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Perfiles latinoamericanos

versión impresa ISSN 0188-7653

Perf. latinoam. vol.24 no.48 México jul./dic. 2016

https://doi.org/10.18504/pl2448-015-2016 

Reseñas

Global Civil Society and Transversal Hegemony. The Globalization-Contestation Nexus, de Karen M. Buckley

Global Civil Society and Transversal Hegemony. The Globalization-Contestation Nexus , by Karen M. Buckley

Rachel Babin* 

*Doctoranda en Estudios Internacionales, Flacso Ecuador, Ecuador.

Buckley, Karen M.. Global Civil Society and Transversal Hegemony. The Globalization-Contestation Nexus. Londres: Routledge, 2013. 178 pp.


Desde los años noventa, el interés renovado por la idea de sociedad civil se hace palpable con la aparición de focos de resistencia a escala global. Desde los más optimistas hasta los más escépticos, académicos y activistas derramaron mucha tinta sobre el tema, en especial desde la perspectiva de los estudios sobre movimientos sociales. No obstante, la noción de sociedad civil global, por falta de una conceptualización ampliamente consensuada, se ha vuelto un cajón de sastre. De la misma manera que existe una profusión de definiciones de globalización, una multitud de significados participaron en la construcción de un concepto de sociedad civil global difuso y poco problematizado.

La obra de Karen Buckley, Global Civil Society and Transversal Hegemony. The Globalization-Contestation Nexus , se destaca en este panorama al introducir una perspectiva crítica como respuesta a los estudios que ponen en las nubes las formas de resistencia global, en gran parte inspiradas por la experiencia de las revueltas de Seattle. Abrir este cajón de sastre y examinar las relaciones de poder y las divergencias que recorren las experiencias de resistencia, principalmente en contra del neoliberalismo, como lo fueron los foros sociales mundiales y la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra de Cochabamba en el 2010, tiene una implicancia social clara: llamar la miradas sobre los intentos de cooptación por parte de lo que Stephen Gill define como "neoliberalismo disciplinario". Global Civil Society and Transversal Hegemony es una lectura que aporta argumentos nuevos a los debates recientes en torno al concepto para un público ya conocedor del tema. La abundancia de referencias a las obras que discute Buckley aporta un respaldo a la argumentación, aunque una mayor parsimonia en su uso podría agilizar la lectura. Si bien el libro incluye dos estudios de caso, el corazón de la discusión es más metateórico que empírico.

Apoyándose en los grandes nombres del estado del arte, Buckley propone explorar las definiciones existentes de la sociedad civil global y arrojar luz sobre los silencios que dejan pendientes, para llegar a una reconceptualización crítica de la noción central de la obra. Para tal efecto, la autora nos conduce a una relectura de las nociones gramscianas de sociedad civil y hegemonía, que "se usan a lo largo de la obra como herramientas analíticas y explicativas para comprender el cambio en la economía política global" (p. 2). En efecto, desde la economía política, no se dedicó mucho esfuerzo para teorizar las resistencias a la globalización neoliberal. Por lo tanto, el nexo globalización-contestación proporciona unos lentes que guían al lector en el análisis que se va tejiendo a lo largo del libro.

El apartado introductorio, al que siguen seis capítulos sustanciales y unas sólidas conclusiones, explica la postura de la autora acerca de la manera de construir y acceder al conocimiento. Desde una perspectiva pospositivista y reflexiva, que cuestiona la ontología del rigor científico heredado de la modernidad, se propone investigar el contexto histórico de las teorías y los intereses que las sostienen, suscribiéndose así al aforismo de Robert Cox con el cual señala que la teoría es siempre para alguien y con algún propósito. Tomar partido por la teoría crítica es también comprometerse con la transformación social y la emancipación. Así, Buckley entiende la sociedad civil como una filosofía de la praxis, buscando reubicarla dentro de la economía política global. Se focaliza en su concepto central desde la dialéctica concepto/realidad, es decir, tanto desde el pensamiento como desde la acción. Los dos casos estudiados, el Foro Social Mundial de Nairobi de 2007 y la Conferencia de los Pueblos de 2010, revelan la construcción de sujetos históricos de la contestación y cómo se relacionan socialmente.

A continuación, examinaremos, en un primer momento, los aportes y limitaciones de las nociones más destacadas que se discuten en la obra. Luego veremos cómo la autora profundiza en un elemento de importancia primordial para interrogar y superar los vacíos conceptuales: la dialéctica concepto/realidad. En un tercer momento nos enfocaremos en leer esta dialéctica a través de la tensión entre las políticas de resistencia y la idea de gobernanza global. En un cuarto momento, discutiremos los dos estudios de caso arriba mencionados, que sirven de enlace con el desarrollo de la idea más sustancial y novedosa del libro, objeto del último punto abordado: la hegemonía transversal.

Una acumulación de significados

La autora empieza su estudio con un recuento histórico del término sociedad civil, al mismo tiempo que enfatiza en la acumulación de definiciones y significados que se le han asociado, los cuales, en muchos casos, fracasan en explicar por qué ese fenómeno adquirió tanta importancia. La noción de hegemonía en el sentido gramsciano es central en la reconceptualización de la sociedad civil global: entendida desde abajo, es un agente de transformación, pero entendida desde arriba, estabiliza y reproduce el orden establecido. En efecto, la crisis del modelo liberal de Bretton Woods y la posterior consolidación del neoliberalismo dieron paso a una oposición continua y generalizada a la hegemonía del nuevo orden global, aunque caótica, fragmentada y atravesada por relaciones de poder asimétricas. A pesar de ello, la globalización de las resistencias ha permitido la formación de vínculos y redes apoyados por canales de comunicación abiertos, con base en un denominador común: la lucha contra el neoliberalismo. Para la autora es necesario, entonces, proponer una conceptualización de la sociedad civil global desde la perspectiva de la economía política global, que centralice y supere la profusión de significados, y se ajuste al modelo cambiante de hegemonía.

Desde la academia, la obra se inspira en dos conceptos paraguas que dejaron una profunda huella en la búsqueda de un nuevo imaginario que permita fundir la unidad con la diversidad. El concepto de príncipe posmoderno de (Gill 2000) es un intento de llevar a Gramsci al terreno de la posmodernidad. Una mirada al concepto de multitud desarrollado por Michael Hardt y Antonio Negri, como singularidades que actúan en común, ofrece otro horizonte posible para la emergencia de una sociedad civil global. Sin embargo, la vocación emancipadora de estos conceptos está trabada por una serie de limitaciones. Desde la perspectiva gramsciana, la principal crítica dirigida a Hardt y Negri (lo mismo se aplica al príncipe posmoderno) es la de mostrar un panorama simplista de la lucha entre imperio y multitud, entendidos en términos absolutos. Aunque los autores estén conscientes de la fragmentación que existe en el seno de la resistencia, no la problematizan, con lo cual pasan por alto la naturaleza de la resistencia y la transversalidad de las luchas opuestas, críticas o marginales. De estos vacíos emerge entonces la posibilidad de conceptualizar el contrapoder y la contrahegemonía, más allá de una visión binaria. Así, concluye la autora, es necesario un cambio de paradigma y ontología para romper los moldes de pensamiento heredados y participar en un proyecto de emancipación.

La dialéctica concepto/realidad

El lenguaje y los conceptos siendo intrínsecos a los procesos estudiados, son una preocupación central de la autora al "demostrar cómo las prácticas de las definiciones y los usos constituyen a la sociedad civil global, y, a su vez, condicionan posibilidades de pensamiento político, de imaginación y de acción" (p. 61). Ser consciente del poder del conocimiento y de la constitución recíproca entre concepto y realidad apela a un enfoque crítico. Esas reflexiones nos remiten al rol mismo de los académicos y al impacto que pueden tener sobre la realidad. Bien lo recuerda la autora, con una loable humildad: "no tenemos el monopolio de la creación de la verdad, en cambio deberíamos plantearnos constantemente preguntas honestas sobre nuestro rol como constructores de conocimiento" (p. 146). Es más, una teoría crítica debe reajustarse constantemente a su objeto de estudio, ya que la realidad es cambiante. Esta práctica también invita al investigador a evaluar tanto la relevancia como las limitaciones de un particular concepto, en la comprensión de un fenómeno que se da en un contexto distinto al de su elaboración.

Por estas consideraciones de fondo, que sostienen la posición pospositivista de la autora y alimentan el debate nunca concluido sobre la ciencia y la verdad, el capítulo del libro relativo a la dialéctica concepto/realidad es de importancia primordial en la obra. Es en este nexo entre concepto y realidad que deviene posible la traducción del primero en la segunda, dado que realidad y pensamiento son co-constituidos. Esta reflexión desenmascara la pobreza o el sinsentido intelectual de conceptos fijos en el tiempo. La autora invita al lector a prestar atención en conjugar ajustes conceptuales y realidad, y así evitar una posición determinista y ahistórica, y a apuntar hacia el cambio de paradigma antes mencionado. Dicho de otro modo, plantea la siguiente pregunta: ¿cómo armonizar o fusionar la necesidad de formas de resistencias locales, específicas e individualizadas con la necesidad filosófica de fomentar una conciencia social global y una transformación de cómo entendemos el mundo?

Políticas de resistencia y gobernanza global

La corriente de los estudios críticos de la globalización, que se sustenta en el pensamiento gramsciano, pasó a colocar la resistencia y la contrahegemonía en el corazón de su agenda de investigación. Conceptualizar las políticas de resistencia pasa por "evaluar las interrelaciones entre la globalización económica neoliberal y las fuerzas sociales" (p. 2). Para efectuar tal tarea, es preciso entender la continuidad y el cambio en un contexto de tensión histórica, ya que no existen categorías determinadas. De hecho, el neoliberalismo no está dado sino que es una posición constantemente negociada, parcial y contradictoria. Lo mismo sucede con la noción de resistencia que, moldeada por el contexto en el cual emerge, a su vez moldea esas circunstancias particulares. Por tal razón, el nexo globalización-contestación no se debe entender tanto desde las categorías sino desde las relaciones. En concreto, indagando en las formas de relación social dentro de la sociedad civil global y con la economía mundial, se desvela su rol dual: la forma puede ser de alineación con el proyecto hegemónico y su mantenimiento (modo cívico-consensual) o el arraigo en luchas concretas y localizadas (modo unitario).

El modo cívico consensual, o la estrategia post Seattle, hace referencia a las relaciones de la sociedad civil global con las estructuras de la gobernanza global, cuyos pilares son el Banco Mundial, el Fondo Mundial Internacional y la Organización Mundial del Comercio. Es preciso recordar, junto a (Appelbaum & Robinson, 2003), que la consolidación de la sociedad civil global no entra en contradicción con los objetivos del neoliberalismo. En efecto, permite neutralizar la oposición más radical al modelo, al mismo tiempo que alivia el peso cargado por los más vulnerables. Se trata de construir una sociedad civil neutra, fuera de las relaciones de poder, ocupada en resolver problemas puntuales y no en cambiar las estructuras sociales.

Tal concepción de la sociedad civil global es "menos eficaz en explicar cambios en la economía política global" y revela más bien un "deseo normativo de contribuir a la creación de una sociedad civil global virtuosa o de poner énfasis sobre sus atributos instrumentales y funcionales" (p. 13). Ese argumento confirma la aproximación a la gobernanza global como punto de anclaje del orden hegemónico más que como espacio de posibilidades y cambio. Democratizar la gobernanza global se revela, en este contexto, como un desafío difícilmente alcanzable, con lo cual la conceptualización de la sociedad civil global probablemente debería seguir otro camino. Para salir de este impasse , Buckley propone dos estudios de caso que se "posicionan como desafíos simbólicos a los modos de pensamiento y de acción hegemónicos" (p. 122) y que vamos a examinar ahora.

Estudios de caso

Los dos estudios de caso apoyan la discusión teórica, llevando al lector a otro terreno: este deja de lado los pasillos de la metateoría para calzar las botas del activista. La decisión de la autora es sin duda acertada y coherente con su insistencia en la dialéctica concepto/realidad, ya que tanto los foros sociales mundiales como la Conferencia de los Pueblos son reveladores de "varias respuestas llenas de tensiones que afectan la conciencia social contemporánea y proporcionan algunas indicaciones de cómo antiguos sistemas intelectuales podrían derrumbarse al contacto de las experiencias generales" (p. 37).

El lector se beneficia de la experiencia de la autora durante el Foro Social Mundial de Nairobi en 2007, el cual relata con detalle. Este foro fue celebrado como la convergencia de grupos dispares hacia una sociedad civil emancipadora, en el prolongamiento del espíritu de Bandung, como un espacio abierto de posibilidades. Pero en la euforia se perdió el significado: la idea de una sociedad civil global ha sido poco conceptualizada en el terreno de la economía política internacional, aún menos desde un enfoque crítico. A nivel empírico, la sociedad civil global que emergió en Kenia estaba lejos de ser una entidad monolítica e intrínsecamente emancipadora. En cuanto a la Conferencia de los Pueblos, esta se organizó bajo la iniciativa del gobierno del Estado Plurinacional de Bolivia, tras el percibido fracaso de la Cumbre del Clima de Copenhague que planteaba luchar contra el calentamiento global. Según la autora, esa cumbre también se interpretó como la imposición de la visión occidental sobre el resto del mundo, cuando, en cambio, la Conferencia de los Pueblos fue percibida como un espacio de democratización de la toma de decisiones. No obstante, por falta de recepción por parte de la academia, la experiencia de Cochabamba no contribuyó al reposicionamiento conceptual de la sociedad civil global desde una economía política global de las resistencias. Además, la importancia simbólica de la integración del nuevo concepto de Madre Tierra se impuso sobre sus aplicaciones prácticas. El resultado más destacado de la Conferencia fue la firma del Acuerdo de los Pueblos de abril 2010, que introdujo un lenguaje nuevo y alternativo que cuestiona la terminología y las prácticas de la gobernanza ambiental global.

Curiosamente, el análisis del segundo caso no abunda tanto en detalles como el precedente, tal vez porque la autora no estuvo implicada de manera activa. El lector tal vez lamentará el tratamiento relativamente superficial del análisis de la resistencia en Cochabamba -más complejo que lo que propone la obra-, el cual omite la influencia de Estados Unidos y Europa como fuerzas de cooptación. Por otra parte, no profundiza en el potencial emancipador y contrahegemónico de las prácticas discursivas. No existe una sola verdad y las teorías están envueltas en intereses particulares, por tanto, el conocimiento es poder. De esta manera, la emancipación se relaciona con recuperar la capacidad de producir conocimiento, es decir, hacer oír la voz, darle legitimidad y defender intereses que entran en contradicción con los del orden mundial dominante. La ruptura discursiva podría convertirse en una herramienta útil a la hora de poner en práctica lo que enseña la teoría crítica: no se trata de seguir buscando soluciones distintas a los mismos problemas, sino de cambiar las preguntas para ajustar los conceptos a la realidad cambiante. En este sentido, transformar las categorías de pensamiento es un acto de resistencia crítica que abre la posibilidad a otras propuestas. Profundizar el nexo entre hegemonía y conocimiento como elementos de poder sería un punto interesante que añadir en la agenda de investigación sobre sociedad civil global y una fuente de hallazgos valiosos en su conceptualización desde abajo.

En resumidas cuentas, la novedad de estas experiencias de resistencia al neoliberalismo radica en la voluntad de abrir la discusión para una lucha común y solidaria que respete la diversidad, más que imponer un marco dentro del cual pensar y actuar. El gran desafío es saber cuán efectiva es esta estrategia a largo plazo, cómo se traduce esa resistencia alegórica en posibilidades concretas y coherentes. La contestación global, sin minimizar la importancia del significado de su emergencia, todavía no logra impulsar una transformación profunda a través de estrategias de resistencia global, y fracasa al dar una respuesta convincente a la diversidad ideológica que la socava desde dentro. Para la autora, sin duda, "su pleno potencial no se realiza en sus formulaciones actuales" (p. 123).

La hegemonía transversal

La acumulación de significados que mencioné al principio, junto con las experiencias de Nairobi y Cochabamba, demuestran la imposibilidad de llegar a un proyecto de sociedad civil global coherente sin reconocer la diversidad y las diferencias, con todos los desafíos que eso plantea. La afirmación de una contrahegemonía plural, a su vez, imposibilita pensar en una hegemonía coherente. Como lo evocamos antes, el neoliberalismo también es una agrupación de acuerdos negociados, parciales y contradictorios. La tarea, entonces, ya no es la de alcanzar la unidad sino subrayar las relaciones de poder dentro de la propia sociedad civil, lo cual a su vez permite ver cómo intereses económicos y políticos consiguen cooptarla o institucionalizarla para marginar a los actores más críticos.

La noción de hegemonía transversal se inscribe en un esfuerzo para teorizar la contrahegemonía y mirar más allá de las líneas arbitrarias que han sido dibujadas en el terreno de la política internacional, para así reconocer la diversidad de actores que la conforman. La autora define la hegemonía transversal como la "confluencia de significados que promueven una reconsideración de las consecuencias analíticas de los enfoques claramente estructurales y posestructurales, más particularmente vista como el acercamiento entre Gramsci y Foucault" (p. 126). El propósito más destacable de ese aporte es la superación de la visión dual hegemonía/contrahegemonía y que el foco está puesto en entender cómo se construyen. Por otra parte, es una respuesta a las categorías voluntarista e instrumental de la sociedad civil global, que la apartan del Estado y de las fuerzas del mercado. Pero sin lucha ideológica vinculada a la economía política global, el concepto no puede llegar a ser emancipador. Interrogar los silencios de cada postura haciéndolas discutir enriquecería la conceptualización de la sociedad civil global. En este sentido, la economía política global tiene mucho que aprender de un diálogo con perspectivas posestructuralistas, aunque a primera vista pueda parecer imposible el encuentro entre Antonio Gramsci y Michel Foucault. Estas tensiones, entre el énfasis puesto en las inequidades materiales del capitalismo global por un lado, y el discurso, la identidad y el poder difuso, por otro, se convierten en el motor de una interrogación crítica revitalizante de las fronteras de la economía política global.

En cuanto a la noción de poder, los aportes de Foucault citados por Buckley indican que este es un proceso y no una estructura, dentro del cual interactúan los agentes, y que se va modificando sin cesar. Donde existe poder hay resistencia: son las dos caras de la misma moneda. Esta constatación nos lleva a contemplar las relaciones de poder dentro de la sociedad civil global en vez de silenciar las estrategias que trazan fronteras entre incluidos y excluidos. Resumiendo, el posestructuralismo enseña que no es posible separar dominación y resistencia, lo cual propicia una lectura nueva de las políticas de resistencia. Ahora bien, es importante recalcar el potencial de la interdisciplinariedad en la construcción de conocimiento y las interpretaciones sobre el mundo en el que vivimos y cómo cambiarlo. No se trata de sumar perspectivas analíticas sino de buscar los nexos donde pueden converger y fusionar. Ese diálogo invita a la economía política a deshacerse del corsé economicista y a contemplar la agencia al mismo nivel que la estructura, "enfatiza[ndo] el papel de una agencia auto-consciente en la producción de la historia" (p. 30), sin desestimar la validez del concepto de hegemonía para estudiar la sociedad civil global. En esta hazaña, el concepto de resistencia se vuelve central y reclama una mayor conceptualización.

En sus conclusiones, la autora llama a recuperar la imaginación política para buscar respuestas al "qué podemos hacer". Aunque proponer tales respuestas no sea el objetivo declarado del libro, tiende a caer en el debate escolástico que difícilmente dota al intelectual o al activista de propuestas concretas. También es cierto que la reconceptualización de la sociedad civil global desde las políticas de la resistencia -si tenemos presente su articulación con el Estado y el mercado- es susceptible de tener implicaciones sociales. La globalización y su contestación no son "fuerzas mecánicas, inexorables" (p. 35) ni nacen de manera espontánea. El análisis histórico y crítico de la presente obra, al interrogar los silencios, ayuda a comprender y a construir estas fuerzas.

Referencias

Appelbaum, R. & Robinson, W. (2005). Critical Globalization Studies Londres: Routledge. [ Links ]

Gill, S. (2000). Toward a Postmodern Prince? The Battle in Seattle as a Moment in the New Politics of Globalization. Millennium-Journal of International Studies29(1), 131-140. [ Links ]

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