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Alteridades

versión On-line ISSN 2448-850Xversión impresa ISSN 0188-7017

Alteridades vol.29 no.58 Ciudad de México jul./dic. 2019  Epub 12-Feb-2021

https://doi.org/10.24275/uam/izt/dcsh/alteridades/2019v29n58/zarate 

Presentación

Presentación

Margarita Del Carmen Zárate Vidal

Florence Rosemberg Seifer


México está atravesando por el incremento de muchas violencias en diversos ámbitos de la vida social, por ejemplo, el aumento de la violencia del crimen organizado que estalló alrededor del año 2000 con la salida del ejército de los cuarteles para efectuar tareas policiacas, lo cual coadyuvó a que hubiera más violencia, como fue el caso de Ciudad Juárez, Chihuahua, en 2011. Hoy continúa la disputa por territorios de los cárteles de la droga, y al mismo tiempo esto ha ocasionado el crecimiento de secuestros, extorsiones, robo de combustibles, trata de personas, entre muchas otras violencias. En agosto del presente año se reconoció que, desde el inicio de la llamada guerra contra el narcotráfico, se han encontrado 3 024 fosas clandestinas a lo largo del país; la violencia legendaria hacia los migrantes se exacerbó y se intensificaron los desplazamientos forzados, los crímenes contra periodistas y los feminicidios (cada día son asesinadas tres mujeres); a su vez, se incrementó la violencia de género en contra de las mujeres en el ámbito doméstico. Todo ello además del crecimiento alarmante de homicidios, masacres y las nuevas formas en que se presentan el racismo y los crímenes de odio hacia la comunidad lésbico, gay, bisexual, transexual, transgénero, travesti e intersexual (LGBTTTI).

En la primera parte del número de la revista Alteridades, producto del simposio Antropología, Violencia y Emociones coordinado por Florence Rosemberg Seifer y Margarita del C. Zárate Vidal en el 56º Congreso Internacional de Americanistas en Salamanca, España (julio 2018), se invita a reflexionar en torno a diferentes formas en que las violencias se presentan; se incluyen dos artículos sobre nuestro país y otros dos sobre América del Sur (Brasil y Colombia).

En “Violencia, heterofobia y racismo. Los orígenes de la antropología física”, José Luis Vera Cortés nos muestra cómo la misma fue construida con una visión heterofóbica y racista de la diversidad humana y esto promovió el llamado racismo científico, entendido como una especie de naturalismo mítico que dio pie a la exclusión y marginalización de grupos humanos, es decir, para “construir a su vez la identidad de Occidente como grupo bello, civilizado y culto y por lo tanto deseable, en contraste con los otros, salvajes y bárbaros y por lo tanto indeseables”. En otras palabras, como apunta el autor: “Lo distinto, lo diferente, lo anómalo, resulta en extremo atrayente para la naciente antropología, quien ve en ello la posibilidad de, por exclusión, trazar los perfiles de la propia identidad del hombre occidental”. El origen de la antropología, nos dice Vera, es el intento por encontrar regularidades clasificatorias y medibles, y a partir de ahí para valorar y jerarquizar las diferencias corporales y mentales, esto es, lo anómalo, lo monstruoso, la otredad radical, la sexualidad desmesurada y su desorden que caracterizarán a las poblaciones no occidentales.

En el artículo de Joselin Barja Coria “¿Por qué si hay tanta violencia en el camino ellas siguen migrando? Antropología, violencia y migración”, la autora afirma que su objetivo es dar cuenta de la experiencia vivida de mujeres migrantes indocumentadas centroamericanas en un contexto de violencia, que deciden migrar a pesar de saber que las rutas de tránsito son un escenario potencial de riesgo de nuevos eventos de violencia de género hacia mujeres, niñas y personas de la comunidad LGBTTTI. La autora, desde una mirada sobre los procesos transnacionales, reflexiona cómo la criminalidad y las diversas violencias, en particular la sexual, se constituyen en armas de guerra por esas “rutas del terror”; los cuerpos son territorio de disputas y violencias sobre todo en un mundo patriarcal, especialmente contra las personas homosexuales, transgénero y transexuales.

John Jairo Uribe Sarmiento, Melannie Romero, María Camila Mejía y María del Pilar Salamanca, en “Gestionar los odios para obtener la paz: paradojas de la construcción de la paz en Colombia”, exponen algunas de las dificultades que registra el proceso de construcción de la paz en Colombia, en concreto en el departamento de Tolima. Ellos parten de las representaciones sociales de la paz, a través de la revisión de diversas fuentes que culpaban a los grupos guerrilleros de todos los males de la nación. Abordan “esa representación del otro en el caso colombiano como un aporte a la construcción de escenarios que superen la polarización en la que se encuentra el país”. Sostienen que las convenciones sociales acerca del proceso de paz de los tolimenses son parte de la cultura política local, resultado de un complejo proceso de confrontación entre los actores que disputan los significados sobre lo que la paz debiera ser. Esto propició lo que los autores llaman una guerra simbólica. Su conclusión es que los colombianos no aceptan en general la participación política de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), pero sí se muestran dispuestos a convivir con los desmovilizados. Así, el reto de la sociedad colombiana es, precisamente, construir la paz a partir de estas representaciones sociales del país que emplean la guerra como eje central.

En “La política de odio en Brasil”, Maria Gabriela Hita y John Gledhill nos presentan cómo la elección de Jair Bolsonaro como presidente de Brasil es ejemplo del avance de la ultraderecha provocado y explicado por las contradicciones del sistema capitalista neoliberal que ha dejado de garantizar tanto la seguridad económica como el acceso a una vida digna para todos los ciudadanos de los antiguos centros imperiales, ofreciendo a las masas del Sur global en su lugar la acumulación por desposesión. El caso brasileño es también semejante a lo sucedido en otros sitios del mundo, en parte, porque la política del odio se nutre del resentimiento de diversos actores sociales, en particular de aquellos miembros de las clases populares, clasificados como “más blancos”, que alimentan un tipo de resentimiento fundamentado en la contradicción, agravada en condiciones de inseguridad económica, entre la internalización de la jerarquía de las razas establecida por el colonialismo europeo y el multiculturalismo liberal. Posteriormente nos van mostrando las raíces históricas específicas del caso brasileño para abrevar de sus investigaciones etnográficas en Salvador, Bahía, evidenciando las formas en que la derecha política puede arraigarse no sólo en los sectores resentidos de las clases medias sino también en algunos segmentos de las clases populares. Por último, documentan cómo los conflictos entre líderes que surgieron después del golpe de 2016 y otros residentes de una comunidad pobre produjeron posturas de rabia y odio entre diferentes actores sociales, dividiéndolos y polarizando posiciones políticas. Otros más, en cambio, quedaron decepcionados de todos los partidos políticos, y amenazaron con anular su voto. En este contexto es importante señalar que, aunque Bolsonaro ganó la elección con 57.7 millones de votos (contra 47 millones a favor de Haddad), más de 42 millones de brasileños anularon su voto o se negaron a ir a las urnas, con lo cual se generó la tasa de abstencionismo más alta desde 1989.

En la segunda parte de este número se ofrecen etnografías del cuerpo y sus sustancias; los derechos humanos y las emociones; los espacios culturales alternativos en la ciudad; y, finalmente, dos reseñas.

En “Cuerpos habitados. Reflexiones sobre la corporalidad entre los otomíes orientales”, Patricia Gallardo Arias plantea que hoy son tema de debate entre los antropólogos cuestiones como la relación cuerpo-cultura, cuerpo-objeto culturalizado o cultura-sujeto corporalizada. Tales conceptos han sido discutidos a la luz de nuevos datos etnográficos y posturas teóricas, donde se apoya la idea de que la cultura se halla presente de manera simultánea en la estructura social y en las funciones mismas del cuerpo. La autora menciona asimismo que “entre los otomíes orientales la noción de persona se concibe como una prolongación del cuerpo, es un sistema en el cual todo está comunicado a través de sustancias que circulan de los pies a la cabeza llevando vida y fuerza a todos los órganos; si estas sustancias se separan de la persona y del cuerpo se detiene la vida. Así, los seres humanos se encuentran habitados por energías que fluyen y les dan vida; estas sustancias están contenidas en el cuerpo humano, donde se ubica el ser, la conciencia, los sueños, el conocimiento y el pensamiento”. Después de hacer un breve recorrido por el municipio de San Bartolo Tutotepec, localizado en la sierra hidalguense al sur de la Huasteca, tras una detalla­ da exposición de los significados del cuerpo en la lengua otomí oriental, la autora explica: “La memoria, las emociones y la afectividad, dicen los otomíes, se encuentran localizadas en el corazón; éste, más que el órgano, es una zona que abarca la boca del estómago, el esternón y el órgano, a esta región en otomí se le denomina mbŭi (igual término que para estómago), es allí donde se recuerda a la gente, los hechos, la historia del pueblo”; así, “Entre los otomíes, los humanos y los dioses son gente, tienen un mismo cuerpo pero no las mismas capacidades, las deidades, al contrario de los humanos, parecen estar potencialmente en todas partes”. Al final, argumenta: “Se puede entender, por lo tanto, la representación corporal como un proceso regido y determinado por un sistema de valores, un discurso social constituido por ciertas reglas, tradiciones, hábitos, creencias y prácticas culturales”.

Rocío Guadarrama Olivera y María Moreno Carranco presentan el artículo “Espacios cultura­ les alternativos: la Roma-Condesa en la Ciudad de México”, donde plantean que existen espacios urbanos que pueden ser diferenciados del resto de la ciudad por su vocación cultural, los cuales se denominan espacios culturales alternativos, tanto por la concentración de actividades culturales y creativas, como por las relaciones fluidas entre los lugares de habitación, trabajo y entretenimiento. De estos vínculos resultan formas de pertenencia e identidad territorial heterogéneas. A continua­ ción analizan a cabalidad un tipo de aglomeración cultural desde la experiencia de sus habitantes,­ en una zona céntrica de la Ciudad de México, que identifican como la Roma-Condesa, que representa un buen ejemplo de las transformaciones culturales urbanas posteriores a los sismos de 1985. Estos fenómenos telúricos tuvieron un fuerte impacto en las zonas centrales de la ciudad. En la colonia Roma se colapsaron 63 edificios, mientras que la vecina colonia Condesa tuvo menos daños, con sólo seis edificios caídos, aunque eso no impidió que muchas familias abandonaran la zona. La oferta de inmuebles generada, sobre todo en la Condesa, por la migración a otras áreas de la ciudad percibidas como sísmicamente más seguras, y el despoblamiento de la Roma, constituyeron el punto de inflexión de la vocación de la zona que se analiza en este artículo; asimismo, las autoras relatan lo sucedido en la Roma-Condesa en el sismo ocurrido en la Ciudad de México el 19 de septiembre de 2017, y apuntan: “Lo que tratamos de mostrar son las particularidades que hacen de la Roma-Condesa una zona cultural caracterizada por la convivencia entre espacios habitacionales, de trabajo y de consumo recreativo. Distinto del Centro Histórico, la Roma-Condesa continúa respondiendo a la imagen primigenia de las clases medias que la señalaban como un lugar privilegiado para vivir. A pesar de los cambios suscitados por los sismos de 1985 y 2017, que afectaron desigualmente a esta zona”, y concluyen que este espacio-lugar sigue siendo habitado por un cierto tipo de clases medias y profesionistas.

En “La sangre en la cosmovisión chatina y en las concepciones biomédicas locales”, Mirna Liliana Cruz Ramos, examina el significado de la sangre en la región chatina del estado de Oaxaca y registra los modelos médicos tradicionales y biomédicos en esa región, entrevistando tanto a médicos tradicionales como a médicos, enfermeras y auxiliares de enfermería. Para los chatinos, la sangre es al cuerpo humano lo que el agua a una planta; la sangre está en el corazón y es el vehículo del espíritu de las personas, también es vehículo de una entidad anímica llamada tyi (tonalli entre los nahuas). El cuerpo físico se representa de manera simbólica en la casa familiar y el espíritu comunitario; la relación cuerpo-casa-tierra/persona-familia-territorio se hizo presente en el discurso de los curanderos al explicar que así como la persona tiene cabeza y corazón, la casa y la comunidad también la tienen: hay una analogía entre persona y naturaleza. Los entrevistados coincidieron en que la sangre varía según la edad y el sexo de las personas: la sangre de los niños es tibia, limpia de preocupaciones y pensamientos; la de las mujeres, paciente y lenta; y la de los hombres, rápida. Desde el modelo biomédico, la sangre proporciona todos los nutrientes a todos los aparatos (respiratorio, circulatorio, digestivo), transporta el oxígeno, da vitalidad y gracias a ella estamos vivos. La meta de la autora es identificar puentes entre las cosmovisiones nativas y las concepciones biomédicas de la sangre. Concluye sobre la pertinencia de un programa de Antropología Médica e Interculturalidad en la formación médica que se justifica para una atención médica culturalmente adecuada.

En “Movilizar emociones, cumplir la ley. La dimensión performativa de la defensa de los derechos humanos”, Rodrigo Llanes Salazar se pregunta en qué lugar del cuerpo humano se ubica la dignidad a la que se apela en la defensa de los derechos humanos. Parte de la idea de que la existencia de los derechos depende de las emociones así como de la razón, habla de la dimensión performativa de la defensa de los derechos humanos como actos de dramatización que buscan movilizar emociones, tocar fibras sensibles. Para el autor, todo rol social implica cierta ritualización, una presentación del yo en el curso de la vida social. Explora también el proceso de profesionalización de las organizaciones de derechos humanos. Así, la dramatización de la condición de víctima moviliza emociones, la performance profesional moviliza el derecho internacional y presenta datos confiables; desde este marco, el autor analiza una audiencia en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en la ciudad de Panamá, donde se discutió la situación de los derechos humanos de los pueblos indígenas en Yucatán afectados por la siembra de soya genéticamente modificada, parques eólicos y solares. Además, participa en la delegación de peticionarios acompañando a un apicultor en la defensa legal contra esas prácticas que promueven la violación de los derechos del pueblo maya a la libre determinación, a su territorio y a ser consultados.

Ángeles Montalvo Chaves reseña el documental Gurumbé. Canciones de tu memoria negra, de Miguel Ángel Rosales, y expone cómo el director recupera desde la memoria y el material audiovisual el rol de la presencia africana en la península ibérica, sobre todo desde la música en el flamenco y el fandango. En formato documental analiza la esclavitud africana en España ligada con el avance del capitalismo. El trabajo revela cómo Cataluña, Madrid y el País Vasco se enriquecieron y desarrollaron urbanísticamente gracias a la trata de esclavos, y presenta al flamenco -cuyos actuales depositarios y guardianes son los gitanos- como resultado del mestizaje con judíos sefardíes, gitanos, moriscos y cristianos.

La reseña del libro Ir al cine. Antropología de los públicos, la ciudad y las pantallas, de Ana Rosas Mantecón, realizada por Ángel Miquel, nos hace una invitación a su lectura, pues nos muestra que este país es, indudablemente, un país de cinéfilos. Además se subraya que la autora, en vez de capítulos, divide la obra en “tomas”, y que hace una mezcla de fuentes, pues en su investigación incorpora desde datos duros de los anuarios y estadísticas oficiales, hasta testimonios vivos logrados en entrevistas y encuestas, pasando por una enorme cantidad de documentos, impresos o en formato digital, de teoría, historia, arquitectura, sociología y antropología.

Margarita del Carmen Zárate Vidal y Florence Rosemberg Seifer

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