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Perfiles latinoamericanos

versión impresa ISSN 0188-7653

Perf. latinoam. vol.20 no.40 México jul./dic. 2012

 

Artículo

 

Prácticas clientelares y control político en la experiencia campesina de Argentina

 

Clientelism and Political Control in Rural Argentina

 

Fernando Landini*

 

* Doctor en Psicología por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Docente investigador en la Facultad de Psicología de la UBA y en la Universidad de la Cuenca del Plata (UCP); miembro del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet)

 

Recibido el 15 de enero de 2011
Aceptado el 7 de febrero de 2012

 

Resumen

Al partir de la democracia y la libertad como valores fundamentales, resulta de gran o interés para las ciencias sociales el estudio de las prácticas clientelares y las formas derivadas de control político. Atendiendo a que el tema muchas veces fue abordado desde J¡ presupuestos fuertemente ideológicos y desde miradas externas que oscurecen el modo í en que los propios actores perciben el fenómeno, se realizó una investigación cualitativa en una comunidad rural de la provincia de Formosa, Argentina, buscando recuperar la perspectiva de los campesinos. Se concluye que éstos encuentran en las prácticas clientelares un reconocimiento humano de sus necesidades que no tienen de parte del Estado 205 burocrático, por lo que perciben al vínculo como legítimo, y critican sólo que la asistencia se concentre en los períodos electorales.

Palabras clave: clientelismo, política, democracia, control social, campesinado, Argentina.

 

Abstract

Scholarship on clientelism frequently addresses political clientelism using strong ideological presuppositions and/or neglecting its subjective dimension. In this article I explore political clientelism in a rural community of the province of Formosa, Argentina from the peasants' point of view. The results suggest that peasants consider the clientelist relation as one that recognizes their personal needs, while the bureaucracy of the state does not. Thus, they perceive clientelist ties as legitimate, criticizing only the fact that the provision of resources by patrons takes place only during elections.

Key words: clientelism, politics, democracy, social control, peasants, Argentina.

 

Introducción

Yo soy una dirigente, ¿sabés? Entonces
yo le traje [...] 10 chapas a Juana, yo le
tengo que levantar a Juana de su casa con
un camión [.], le llevo ahí, le bajo en la
sede [.] y ahí la empiezo a toquetear así,
le busco todo si no tiene otra boleta [electoral]
dentro [de] su corpiño [brasiere], su
bombacha [chones], su media, todo lo que
tiene, y ahí si es que encuentro otra boleta,
agarro, rompo y le pongo la boleta la que
yo le quiero hacer votar y le llevo conmigo
a votar del brazo.

CLAUDIA, ex dirigente política.
Jueves 3 de agosto de 2006

El clientelismo político "es una de las más fuertes y recurrentes imágenes en el estudio de las prácticas políticas [...] en Latinoamérica" (Auyero, 1999: 297). Así, dada la pregnancia que tiene el concepto para el sentido común, resulta llamativo mencionar el uso muchas veces impreciso y ambiguo que se hace de él (Ottmann, 2006). Además, dado el tinte frecuentemente acusatorio con que se lo utiliza, suele hacerse difícil emplearlo como instrumento analítico para pensar las prácticas políticas, más al tratarse de una práctica oculta e informal (de hecho normalmente es ilegal [Auyero, 1996]), hay que admitir que poco se sabe realmente de ella (Audelo Cruz, 2004).

Ahora bien, reafirmando la utilidad analítica del concepto y buscando aportar a la comprensión del funcionamiento de las prácticas políticas clientelares en el contexto de las sociedades latinoamericanas contemporáneas desde una perspectiva empírica (y no desde presupuestos ideológicos), a continuación se presentan los resultados de un estudio de caso realizado en una localidad campesina de la provincia de Formosa, Argentina. Esta investigación, de fuerte contenido etnográfico, permitió acceder, desde el punto de vista del campesino, a la descripción de las prácticas políticas locales y las estrategias de control clientelar. Así, se buscó evitar caer en las valoraciones estereotipadamente negativas con que los actores externos suelen acercarse a estas prácticas, para profundizar en la descripción que de ellas hacen quienes las viven cotidianamente.

Para focalizar en las contribuciones científicas del artículo, se prefirió omitir el nombre del territorio en el que fue realizado el estudio, lo que también permite evitar atraer la atención sobre quienes colaboraron con la investigación, por eventuales inconvenientes que esto pudiera generarles. Igualmente, como resulta usual en este tipo de trabajos, también se han omitido o alterado los nombres de los entrevistados y entrevistadas.

 

Fundamentos teóricos y metodología de la investigación

Se realizó una investigación cualitativa de carácter exploratorio-descriptivo en la provincia de Formosa, con el objetivo de identificar y profundizar en los factores psicosociales y culturales que influyen en el desarrollo rural, y se identificó que las prácticas políticas locales son uno de los ejes de mayor relevancia. En el contexto del interés por comprender la dinámica de las prácticas clientelares y el modo en que los campesinos les asignan sentido, se toman dos soportes conceptuales. Por un lado, el 'enfoque orientado al actor' (actor-oriented approach, Long, 2001) [emplearé comillas simples en mis entrecomillados para distinguirlos de las frases textuales de campesinos obtenidas de entrevistas, las que llevarán, junto con las citas bibliográficas, comillas dobles], el cual destaca el rol de la agencia humana y el carácter activo de los actores locales en la configuración de las dinámicas territoriales; en este caso se enfatiza la importancia de comprender las perspectivas y marcos de sentido que comparten los campesinos, en tanto estos marcos constituyen el fundamento psicosocial con el cual se procesa la experiencia y se da forma a las respuestas activas frente a diferentes condiciones estructurales (Landini, Leeuwis, Long y Murtagh, 2012). En esta línea, también se asumen las premisas del construccionismo social, el cual sostiene que lo que los seres humanos percibimos como 'realidad' no es más que el resultado de un proceso de construcción social (Burr, 1999; Gergen, 1996; Ibáñez, 2001; Potter, 1998), y que existen diferentes formas de percibir la realidad de acuerdo con los grupos sociales de pertenencia (Jodelet, 1986). Pero no es sólo que interese aquí el modo en que los sujetos comprenden la realidad social, sino que lo que interesa, en el fondo, es el hecho de que son estas interpretaciones las que guían las conductas de las personas y de los grupos sociales en la vida cotidiana (Howarth, 2006; Krause Jacob, 1999) y, en definitiva, dan forma a la agencia humana.

Para una investigación más amplia, orientada a abordar diferentes factores psicosociales y culturales que influyen en los procesos de desarrollo rural, se utilizaron dos estrategias fundamentales para obtener información: la toma de entrevistas y la observación participante. En concreto, se realizaron 70 entrevistas a campesinos y 12 a otros actores, entre ellos extensionistas rurales, funcionarios municipales, dirigentes campesinos y funcionarios de una ONG. En 26 de estas entrevistas, se abordó específicamente la temática clientelar. Las primeras tres tuvieron carácter introductorio; después se realizaron 20 más para abordar los temas identificados en las entrevistas precedentes, y finalmente se realizaron tres de cierre, con el fin de clarificar aspectos que resultaban ambiguos. No obstante, debe señalarse que en las entrevistas surgieron muchas referencias e ideas de interés vinculadas con otras temáticas, lo que muestra lo profundamente articuladas que se encuentran las prácticas clientelares con la vida cotidiana de los campesinos de la localidad. Además, se realizó observación participante residiendo con una familia campesina de la zona por más de cinco meses. Debe señalarse la importancia que tuvo convivir y compartir de manera humana y personal con diversas familias durante múltiples viajes, ya que esto fue lo que llevó a generar relaciones de confianza y de conocimiento personal que permitieron que los lugareños se sintieran cómodos y seguros para compartir sus visiones respecto de un tema tan crítico como el clientelismo.

Para abordar las entrevistas y los registros de observación participante se realizó un análisis de contenido, se construyeron categorías temáticas en torno a cuestiones que se repetían en los textos desgrabados, que aparecían en los registros de observación participante o que eran destacadas por la bibliografía referida a clientelismo. Así, se desarrolló un procedimiento de análisis en tres tiempos. En el primero, se partió de las entrevistas introductorias y de la observación participante para identificar las categorías fundamentales a partir de las cuales se estructuraba la temática en estudio. Luego se realizaron 20 entrevistas para abordar los distintos ejes de análisis identificados en el paso previo. A continuación, se clasificaron los diferentes fragmentos de las entrevistas y de los registros de observación según la estructura de categorías desarrollada con anterioridad, y se incluyeron las 20 orientadas directamente a este tema y otras que también contenían referencias de interés. En este proceso, la nueva información permitió reorganizar la estructura categorial utilizada, con el fin de hacerla más precisa. Finalmente, en la tercera etapa se clarificaron algunos aspectos que permanecían ambiguos e imprecisos mediante la rezlización de tres entrevistas adicionales.

 

El concepto de clientelismo

El clientelismo ha sido definido de múltiples maneras. No obstante, en términos generales todas las definiciones hacen referencia a "un tipo específico de relación de intercambio que puede ser incorporada en una variedad de formas estructurales y organizacionales" (Escobar, 1997:127), que se caracteriza por lazos jerárquicos y asimétricos (Auyero, 2001; Clark, 2004; Trotta, 2003) apoyados en el ejercicio del poder social, económico y político (Auyero, 1997, 2001) y el acceso diferencial a los recursos (Beard Liikala y Fellow, 2002; Manzetti y Wilson, 2007; Roniger, 1997). Así, se trata de un tipo particular de vínculo en el cual "existe un patrón y un cliente: el patrón proporciona bienes materiales, protección y acceso a recursos diversos y el cliente ofrece a cambio servicios personales, lealtad, apoyo político o votos" (Audelo Cruz, 2004: 127).

Si bien no todas las personas que se encuentran en situación de pobreza entran en vínculos clientelares (Auyero, 1996), existe un amplio acuerdo en torno a que este tipo de prácticas se ve favorecido por las condiciones de pobreza y privación de la población (Silvetti y Cáceres, 1998). Existen además otros factores que, se ha argumentado, favorecen las prácticas clientelares, como la ineficiencia administrativa y burocrática (D'Auria, 1997), bajos niveles educativos y debilidad de las organizaciones sociales de las clases subordinadas (Luna y Zechmeister, 2005).

 

Tiempo de elecciones, tiempo de política

Desde la perspectiva del campesino, los fenómenos, acontecimientos y dinámicas políticas vividas en su localidad poseen una temporalidad muy marcada y específica. Concretamente, se trata de una temporalidad circular que se activa durante las elecciones y se retrotrae cuando éstas terminan, y hasta el inicio de las siguientes. Así, se construye una recurrencia cíclica con dos periodos contrapuestos. Por un lado, un 'tiempo de política' o 'de elecciones', que se caracteriza por interacciones, vínculos e intercambios de alta intensidad. En esos momentos, los flujos clientelares se incrementan y los políticos o candidatos necesitan, por fuerza, acercarse a las zonas marginales y encontrarse con la gente (Audelo Cruz, 2004). Esto hace que los sectores desfavorecidos se sientan escuchados y que sus demandas sean tenidas en cuenta, porque los candidatos centran su preocupación en la obtención de votos (Auyero, 1999, 2000). A este periodo se contrapone el tiempo normal, donde acontece lo cotidiano. Sin embargo, esto no significa que las prácticas político-asistenciales desaparezcan. Por el contrario, los planes sociales se siguen pagando y continúa la entrega de cajas de comida y semillas, pero la maquinaria se detiene y las intenciones de voto inmediatas dejan de ser prioritarias. Ya no es necesario ir a buscar a los votantes ni conseguir sus votos. Se trata, entonces, de un tiempo políticode baja intensidad que comporta cambios tanto cuantitativos como cualitativos respecto del 'tiempo de política' o respecto de 'la política', como muchos campesinos la llaman.

 

La política personalizada y las visitas a los campesinos

La 'política' empieza de uno a tres meses antes de las elecciones, según los entrevistados, aunque se va haciendo más candente los últimos 15 días. En ese lapso las ayudas se incrementan. Es la oportunidad para que aren sin demoras la propia tierra con maquinaria municipal o que se completen formularios para el pedido de pensiones de diversos tipos. En ese lapso, dicen, "te arriman todo lo que vos quieras". El elemento visible y distintivo más llamativo de este periodo son las visitas de los dirigentes políticos a las casas de los campesinos. Éstos "recorren, salen a hacer su política, visitan gente", salen a "recorrer las casas, boletean, dan panfletos". Es que, "en tiempo de la elección te visitan todos". Y eso, como saben bien los pequeños productores, es porque los políticos están buscando su voto: "ellos necesitan por nosotros, por el voto". En ese momento, los campesinos saben que, si bien es por un interés instrumental, van a ser escuchados por quienes pueden ayudarlos porque son necesarios para ellos.

En ese espacio que se genera por la visita, muchas veces se reparten paquetes o bolsas de mercadería, pero, como usualmente se recalca, cada línea política da a sus propios partidarios, no a todos; sectoriza la entrega. En este mismo espacio, además de pedir el voto y, eventualmente, entregar comestibles, los visitantes preguntan a las personas por sus necesidades. Así, los campesinos pueden pedir 'favores' como agua para el aljibe, chapas para el techo, medicamentos para un familiar enfermo o incluso algún tipo de plan o pensión. De esta forma, los dirigentes anotan y se responsabilizan de esforzarse por conseguir lo requerido antes de las elecciones, con el objetivo de comprometer el voto, es decir, de 'cerrar el trato'. Como dice una campesina: "los políticos me tienen que traer antes de la votación harina, si no, yo no me voy con ellos, y con la bolsa de harina ellos me traen la boleta". En este 'tiempo de política', muchos sostienen que es necesario pedir porque "si en ese momento vos no aprovechás y no pedís, ya no te dan". Incluso, teniendo en cuenta que la experiencia dice que luego de las elecciones las promesas usualmente no son cumplidas, hay que conseguir las ayudas antes de ellas. Es que, como éste es el único momento donde los políticos están necesitados, "es la oportunidad de sacarles algo".

Sin embargo, en estas visitas no sólo se pregunta por las necesidades y se llevan ayudas, sino que también se presentan las propuestas de campaña. Las mismas suelen referir a lo que puede denominarse 'beneficios colectivos', en contraposición a los 'favores personales' antes indicados. Se trata de la promesa de construir un polideportivo, arreglar una escuela o traer un nuevo médico a la zona. Pese a lo que algunos podrían pensar, los entrevistados están muy interesados en este tipo de beneficios comunitarios. Incluso, varios relatos muestran que las personas suelen preguntar y discutir sobre estas cuestiones con interés.

En resumen, se observa que las visitas a las casas por parte de los políticos muestran un espacio de personalización de la actividad política. En ese momento, a diferencia de lo que sucede el resto del tiempo, los sujetos saben que ellos son necesarios, le importan a quienes pueden ayudarlos, por lo que no están condenados a la indiferencia. Así, en el clientelismo, a diferencia de lo que sucede en los sistemas burocráticos, las personas y sus necesidades no son tratadas con indiferencia por el sistema, sino de manera humana y personalizada (Güne§-Ayata, 1997).

En este proceso, como se ha visto, los pequeños productores no son objetos pasivos de políticos que buscan inescrupulosamente sus votos. Por el contrario, ellos mismos, conociendo las reglas del juego y los intereses de estos actores, se incorporan activamente en el proceso (como sugiere el actor-oriented approach) procurando maximizar sus beneficios y al mismo tiempo ser reconocidos como portadores de necesidades que deben ser escuchadas. Y aunque muchos campesinos puedan criticar estos 'intercambios' que ocurren en tiempos electorales por la imagen de 'transacción' que generan, el hecho de que quien tiene poder y recursos ayude a quien tiene necesidades, no es percibido como algo ilegítimo, sino más bien como una obligación de quien da (Landini, 2011). Lo criticado aquí es la asistencia condicionada, no la ayuda en sí misma. La existencia de una necesidad y el hecho de que alguien pueda responder a ella es lo que subjetivamente construye la legitimidad de esta búsqueda activa de beneficios (Landini, en prensa a). Y más todavía cuando no refieren a alimentos sino a ayudas productivas que permitan trabajar o a bienes comunitarios como escuelas o caminos. Como señala Lazar (2004), sólo en este momento los ciudadanos pobres se perciben a sí mismos como sujetos efectivos de derechos, ya que es el único momento en el cual sus palabras y sus necesidades son, y tienen que ser, escuchadas.

 

Consiguiendo votos y ganando elecciones

El momento culminante que termina de dar sentido a lo acontecido en el 'tiempo de política' es el día de la votación. En la jornada precedente se terminan de 'cerrar' algunos acuerdos, se entregan las últimas ayudas y junto con ellas las boletas partidarias. Finalmente, en el día de la elección, o dado que se trata de pobladores rurales que muchas veces tienen que re-g correr varios kilómetros para llegar al lugar de la votación, los campesinos S usualmente son llevados por vehículos de los mismos partidos políticos. e Si bien quien está ya comprometido con alguno de ellos no puede viajar en el vehículo de otros partidos, potencialmente sí puede hacerlo por sus propios medios: "cada uno tiene que ir con su vehículo, con su gente, y [si] vos te vas con el otro porque estás hablando con el otro, se enoja ya". Y esto, porque no sólo se trata de un mero medio de transporte, sino de un acto significativo en el cual se expresa el compromiso de apoyo. Finalmente, al llegar a las inmediaciones del lugar de votación, los distintos partidos tienen sus respectivas 'sedes' donde se entregan boletas. Incluso, algunos señalan que en ellas se revisa a algunas personas para ver si tienen boletas rivales y se les advierte que deben votar por determinado partido porque los votos que les entregan están marcados. A continuación, hay personas que son acompañadas del brazo a votar. Sin embargo, esto no ocurre con todos, aunque cuando sucede queda claro qué significa: que existe un compromiso político definitivo con el sector que acompaña al votante.

Finalmente, varias personas hablaron de prácticas fraudulentas. Entre ellas se puede comentar el 'voto en cadena': hacer que un votante introduzca un sobre con firmas falsificadas en la urna y que entregue al salir el que tiene las auténticas. Así, los dirigentes proveen este sobre cerrado con el voto correspondiente al próximo elector, exigiendo a esta persona ('su' votante) que al salir les entregue el sobre vacío. Otros procedimientos incluyen la entrega de boletas dobladas en posiciones inesperadas para dar la imagen de que las mismas están 'marcadas' o que miembros de la mesa de votación firmen de manera diferente los sobres de la gente de 'su partido' para saber si finalmente esos votos se concretan. Sin embargo, es probable que muchas de estas narraciones posean un importante grado de distorsión. Por ejemplo, cuando se hablaba de los votos marcados por un doblez, un entrevistado señaló que "la mayoría" de los sufragios eran así, a lo que su compañero comentó que pensaba que la cifra correcta era 80%, lo que excedería en mucho cualquier estimación razonable. No obstante, estas exageraciones no deben ocultar el sentido profundo de estas descripciones, más allá de que sean empíricamente incorrectas. Se trata de sujetos que se sienten dentro de un sistema político corrupto (o al menos ilegítimo) al que quieren denunciar frente al entrevistador, y la sobreestimación es un recurso expresivo para resaltar la importancia y verdad de sus palabras.

 

El tiempo de política y el que le sigue

Existe una fuerte contraposición entre lo que acontece durante el tiempo de elecciones y el momento posterior en el cual las votaciones han terminado. Se trata de una experiencia fuertemente contrastante que genera (o al menos consolida) cierta percepción de cómo son o qué quieren verdaderamente los 'políticos'. La primera constatación es que el tiempo de 'política' es algo pasajero, que termina. En los meses previos a la elección, los productores pueden hacer arar varias veces su tierra sin pagar el tractor, recibir alimentos y conseguir medicamentos gratis. En contraposición, la experiencia es que después de la elección estas ayudas terminan: "si este año no le salen algunos papeles [para una pensión] a alguna señora, algún anciano, tiene que estar esperando cuatro años, tres años de vuelta que se vote otra vez". Y no es sólo que las ayudas no llegan, sino que las promesas pocas veces se cumplen, lo que lleva, como señala Lazar (2004), a que las personas valoren más los beneficios previos que lo que puedan esperar como resultado de las políticas que los candidatos proponen llevar adelante. Así, la idea de la promesa electoral queda asociada a la mentira.

Al mismo tiempo, los recorridos por los hogares que permitían establecer un contacto personal entre dirigentes y campesinos, terminan. Después de las elecciones, los 'políticos' ya no recorren las casas. De esta forma, ese momento casi mágico en el que las personas eran conocidas en su sufrimiento y sus necesidades llega a su fin. Y no es sólo que las ayudas ya no lleguen y que las visitas no se concreten; se trata de la experiencia de ser dejados de lado, de ser ninguneados por quienes hoy ya no los necesitan. Resulta interesante, para concretar esta percepción, hacer referencia a la experiencia de ni siquiera ser saludados: "antes de la votación, si pasás más o menos a 20 metros de él te saluda [...] una vez que pasó el voto ya [...] no te saluda más nadie". Llamativamente, esta narración se repite. Y más allá de su veracidad empírica, nos comunica la experiencia de no ser reconocidos por quienes antes, poco antes, los habían ido a buscar a sus casas para preguntarles cómo estaban y qué necesitaban. Hoy ya no es que sus necesidades no cuenten, sino que no cuentan ellos mismos como personas. No los saludan. Es que terminó el tiempo de política.

No obstante, esto no debe hacernos pensar que todos los políticos son considerados de la misma manera por todos los campesinos y campesinas. En efecto, como señala un entrevistado: "hay políticos buenos, hay políticos malos, hay mentirosos y honestos". Es decir, es posible encontrar políticos de distintas clases. En este sentido, pueden encontrarse casos en los cuales los entrevistados manifiestan una deferencia y gratitud particular respecto de ciertos políticos. Como se percibe en las palabras de una campesina entrevistada: "yo pienso que lo que él hizo por mí no lo voy a pagar a nadie, nunca, por más votos que le dé. El agradecimiento [es] lo que está por delante". En este sentido, resulta de interés la diferenciación propuesta por Auyero (1996, 1997, 1999, 2000, 2001) entre un círculo íntimo de seguidores que se articula con los mediadores políticos por medio de interacciones continuas y lazos fuertes, y un grupo más amplio conformado por potenciales beneficiarios de las ayudas que se acercan a pedir asistencia de manera más o menos intermitente. En este contexto, podríamos asumir que la valoración positiva de ciertos políticos y de sus prácticas se corresponde con las personas más cercanas al mediador, mientras que las valoraciones negativas aparecerían a medida que la distancia con éstos aumenta.

Ahora bien, no obstante el interés de esta propuesta, el esquema posee ciertas limitaciones para explicar el caso de Formosa. En efecto, la mayoría de quienes poseen fuertes filiaciones políticas (es decir, que pertenecen a los círculos íntimos de diferentes mediadores), en la confianza del diálogo con el entrevistador, si bien suelen tener una visión más positiva que la población general de él o los políticos con los que se vinculan, no por eso dejan de hacerles críticas y mencionar sus limitaciones. Por otra parte existen personas que, si bien forman parte del círculo externo caracterizado por vínculos esporádicos, poseen una actitud de casi reverencia respecto de algún político en particular del que han recibido en el pasado ayudas en situaciones de especial necesidad, más allá de que dichos vínculos con estos políticos hayan perdurado en el tiempo o se mantengan en el presente. Así, deberíamos asumir que en ciertos casos el nivel de compromiso afectivo construido mediante las ayudas recibidas sería el elemento que estaría modulando el tipo de valoración respecto de políticos individuales, más allá de la pertenencia a los círculos íntimos de los mediadores (Landini, en prensa a). En cualquier caso, la existencia de esta diversidad de opiniones no debe hacernos olvidar que las experiencias postelectorales tienden a generar en las personas entrevistadas una evaluación mayoritariamente negativa de los políticos y de la política en general, a partir de la existencia de esta temporalidad contrastante entre tiempo de política y tiempo normal o cotidiano.

 

Estrategias de control político

En la sección anterior se describieron las experiencias de los campesinos de Formosa en relación con las prácticas políticas locales, y se destacó su dimensión de reconocimiento subjetivo y de acceso a recursos para la subsistencia. En la presente sección, si bien se mantiene el interés por reconstruir la perspectiva de los campesinos de la localidad, se procura realizar un análisis complementario enfocado en las prácticas clientelares como estrategias de control político. Así, en las siguientes secciones se articulan las miradas de los campesinos sobre las prácticas clientelares en tanto estrategias de control, con reflexiones más generales apoyadas conceptualmente.

 

Formas de seducción, construcción de realidad y coerción

A partir de los discursos de los entrevistados y con apoyo en la literatura especializada, es posible reconstruir las múltiples estrategias vinculadas con el mantenimiento del status quo político local. Entre ellas, en primer lugar, cabe destacar la vinculación de los medios de comunicación (tanto locales como provinciales) con diversos sectores del poder. Como señala un entrevistado, el canal provincial "te pasa todo lo bueno nomás, no te pasa lo malo, que la producción en la provincia de Formosa es fenomenal te dice y te saca una imagen de este campo sembrado con soja, pero que no es del pequeño productor". Pero dado que pocas personas tienen televisor y que la radio es sumamente escuchada, este último medio es de vital importancia para la transmisión de noticias dentro de la comunidad; sus dueños funcionan como filtros de lo que puede y no puede decirse, y la mayoría de las veces se destacan las bondades del gobierno provincial, a quien generalmente se apoyará durante las elecciones. Como señala Martín-Baró (1985), muchas veces los medios de comunicación resultan particularmente permeables a los intereses dominantes, con lo que las clases populares suelen carecer de un espejo social que les permita conocer de manera objetiva su realidad. Así, sus experiencias personales, contrarias a lo comunicado públicamente, adquieren cierta dimensión de irrealidad al no poder ser compartidas ni reflejadas en otros. De esta forma, es la realidad transmitida socialmente la que toma el lugar de la realidad, y las experiencias propias de exclusión quedan como excepciones individuales más que como realidades colectivas.

De todas maneras, posiblemente sea la multiplicidad de las ayudas públicas, entendidas particularmente como políticas asistenciales, el medio más importante para la construcción de legitimidad y consenso. Estas ayudas no son específicamente las que se dan en tiempos electorales, sino también las que se mantienen a lo largo del tiempo. En este caso, no se trata ya de lo que Gay (1997) ha llamado clientelismo 'grueso' o 'denso' (en el que se intercambian de manera directa favores o bienes por votos). Por el contrario, se trata de un clientelismo en el que el intercambio es indirecto. De hecho, en este caso la relación causal que explica el voto se invierte. Así, no se intercambia el voto por bienes, sino que se lo da como forma de reconocer la ayuda recibida o de mantener el flujo de ayudas en el tiempo, lo cual puede estar mediado por sentimientos de lealtad personal o de gratitud hacia ciertos dirigentes por los favores que han brindado. Y esto particularmente cuando la ayuda recibida se percibe como gratuita o, al menos, como entregada sin obligación. Por eso beneficios relativamente universalizados, como la entrega de semillas, no tienden a generar sentimientos de agradecimiento o, aun, de deferencia, como sí sucede cuando se trata de favores personales destinados a resolver necesidades específicas (como medicamentos inaccesibles, pasajes en micro o incluso planes sociales o empleos estatales), aunque ellos sean cubiertos con fondos públicos. En este último caso, lo que sobresale es el hecho de que estas ayudas bien pueden ser negadas. Así, su entrega es percibida como un favor personal más que como una forma de asignar recursos públicos, por lo que genera agradecimiento en quien las recibe, el cual es mayor cuanto más importante es la sensación de necesidad y fragilidad de quien pide.

En el contexto particular de la provincia de Formosa, junto a la asistencia mencionada también hay que incluir ciertas 'pseudoayudas' que algunos políticos (en tanto productores agropecuarios capitalizados) ofrecen de sus propios bolsillos a los campesinos. Esto incluye la entrega de semillas de hortalizas, la preparación de suelo con maquinaria propia (a ser pagada en tiempo de cosecha) o pequeños créditos para actividades productivas o, aun, para responder a problemas personales. Es claro que esto responde a actividades comerciales de las que dichos actores obtienen beneficios económicos, pero esa dimensión no se percibe, ya que el modo por el cual se produce esta ganancia no siempre es evidente. Y aun cuando lo sea, es la pregnancia de la ayuda y no el afán de lucro lo que queda en primer plano, ya que la obtención de créditos o adelantos tanto en dinero como en especie suele ser de otra manera inaccesible al campesino. Así, van surgiendo sentimientos de compromiso, lealtad y gratitud de parte de los pequeños productores, quienes ven resueltas algunas cuestiones fundamentales de su vida a partir de las ayudas contingentes de quienes podrían negarse a prestar atención a sus necesidades. Esto es, precisamente, lo que Auyero ha denominado la 'dimensión subjetiva' del clientelismo político (1996, 1997, 1999, 2001).

A continuación, y junto a la entrega concreta de bienes y ayudas como estrategia destinada a generar apoyo y consenso, debe colocarse la promesa de diferentes favores, como por ejemplo empleos públicos o planes sociales. En este caso es la promesa, mediada por un tiempo considerable de espera, lo que engendra el apoyo, sostenido en la esperanza de que la palabra será cumplida. Así, si el compromiso se convierte finalmente en hechos, generará gratitud en quien recibió ayuda, al menos si juzga la entrega como desinteresada y lo obtenido como algo de particular importancia o urgencia. En coincidencia con Auyero, se observa que las personas que tienden a interpretar los beneficios como gestos de bondad sin intencionalidades políticas, son las que forman parte de los círculos íntimos de los políticos. En cambio, el resto más bien suele entender estas prácticas como formas de veladas de buscar votos.

En este contexto, cobra relevancia la cuestión de la 'sectorización' de las ayudas. Más allá de que haya beneficios que alcancen a todos por igual, como la asistencia en el área de la salud o incluso la entrega de semillas, una amplia mayoría de los entrevistados destaca que los favores están sectorizados. Es decir que ayudas como acceso a empleos públicos, becas escolares o incluso la preparación gratuita de tierra, se proveen sólo (o al menos preferentemente) a los miembros del grupo político de quien las gestiona o controla. Como señala una entrevistada, "lo que pasa es que muchas veces cuando uno no está con [el partido político de] el gobierno, a veces le dejan de un lado".

Por otra parte, los entrevistados mencionan el hecho de que las filiaciones políticas son, en términos generales, un hecho conocido por los dirigentes partidarios: "por ahí la gente también conoce a 'su gente' como dicen, quién le votó y quién no le votó, ellos conocen todo". Así, o cuando se forma parte de un partido o agrupación opositora o cuando se es visto en alguna actividad con los rivales, existen consecuencias. Los entrevistados señalan que uno queda 'marcado', o incluso puede perder su empleo si trabaja para el municipio. Como asume un entrevistado que diría un dirigente: "'no, éste está trabajando [.] para el partido contrario y nosotros le dimos el cargo, entonces le cortamos [el puesto o la ayuda] y listo'". O, al menos, se pueden dejar de recibir los beneficios de 'formar parte' pasando a ser uno 'de los otros'. En este contexto, la pertenencia partidaria parece convertirse en una suerte de necesidad, en tanto ella es la que puede habilitar un acceso fluido a los recursos.

Otra de las consecuencias de esta modalidad fuertemente sectorizada de hacer política y comprenderla es asumir que toda agrupación, asociación o espacio popular o comunitario destinado a resolver problemas de las localidades, es o un oponente político o un aliado potencial (tal vez con la excepción de grupos religiosos y cooperadoras escolares). Como señalan Beard Liikala y Fellow (2002), en los contextos clientelares existe una concepción binaria de la sociedad en la cual la esfera pública queda identificada con el Estado y la privada con la familia. Así, no hay espacio para una sociedad civil escindida del gobierno, por lo que cualquier iniciativa comunitaria tiende a quedar, involuntariamente, politizada. Los mismos autores agregan que en situaciones como las mencionadas existe un fuerte control sobre la sociedad civil, así "las organizaciones civiles de base y la acción colectiva en general son monitoreadas de cerca. Tenidos como amenazas potenciales del orden establecido, estos grupos y sus participantes son considerados sospechosos" (p. 525).

En esta línea, otra de las estrategias de control político, según comentan varios de los entrevistados, es el ataque o presión a grupos formados desde la comunidad o su desorganización vía compra de dirigentes. En efecto, "se organizaron, pero siempre metió el gobierno alguien para que eso se disgregue". Además, en un contexto en el cual la sociedad civil organizada es vista como 'sospechosa', las mismas personas empiezan a asumir que estar 'contra el gobierno' -en el sentido de oponerse visiblemente y discutir las decisiones públicas- es algo malo en sí mismo. Como si no fuera un derecho inalienable del ciudadano tener su propia opinión sobre cómo debería conducirse lo público y hacerla conocer. Pero en este caso 'oponerse al gobierno' es algo que se considera que está mal, que no debe hacerse, lo que puede observarse en el siguiente diálogo:

Campesino: Y se han formado agrupaciones pero ¿qué pasa?, a esas agrupaciones se les persigue a veces, muchas veces, ¿te das cuenta?

Entrevistador: ¿Cómo se les persigue?

C: Y se les persigue... o sea que se... se le acusa a veces de estar contra el gobierno.

Puede verse aquí, en esta cita, que decir que alguien está 'contra del gobierno' es aceptado por el entrevistado como algo connotado negativamente de lo que uno (o una agrupación) puede ser acusado. En efecto, no se observa que quien hace este comentario procure negar o discutir el valor que los otros le asignan a esta idea. Es cierto que rechaza que esa suerte de 'acusación' le corresponda a las agrupaciones de las que habla, pero en cualquier caso acepta la connotación que los sectores del poder dan a ese hecho, mostrando así la internalización del principio que otorga ilegitimidad a mostrar activa y visiblemente desacuerdo con las autoridades gubernamentales.

Otra de las modalidades existentes destinadas a mantener el control político (aunque no a generar legitimidad y consenso) son las amenazas de pérdida de los beneficios que se están recibiendo o de no entrega de otros que se esperaba recibir. En este sentido no se trata de convencer sino de dominar, limitando la libertad de las personas para tomar decisiones de manera independiente. Puede ser una presión durante la campaña política que implique la posibilidad de perder planes sociales si se participa en agrupaciones contrarias o si no se vota a quien está en el poder. Incluso hay quienes hablan de amenazas de pérdida de cajas alimentarias o de coerción a empleados públicos. Consecuentemente, esta situación tiende a generar 'autocensura', es decir, quienes saben que pueden ser objeto de una amenaza o aun de que ésta pueda hacerse efectiva, procuran guardar silencio y mantener un perfil bajo.

Restan aún dos comentarios finales antes de pasar al próximo apartado. En primer lugar, es necesario señalar que el modo en el cual se organiza la política local se estructura a partir una lógica de conflicto en la cual se concibe la interacción entre los actores según el modelo de la 'suma cero'. Desde esta perspectiva, cualquier beneficio o fortalecimiento de un actor es considerado como algo que va en detrimento de los otros: si hay uno que gana, hay otro que pierde. Así, se excluye la posibilidad de cooperación entre ellos, sin reconocer que el trabajo compartido y coordinado puede generar beneficios para el conjunto, y que pueden existir mejoras que no impliquen perjuicio para los otros. Consecuentemente, en el contexto indagado, se termina consolidando un modo conflictivo de intercambio entre los actores sociales locales, el cual se basa en que las organizaciones de la sociedad civil son percibidas como potencialmente sospechosas y obviamente indeseables; toda actividad comunitaria es asociada inmediatamente a intencionalidades políticas; los reclamos orientados al bien común pocas veces son escuchados, y es imposible estar en desacuerdo con el gobierno o con las decisiones públicas sin que esto implique confrontación. Así, dentro de esta modalidad de organización territorial, el diálogo, como estrategia inicial e indispensable para generar acuerdos, es reemplazado por el conflicto como primera alternativa, lo que hace que los actores terminen actuando unos contra otros en lugar de concebir la posibilidad de hacerlo unos con otros.

El segundo comentario aborda la fiabilidad de los relatos de los entrevistados. En este sentido, hay que tener en cuenta que lo que busca quien responde a las preguntas no es tanto comunicar verdades 'objetivas' sino presentar su experiencia y su modo de comprender los hechos. Y esto, incluso incorporando ciertas intencionalidades pragmáticas en las comunicaciones, como cuando se resaltan los maltratos de los punteros con el objetivo de obtener reconocimiento (y aun ayuda) de parte del entrevistador (Landini, en prensa b), o buscando también que su propia representación de sí mismos como 'sujetos maltratados por los políticos' sea corroborada por su interlocutor. Así, sería posible que algunos de los hechos narrados (o al menos los énfasis puestos en ellos) no se correspondieran exactamente con lo acontecido. Claro que usualmente estas descripciones se basan en acontecimientos efectivamente ocurridos. Sin embargo, es posible que las narraciones vayan más allá de los sucesos acercándose no a la 'verdad', sino a la representación y a los sentidos que tienen tales acontecimientos para los entrevistados. Por eso no es posible saber a ciencia cierta (al menos con la metodología de investigación utilizada) qué es lo que pasó o pasa entre campesinos y políticos. Pero sí es posible saber cómo perciben los primeros su relación con los segundos.

 

Formas de disidencia

A pesar de las dificultades para la existencia de formas de disidencia política, éstas pueden encontrarse. Aunque, obviamente, se caracterizan por su alcance limitado. Por ejemplo, si bien las radios locales suelen estar alineadas con el gobierno provincial, en una localidad del noreste de la provincia existía una emisora controlada por un movimiento campesino. Además, en los diálogos interpersonales y en el compartir de las familias, las opiniones críticas frente al gobierno y a sus decisiones son variadas y profusas, como se pudo captar de manera sobrada en las entrevistas. Sin embargo, esto no significa que tales reflexiones se consoliden en núcleos de poder alternativo que expresen una oposición real. Finalmente, y aun en el contexto del fuerte control de las votaciones que se ha descrito, muchos campesinos conservan su independencia en el momento de entrar al cuarto oscuro. Como comenta Mabel, una campesina: "'Mabel es nuestra gente', dicen ellos, pero [.] si a mí no me gusta, no lo voy a votar". Sin embargo, estas disidencias se muestran más como formas de resistencia que como alternativas al control político, a diferencia de lo que sucede con el caso del Movimiento Campesino Formoseño (Mocafor).

El Mocafor, que surge en el año 1995 y se consolida con la crisis que sufre la Argentina en el 2001-2002, cuando recibe de parte del gobierno una gran cantidad de planes sociales, solía constituir la organización social más importante de la provincia que se encontraba en confrontación abierta con el gobierno provincial, hasta que se quiebra internamente hacia fines de la década pasada. Antes de su crisis, esta organización llevó adelante numerosas protestas y reclamos, en los que contó con un importante apoyo en la zona, particularmente desde el momento en que recibió planes sociales de parte del gobierno nacional para repartir entre sus asociados. Sin embargo, actualmente se encuentra en descrédito por diferentes razones, dentro de las cuales se destaca la versión que circula de que su líder tradicional resignó el interés del campesinado frente a beneficios personales que le ofreció el gobierno, situación que posiblemente indujo la escisión.

 

Reflexiones finales

Son múltiples las conclusiones a las que se ha arribado en este trabajo. En primer lugar, se destaca la descripción pormenorizada de la doble temporalidad a partir de la cual los campesinos experimentan la política local. Así, encontramos un 'tiempo de política', caracterizado por un acercamiento de los mediadores políticos a los campesinos y por un incremento de las ayudas personalizadas; y un tiempo que se ubica entre las elecciones, que contrasta con el anterior, en el cual los políticos dejan de acercarse a las casas de la gente y de preguntar por sus necesidades, replegándose. En ese contexto, los campesinos dejan de percibirse como sujetos de derecho, ya que sus problemas y necesidades dejan de tener interés para quienes pueden resolverlos, y se revela con crudeza el carácter interesado de la asistencia propia del 'tiempo de elecciones'. Es interesante mencionar que, mientras la entrega de las ayudas personalizadas durante tiempos electorales es lo que, desde una visión externa, despierta más críticas y acusaciones de ilegitimidad, desde el punto de vista de los campesinos es lo que los hace sentir que sus derechos y necesidades son reconocidos a nivel humano. Y a la inversa, la falta de asistencia personalizada propia de los tiempos no electorales, que es vista por los pequeños productores como reprochable, seguramente es la forma en la que muchos actores externos dirían que debe funcionar la asistencia social. Así, se observa la existencia de fuertes contrastes en torno a la evaluación del fenómeno clientelar, dependiendo del punto de vista que se adopte.

Otro aspecto de interés para analizar es la articulación entre prácticas clientelares, pobreza y distintas formas de ayuda y asistencia, tanto públicas como de parte de referentes políticos, varios de ellos productores agropecuarios capitalizados. Muchas veces se da por sentada la existencia de una articulación necesaria entre estos elementos. No obstante, resulta claro que la pobreza y la existencia de ayudas no constituyen una condición suficiente para el establecimiento de prácticas y vínculos clientelares. En efecto, ni la asistencia social de diversas iglesias ni los proyectos de desarrollo rural gestionados en la zona por el en ese entonces Programa Social Agropecuario, proveniente del gobierno nacional, han mostrado construir vínculos interpersonales como los que se observan en el clientelismo, donde sentimientos de gratitud, compromiso y lealtad llegan a ocupar un lugar destacado. Así, siguiendo a Auyero (2001), se sostiene que no son ni la asistencia y ni las ayudas en sí mismas las que dan forma al clientelismo, sino el modo personalizado de dar asociado a ellas, en el cual quien asiste se presenta a sí mismo como quien da por bondad, pudiendo no hacerlo, a diferencia de los que brindan ayudas pero en su rol como funcionarios públicos, quienes explican su accionar a partir de la responsabilidad de su empleo y la decisión de las autoridades.

Asimismo, en este trabajo también se ha reconstruido al clientelismo en tanto estrategia de control político. En ese sentido, se ha hecho referencia a la circulación de información favorable a los sectores poderosos en los medios de comunicación y a la promesa y la entrega de ayudas como estrategias para la construcción de consenso, así como a distintas formas de presión y de amenaza (generalmente asociadas a la pérdida de beneficios o ayudas actuales o esperadas) como estrategias abiertas de coerción y de control. No obstante, resulta necesario reflexionar críticamente sobre la visión que tiende a comprender a las prácticas clientelares como formas de control y dominación impuestas únicamente de manera activa y unidireccional desde los actores del poder, sin la participación de los sectores subalternos. Los resultados de esta investigación muestran que, por el contrario, los mismos campesinos, conociendo cómo funcionan y se estructuran los vínculos y dinámicas clientelares, en muchas oportunidades también buscan activamente articularse con los referentes políticos en dichos términos, con el fin de obtener recursos que les permitan satisfacer sus necesidades. Es así que la relación clientelar no sólo se impone 'desde arriba', sino que también puede ser reclamada activamente por quienes quieren beneficiarse ocupando el rol de 'clientes'.

Por su parte, este estudio también ha permitido mostrar el carácter complejo, multifacético y contrastante del clientelismo político. En efecto, visto desde los campesinos el clientelismo ha aparecido como una estrategia de supervivencia, desde los políticos como una modalidad de control y de construcción de poder, y desde el espacio de articulación entre ambos actores como una forma de reconocimiento social y humano del 'cliente'. Como señala Trotta (2003), es usual que diferentes autores hagan énfasis en diferentes aspectos del clientelismo político y de las prácticas por medio de las cuales éste se articula. No obstante, una visión amplia del fenómeno requiere reconocerlo en su complejidad como realidad contrastante, en la cual se articulan elementos disonantes. Así, el clientelismo es una estrategia de supervivencia porque es apropiado por los campesinos para satisfacer sus propios fines; es una modalidad de control político porque contribuye al mantenimiento del statu quo, y es una forma de reconocimiento social en tanto la dinámica clientelar requiere de este elemento de seducción para sujetar al cliente a los intereses del poder.

Para finalizar, desearía volver a destacar la dimensión de reconocimiento personal y de construcción del campesino como sujeto de derechos presente en las prácticas clientelares propias del 'tiempo de política', en el contexto de las cuales su situación de necesidad y pobreza son reconocidas socialmente como tales, contra la indiferencia que proponen los estados burocráticos contemporáneos. Es que, el carácter activo con que muchos campesinos parecen buscar los beneficios de este tipo de prácticas induce a actores externos, muchas veces, a describirlos en términos de sujetos oportunistas que buscan aprovecharse de la situación. No obstante, aquí urge tomar conciencia de que se trata de personas que buscan legítimamente una respuesta humana y personal a sus necesidades, las cuales los sistemas políticos actuales parecen negarles. Así, no es que los campesinos deseen articularse en vínculos clientelares sino que sólo allí parece encontrar un reconocimiento subjetivo a sus necesidades. En consecuencia, resulta necesario pensar alternativas en las cuales este reconocimiento sea posible sin que esto los termine llevando a ser objetos de los intereses de otros.

 

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Información sobre el autor:

Fernando Landini

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