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Perfiles latinoamericanos

Print version ISSN 0188-7653

Perf. latinoam. vol.27 n.54 México Jul./Dec. 2019

https://doi.org/10.18504/pl2754-012-2019 

Artículos

Invisibilización de la violencia en el noviazgo en Chile: evidencia desde la investigación empírica

Invisibilization of dating violence in Chile: Evidence from the empirical research

Maruzzella Valdivia-Peralta* 

Eduardo Fonseca-Pedrero** 

Luis González Bravo*** 

Mercedes Paíno Piñeiro**** 

*Magíster en Psicología de la Salud por la Universidad de Concepción (Chile). Especialista en Psicoterapia, Sociedad Chilena de Psicología Clínica. Profesora Asistente del Departamento de Psicología, Universidad de Concepción | mavaldivia@udec.cl

**Doctor en Psicología por la Universidad de Oviedo (España). Profesor Titular de la Universidad de La Rioja (España). Investigador agregado del CIBERSAM, Departamento de Psiquiatría, Universidad de Oviedo | eduardo.fonseca.pedrero@gmail.com

***Magíster en Investigación Social y Desarrollo por la Universidad de Concepción (Chile). Especialista en Psicoterapia, Sociedad Chilena de Psicología Clínica. Investigador de la Dirección de Estudios Estratégicos, Universidad de Concepción | lgonzalez@udec.cl

****Doctora en Psicología por la Universidad de Oviedo (España). Profesora Titular de Universidad-Departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo | mpaino@uniovi.es


Resumen

El presente artículo analiza la violencia en el noviazgo mediante el estudio de sus tasas de prevalencia en Latinoamérica y Chile en las dos últimas décadas, comparándolas con los datos procedentes de otros países. Se constata la relevancia del problema en este último país, donde se llega al 51% en violencia psicológica y al 25% en la física. Se exponen además posibles causas de la poca relevancia y difusión de este problema en las políticas públicas, comparando metodologías e instrumentos de evaluación utilizados.

Palabras clave: violencia en el noviazgo; prevalencia de violencia; salud mental juvenil

Abstract

This article analyzes dating violence trough studying its prevalence rates in Latin America and Chile in the last two decades, comparing them with data from other countries. The relevance of the problem in this country is verified, where psychological violence is up to 51% and physical is reached to 25%. Possible causes of the poor relevance and diffusion of this problem in public policies are also exposed, comparing methodologies and evaluation instruments used.

Keywords: dating violence; prevalence of violence; youth mental health

Introducción1

Este artículo tiene dos objetivos principales: demostrar que existe suficiente evidencia empírica en el mundo, en Latinoamérica y en particular en Chile, respecto a que la violencia en el noviazgo constituye un grave problema de salud pública; y analizar diferentes factores que inciden en su baja relevancia para las políticas públicas, enfatizando en aspectos metodológicos y conceptuales. Para ello se han recopilado las investigaciones de prevalencia sobre la violencia en el noviazgo en el mundo, particularmente en Chile, en los últimos veinte años. La finalidad es aportar a la discusión de una problemática de gran impacto en la juventud.

Es imprescindible contar con una profunda comprensión de dicho problema desde la mayor cantidad de ángulos -sociológico, psicológico, prevalencia, medios de comunicación- para diseñar las intervenciones más adecuadas e impactar así para que disminuya su ocurrencia, se prevenga su inicio y se detenga su progresión hacia la vida adulta, anticipándose a cuando ya se ha establecido como un patrón regular de conducta de serias consecuencias para la vida conyugal y familiar. Si no se tiene suficiente comprensión de un problema de salud y su correspondiente difusión mediática, es muy difícil generar políticas públicas sistemáticas y coherentes. Es así que en este artículo, mediante una revisión bibliográfica de su abordaje y fundamentos, se elabora una propuesta para aproximarse a la violencia durante el noviazgo: hace más de treinta años que se estudia este tópico en el mundo y hace veinte en Chile, pero se mantiene invisibilizado en las políticas públicas de esta última nación.

Violencia contra la pareja

La violencia contra la pareja, conyugal, doméstica o en las relaciones íntimas (denominación más habitual en los últimos años), es un grave problema de salud pública. Si bien estos conceptos guardan diferencias menores entre sí, en esencia aluden al mismo fenómeno por lo que serán utilizados indistintamente en este artículo (Salazar, Torres & Rincón, 2005). Una de las formas más graves de la violencia interpersonal es la violencia contra la pareja, la cual incluye desde el asesinato, hasta una variada combinación de abusos emocionales y malos tratos, pasando por la violencia física, la sexual y las formas más graves de violencia psicológica (Pueyo, López & Álvarez, 2008). En 2007, en Estados Unidos, la violencia contra la pareja provocó 2340 muertes, 70% de mujeres y 30% de hombres (Centers for Disease Control and Prevention, 2012), lo que en costos económicos y pérdida de productividad asciende a ocho mil millones de dólares (Reeves & O’Leary-Kelly, 2007).

Según la estadounidense National Coalition Against Domestic Violence (NCADV) (2005-2011), la violencia doméstica se concibe como la intimidación deliberada, agresión física o sexual, golpes u otra conducta abusiva perpetrada por un compañero íntimo contra otro, y se trata de un problema de salud pública que afecta a diferentes grupos, independientemente de sus características sociodemográficas. El fenómeno genera diversos costos para la salud física y psicológica, como estrés postraumático, depresión, lesiones físicas, afecciones de salud reproductiva, síndrome de intestino irritable, y dolor crónico, entre otros (Whitaker, Haileyesus, Swahn & Saltzman, 2007).

Violencia en el noviazgo

Debido a que la violencia en el noviazgo como problema de salud pública solo recientemente se ha reconocido, todavía no se le ha comprendido y visualizado en términos sociológicos en toda su complejidad (Mulford & Giordano, 2008). Se trata de un tipo de violencia íntima, categoría que en su definición más amplia abarca parejas casadas, en unión libre, exparejas o relaciones de noviazgo (Ellison, 2012). Por ello, y en el caso específico de la violencia en parejas jóvenes que no se encuentran en convivencia, hay diversas definiciones: violencia prematrimonial (Aguirre & García, 1996, 1997), violencia entre adolescentes (Fernández-Fuertes, Orgaz & Fuertes, 2011), y el anglosajón dating violence, entre otras (Ali, Swahn & Hamburger, 2011; Anderson et al., 2011; Bennett, Guran, Ramos & Margolin, 2011; Bonomi et al., 2012; Close, 2005). En Chile se usa la denominación violencia en el pololeo, debido a que las relaciones iniciales de pareja sin convivencia o matrimonio se les llama en el uso diario pololeo (Alburquerque, 2011; Casanueva & Molina, 2008; Madariaga, 2014; Osses, Rubilar, Ruiz-Tagle, Sunkel & Vargas, 2008). No obstante, en este artículo se utilizará violencia en el noviazgo por su universalidad, que constata la literatura al respecto de distintos países hispanoparlantes: Argentina (Arbach, Nguyen-Vo & Bobbio, 2015), Ecuador (Avilés & Parra, 2015), España (Borrego, Rodríguez-Franco, Rodríguez-Díaz, Bringas & Paíno, 2015), México (Cortés-Ayala et al., 2015) y Chile (Saldivia & Vizcarra, 2012).

Muchas personas e instituciones permanecen ignorantes o niegan que los y las jóvenes puedan vivir tal tipo de violencia con la crudeza de los adultos, pero las estadísticas demuestran lo contrario. Esta invisibilización se debe en parte a la falta de definiciones unificadas (Curva, 2011). El primero en indagar en los comportamientos agresivos en parejas jóvenes fue Kanin (1957). En este análisis pionero se concluye que el 30% de mujeres había sido víctima de agresiones sexuales por parte de sus parejas (González, 2009; Kanin, 1957). Posteriormente se reconoció que hasta entonces el noviazgo había sido visto como el periodo premarital en su sentido de preparación para la vida conyugal, pero no como un momento en el que podía ocurrir violencia de pareja (Makepeace, 1981). A finales de la década de 1980, la violencia en el noviazgo fue admitida como un problema de salud pública en el mundo anglosajón (Foshee et al., 2004). En la actualidad, el consenso es que este fenómeno requiere de una mirada amplia, que considere variables específicas -por ejemplo, el género y la edad- y cómo ellas influyen en la prevención de dicha problemática (Ali et al., 2011).

Hoy se ha constatado que tal fenómeno se halla en muchas sociedades y que es sensible en sus modalidades de expresión a los cambios culturales, entre los que aparece el cada vez más temprano inicio de las relaciones de pareja (Close, 2005). En tanto que los avances en la comprensión del problema (Iconis, 2013) han consolidado un cuerpo de evidencia empírica en relación con aspectos epidemiológicos y de prevalencia de la violencia en el noviazgo. Esto ha llevado a que algunos investigadores afirmen que no existen diferencias estadísticamente significativas en las tasas de prevalencia de violencia de pareja en función del estatus de la relación: noviazgo, cohabitación o matrimonio (Wiersma, Cleveland, Herrera & Fischer, 2010), lo que sitúa la violencia en el noviazgo en un nivel de gravedad y costos equivalentes a los de la violencia conyugal.

Por eso es que llama la atención que Chile no ha logrado materializar este cuerpo de conocimiento en leyes que tipifiquen la violencia en el noviazgo como un delito con la misma gravedad que la violencia dentro del matrimonio, lo que influye en el diseño de políticas públicas efectivas para combatirla.

Prevalencia de la violencia en el noviazgo en el mundo

González (2009) hace una exhaustiva revisión de los estudios de prevalencia de violencia física y psicológica en las relaciones de noviazgo. Después de analizar 54 estudios de diversos países concernientes a la violencia física, 21 a la psicológica y 23 a la sexual, concluye que la prevalencia de la violencia física varía entre el 9 y el 52%, el 10 y el 20% y entre el 30 y el 40%, dependiendo de la edad de las muestras, la década (ochenta, noventa, dos mil) y el país en cuestión. De la violencia psicológica, la misma autora señala una prevalencia de entre dos tercios y tres cuartos de las relaciones de noviazgo, informando de datos que llegan al 82, 90 e incluso 94% en la perpetración. Mientras que acerca de la victimización, los resultados revelan prevalencias que oscilan entre el 9.4 y el 90%. Finalmente, en relación a la violencia sexual, la victimización alcanza porcentajes de entre 0.3 y 75%, en los hombres, y de entre el 2.1 y el 85% en las mujeres; en lo que concierne a la perpetración de la violencia sexual, esta puede llegar desde el uno hasta el 33%, tanto en hombres como en mujeres.

Straus (2004) es una investigación ya clásica acerca de la violencia en el noviazgo, allí se informa de los hallazgos entre estudiantes de 31 universidades en 16 países: cinco en Asia y el Medio Oriente, dos en Australia y Nueva Zelanda, seis en Europa, dos en América Latina -Sao Paulo y Juárez-, y 16 en América del Norte, en donde se aplicó la Escala de Tácticas de Conflicto (CTS 2) (Straus, Hamby, Boney-McCoy & Sugarman, 1996). Sus resultados indican que las tasas de violencia promedio, expresadas como agresión física a la pareja en los últimos doce meses, son de 29% (rango=17-45%), en tanto que el 7% habría lesionado a su pareja (rango 2-20%). La proporción de varones y mujeres fue muy similar en cuanto a la agresión física de su pareja: 25% de hombres y 28% de mujeres. Mientras que la tasa en lo concerniente a perpetrar agresiones graves fue similar: 9% tanto en el caso de los hombres como en el de las mujeres.

En Estados Unidos, en 2007, se encontró que aproximadamente un 10% de los estudiantes de secundaria informaban de haber sufrido violencia física por su pareja en los últimos doce meses: 11% hombres y 8.8% mujeres (Montoya, Smith, Eng, Wynn & Townsend, 2013) y cerca del 8% indicó haber sido forzado a tener sexo en algún momento de su vida. Ali et al. (2011) dieron a conocer datos de investigaciones previas: casi 10% de los estudiantes de secundaria (10% de varones y 9% de niñas) denunció haber sido golpeado, abofeteado o lastimado físicamente a propósito por su novio o novia al menos una vez en los últimos doce meses. Y en esta misma línea, Marquart et al. (2007), con parecidos instrumentos de medida, hallaron una prevalencia del 16% en un análisis secundario sobre una muestra de 20 274 adolescentes, principalmente de sectores rurales, lo que indica una mayor incidencia en los estados sureños norteamericanos.

Los datos de prevalencia de violencia de pareja mencionados están por abajo de los que reportan O’Keefe & Triester (1998) en la década anterior. Estos autores indican que el 45.5% de los hombres y el 43.2% de las mujeres habían sufrido al menos un episodio de agresión durante su relación de noviazgo. De hecho, otras investigaciones de los noventa en Estados Unidos llegan a porcentajes de 30-34% para la agresión física, y de 93-98% para la psicológica (Riggs & O’Leary, 1996). También son inferiores a los de Copp et al. (2015), quienes señalan -utilizando una muestra de 1321 escolares del condado Lucas en Ohio, evaluada con la versión original de la escala CTS (Straus & Gelles, 1990)- que aproximadamente 35% de los alumnos habían experimentado violencia en su relación actual o más reciente. La violencia incluía victimización, perpetración y violencia mutua. En 2013, en ese mismo país, se informó de porcentajes mayores de algún incidente de violencia en el noviazgo entre los 13 y los 19 años: 64.7% en las mujeres y 61.7% en los hombres (Bonomi et al., 2012).

En Canadá se han encontrado tasas de prevalencia del 27.8% para el acoso sexual, de 22.3% para la violencia física -dentro del rango de Straus (2004) - y de 79.1% para la violencia psicológica (Anderson et al., 2011). En China, los porcentajes son de alrededor de 35% en estudiantes que habrían sufrido violencia en el noviazgo (Anderson et al., 2011; Straus, 2004), lo cual, salvando las posibles diferencias metodológicas entre investigaciones, es de diez puntos superior a lo que se encuentra en Suiza, cuya tasa media es del 25% (Hamby, Nix, De Puy & Monnier, 2012). En Nigeria, Boladale et al. (2015) realizaron una evaluación con la escala CTS 2 entre cuatrocientos estudiantes universitarios, con edades de 18-35 años, y hallaron una prevalencia de violencia en la relación de noviazgo en los últimos doce meses de 34%.

En el caso de los jóvenes, la agresión relacional, entendida como dañar o infligir perjuicio a otro a través de difamación, ostracismo o la manipulación de la relación, cobra relevancia debido al amplio uso de Internet y los dispositivos electrónicos, con especial atención al creciente uso de las redes sociales. Se ha demostrado que estas agresiones en el contexto del noviazgo producen más daño que en el de la amistad, y que ocurren hasta en dos tercios de las muestras de estudiantes universitarios analizadas (Bennett, Guran, Ramos & Margolin, 2011).

Además, hay diferencias poblacionales estadísticamente significativas en análisis realizados internamente en distintas regiones y países. Por ejemplo, Seligowski & West (2009) indican que los varones nacidos en Estados Unidos informaban ser víctimas de violencia física en mayor proporción que las mujeres nacidas en el mismo país. Mientras que las mujeres nacidas en Asia Oriental ejercían más violencia psicológica y física que los hombres nacidos en la misma zona. Por su parte, en Europa del Este, las mujeres señalaban un mayor uso de la negociación en las relaciones amorosas que los hombres nacidos en la misma zona.

Como se observa, los altos porcentajes de violencia en el noviazgo citados por González (2009) tienden a mantenerse en análisis más recientes. Así, Bonomi et al. (2012) refiere tasas de violencia física del 50%; Copp, Giordano, Longmore & Manning (2015) señalan un 35% en la relación más reciente, y Yetunde, Adesanmi, Olutayo & Olanrewaju (2015) citan un 34%. Como fue señalado al comienzo de este artículo, el fenómeno no presenta indicios de disminución sino que su prevalencia es muy semejante en distintos países. Es un patrón que se repite en España y los países latinoamericanos.

La prevalencia de la violencia durante el noviazgo se ha analizado en España mediante el análisis de una muestra de 601 estudiantes de enseñanza secundaria de Salamanca, evaluados con una selección de tres subescalas del Conflict in Adolescent Dating Relationships Inventory (CADRI) (Wolfe et al., 2001), en su adaptación al español (Fernández-Fuertes, Fuertes & Pulido, 2006). Este instrumento abreviado incluyó agresiones verbales-emocionales, físicas y sexuales. Los porcentajes de participantes que indicaban agresiones físicas fueron de 25.3% (haber cometido) y de 23.6% (haberlas sufrido). No hubo diferencias estadísticamente significativas entre el porcentaje de hombres y mujeres que manifestó haber cometido o sufrido agresiones físicas. En el rubro de agresiones sexuales, el 51.1% de los adolescentes afirmó haber cometido una o más, mientras que el 57.4% manifestó haberlas sufrido. Se encontraron diferencias estadísticamente significativas en la comisión de este tipo de agresión a favor de los varones (w=.16; p≤ .001), pero no en cuanto a haberlas sufrido. El 95% indicó haber perpetrado o sufrido agresiones verbales-emocionales, renglón en el que no se hallaron diferencias estadísticamente significativas entre hombres y mujeres (Fernández-Fuertes, Orgaz & Fuertes, 2011). Los datos de prevalencia general para España fueron confirmados por López-Cepero, Rodríguez-Franco, Rodríguez-Díaz, Bringas & Paíno (2015a) quienes, analizando una muestra de 6731 estudiantes españoles de entre 15 y 26 años evaluados también con el CADRI, señalaron que el 68.7% de los participantes manifestó no haberse sentido maltratados, atemorizados ni atrapados en la relación de pareja; sin embargo, el 25% respondieron positivamente a algunas de las tres situaciones anteriores. Por su parte, López-Cepero et al. (2015b) encuentran que, en una muestra de 3087 estudiantes adultos españoles, el “castigo emocional” lo sufre el 20.9% de los varones y el 7.6% de las mujeres, mientras que el físico el 6.6% de los varones y el 2.3% de las mujeres.

Viejo, Monks, Sánchez & Ortega-Ruiz (2016) comparan los niveles de violencia en el noviazgo en un grupo de jóvenes de entre 15 y 18 años en España (n=200) y el Reino Unido (n=199). Los resultados en el primero de estos países indicaron que la participación en violencia física osciló entre el 12.2% para la agresión leve, y el 24.5% para la grave. La mayor participación fue ocasional y la ocurrencia frecuente no fue superior a 2.5%, lo cual se obtuvo para las formas más graves de agresión y victimización. En Reino Unido, los resultados revelaron que la participación en la violencia física osciló de 21% para la victimización grave, a 30.1% para la leve. La ocurrencia más frecuente era la esporádica. A pesar de la constatación de que los resultados fueron ligeramente superiores en Reino Unido, pruebas t indicaron que la única diferencia estadísticamente significativa entre los dos países citados era en el tipo de agresión leve, con más adolescentes involucrados en Reino Unido superando a España.

Prevalencia de la violencia en el noviazgo en Latinoamérica

La alta prevalencia de violencia en el noviazgo se ha hallado en diferentes países latinoamericanos. Así, en una investigación en Colombia con personas de entre 15 y 35 años de edad, además de verificar antecedentes importantes de violencia en la mayoría de los casos, se constató que, en aquellos con edades de entre 15 y 17 años, la frecuencia de violencia en las relaciones de pareja promediaba 73.2% (Rey-Anacona, 2013). Y en un trabajo realizado en México con una muestra de 4587 estudiantes de entre 12 y 24 años (con una media de edad de 15 años), pertenecientes a 260 escuelas de educación secundaria, 92 de educación media superior y una universidad, se identificó una tasa de prevalencia total del 28% (Rivera-Rivera et al., 2006). Este porcentaje sería menor que el reportado por Peña et al. (2013) para el mismo país; estos, con una muestra de jóvenes de entre 15 y 25 años, hallaron que esa prevalencia es de 45.5% en hombres y de 46.8% en mujeres. Por su parte, Cortés-Ayala et al. (2015) examinan la prevalencia de conductas de violencia o maltrato de pareja en México, así como las diferencias por sexo y nivel de estudios en una muestra de 3495 jóvenes, de los cuales 55.2% son preuniversitarios (M=15.99 años; rango de edad: 13-24 años) y 44.8% universitarios (M=20.16 años; rango de edad: 17-40 años). En ambos grupos se observó una alta prevalencia de la violencia psicológica en sus formas de desapego, coerción, humillación y devaluaciones asociadas al género (para hombres entre 35.3 y 55.2%; para mujeres, del 29.7 al 58.3%, dependiendo del indicador). Más al sur del continente, Arbach, Nguyen-Vo & Bobbio (2015) muestran que, en un grupo de 963 universitarios argentinos, un promedio del 34% de las mujeres y del 22% de los hombres agredió físicamente a su pareja en los últimos doce meses de relación, y un 6% refirió haber lesionado físicamente a la pareja.

Por otra parte, Avilés & Parra (2015) desarrollan un análisis en Ecuador, explorando la victimización en el noviazgo en una muestra de 224 mujeres de entre 18 y 25 años, y hallaron que la violencia psicológica llega al 34.9% de la muestra, los comportamientos coercitivos y controladores al 41.2%, la violencia física leve al 6.3%, y la violencia física grave al 2%. Así mismo, un 8.3% informó haber experimentado agresiones físicas al menos una vez durante el noviazgo, y violencia sexual en un 6.7% de los casos consultados.

En la Tabla 1 se resumen los hallazgos de Rubio-Garay et al. (2017), producto de su revisión sistemática que analiza 113 estudios llevados a cabo en el mundo en cuanto a la violencia en el noviazgo. Para fines de este artículo se han promediado las prevalencias informadas por continente.

Tabla 1 Porcentajes de prevalencia de violencia en el noviazgo por zona geográfica 

Tipo de violencia Cobertura de los estudios Cometida Sufrida
Física Hombres Mujeres Hombres Mujeres
EE. UU. y Canadá 26.2 22.3 26.4 23.2
Latinoamérica 29.9 30.5 18.2 18.9
Europa 21.6 25.3 22.9 21.2
Asia 41.9 41.2
Varios países 27.8 30.2 26.0 26.0
Psicológica EE. UU. y Canadá 63.6 69.9 50.9 55.7
Latinoamérica 46.8 43.5 79.9 67.3
Europa 67.0 73.1 65.7 69.2
Asia 49.2 46.7
Varios países
Sexual EE. UU. y Canadá 12.0 3.9 10.7 12.0
Latinoamérica 29.0 17.5
Europa 33.6 22.2 24.4 27.1
Asia 44.0 44.3
Varios países 23.6 20.1 24.1 24.1

*Se informan los promedios por zona geográfica. En los casos en que en las fuentes originales de Rubio-Garay et al. (2017) se informan frecuencias combinadas hombres/mujeres, se repitió el valor por sexo para el cálculo.

Fuente: Elaboración propia con base en Rubio-Garay et al. (2017).

Prevalencia de la violencia en el noviazgo en Chile

Los primeros estudios de violencia en el noviazgo o pololeo en Chile, se remontan a 1994 en el Primer Informe Nacional de Juventud (INJUV) (1994), lo cual ya resulta de interés en la medida en que coincide en tiempo con la investigación fundacional en Chile de Larraín (1994) acerca de la violencia en el matrimonio. Esto es significativo si se considera lo señalado por Storer (2015), quien indica que los movimientos contra la mujer golpeada han contribuido a tomar conciencia acerca de la realidad de la violencia entre los jóvenes.

En la encuesta del INJUV (1994), 17.3% de los hombres y 7.6% de las mujeres informaban haber sido víctimas de violencia física. Además, 25.3% de los varones y 23.6% de las mujeres reconocía haber sufrido violencia psicológica. Este antecedente se retoma y profundiza en Aguirre & García (1996), cuyo análisis parte de una muestra de setecientos estudiantes universitarios de la región de Valparaíso, contigua por el norte a la región Metropolitana. Dichos autores encontraron que el 51% había sufrido algún tipo de agresión psicológica, y el 24% uno de violencia física, al menos una vez durante el último año. Dicha tesis después se difundió en Aguirre & García (1996, 1997), y se recogió también en SERNAM (2003), lo cual le permitió una difusión equiparable a los subsecuentes estudios en muestras de jóvenes y centrados en la presencia de la violencia en el noviazgo.

Un análisis detallado de los resultados de la Tercera Encuesta Nacional de Juventud (2001) indica tasas de prevalencia de 28.2% de violencia psicológica y de 12.4% de violencia física. El porcentaje más alto de violencia psicológica (34.1%) fue hallado en el nivel socioeconómico alto. En el mismo 2001, el Centro de Análisis de Políticas Públicas de la Universidad de Chile elaboró un estudio en las regiones Metropolitana (que incluye la capital del pais) y Novena y encontró que, entre las mujeres que no conviven y que tienen una relación afectiva en la región Metropolitana, el 11.6% había sido víctima de violencia psicológica y el 12.2% de violencia física y/o sexual, mientras que en la región Novena, 15.2% la padecía en su expresión psicológica y 7.7% en su forma física y/o sexual (SERNAM, 2003).

En versiones más recientes -Séptima Encuesta Nacional de la Juventud (2012)- se observa que entre jóvenes de 15 a 29 años, un 16% declara haber vivido algún tipo de violencia dentro de la pareja, un 15% psicológica, un 7% física y un 1% la sexual. Y en este mismo grupo, al preguntar por cuestiones más específicas como “¿Controla tus salidas, horarios o apariencia?” (que se asocia a violencia psicológica), el porcentaje aumenta al 30% entre los jóvenes; o bien, “¿Alguna vez te pegó, empujó o zamarreó” lo que alude a violencia física-, el porcentaje crece al 12.3%, muy superior al 7% que había contestado afirmativamente a la pregunta directa sobre si había sufrido violencia física. En el grupo específico de 15 a 19 años, en esta misma encuesta, un 9.6% de los jóvenes declaró haber vivido violencia en la pareja. Sin embargo, no está el dato de las preguntas específicas para este grupo etario, lo que probablemente modificaría las cifras, al igual que en la encuesta general (INJUV, 2012). Lo anterior explica por qué estas cifras son más bajas que las de Saldivia & Vizcarra (2012): 51% de violencia psicológica y 24% de violencia física.

Finalmente, el INJUV ha realizado más consultas en estos años en relación a esta cuestión y las cifras han sido actualizadas por el Estudio Opinión Pública Joven (INJUV, 2014), donde se indica que, de una muestra de 1003 jóvenes chilenos, el 69% opina que entre los jóvenes de su edad es frecuente o muy frecuente “que se le pregunte a la pareja, aunque lo sepa, con quién ha estado para ver si miente”, o que el 63% señala que “su pareja ha sentido celos de sus amistades y han discutido por ello”.

Lehrer, Lehrer & Oyarzún (2009), por su parte, informan que, en una muestra de estudiantes universitarios, de las mujeres que señalaban haber sido víctimas de una agresión sexual desde los 14 años, al 12.7% le había ocurrido en una cita y al 26.4% con una pareja sexual. En una investigación previa, Lehrer, Lehrer, Lehrer & Oyarzún (2007) analizaron una muestra de 970 estudiantes universitarios, y hallaron que el 2% de los encuestados había sido físicamente forzado a tener relaciones sexuales en más de una ocasión desde que tenían catorce años, mientras que el 4% había sido verbalmente forzado a mantener relaciones sexuales. De igual modo, el 7% indicaba haber tenido relaciones sexuales bajo la influencia del alcohol, lo que significaba no haber estado en condiciones para oponerse. Lehrer, Lehrer & Zhao (2009) también informan que 67.3% de mujeres y 79.9% de los hombres que ha estado en una relación romántica señala al menos un incidente de victimización psicológica durante dicho periodo. En el caso de la victimización física, preguntando a mayores de catorce años, los datos indican que entre 15.1 y 25.4% de las mujeres señala haber sufrido victimización física en los últimos doce meses o desde los catorce años, respectivamente. Los porcentajes correspondientes a los hombres, según los mismos criterios, son de entre el 26.6 y 37.9%. Además, entre el 15.9 y el 19.5% de las mujeres en la submuestra que había experimentado violencia física, informó haber sufrido una lesión, en tanto que los porcentajes correspondientes a los hombres en este mismo rubro fueron de entre un 6.9 y 13.3%, según los parámetros descritos.

Una investigación más sobre el caso de Chile es la de Osses et al. (2008), los cuales señalan que un 76.8% de su muestra habría experimentado violencia psicológica, datos similares obtenidos en estudios exploratorios cualitativos (no de prevalencia) (Alburquerque, 2011; Casanueva & Molina, 2008). Estos últimos informan de un 13.5% de violencia en la pareja, pero al particularizar en conductas de agresión, este porcentaje asciende a 52.1%. Un dato semejante es el de Reiñanco & Sepúlveda (2013), cuya muestra se compuso de 225 adolescentes y jóvenes: 177 alumnos de educación superior y 48 alumnos de educación secundaria, mujeres y hombres, de entre 16 y 25 años. El 59% reportó violencia en sus relaciones de pareja. De los que se declaran como víctimas, 63% indicó que había sido psicológica, 33% física y 4% sexual. El Centro de Estudios de Opinión Ciudadana de la Universidad de Talca, Chile (2008) desarrolló su propio análisis con una muestra de 547 participantes de entre 15 y 18 años de edad, mediante una adaptación de la CTS (Straus, 1979). Dicho Centro halló que 29.3% había sido asustado o intimidado, 19.7% insultado o dañado, 11% menospreciado o humillado frente a otras personas y 2.4% había recibido amenazas de daño físico en su persona o contra un familiar directo. En cuanto a la violencia física, 13.9% de los participantes refirió haber sido empujado, arrinconado o tirado del pelo, el 13% ha sido abofeteado o le habían arrojado objetos hirientes, y 1.3% había sido golpeado con el puño o con algo para lastimarle.

En Osorno (940 km al sur de Santiago), Vivanco et al. (2015), en una muestra de 360 estudiantes de educación superior (136 hombres, 224 mujeres), evaluados con la Escala de Maltrato en la Pareja Forma A (Rey, 2009), observaron que el 85% de los participantes había padecido violencia. En 2014, y con una muestra de 1017 estudiantes universitarios de Antofagasta, se halló que 67.3% reportaba violencia psicológica, 36.6% física y 27.4% sexual, todo en el último año. Para ello se utilizó la escala CTS-2 (Guzmán-González et al., 2014).

En la localidad de Maipú, en Santiago de Chile, en un trabajo con 1225 jóvenes en relación de pareja, Madariaga (2014) encontró que 14.44% (654 mujeres y 571 hombres) reconocía haber vivido violencia en el noviazgo. Sin embargo, al precisar indicadores concretos conductuales, los porcentajes fueron de 71.55% para la violencia psicológica y de 20.89% para la física. Estos antecedentes y el análisis posterior llevan a dicha investigadora a afirmar que el 41.51% de las mujeres y el 60.25% de los varones reconocería haber sido víctima de alguna de las formas de violencia en el noviazgo.

La investigación del INJUV de 2015, pero publicada en 2017, parte de un muestreo probabilístico con selección aleatoria de hogares y por cuotas de sexo, edad y comuna, con 1012 casos representativos de todas las regiones de Chile, con edades de 15-29 años. Así se evidenció la violencia psicológica en el noviazgo: 63% declaró que su pareja había sentido celos de sus amigos o amigas y que habían discutido por ello, el 45% que su pareja había ignorado sus opiniones más de una vez, el 28% planteaba que su pareja controlaba los horarios y lugares a donde va, y el 27% que se había alejado de amigos, familiares y compañeros de estudio o trabajo para evitar que la pareja se molestara (INJUV, 2017). La Tabla 2 sintetiza los principales trabajos sobre la prevalencia de la violencia en el noviazgo en Chile.

Tabla 2 Prevalencia de violencia en el noviazgo en Chile 

Autores Principales hallazgos Muestra Instrumentos
INJUV, Primer Informe Nacional de la Juventud (1994) Victimización:
ViFi:
♂:17.3%; ♀: 7.6%
ViPs
♂: 25.6%; ♀: 23.6%
3792 sujetos, muestra total Estudio Sección Dinámicas Familiares
α: No se informa
Edad: 15-29 años
No se especifican propiedades psicométricas
INJUV, Tercera Encuesta Nacional de Juventud (2001) Victimización:
ViPs: 28.2%
ViFi: 2.4%
Mayor prevalencia de ViPs en NSE alto, con 34.1%
3701 jóvenes
α: 2.91%
Edad: 15-29 años
No se especifican propiedades psicométricas
INJUV, Quinta Encuesta Nacional de Juventud (2006) Victimización:
ViPs: 13.4%
ViFi: 7.6%
6345 jóvenes
α: 1.25- 5%
Edad: 15-29 años
146 preguntas, aplicación cara a cara No se especifican propiedades psicométricas
INJUV, Sexta Encuesta Nacional de Juventud (2009) Victimización:
ViPs:16.9%
ViFi: 7.7%
7570 casos
α: 1.15- 5%
Edad: 15-29 años
156 preguntas (principalmente cerradas, 114 contenidas en instrumento anterior) No se especifican propiedades psicométricas
INJUV, Séptima Encuesta Nacional de Juventud (2012) Victimización: 16% ha vivido algún tipo de violencia
ViPs: 15%
ViFi: 7%
ViS: 1%
Porcentaje aumenta a 12.3-30%, en aspectos conductuales más específicos
Grupo 15-19 años, 9.6% ha vivido violencia
8352 jóvenes
α: +/- 1.1%, a nivel nacional
Edad: 15-29 años
105 preguntas (principalmente cerradas) No se especifican propiedades psicométricas
Aguirre & García (1996) ViFi perpetración:
♂: 45%; ♀: 55%
Victimización: (sin distinción de género):
ViFi: 24% ViPs: 51%
525 estudiantes universitarios/as
Muestra estratificada proporcional, 4% de universitarios de región de Valparaíso*
Edad: 17-34 años, con 95% entre 18-26 años
19 preguntas cerradas, extraídas de escala CTS original, con ítems de Larraín (1994) para violencia en el matrimonio No se especifican propiedades psicométricas
Centro de Análisis de Políticas Públicas de la Universidad de Chile (2001, cit. en SERNAM, 2003) Victimización Región Metropolitana: ♀
ViPs: 11.6%
ViFi y/o
ViS: 12.2 %
En Novena región: ♀
ViPs: 15.2%
ViFi y/o
ViS: 7.7 %
2721 ♀ (Regiones Metropolitana y Novena, Chile)
α: no se informa
Edad: 15-49 años No se informa rango específico de jóvenes
En 2001, se utilizó cuestionario OMS adaptado a Chile en estudio multinacional
No se especifican propiedades psicométricas
Saldivia & Vizcarra, (2012) 71.7%, al menos un episodio de violencia:
Victimización:
ViPs: 62%
ViFi: 31.7%
205 estudiantes (Región de la Araucanía, Chile)*
Edad: 18-29 años; 96.1% 18-24 años, y 3.9% 25-29 años
14 ítems, agrupados en tres escalas (Vizcarra & Póo, 2007), con cuatro opciones de respuesta y antecedentes de consistencia interna (Alfa de Cronbach):
ViPs: .79. ViFi: .69. ViS: .64
INJUV. Estudio Opinión Pública Joven (2014) 69%: en jóvenes es frecuente o muy frecuente “que se le pregunte a la pareja, aunque lo sepa, con quién ha estado para ver si miente”
63%: “su pareja ha sentido celos de sus amistades y han discutido por ello”
1003 jóvenes
α: ±3.18 %
Edad: 15-29 años
No se especifican propiedades psicométricas
Lehrer, Lehrer & Oyarzún (2009) ViS victimización (desde los 14 años):
♂: 31.2%; ♀: 20.5%
ViS victimización (últimos 12 meses):
♂: 17.1%; ♀: 11.6%
♀: prevalencia de violación desde los 14 años de 9.4%
♀: víctimas de agresión ViS desde los 14 años. 12.7% en una cita y 26.4% con una pareja sexual
484 ♀ y 466 ♂ estudiantes universitarios*
Edad: No se informa
Siete preguntas para diferentes formas de ViS, y basada en instrumentos de otros países
No se especifican propiedades psicométricas
Lehrer, Lehrer, Lehrer & Oyarzún (2007) Victimización:
Desde los 14 años: 2% físicamente forzado/a a tener relaciones sexuales en más de una ocasión
4% verbalmente forzado a mantener relaciones sexuales
7% ha tenido relaciones sexuales bajo influencia de alcohol, no estando en condiciones de oponerse
455 ♀estudiantes universitarios*
Edad: 18-30 años, mediana 19 años
Cuestionario de respuesta cerrada, orientado a experiencias sexuales no deseadas, tanto en últimos 12 meses como desde los 14 años
Lehrer, Lehrer & Zhao (2009) ViPs Victimización:
♀: 67.3%; ♂: 79.9%
ViFi victimización (desde los 14 años):
♂: 37.9%; ♀: 25.4%
ViFi victimización (últimos 12 meses):
♂: 26.6%; ♀: 15.1%
De estas muestras informan que han sufrido una lesión:
(desde los 14 años):
♂: 13.3%; ♀: 6.9%
(últimos 12 meses):
♂: 13.3%; ♀: 15.9%
484 ♀ y 466 ♂ estudiantes universitarios*
Edad: 17-30 años, media 20 años
11 ítems de ViPs en el noviazgo en últimos 12 meses, adaptados de instrumentos previos
Dos conjuntos de ítems para victimización ViFi en últimos 12 meses y desde los 14 años
10 ítems para asalto físico y 4 ítems para lesiones físicas
Osses et al. (2008) 76.8% ha experimentado algún tipo de violencia 407 participantes, estudiantes de educación superior*
Edad: 18-30 años, media 21.56 años
Escala de ViPs: extraída de versión revisada de CTS-2, con 7 alternativas de respuesta según frecuencia de ocurrencia Alfa de Cronbach: = .79
Reiñanco & Sepúlveda (2013) 59%: ha experimentado algún tipo de violencia
De estas muestras informan Victimización:
ViPs: 63%
ViFi: 33%
ViS: 4%
225 adolescentes y jóvenes (educación secundaria y superior).
Edad: 16-25 años
Basado en instrumento de 37 items tipo likert, de Vizcarra y Póo (2009), confiabilidad de .78, en test-retest; validez concurrente: .71
Centro de Estudios de Opinión Ciudadana de la Universidad de Talca, Chile (2008) A 29.3% le han asustado o intimidado 19.7% ha sido insultado o dañado 11% ha sido menospreciado o humillado frente a otras personas 2.4% ha sido amenazado de ViFi
En ViFi, 13.9% ha sido empujado, arrinconado o le han tirado el pelo. 13% ha sido abofeteado o le han tirado objetos hirientes, y 1.3% ha sido golpeado con el puño o con algo que pudiera lastimarle
547 estudiantes secundarios.*
Edad: 15-18 años
Adaptación chilena de la escala de CTS de Gelles & Straus (1979, 1990)
No se especifican propiedades psicométricas
Vivanco, Espinoza, Romo, Véliz & Vargas (2015) Victimización: 85.3 %: ha experimentado algún tipo de violencia
Victimización:
♀: 86.6; ♂: 83.1%.
Perpetración:
♀: 88.4%; ♂: 80.9%
360 estudiantes de educación superior*
Edad: media 23.1 años, desviación estándar 4.4 años
Escala de Maltrato en la Pareja Forma A (Rey, 2009) Autorreporte, tipo likert, con 68 ítems para cinco tipos de violencia
Consistencia interna, Alfa de Cronbach: .51 y .95 dependiendo de la escala
Madariaga (2014) Victimización:
ViPs:71.6%
ViFi: 20.9%
Víctimas de violencia de alguna forma:
♂: 60.3%; ♀: 41.5%
1225 jóvenes en relación de pareja* 654 ♀ y 571 ♂
Edad: 13-20 años
Cuestionario con respuestas cerradas. Instrumento con 71 preguntas, 67 de ellas con las alternativas. Basado principalmente en pruebas desarrolladas en otros países y validado por jueces expertos
Guzmán-González et al. (2014) Perpetración:
ViFi: 39.2%
ViPi: 75.9%
ViS: 24.6%
Victimización:
ViFi: 36.6%
ViPs: 67.3%
ViS: 27.4%
1017 estudiantes universitarios*
Edad: 18- 28 años
Escala de Tácticas de Conflicto CTS-2, validado por jueces expertos
Policía de Investigaciones de Chile (PDI) 2017 Victimización:
32% reconoce haber sido víctima de violencia en su relación
9% reconoce haber sido víctima de hecho considerado delito (amenazas, lesiones o actividad sexual no consentida)
4700 jóvenes.
Edad: 15-17 años
No se especifican propiedades psicométricas
INJUV (2017) 63%: pareja ha sentido celos de amigos/amigas y han discutido por ello
45%; pareja ha ignorado sus opiniones más de una vez
28%: pareja ha controlado horarios y lugares a donde va
27%: se ha alejado de amigos, familiares y compañeros de estudio o trabajo para evitar que pareja se moleste
1012 casos, muestreo probabilístico, estratificado aproporcional
Edad: 15 y 29 años
146 preguntas (principalmente cerradas); antecedentes en instrumento año 2012

*Muestra no aleatoria. No corresponde error muestral. Simbología: ViFi=Violencia Física; ViPs=Violencia Psicológica; ViS=Violencia Sexual; α: error muestral; ♀: Mujeres; ♂: Hombres.

Fuente: Elaboración propia.

Políticas públicas y violencia en el noviazgo

Respecto a Estados Unidos, desde 2014 en al menos 22 de sus estados se ha trabajado en la prevención de la violencia en el noviazgo adolescente para lo que han establecido leyes y reglamentos que contienen planes de estudios, programas de prevención en las escuelas, capacitaciones a profesores, anuncios de televisión, diseño de protocolos y estándares, orientaciones para los organismos de salud pública, etc. (National Conference of State Legislatures, 2017). Aunque en algunos casos hay diferencias en el grado de aplicación efectiva de las leyes de violencia contra la mujer en jóvenes (Largio, 2007), se ha comprobado que una política más estricta, un mayor ingreso medio y el control del gobierno subnacional del Partido Demócrata se asocian a una menor prevalencia de la violencia entre parejas adolescentes (Hoefer, Black & Ricard, 2015).

Es importante distinguir entre la existencia de leyes y la ejecución de programas, en lo que claramente hay una mayor consolidación fuera de Iberoamérica. Martínez & Rey (2014) han revisado los programas para prevenir la violencia en el noviazgo entre 1990 y 2011. Además de identificar falencias en la descripción de su efectividad, encuentran que de los trece que cumplieron con el criterio, solo tres provenían de Iberoamérica. Esta variación en el rigor de los diseños y en que la mayoría de los estudios provengan de países de alto ingreso, también lo discuten Lundgren & Amin (2015), autores que señalan que las intervenciones de crianza con niños y adolescentes sometidos a maltrato son prometedores para prevenir la violencia en el noviazgo, y que los programas de largo plazo en diferentes contextos a lo largo del tiempo tienen mejores resultados que las sesiones individuales.

En cuanto a Chile, en este país se han realizado campañas como la del SERNAM de 2014, “No + violencia en el pololeo”, y la de octubre de 2017 de la División de Investigaciones del Ministerio del Interior y Seguridad Pública, en coordinación con la Policía de Investigaciones (PDI), el Instituto Nacional de la Juventud (INJUV) y Fundación Honra; no obstante, tales campañas no han sido evaluadas por lo que se desconoce su impacto.

Las políticas para abordar la violencia en el noviazgo a menudo están incluidas en las políticas de violencia doméstica (Sousa, 1999) y no existe en los estados de EE. UU. o en los países iberoamericanos un modelo único. A esto se suma, que con frecuencia las leyes que abordan la violencia en la pareja están escritas de tal modo que dificultan su denuncia para el caso de las parejas durante el noviazgo. Esto se traduce en que no se responde con tolerancia cero, ni en responsabilidad forzosa para el perpetrador y derivación obligatoria a programas de intervención de agresores. Además, la sensibilización y educación de los adolescentes y capacitación de los tribunales son fundamentales para cambiar la definición cultural de violencia entre jóvenes como un acto criminal (Zosky, 2010). Es importante incluir en las leyes la violencia en el noviazgo, destacando la relación íntima por sobre la existencia de cohabitación o formalización del vínculo. Esto fue reconocido en el Reino Unido en 2004, a través del “The Domestic Violence, Crime and Victims, Act 2004”. Mientras que en España también se reconoce la legitimidad del noviazgo como contexto donde ocurre la violencia de género, y se le ha tipificado con el artículo 37 de la Ley Orgánica Núm. 1/2004. En Italia ocurre un reconocimiento similar al de la legislación británica reflejado en el Decreto-Ley Núm.93/2013 (Salvador-Concepción, 2015).

En Latinoamérica hay ejemplos de leyes que contemplan dentro de la violencia en la pareja la categoría noviazgo, la cual es incluida en la Ley 26.485 argentina (Defensor del Pueblo de la Provincia de Córdoba, 2013), el Decreto 22-2008 guatemalteco, en la Ley 11.340 brasileña de 2006 (Estefan, Sierra, Coral & Londoño, 2013), y en la Ley 17.514 uruguaya (Pérez et al., 2012). En México, país con altísimos índices de violencia, se está produciendo esta ampliación conceptual (Hernández, 2017), lo cual no está exento de desafíos debido a las complejidades de los estereotipos de género y violencia, y los procesos de modernización en dicho país (Rojas-Solís, 2013a, 2013b). Por ejemplo, Lozano & Delgado (2010) desarrollaron una investigación con cien jóvenes abarcando a los dos sexos de la Ciudad de México, con edad promedio de 15.5 y 15.18 años para hombres y mujeres, respectivamente. Un hallazgo fue que el concepto de violencia entre unos y otras mostró diferencias, de tal modo que entre las mujeres hubo una mayor cantidad de experiencias a nivel individual que entre los hombres (Lozano & Delgado, 2010). Estas experiencias distintas de la violencia en adolescentes, asociadas a la socialización diferenciada de género, influyen en las expectativas de la relación romántica que Sanhueza & Lessard (2018) ya han descrito para el caso de Chile.

El reconocimiento en Chile de las diferencias de género como marco cultural que explica las características particulares del fenómeno, se puede rastrear hasta 1975 en la resistencia de las mujeres en la Vicaría de la Solidaridad. Este movimiento fue la semilla de la ley promulgada en 1994 que sanciona la violencia intrafamiliar, pero no particularmente la violencia en el noviazgo (Araujo, Guzmán & Mauro, 2000). Hoy se ha producido en Chile un marcado interés por promulgar en el corto plazo una ley específica contra la violencia en el noviazgo debido a casos emblemáticos como la muerte de la joven Antonia Garrós Hermosilla. Este proyecto se encuentra en evaluación en el Congreso al momento de redactar este artículo (El Mostrador, 2018).

Respecto a la articulación entre la política pública y las características específicas de la violencia en el noviazgo, se ha comprobado que es más probable que los jóvenes busquen ayuda informal de sus pares que de los sistemas institucionalizados como la policía o el legal. Esto es fundamental si se considera que, por ejemplo, las órdenes de protección ofrecen las ventajas de aumentar la seguridad de la víctima principal y que disuaden la violencia futura (Cornelius, Shorey & Junde, 2009). Entre las parejas jóvenes, los factores psicosociales que operan en contra de un apropiado abordaje legal de la problemática son la disponibilidad de dinero, de conocimiento de los procedimientos legales, y la resistencia a revelar la situación a los padres. En la medida en que es más probable que los jóvenes busquen apoyo con sus pares, es razonable fortalecer programas de prevención que agreguen dicho elemento y que, en general, reconozcan las particularidades de la violencia en el noviazgo (Cornelius, Shorey & Junde, 2009).

Discusión

Los medios de comunicación y algunas entidades públicas y privadas en Chile han ido instalando recientemente la idea de que la violencia en el noviazgo alcanza niveles tan graves como la violencia en el matrimonio, llegando incluso al asesinato. Así, en 2018 fallecieron dos jóvenes de 19 y 17 años respectivamente en manos de sus novios (SERNAM, 2018), en 2016 y 2017 se dieron casos de feminicidio a manos del exnovio, ambas mujeres tenían 22 años (SERNAM, 2016, 2017). En 2015 se registraron dos feminicidios ejecutados por los novios: una joven de 21 años y otra de 17 (SERNAM, 2015). En 2014, una mujer de 20 años y otra de 17 fueron asesinadas por los exnovios (SERNAM, 2014). De hecho, impactantes casos de violencia en el noviazgo han conmovido a la opinión pública chilena, por lo que se han organizado marchas y movimientos a nivel nacional (Jara, 2017). No obstante, hay una subestimación de las tasas de este tipo de homicidios debido a que no se penaliza con la misma gravedad que el feminicidio cometido por el cónyuge o conviviente, lo que ha motivado que el actual gobierno genere acciones comunicativas al respecto (Ahoranoticias, 2015).

Tal como ocurre en otros países latinoamericanos, hay factores culturales que frenan la expedita promulgación y aplicación de leyes y la subsecuente elaboración de programas de prevención coherentes y efectivos. Esto operaría como capas adicionales de significado (Lozano & Delgado, 2010; Sanhueza & Lessard, 2018) que se suman a la construcción social de género. Se trataría de un desconocimiento de las particularidades de la violencia de pareja entre los jóvenes y una sobrevaloración de la institución del matrimonio como contexto legal para aproximarse al fenómeno. El análisis de Corn (2014) es ilustrativo:

se trata de los casos de “pololeo” o noviazgo, cuando el varón da muerte a una mujer con la que tiene una relación de intimidad o de pareja pero con la que nunca vivió […] situaciones que quedaron fuera del tipo chileno no por descuido, sino por precisa voluntad política […] esta exclusión es consecuencia automática y directa de la decisión de hacer depender el nuevo tipo penal del “viejo” parricidio. En efecto, hasta que no se elimine o modifique radicalmente esta disposición de antiguo cuño del ordenamiento penal nacional, la sobre-penalización de la conducta asesina respecto del homicidio común seguirá basándose no tanto en la traición del vínculo preexistente entre la víctima y el victimario, sino más bien en el “sacro” orden familiar […] siguen llamándose homicidios simples y, en consecuencia, tienen la respuesta sancionatoria (mucho) más blanda correspondiente (Corn, 2014, p. 113).

Esta situación no se condice con los porcentajes de prevalencia expuestos en la presente revisión, mismos que son equiparables a lo encontrado en otros países en distintos momentos del tiempo (González, 2009). Dicha incongruencia fue detectada por Curva (2011) para E.E. U.U., y propuso acciones concretas para resolverlo en el sistema judicial del estado de New Jersey. Dichos cambios a la legislación son subrayados por quienes han investigado y relevado la prevalencia y características del fenómeno en las ciencias sociales (Saldivia, 2016). Aquí se sostiene que una adecuada realización, en términos metodológicos, y sólida difusión de las investigaciones en violencia en el noviazgo en Chile, es un paso fundamental para visibilizar la problemática con miras a seguir elaborando políticas públicas.

Como se ha observado en este artículo, los porcentajes de violencia psicológica detectados en los estudios del INJUV oscilan entre el 15 y el 34%. Los cuales coinciden con el indicado para Ecuador por Avilés & Parra (2015): 34.9%. No obstante, si se considera el control de la pareja, el porcentaje de violencia del INJUV aumenta al 63%. Estos porcentajes ya son superiores a los de España para “castigo emocional”. López-Cepero et al. (2015b) encuentran esto mismo en una muestra de 3087 estudiantes adultos españoles, un tipo de agresión sufrida por el 20.9% de los varones y el 7.6% de las mujeres. Porcentajes de violencia psicológica menores al 95% que señalan Fernández-Fuertes et al. (2011) o los de González (2009). Cabe añadir que Fernández-Fuertes et al. (2011) utilizaron la escala de Wolfe et al. (2001), que no tuvo en su versión original ni en su validación española posterior una amplia difusión en Chile durante la primera década de siglo XXI.

En cuanto a la violencia física en Chile, se puede emprender un análisis análogo. Los estudios del INJUV arrojan porcentajes de violencia física en el noviazgo que oscilan entre el 7.6 y el 12.3%, porcentajes que llegan al 24%, según Saldivia & Vizcarra (2012) y que alcanzarían el 25.4% entre las mujeres (Lehrer, Lehrer, & Koss, 2013), cifra similar al 24% de Aguirre & García (1997). Estos datos serían superiores a los informados para Ecuador por Avilés & Parra (2015): 6.3% de violencia física leve, 2% para la física grave, y 8.3% de quien informa haber experimentado agresiones físicas al menos una vez en el noviazgo; y a los de España: 6.6% de los varones y el 2.3% de las mujeres que han sufrido violencia física (López-Cepero et al., 2015b).

Estas diferencias en los porcentajes chilenos de violencia física es posible que se deban al tipo de instrumento que se utiliza: Saldivia & Vizcarra (2012) consultan por la violencia experimentada a través del cuestionario de Vizcarra & Póo (2007), el cual incluye ítems como “Mi pareja me ha dado cachetadas [bofetadas]”, y tiene adecuados índices de fiabilidad y validez en esta población.

El INJUV, por su parte, ha indagado la problemática consultando por victimización y con instrumentos de opinión cuya estructura de preguntas de selección es semejante a la habitualmente usada en las ciencias sociales; no obstante, a pesar de sus aportes de datos válidos y fiables, la descripción de sus medidas no alcanza el detalle de las revistas principales que tratan esta cuestión: proceso de validación, estructura factorial, etcétera. Ejemplos de esto último son Loinaz, Echeburúa, Ortiz-Tallo & Amor (2012), quienes usan la escala CTS 2, la cual consulta por violencia ejercida más que por victimización; Zulic et al. (2014), que utilizan la escala CUVINO, la cual mide comportamientos que son constitutivos de violencia en las relaciones sentimentales de los adolescentes (Rodríguez-Franco et al., 2010), o la escala difundida por Vizcarra & Póo (2007) que, como ya se explicó, evalúa la violencia experimentada. En tanto que Aguirre & García (1997) usan la escala CTS original complementándola con ítems de Larraín (1994) para investigar la violencia en el matrimonio.

En conclusión, tal como se ha podido observar, existe suficiente evidencia en Chile que indica que la violencia en el noviazgo o pololeo constituye un problema extensamente difundido, al menos equivalente en su magnitud al reportado en otros países de Latinoamérica y del resto del mundo, y que no se ha institucionalizado aún el uso regular y sistemático de instrumentos validados y adaptados para jóvenes. Desde el punto de esta investigación ello se debe a múltiples razones, entre otras:

  1. A la diversa naturaleza de los tipos de estudio (tesis de pre y posgrado, artículos científicos, investigación desde el gobierno).

  2. Al cuerpo legislativo y su influencia en las mentalidades, en la línea de lo señalado por Corn (2014), en donde se sostiene que la violencia en la pareja “ocurre” cuando es una relación de pareja institucionalizada en términos civiles o religiosos, lo que invisibiliza la relevancia y particularidades de la violencia en parejas jóvenes.

  3. A la baja difusión de las investigaciones chilenas a través de revistas indexadas.

Precisamente el objetivo de este artículo es contribuir a resolver dichos obstáculos poniendo al alcance de la comunidad en general los antecedentes de la prevalencia de la violencia en el noviazgo en Chile. Dicha difusión contribuye a la concientización de los diferentes actores sociales y a la consecuente generación de políticas públicas responsables y efectivas.

En la medida en que se promulgue en Chile una ley que tipifique y sancione de forma efectiva la violencia en el noviazgo (superando los factores culturales que la han frenado), que se institucionalice su investigación en el ámbito público y en los espacios académicos con base en instrumentos y metodologías adecuados, y se difundan ampliamente los resultados de dicha investigación (Hickman, Jaycox & Aronoff, 2004), se podrían materializar políticas púbicas efectivas, según la experiencia comparada con otros países.

Se ha demostrado que las políticas públicas para esta problemática deben considerar lo sanitario y educacional. En la medida en que los adolescentes no confían ni buscan apoyo en los sistemas legales/formales de la misma forma que los adultos, sería muy útil si ellos consultan en establecimientos de salud o educacionales. Estas intervenciones deben incluir capacitaciones en todos los niveles: judiciales (jueces, abogados, fiscales), sanitarios (médicos, enfermeras, psicólogos, nutricionistas y todos los miembros de los equipos en salud primaria, secundaria y terciaria), y educacionales (profesores, directivos, orientadores en educación primaria, secundaria y terciaria). Esto últimos han demostrado su efectividad -en especial cuando están insertos en el currículo- con múltiples sesiones (World Health Organization, 2010), y tienen precedente en Chile (Póo & Vizcarra, 2011).

Se ha observado asimismo que lo relativo al género y a las relaciones igualitarias deben ser parte de las intervenciones y políticas, sobre todo en el ámbito educativo; lo cual puede incluirse en la ley (World Health Organization, 2010). Además de orientar acerca de la protección de la víctima y la clara sanción para el victimario, se ha demostrado que educar en crianza no violenta, que esta es una forma efectiva de prevenir la violencia (Lundgren & Armin, 2015). En todos los niveles mencionados es necesario crear protocolos de intervención y prevención que consideren aspectos diagnósticos y clínicos, de evaluación de la letalidad de la violencia, de confidencialidad y respeto, de planificación que involucre redes de apoyo y dispositivos legales, entre otros (Glass et al., 2003).

Finalmente debe añadirse que falta desarrollar nuevas líneas de investigación en el tema, por ejemplo, análisis longitudinales, y de consecuencias y factores de riesgo en muestras representativas y con instrumentos validados.

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1Esta investigación fue apoyada por el Ministerio de Economía y Competitividad de España (MINECO) (PSI2016-79524-R).

Recibido: 26 de Septiembre de 2016; Aprobado: 23 de Julio de 2018

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