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Alteridades

On-line version ISSN 2448-850XPrint version ISSN 0188-7017

Alteridades vol.29 n.57 Ciudad de México Jan./Jun. 2019

https://doi.org/10.24275/uam/izt/dcsh/alteridades/2019v29n57/tamayo 

Dossier

La batalla por la ciudadanía. Narrativas de las concentraciones electorales en México 2018

The Battle for the Citizenship. Electoral Concentration Narratives in Mexico 2018

** Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Azcapotzalco, Departamento de Sociología, Área de Teoría y Análisis de la Política. Av. San Pablo Xalpa núm. 180, col. Reynosa Tamaulipas, Azcapotzalco, 02200, Ciudad de México, México. <sergiotamayo561006@gmail.com>.


Resumen

Se analizan los procesos electorales como formas simbólicas de una lucha por el poder. El acercamiento metodológico es situacional, siguiendo el enfoque de Clyde Mitchel y Alisdair Rogers. Al estudiar los cierres electorales de México en 2018 se destacan: a) la apropiación simbólica del espacio público; b) las alianzas y redes políticas que debilitaron o fortalecieron las coaliciones contendientes; y c) el acto discursivo y performativo de las concentraciones político-electorales. Se concluye que en las campañas electorales hay una disputa por la nación y, por ello, constituyen una batalla por la ciudadanía.

Palabras clave: apropiación simbólica; espacio público; análisis situacional; contienda política; disputa por la ciudadanía; elecciones

Abstract

The electoral process is analyzed as symbolic forms of a struggle for power. The methodological approach is situational, following the perspective of Clyde Mitchel and Alisdair Rogers. By studying the electoral conclusions in Mexico in 2018 we can spotlight: a) the symbolic appropriation of public spaces; b) the alliances and political networks that weakened or strengthened challenging coalitions; and c) the discursive and performative act of the political and electoral gatherings. It is concluded that in these campaigns, citizen’s projects in their struggle for the nation are expressed which has led to what amounts to a battle for the citizenship.

Key words: symbolic appropriation; public space; situational analysis; political struggle; fight for the citizenship; elections

Introducción

Durante los cierres de campaña llevados a cabo en la Ciudad de México (CDMX) el sábado 23 y el miércoles 27 de junio de 2018, unos días previos a la elección federal del domingo 1º de julio, se revelaron las fuertes tensiones que prevalecieron durante todo el proceso electoral. Las formas de apropiación simbólica del espacio público de las concentraciones, así como las alianzas generadas con organizaciones civiles y sociales durante la campaña, reflejaron tanto las debilidades como las fortalezas de cada contendiente. Además, el performance político y discursivo emitido en los mítines hizo escapar de manera nítida la cultura política partidista sobre la cual sostuvieron su particular proyecto de nación. Así, la apropiación del espacio público, las alianzas y redes producidas, además del performance discursivo, constituyeron las formas simbólicas de esta lucha política; por su parte, como define Bauman, las elecciones se erigen en campo de batalla: la batalla por la ciudadanía.1

A partir de un análisis situacional, el objetivo de este trabajo es destacar las formas simbólicas que llevaron al triunfo electoral a una coalición y a la debacle política a otros partidos. Las narrativas describen la experiencia de los cierres de campaña de los principa les contendientes de las coaliciones electorales (Por México al Frente, Todos por México y Juntos Haremos Historia) y los ubica en su contexto sociopolítico.

La metodología utilizada la hemos detallado en otros trabajos tanto de corte empírico como epistemológico. Se trata de una apuesta multidimensional del análisis situacional de la contestación política contenida (Mitchell, 1983; Tamayo, López-Saavedra y Wildner, 2015; Tamayo, 2014 y 2016). Es un acercamiento etnográfico multisituado, que identifica los campos de identidad de los contendientes a través de una aproximación hermenéutica, y el dispositivo relacional con el contexto sociopolítico.

Con base en el enfoque planteado por Alisdair Rogers (1995), el acercamiento etnográfico aquí propuesto parte de los cierres de campaña, haciendo énfasis en la sede, las alianzas y el acto discursivo performativo. Estas tres dimensiones se explican contextualizando las formas simbólicas de la lucha política que siguió el proceso electoral.2

El artículo se estructura describiendo e interpretando los actos políticos de las coaliciones. El primer apartado relata la concentración de Por México al Frente. El segundo alude a la narrativa de Todos por México, y el tercero se refiere a Juntos Haremos Historia. Se cierra el texto con un apartado de consideraciones finales.

Por México al Frente

La alianza entre el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y el Partido Acción Nacional (PAN) permitió formar la coalición Por México al Frente. Para muchos analistas no fue sorpresa a pesar de sus diferencias ideológicas. Estos dos partidos se habían acercado desde tiempo atrás, especialmente en coaliciones locales, y en la firma del Pacto por México con Enrique Peña Nieto en 2012.

Por un lado, la corriente Nueva Izquierda (NI) del PRD fue ganando hegemonía interna. Desde la alternancia presidencial del 2000, este grupo se planteó como estrategia articular una oposición al Partido Revolucionario Institucional (PRI) acercándose poco a poco al PAN y conformando con éste un frente político (cf. Navarrete, 2011). La estrategia no pudo impulsarse de una forma fácil, pues se enfrentó a diversas corrientes, sobre todo las encabezadas por Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador (AMLO). La lucha interna hizo declinar a algunas personalidades originarias del PRD, como Ifigenia Martínez, Porfirio Muñoz Ledo y Rosalbina Garabito, entre otros. Las alianzas electorales PRD-PAN en varios procesos locales y regionales debilitaron en vez de fortalecer la confianza de simpatizantes del partido (cf. Santacruz y Tamayo, 2011).

Por otro lado, al menos desde 2012, la crisis política del pan, destapada a raíz de la disputa interna entre Josefina Vázquez Mota, Ernesto Cordero y Santiago Creel, además de colapsar la campaña electoral de Josefina desplomó la estructura partidaria del pan, que en esa ocasión obtuvo las peores cifras de participación electoral en los últimos años, sobre todo porque el partido venía de dos presidencias conquistadas una tras otra. Para las votaciones intermedias del 2009, el pan había perdido más de un millón y medio de mi litantes. Con una breve recuperación para 2018, la candidatura de Ricardo Anaya se impuso en medio de conflictos internos insuperables. Al final, en coalición con el PRD y Movimiento Ciudadano (MC) el PAN obtuvo la peor votación en la historia desde 1994, e incluso perdió su registro local en el estado de Tabasco. No obstante que este partido llegaba en 2018 con un número amplio de gubernaturas y alcaldías ganadas, gobernando a más de 39 millones de ciudadanas y ciudadanos, por dentro estaba muy fracturado. La búsqueda de la candidatura presidencial tentó a Anaya a promover diversas maniobras veladas, como fueron la indefinición del padrón del partido, impedir votaciones internas y ejercer abiertamente la difamación. Las presiones afectaron el trabajo legislativo y reaccionaron a los golpes bajos entre las corrientes. La salida de Margarita Zavala del PAN, en un acto deses perado, suponía el éxodo de un numeroso grupo de militantes, que no ocurrió, pero afectó la credibilidad de la organización (cf. Saldierna, 2017; Rosagel, 2018).

Así, estos partidos, que habían firmado el Pacto por México, llegaron en un momento de debilidad a construir una alianza electoral frágil que los llevaría por una áspera campaña electoral. Tanto las élites del pan como las del PRD, que confiaron en la experiencia de las alianzas locales previas, apostaron en esta coyuntura a revertir la fuerza electoral y social de Morena y su candidato. Actuaron suponiendo que esta estrategia política no profundizaría sus diferencias en principios básicos de ambos partidos, y que no les afectaría mayormente.

Sin embargo, estas contradicciones fueron fundamentales en la explicación de los resultados electorales. Tales conflictos se observaron de manera muy clara en los diferentes cierres de campaña. En el Ángel de la Independencia, el sábado por la mañana, numerosos grupos de organizaciones populares, sobre todo de la delegación Iztapalapa y otras de la zona oriente de la CDMX se concentraron. Los apoyos se intensificaban para Penélope y Karen Quiroga, la “princesa” que querían de alcaldesa, como se leía en muchas pancartas. La presencia de colonos, comerciantes independientes y taxis “panteras” confirmaba la mayor adhesión de líderes del Movimiento Urbano Popular, a raíz de la relación clientelar del PRD en la ciudad (Tejera, Castro y Rodríguez 2014), pero no eran multitudes difusas, sino corporativas. Como dice Héctor Tejera, durante el último gobierno del PRD en la CDMX se dio una exclusión paulatina de líderes históricos e intelectuales de la izquierda social. Ya no tenía importancia ser militante, con un fuerte compromiso partidario, sino formar parte del mercado electoral y del regateo de recursos. La lucha de la estructura partidaria entre facciones se reflejó en este acto. Se vislumbraba a un conjunto de organizaciones, asociadas a ciertos líderes, con una perspectiva individual de jugar a la política, más que detentar un proyecto sólido de ciudadanía por disputar. Empero, una campaña electoral es un proceso complejo de alianzas y pactos entre diferentes fuerzas y élites sociales, económicas y políticas. Ello evidencia no sólo pactos corporativistas, sino acuerdos políticos, aun cuando sean efímeros y temporales. En contraste con otros actos proselitistas, esta vez la ciudadanía no se diluía entre la multitud. Las redes formadas en el Ángel eran organizaciones que se vinculaban más al PRD y que intentaron concentrar el protagonismo político-electoral. Fue quizá una ciudadanía que se mostraba a través de redes, algunas veces territoriales, otras de tipo urbanas y sindicales del gobierno de la CDMX. Con todo, fue una práctica ciudadana, marcada por el corporativismo y el clientelismo, pero por medio de una diversidad de grupos de identidad y con una cultura política heterónoma.3

Fue un evento casi exclusivo del PRD, con apenas un pequeño grupo de Movimiento Ciudadano y uno todavía más reducido del pan. En el templete se fueron posicionando los representantes de la coalición. Sin duda, fue la concentración de la residual fuerza social del PRD en la capital. Un acto no mayor a 50 000 asistentes de color amarillo con moteados azules, que se percibía golpeado y debilitado.

Por lo que toca al PAN, su caracterización es diferente en cuanto partido de cuadros. Su proceso de afiliación es complejo y en los últimos años experimentó una sensible merma de su membresía. Es un partido sin estructura y le cuesta más trabajo vincularse con organizaciones sociales y otras asociaciones de la sociedad civil. Recientemente el pan ha intentado reutilizar las redes clientelares del PRI, como pasó con Vicente Fox y en 2016 en el estado de Veracruz (donde el gobierno panista llevó a expriístas para asesorarlo). Aunque el pan no es un partido confesional, su doctrina y liderazgo se vinculan con organizaciones católicas con filosofía tomista. Es muy probable que las fuertes pugnas internas hayan abierto una nueva era, de tipo generacional, donde el peso relativo de las familias tradicionales del pan se vaya perdiendo. Con la salida de Margarita Zavala y el agotamiento de su soporte calderonista se pudo observar que ya no podrán posicionarse. Lo que se impuso con Anaya fue una forma de hacer política que puede prevalecer. No obstante, las organizaciones que han estado más cercanas a la doctrina política del pan no participaron abiertamente, a diferencia del 2000 y del 2006. Ahora, al menos en la CDMX, brillaron por su ausencia.4

La concentración no fue un cierre de campaña a nivel nacional. Con todo y que el candidato panista se presentó como refuerzo para la candidatura perredista a la ciudad, el propio acto disminuyó aún más la fuerza de la alianza. Patentizó la estrepitosa caída de ambos partidos. Puso de manifiesto que las preferencias de los capitalinos por el pan son cada vez más reducidas. Fue un acto con tiempos planeados, pero deslucido y de corta duración. Aunque Anaya manejó un discurso fluido y jovial, no tuvo impacto. Reconoció la lucha del PRD en sus orígenes y la violencia a la que fue sometido, en especial de los 900 militantes muertos durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, y los 20 asesinados sólo durante esa jornada electoral. Expresó asimismo la trascendencia de la lucha por la igualdad de mujeres y hombres, aunque se hundiera en el cliché de diferenciar la competencia de sexos: “¡Vinieron las mujeres!” (con ovación), “¡¿dónde están los hombres?!”.

Anaya se centró en favor de la alianza. Puntualizó que las coaliciones son útiles, que han servido a México. La economía mejora en regiones donde gobiernan las coaliciones PRD-PAN. Han permitido romper pactos de impunidad: “Por eso el régimen nos ha atacado de manera facciosa. ¡Porque nos tienen miedo!”.

La consigna del acto fue: “Vamos a ganar”, que la gente repetía sin orden. Se enfatizó un discurso por la ciudad que se les resbala de las manos. Se insistió en conseguir una CDMX sin intolerancia, libre y democrática, haciendo una especie de analogía y negando con ello al adversario que aparecía a sus ojos como intolerante, autoritario y antidemocrático. Se aferraron a la idea de que la apropiación de la columna del Ángel de la Independencia significaba “libertad”. Lo contradictorio es que se trata de un monumento histórico rodeado de grandes edificios de oficinas y corporaciones transnacionales, a unos pasos de la embajada de Estados Unidos, en una de las avenidas más emblemáticas de la ciudad, que alberga grandes rascacielos de cristal y acero, donde priva la especulación inmobiliaria y financiera.

Cuando llegó la feminista Alejandra Barrales, la candidata a jefa de Gobierno de la CDMX, fue recibida, paradójicamente, con una ovación homofóbica, surgida de la influencia masculinizante del futbol: “¡eeeeeehpuutoo!” Y entre la multitud se escucharon otras voces masculinas que gritaban una y otra vez “¡Allá va mi novia!”.

Barrales inició su discurso con una breve reseña biográfica dirigida a las mujeres:

Yo vengo de rifármela desde abajo… no me creí la historia que por ser mujeres no podría estudiar, ni soñar. Nací en la colonia Tránsito. Siempre me decían: “no lo logrará”. Pero me convertí en sobrecargo, luego en dirigente sindical, fui tres veces diputada, una vez senadora, funcionaria, y presidenta del PRD.

Continuó con un discurso de contenido social; la campaña debía servir para vivir la ciudad, y se pronunció por luchar contra la pobreza, el miedo, la inseguridad y la desigualdad. Era la oportunidad de deslindarse un poco del gobierno de Mancera y dijo: “Reconozcamos que hay enojo, y con razón, los gobiernos le han fallado a la ciudadanía. Soy autocrítica. Pero el proyecto del otro (AMLO) es irresponsable”.

Señaló problemas de la ciudad y los agigantó. Su compromiso era dar seguridad a la CDMX: “No habrá perdón ante la delincuencia, no habrá amnistía… Con la ley, cero tolerancia” (así recordó la consigna “cero tolerancia” a la delincuencia del alcalde republicano neoyorquino Rudolph Giuliani, en los noventa del siglo pasado). El discurso de Barrales no fue superfluo. Con contradicciones, mantuvo una línea de crítica social, quizá una resonancia de su experiencia militante, como sindicalista e integrante de corrientes y redes que se cimentaron en organizaciones de la izquierda.5

Al final del acto se cantó el himno nacional. La gente formó la “V”. Después aventaron balones de futbol (en el contexto del mundial de Rusia), lo que obliga a asociar el espacio apropiado por la reunión homofóbica de los futbolistas. Al término, en las huellas de apropiación aparecen montones de basura de los “kits” partidarios, que nadie quiso guardar.

Todos por México

La debacle del PRI, como la del pan y el PRD, expresa la crisis política institucional de los partidos tradicionales. El voto de castigo de la ciudadanía no representó únicamente una pequeña reprimenda a las élites por la irresponsable actuación del presidente o sus colaboradores, en especial gobernadores y secretarios. Significó el descalabro del sistema, que ahondó la crisis política del régimen. El PRI, al menos, lo entendió así, lo que puede explicar el hecho de que su candidato presidencial haya sido José Antonio Meade. Un candidato fuera de los grupos internos, que garantizara la unidad de una institución desquebrajada.6

No obstante, el PRI entendió la pérdida de legitimidad muy tardíamente. En otros estudios, al menos desde 2000, las formas simbólicas de su desplome se expresaban en las prácticas partidistas. La organización y el acarreo de los tradicionales sectores sociales que llenaban plazas y estadios para vitorear a sus candidatos eran farsas de una dramaturgia bien disfrazada (cf. Tamayo y López-Saavedra, 2012; Tamayo, López-Saavedra y Wildner, 2015; Tamayo, 2014). Los cambios en las relaciones sociales de los sectores y la madurez de la ciudadanía no fueron reconocidos por las anquilosadas y tradicionales élites políticas.

Meade hizo una campaña mediocre. No pudo atraerse el apoyo de la militancia del PRI ni de los sectores corporativizados que decidieron, al final, votar por AMLO. En el cierre de campaña de la CDMX el mismo 23 de junio, en el Palacio de los Deportes, Meade se asoció con uno de los candidatos más desafortunados del priísmo local: Mikel Arriola.7

Un estudio sobre medición de opinión con el método análisis de percepción (perception analyzer) que utiliza bases de neuromercadotecnia (neuromarketing)8 estimó que las mujeres encuestadas en un grupo focal aceptaban más a Mikel Arriola que a Claudia Sheinbaum en la CDMX. Los hombres, al revés. En esta investigación se identificaron frases con percepciones negativas y positivas, lo cual permitía a las y los candidatos conocer orientaciones y valores de grupos de la ciudadanía, para profundizar o modificar su estrategia de campaña. Lo relevante en este caso es que Arriola impactó positivamente a las mujeres de los grupos focales analizados, por las argumentaciones señaladas en el debate entre candidatos y candidatas. En general, él fue considerado un político conservador, pero un gran lector de encuestas, con las cuales construyó palmo a palmo su estrategia electoral. Por ejemplo, según ciertas encuestas, la mayoría de la población decía no estar de acuerdo con que los grupos gay adoptaran niñas o niños, ni con la aprobación del uso de la mariguana con fines lúdicos; como consecuencia, la propuesta de Arriola, al poner énfasis en la familia tradicional, fue combatir el derecho de la diversidad sexual y las libertades democráticas, logrando de este modo que aumentase la simpatía y adherencia de grupos de electores conservadores.

No debería sorprender entonces que el formato del cierre de campaña de Arriola y Meade en la CDMX haya estado saturado de un ambiente machista, conservador y misógino. A diferencia de los otros actos, el espec táculo de apertura del Palacio de los Deportes fue uno de lucha libre. Se escenificó una comedia: “los rudos” (protagonizando a Morena) contra “los técnicos”, que representaban a los priístas. Constantemente, el moderador vitoreaba y arengaba a las multitudes que iban llenando el coso con frases como ¡¡Arriba el (equipo de futbol) América!! ¡¡Arriba “los técnicos”!! Y la gente caía en la provocación entre vítores y silbidos, creando una atmósfera cargada de violencia verbal y mentadas de madre hacia los otros contendientes.

El Palacio de los Deportes se llenó con 22 500 asistentes. Estaba adornado con pendones del PRI: #VotoMeade, #Vamos a ganar, #Meadepresidente, que se repetían alrededor de toda la estructura del gimnasio. #Tu familia es primero: Mikel, y #las mujeres apoyan a Mikel. “Si tú quieres, Mikel puede” era la consigna central. Los pendones compartían el espacio con cinco mantas de la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC), fotos de Meade y Arriola, y no cesaba el sonido de matracas. Había zonas donde predominaba el rojo de las camisetas de la CROC y el blanco de secciones del sindicato de petroleros de la CDMX y Coatzacoalcos, Veracruz.

La segregación social se evidenció por las zonas más cercanas al podio donde se instalaron sectores de clases medias y sindicatos. Con camisetas de Mikel de blanco, los sectores populares iban en galería. Muchas mujeres, amas de casa con niños entre tres y cinco años; mujeres de la tercera edad y varios jóvenes con gorras y rapados.

En su entrada triunfal, Mikel Arriola abrió con una amenaza: “¡La voy a meter a la cárcel!”, que se oyó en el sonido. Luego vinieron juegos pirotécnicos. Meade y Arriola aparecieron como luchadores; el primero de rojo, el segundo de blanco. Ondean banderas y más ovación. Arriola levanta a un niño. “¡¡Vamos a ganar!!” Ambos caminan por el pasillo. Saludan a la multitud. Las pantallas los reflejan. Meade se toma selfies con la gente. Sonido ensordecedor.

En el mensaje de Meade se escuchan ovaciones y tambores de huehuetl, al mejor estilo priísta: “¡¿Estamos listos para votar por Mikel Arriola? ¿Por Pepe Meade?!”, la multitud entusiasmada responde “¡Sí!”. Como en el acto de Alejandra Barrales, Meade puso en contexto la elección: “Empezamos hace tiempo, nos dijeron que era difícil la CDMX. Hoy vamos a ganar. Que se oiga hasta el Ángel [por el acto de la coalición de México al Frente celebrado esa mañana]. La CDMX tiene memoria. Los últimos 20 años de gobierno no nos han dado nada. A esos gobiernos les decimos que ya llegó Mikel, y vamos a ganar”. En realidad, el propio Meade destacó la parte más conservadora de la campaña de Arriola que “será un gobierno de valores, honesto, competente, con la familia al centro”. Estaba seguro del voto de más de un millón de empleados públicos federales. También creía que ganarían con los petroleros, con los trabajadores de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM) y la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado (FSTSE).

A lo largo de la historia, los actos políticos y electorales del PRI han estado sustentados en las organizaciones corporativas, a las cuales han mantenido políticamente controladas y disminuido su capacidad de autonomía, velando así los conflictos sociales. En años recientes, estas organizaciones han demostrado lealtad a través de sus líderes, pero las bases han venido resistiéndose cada vez más en el espacio de la subalternidad, como señala James C. Scott (2007), obligadas a acudir a actos sin interés, y actuando en ocasiones con ultraje y burla hacia sus dirigentes y élites (Tamayo, 2012).

El PRI intentó un cambio estructural organizativo a partir de las iniciativas del presidente Carlos Salinas de Gortari, desde 1988, sin mucho éxito. Aún entonces, el partido se mantuvo a través de sectores sociales, el obrero, campesino y popular, así como de otras organizaciones y asociaciones vinculadas a jóvenes y mujeres. Esta estructura se combinaba, no sin dificultades, con la organización territorial.9 No obstante, en esta campaña, y especialmente en el cierre de Arriola fue notoria la falta de participación de las organizaciones corporativas. Es sintomático que el acto de cierre se hiciera en el Palacio de los Deportes con una mínima capacidad. Esta vez, los sindicatos se dividieron, una importante porción de petroleros, mineros, maestros y sindicatos de la CDMX, a través del Sindicato Único de Trabajadores del Gobierno del Distrito Federal (SUTGDF), se inclinaron por AMLO y la coalición Juntos Haremos Historia.

Por la debilidad de Arriola, el discurso de Meade se enfocó en señalar las bondades y cualidades del candidato local. No organizó un discurso que destaca ra su propio proyecto de nación, que hablara de la relación entre Estado y sociedad civil, los derechos ciudadanos y la democracia. En realidad fue un acto protocolario, para concluir una de las campañas más desastrosas de un PRI que no se recompuso en la CDMX, y colapsó a nivel nacional.

Con todo, hubo gran entusiasmo en el coso deportivo, gran estruendo musical, con un sonido que parecía romper los tímpanos, en un Palacio abarrotado, que se caía de ovación. Entonces, vino la hora de Mikel Arriola, con un discurso fuerte, violento y plagado de falsas promesas.10 Lleno de amenazas contra Claudia Sheinbaum, la candidata puntera, rayando más bien en un profundo rencor misógino que en una real convicción política contra la impunidad, aseguraba: “Claudia significa turbias acciones en la construcción del segundo piso del periférico. Ella forma parte de la cadena criminal. ¡Claudia!: Consumes drogas. ¡Mereces ir a la justicia y estar en la cárcel! Yo no confío en ti. ¡Irás-a-la-cárcel! Claudia: has contaminado el aire, generado desempleo por la corrupción y delincuencia”.

Después de todo ¿quién podría creerle al PRI un discurso de honestidad y combate a la corrupción y a la impunidad, viniendo de uno de los gobiernos peor evaluados y uno de los más corruptos e impunes en la historia del país?

El sonido subió de volumen. Era absorbente. Acallaba la ovación natural pero hacía sentir una ebullición incontenible. La música y la voz del moderador parecían romper las bocinas con su estridencia, confeti que explotaba de los cañones. Mikel Arriola baja del ring para saludar a los que quedan. A las 18 horas termina el espectáculo misógino, machista, con esa carga hiriente de violencia simbólica.

Juntos Haremos Historia

El acto en el Estadio Azteca mostró continuidades y rupturas en el proyecto de nación de López Obrador y en la configuración de Morena como partido político (cf. Tejera, Castro y Rodríguez, 2014). Morena es una hechura de AMLO, no sólo por su populismo manifiesto, sino porque es un dirigente carismático cuya definición se construye en una relación dialéctica con las y los seguidores. Cuauhtémoc Cárdenas fue un líder que permitió la formación del PRD, y la gente le otorgó parte de su carisma, tanto como se lo despojó después. A AMLO, esa misma gente le fue arreglando un perfil carismático propio, gracias también a su esfuerzo y tenacidad para formar uno de los movimientos sociales más trascendentales de México.

Aunque hoy ya no es movimiento, existe un vínculo fundamental con decenas de organizaciones y asociaciones, grupos y comunidades, sindicatos y corrientes que, además de trabajar electoralmente, hacen política en sus centros de trabajo, en sus ejidos, escuelas y colonias. De ahí han surgido los líderes de las autodefensas y candidatos de Morena: Nestora Salgado y José Manuel Mireles, e incluso Napoleón Gómez Urrutia, líder de los mineros, y otros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE).

El debate sobre Morena aparece como dilema, incluso para los propios militantes.11 ¿Cómo definir a Morena, después de que transitó de movimiento a partido político? Antes podía describirse como un movimiento social vinculado al PRD. Hoy es un partido, relacionado con múltiples nodos de organización popular. Lo cierto es que esta estrategia de rompimientos y realineamientos le dio a AMLO 20% más de votos, para rebasar 53% en la elección presidencial.

En otros acercamientos, hemos caracterizado a Morena como uno de los más importantes movimientos sociales del país en el siglo XXI, por su fuerza social, su impacto electoral y la resonancia histórica de su activismo, independientemente de la ideología. Aunque algunos estudiosos identifican el papel de la ideología de Morena como la de un partido atrapa todo (catch-all),12 en realidad éste empezó a definirse como tal en las elecciones de 2018, a partir de una estrategia de alianzas. Con anterioridad, Morena podía caracterizarse como un movimiento nacionalista, popular, antineoliberal, ubicado en el espectro de una izquierda moderada, con un liderazgo carismático (Tamayo, 2016).13

No obstante, a partir de octubre de 2017, la estrategia electoral de AMLO cambió de manera radical. En efecto, Morena se planteó una aproximación indistinta a diversos sectores, aprovechando las fracturas internas, e incluso al encajarse en las fisuras y provocar escisiones. En ese sentido, Morena y AMLO se acercaron a organizaciones sociales de variado cuño, en parte debido al fuerte activismo de militantes con experiencia en la izquierda social, como en los sectores magisteriales, sindicales, de indígenas, campesinos y organizaciones afines. Asimismo, por el vínculo con grupos de expriístas, lo cual les permitió apoyarse en las Redes Sociales Progresistas.14

Estas nuevas organizaciones sociales se unieron a aquellas que ya conformaban o que habían estado trabajando con Morena como movimiento social (desde las organizaciones sindicales que se habían incorporado al PRD, hasta las de sectores campesinos y del Movimiento Urbano Popular). Al mismo tiempo, AMLO abrió el partido hacia militantes y funcionarios expriístas y expanistas y a medianos y grandes empresarios que se unieron a su campaña, dándoles espacios de representación.15

Fue octubre de 2017 el parteaguas que llevó al triunfo a López Obrador por el giro de las alianzas. La campaña de AMLO se abrió a personalidades y asociaciones que en 2006 y 2012 sostuvieron una guerra frontal contra su candidatura. Nos referimos a empresarios y políticos de partidos de derecha y centro, así como de medios de comunicación. Todos ellos cambiaron su actitud hacia el otrora denostado como mesiánico, peligro para México, populista, priísta y dictador.

En efecto, recordemos que hasta octubre de 2017 se hablaba de un voto duro de 35% de la ciudadanía. Con el paso de los meses la definición antineoliberal se fue desdibujando. El anuncio de una coalición con el Partido Encuentro Social (PES) marcó el desfiguro de Morena o al menos de la candidatura de AMLO en cuanto propuesta clara de izquierda.16 Lo cierto es que AMLO empezó a desplazarse a la derecha, colocando a personalidades empresariales. Tatiana Clouthier fue designada coordinadora de la campaña, y Alfonso Romo como encargado del Proyecto de Nación y responsable de la estrategia con empresarios;17 es decir, miembros de la élite económica en la conducción de la línea electoral de Morena y del nuevo gobierno. Además, en la estrategia territorial estaban expriístas como Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal. Según la prensa, las tres figuras clave de la campaña de AMLO fueron Tatiana Clouthier, Alfonso Romo y Yeidckol Polevnsky, todas, figuras empresariales de alto calibre.18

Por lo que toca al PRD, puede decirse que la salida de dirigentes de ese partido hacia Morena desquebrajó su estructura nacional. En la CDMX hubo desbandada en todas las delegaciones.19 En efecto, Morena se convirtió en esta elección en una especie de catch-all, flexible y cercano no sólo a organizaciones, sino a políticos de diversos colores ideológicos. Y, aunque su plataforma es parecida a las de otras elecciones -República amorosa, Constitución Moral y Cuarta Transformación (cf. López Obrador, 2004, 2018)-, lo que cambió fue la radicalidad del personaje. El hecho de que la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) haya reconocido su avance significa que AMLO aprendió a negociar con sus grandes antagonistas.20

En este contexto, el cierre nacional se realizó en un Estadio Azteca remodelado que, sólo adentro, sumó 95 000 asistentes. El estadio se convirtió en un panóptico donde todo podía apreciarse desde cualquier lugar.

El discurso de AMLO comenzó a las 20 horas porque llegó tarde, después de cerrar dos actos regionales en Chiapas y Tabasco, pero desde las 12 del día de ese miércoles de labores la gente había empezado a llegar en grupos de 30 y 50 personas. Arribaban en microbuses, organizados por las zonas partidarias de las delegaciones. El estadio se iba transformando de blanco a guinda. El espacio condicionaba el comportamiento de los asistentes. En contraste con los otros actos, la izquierda no estaba visible, se diluía entre la multitud. Tampoco se diferenciaban grupos o asociaciones. El Partido del Trabajo (PT) y el PES apenas se distinguían. La gente era pueblo, clases medias bajas, clases populares y trabajadoras.

La atmósfera del Azteca era de gran efervescencia. Se gritaban consignas. Se hacían “olas”. Toda la cancha bailaba convertida en un carnaval. El coso a reventar. Empezaron a llenarse pasillos y escaleras. A las 20:20 resonó el grito ¡Obrador! Emotividad desbordante. AMLO pasaba y saludaba por toda la valla. Se tomaba selfies con la gente. Mientras, se trasmitía en las pantallas el himno de Morena a ritmo de son.

Tomó la palabra Claudia Sheinbaum. Fue la anfitriona. La candidata de la CDMX le dio la bienvenida a AMLO, a quien le cedería el espacio y el tiempo necesario para un discurso de estadista. Sheinbaum aseguró que AMLO sería el nuevo presidente. Después de muchos años de lucha, éste era el momento. El cambio verdadero. La transformación pacífica, cuando el pueblo decide: “La CDMX es la ciudad de la esperanza, que gobernaremos con austeridad republicana”.

A las 20:50, el turno fue de AMLO: “Amigas, amigos… (gran ovación). Es una alegría contagiosa y vibrante, porque todo indica que ganaremos”. Su exposición fue larga. No fue el discurso de un candidato, sino de un personaje seguro de la victoria. Sintiéndose presidente del país, indicó su orientación política. Dio línea. Se refirió a nociones morales y valores que deberían asumir las y los mexicanos en la Cuarta Transformación.

Por razones de espacio, destaco aquí sólo algunos elementos del discurso, aquellos que anclados en las resonancias históricas de los movimientos sociales de izquierda del país movieron conciencias e hicieron la diferencia de este acto respecto de los actos masivos de las otras coaliciones.21 Dijo así:

A punto está la Cuarta Transformación de la historia de México. Sueños hechos realidad. Consumarlo viene de lejos, se ha hecho por muchos, de distintas clases y movimientos. Recordemos: movimientos sociales, campesinos, obreros, estudiantes, maestros, médicos, ferrocarrileros, luchadores por los derechos humanos…22 [Esto] no es sólo malestar, ni surge de repente… Muy poco es espontáneo. Apostar a la vía pacífica, y a la premisa que sólo el pueblo salva al pueblo y a la nación.

Así, una de las nociones que resaltó del discurso fue la de revolución de las conciencias. Para el análisis de la cultura de los movimientos sociales, de la formación de subjetividades políticas, esta idea de revolución de las conciencias debe comprenderse en su vertiente antropológica y política, útil para explicar las consecuencias históricas de las elecciones de 2018. El triunfo de AMLO no fue un acontecimiento aislado, sino resultado multidimensional de una resonancia tanto histórica como biográfica que repercutió en movimientos y personajes antes expuestos en el discurso de AMLO. Se trató de un hecho que irrumpió, sin embargo, en las trayectorias y transiciones políticas que las y los mexicanos vivieron desde 1988, por lo menos en aquel incidente electoral donde se confrontaron dos de las principales ideologías que definieron el modelo de desarrollo futuro. Con todo, AMLO apenas lo esbozó así:

Para lograr esta revolución de las conciencias y la voluntad colectiva, necesitamos de un trabajo educativo. Hablar en plazas públicas […] Cambiamos la mentalidad de muchos sectores […] Internalizar estas ideas, ha sido la mayor aportación […] El despertar de muchos ciudadanos de clases medias que antes nos insultaban. Otros, jóvenes, con su rebeldía y frescura, saben que nosotros representamos lo nuevo, la modernidad desde abajo.

Después de ello delineó un plan de gobierno basado en compromisos y en el combate a la corrupción. Al final recalcó: “México será el reino de la justicia. La República amorosa. La República fraterna”. La gente desbordada a las 21:45, después de 55 minutos de discurso, se aprestó a cantar el himno nacional. Entre lágrimas emotivas de asistentes, de nuevo el himno de Morena, confeti, y más fuegos artificiales.

Consideraciones finales

El 1º de julio de 2018, siguiendo una tendencia clara desde el inicio de su campaña, AMLO ganó las elecciones presidenciales (Cuadro 1).23

Cuadro 1 Resultados de la elección presidencial por candidatura 

Candidato Porcentaje
Andrés Manuel López Obrador (Morena, PES y PT) 53.1936
Ricardo Anaya Cortés (PAN, PRD, MC) 22.2750
José Antonio Meade Kuribreña (PRI, PVEM, y Panal) 16.4099
Jaime Heliodoro Rodríguez Calderón (Independiente) 5.2317

Fuente: INE https://www.ine.mx [21 de octubre de 2018).

La campaña electoral se caracterizó por una confrontación sistemática entre candidatos, discursos y estrategias entre los contrincantes. Esta contienda se definió sobre todo a partir de enero de 2018. Se generó un desplazamiento en la correlación de fuerzas entre grupos, asociaciones, personalidades y representantes políticos hacia el reforzamiento de la coalición Juntos Haremos Historia, encabezada por AMLO, y se suscitaron fuertes divisiones y escisiones de partidos y coaliciones antagónicas.

Según nueve casas encuestadoras, para el mes de junio, las tendencias marcaban claramente a AMLO como ganador (Cuadro 2).

Cuadro 2 Tendencias de nueve casas encuestadoras, campaña electoral presidencial 

Candidato Parámetro
Ricardo Anaya Cortés 25-30
José Antonio Meade Kuribreña 17-21
Andrés Manuel López Obrador 45-54

Fuente: Conferencia magistral del maestro Alejandro Cruz, en la mesa "Encuestas e intención del voto", del Seminario Café Debate de Cultura Política. Primavera 2018 (7 de junio de 2018) https://www.youtube.com/watch?v=NBiK9LFvy5I [20 de noviembre de 2018]

Las campañas electorales se caracterizaron por lo que hemos definido, siguiendo la noción de Bauman, como un campo de confrontación: la batalla por la ciudadanía. En esta ocasión privaron especialmente las tensiones internas de coaliciones formadas entre partidos políticos con diferentes orientaciones programáticas, por ejemplo pan y PRD, o entre partidos que fueron registrando conflictos regionales durante el proceso como el PRI y el PVEM. Para el caso de Morena, el PT y el PES, a pesar del relativo desplazamiento de corrientes de izquierda de la principal estructura electoral, y las críticas que suscitó la alianza con esta última organización de derecha, se pudo mantener una clara centralización debido a la fuerza carismática de su candidato.

Como vimos, los cierres de campaña realizados en la CDMX mostraron una cultura política que se desprende de una visión y una práctica política electoral (Tamayo, 2016), valores y prácticas que se reflejaron en las formas simbólicas de apropiación del espacio público (como la del PRD y el pan en el Ángel de la Independencia, el PRI en el Palacio de los Deportes, y Morena en el Estadio Azteca); asimismo, el papel de las alianzas en cuanto factor decisivo en la configuración de la contienda electoral, que generaron nuevos recursos que abrieron o cerraron posibilidades de triunfo.

A diferencia de las teorías que destacan el papel del individualismo racional en el espacio de un mercado electoral ofertado, aquí, el papel de las organizaciones sociales durante estos actos reflejó la debilidad o, en su caso, fortaleza, de los contendientes. Fue paradójico que, en contraste con los actos del PRI y del PRD-PAN, en el de Morena, las organizaciones y alianzas políticas alcanzadas durante la campaña no fueron notorias y, sin embargo, éstas fueron fundamentales para el arrollador triunfo de AMLO. Además, el tipo de performance político y el discurso emitido hicieron emerger de manera nítida la cultura política partidista impregnada en cada coalición, sobre la cual sostuvieron cada una el proyecto de nación que disputaron.

El objetivo de este análisis fue resaltar las formas simbólicas de la contienda electoral, a través de narrativas de las principales coaliciones electorales en un análisis situacional denso. Es posible, con este acercamiento metodológico, mostrar algunas dimensiones que constituyen las identidades políticas y las consecuencias complejas que se desprenden de las alianzas electorales. Lo cierto es que la mayoría de la gente votó por una opción, y con ello destruyó otras. El desplome de partidos políticos tradicionales como el pan, el PRD y el PRI abre el escenario a nuevos actores políticos, que deberán aprovechar este momento de cambio para construir otras formas de ciudadanía y hacer política.

Fuentes

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1La ciudadanía sustantiva en cuanto ejercicio de derechos y formas de participación es resultado de la lucha social (Tamayo, 2010). Las diferentes prácticas de ciudadanía se determinan por las formas simbólicas de la cultura política. En términos sintéticos, la cultura política son los valores y prácticas que definen las relaciones de poder (cf. Scott, 2007; Tamayo, 2016).

2El trabajo de campo se realizó a través de la impartición del Diplomado X Taller de Etnografía Urbana y Cultura Política, organizado por el Área de Teoría y Análisis de la Política del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), Unidad Azcapotzalco y la Red Mexicana de Estudios de los Movimientos Sociales A. C. El diplomado se estructuró en seis talleres de análisis sobre apropiación simbólica del espacio urbano, actores y performance políticos, crítica discursiva, etnografía de medios, etnografía de la imagen y encuesta de participación. Se realizaron etnografías situacionales de los tres cierres de campaña. Asimismo, en el seminario Café Debate de Cultura Política, se abordaron temas del contexto electoral en relación con clientelismo y corporativismo, equidad de género, instituciones electorales, encuestas de opinión, organizaciones sociales y alianzas político-electorales. La información, citas y referencias constituyen la base de datos resultante de este trabajo de campo, y están señaladas entre comillas a lo largo del texto. Otras, de fuentes distintas, son referidas donde corresponden. Agradezco el apoyo de los siguientes investigadores: Esperanza Palma, Jorge Ortiz Leroux, Ricardo Torres, Nicolasa López-Saavedra, Consuelo Córdoba, Alejandro López Gallegos y Azucena Granados. También a Harim Guzmán, Perla Pedroza, Marysol B. Salvador, Cristopher Colín, María de los Ángeles Palma, Gina Torres, Alberto Aranda, Selene Romero y Alejandra Uribe.

3Notas tomadas de la conferencia magistral del doctor Héctor Tejera Gaona (Departamento de Antropología de la UAM-Iztapalapa): “La estructura política de la Ciudad de México, en el contexto de las elecciones de 2018”, en Seminario Café Debate de Cultura Política, del Diplomado X Taller de Etnografía Urbana y Cultura Política. Cierres de Campaña en las Elecciones de 2018. UAM-Azcapotzalco y Red Mexicana de Estudios de los Movimientos Sociales, A. C., mayo de 2018.

4“Las organizaciones del PaN”, conferencia de Tania Navarrete en la mesa “Los partidos y sus vínculos con las organizaciones sociales: PRI, PAN, Morena”, del Seminario Café Debate de Cultura Política. Primavera 2018 (14 de junio de 2018) <https://www.youtube.com/watch?v=Faqk8Oyfexw> [22 de noviembre de 2018]. Algunas de las organizaciones conservadoras vinculadas directa o indirectamente al pan son del tipo del Frente Nacional por la Familia, Movimientos Católicos, Pro-Vida, así como grupos de empresarios que participan en importantes organizaciones existentes en México.

5En efecto, Alejandra Barrales en 2009 fundó la Red por la Unidad Nacional de las Izquierdas, que pertenece al Frente Patria Digna, formado por la Izquierda Social (IS), que es una escisión de Izquierda Democrática Nacional (IDN, de René Bejarano), y Democracia Social.

6Meade es economista. Hizo su carrera pública en la presidencia de Felipe Calderón, cuando asumió la Secretaría de Energía; poco después pasó a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público. Con Enrique Peña Nieto se desempeñó como Secretario de Relaciones Exteriores, de Desarrollo Social, y nuevamente de Hacienda. En realidad, Meade fue brincando entre secretarías según las necesidades de los sexenios.

7Mikel Arriola es abogado, titulado en una institución confesional, la Universidad Anáhuac. Obtuvo una maestría en políticas públicas y administración pública en la London School of Economics and Political Science de Londres (Inglaterra) y otra en derecho, graduándose por la Universidad de Chicago (de Estados Unidos). Se desempeñó en cargos menores en la función pública y, antes de aceptar su candidatura a la CDMX, fue director del Instituto Mexicano del Seguro Social.

8Cf. conferencia magistral de la licenciada Leticia Juárez González, en la mesa “Encuesta e intención del voto”, del Seminario Café Debate de Cultura Política. Primavera 2018 (7 de junio de 2018) <https://www.youtube.com/watch?v= NBiK9LFvy5I> [20 de noviembre de 2018].

9Por la democratización, en la actualidad, el PRI tiene serios problemas con las corporaciones. Pero la fuerza de esos sindicatos hace que este partido no pueda desatenderlos. Veamos algunos casos: el líder Carlos Romero Deschamps controla a 113 000 a liados petroleros y Leonardo Rodríguez Alcaine a 26 550 del Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana (SUTERM). Carlos Aceves del Olmo encabeza la Federación de Trabajadores del Distrito Federal y es líder de la CTM nacional; por su parte, Napoleón Gómez Urrutia lidera a 64 448 inscritos en el sindicato minero, y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) afilia a 1 600 000 (cf. conferencia magistral sobre el PRI dictada por el doctor Francisco Reveles en la mesa “Los partidos y sus vínculos con las organizaciones sociales: PRI, PAN, Morena” del Seminario Café Debate de Cultura Política. Primavera 2018 (14 de junio de 2018) <https://www.youtube.com/watch?v=Faqk8Oyfexw> [22 de noviembre de 2018].

10Algunas promesas ubicadas en un orden funcional de su discurso fueron: cuarta parte del acuaférico para agua a Iztapalapa; ningún permiso más para edificios; cárcel para piperos que cobren; 100 km más de Metro sin subir la tarifa; 70 km de circuito exterior; ordenar las marchas; el segundo piso será gratis; más taxis, no tablets; fuera las fotomultas; fuera las arañas; no más robos a la ciudad; el primer día de gobierno, eliminación del impuesto de la tenencia vehicular; pensión de 3 200 pesos al mes a las mujeres amas de casa; doble apoyo a los discapacitados; para los jóvenes, transporte público gratuito; internet gratuito, la CDMX cubrirá costos de todo, entre otras más.

11Cf. la conferencia magistral de Luciano Concheiro en el seminario Partidos y Elecciones, licenciatura en Sociología, UAM Azcapotzalco, 31 de enero de 2017; además, léase la discusión sobre “¿Cómo convertir un movimiento social en partido político, sin dejar de ser movimiento?” (Díaz Polanco, 2014).

12Conferencia magistral del doctor Juan Pablo Navarrete de la Universidad de la Ciénega, Michoacán, en la mesa “Los partidos y sus vínculos con las organizaciones sociales: PRI, PAN, Morena”, del Seminario Café Debate de Cultura Política. Primavera 2018 (14 de junio de 2018) <https://www.youtube.com/watch?v=Faqk8Oyfexw> [22 de noviembre de 2018].

13Cuando hablo de liderazgo carismático no me refiero necesariamente al carisma como una noción premoderna e irracional, sino destacando las cualidades que el propio Weber señala al construir un carisma en relación con los seguidores (cf. Worsley, 1968). Este líder carismático tiene en efecto la capacidad de integrar, de mantener una apertura organizativa, ser interlocutor, posicionarse como un candidato natural, que puede de NLR una agenda a partir de su autoridad moral.

14Estas redes fueron impulsadas por maestros y familiares cercanos a Elba Esther Gordillo para vigilar las casillas. Otro ejemplo de estas alianzas fueron movimiento M-18, maestros, campesinos, pescadores, transportistas, Colectivo de Asociaciones, Movimiento Esperanza Ciudadana, Movimiento Amplio Social, Colectivo 19-S-17, Pueblos indígenas y afromexicanos. También en el exterior votantes en Estados Unidos, Europa, América Central y Brasil apoyaban a AMLO (cf. conferencia magistral del doctor Juan Pablo Navarrete en la mesa “Los partidos y sus vínculos con las organizaciones sociales: PRI, PAN, Morena”, del Seminario Café Debate de Cultura Política. Primavera 2018 (14 de junio de 2018) <https://www.youtube.com/watch?v=Faqk8Oyfexw> [22 de noviembre de 2018].

15Así fue con Manuel Espino, expresidente nacional del PAN y líder del Movimiento Ruta 5, que aglutina a 400 organizaciones, nombrado coordinador de organizaciones sociales y civiles de la campaña. Además de Germán Martínez, también expresidente nacional del PAN.

16El PES se fundó como asociación civil en Baja California y usaba el símbolo cristiano del ichtus (PEZ). Realizó alianzas electorales con el PAN y el Partido Nueva Alianza (Panal). En 2013 lo hizo con el PRI y el PVEM. Mantiene una ideología cristiana hacia la familia, opuesto al matrimonio de personas del mismo sexo y contra el aborto. Su presidente, Hugo Eric Flores, dice que no es un partido cristiano sino liberal, lo que contradeciría el perfil “antineoliberal” de Morena.

17Tatiana Clouthier es directora de la preparatoria Monterrey, el proyecto educativo empresarial de Alfonso Romo, el mega-millonario que aparecía en la revista Forbes, con grandes intereses económicos en el sureste mexicano.

18Se agrega a esta lista la expanista Gabriela Cuevas, acérrima enemiga de AMLO en el pasado, y José María Martínez, con una militancia de más de 25 años en el PAN.

19Por ejemplo: la renuncia de ocho mujeres líderes significó una debacle en enero de 2018, entre ellas: Elizabeth García, fundadora del PRD y asesora parlamentaria, y Mónica Soto Elízaga, exsecretaria nacional de Equidad de Género del Sol Azteca.

20Cf. conferencia magistral del doctor Juan Pablo Navarrete en la mesa “Los partidos y sus vínculos con las organizaciones sociales: PRI, PAN, Morena”, del Seminario Café Debate de Cultura Política. Primavera 2018 (14 de junio de 2018) <https://www.youtube.com/watch?v=Faqk8Oyfexw> [22 de noviembre de 2018].

21En efecto, fue una postura de ganador indiscutible, su cercanía con las ideologías de gobiernos progresistas se hizo más patente, y acercó el análisis hacia la caracterización de un progresismo tardío, que, como hipótesis de trabajo, debería elaborarse siguiendo nuevas líneas de investigación (cf. Svampa, 2017; Modonesi, 2017).

22Destaco sólo algunos mencionados por AMLO: a los jóvenes del 68, a los dirigentes de la oposición: Valentín Campa, Rubén Jaramillo, Cuauhtémoc Cárdenas, Salvador Nava, Manuel Clouthier, Rosario Ibarra de Piedra, entre otros.

23El padrón electoral de toda la república estaba conformado por 87 159 497 personas, de los cuales 52% eran mujeres y 48% hombres. El número de cargos a renovarse fue de 3 416, incluida la Presidencia de la República, nueve gubernaturas, 300 diputados de mayoría relativa y 200 de representación proporcional, 64 senadores de mayoría relativa, 2 226 ayuntamientos y 591 diputaciones locales de mayoría relativa. Los estados que eligieron gobernador o gobernadora fueron Ciudad de México (la primera después de la reforma política), Chiapas, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Puebla, Tabasco, Veracruz y Yucatán (INE: <https://www.ine.mx> [21 de octubre de 2018]).

Recibido: 13 de Noviembre de 2018; Aprobado: 11 de Febrero de 2019

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