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Política y cultura

versión impresa ISSN 0188-7742

Polít. cult.  no.21 México ene. 2004

 

Espacios y actores

 

Relaciones étnicas y desarrollo económico en Malasia

 

Alfredo Pérez Bravo*
Iván Roberto Sierra Medel*

 

*Embajada de México en Malasia
embamex@po.jaring.my

 

Recepción de original: 29/08/03
Recepción de artículo corregido: 26/02/04

 

Resumen

Se examina el caso de Malasia como un ejemplo único en el Pacífico asiático de un país en el que no existe un grupo étnico o religioso mayoritario hasta la condición de hegemonía sobre el resto de las minorías. Se ilustra cómo, desde 1970, el mayor desarrollo económico se logró gracias a la interacción de las etnias y culturas asentadas en el país y no a pesar de ella. Se hace énfasis en el abatimiento de la pobreza del 49 al 7.5% de la población en esos treinta años, así como en la reducción del índice de desigualdad expresado en el coeficiente de Gini.

Palabras clave: desarrollo, multiculturalismo, minorías, sudeste asiático, Malasia.

 

Abstract

The case of Malaysia is offered as the sole example in the Asia-Pacific region of a country where there is no majority ethnic or religious group enjoying an 210 Resúmenes/Abstracts Política y Cultura, primavera 2004, núm. 21, pp. 203-211 hegemony over the other minority groups. The article shows how, since 1970, heightened economic development was attained through the interaction of the ethnic groups and cultures found in the country, and not in spite of them. Emphasis is placed on the reduction of the poverty rate — from 49% to 7.5% of the population — over those 30 years and on the reduction of inequalities as reflected by the Gini coefficient.

Keywords: development, multiculturalism, minorities, Southeast Asia, Malaysia.

 

 

INTRODUCCIÓN

El predominio del Estado-nación como forma eminente de organización política en el mundo contemporáneo parece basarse en la experiencia práctica de que una comunidad con grado elevado de homogeneidad tendría mayor capacidad en la consecución de objetivos compartidos. Sin embargo, los retos del tratamiento equitativo de las minorías y del avance del bienestar social en beneficio de todas las capas de la población destacarían por sí mismos como parte indispensable de la sustentabilidad política, económica y social de cada país.

Ante el preocupante panorama en las últimas décadas presentado por la desintegración de entidades políticas plurinacionales (como fueron los casos de la Unión Soviética, la República Socialista Federal de Yugoslavia y Checoslovaquia), resulta inevitable preguntarse si existen mecanismos de cohesión que apuntalen la viabilidad en sociedades multiétnicas donde distintas comunidades conservan su identidad cultural. Más aún, ante el estancamiento económico en países con manifiesta uniformidad etno-cultural (en el que sirve de ejemplo una parte importante de América Latina), cobra especial importancia la cuestión de si en la interacción creativa pluricultural puede encontrarse una palanca dinamizadora del proceso de desarrollo.

Los recientes fallos de la Suprema Corte de Justicia estadounidense, en junio de 2003, sobre la constitucionalidad de los programas denominados de acción afirmativa han atizado la polémica sobre la aplicación específica de criterios que benefician a un grupo o grupos étnicos y que se aplican en detrimento implícito de otros. En el ejemplo estadounidense, los jueces evitaron pronunciarse sobre la obligatoriedad de una política de acción afirmativa, pero al mismo tiempo han reafirmado que la justicia básica exige que las minorías compartan los frutos del bienestar.

Un caso tal vez más provocador se presenta en Malasia, donde los derechos de las minorías deben balancearse de modo manifiesto con los intereses de la mayor parte de la sociedad. En este país asiático, es precisamente el grupo étnico más numeroso, los bumiputeras, el destinatario principal de las acciones de reforzamiento económico y de ampliación del horizonte de oportunidades.

Por las características particulares que presenta el caso de Malasia en cuanto a la convivencia social y la evolución de canales para apuntalar la tolerancia interétnica, el presente artículo se dedica a examinar la interacción de culturas en el país, a la luz de sus repercusiones en el desarrollo económico en los años recientes.


UN PAÍS, MUCHAS CULTURAS

La convivencia intercultural en Malasia presenta rasgos únicos en el contexto de los países de Asia-Pacífico. Tal vez el más importante de ellos, producto de una evolución histórica en el cruce de caminos que ha representado por siglos el estrecho de Malaca, sea la ausencia de un grupo étnico predominante. En la mayor parte de la zona, cada país se configuró en torno de una etnia que asciende a más de las tres cuartas partes de la población total, como es el caso de la población china en Singapur (77% del total) y de la comunidad tai en Tailandia (89% de los habitantes del país). El peso de las mayorías es todavía mayor en otros países, tales como Corea del Sur y Japón, donde el grado de homogeneidad étnica es casi completo. De hecho, apenas puede hablarse en ambas naciones de minorías nativas, con la posible excepción de algunas comunidades chinas en Corea.

En contraste con los países vecinos, la Federación de Malasia, asentada tanto en la Península Malaya como en el norte de la isla de Borneo (estados de Sabah y Sarawak), no presenta un grupo étnico que por mero peso cuantitativo sea preponderante. El principal componente demográfico, la población malaya, agrupa a poco menos de la mitad de los habitantes del país.

Examen aparte amerita la situación en dos países insulares que, además, cuentan con gran peso demográfico: Filipinas e Indonesia. Puesto que cada uno de ellos agrupa miles de islas, en ambos casos no está exenta de polémica la medición exacta de su composición étnica, la cual incluye tanto grupos presentes en prácticamente toda su geografía (en el caso de la población malaya y la minoría china), como nativos presentes en una sola área.

A pesar de su diversidad poblacional, Filipinas e Indonesia se caracterizan por su alta uniformidad en otras facetas, como es el caso de la religión prevaleciente en cada país. La población católica es tan mayoritaria en Filipinas, como la musulmana lo es en Indonesia. En consonancia con el panorama religioso en otras naciones asiáticas, entre las que puede citarse de modo notorio Tailandia, la religión dominante convoca a más de cuatro quintas partes de la sociedad en los países más populosos del Sudeste Asiático.

Nuevamente, al igual que en la composición racial de su sociedad, Malasia se distingue de la uniformidad relativa de sus vecinos en el plano religioso, pues en la comunidad musulmana local se inscribe aproximadamente la mitad de los malasios.

La evidencia histórica y lingüística señala que la Península Malaya ha conocido la convivencia pluricultural desde la antigüedad, incluso en el periodo anterior al establecimiento del Sultanato de Malaca, en el siglo XIII. Pero sin duda el mayor impacto en la configuración política de la actual Malasia se desprende del periodo colonial británico desde fines del siglo XVIII hasta la independencia, que se alcanzó en 1957. De modo específico, la intensa inmigración de trabajadores provenientes de China y la India que alentaron los británicos para la extracción de estaño y la explotación de las plantaciones de hule configuró el mosaico poblacional en la península y, en menor medida, en el norte de Borneo.1

Por la influencia económica que gradualmente fueron adquiriendo en sectores como el comercio, los inmigrantes chinos han constituido un campo fértil de estudio en su interrelación con los nativos. Ya en la década de 1930, al describir la gran capacidad de trabajo y la vocación de acumular riquezas en la sociedad china, uno de sus pensadores eminentes, Lin Yutang, citaba como uno de los ejemplos más claros de la prosperidad en las comunidades de emigrantes a los chinos en territorios malayos.2

Si bien las comunidades originarias de la India (en su mayoría tamiles, punjabíes y bengalíes) experimentaban una problemática propia en la convivencia multicultural de la península, la interacción del poder económico de los chinos y la supremacía política de los malayos sería un rasgo definitorio de la Federación de Malaya.3

No son pocos los episodios en el mundo de cuando la llegada masiva de inmigrantes chinos suscitó animadversión de los locales e incluso violencia. En Estados Unidos, la normatividad migratoria terminó por excluirlos en forma expresa en 1882 mediante la Chinese Exclusion Act. La intolerancia antichina se extendió hasta el norte de México, que durante la Revolución fue escenario de persecuciones. En Panamá, incluso llegaron a adoptarse disposiciones constitucionales en contra de la migración de orientales.4

A la vista de los precedentes internacionales, el asentamiento multitudinario en tierras malayas de trabajadores y comerciantes provenientes de China resultó atípicamente pacífico durante la etapa colonial, así como durante los primeros años de vida independiente de la Federación. Ello parecería corroborar el punto de vista defendido por autores locales, respecto a la tolerancia como uno de los rasgos definitorios de la sociedad malaya.5

Paradójicamente, el movimiento político nacionalista políticamente organizado en la Península Malaya emergió precisamente en la comunidad china, con el surgimiento de capítulos locales del Partido Nacionalista Chino, Kuomintang.6 En su momento, las guerrillas comunistas que combatieron a los japoneses y al régimen colonial contaron igualmente con líderes originarios de China.

Al transformarse en 1963 la Federación de Malaya en Federación de Malasia (con la inclusión de Sabah, Sarawak y Singapur), el balance étnico experimentó una reconfiguración fundamental: no solamente creció en forma considerable la población china por el ingreso de los singapurenses, sino que debieron reconocer los derechos de las poblaciones que, en las tierras de Sabah y Sarawak, detentaban la misma condición de nativos que los malayos en la península. En función de ello, la composición poblacional del país pasó a concebirse como el grupo bumiputera y el grupo no bumiputera. El término bumiputera (hijo de la tierra) engloba tanto a los malayos como a los habitantes locales en Sabah y Sarawak. Asimismo, se consideran dentro como bumiputeras a las comunidades aborígenes de la Península Malaya (orang asli, negritos y otros). Por su parte, tradicionalmente se ha entendido por no bumiputeras, a las comunidades malasias de origen chino e indio.7

La creación de la Federación de Malasia implicó un reposicionamiento de las comunidades que incluso derivó en una mayor concentración de población china, en comparación con la de origen malayo. Hasta 1960, los 3.1 millones de malayos habían superado la cifra combinada de 2.3 millones de habitantes de origen chino y 700 000 personas con raíces indias asentadas en la Federación de Malaya. Al incorporarse a Malasia los 1.3 millones de chinos singapurenses y los 300 000 malayos avecindados en la isla, el nuevo balance étnico del país se compuso de 46% de chinos, 43% de malayos y 10% de indios.8

Con miras a fortalecer el tejido social del país, la propia Constitución Federal de Malasia, adoptada en 1963, otorgó facultades al jefe de Estado para disponer programas de acción afirmativa destinados explícitamente a las comunidades bumiputeras. Entre las principales acciones se cuenta la oferta de becas y el ingreso preferencial al servicio civil de la administración federal.

En buena medida, las disposiciones que hicieron mandatorio el otorgamiento de algunos privilegios a los habitantes bumiputeras de Malasia daban continuidad a diversas disposiciones vigentes desde el periodo colonial, época en que los británicos respetaron por regla general algunos regímenes de excepción para la población malaya, particularmente en cuanto a la tenencia comunal de la tierra en los casos en que la tradición así lo aceptara. Algunos autores consideran que en el centro del debate sobre la acción afirmativa debió ponerse desde un primer momento el acuerdo tácito de que los instrumentos de apoyo a la población nativa que implicaban ciertamente un mejoramiento económico se pondrían en marcha a cambio de un régimen político que asegurara al grupo de origen chino (económicamente poderoso) los beneficios de la ciudadanía (que en los territorios malayos no se extendía por mero jus soli). Esta articulación de intereses concertada para la Federación de Malaya se transmitió a la naciente Federación de Malasia.9



LA NUEVA POLÍTICA ECONÓMICA

Una primera lectura del diseño constitucional en Malasia a partir de 1963 daría probablemente la impresión de que la población bumiputera, y especialmente la malaya, gozan de una posición más benéfica en comparación con los segmentos indios y chinos no bumiputeras. La Carta Magna dispuso que el Islam y la lengua malaya fueran la religión y el idioma de la federación. Adicionalmente, el jefe de Estado sería nombrado cada cinco años entre los soberanos (siete sultanes, un rajá y un monarca jefe) de los nueve estados federados que en el ámbito local tienen casas reales de religión musulmana (los estados de Malaca, Pulau Pinang, Sabah y Sarawak no cuentan con monarquías locales).

Algunos analistas han defendido la opinión de que los acuerdos fundacionales de la federación no se orientaban a conseguir un balance real entre los grupos étnicos.10 Sin embargo, el andamiaje político del país tuvo su prueba de fuego dos años después, con la separación de Singapur en 1965.

A pesar de que la formación de la República de Singapur ha sido uno de los episodios más importantes de escisión en la historia contemporánea en el Sudeste Asiático, no puede dejarse de lado que no se vio acompañada, como fue el caso en otros movimientos similares en Asia (por ejemplo, la separación de India y Pakistán), de desplazamientos masivos en función de brechas étnicas. La población de origen chino, predominante en Singapur, siguió siendo numerosa en Malasia. Por su parte, la población malaya musulmana continuó como una minoría importante en la ciudad-Estado.

Lo anterior no quiere decir que no subsistieran tensiones producto del reacomodo de fuerzas en la primera década de vida independiente. Pero pocos habrían anticipado que serían los resultados de los comicios en 1969, en los que los candidatos malayos quedaron a un escaño de mantener la mayoría de dos terceras partes en el Parlamento, lo que haría estallar los mayores disturbios en la historia de Malasia.11

El 13 de mayo de 1969 la ciudad de Kuala Lumpur fue escenario de encarnizados enfrentamientos entre grupos políticos que tuvieron como resultado numerosos choques entre habitantes chinos y malayos. El saqueo de comercios y los motines callejeros exhibieron el riesgo de que las fisuras étnicas se extendieran hasta la base misma de la coexistencia nacional.

Además del relevo obligado en el liderazgo político del país, con la salida del primer jefe de Gobierno de la etapa independiente, Abdul Rahman, y la llegada de Abdul Razak al cargo de primer ministro, la tragedia del 13 de mayo fue el detonante de una serie de cambios en la conducción de la economía malasia que sentaron la base institucional para una nueva convivencia entre minorías.

Un primer diagnóstico de la situación del país en el umbral de los años setenta encendería focos rojos, especialmente en el terreno económico y social, y llamaría la atención sobre su importancia ante una mayor concertación política que exigía la adopción de medidas de fondo. Las contradicciones que se convertirían en fortalezas o debilidades críticas para el país fueron caracterizadas como “El dilema malayo”.12

En esencia, la delicada situación en Malasia se desprendía de los conflictos de la riqueza y la pobreza relativas. Con los emporios comerciales dominados por miembros de la comunidad china y una economía nacional basada en los recursos naturales de la minería (estaño y petróleo) y la agricultura (principalmente hule natural y luego aceite de palma), cuyos precios experimentaban grandes fluctuaciones en los mercados mundiales, la carencia de una base productiva diversificada condujo a desbalances sociales serios, sobre todo en demérito de los malayos.

Para ilustrar la situación que contribuyó a los disturbios de 1969, puede recordarse que, en el caso malasio, el índice de desigualdad de ingreso, medido a través del coeficiente de Gini (que va de 0 a 1 y a mayor valor denota mayor concentración del ingreso), al producirse la independencia en 1957 se situaba en 0.42, pero en 1970 había subido a 0.50, en una clara tendencia a una creciente concentración de la riqueza.13 Por tratarse de un país en desarrollo, las desigualdades regionales resultantes son igualmente importantes, y por el patrón de distribución territorial de las principales etnias, pueden resultar críticas.

Además de crecientemente concentrada, la riqueza en Malasia distaba de satisfacer las necesidades de la población. Con casi la tercera parte del ingreso nacional concentrado en la agricultura y las manufacturas en apenas 11.8% del PIB nacional, los fundamentos económicos escasamente podían brindar perspectivas a la población en situación de pobreza: 49.3% de los hogares en promedio y 68.3% de aquellos ubicados en el sector agrícola.14

Con datos de 1965, puede verse que en estados donde los malayos eran más de 90% de la población total (Terengganu y Kelantan), el ingreso per cápita de la población era de 459 y 369 ringgit malasios (RM). En contraste, el estado de Selangor, con sólo 30% de población de origen malayo, registraba un ingreso por habitante de RM 1 493.15 En el plano nacional, el PIB per cápita promedio alcanzaba RM 850, equivalentes a 300 dólares.

Como respuesta a la delicada situación de Malasia en 1969, el gobierno encabezado por el primer ministro Abdul Razak adoptó desde 1971 la llamada Nueva Política Económica (NEP), con la meta clara de impulsar un desarrollo del país a corto y a mediano plazos que atendiera tres cuestiones torales: acelerar el crecimiento, propiciar el avance social de los grupos étnicos más desfavorecidos y modernizar de modo general las estructuras del país.16

Una de las medidas urgentes tomadas por el gobierno malasio consistió en diseñar un servicio civil que se apartara de las tareas heredadas del aparato colonial (estabilizar y mantener el statu quo) y respondiera a los imperativos de una sociedad en desarrollo (modernizar y dinamizar las capacidades nacionales). Tales retos incluían una estructura gubernamental que reflejara la composición étnica del país (sirviendo por tanto como mecanismo de movilidad social) y que respondiera a los retos del futuro más que a las inercias del pasado.17

Otra decisión que se tomó en la NEP fue no concebir a Malasia, a pesar de sus muchos recursos naturales, como un país que pudiera vivir de la renta producida por la explotación y exportación de materias primas, sino que crecientemente se avanzara hacia procesos más integrados de valor agregado en manufacturas.18 Tal enfoque acaso no resultará tan obvio en el contexto mundial de la época, teniendo en cuenta que la década de 1970 se caracterizó en todo el mundo por el aumento en el precio de las materias primas y el surgimiento de carteles de productores y exportadores, como en el caso de la OPEP, orientados a mantener altas las cotizaciones de los productos primarios. Sin embargo, en el largo plazo, las economías que no han diversificado sus exportaciones y permanecen dependientes de los mercados internacionales de materias primas han sufrido un alto grado de volatilidad.

En busca de no descuidar el entorno político, que necesariamente sería un factor para la viabilidad de los planes económicos, Malasia emprendió una política exterior de diálogo regional que sentara las bases para pasar de la coexistencia pacífica a la colaboración activa mediante el fortalecimiento de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, por su sigla en inglés) .19

A manera de prueba de fuego, la NEP se proponía alcanzar tasas de crecimiento del PIB de 6.4%. Si bien se trataba de una meta ambiciosa, conviene recordar que Singapur, gracias al auge que el conflicto en Vietnam acarreó a su puerto de aguas profundas —único en la zona donde pueden llegar los grandes portaaviones—, veía crecer su economía al ritmo de 10% anual en esa misma época.

En contraste con la situación en otras partes del mundo, que sufrieron una caída por los efectos del shock petrolero de 1973, el PIB malasio creció a tasas anuales de 8.8% de 1970 a 1976. Luego de la etapa de despegue de la NEP y hasta 1984, los tiempos de desarrollo se mantuvieron en niveles de 4.3% anual.20

Entre los ejemplos sobresalientes de iniciativas adoptadas en el marco de la NEP, destaca la introducción de la Ley de Coordinación Industrial, dedicada a promover los proyectos de inversión creadores de empleo. Asimismo, en 1974 se estableció la empresa petrolera Petronas (Petroliam Nasional), responsable de todos los recursos de hidrocarburos y gas natural del país. En su primera década de existencia, Petronas comenzó tareas de extracción marina, añadió a las exportaciones de crudo las de productos petroquímicos y estableció operaciones diversificadas para atender el creciente mercado de los energéticos.

Otras medidas importantes en el programa de industrialización malasio incluyeron el ordenamiento de las zonas libres de impuestos (Tax Free Zones, TFZ), orientadas a la exportación, pero acopladas con un plan educativo de largo plazo que fomentara la creciente especialización de la mano de obra local, en el país y en el extranjero, para ascender en la cadena productiva.

El camino ascendente del país, que ya se había puesto a prueba con desaceleraciones en 1974 y 1979, enfrentó una crisis profunda en 1984-1985, con la contracción del PIB en –0.5% por la caída en la demanda de sus manufacturas de exportación en el sector electrónico.21

La crisis sería, entre otras cosas, una ocasión para transformar la estrategia del país. Sobre la base de los avances obtenidos durante la NEP, se buscaría dar un nuevo paso hacia la expansión de la industria de mayor valor agregado en Malasia.

La progresiva maduración de las ideas propuestas durante los años ochenta (hacia mediados de los noventa, Malasia se había convertido en el principal exportador mundial de semiconductores y se iba ganando el liderazgo en la industria de la alta tecnología) sirvió de base para sustituir por completo a la NEP a partir de 1990, introduciendo una perspectiva de mediano plazo (Vision 2020) y una estrategia más integral de fomento a la industria y los servicios como herramientas para elevar la competitividad del país a través de la National Development Policy (NDP).

Percibiendo la erosión de las ventajas en costos industriales para las economías asiáticas de la primera ola de desarrollo (Corea, Taiwán, Hong Kong y Singapur, es decir, los originales dragones asiáticos), el gobierno malasio emprendió una estrategia doble que permitiera, por un lado, fortalecer a empresas líderes del país que incluso salieran a los mercados internacionales y, por el otro, captara inversiones extranjeras de multinacionales para plantas en el país que se encadenaran productivamente con el incipiente Mittelstand malasio de pequeñas y medianas empresas exportadoras (otras economías de ASEAN, como Tailandia e Indonesia, buscaron replicar este exitoso modelo, conocido como el de los tigres asiáticos). Una base importante en el ámbito interno para este proceso sería la aprobación en 1986 de la Ley de Promoción de Inversiones que favoreció las actividades de investigación y desarrollo, impulsó los sectores de hardware y software y apoyó la expansión del sector de servicios.

Algunos de los ejemplos más conocidos en el plano internacional de Campeones Nacionales malasios con liderazgo en el país y en el exterior serían, además de la ya mencionada Petronas, la telefónica Telekom Malaysia, Tenaga Nasional y la automotriz Proton. El éxito alcanzado por estas empresas se considera distintivo de la “Década prodigiosa” de 1987 a 1997, cuando la tasa de crecimiento del PIB promedió 8.5% anual.

De acuerdo con estimaciones ponderadas, e incluso teniendo en cuenta los efectos adversos de la crisis asiática de 1998 en el ingreso de la población, en 1999 sólo 7.5% de los hogares se ubicaba por debajo de la línea de pobreza.22 El grupo étnico bumiputera registraba un promedio ligeramente más alto, 10.3%, mientras que entre los hogares de la etnia china únicamente 2.6% estaba por debajo de la línea oficial de pobreza.

Además de mejor distribuido, el PIB de Malasia creció considerablemente desde 1969, hasta alcanzar los 90 000 millones de dólares en 2002, para un ingreso per cápita promedio de 4 000 dólares para los 22 millones de habitantes del país. En función del poder adquisitivo de la moneda local, el ingreso por persona en PPP (Purchasing Parity Power) asciende a 9 068 dólares.

El avance social y económico de Malasia hacia el nuevo milenio, con el mencionado abatimiento de los niveles de población en pobreza hasta 7.5%, se compara favorablemente con el obtenido en los países aledaños. De acuerdo con estadísticas nacionales para cada caso, el porcentaje de población por debajo de la línea de pobreza se sitúa para Tailandia en 15.9%; Indonesia, en 23.5%; Filipinas, en 27.3%, y Vietnam, en 37.4 por ciento.23

En el lapso de treinta años, la economía malasia transitó por un proceso de acelerada industrialización en busca de insertarse con mayor ventaja en el contexto mundial. Uno de los motores del cambio en Malasia ha sido evidentemente el comercio exterior, en especial las exportaciones. En este campo, entre 1985 y 1995 el país prácticamente duplicó su participación en el total mundial, pasando de 0.81% en el primer año citado, a 1.45% una década después, y de este modo se constituyó en el 17° mayor exportador del mundo.24


LOS FRUTOS DE LA COHESIÓN

Si bien los logros en materia económica y el progreso social alcanzado en Malasia en las últimas tres décadas se defienden por sí solos, la estrategia de crecimiento con balance en la distribución de la riqueza entre las diversas comunidades étnicas ha despertado críticas tanto en el interior del país como más allá de sus fronteras.

Especialmente, la apertura de oportunidades para los grupos nativos que introdujeron la NEP y la NDP ha sido tachada de discriminatoria en contra de la etnia china. Resulta interesante notar que algunas de las principales disposiciones para el avance de los bumiputeras comprenden medidas más de ingeniería financiera que de política social, como es el caso del objetivo de que la participación accionaria bumiputera en las empresas que cotizan en la Bolsa de Valores de Kuala Lumpur ascienda al menos a 30%. Algunos de los más fervorosos críticos de tales instrumentos de acción afirmativa han acusado al sistema de discriminación racial.25

La supuesta negación de oportunidades a otras comunidades en beneficio de los bumiputeras no parece tan evidente si se tiene en cuenta la evidencia empírica. Por ejemplo, la lista de los 40 empresarios más ricos del país incluye únicamente 8 nombres malayos, en contraste con 32 representantes de las comunidades china e india.26

Además de la mano invisible del mercado, algunas muy visibles políticas públicas han redundado en beneficio de los empresarios malasios no bumiputeras. Por ejemplo, el proyecto de infraestructura realizado por el gobierno malasio que movilizó la mayor inversión pública fue el megapuente de varios kilómetros entre la península y la isla de Penang. Precisamente el estado de Pulau Pinang es uno de los que concentran mayor población de raíces chinas. Gracias al puente, la región se convirtió en una base industrial electrónica de primer orden, pues funcionalmente se creó una sola conurbación entre Georgetown en la isla y Butterworth en tierra firme.27

Una probable explicación de que las mejoras de las comunidades bumiputeras en el marco de la estrategia de acción afirmativa emprendida desde 1970 no hayan sido a costa de la prosperidad de la población malasia de origen chino e indio se encuentra en que la NEP ejerció un efecto de ampliar las capacidades de todo el país, poniendo en marcha un potencial que fue aprovechado por los empresarios de distintas comunidades.28

Adicionalmente al avance económico que la sociedad malasia ha obtenido en sus cuatro décadas de vida independiente, ha sido notable la extensión de los derechos civiles y políticos en el grueso de la población, incluyendo a los grupos minoritarios que se agrupan en media docena de partidos políticos no bumiputeras. Esta situación contrasta favorablemente con el panorama desalentador de la etapa anterior a la independencia, pues en 1950 solamente 500 000 chinos y 230 000 indios, aproximadamente una quinta parte de los asentados en territorio malayo, gozaban de su calidad de ciudadanos.29

Finalmente, puede afirmarse que está en el interés de todos los malasios, independientemente de sus raíces culturales, procurar un avance crecientemente igualitario en su economía nacional. En este último renglón, las cifras demuestran una tendencia de largo plazo hacia la distribución más equitativa de la riqueza, ilustrada en la disminución del ya mencionado coeficiente de Gini, de 0.50 en 1970, a 0.44 en 1999.30

La combinación de crecimiento económico y mejoramiento en la distribución del ingreso ha fortalecido el papel de Malasia en sus relaciones con otros países donde se practican igualmente políticas de acción afirmativa, como es el caso de Sudáfrica y Nueva Zelanda. En cuanto a la nación africana, las empresas malasias se han convertido en importantes inversionistas, sobre todo en el sector de combustibles.

Lo expuesto en estas páginas sugiere que en cuatro décadas de vida independiente la dinámica política de Malasia se ha fundamentado en la tolerancia interétnica que permite la convivencia pluricultural, pero al mismo tiempo ha introducido elementos de acción afirmativa que benefician a un segmento de la población sin perjudicar al conjunto de la economía. En otras palabras, la evidencia apunta hacia el progreso del conjunto de la población malasia, sin que una mejora de los bumiputeras implique el necesario empobrecimiento de los no bumiputeras. Para corroborar lo anterior, es interesante observar que en sucesivas elecciones generales los partidos políticos contienden con base en plataformas de gobierno y no en función de líneas étnicas que enfrentarían una minoría con otra. De este modo, la coalición gobernante Frente Nacional es encabezada por el UMNO, partido político malayo, pero incluye al más importante partido político chino, MCA, así como al más cuantioso partido político indio, MIC, lo mismo que a otras agrupaciones de carácter local. En los comicios de 1999, el Frente Nacional tuvo su principal contendiente en otra coalición partidista pluriétnica, el Frente Alternativo, dentro del cual un partido orientado a la población malaya, PAS (la oposición islamista), encabezaba su propia alianza con partidos políticos chinos e indios. Esta articulación política de organizaciones tanto malayas como chinas e indias confirmaría que la diversidad étnica y cultural del país no necesariamente debe traducirse en exclusión e intolerancia.

 

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22 Ali Hamsa, “Inter-and Intra-Ethnic Income Distribution in Malaysia”, Kuala Lumpur, MIER, 2002, p. 4 (mimeografiado).        [ Links ]

23 Ernesto M. Pernia, “Poverty Reduction and Growth: The ASEAN Perspective”, Kuala Lumpur, MIER, 2002 (mimeografiado).         [ Links ]

24 Voprosy Economiki, núm. 5, Moscú, 1997, p. 153.         [ Links ] Resulta de interés notar que en este renglón la dinámica exportadora malasia creció paralelamente con las exportaciones globales de la República Popular China (RPCh), que pasaron de 1.34% en 1985, a 2.56% del total mundial en 1995.

25 Kua Kia Soong, Malaysian Critical Issues, Kuala Lumpur, SIRD, 2002, pp. 13-24.         [ Links ]

26 Malaysian Business, Kuala Lumpur, 16 al 18 de febrero de 2003, p. 20.        [ Links ]

27 John H. Drabble, An Economic History of Malaysia, Londres, MacMillan Press, 2000, p. 193.         [ Links ]

28 Edmund Terence Gómez, Chinese Business in Malaysia: Accumulation, Accommodation and Ascendance, Singapur, Curzon Press, 1999, pp. 67-132.         [ Links ]

29 Khong Kim Hoong, British Rule and the Struggle for Independence in Malaya, 1945-1957, Kuala Lumpur, SIRD, 1984, p. 251.         [ Links ]

30 Asian Development Bank, Key Indicators 2003, Manila, ADB, 2003, p. 85.        [ Links ]

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