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Perfiles latinoamericanos

Print version ISSN 0188-7653

Perf. latinoam. vol.21 n.42 México Jul./Dec. 2013

 

Reseñas

 

Jorge Cadena Roa y Miguel Armando López Leyva, comps., El PRD: orígenes, itinerario, retos

 

Esperanza Palma*

 

México, UNAM-IIS/Centro de Investigaciones Interdisciplinarias/Ficticia Editorial, 2013, 600 pp.

 

* Doctora en Ciencias Políticas por la University of Notre Dame, Estados Unidos. Profesora titular C del Departamento de Ciencias Sociales de la UAM-Cuajimalpa.

 

En el clásico libro editado por Richard Katz y Peter Mair, How Parties Organize. Change and Adaptation in Party Organizations in Wetern Democracies (1994), Mair propone alejarse de la concepción que ve en los partidos actores unitarios e invita a desagregarlos en, al menos, tres facetas distintas: partido en el gobierno y el parlamento, partido terrestre, en relación con sus militantes y votantes, y partido en el gobierno central que organiza y representa al partido terrestre.

El libro compilado por Jorge Cadena Roa y Miguel Armando López Leyva sobre el Partido de la Revolución Democrática (PRD) nos invita a pensar en las distintas dimensiones de una organización partidista. El volumen reúne 25 capítulos de importantes académicos y algunos líderes políticos como el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas, a propósito de los 20 años del partido. Ahí nos muestran, al menos, tres partidos: el PRD y su relación con los movimientos sociales; el partido y sus problemas organizativos, y el desempeño de los gobiernos locales perredistas. En una cuarta sección se discuten los retos del partido.

Desde 2009, cuando tuvo lugar el coloquio que dio origen a este volumen, a 2013 han ocurrido cosas relevantes en el campo perredista que nos ofrecen nuevos problemas para la discusión; el más importante fue la salida de López Obrador y lo que esto implica para el PRD de cara a los procesos electorales locales y federales por venir. Sin embargo, más allá de los nuevos elementos de la coyuntura posterior a 2012, el libro abre líneas importantes de investigación y en él encontramos debates teóricos, análisis con una investigación empírica relevante y debates normativos.

Una de las posibles lecturas de este libro es la relativa a los vínculos del PRD con ciertos movimientos sociales que han dado lugar a una forma particular de estructuración del partido en el D.F. De ahí pueden hilarse buena parte de los temas abordados en los capítulos.

Como plantean los compiladores, la relación entre movimientos y partidos es uno de los temas menos explorados por la literatura especializada, al menos en nuestro país. Efectivamente, buena parte de los estudios sobre partidos en México se han centrado en su desarrollo electoral, sus bases territoriales y la dinámica de la competencia partidista. Incluso el problema de la organización ha sido más trabajado, entre otros, por Francisco Reveles y Víctor Hugo Martínez, quienes escriben en este volumen. La relación entre partidos y movimientos y organizaciones sociales no ha sido un campo de investigación sistemática. Esto se debe en parte a que, como plantea Hélène Combes, ha habido una división disciplinaria entre la ciencia política y la sociología para analizar partidos y movimientos de forma separada. Además, la relación se ha pensado en términos de instrumentación y cooptación, es decir, ha predominado una visión normativa que presenta a los partidos como artífices de la cooptación y desmovilizadores de los movimientos sociales.

La primera sección del libro nos ofrece distintas perspectivas de dicha relación, lo que permite cuestionar la visión parcial de cómo los partidos se relacionan con los movimientos.

Paul Haber plantea que en la medida en que los partidos de izquierda se mueven hacia el centro para ganar elecciones y para gobernar, sus relaciones con los movimientos tienden a deteriorarse. Así, una vez que se formó el PRD la relación de la izquierda política con la social se deterioró. Aunque el objetivo común de ambas sea una agenda de justicia social, sus métodos son radicalmente distintos; los movimientos son disruptivos y cuestionan a las instituciones; los partidos se forman para ganar elecciones y, para ello, deben tener un discurso multiclasista; los candidatos de izquierda que han ganado lo han hecho formando amplias coaliciones ideológicas de centro y moderadas.

Tamayo se plantea una pregunta teórica y práctica: si el partido debe construirse desde el movimiento o si debe hacerse movimiento desde el partido. Revisa distintas teorías, como la de la estructura de oportunidades políticas que plantea que a mayor autonomía de los movimientos sociales respecto de los partidos, mayor generación de alternativas de construcción democrática del sistema político, y analiza distintas visiones perredistas sobre esta relación: una ha intentado subordinar el trabajo de masas a la construcción del partido y otra ha visto al partido como enraizado en el movimiento. Una de sus conclusiones es que la relación del partido con los movimientos sociales debería ser de un profundo respeto a su autonomía e independencia políticas. No obstante, otros capítulos de esta sección llegan a conclusiones distintas.

En capítulos separados Mauricio Méndez y Ligia Tavera analizan de qué manera el Movimiento Urbano Popular (MUP) ha tomado formas de acción institucional en su relación con el PRD en el D.F. La relación entre movimientos urbanos y PRD en esta entidad muestra que los movimientos sociales en México frecuentemente tienen fuertes lazos con los partidos. Alrededor de 50 organizaciones apoyaron a Cárdenas en 1988, y muchos de sus líderes se convirtieron en legisladores de congresos locales, el congreso federal o en presidentes municipales y empezaron a jugar un papel central en la política institucional de la ciudad de México. Así, las organizaciones del MUP son una fuente de reclutamiento de élites políticas en la capital, lo cual se refleja también en la composición de la dirigencia partidista. Tavera nos recuerda que personajes como Súper Barrio fueron miembros del primer comité ejecutivo nacional del partido y plantea que la inclusión de organizaciones de izquierda en la arena electoral marca un punto de quiebre en la historia de la izquierda social y la de los movimientos sociales en México que actuaban en la arena no institucional.

Kathleen Bruhn y Sara Gordon también examinan las relaciones entre las organizaciones del movimiento urbano y el PRD en el D.F. Si bien, el PRD mantiene relaciones con otras organizaciones como sindicatos y otros movimientos de la sociedad civil, las del movimiento urbano son las más aptas para las negociaciones electorales justo por su tipo de demandas.

Bruhn analiza tres casos diferentes de organizaciones que se relacionaron de manera distinta con el PRD: una organización que lo apoya desde su fundación (Asamblea de Barrios); una que buscó una alianza en 1997 (Unión de Cuartos de Azotea) y otra que permaneció independiente (Frente Popular Francisco Villa). Las diferentes respuestas a la incorporación o no al PRD tienen que ver con las diferencias en las estructuras organizativas. El Frente Francisco Villa, por ejemplo, tiene una estructura compleja y limita el número de líderes que pueden aceptar una candidatura o puesto público para preservar la continuidad del movimiento. Para Gordon el tipo de alianzas que mantiene el movimiento urbano con el PRD dependen de sus concepciones ideológicas, el grado de complejidad organizativa y el carácter jerárquico u horizontal de sus mecanismos de toma de decisiones.

La conclusión de Kathleen Bruhn es totalmente acertada: aliarse con un partido tiene efectos positivos y negativos para los movimientos: por un lado, los vínculos estabilizan los recursos de una organización. Por otro, aliarse con un partido muchas veces provoca escisiones y conflictos internos. Para el PRD, el MUP ha sido fundamental para predominar en el D.F. "[...] es casi imposible distinguir el partido del movimiento urbano popular: la infraestructura y la organización del partido está habilitada por activistas de los movimientos, la infraestructura y la organización de los movimientos se utiliza para movilizar el voto durante las elecciones y garantizar la plaza llena en los mítines" (p. 145). Estas características llevan a autores como Reveles a plantear desde un análisis más politológico y desde una perspectiva organizativa, que el PRD en el D.F. es un partido de masas por la vocación movilizadora, colectivista y autogestionaria de sus organizaciones y sus militantes que se reconocen como parte de un sujeto colectivo. Por cierto, Víctor H. Martínez, que analiza la vida interna del PRD en términos organizativos, no estaría de acuerdo con esta tesis. Plantea que el partido no es de masas ni de integración social sino más bien un actor electoral.

Hélène Combes propone el concepto de dirigentes multi-posicionados que son aquellos que ocupan posiciones de dirección en el seno de una o varias organizaciones contestatarias y que paralelamente hacen carrera política en su partido. Los dirigentes del PRD tienen un origen militante plural que hace funcionar de manera particular al partido y los motiva a repensar sus fronteras: ¿Dónde termina el PRD? ¿Quién puede ser y cuándo dirigente del PRD? Esto abre el campo de investigación a las interacciones del partido con los movimientos sociales y se desplaza el tema de la autonomía. Algunos dirigentes multi-posicionados han dedicado años al trabajo de organización y han contribuido a crear un terreno fértil para la movilización y la obtención de votos.

En cuanto al perfil de los líderes "con la puesta en práctica de elecciones internas, los dirigentes multi-posicionados bien establecidos territorialmente que a menudo viven en colonias populares [...] resultaron aventajados en la lucha interna con relación a cuadros, generalmente de fama nacional, de clase media y dotados de un capital social y educativo importante, pero sin implantación territorial..." (p. 181). Una parte importante de estos dirigentes han sido mujeres. Así, puede plantearse que esta relación entre partido y movimientos sociales ha hecho más representativo al PRD y ha permitido que sectores desventajados tengan acceso a los cargos de representación.

¿Este modelo de partido y la relación particular que ha generado el PRD con los movimientos sociales en el D.F. se puede generalizar en otros estados? Para abordar esta cuestión hay que analizar el debate que se encuentra en los capítulos sobre los gobiernos locales perredistas. Ellos nos muestran el aspecto de gobierno-partido como plantea Gabino Solano en su capítulo sobre Guerrero.

Se analizan los casos de gobiernos perredistas: el D.F., Baja California Sur, Guerrero, Michoacán, Tlaxcala, Zacatecas y Chiapas. Para el año de publicación del libro el PRD ya había perdido cinco de ellos y había ganado Morelos, Tabasco, Oaxaca, Sinaloa y Puebla. Silvia Inclán plantea que las bases perredistas estatales, los grupos de apoyo, el perfil de los candidatos, su relación con el PRD nacional varían significativamente de un estado a otro. En algunos casos hay rupturas dentro del Partido de la Revolución Institucional (PRI), que capitaliza el PRD (Zacatecas, Baja California Sur y Tlaxcala); en otros hay un mayor arraigo y crecimiento paulatino del partido (Guerrero, Chiapas, Michoacán), y en el caso del D.F., el partido siempre ha gobernado desde que se celebran elecciones.

El análisis de estos estados nos deja algunas reflexiones: la primera es que el PRD del D.F. ha logrado definir una identidad y una agenda propias; aquí es donde tiene sus bases más sólidas, enraizadas en movimientos sociales y donde ha impulsado una agenda novedosa de izquierda post-materialista y materialista a la vez que no se ha visto en otros estados. Políticas y medidas de vanguardia tales como la despenalización del aborto y los matrimonios entre personas del mismo sexo, por mencionar algunas, son únicas en el país y ponen en evidencia que el PRD ha logrado no sólo vincularse con el MUP sino también, de otra forma, con organizaciones de una nueva izquierda como grupos feministas y el movimiento LGBT.

No hemos visto esta agenda en otros estados. Héctor Chávez y Verónica Silsa, por ejemplo, plantean en su análisis de Michoacán que el PRD se movió más hacia el centro político y ha dado la impresión de indefinición ideológica. Francisco Muro plantea que en Zacatecas Amalia García incorporó una perspectiva de género en todos sus programas de gobierno. Eso fue relevante pero no se acercó a la agenda del D.F. Tampoco han impulsado otros estados el esquema de participación ciudadana y gobernabilidad democrática que explica Lucía Álvarez en su capítulo sobre los gobiernos perredistas en el D.F. El PRD del D.F parece ser único por sus orígenes y su forma particular de estructurarse con los actores que actúan en este espacio.

La segunda reflexión es que hay estados del norte del país en donde el PRD es prácticamente inexistente; ahí, por ejemplo, obtiene porcentajes de voto de menos del 5%. La desigualdad territorial es uno de sus mayores retos. Sería relevante tener mayor presencia en el país no sólo por un objetivo electoral sino también para difundir una agenda política.

A este reto se agregan los expuestos en la última parte del volumen por Víctor Manuel Durand, Silvia Gómez Tagle, José Woldenberg, Gustavo Urbina, Cuauhtémoc Cárdenas y María del Carmen Legorreta. Entre éstos, los autores mencionan el papel ambiguo del PRD en la democracia, esto es, participar en las elecciones y el gobierno y al mismo tiempo erosionar las instituciones al no reconocer, por ejemplo, los resultados electorales. Tener la riqueza de la diversidad de corrientes pero a la vez vivir en un conflicto interno permanente y tener una precaria vida organizativa. No ser capaz de promover cambios más profundos a través de acciones contestatarias como la resistencia civil, ni de dialogar con las izquierdas sociales. No poder generar un proyecto articulado como sí lo han hecho otras izquierdas en América Latina. Tal vez una de las mayores interrogantes es si la salida de López Obrador representará el incentivo para generar los cambios internos que necesita o sólo se enfrentará a un competidor que lo debilitará en el largo plazo.

 

Bibliografía

Katz, Richard S. y Peter Mair, eds., 1994, How Parties Organize. Change and Adaptation in Party Organizations in Western Democracies, Londres, Sage Publications.         [ Links ]

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