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Perfiles latinoamericanos

versão impressa ISSN 0188-7653

Perf. latinoam. vol.30 no.59 México Jan./Jun. 2022  Epub 24-Abr-2023

https://doi.org/10.18504/pl3059-005-2022 

Artículos

Chile, milagro de crecimiento económico, pero… ¿y el bienestar?

Chile, economic miracle, but… what’s about well-being?

*Doctor en Economía por The Ohio State University. Investigador de la Universidad Internacional de La Rioja (España) | luismariano.rojas@unir.net

** Doctor en Economía Regional por la Universidad Autónoma de Coahuila. Docente de Universidad Tecmilenio-Tecnológico de Monterrey (México) | humbertocharles@yahoo.com


Resumen

Chile ha vivido un milagro económico en las décadas recientes. Se redujo la desigualdad de ingreso, creció el ingreso per cápita y disminuyó sustancialmente la pobreza. En el año 2019 se evidenció un malestar de importantes segmentos de la población que el gobierno, los organismos internacionales y los expertos no anticiparon y no lograron explicar con base en sus modelos de progreso social. Esta investigación argumenta que los indicadores de desarrollo económico de uso frecuente son insuficientes para captar la situación de bienestar en la población y para apreciar el progreso de las sociedades. Se utilizan datos de bienestar subjetivo para mostrar que Chile es un caso de crecimiento económico sin mejora de bienestar.

Palabras clave: Chile; malestar social; bienestar subjetivo; bienestar; milagro económico; progreso social

Abstract

Chile has experienced an economic miracle in recent decades. Income inequality decreased, per capita income increased, and the poverty rate was substantially reduced. In 2019, social distress in important segments of the population was evident; the government, international organizations and experts did not anticipate and could not explain it with their models of social progress. This research argues that frequently used indicators of economic development are insufficient to capture the well-being situation of the population and to appreciate social progress. Subjective well-being data is used to show that Chile constitutes a case of rapid economic growth with no well-being improvement.

Keywords: Chile; social distress; subjective well-being; well-being; economic miracle; social progress

Introducción

Las protestas sociales de 2019 en Chile resultaron sorpresivas para muchos analistas económicos, sociales y políticos. Durante décadas Chile ha sido elogiado como un milagro económico, y la política económica implementada por el país ha sido señalada por organismos regionales y mundiales como un modelo a seguir. De hecho, muchos indicadores de progreso social de uso frecuente señalan un panorama que podría considerarse como muy positivo, aunque las protestas sociales generalizadas sugieren una situación menos favorable. Al respecto, el sociólogo chileno Eugenio Tironi apuntó que “los sensores [que podían predecir la inconformidad social] no funcionaron”.1 La situación en Chile, así como en algunos otros países, sugiere que los sensores comúnmente utilizados para medir el avance social son insuficientes para medir el bienestar en la población. Cabe agregar que estos sensores dan énfasis a la situación de ingreso en los países, así como a otros indicadores relacionados con ese rubro -como la pobreza de ingreso y la distribución del ingreso- o bien altamente correlacionados con él -como el Índice de Desarrollo Humano-. Tironi (2020) resalta que el enfoque economicista apunta las miras a temas de crecimiento económico y desigualdad; sin embargo, el malestar social chileno va más allá de eso. Por ello, la situación de Chile evidencia que los indicadores de uso común en la literatura de progreso y desarrollo son deficientes para apreciar la situación de bienestar de las personas.

Durante las últimas décadas ha surgido un interés por ir más allá del ingreso en la medición del progreso social. Muchas iniciativas argumentan que el crecimiento económico es insuficiente como paradigma de progreso, y que el ingreso es insuficiente como indicador de bienestar. Por ejemplo, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) impulsó el Proyecto Global Measuring the Progress of Societies; la Comisión Europea lanzó la iniciativa ‘Beyond GDP: Measuring progress, true wealth, and well-being’ (Rojas, 2009a, 2011). En 2011, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la resolución titulada “La felicidad, hacia un enfoque holístico del desarrollo”, la cual reconoce “que el indicador del producto interno bruto, por su naturaleza, no fue concebido para reflejar la felicidad y el bienestar de las personas de un país, y no los refleja adecuadamente” (cursivas agregadas).

Esta investigación muestra que los indicadores de uso frecuente no captan todos los elementos que son relevantes para el bienestar de las personas y para medir el progreso de las sociedades. Algunos países presentan un excelente desempeño de acuerdo con los indicadores económicos usuales, pero su población reporta -e incluso manifiesta en las calles- niveles altos de malestar. Chile es uno de estos países. Es conveniente estudiar el caso de Chile dada su relevancia como referente de desarrollo para el resto de los países latinoamericanos; algunos académicos y organismos internacionales lo han utilizado como ejemplo de éxito y modelo a seguir; se le ha asociado al término de “milagro económico”, e incluso su presidente llegó a afirmar que Chile sería, en cuestión de pocos años, el primer país desarrollado de América Latina.

Chile puede ser considerado por muchos como un milagro económico y como un ejemplo de éxito en cuanto a aumentar el producto interno bruto (PIB); pero ¿puede decirse lo mismo con respecto al bienestar de los chilenos? ¿Ha aumentado el bienestar de los chilenos de forma paralela al aumento de su ingreso?

La investigación utiliza un enfoque de bienestar subjetivo para abordar la situación del bienestar en Chile, al cual entiende como una vivencia de las personas y lo mide a partir de la pregunta directa (Rojas, 2009b, 2017). La medición del bienestar experimentado por las personas a partir de su reporte constituye una metodología ampliamente aceptada en el presente (OECD, 2013) y con profundas raíces en la historia del pensamiento económico (Charles-Leija et al., 2018). Varias oficinas nacionales de estadística siguen esta metodología de preguntar a las personas acerca de su bienestar, incluyendo al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en México, donde la encuesta de bienestar autorreportado (BIARE) se aplica trimestralmente desde 2013.

La capacidad de los indicadores de bienestar subjetivo para aproximar la situación de malestar de las personas ya ha sido observada previamente, por ejemplo, en los eventos conocidos como Primavera Árabe. Durante la primera década del siglo XXI, el PIB per cápita de Túnez tuvo un crecimiento anual superior al 4%; empero, mientras el PIB aumentaba, la satisfacción con la vida de segmentos importantes de la población se reducía. El malestar de la población tunecina desembocó en una serie de protestas que los gobernantes -más preocupados por lograr el crecimiento económico- no consiguieron anticipar y mucho menos atender. La misma situación, y con el mismo resultado de protestas sociales y de incomprensión de los gobernantes, se observó en Egipto durante la misma década. Como señala Tironi (2020), las revoluciones no brotan de carencias físicas, sino de factores subjetivos.

El bienestar reportado por las personas toma en consideración situaciones y eventos que las mediciones asociadas al ingreso no captan. Las mediciones de bienestar subjetivo incorporan a la discusión de políticas públicas información de otros problemas y otras riquezas que afectan el bienestar de la población; por ejemplo: la calidad y frecuencia de las relaciones familiares, la satisfacción con el lugar de trabajo y la gratificación de la actividad laboral, el crecimiento de las aspiraciones materiales, la disponibilidad y uso del tiempo libre, el sentido de pertenencia a la comunidad y la cohesión social, y muchos más. Tironi (2020) plantea que en octubre de 2019 se desbordó el modelo chileno basado en un retiro del Estado y de instituciones solidarias, como la familia.

Este trabajo contrasta la situación económica de Chile con la situación de bienestar subjetivo de sus habitantes para un periodo que va de fines del siglo XX hasta el año 2018. La información económica proviene del Banco Mundial y hace referencia al PIB per cápita y su tasa de crecimiento, la desigualdad de ingreso, y las tasas de pobreza, desempleo e inflación. La información del Índice de Desarrollo Humano proviene del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), mientras que la de bienestar subjetivo se retoma de dos fuentes: la encuesta Latinobarómetro para el periodo 1995-2018, y la Encuesta Mundial Gallup para los años 2006-2016. Por su parte, los indicadores de bienestar subjetivo son satisfacción con la vida, valoración de vida, y experiencia de afectos positivos y negativos; su contraste deja claro que Chile puede considerarse un milagro económico, pero que esto no implica que el bienestar de los chilenos haya mejorado.

En un periodo de tres décadas el PIB per cápita de Chile casi se ha triplicado; sin embargo, el porcentaje de la población que se declara satisfecha o muy satisfecha con su vida no reporta cambios significativos desde mediados de la década de 1990, cuando se empieza a recopilar información al respecto. Este fenómeno de crecimiento del PIB sin mayor bienestar es conocido en la literatura económica como la paradoja de Easterlin (1974); la investigación posterior la ha confirmado en la gran mayoría de los casos (Clark et al., 2008; Rojas, 2019).

Además de esta introducción, el artículo se divide en otras cuatro secciones. La segunda presenta evidencia de que hay un milagro económico en Chile, dado el aumento sustancial de ingreso que ha permeado en todos los segmentos poblacionales y una mejora en otros indicadores de uso frecuente en la literatura del desarrollo económico. La tercera sección revisa la literatura que asocia los temas de bienestar y crecimiento económico; esta investigación se basa en el enfoque de bienestar subjetivo para el abordaje del tema de bienestar. La investigación al respecto indica que un mayor ingreso no garantiza un mayor bienestar. La cuarta sección utiliza información de bienestar subjetivo en Chile para estudiar la evolución del bienestar durante el periodo del milagro económico; de esta forma se corrobora que el bienestar no aumentó, y que ciertos grupos sociodemográficos experimentaron una caída en ese renglón. La quinta sección hace algunas consideraciones finales en relación con al papel del crecimiento económico en la procura del bienestar en las sociedades.

El milagro económico en Chile

La Tabla 1 presenta la evolución de los indicadores económicos y sociales en Chile durante el periodo 1987-2018; son indicadores comúnmente utilizados en la literatura del desarrollo económico.

Tabla 1 Indicadores económicos y sociales de Chile, 1987-2018 

1987 2000 2010 2018
Ingreso per cápita1 $89695 $ 14 241 $19 363 $22 874
Índice de Gini 0.56 0.53 0.49 0.47
Tasa de pobreza2 52.8 31 20.5 6.4
Tasa de inflación 19.9 3.8 1.4 2.4
Tasa de desempleo 5.25 10.5 8.4 7.2
Tasa de mortalidad en menores de 5 años3 21.9 10.9 8.7 7.2
Esperanza de vida al nacer (años) 72.5 76.4 78.8 79.9
Número de muertes maternas4 NA 79 51 29
IDH (Índice de Desarrollo Humano) 0.705 0.75 0.80 0.85

1 En dólares USD constantes de 2011.

2 Menos de 5.50 USD diarios a precios de 2011.

3 Por cada 1000 nacimientos vivos.

4 Por cada 100 000 nacimientos.

5 Cifras correspondientes al año 1990.

Fuente: Elaboración propia con datos del Banco Mundial y del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

Incremento del ingreso. Entre 1990 y 2018 el PIB per cápita en Chile se incrementó de 8969 a 22 873 USD (a precios constantes de 2011); así, en menos de treinta años, el ingreso promedio de los chilenos creció más del 150%. Se aprecia una desaceleración del crecimiento económico durante los últimos años, pero el ingreso per cápita sigue creciendo significativamente en montos absolutos.

Menor desigualdad. De acuerdo con información del Banco Mundial, el índice de Gini muestra una reducción moderada en Chile, es decir, la desigualdad en la distribución del ingreso es menor en el presente que hace tres décadas. El índice de Gini ha pasado de 0.56 en 1987 a 0.47 en 2018. La reducción de la desigualdad es moderada, y el valor del índice puede considerarse como relativamente alto dentro del contexto internacional, aunque no en el contexto latinoamericano (García & Pérez, 2017). No obstante, cabe resaltar que muchos economistas considerarían como muy favorable un contexto de alto crecimiento económico con reducción moderada de la desigualdad debido a su impacto positivo en la disminución de la pobreza (Contreras et al., 2008). La desigualdad per se no provocó el estallido social chileno en octubre de 2020 (Tironi, 2020).

Reducción de la pobreza. Un rápido crecimiento económico dentro de un contexto de disminución de la desigualdad de ingreso implica, matemáticamente, que el porcentaje de personas por debajo de un nivel umbral de ingreso se reduzca. En efecto, en el tema de reducción de la pobreza de ingreso Chile ha sido muy exitoso en los últimos treinta años. En 1987 la tasa de pobreza era de 53%, lo cual descendió al 20% en 2010 y casi al 6% en 2018. La reducción de la pobreza de ingreso también se observa cuando se utilizan metodologías distintas a las del Banco Mundial; por ejemplo, la tasa de pobreza en Chile cae del 39% en 1990 al 8% en 2013 de acuerdo a la metodología de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas (CEPAL) (Martner, 2018).

Menor inflación. A partir de la década de 1990, Chile logró controlar las presiones inflacionarias que experimentó en las décadas previas; en los últimos años la tasa de inflación es relativamente similar a la del promedio de la región.

Bajo desempleo. En términos de empleo, Chile no manifestó cifras tan espectaculares como en temas de crecimiento, pero se observa que durante la última década la tasa de desempleo no supera valores de un dígito.

Mejora en los indicadores de salud. Los indicadores de salud comúnmente utilizados indican un panorama favorable para Chile. La tasa de mortalidad infantil se redujo de valores cercanos a 22 por 1000 nacimientos en 1987 a tan solo 7 por 1000 nacimientos en 2018. Las muertes maternas también tuvieron una notable reducción durante el periodo. Por su parte, el indicador de esperanza de vida al nacer corrobora este panorama positivo: la expectativa de vida pasó de 72.5 años en 1987 a 79.9 años en 2017, cifra que se compara con los valores de países desarrollados.

Índice de Desarrollo Humano (IDH). El IDH está altamente correlacionado con el ingreso; por ello, no sorprende que Chile muestre una mejoría importante de acuerdo a este indicador al pasar su valor de 0.70 en 1990 a 0.85 en el 2018.

La evolución de los indicadores en Chile generó elogios de muchos organismos internacionales. Por ejemplo, Christine Lagarde, presidenta del Fondo Monetario Internacional (FMI), manifestó en 2012 que “Los números de Chile son fantásticos, muchos países los envidiarían”, destacando, de paso, su crecimiento económico y el control de la inflación y del desempleo.2 En el mismo 2012, el presidente chileno, Sebastián Piñera, declaraba que el país lograría calificar como nación de primer mundo para 2020, mientras avanzaba una agenda de apertura a los mercados externos y de atracción de inversión externa para lograrlo.3 A fines de 2017, y durante la campaña política que lo llevaría a su segundo mandato, Piñera sostenía que “Nuestra misión es que al año 2025 Chile sea un país desarrollado, sin pobreza y con verdaderas oportunidades y seguridades para todos”, e insistía en la mejora de la productividad, la atracción de la inversión, y la reducción de impuestos a las empresas.4 De acuerdo al FMI, en 2018 Chile era el país de ingresos más elevados en Latinoamérica,5 y en 2019 su calificación fue de “Muy alto” en el IDH, para alcanzar la posición 42 a nivel mundial, de acuerdo con PNUD (2019). Pero la situación de mejora constante que sugieren los indicadores económicos, sociales y de desarrollo humano no coincide con el descontento mostrado por la población que detonó en una crisis social a finales de 2019. No sorprende entonces que este malestar fuera inesperado para el gobierno, para la mayoría de los expertos y para los organismos internacionales. La reacción del gobierno se dio sobre la marcha, y el mandatario tardó en comprender la magnitud del malestar, pues los indicadores de uso común sugerían un Chile en camino al “primer mundo”. Ante las protestas ciudadanas, el presidente Piñera realizó declaraciones que acentuaron entre los ciudadanos la percepción de un Estado indiferente a su situación (Martuccelli, 2019). Las protestas llevaron al establecimiento de una fecha para llevar a cabo un plebiscito con el fin de elaborar una nueva constitución y ampliar los derechos sociales y, de paso, revisar el modelo de desarrollo seguido durante las últimas décadas.6

A continuación, se revisa la evolución de la situación de bienestar de los chilenos con base en información de su bienestar subjetivo. El objetivo es observar si el panorama tan alentador que sugieren los indicadores de desempeño social y económico se refleja en la vivencia de bienestar de la población. Antes, se explica brevemente el enfoque de bienestar subjetivo.

Crecimiento económico y bienestar

El enfoque de bienestar subjetivo

El enfoque de bienestar subjetivo propone que el bienestar es una vivencia de las personas, y reconoce que estas son la autoridad para juzgar su vida (Rojas, 2014). En consecuencia, el enfoque pregunta directamente a la persona acerca de su bienestar, y el reporte se utiliza como aproximación del bienestar.

Muchos estudios desde la psicología (Adler & Seligman, 2016; Diener et al., 2009; Diener et al., 2015; Seligman & Adler, 2018), la economía (Layard, 2005; Rojas, 2019, 2020), la sociología (Arampatzi et al., 2018; Veenhoven & Samuel, 2012) y la ciencia política (Joseph & McGregor, 2020; Lane, 1991; Liberini et al., 2017; Pacek et al., 2019; Radcliff, 2013) documentan la importancia que el enfoque de bienestar subjetivo ha adquirido dentro de las ciencias sociales.

La información de bienestar subjetivo se basa principalmente en la pregunta de satisfacción de vida. Veenhoven (1991) afirma que la satisfacción con la vida indica el grado en que una persona juzga la calidad global de su existencia, vista como un todo. Otra información de uso frecuente se refiere al estado afectivo de la población, distinguiendo entre afecto positivo y afecto negativo; así como a la valoración de vida que hace la persona, con base en la pregunta conocida como “escalera de Cantril” o “mejor vida posible para usted” (OECD, 2013). La investigación ha mostrado la confiabilidad y estabilidad de estos indicadores a través del tiempo (Diener et al., 2018; Lucas & Donnellan, 2007; Pavot & Diener, 1993), así como su sensibilidad a eventos vitales (Leyva et al., 2016). Por ello, en el presente estudio se considera al bienestar subjetivo como una aproximación confiable y válida del bienestar de las personas.

En 2013 la Secretaría General de la OCDE publicó los lineamientos para la medición del bienestar subjetivo (OCDE, 2013), los cuales son utilizados por muchas oficinas nacionales de estadística para recopilar información sobre bienestar de manera sistemática. El INEGI de México recopila trimestralmente información del bienestar subjetivo de la población con su encuesta básica de bienestar autorreportado. El uso de información de bienestar subjetivo es frecuente en el mundo académico, e incluso en la toma de decisiones políticas (Hicks et al., 2013). Por ejemplo, Nueva Zelanda trabaja en una modificación de su Acta de Finanzas Públicas para integrar indicadores de bienestar subjetivo al diseño y evaluación de impacto de las partidas presupuestales, mientras que Gales desarrolla una estrategia regulatoria semejante (Durand & Exton, 2019).

El bienestar subjetivo incorpora la subjetividad al estudio del progreso y el desarrollo social. El énfasis en el objetivismo predominó en el siglo XX e hizo que se construyeran y trabajara con muchos indicadores objetivos que relegaban la subjetividad a segundo plano; los indicadores subjetivos se consideraban como algo que había que obviar en el estudio -y en la procura- del progreso social. Sin embargo, durante las primeras décadas del siglo XX, Edmundo Husserl ya había expresado su crítica a esta tendencia objetivista que deja por fuera la forma en que los seres humanos viven el mundo; lo que él llamó “el mundo de la vida” (lebenswelt). En su crítica a las ciencias europeas, Husserl (1984) manifiesta la necesidad de rescatar la subjetividad (Rojas, 2017, 2019). La inclusión de la subjetividad permite ir más allá de indicadores objetivos para saber más acerca de las vivencias de las personas, por ejemplo: no es lo mismo saber con cuántas personas vive un adulto a saber si experimenta soledad; no es lo mismo saber el ingreso del hogar a saber si se viven angustia y ansiedad por llegar a fin de mes; y no es lo mismo saber el valor de los bienes duraderos que se poseen en el hogar a saber si hay frustración debido a que no se alcanzan unas aspiraciones que parecen crecer sin límite.

El crecimiento económico no garantiza un aumento del bienestar

El economista Simon Kuznets fue quien lideró los esfuerzos para la construcción del sistema de cuentas nacionales para la medición de la producción y el ingreso (Kuznets, 1934, 1948); por ello, Kuznets es considerado el padre del PIB. En 1934, mientras realizaba la labor de construcción del PIB, Kuznets manifestó en un reporte para el Congreso de los Estados Unidos que “El bienestar de una nación difícilmente puede inferirse de una medición del ingreso nacional” (p. 7). Y en 1959, otro economista de gran prestigio, Moses Abramovitz, también expresó en 1959 sus dudas al observar que “debemos ser muy escépticos con respecto a la idea de que los cambios de largo plazo en el crecimiento del bienestar se puedan medir a partir de los cambios en la tasa de crecimiento del producto” (p. 21). El escepticismo con respecto al PIB no fue acompañado de una propuesta para intentar medir el bienestar, y el PIB se convirtió en el indicador central para medir no solo la producción, sino también el desarrollo económico y el progreso de las sociedades (Coyle, 2015).

En la década de 1960, el llamado Movimiento de Indicadores Sociales propuso la necesidad de ir más allá del PIB para tener un mejor panorama de las condiciones de vida de la población (Andrews & Withey, 1976; Bauer, 1966; Land & Michalos, 2018). Este movimiento buscó alejarse del PIB al considerarlo “demasiado economicista”; sin embargo, no se alejó del objetivismo predominante en la época y por ello propuso un grupo amplio de indicadores objetivos relacionados con la salud, educación, acceso a servicios y demás. Propuestas más recientes, como la del Índice de Desarrollo Humano (IDH), mantienen el foco de atención en el uso de indicadores objetivos, y los que proponen se encuentran altamente correlacionados con el ingreso.

En la década de 1970, Easterlin (1974) se hace la siguiente pregunta: “¿Aumenta el crecimiento económico el bienestar humano?” La pregunta no es nueva, pero el abordaje del tema si era novedoso, lo que se advierte en el subtítulo que él dio a su trabajo: Alguna evidencia empírica. Para realizar su investigación empírica, Easterlin usa la información disponible sobre la satisfacción de vida de la población en varios países; al hacerlo incorpora la subjetividad a la disciplina económica. La respuesta empírica a la pregunta planteada ha pasado a la literatura con el nombre de “paradoja de Easterlin”: en datos de corte transversal las personas con mayor ingreso reportan, en promedio, mayor satisfacción de vida, pero en series de tiempo, un mayor ingreso -el crecimiento económico- no genera aumentos en la satisfacción de vida. Como se mostrará más adelante (Gráfica 1), Chile es un caso ilustrativo de esta paradoja: un alto crecimiento económico no ha originado aumentos en la satisfacción de vida de sus habitantes.

Fuente: Elaboración propia con datos del Latinobarómetro (2001-2018) y el Banco Mundial (1990-2018).

Gráfica 1 PIB per cápita y porcentaje de población satisfecha con la vida, Chile 1990-2018. 

La investigación empírica ha explorado y corroborado muchas de las hipótesis propuestas para explicar la paradoja de Easterlin (Rojas, 2009b, 2019); entre ellas cabe destacar las siguientes:

  • Una brecha aspiracional que no se cierra con el aumento del ingreso. El bienestar no solo depende de lo que se tiene, sino también de la brecha entre lo que se tiene y a lo que se aspira. La investigación muestra que el crecimiento del ingreso viene acompañado de más aspiraciones materiales. Por ello, es posible encontrar grupos poblacionales para quienes el ingreso se incrementa, pero cuya satisfacción de vida no lo hace debido a que su brecha aspiracional no se reduce.

  • Una posición relativa que no mejora con el aumento del ingreso. La satisfacción de vida depende de la posición social; un mayor ingreso permite, en algunos casos, alcanzar un mejor estatus social. No obstante, la asociación entre mejora de estatus y mayor ingreso desaparece cuando en una sociedad este último es generalizado; cuando casi todos tienen mayor ingreso, ese ingreso mejora la posición social, pues este es un concepto relativo. En este caso, se observa un aumento generalizado del ingreso, pero no un cambio importante en la satisfacción de vida de los habitantes. El fenómeno ilustra una falacia de la composición: lo que es cierto para uno, no lo es para todos. La falacia implica que los hallazgos de corte transversal no son extrapolables a las series de tiempo; esto es: si bien en Chile las personas de ingresos altos reportan mayor bienestar subjetivo que aquellas de ingresos bajos, esto no implica que un aumento generalizado del ingreso lleva a una mayor satisfacción de vida de los chilenos.

  • Las brechas comparativas importan. Las personas viven en sociedad y la comparación con los otros es una práctica frecuente. La literatura de grupos de referencia sugiere que hay comparaciones aspiracionales, competitivas, de pertenencia, y de distanciamiento social. Cuando el ingreso de un grupo crece, pero lo hace menos que el de aquellos grupos de competencia, aspiracionales y de distanciamiento, entonces se produce un efecto de deterioro de la satisfacción de vida. Una persona en esta situación considera que, aunque su ingreso aumenta, ahora está más lejos de aquellos con quien se quiere mantener al lado (grupo de competencia), más lejos de aquellos que marcan sus objetivos de largo plazo (grupo aspiracional) y más cerca de aquellos de los que quiere alejarse (grupo de distanciamiento). La literatura ha utilizado el término frustrated achievers para referirse a las personas cuya satisfacción de vida cae a pesar de que su ingreso aumenta (Graham & Pettinato, 2002; Naudé et al., 2014). En procesos como el de Chile, con rápido crecimiento económico, y con alta desigualdad de ingreso inicial que disminuye poco durante el proceso, es concebible que la mayor parte del incremento absoluto de ingreso se concentre en los deciles superiores de la población, con lo cual, la población ubicada en los deciles de ingreso medio y bajo puede observar que su ingreso absoluto aumenta levemente, pero que su posición relativa se deteriora.

  • La habituación a los nuevos bienes y servicios reduce el impacto positivo del aumento del ingreso. Un mayor ingreso permite adquirir más bienes y servicios, pero con el tiempo, las personas podrían habituarse a muchos de ellos, con lo que su impacto de bienestar es pequeño en el mediano y largo plazo. La endogeneidad de las normas de evaluación hace que la casa que parecía muy grande cuando se compró ahora parezca normal, y que el recién comprado televisor con tecnología avanzada que llamaba la atención de toda la familia pronto pase a ser un aparato más en la habitación.

  • Se adoptan valores que reducen la capacidad del ingreso para generar bienestar. La intensificación de los valores materialistas e individualistas lleva a que cada vez sea necesario un mayor nivel de ingreso para alcanzar los estándares que la persona considera como aceptables. Países que basan su crecimiento económico en la apertura económica y la inserción al mundo globalizado también se exponen a una rápida transición hacia valores más materialistas e individualistas, con lo que se reduce el impacto del ingreso en el bienestar. Tironi (2006) analiza cómo han cambiado los valores en la sociedad chilena en los últimos cincuenta años.

  • La anomia tiene un costo de bienestar. Las transformaciones sociales aceleradas conducen a una pérdida de congruencia social (Genov, 1998; Merton, 1938); Durkheim (1989) denominó “anomia” a esta situación donde las cosas pronto dejan de ser como siempre han sido, y donde el futuro rápidamente ha dejado de ser como se esperaba que fuera. Durkheim asoció la anomia con una pérdida del bienestar, y estudió su relación con las tasas de suicidio (Henry et al., 2014). Lora (2008) encuentra que la satisfacción de vida se correlaciona negativamente con el crecimiento económico, esto es: la evidencia señala que las altas tasas de crecimiento económico vienen acompañadas de un costo de bienestar para la población. Esta paradoja del crecimiento infeliz puede surgir como resultado de las transformaciones sociales que acompañan -y que muchas veces requieren- el crecimiento económico.

  • En algunos casos el crecimiento se sustenta en atender las deficiencias que el mismo proceso origina. Bartolini (2019) introduce el concepto de crecimiento defensivo, con lo que afirma que gran parte del crecimiento económico surge como resultado de la atención de nuevas demandas que surgen a partir de la infelicidad que producen las políticas aplicadas para lograr el crecimiento; esto genera un círculo vicioso de crecimiento económico sin bienestar.

Sarracino (2019) se plantea una pregunta muy interesante: ¿bajo qué condiciones el crecimiento económico sí logra impactar en el bienestar? La pregunta y el estudio de Sarracino muestran que el crecimiento económico no es garantía de bienestar; pero también abre la posibilidad de que se pueda lograr un mayor impacto de bienestar si se comprende mejor cuál es la relación entre ingreso y bienestar y a partir de esto se construyen las condiciones adecuadas para tener un crecimiento con bienestar.

El bienestar depende de muchos otros factores además del ingreso

Uno de los hallazgos más importantes de la investigación de bienestar subjetivo es que en la vida hay más que el nivel de vida, y que para muchas personas hay aspectos más relevantes (Rojas, 2007). Este hallazgo es trivial, pero no deja de ser sorpresivo para muchos economistas acostumbrados a trabajar con modelos donde proliferan los consumidores -cuya utilidad depende únicamente del ingreso-. El reporte de bienestar refleja muchos aspectos en la vida de los seres humanos y no solo los económicos, y el bienestar depende de la satisfacción en todos esos aspectos (Charles-Leija et al., 2019; Rojas, 2006, 2007; Van Praag et al., 2003). El ingreso no capta la situación de bienestar de los seres humanos al dejar por fuera muchos aspectos fundamentales en su vida, por ejemplo:

  • La satisfacción laboral. El trabajo es mucho más que “un mal” que se realiza para ganarse la vida; el trabajo es un espacio vital donde la seguridad laboral, las jornadas razonables, y las buenas relaciones con los colegas, superiores y subalternos, pueden ser fuente de bienestar (Berglund et al., 2016; Charles-Leija et al., 2019).

  • La cantidad y calidez de las relaciones humanas. La esfera relacional es fundamental para la satisfacción de vida (Rojas, 2018). Las relaciones gratificantes deben nutrirse cotidianamente, y para ello se requiere de tiempo libre. De igual forma, las relaciones afectivas de largo plazo -de pareja, con hijos y amigos- deben ser cultivadas y para ello se requiere tiempo, disposición y presencia.

  • La disponibilidad de tiempo libre. El tiempo libre también es fundamental para el descanso, para la consecución de los intereses, pasiones y propósitos propios, y para la salud física y mental. En casos extremos, el deterioro de la salud mental llega incluso a manifestarse en altas tasas de suicidio.

Los procesos de desarrollo y las políticas públicas que fomentan el crecimiento económico se enfocan principalmente en el aumento del ingreso, mientras marginan otros factores también relevantes para el bienestar. La reducción del tiempo disponible, el deterioro de la calidad y cantidad de relaciones humanas, el cansancio, el deterioro de la salud física y mental, los problemas de conciliación en las actividades del hogar y del trabajo, las dificultades crecientes para criar hijos en un entorno donde todos los adultos trabajan por largas jornadas, el incremento en el tiempo de traslados, y las aspiraciones materiales que crecen aceleradamente, son tendencias que el PIB no captura y que impactan negativamente en el bienestar. Muchas de ellas pueden estar inducidas por las políticas y reformas que se implementan para promover el crecimiento económico.

Cabe agregar que algunas reformas económicas orientadas a promover el crecimiento económico, como las surgidas del Consenso de Washington y que Chile implementó intensamente, recomiendan la reducción del tamaño y ámbito de influencia del Estado y debilitan la red de seguridad social, con un detrimento para el bienestar en la población (Rojas, 2015).

Hay dudas razonables con respecto al supuesto de que un mayor ingreso garantiza per se un mayor bienestar. Por ello, no debe asumirse que el milagro económico chileno viene acompañado de un mayor bienestar; la siguiente sección busca someter a corroboración este supuesto.

El bienestar en Chile

Las variables de bienestar subjetivo

Este trabajo utiliza la siguiente información para la apreciación del bienestar en Chile:

Satisfacción con la vida. Es una variable con cuatro categorías de respuesta: “Para nada satisfecho”, “No muy satisfecho”, “Bastante satisfecho”, y “Muy satisfecho”. La información proviene de la encuesta Latinobarómetro y, con algunas excepciones (2012 y 2014), está disponible anualmente para el periodo 2001-2018. Se dispone de 19 170 observaciones en total.

Afecto positivo: Se construye como el promedio de cinco variables dicótomas que preguntan sobre la experiencia del afecto el día anterior a la entrevista. Los afectos en consideración son: reír, aprender algo nuevo, ser tratado con respeto, estar alegre, y sentirse descansado. Variable medida en el rango de 0 (No se experimentó ningún afecto) a 1 (Se experimentó todos los afectos bajo consideración) (Encuesta Mundial Gallup, 2006-2016).

Afecto negativo: Se construye como el promedio de cinco variables dicótomas que preguntan sobre la experiencia del afecto el día anterior a la entrevista. Los afectos en consideración son: preocupación, estrés, enojo, tristeza y depresión. Variable medida en el rango de 0 (No se experimentó ningún afecto) a 1 (Se experimentó todos los afectos bajo consideración) (Encuesta Mundial Gallup, 2006-2016).

Situación económica subjetiva: Se pregunta a la persona sobre la situación económica del hogar, con la siguiente escala de respuesta: “El ingreso alcanza bien, podemos ahorrar”, “Alcanza justo, sin grandes dificultades”, “No alcanza, tenemos dificultades”, “No alcanza, tenemos grandes dificultades” (Encuesta Latinobarómetro, 2001-2018).

Otras variables de interés:

La Encuesta Mundial Gallup dispone de información sobre el ingreso del hogar per cápita con la que se construyen dos categorías: ingreso bajo e ingreso no bajo, utilizando un umbral de 4 USD de ingreso del hogar per cápita para conceptualizar la categorización.

Se dispone también de información sociodemográfica, como edad, género y otras.

Chile: ingreso relativamente alto y bienestar relativamente bajo

El bienestar subjetivo de los chilenos es relativamente bajo con respecto a la situación en el resto de los países latinoamericanos. Se observa en la Tabla 2 que en 2018 un 67.4% de los chilenos manifiesta niveles de satisfacción de vida altos. Esta cifra ubica a Chile en la posición 13 en la región, lo cual en nada corresponde con su situación de acuerdo con los indicadores de ingreso y relacionados. Chile no ha mejorado su posición relativa en América Latina entre 2005 y 2018; en realidad, ha caído un peldaño.

Tabla 2 Satisfacción de Vida en América Latina. Porcentaje.1 Por países. 

Porcentaje 2005 Ranking 2005 Porcentaje 2018 Ranking 2018 Cambio 2005-2018
Argentina 73.3 9 77.1 8 3.8
Bolivia 50.5 17 60.0 18 9.5
Brasil 69.9 10 65.8 15 -4.1
Chile 68.4 12 67.4 13 -1.0
Colombia 78.4 5 86.6 1 8.2
Costa Rica 86.1 2 86.4 3 0.3
Ecuador 54.4 16 72.2 10 17.8
El Salvador 68.2 13 68.2 11 0.0
Guatemala 82.7 4 86.6 2 3.9
Honduras 66.7 14 80.8 7 14.1
México 73.4 8 81.1 6 7.7
Nicaragua 64.9 15 67.0 14 2.1
Panamá 83.7 3 83.7 5 0.0
Paraguay 69.2 11 67.9 12 -1.3
Perú 41.5 18 65.5 16 24.0
Rep. Dominicana 73.7 7 85.3 4 11.6
Uruguay 74.4 6 77.0 9 2.6
Venezuela 86.3 1 65.0 17 -21.3

1 Porcentaje que responde “Muy satisfecho” o “Bastante satisfecho” a la pregunta de satisfacción de vida. Otras opciones de respuesta: “No muy satisfecho” y “Para nada satisfecho”.

Fuente: Latinobarómetro 2005 y 2018.

Aún más, el cambio entre 2005 y 2018 en el porcentaje de satisfechos en Chile es prácticamente nulo; fue de 68.4 en 2005 y de 67.4 en 2018. Esto indica que la mejora sustancial de ingreso experimentada en el país no se ha trasladado a la vivencia de bienestar de los chilenos.

Se observa en la Tabla 2 que hay otros países en América Latina que no son considerados por los organismos internacionales como modelos a seguir y que, sin embargo, tienen porcentajes de satisfacción mucho más altos que Chile, tal es el caso de Colombia, Guatemala y Costa Rica, entre otros. Además, hay países que presentan una mejora considerable en el porcentaje de población satisfecha, por ejemplo, Perú lo elevó en 24 puntos porcentuales, y Ecuador en 18; si bien es cierto que estos países parten de niveles de satisfacción muy bajos. Se observa también un deterioro considerable en la situación de Venezuela, con una caída de 21 puntos en el porcentaje de personas satisfechas con su vida; esto ha hecho que Venezuela pase del primer lugar en la región en 2005 al penúltimo en 2018.

Chile: crecimiento económico sin bienestar

El ingreso per cápita aumentó sustancialmente en Chile en las últimas tres décadas, pero esto no se refleja en un aumento importante del bienestar subjetivo. Chile es un ejemplo más de lo que el economista Richard Easterlin denominó en 1974 como una paradoja: un crecimiento económico que no acrecienta el bienestar experimentado por los habitantes.

En la Gráfica 1 se combinan los datos referentes a PIB per cápita (eje izquierdo) y satisfacción con la vida (eje derecho). Allí puede apreciarse cómo el ingreso promedio de los chilenos ha aumentado a partir de 1990 y que su satisfacción de vida no señala una tendencia al alza en el periodo.

Situación de satisfacción de vida por grupos sociodemográficos

En términos generales, el porcentaje de personas satisfechas con la vida en Chile -aquellas que responden como “muy satisfecho” y “bastante satisfecho”- no muestra una tendencia ascendente durante las últimas dos décadas; se observa en la Tabla 3 que durante los últimos años (2010 a 2018) este porcentaje se redujo de manera significativa. La Tabla 3 también presenta los resultados de un ejercicio de regresión que utiliza datos micronivel para todos los años disponibles con el fin de estimar la tendencia temporal para la probabilidad de que los chilenos reporten estar muy o bastante satisfechos con su vida. Se observa que el coeficiente estimado para toda la población no es distinto de cero, con lo que puede afirmarse que a pesar del rápido crecimiento económico de las últimas dos décadas y a pesar de la mejora de otros indicadores de desarrollo, la probabilidad de que los chilenos estén muy o bastante satisfechos con su vida no ha cambiado durante el periodo.

Tabla 3 Chile: Satisfechos con la vida.1 Porcentaje, por grupos sociodemográficos 

Porcentaje Prueba de igualdad de medias2 Tendencia anual3 2001-2018
2001 2010 2018 2010-2001 2018-2010 2018-2001 Coef. Prob>z
Población total 67.8 70.7 67.4 * ** 0.001 0.51
Mujer 64.2 69.2 68.0 ** * 0.006 0.01
Hombre 72.0 72.3 66.7 ** ** -0.005 0.08
Hasta 30 años 67.0 75.9 68.3 *** *** 0.003 0.77
30 a 60 años 68.8 69.9 69.1 0.005 0.05
Mayores de 60 69.0 65.4 61.0 ** -0.010 0.03
Educación baja 60.0 56.4 51.6 * -0.006 0.16
Educación media 67.9 72.1 62.3 *** ** -0.004 0.15
Educación alta 78.5 85.9 80.3 ** ** -0.002 0.60

1 Porcentaje que reporta estar “muy satisfecho” o “bastante satisfecho” con su vida; en alternativa a “no muy satisfecho” y “para nada satisfecho”.

2 Diferencia de medias estadísticamente significativa a: *** (1%), ** (5%), * (10%).

3 Resultados de una regresión probit; variable dependiente: Satisfecho con la vida = 1 si la persona responde “muy satisfecho” o “bastante satisfecho”, 0 si responde “no muy satisfecho” o “para nada satisfecho”; variable independiente: tiempo (año).

Fuente: Latinobarómetro, varios años en el periodo 2001-2018.

La Tabla 3 también presenta la información por grupos sociodemográficos; se observa una caída importante y estadísticamente significativa durante las últimas dos décadas en el porcentaje de personas mayores de 60 años que reportan estar satisfechas con su vida; este porcentaje pasa de 69% en 2001 a 61% en 2018. La estimación de la tendencia anual confirma este hecho; se concluye entonces que el milagro económico chileno no solo no ha llegado a los adultos mayores, sino que su satisfacción de vida revela una tendencia a empeorar.

El porcentaje de personas jóvenes -menores de 30 años- satisfechas con su vida crece en los primeros años del siglo XXI, pero cae significativamente para la última década, pasando de 75.9% en 2010 a 68.3% en 2018. Esto implica que en 2018 ese porcentaje es prácticamente similar al de 2001. La estimación de tendencia anual lo confirma; no ha habido mejora en la satisfacción de vida de los chilenos en las últimas dos décadas.

Es factible hacer una distinción por género, observándose una tendencia favorable, pero pequeña, para el bienestar de las mujeres, y una tendencia desfavorable y de magnitud pequeña, para el bienestar de los hombres. La ligera caída en el bienestar de los hombres sucede principalmente en los últimos años (2010 a 2018), mientras que el ligero aumento en el bienestar de las mujeres sucedió sobre todo en los primeros años del siglo (2001-2010).

Se advierte también una tendencia a la caída en el porcentaje de personas satisfechas para el grupo de población de educación baja, aunque no es estadísticamente significativa. Durante el periodo de estudio ha habido una recomposición de la pirámide educativa -con un menor porcentaje de la población en el estrato de educación baja y uno mayor en el de educación alta-, pero eso no se ha traducido en un aumento de las personas satisfechas con su vida entre los años 2001 y 2018, lo cual se explica esencialmente por el menor porcentaje de personas con educación baja y media que reportan estar satisfechas con su vida y, además, porque no se ha incrementado el porcentaje de personas satisfechas con su vida en el estrato de educación alta. En general, esto evidencia que la mejora en los indicadores de acceso a la educación no se traslada automáticamente a una mejora en la satisfacción de vida de los chilenos.

Otra información de bienestar subjetivo: afectos y valoraciones

La Encuesta Mundial Gallup proporciona información de bienestar subjetivo complementaria al indicador de satisfacción de vida. La Tabla 4 presenta la situación afectiva y valorativa de los chilenos para 2009 y 2016, tanto para la población total como para algunos grupos sociodemográficos de interés.

Tabla 4 Chile: situación afectiva y valorativa. Promedio para distintos años 

Afecto positivo1 Afecto negativo1 Valoración de Vida2 Prueba de diferencia de medias3
  2009 2016 Tendencia Coef.4 2009 2016 Tendencia Coef.4 2009 2016 Tendencia Coef.4 Afecto positivo (2009-2016) Afecto negativo (2009-2016) Valoración de Vida (2009-2016)
Población total 0.78 0.80 0.002 0.26 0.29 0.005+++ 6.5 6.5 0.012 ** *
Mujer 0.77 0.78 0.001 0.28 0.32 0.006+++ 6.6 6.5 0.014 **
Hombre 0.78 0.83 0.004++ 0.25 0.25 0.003 6.5 6.6 0.001 ***
Hasta 30 años 0.81 0.86 0.006+++ 0.23 0.24 0.003 7.3 7.0 -0.016 *** **
30 a 60 años 0.77 0.79 0.001 0.28 0.30 0.005++ 6.3 6.6 0.036+++ **
Mayores de 60 0.75 0.78 0.000 0.25 0.30 0.008++ 6.0 6.0 0.000 **
Ingreso bajo5 0.73 0.77 0.004 0.33 0.35 0.005 5.9 6.1 0.047
Ingreso no bajo5 0.79 0.81 0.001 0.25 0.28 0.006+++ 6.6 6.6 0.001 * **

1 Rango de medición de 0 a 1.

2 Rango de medición de 0 a 10.

3 Diferencia de medias estadísticamente significativa a: *** (1%), ** (5%), * (10%).

4 Resultados de una regresión lineal en el tiempo, datos anuales. Coeficiente estadísticamente significativo a: +++ (1%), ++ (5%), + (10%).

5 Se utiliza un umbral de 4 USD de ingreso del hogar per cápita por día para formar las categorías de ingreso.

Fuente: Elaboración propia con datos de Encuesta Mundial Gallup (2006-2016).

Se puede observar que durante el periodo 2009-2016, dentro de un contexto de rápido crecimiento económico, caída sustancial de la tasa de pobreza, y ligero descenso de la desigualdad de ingreso, ni la valoración de vida ni el estado afectivo positivo de los chilenos mejoró, mientras que su estado afectivo negativo mostró una tendencia ascendente.

Al profundizar en el estudio de la situación por grupos de edad se observa que la población joven (menor de 30 años) experimentó una mejora en su situación de afecto positivo y que su valoración de vida no cambia entre 2009 y 2016; además, que la situación afectiva de los mayores de 60 años tiende a deteriorarse al aumentar significativamente el afecto negativo. Estos cambios podrían reflejar aspectos particulares de la situación del adulto mayor en Chile asociados, por ejemplo, al acceso a servicios de salud y al sistema de retiro.

Mientras la situación afectiva de los hombres tiende a mejorar al aumentar su afecto positivo, la de las mujeres tiende a deteriorarse al aumentar su afecto negativo.

La situación afectiva y valorativa de las personas de ingreso bajo es inferior a la del resto de la población, dado que experimentan menos afectos positivos y más negativos, y una menor valoración de vida. Asimismo, la recomposición poblacional por niveles de ingreso -menor porcentaje de la población en ingresos bajos- entre 2009 y 2016 ha sido insuficiente para disminuir los afectos negativos y mejorar la valoración de vida. Esto se debe a que el afecto negativo indica una tendencia ascendente durante el periodo, en especial para las personas de ingreso no bajo, así como a que su valoración de vida no ha cambiado.

Situación económica subjetiva

La Tabla 5 muestra para varios años el porcentaje de la población que manifiesta tener dificultades económicas. La situación se presenta para el total de la población y para distintos grupos sociodemográficos.

Tabla de 5 Chile: dificultades económicas.1 Porcentaje por grupos sociodemográficos 

Prueba de diferencia de medias2 Tendencia anual3 2001-2018
2001 2010 2018 2010-2001 2018-2010 2018-2001 Coef. Prob>z
Población total 49.3 47.0 40.4 *** *** -0.018 0.00
Mujeres 54.1 48.1 40.8 ** *** *** -0.022 0.00
Hombres 43.6 45.8 40.0 ** -0.014 0.00
Hasta 30 años 42.0 39.3 35.9 * -0.014 0.00
30 a 60 años 50.1 48.1 37.7 *** *** -0.028 0.00
Mayores de 60 57.6 56.2 53.7 -0.005 0.27
Educación baja 70.2 61.9 71.9 ** ** -0.010 0.04
Educación media 47.7 50.2 46.6 * -0.014 0.00
Educación alta 23.8 24.6 21.6 -0.020 0.00

1 Porcentaje que reporta que el ingreso del hogar “no alcanza, tenemos dificultades” o “no alcanza, tenemos grandes dificultades”; en alternativa a “alcanza bien, se puede ahorrar” y “alcanza justo, sin grandes dificultades”.

2 Diferencia de medias estadísticamente significativa a: *** (1%), ** (5%), * (10%).

3 Resultados de una regresión probit; variable dependiente: Dificultades económicas = 1 si la persona responde “no alcanza, tenemos dificultades” o “no alcanza, tenemos grandes dificultades”, 0 si responde “alcanza bien, se puede ahorrar” y “alcanza justo, sin grandes dificultades”; variable independiente: tiempo (en años).

Fuente: Latinobarómetro, varios años.

En general, para toda la población se detecta una disminución en el porcentaje de personas que reportan dificultades económicas (el ingreso del hogar no les alcanza y tienen dificultades o grandes dificultades). El porcentaje de personas con dificultades económicas cae de 49% en 2001 a 40% en 2018; esta disminución de nueve puntos porcentuales es importante y estadísticamente significativa, si bien no se corresponde con la disminución de cerca de 25 puntos porcentuales en la tasa de pobreza durante el mismo periodo (véase la Tabla 1). Este hecho sugiere que la relación entre los indicadores económicos y los aspectos económicos subjetivos -la dificultad económica- no es sencilla; se deduce que hay personas que han logrado salir de la pobreza pero que aún reportan tener dificultades económicas.

Se observa también que la menor dificultad económica ha sido experimentada principalmente por las mujeres, y la población de entre 30 y 60 años. No se percibe ninguna mejora para la población mayor de 60 años.

Se distingue también una ligera tendencia decreciente en las dificultades económicas para todos los grupos educativos; esto, aunado al cambio en la pirámide educacional -con un mayor porcentaje de la población con alta educación y uno menor con baja educación- explica el efecto general que se advierte para la población total. Este hecho, combinado con los resultados sobre satisfacción de vida y educación presentados en la Tabla 3, sugiere que la educación en Chile ha tenido principalmente el papel de generar capital humano, antes que el de inculcar habilidades y destrezas para una vida satisfactoria.

Consideraciones sobre el desarrollo a partir del caso chileno

Chile es un país donde el alto crecimiento económico no se ha traducido en mayor bienestar de la población, pero no es una excepción, sino un fenómeno bastante común en los estudios de bienestar subjetivo. No obstante, es la constante referencia al milagro económico chileno, y el uso de este caso como modelo a seguir para el resto de los países latinoamericanos, lo que hace relevante el estudio de la situación de bienestar en Chile.

El deseo de muchos gobernantes latinoamericanos por no quedarse rezagados en la carrera para proclamar a sus países como “desarrollados” incrementa el riesgo de un efecto manada, donde los gobiernos se obsesionan con el crecimiento y pierden de perspectiva que este no es más que un instrumento para el bienestar.

No sería sorpresa encontrar que el bienestar no aumenta en países con crisis económicas recurrentes, ingresos estancados, desigualdad creciente, y altas tasas de inflación y desempleo, ya que ello estaría en concordancia con los modelos predominantes de desarrollo económico y progreso social. Sin embargo, el caso de Chile resulta sorpresivo al salirse de lo que se espera con base en los modelos teóricos y el discurso frecuente en la literatura de desarrollo económico.

Es claro que las personas de ingreso bajo en Chile tienen en el presente un ingreso mucho mayor al que tenían tres décadas atrás. También es claro que, en promedio, la vivencia de bienestar no ha aumentado, y que para ciertos grupos sociales esta se ha reducido. El caso de Chile constituye una ilustración más de la paradoja de Easterlin; no obstante, es necesario reconocer que las paradojas no existen, solo las malas teorías. En otras palabras, la paradoja evidencia un problema con los marcos mentales que se utilizan para entender los fenómenos humanos. Por ello, el caso de Chile sugiere que algunos de los supuestos que sustentan la concepción de progreso como crecimiento económico deben ser revisados: no se cumple que un mayor ingreso garantiza un mayor bienestar, y tampoco se cumple que la situación de ingreso determina la situación de bienestar de las personas.

Es importante subrayar que este artículo no se está cuestionando la existencia del llamado milagro chileno; los datos son claros al respecto: el PIB per cápita en este país ha aumentado sustancialmente durante las últimas décadas. Lo que este artículo cuestiona es la presunción de que hay un mayor bienestar asociado a ese mayor ingreso per cápita; en realidad, los datos hacen ver que Chile es un caso de crecimiento sin bienestar.

Sería un error intentar explicar la situación de crecimiento sin bienestar en Chile a partir de la alta desigualdad de ingreso; aunque moderadamente, el coeficiente de Gini se ha reducido, y la tasa de pobreza de ingreso ha caído sustancialmente. En consecuencia, el mayor ingreso de los últimos treinta años ha permeado en toda la población.

Sería también un error argumentar que el indicador de bienestar subjetivo es rígido en el tiempo; la situación de países como Venezuela, Perú y Ecuador muestra que el bienestar subjetivo puede cambiar sustancialmente a lo largo de los años. De igual forma, la situación de países como Costa Rica confirma que es posible alcanzar altos niveles de bienestar.

La situación de Chile señala que el crecimiento económico no garantiza el aumento del bienestar de la población. Para aumentar el bienestar es necesario pensar en: primero, sacar un mayor provecho al crecimiento de ingreso y, segundo, ir más allá del ingreso en la búsqueda del bienestar.

El artículo no está en contra del crecimiento económico, sino a favor de un crecimiento de alto impacto de bienestar y que, a su vez, sea amigable con el medio ambiente y, por ende, con el bienestar de las generaciones futuras. El impacto positivo del crecimiento económico sobre el bienestar es más probable cuando el crecimiento está asociado a la estabilidad laboral, a más oportunidades de empleo gratificante, a la posibilidad de tener más tiempo libre para las relaciones humanas y para la consecución de intereses y propósitos personales, a la capacidad de recaudación de los gobiernos y a su capacidad de proveer servicios públicos a toda la población. Para esto, el ingreso debe ser entendido como un instrumento para el bienestar y no como un fin en sí. La obsesión por el crecimiento económico -buscando el crecimiento por el crecimiento- contribuye poco al bienestar, y puede resultar contraproducente al inducir la toma de decisiones de política que son útiles para el crecimiento, pero que van en detrimento del bienestar.

El crecimiento económico no es el único instrumento para aumentar el bienestar de las personas. Quienes están interesados en hacer política pública para el bienestar deben ampliar la mirada e ir más allá del ingreso, incorporando a la política pública muchos otros aspectos relevantes para el bienestar, por ejemplo: el diseño de las ciudades, la disponibilidad de áreas recreativas, la calidad de los lugares de trabajo, los valores que se imparten en el sistema educativo, la alfabetización emocional, la construcción de una red de seguridad social, la conciliación hogar-trabajo, la disponibilidad de tiempo libre y las posibilidades para su uso gratificante, la importancia de las relaciones interpersonales y el tejido social, y muchos más.

En 2019 el descontento en Chile se manifestó en forma de protestas multitudinarias a partir de un aumento en el transporte público; la incapacidad de los políticos de turno para entender el descontento subyacente en la sociedad fue vista por la población como una falta de empatía de parte del gobierno con los ciudadanos. El caso chileno es una llamada de atención para los políticos y para quienes dirigen la política pública; la incorporación de indicadores de bienestar subjetivo a la política pública les permitiría conocer mejor la vivencia de bienestar de los ciudadanos y dirigir el país con una mayor empatía social. La incorporación del enfoque de bienestar subjetivo a la discusión del desarrollo económico permitiría incorporar nuevas perspectivas en el diseño de estrategias de desarrollo con el fin de alcanzar un mayor impacto de bienestar.

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Recibido: 17 de Julio de 2020; Aprobado: 04 de Julio de 2021

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