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Perfiles latinoamericanos

versión impresa ISSN 0188-7653

Perf. latinoam. vol.21 no.42 México jul./dic. 2013

 

Reseñas

 

Carmelo Mesa Lago, Cuba en la era de Raúl Castro. Reformas económico-sociales y sus efectos

 

Velia Cecilia Bobes*

 

Madrid, Colibrí, 2012, 336 pp.

 

* Doctora en Ciencias Sociales por El Colegio de México. Profesora-investigadora de la Flacso México.

 

Cuando, en 2006, una grave enfermedad obligó a Fidel Castro a traspasar la dirección del gobierno cubano a su hermano Raúl, éste, al tiempo que se declaraba más un continuador que un reformador de la obra de la Revolución afirmó que para enfrentar la crisis de la economía cubana eran necesarias reformas "estructurales y de concepto". Tales reformas debieron esperar, no obstante, algo de tiempo para comenzar a concretarse en el conjunto de directrices contenidas en los "Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución" puestos a discusión en 2010 y aprobados finalmente en el VI Congreso del PCC de 2011.

Cuba en la era de Raúl Castro. Reformas económico-sociales y sus efectos (Madrid, Colibrí, 2012), tiene por objetivo analizar este proceso de "actualización del modelo" socialista. Su autor, Carmelo Mesa Lago —la principal autoridad en el campo de los estudios sobre la economía cubana post 1959— cuenta para ello con el aval de una larga carrera a lo largo de la cual ha producido los análisis más comprensivos, bien documentados, actualizados y objetivos sobre las políticas económicas de la revolución cubana. Éste, su libro más reciente, no constituye una excepción sino más bien una excelente culminación —y uso esta palabra en su acepción de punto más elevado— del lúcido y revelador análisis que ha realizado en todos estos años.

Escrito con un lenguaje claro y sencillo que no desatiende el rigor científico, el libro puede ser leído fácilmente tanto por académicos y especialistas que buscan datos duros y referencia confiables, como por el gran público interesado en conocer la realidad cubana actual y su perspectiva a futuro. La manera en que está estructurado, facilita al lector acompañar al autor en sus derroteros argumentales y sus propuestas de interpretación, ya que comienza con un resumen de la historia económica y social de Cuba desde 1959 hasta 2012, que sirve como antecedente tanto a la caracterización de la situación actual de la economía, el sector externo y el bienestar social, como a comprender las causas y al estudio de las reformas en curso.

Aunque su título sólo refiere al momento actual, en este libro Mesa Lago retoma y resume su enfoque sobre la evolución de la política económico-social desde 1959, a la cual caracteriza como una estrategia pautada por "ciclos" u oscilaciones pendulares "entre el idealismo y el pragmatismo" que suponen alejarse o acercarse al mercado. Más que redundar en viejas reflexiones, esta inclusión de su impecable periodización de los ciclos económicos de la Revolución cubana (inicialmente expuesta en Cuba in the 1970s: Pragmatism and Institutionalization, Albuquerque, University of New Mexico Press, 1974 y luego reformulada y actualizada sistemáticamente en sus libros posteriores) permite al lector contextualizar la reforma actual y al autor proponer su balance de las mismas como parte de un proceso de largo plazo que funciona como precedente para una comprensión más profunda, tanto del meollo argumental del modelo analítico como de las conclusiones a las que se arriba.

El análisis de estos ciclos rebasa lo puramente económico y alcanza una visión comprensiva que integra el papel de factores externos e internos, las distintas políticas y sus efectos específicos sobre los diferentes sectores de la economía, el empleo y el bienestar social pero también (last but not least) su imbricación e influencia sobre los mecanismos de control y el consenso. Con ello demuestra el predominio de la lógica política en las decisiones económicas del gobierno y las consecuencias económico-sociales de las diferentes políticas y estrategias de desarrollo en cada uno de los ocho ciclos estudiados.

Estos antecedentes son el punto de partida para abordar el análisis de la situación económica interna entre 2006 y 2012 (Capítulo 2), el cual deja en claro la importancia de los efectos adversos de la crisis económica internacional y la vuelta a viejas prácticas centralizadoras implantadas por Fidel entre 2002 y 2006. Para evaluarlo —dada la escasez de cifras confiables y comparables en algunas estadísticas clave— el autor se apoya en un arduo trabajo de producción e interpretación de indicadores, construidos de manera prodigiosa a partir de las cifras disponibles en una buena cantidad de fuentes dispersas. Estos datos (crecimiento y composición de PIB, formación de capital, inflación y producción agropecuaria; exportaciones e importaciones, términos de intercambio y balanza de pagos, inversión extranjera por sectores, entre otros), son complementados por el análisis de la relación de la economía cubana con sus principales socios internacionales (Capítulo 3); partiendo de la importancia de este rubro para una economía que históricamente ha mostrado una fuerte dependencia con algún socio comercial principal, en este tema sobresale la modificación de la distribución del volumen de comercio de mercancías en el último quinquenio que lleva a Venezuela al primer lugar con 42% (concentrando también el mayor déficit) lo que, agregando la compra de servicios profesionales cubanos, la inversión directa y los subsidios al petróleo, se estima en US$13,000 millones o 21% del PIB (algo mayor que la relación con la URSS en su mejor año). En el volumen de comercio, le siguen con una amplia brecha China y Canadá, mientras que Rusia -principal socio hasta 1989- desciende al lugar 12. Es interesante el análisis de la posición de Estados Unidos porque trae consigo una reflexión sobre el tema del embargo, cuyas consecuencias también se toman en consideración; a pesar de ello, y a partir de su flexibilización relativa por la enmienda del año 2000, este país es hoy el principal abastecedor de alimentos y bebidas para Cuba (aunque ha caído en términos del volumen de comercio de la posición 5 a la 7). Como balance del sector externo se aprecia la no recuperación de las exportaciones y un notable aumento de las importaciones lo que resulta en el crecimiento del déficit comercial a cifras record. En su conjunto, estos datos revelan el grave deterioro de la situación, aunque también se valoran los réditos alcanzados en la balanza de servicios, especialmente por los pagos cuantiosos de Venezuela.

La caracterización termina con el examen de los diversos programas de pensiones, salud, empleo, salario, vivienda y asistencia social que muestra el deterioro de casi todos estos indicadores. Este análisis del bienestar social (Capítulo 4) —tema en el cual Mesa Lago es un experto— se desarrolla con un enfoque que permite analizar la política social actual no sólo en términos de su eficiencia y viabilidad sino también en términos de sus implicaciones políticas y sus efectos sobre la población, lo que constituye un insumo invaluable para las discusiones sobre equidad y desigualdad que al día de hoy son el mayor desafío de una reforma que intenta "actualizar el modelo sin abandonar el socialismo". Además demuestra con cifras oficiales una caída drástica en la asistencia social a contrapelo de la necesidad de extenderla frente a los efectos adversos de varias de las reformas estructurales.

La evaluación de las reformas (capítulos 5 y 6) recupera el debate nacional en torno a los Lineamentos y los Acuerdos, poniendo especial atención a las reflexiones de economistas y otros científicos sociales de la Isla que se reseñan minuciosamente. En la discusión sobre de la orientación deseable del nuevo modelo afloran problemas de concepto como la disyuntiva entre crear un modelo propio o seguir los caminos (exitosos) de China o Vietnam. Al respecto, Mesa Lago destaca el atractivo que pueden tener estos modelos para la dirigencia cubana, ya que combinan dinamismo económico con control político y, aunque parece mostrar cierta inclinación a favor de las ventajas del modelo vietnamita, no deja de advertir que a pesar de las semejanzas, también existen considerables diferencias entre esos países y Cuba (especialmente con China), lo cual requeriría ciertos ajustes al contexto cubano. Otros debates conceptuales son el referido a las formas de propiedad, donde una nueva conceptualización de la propiedad socialista (disociada de lo estatal) sugiere alternativas de socialización como la cooperativa y la autogestión; también los que apuntan hacia la aceptación casi unánime de la ampliación de las formas no estatales como el empleo por cuenta propia y el usufructo de la tierra; la eliminación de "gratuidades indebidas" y la racionalización (recorte de gastos) de los subsidios a los alimentos y los servicios sociales gratuitos.

Algunos de estos cambios conceptuales se han visto reflejados en las medidas de la reforma, que el autor analiza y clasifica en tres tipos diferentes: 1) Medidas Administrativas, destinadas a mejorar la eficiencia en la gestión (como el perfeccionamiento empresarial, la lucha contra la corrupción y la indisciplina laboral y mayor apertura a la crítica); 2) Cambios no Estructurales que, aunque no modifican la "médula del sistema", sí corrigen exclusiones y prohibiciones (como el acceso a hoteles y sitios turísticos para los ciudadanos cubanos, permisos a transportistas privados, aumento de salarios, reforma de las pensiones, y eliminación de gratuidades y subsidios); y 3) Reformas Estructurales —destinadas a modificar "las bases materiales y organizativas del funcionamiento de la economía" (p. 237) que requieren del largo plazo (cuya única manifestación reciente sería la entrega de tierras en usufructo).

Muy revelador resulta el análisis sobre la expansión del trabajo por cuenta propia y en el sector no estatal, ya que presenta datos de la evolución de su proporción en la estructura de empleos entre 2000 y 2010 (distinguiendo el trabajo por cuenta propia, los cooperativistas y otros privados, Cuadro 30, p. 260) que muestran un crecimiento sostenido entre 2000 y 2004 y un descenso (también sostenido) a partir del 2005. Estos datos pueden analizarse mejor si atendemos a los proporcionados en el Cuadro 32 (p. 286) que expone el aumento del trabajo por cuenta propia desde 2009 y los estimados para 2012 y 2015. Aquí podría observarse un efecto positivo de la reforma sobre la tasa de crecimiento de este sector del empleo, que aumenta de 1.6% en 2009 (2.8% de la fuerza de trabajo) a una proyección de 158.9% en 2015 (cuando llegaría a ser un 35.2% de la misma). Tales cifras apoyan la tesis del autor en cuanto a los beneficios de los ciclos pragmáticos para la economía cubana, pero en este caso no son interpretados desde una visión romántica (a menudo presente en los análisis proyectivos de la economía cubana) sino destacando también las limitaciones de este tipo de trabajo y sus efectos negativos en el aumento de la informalidad y la desprotección y vulnerabilidad a la que estos trabajadores suelen estar sometidos -una de las principales consecuencias previsibles de las primeras medias de la reforma y que, lamentablemente no se encuentra aún en el centro de la discusión.

El último capítulo del libro está dedicado a la evaluación de los efectos de la reforma, una decisión audaz (ya que como él mismo reconoce tal valoración se dificulta por lo reciente e inconcluso del proceso) que el autor enfrenta con gran maestría. En las páginas 277 y 278, presenta un resumen de inmensa utilidad para todos los que nos dedicamos al estudio de temas cubanos; se trata del Recuadro 3 donde se sintetizan todas y cada una de las reformas, clasificadas por tipo (administrativas, no estructurales y estructurales) precisando la fecha de aprobación (real o prevista), sus objetivos y sus efectos específicos. Ahí se aprecia que aún faltan por implementarse algunas muy importantes como la eliminación de la dualidad monetaria, el aumento del salario real, el fortalecimiento de la propiedad cooperativa y su autonomía y la apertura de nuevos sectores a la inversión extranjera.

A partir de ello, resulta claro que las decisiones del nuevo modelo, aunque son positivas, "no transforman sustancialmente el modelo actual sino que proponen actualizarlo en forma gradual y programada" (p. 253); en aras de preservar el socialismo, aún mantienen "trabas y desincentivos que restringen su efectividad para resolver los problemas" (p. 253), aun así, el autor evalúa esta reforma como la más extensa y profunda realizada al modelo socialista desde 1959. El balance de lo positivo incluye la incipiente racionalización estatal, la lucha contra la corrupción, el pago de adeudos a productores agrícolas, el aumento de las actividades privadas (que solucionan problemas a los ciudadanos), y la (discreta) reducción del déficit en las pensiones o el recorte del gasto social. A la vez, señala los obstáculos que enfrenta la nueva estrategia; entre ellos la reticencia a abandonar el modelo de planificación estatal; el predominio de la empresa estatal; los candados a la concentración de la propiedad y la visión de la inversión extranjera sólo como "complemento" de la estatal en sectores estratégicos; las fallas en el diseño y la profundidad de los cambios necesarios y dilaciones en la implementación (como la lentitud en los despidos anunciados y la creación de empleos no estatales) y, el gran tema pendiente de la dualidad monetaria.

Muchos de estos impedimentos están relacionados más con la voluntad política de los gobernantes (falta de acuerdo al interior de la élite, temor a la pérdida o al debilitamiento del control político, la inercia burocrática, o la ambivalencia frente a la alternativa del cambio o la permanencia del status quo) que a los desafíos estructurales. Esta interpretación se fundamenta en el análisis de los ciclos económicos precedentes, que muestra cómo medidas que comenzaban a dar resultados positivos fueron frenadas o revertidas, delineando un patrón recurrente donde las decisiones políticas de la dirigencia (y sus preocupaciones en torno a la erosión que los modelos más orientados al mercado puedan traer sobre el control económico, político e ideológico) se han impuesto sobre la lógica racional de maximizar los beneficios. Por ello, las recomendaciones del autor para perfeccionar la "actualización" son muy claras y apelan al ámbito de la toma de decisiones: más prisa, más firmeza y mayor profundidad en las reformas estructurales para lograr mayor productividad, aumentar las exportaciones, sustituir las importaciones, crecer económicamente y mejorar el bienestar social.

El aporte fundamental de este libro es ofrecer una radiografía de la situación actual que no se limita a lo económico (aunque éste sea su objetivo principal) sino que pone sobre el tapete otras cuestiones que también forman parte del bienestar y que deben ser afrontadas en un diálogo amplio e incluyente sobre el futuro del país. Ya que estas nuevas directrices (aunque dirigidas a la economía) implican una reformulación de la relación Estado-sociedad, marcan nuevos desafíos al diseño del sistema político y a su ideología legitimante. La reforma económica ha puesto en marcha (quizá como un efecto no esperado) un proceso de transformación social, y sus profundos alcances sociales, ideológicos y políticos implican problemas que demandan una discusión a fondo; entre ellos podría mencionar el incremento de la heterogeneidad social, la diversificación de sujetos económicos y el crecimiento de la desigualdad de ingresos y estilos de vida, que conducirá inevitablemente (a mediano y largo plazo) a una "re-estratificación social"; la expansión del trabajo por cuenta propia y otras formas de propiedad no estatal junto a la nueva política fiscal que modifican la percepción del trabajo y los ingresos y ponen fin a la satanización del dinero y la riqueza que había prevalecido en la cultura política oficial; por último, el retraimiento del Estado y la contracción de sus mecanismos (igualitarios) de protección y distribución que favorece la constitución de nuevos actores y el fortalecimiento de la sociedad civil. Todos estos elementos, confirman la idea de que la reforma económica es un paso fundamental (pero no suficiente); el país necesita además cambios políticos, ideológicos y jurídicos para facilitar, profundizar y dar certidumbre a la reforma.

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