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Perfiles latinoamericanos

Print version ISSN 0188-7653

Perf. latinoam. vol.17 n.34 México Jul./Dec. 2009

 

Reseñas

 

Manuel Alcántara Sáez y Fátima García Diez (eds.). Elecciones y política en América Latina

 

Cecilia G. Rodríguez*

 

(Madrid: Cuadernos y Debates 182, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales/Fundación Carolina, 2008, 385p.)

 

*Doctoranda en Ciencia Política por la Universidad de Salamanca, España. Actualmente se desempeña como investigadora becaria en el Instituto Interuniversitario de Iberoamérica de la Universidad de Salamanca.

 

Elecciones y política en América Latina es un trabajo coordinado por Manuel Alcántara Sáez y Fátima García Diez que consta de quince capítulos y una presentación de los propios editores, quienes abordan el carrusel electoral latinoamericano acaecido entre noviembre de 2005 y diciembre de 2006.

La simultaneidad de estos procesos electorales, sin duda, implica un efecto de contagio producto de la influencia ejercida por algunos países o líderes regionales. Sin embargo, este libro además de abordar el proceso de manera general, analiza también las particularidades de cada caso. Es así como los autores, en cada capítulo, examinan la campaña electoral y sus respectivos resultados, los principales desafíos a los que se enfrenta un gobierno, y el escenario futuro. La reflexión de estos aspectos tiene en cuenta una serie de factores comunes en la región.

En primer lugar, se destaca la institucionalización del proceso electoral, es decir, el cumplimiento del calendario constitucional que establece las elecciones. Por otra parte, debe señalarse al presidencialismo como elemento común de los países latinoamericanos, el cual impone una lógica del juego político y, junto a él, dos aspectos estrechamente vinculados: la posibilidad de la reelección, cada vez más presente, y la existencia de candidaturas presidenciales dentro del marco partidista, con lo que se deja de lado, momentáneamente, a los candidatos outsiders que afloraron anteriormente. Por último, hay dos ejes que fueron parte de estos procesos: por un lado, la pervivencia del binomio izquierda–derecha y, por el otro, la incorporación de los factores étnicos y regionales a la política latinoamericana.

Esta obra inicia con un estudio de Francisco Panizza donde se subraya la marea rosa de los gobiernos de izquierda y centro izquierda que han arribado al poder. Si bien no en todos los procesos electorales han triunfado candidatos de izquierda, la continuidad democrática ha favorecido su crecimiento y, en algunos, la experiencia en ámbitos subnacionales ha permitido que los candidatos triunfen en el nivel nacional o que se impongan como alternativa política viable.

Enseguida, Booth y Aubone investigan cuáles son los factores que influyen en el aumento o disminución del grado de participación electoral en Honduras. Para ello cuestionan la tesis de Lipset, la cual postula que en los países pobres no hay democracia y que son inactivos y autoritarios. Por medio de los datos mostrados, los autores confirman que si esta tesis fuese correcta, ni Honduras ni Nicaragua serían democracias formales debido a sus bajos niveles de participación electoral.

El caso boliviano es estudiado por Lazarte, quien afirma que los resultados de las elecciones han abierto una nueva época: por primera vez la candidatura ganadora recibe un amplio apoyo del electorado con 54 por ciento de los votos. Al mismo tiempo, identifica dos consecuencias fundamentales: el recambio de la elite gobernante y el surgimiento de un nuevo sistema de partidos que reemplaza al vigente desde 1985.

Leticia Ruiz Rodríguez aborda las elecciones presidenciales y legislativas ocurridas simultáneamente en Chile que concluyeron con el triunfo de Michelle Bachelet. Esto revalida la concertación por cuarto período consecutivo en el gobierno y logra que por primera vez en Chile una mujer sea presidenta. Luego de un profundo análisis la autora precisa dos de los principales desafíos que afronta el gobierno de Bachelet. En primer lugar, la redefinición de un modelo que combine el crecimiento económico con una agenda social para evitar que la brecha de la desigualdad siga creciendo y, en segundo, el reemplazo del actual sistema electoral por uno más inclusivo.

En el quinto capítulo, Rojas Bolaños señala que la adhesión ciudadana a los partidos que conformaban el sistema bipartidista costarricense se fue debilitando en los últimos diez años. Por lo tanto, las amplias mayorías parlamentarias a disposición de los partidos desaparecieron y comenzaron a emerger gobiernos legítimos políticamente débiles. De esta manera, Rojas subraya la existencia de una continuidad aparente, porque en el fondo hay un proceso de reacomodo de fuerzas que no se sabe aún cómo cristalizará.

Las elecciones de 2006 en Perú son analizadas por Tuesta, autor que destaca que esa campaña electoral presidencial giró en torno a los tres candidatos con mayores posibilidades: Lourdes Flores, Alan García y Ollanta Humala, quienes representaban 80 por ciento de la intención de voto. El resultado dio como ganador a Alan García que así recupera el poder tras 16 años. Respecto a las elecciones parlamentarias, este capítulo afirma que el resultado fue que ningún partido político logró la mayoría absoluta, en parte gracias al nuevo umbral de representación que sólo permitió que ingresaran al Congreso siete de las 24 listas que disputaron el voto.

Simón Pachano examina el proceso electoral ecuatoriano buscando las causas de los resultados de las pasadas elecciones presidenciales y legislativas que se dieron a fines de 2006. Con su análisis pone de relieve los cambios ocurridos en el sistema de partidos, especialmente la renovación del sistema y el reemplazo de los partidos tradicionales por medio de su cohabitación con las organizaciones surgidas en años recientes. Estas elecciones se caracterizaron, además, por un elemento fundamental: la decisión del candidato ganador de no presentar lista de diputados. Otro aspecto novedoso de estas elecciones se vincula a la distribución de los votos: el movimiento triunfador fue un fenómeno de alcance nacional sin el sesgo regional que siempre tuvieron los resultados presidenciales y legislativos anteriores.

Mejía Acosta y Machado Puertas abordan en otro capítulo los casos de Bolivia, Ecuador y Perú en perspectiva comparada. Los autores parten de la premisa de que la inestabilidad política en la región andina responde a factores estructurales que trascienden la coyuntura electoral. Estos factores incluyen una crónica debilidad de las instituciones democráticas, una intensa fragmentación (étnica y regional) del tejido social y el insuficiente crecimiento del aparato económico productivo. Sin embargo, los autores reconocen que ningún factor por sí mismo es suficiente para provocar una situación de crisis; que su origen es la combinación de varios factores y la interacción entre éstos.

El escenario político colombiano es objeto de estudio de Carlos Guzmán, quien afirma que tras las elecciones legislativas se evidencia una profunda crisis del sistema de partidos políticos con el agotamiento de los actores tradicionales y con la interrogante acerca de si los nuevos actores que emergen serán sus protagonistas permanentes o tan sólo fugaces manifestantes. A modo de conclusión, el autor menciona una serie de consecuencias derivadas de los resultados electorales. En primer lugar, el fortalecimiento del respaldo a Uribe por parte del electorado. En segundo, la derrota de la oposición, cuestión que adquirió los rasgos de un desastre en el caso del Partido Liberal y, por último, la dispersión del uribismo en varios grupos, lo que deja el presidente Uribe como árbitro y director único de esa corriente.

Peschard profundiza en las elecciones mexicanas del 2 de julio de 2006. Éstas se produjeron en el marco de la normalidad democrática con autoridades electorales respaldadas por altos niveles de confianza ciudadana y con un sistema de partidos con tres principales fuerzas políticas. Más allá del tema electoral, estaba la preocupación de que los resultados volvieran a conformar un gobierno dividido, sin mayoría en el Congreso, lo que en el gobierno de Fox había mostrado ser un obstáculo difícil de remontar. El rasgo distintivo de estos resultados fue el estrecho margen de victoria —un escaso medio punto porcentual—entre el ganador y el segundo, lo que dio lugar a un largo litigio postelectoral y a la polarización de la sociedad.

Las elecciones presidenciales de 2006 en Brasil —que dieron nuevamente como ganador a Lula da Silva— son analizadas por Wladimir Gramacho. Él destaca que, en este segundo período, Lula se enfrenta a un escenario renovado, caracterizado por algunos aspectos como la fragmentación del sistema de partidos y el federalismo como proveedor de numerosos veto players contra cambios importantes en las instituciones. Además, al igual que otros autores, identifica los poderes legislativos del presidente y las prerrogativas de los líderes de los partidos en el legislativo como las bases de la gobernabilidad brasileña, situación que le da buenas condiciones al gobierno a la hora de imponer su agenda.

Salvador Martí indaga en las elecciones presidenciales de 2006 en Nicaragua, evento que se caracterizó por una intensa presencia de la administración estadounidense en el proceso electoral y por la reaparición en la agenda internacional de este pequeño país a raíz de que el sandinismo regresó al poder. El autor identifica el principal reto que deberá enfrentar el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en la presidencia: dirigir la política en un contexto de gobierno dividido y lograr un cuidadoso manejo de sus relaciones internacionales no sólo con la administración estadounidense, sino también con Hugo Chávez, quien prestó apoyo a Ortega en su campaña.

Venezuela, una vez más, concurre a las urnas el 3 de diciembre de 2006, y por cuarta ocasión, incluyendo el referendo revocatorio de 2004, somete a Hugo Chávez al escrutinio popular. De esta manera Chávez logra consolidar el proyecto político de su gobierno. Sin duda, esta legitimidad se ve favorecida por un mercado petrolero internacional beneficioso. Una de las conclusiones importantes señala que, como consecuencia de este proceso, es notorio que la oposición no logra superar sus dificultades a pesar de que diversos sectores se habían unificado para presentar un candidato único.

Daniel Zovatto cierra este volumen con un balance general de lo sucedido en la región. El autor realiza un repaso de los resultados electorales enfatizando los aspectos relevantes. Menciona una serie de tendencias. Una de ellas, que surge claramente de los resultados, son las profundas fracturas regionales en materia electoral en las que las áreas más postergadas expresan su rechazo al modelo económico y político vigente. Otro aspecto presente en estos procesos es el tema del financiamiento de la política y su relación con la corrupción que en mayor o menor medida afecta a la mayoría de los países. Finalmente, se detiene en dos tendencias que han permanecido en este intenso calendario electoral: las encuestas de opinión pública que evidenciaron serias dificultades en los sondeos para adelantar tendencias y resultados; y el tema de las campañas electorales y su creciente "americanización".

Este libro no sólo aporta una serie de certezas vinculadas a la institucionalización de las elecciones como principal satisfacción en la región —un hecho que pone de manifiesto la voluntad de la ciudadanía de acudir a las urnas—, refleja también una preocupación latente en todos los autores en el sentido de que es apremiante avanzar en el fortalecimiento y perfeccionamiento de la institucionalidad política, porque, a pesar del cumplimiento del calendario electoral desde 1993, de los presidentes electos no han podido terminar su mandato constitucional.

Fruto del esfuerzo de cada uno de los autores y de la cuidadosa edición, este volumen aporta principalmente en cuanto a la preocupación por el fortalecimiento institucional y el de sus actores, centrándose en la elite política como una de las más importantes responsables para llevar a cabo el cambio político.

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