desigualdad que existe en determinadas relaciones sociales. Éstas son relaciones de clase, ubicadas dentro de un tiempo histórico, con un modelo económico específico y en un espacio social concreto. Si se fomenta o se permite, por error u omisión, que esas relaciones queden encubiertas, muy poco podrá hacerse para intentar el cambio.

El registro de la intolerancia, del estigma y de la desigualdad pasa por su reconocimiento, y este reconocimiento está subordinado a la experiencia. En la medida en que seamos capaces de ponerle nombre, podremos modificar el resultado de la ecuación pobreza/estigma. Toda situación que naturaliza la desigualdad es una situación de violencia, que cosifica a otros seres humanos. Sabemos que poner sobre la mesa los problemas no significa resolverlos. Pero también sabemos que es tratar de ir más allá de las manifestaciones evidentes, para encontrar

...los verdaderos determinantes económicos y sociales de los innumerables atentados a la libertad de las personas, a su legítima aspiración a la felicidad y a la autorrealización que plantean hoy [...] las implacables coacciones del mercado laboral o habitacional [...] Para ello, hay que atravesar la pantalla de las proyecciones a menudo absurdas, y a veces odiosas, detrás de las cuales el malestar o el sufrimiento se enmascaran tanto como se expresan.40

¿Para qué? Para poder trascender los estereotipos y poder pensar. ¿Pensar qué? Pensar alternativas de cambio, que consideren la posibilidad de desarrollo de una sociedad de mercado con rostro humano. O, simplemente, saber que todos somos parte. Y que diferencia no es lo mismo que desigualdad.

¿Utopía? ¿Quién sabe? Puede ser, pero si bien es verdad que por sí solos ni los deseos ni la voluntad pueden revertir las asimetrías sociales, económicas, culturales y políticas, no es menos cierto que en un país que ha hecho un culto del "no te metas", el aporte de los científicos sociales debe dar cuenta del compromiso de lograr una sociedad más justa y más equitativa.

 

1 El proyecto de marras tuvo como objeto de estudio la construcción de identidades sociales en poblaciones que habitan en villas miseria, tomando como marco los cambios estructurales, sociales, económicos y culturales producidos en -y por- el proceso de globalización.

2 Amalia Signorelli, Antropología urbana , Barcelona, Anthropos, 1999.         [ Links ]

3 Carlos Herrán, "La ciudad como objeto antropológico", en La vivienda en Buenos Aires, Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires, Instituto Histórico de la ciudad de Buenos Aires, 1985, pp. 29-34.         [ Links ]

4 El concepto de diferencia alude a las distintas maneras de habitar la ciudad y a los habitus relacionados con las mismas.

5 En mayo de 1989 ganó las elecciones presidenciales el doctor Carlos Menem. Asumió la presidencia en julio del mismo año. Fue reelegido en 1995, y su mandato finalizó en 1999.

6 Pedro Pírez, Buenos Aires Metropolitana. Política y gestión de la ciudad, Buenos Aires, Bibliotecas Universitarias, Centro Editor de América Latina, 1994.         [ Links ] El autor define así al área integrada por la capital federal y los partidos del Gran Buenos Aires conurbados con ella.

7 Como, por ejemplo, la demanda de un grupo de vecinos para remodelar una plaza o un reclamo por calles en mal estado.

8 Hugo Ratier, "Prólogo", en Ariel Gravano y Rosana Guber, Barrio sí , villa también: dos estudios de antropología urbana sobre producción ideológica de la vida cotidiana, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1991, p. 9.        [ Links ]

9 María Inés Pozzi y Lilana Sajón, Vivienda y participación: análisis y evaluación del complejo habitacional Villa Corina , BuenosAires, Instituto Nacional de Administración Pública, s/f (mimeografiado).        [ Links ]

10 Se construyeron para albergar a los damnificados por un incendio en otra villa miseria cercana: Isla Maciel.

11 Concejales de la municipalidad de Avellaneda lo estimaron en 90%, pero no hay fuentes oficiales que confirmen esa cifra.

12 María Eugenia Crovara, "El estigma en las identidades sociales: el caso Villa Corina", Kaitos, año 6, núm. 11, segundo semestre 2002, ISSN 1514-9331 Universidad Nacional de San Luis, Argentina, 2002.        [ Links ]

13 Ruth Sautú, Todo es teoría, Buenos Aires, Ediciones Lumière, 2003.         [ Links ]

14 Véase nota al pie núm. 1.

15 Si bien no hay certeza en cuanto al origen de la expresión, se cree que fue el escritor y periodista Bernardo Verbitsky el que acuñó la expresión "villa miseria" cuando publicó su novela Villa miseria también es América, Buenos Aires, Paidós, 1957.         [ Links ]

16 Hugo Ratier, Villeros y villa miseria, Buenos Aires, CEAL, 1985.         [ Links ]

17 Ratier señala que una de las primeras villas registradas es "Villa desocupación, en Puerto Nuevo, con sus ollas populares, sus atorrantes, su arquitectura de chapas", cfr. Ratier, 1985, p.13.

18 Danilo Martucceli y Maristella Svampa, La plaza vacía: las transformaciones del peronismo , Buenos Aires, Losada, 1997.        [ Links ]

19 Eduardo Blaustein, Prohibido vivir aquí: una historia de los planes de erradicación de villas de la última dictadura , Buenos Aires, Comisión Municipal de la Vivienda, 2001.         [ Links ]

20 Manuel Castells, La cuestión urbana , México, Siglo XXI Editores,1999.         [ Links ]

21 Juan Gutiérrez, La fuerza histórica de los villeros, Buenos Aires, Baudino Ediciones, 1999.         [ Links ]

22 Sobre el tema, consúltense: Óscar Oszlak, Merecer la ciudad: los pobres y el derecho al espacio urbano, Buenos Aires, Estudios CEDES/ Humanitas, 1991;         [ Links ] Juan Gutiérrez, op. cit.; Ratier, op.cit.; Blaustein, op.cit.; Esther Hermitte y Mauricio Boivin, "Erradicación de villas miseria" y las respuestas organizativas de sus pobladores", en Leopoldo Bartolomé (comp.), Relocalizados: antropología social de poblaciones desplazadas , Buenos Aires, Ediciones del Ides (colección Hombre y Sociedad), 1985, pp. 117-144.        [ Links ]

23 María del Carmen Feijoo, Nuevo país, nueva pobreza, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2001.         [ Links ]

24 Documento interno de la Comisión Municipal de la Vivienda del Gobierno Autónomo de la Ciudad de Buenos Aires, s/f.

25 Todas estas definiciones las obtuve de expresiones vertidas en charlas informales con gente que no habita ni habitó en villas miseria. La descontextualización efectuada no afecta el significado de las mismas.

26 En la actual discusión pública sobre la seguridad, la villa es presentada como el lugar donde nace, crece y se reproduce la delincuencia.

27 Claudia Yarza, "Aproximaciones teóricas a la noción de identidad", Informe de la investigación "La cuestión de la identidad en los grandes escritores latinoamericanos del siglo XIX", CONICET, PID, Nª 3646/92, 1996 (mimeografiado).         [ Links ]

28 Devereux (citado en Briones, 1988, p. 88, nota 1) señala que los fenómenos son explicables mediante su reducción a otros fenómenos. El esquema conceptual, en cambio, se construye a partir de variables analíticas y sólo entonces puede analizarse. Sirve como marco de referencia dentro del cual hacer explicaciones, pero por sí mismo no explica nada, pues ni es reductible a otros fenómenos ni es el proceso de tal reducción. Claudia Briones, "Puertas abiertas, puertas cerradas: algunas reflexiones sobre la identidad mapuche y la identidad nacional", Cuadernos de Antropología, núm. 2, Identidad e identidad étnica , Buenos Aires, Universidad Nacional de Luján, Eudeba, 1988, pp 87-101.         [ Links ]

29 Utilizamos la definición de representaciones sociales de Mato, que señala que éstas son enunciados verbales, imágenes, o cualesquiera otras formulaciones sintéticas de sentidos descriptibles y diferenciables, producidas por actores sociales como formas de percepción o simbolización de aspectos clave de la experiencia social. Cfr. Daniel Mato, "Globalización, representaciones sociales y transformaciones sociopolíticas", Nueva Sociedad, núm. 163, pp. 152-164, Venezuela, 1999.        [ Links ]

30 Posición que remite a la propuesta teórica de Bourdieu. Cfr. Pierre Bourdieu y Löic Wacquant, Respuestas por una antropología reflexiva, México, Grijalbo, 1995.         [ Links ]

31 Cfr. Maura Penna, O que faz ser nordestino: identidades sociais, intereses e o escandalo Erudina, Brasil, Cortez Editora, 1992. Traducción Cátedra Antropología Social, Carrera de Trabajo Social, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, 1993.        [ Links ]

32 Pudimos comprobar que ese asalto, mencionado en varias entrevistas, nunca ocurrió.

33 Pierre Bourdieu, Meditaciones pascalianas , Barcelona, Anagrama, 1999, pp. 313 y ss.        [ Links ]

34 Michael Walzer, Tratado sobre la tolerancia , España, Paidós, 1998, p. 70.         [ Links ]

35 Inés Izaguirre, Violencia social y derechos humanos, Buenos Aires, Eudeba, 1998.        [ Links ]

36 Irving Goffman, Estigma, la identidad deteriorada , Buenos Aires, Amorrortu, 1998.         [ Links ]

37 Ibid.

38 Cfr. Maristella Svampa (comp.), Desde abajo: la transformación de las identidades sociales, Buenos Aires, Biblos, 2000;         [ Links ] y Robert Castel, La metamorfosis de la cuestión social: una crónica del salariado , Buenos Aires, Paidós, 1997.         [ Links ]

39 Remite al concepto de capital en Bourdieu. Cfr. Pierre Bourdieu, Razones prácticas , bases para una teoría de la acción , Barcelona, Anagrama, 1999.         [ Links ]

40 Pierre Bourdieu, La miseria del mundo, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1999, pp. 558-559.        [ Links ]

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