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Alteridades

On-line version ISSN 2448-850XPrint version ISSN 0188-7017

Alteridades vol.26 n.52 Ciudad de México Jul./Dec. 2016

 

Movilidad y experiencia urbana

Observando juntos en movimiento: posibilidades, desafíos o encrucijadas de una etnografía colectiva

Observing together in movement: Possibilities, challenges or dilemmas of a collective ethnography

Paola Jirón* 

Walter Imilan* 

*Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad de Chile <paolajiron@uchilefau.cl> y <wimilan@uchilefau.cl>.


Resumen:

La movilidad urbana desafía a los métodos tradicionales de investigación social para comprender los significados y experiencias de los viajes cotidianos. el presente artículo explora el uso de la etnografía como una práctica colectiva para comprender la movilidad cotidiana urbana en la ciudad de Santiago. la etnografía colectiva es producto de estrategias de trabajo de campo y de análisis que se imbrican con las características de las prácticas que analiza, signadas por su multiplicidad y fugacidad, así como por la relevancia de dimensiones corporales y materiales.

Palabras clave: metodología; movilidad cotidiana; Santiago de Chile; estudios urbanos

Abstract:

Urban mobility challenges social research's traditional methods towards understanding the meanings and experiences of daily travels. this article explores the use of ethnography as a collective practice to comprehend daily mobility in the city of Santiago. Collective ethnography is the product of field-work and analytical strategies interwoven with the characteristics of the practices it analyses, marked by their multiplicity and transience, as well as by the relevance of corporeal and material dimensions.

Key words: methodology; daily mobility; Santiago de Chile; urban studies

Introducción

Los estudios de movilidad han impulsado un intenso debate metodológico que promueve la búsqueda de perspectivas que profundicen en las especificidades de las movilidades en cuanto fenómenos con peso teórico y empírico propio en la reflexión social actual (D'Andrea, Ciolfi y Gray, 2011). La movilidad cotidiana en ciudades metropolitanas ha devenido un fenómeno central para comprender los modos de habitar. Los métodos de investigación tradicionales para estudiar la movilidad urbana, basados sobre todo en los estudios de transporte de análisis origen y destino, son insuficientes para entender la complejidad de la experiencia de la movilidad. ¿Cómo y por qué surgen los viajes?, ¿qué sucede en su transcurso?, ¿cuáles son los efectos de estos viajes en términos culturales, económicos y sociales?, ¿qué tipo de espacialidad surge a partir de las prácticas de movilidad?, son algunas preguntas que implican sumergirse en la experiencia de los viajeros. El enfoque etnográfico, tanto como método como técnica, permite explorar en la experiencia, y en efecto, tiene el potencial para abordar estas inquietudes.

El enfoque etnográfico es potencialmente útil para responder a estas inquietudes. En la actualidad, la etnografía vive un momento de amplio interés en la investigación social, desde diversos campos de investigación y disciplinas se ejercita la etnografía en su capacidad para capturar el modo en que los otros significan el mundo que habitan, impulsando la redefinición de marcos teóricos y el planteamiento de nuevos interrogantes. Sin embargo, pese a este interés por la etnografía en la investigación social, el debate en torno a su práctica y teorización no ha estado acorde con la expansión de su empleo (Ingold, 2014). Así, la práctica etnográfica ingresa a un campo oscuro, pocas veces sus mecanismos internos de funcionamiento son expuestos o compartidos. En efecto, con esta expansión, y en cierto modo, masificación en la aplicación de etnografía y el oscurantismo que la rodea, se corre el riesgo de reducir la práctica etnográfica a la aplicación de un conjunto de métodos cualitativos, tales como entrevistas y observación participante. En este contexto, la reflexión respecto a la coproducción de conocimiento entre el investigador y sus informantes, elemento distintivo y central del quehacer etnográfico tal como afirma Ingold, queda relegada y excluida de la práctica de investigación. El presente artículo discute prácticas concretas del trabajo etnográfico para el estudio de la movilidad, poniendo en tensión las estrategias tradicionales de la etnografía desarrolladas al alero de la antropología social, pero también sobre sus usos en los estudios urbanos contemporáneos.

La práctica etnográfica ha estado marcada por el carácter individual del proceso de investigación. Por lo general, en la etnografía la experiencia del investigador ocupa un lugar central en el proceso de producción de conocimiento, es decir, el trabajo de campo etnográfico se aprecia como una actividad solitaria, sostenida por una serie de eventos contingentes que el investigador debe evaluar a cada momento. Esta experiencia individual se sustenta en largas campañas de trabajo de campo, donde el investigador correside en el lugar de la sociedad estudiada con el fin de insertarse en las dinámicas cotidianas que la aldea o barrio impone a sus habitantes. El investigador solitario, la permanencia prolongada y la atención sobre lugares fijos y delimitados, dan vida a un imaginario creado desde los estudios clásicos de la antropología y perfectamente aplicado en la ciudad contemporánea. Indagar en la complejidad urbana requiere replantear y redefinir algunos de estos elementos tradicionales, sobre todo teniendo en cuenta la necesidad de un trabajo multidisciplinario y las limitaciones de pensar la vida social en la ciudad como si ésta transcurriera en espacios delimitados físicamente. El estudio de la movilidad urbana pone en escena justamente estas preguntas. Debatir la práctica etnográfica para el estudio de la movilidad implica expandir la práctica del trabajo de campo; ¿cómo pasar desde una noción individual a una de tipo colectiva que involucre a equipos multidisciplinarios en la producción etnográfica?, ¿cómo desarrollar estrategias de observación basadas en un trabajo de campo de residencias breves e intensas? y, ¿cómo puede contribuir el método etnográfico a la formación de un conocimiento relevante que aporte a los estudios urbanos contemporáneos más allá de la descripción de la multiplicidad de especificidades que cohabitan en la ciudad?

Este artículo explora la posibilidad de construir etnografías colectivas para investigar fenómenos urbanos, específicamente a los vinculados a la movilidad cotidiana urbana. El texto discute su necesidad y utilidad, así como las dificultades, desafíos e imposibilidades que presenta este intento. Con base en un estudio de tres años sobre prácticas de movilidad cotidiana en la ciudad de Santiago,1 nuestro texto comparte procesos y productos etnográficos para abordar la experiencia de la movilidad cotidiana. El escrito discute la expansión de la estrategia etnográfica individual hacia una autoría colectiva y multidisciplinaria que se desarrolla en un trabajo de campo intenso, pero breve en el tiempo. La reflexión de estos procesos desemboca en una propuesta etnográfica que puede responder a requerimientos actuales de los estudios urbanos.

La mirada etnográfica: desde el paradigma de la fijación territorial hacia la movilidad

La etnografía es un método de investigación flexible que permite generar múltiples registros de descripción y análisis. En las últimas dos décadas la práctica etnográfica se ha desplegado en campos de trabajo "no tradicionales" de la antropología social. Históricamente, en elemento central en la práctica etnográfica fue localizar la observación: fijar un territorio desde donde se observa, generando a su vez, análisis vinculados a unidades espaciales delimitadas (Augé, 1995; Kokot, 1991). Esta tradición en Latinoamérica se observa con claridad en los llamados estudios de pueblos, que guiaron la investigación antropológica en el espacio andino y que concentran su mirada en localidades campesinas como un universo en sí mismo, sin advertir los complejos vínculos espaciales que sus habitantes establecen a partir de sus prácticas cotidianas (Guzmán y Portocarrero, 1992). El traslado del ejercicio antropológico a la ciudad reproduce esta forma de construir los objetos de observación. Desde la Escuela de Chicago (Park, 1984),2 la etnografía urbana ha sido sinónimo de estudios de barrios o territorios delimitados en el interior de la ciudad (Lomnitz, 1975; Caldeira, 2001; Moser, 2009; Low, 1996; Imilan y Lange, 2003). Los barrios, ejemplarmente, han sido unidades de estudio preponderantes, muchas veces percibidos como espacios de resistencias identitarias, equivalencias de lo comunitario; también se piensa que las relaciones "cara a cara" están amenazadas por "lo urbano", apreciado como una fuerza desestructurante de la vecindad. En efecto, el aporte de la antropología urbana en América Latina ha sido, en palabras de García Canclini (2005: 25), entregar una lectura de lo metropolitano "desde lo barrial".

Los estudios etnográficos presentan una limitación evidente para comprender la vida urbana al prestar escasa atención al hecho de que los sujetos no sólo habitan sus barrios, sino también despliegan sus vidas en muchos otros lugares de la ciudad que se experimentan de forma cotidiana. Esta limitación remite a una concepción sobre el espacio entendido como una variable dada, escenario o telón de fondo donde se lleva a cabo la vida social. Una serie de debates en años recientes han reposicionado el espacio como variable de análisis social (Harvey, 1990; Soja, 2011; Massey, 1995), junto a la emergencia del paradigma de la movilidad (Sheller y Urry, 2006; Cresswell, 2010)3 ha implicado pensar el tiempo-espacio como una coproducción en la que intervienen los sujetos a través de sus prácticas y discursos.

Al preguntarnos por el habitar contemporáneo, necesariamente afloran las prácticas y discursos que producen experiencias espaciales de todo tipo, tanto fijas como móviles, las cuales se imbrican en el continuo de la vida cotidiana. El investigador de terreno se enfrenta a un hecho irrefutable, las personas no sólo permanecen en un lugar determinado, también se desplazan, se mueven, migran. Clifford (1997) llama la atención sobre el hecho de que en el trabajo de campo etnográfico el investigador siempre ha visto gente entrar y salir del lugar donde centraba su estudio, sin interesarse en el análisis de lo que sucedía cuando esos sujetos estaban fuera de la aldea, isla o barrio, aun siendo estas experiencias muchas veces, de forma bastante clara, muy relevantes para comprender los modos de habitar de los sujetos. Así, indagar en la espacialidad que producen los habitantes requiere de maneras de observación que puedan develar formas en la relación que genera el(los) cuerpo(s), las materialidades y la multiplicidad de interacciones que se producen en la vida diaria.

Un trabajo precursor en poner el énfasis en una noción de movilidad para comprender la experiencia urbana latinoamericana es la ciudad de los viajeros, travesías e imaginarios urbanos, dirigido por García Canclini (García Canclini, Castellanos y Rosas, 1996). Se trata de un estudio interdisciplinario y diacrónico de los viajes que realizan los habitantes de la Ciudad de México rutinariamente. La hipótesis de la que parte sostiene que el carácter de la megaciudad latinoamericana no permite a sus habitantes construir una imagen de ella como unidad y totalidad sino, más bien, surge un imaginario fragmentado en cuya conformación la práctica diaria del viaje provee de recursos para su significación: la ciudad se comprende en la medida que se viaja por ella.

La idea de etnografiar las prácticas de movilidad en la ciudad pone el acento en el hecho de que los modos de habitar en la ciudad se componen tanto de las prácticas localizables y fijas espacialmente -la vivienda o el barrio-, como aquellas de movilidad, cruzando de manera transversal distintas escalas urbanas (Sheller y Urry, 2006). La vivienda y el barrio, observados desde su sedentarismo, por lo general han sido considerados el lugar de las raíces, que provee las bases para una comunidad espaciotemporal con una relativa estabilidad. La movilidad, por su parte, implica iniciar un proceso de investigación que pone en tensión la idea de una comunidad preexistente a las prácticas cotidianas, y que entrega el habitar urbano a configuraciones más inestables y fluidas. Si bien las prácticas de movilidad pueden ser múltiples (desde las migraciones hasta el turismo), aquí nos referimos sólo a las prácticas habituales de moverse por la ciudad, a lo que las personas hacen diariamente al ir de compras, llevar a los niños a la escuela, viajar en autobús para ir al trabajo, moverse por autopistas urbanas, caminar, y a una diversidad de prácticas que van dando forma a saberes cotidianos para viajar por la ciudad (Jirón, Imilan e Iturra, 2016), y que cada vez se tornan más relevantes en la vida de la ciudad contemporánea.

Recientemente se han implementado estrategias etnográficas que se centran en la descripción y el análisis de las prácticas de movilidad. La etnografía multisituada, basada en la idea de seguir el movimiento de personas, objetos, prácticas y discursos para encontrar el "hilo de los procesos culturales" (Marcus, 1995:97), ha tenido una amplia difusión y aplicación en diversos campos de investigación. En materia de las relaciones espaciales, la etnografía multisituada se ha aplicado al estudio de la migración, los movimientos sociales, el ciberespacio o la economía. El uso de la etnografía en los estudios de movilidad que involucran pesquisar la relación experiencia y significado del movimiento se está haciendo crecientemente común (véase por ejemplo Buscher, Urry y Witchger, 2010 o Fincham, McGuinness y Murray, 2010). Asimismo hay una cada vez mayor experimentación en técnicas de registro de las prácticas de movilidad con el uso de artefactos del tipo cámaras fotográficas, teléfonos móviles, GPS o grabadoras de video, como lo hacen Spinney (2007) o Latham y Wood (2015), que recurren a la filmación en movimiento como un elemento central de sus investigaciones. Trabajos como los de Latham (2003 y 2004), sobre diarios de viaje, se han complementado con entrevistas, grupos focales y mapas mentales, entre otros (Zimmerman y Wieder, 1977; Dodman, 2003; Meth, 2003; Bijoux y Myers, 2006). En general, las metodologías móviles han tenido un impacto importante en la forma en que se investiga en las ciencias sociales; producto de diversas formas de experimentación e innovación, en la actualidad se expanden los modos de concebir métodos etnográficos.

La técnica del sombreo (Jirón, 2010) ha surgido como una modalidad de acompañar a los participantes de la investigación de manera individual en sus rutinas diarias. Durante este proceso, el participante sabe que está siendo acompañado, mientras que el investigador observa cómo el/la participante lleva a cabo sus prácticas cotidianas. La interacción investigador participante no está excluida en el transcurso de la jornada; el investigador puede discutir ciertos temas durante el periodo de sombreo o permanecer en silencio, y el viaje puede ser fotografiado o filmado dependiendo de la situación. Como se explica más adelante, esta técnica ha sido empleada para capturar experiencias de movilidad cotidiana urbana en la ciudad de Santiago.4

De la etnografía individual a la etnografía colectiva

El trabajo etnográfico ha estado largamente situado en la figura del autor. La autoría etnográfica se sustenta en la experiencia del trabajo de campo y su innegable condición de oficio en dos momentos: el registro y la representación. El registro etnográfico es el resultado de un conjunto de actividades de trabajo de campo cuyo éxito se encuentra vinculado a la capacidad del investigador de poder acceder, de ser atravesado por el conocimiento y las formas de vida del otro (Geertz, 1989). Este proceso consiste en aprender a observar, a escuchar, a seguir las intuiciones que permitan develar el punto de vista del nativo. No existe manual de etnografía que no dedique largos pasajes a la relevancia del rapport en la producción del saber etnográfico (Hammersley y Atkinson, 1994; Guber, 2001; Mauss, 2006). El rapport no sólo debe pensarse como un conjunto de estrategias, bastante poco estructuradas por cierto, para generar vínculos de confianza y reciprocidad con los informantes y poblaciones que participan de un estudio, sino que, sobre todo, debe suponer un proceso de aprendizaje para que el investigador logre la empatía necesaria que le permita llegar a ver "como ve el otro", para pensar, y, si es posible, llegar a "sentir como lo hacen los otros". Este proceso transforma también al etnógrafo (Ingold, 2014). Es evidente que este tipo de procesos se encuentra estrechamente ligado a una temporalidad que lo permite: largas jornadas de trabajo de campo.

Esta experiencia individual es representada en el texto etnográfico. La representación del trabajo de campo no es simultánea al registro, habitualmente se hace con posterioridad, en la tranquilidad y comodidad del despacho del investigador. El texto se diferencia del cuaderno de campo porque ha sido mediado por un momento de maduración -o "iluminación"- que posibilita encontrar la gramática que los hechos registrados hasta ese momento ocultaban. El antropólogo brasileño Da Matta (1999) le llama a ese momento el "eureka", una suerte de epifanía en que todo lo experimentado por el investigador parece tomar un sentido que debe ser comunicado. Así, la figura del autor se consuma, la referencia geertziana del antropólogo como autor se mueve en el sentido del autor moderno (Geertz, 1989), como genio individual que logra expresar una experiencia en particular.

La apertura de la práctica etnográfica a otros campos disciplinares más allá de las preocupaciones clásicas de la antropología, así como la propia condición de los mundos contemporáneos (Augé, 1995), ha llevado a replantear las circunstancias sobre las cuales se produce el registro y la representación etnográfica y, en consecuencia, la construcción de la autoría. Los debates en este punto son amplios, pasando por figuras como las del etnógrafo nativo (Narayan, 1993) hasta la del autoetnógrafo (Iturra, 2015), o reflexiones en torno a etnografías rápidas (Handwerker, 2001) realizadas bajo situaciones que impiden la permanencia en el campo, las posibilidades de etnografías globales (Burawoy et al., 2000) para destacar la importancia de la multiescalaridad espacio-tiempo en el registro y análisis, o de la etnografía colaborativa (Lassiter, 2005; Clerke y Hopwood, 2014) como una forma de desarrollar análisis conjuntos entre investigador y personas participantes en el estudio.

El desafío que impone el uso renovado de la etnografía en los estudios urbanos es generar conocimiento más allá del ámbito de lo microsocial del barrio o de prácticas localizables. El desafío en el campo de la movilidad es el uso de la etnografía para abordar la espacialidad de las prácticas cotidianas que se producen en la movilidad y, en este contexto, la experiencia de un solo investigador concentrado en largas jornadas de trabajo de campo muestra sus limitaciones. La colaboración interdisciplinaria es central para develar la espacialidad en movimiento. Así, el registro es múltiple y la representación del dato etnográfico es el producto de una reflexión colectiva. Esto implica que la observación etnográfica se comprime en términos temporales; disminuye la extensión de la jornada de trabajo de campo pero incrementa su intensidad. El uso de dispositivos de registro, imagen y audio, adquiere completo sentido al aumentar la capacidad corporal de observación. Como en todo trabajo de campo, la producción de datos es abundante; sin embargo, la intensidad en su registro desde una perspectiva multidisciplinaria aumenta la complejidad en su tratamiento. En efecto, nuestra propuesta es que este desafío impone pensar en estrategias colectivas de práctica etnográfica, que deben ser encorporadas, aprender colectivamente cómo y qué mirar, y asimilar en poco tiempo cómo utilizar el propio cuerpo para acompañar las prácticas cotidianas de las personas que participan de la investigación.

La importancia de lo colectivo se basa en la capacidad de identificar información relevante y sus estrategias de registro y posterior representación. Esto se relaciona con lo que Sennett (2009) observa en el trabajo colaborativo que vincula el taller del Medioevo europeo y algunas de las formas actuales de creación de conocimiento en el desarrollo de software y nuevas tecnologías. La colaboración se pone en práctica en la resolución de problemas y en la formulación de preguntas colectivamente. De manera similar, una etnografía colectiva se diferencia del mero trabajo de equipo, habitualmente organizado de forma vertical y con tareas e información compartimentada, en la medida en que respuestas y preguntas fundamentales de la investigación se resuelven en un diálogo horizontal, mediante el intercambio de experiencias etnográficas. Así, las múltiples experiencias etnográficas son fuente para definir nuevos interrogantes de la investigación. Procedimientos de registro y representación etnográfica deben ser contenidos en un proceso metodológico que permita el intercambio multidisciplinario a lo largo de toda la investigación.

A partir de una experiencia investigativa de etnografía urbana de la movilidad en Santiago de Chile, se comparten procedimientos que, de forma experimental, fueron constituyendo un tipo de práctica etnográfica colectiva. La definición de colectivo que aquí se utiliza va más allá del habitual procedimiento académico de publicar métodos y resultados de investigación en coautorías, más bien se trata de desarrollar una práctica de registro y representación colectiva e interdisciplinaria que se encorpora en el ejercicio individual de cada miembro del equipo de investigadores.

Propuesta metodológica de una etnografía colectiva del tiempo-espacio de la movilidad

El presente texto se basa en la experiencia de investigación llevada a cabo en Santiago de Chile entre los años 2009 y 2012, cuyo objetivo fue la reflexión teórica y el estudio empírico en torno a las prácticas y experiencias de movilidad en esta ciudad. Capturar la experiencia de movilidad cotidiana de la ciudad contemporánea supone aproximarse lo más posible a la acción misma de movilidad, lo cual requiere comprender las interacciones significativas que suceden en el espacio tiempo. Estas interacciones -eventos que resultan significativos para el participante- pueden suceder antes, durante o después del viaje, a partir de la relación entre el cuerpo (gestos, emociones, sentidos, ropa), la espacialidad (materialidad, cosas, entorno, equipamiento, colores, texturas, flujos, circulaciones, naturaleza, estructuras, formas), otros viajeros o sujetos relevantes en el viaje, procesos de significación y estrategias de viajes (corto o largo plazo, individuales o colectivas). Todos estos elementos componen un conjunto heterogéneo y multidimensional que da forma a la experiencia de la movilidad cotidiana y permite dilucidar estar interacciones. Con base en esto, se implementó un método etnográfico sustentado en el sombreo (Jirón, 2010), una actividad de acompañamiento acordado con el participante a lo largo de un día durante todas las etapas de sus trayectos de movilidad.

Se seleccionaron más de 70 casos de estudio en la ciudad de Santiago, lo cual presenta el desafío de una etnografía densa e intensa, imposible de realizar de manera individual en términos prácticos. Una etnografía colectiva no supone sólo la formación de un equipo de terreno que aplica ciertas técnicas y pautas de trabajo con el fin de recolectar información; se trata más bien de un equipo en el que sus miembros pueden desarrollar temas de investigación propios y convergentes compartiendo un marco conceptual y procedimientos metodológicos. La literatura internacional presenta distintos modelos de etnografía colectiva. Uno de ellos es la concentración en un objeto de estudio muy específico, como puede ser la investigación de aulas de escuela (Gordon et al., 2006), que, siguiendo teoría y métodos, despliegan diferentes narraciones de forma simultánea. Otro modelo son investigaciones que se extienden a través de años y en las cuales las narraciones son ejercicios de continuidad con las preexistentes, manteniendo un programa de investigación relativamente unitario (Sigaud, 2008).

Aquí, el ejercicio de etnografía colectiva tiene como propósito optimizar la exploración de prácticas de movilidad y, además, contribuir a la discusión local respecto al ejercicio metodológico en la investigación cualitativa en estudios urbanos. El desafío que presentamos tiene dos aristas, la primera se refiere a indagar el modo más adecuado de capturar las interacciones experienciales significativas en el tiempo espacio de la movilidad. La segunda arista es el carácter interdisciplinario del uso de la etnografía, integrándose a perspectivas de la geografía y arquitectura para abordar las preguntas de investigación.

El modelo metodológico organiza el trabajo de campo en cinco momentos. Lo primero es conformar el equipo de etnógrafos. Después se seleccionan los casos. La tercera etapa plantea el proceso de diseño y aplicación de instrumentos. La cuarta detalla cómo se producen los relatos etnográficos, mientras la última se concentra en el análisis interdisciplinario.

Equipo de trabajo

La conformación del equipo de trabajo se realizó con fundamento en la selección de investigadores con formación y experiencia en investigación cualitativa y prácticas etnográficas. El equipo de etnógrafos estaba compuesto por antropólogos profesionales jóvenes y estudiantes en proceso de titulación de la carrera de Antropología. Su situación de contratación no permanente y su búsqueda de estabilidad laboral implicó una cierta rotación en el equipo de trabajo en terreno. En total, se trabajó con ocho etnógrafas, sobre todo mujeres antropólogas, además de los dos investigadores responsables. De manera ininterrumpida se contó con al menos tres etnógrafos en terreno durante alrededor de dos años, tiempo que duró la investigación de campo.

Para orientar el trabajo etnográfico se diseñó un plan de formación que incluía un proceso de inducción al proyecto, sus conceptos y métodos, así como estrategias narrativas, usos de registros e instrumentos de terreno. Esto se realizó con lecturas acompañadas de documentos generados en el proyecto, así como bibliografía teórico-metodológica y talleres de discusión en equipo. La rotación del equipo de etnógrafas supuso un constante proceso de capacitación y de discusión interna tanto de la metodología como del marco conceptual y teórico, a medida que se incorporaban nuevos etnógrafos. Éstos debían meterse rápidamente en la discusión, lo que conllevó un cierto desgaste en la conformación constante de equipos. Sin embargo, esto contribuyó al desarrollo de un modelo de explicación teórico-metodológico del proyecto y de la forma de observar la espacialidad urbana en movimiento, y, a su vez, permitió que todos los miembros del equipo -no por fuerza etnógrafos, sino arquitectos, urbanistas, geógrafos y fotógrafos- afinaran, actualizaran e internalizaran estos conceptos. Además, se acompañó y revisó un trabajo de sombreo inicial, como parte del proceso formativo. Posteriormente, el etnógrafo en formación realizaba el sombreo, redactaba un texto etnográfico que se presentaba en una sesión colectiva, donde era analizado y corregido tanto en aspectos estilísticos como de contenidos.

Selección de casos

Para la selección de casos se clasificaron las comunas de la ciudad de Santiago de acuerdo con su localización: central, pericentral, periférica y extraperiférica. Cada persona participante en el estudio fue considerada un caso. Luego se incorporó otra variable que discriminaba la composición interna socioeconómica de cada comuna. Se establecieron tres categorías: comunas homogéneas de ingresos bajos, homogéneas de ingresos altos y heterogéneas de ingresos mixtos.

Una vez clasificadas las comunas, se seleccionaron diez sectores dentro de ellas,5 que mantendrían un equilibrio en la muestra de las categorías aplicadas, desde los cuales se construyó la muestra de casos.

Una vez identificados los sectores específicos se buscó un acercamiento a potenciales casos de estudio. Tras diversos intentos, se estableció como lógica a seguir: contactar a personas de los círculos de conocidos de los integrantes del equipo, aplicando la técnica bola de nieve. La selección final de los casos se basó en el criterio de mantener el equilibrio de la muestra en torno de variables de ingresos económicos, género y edad, en este orden de relevancia.

Un segundo criterio de selección se apoyó en la apreciación general del equipo de investigadores sobre las prácticas de movilidad del potencial caso de estudio. El factor de interés de cada caso se fundamentaba en cuánto aportaba a la diversidad de prácticas de movilidad en el marco de la muestra total, o a la profundización de ciertas prácticas ya precisadas como significativas en otros casos de estudio. Resulta obvio establecer que el interés de las personas por participar en el estudio, así como la posibilidad de conciliar el evento del acompañamiento, fue una variable esencial al concretar la selección de casos. Esta selección de sectores y casos facilitó una amplia cobertura a fin de comprender las diversas prácticas de movilidad en el interior de la ciudad de Santiago.

¿Qué se observa? ¿Qué se registra?

La estrategia metodológica de construcción de información de terreno integra técnicas de entrevistas semiestructuradas, observación directa y técnica de sombreo registrada en el cuaderno de campo y dispositivos sonoros, audiovisuales y fotográficos. El producto esperado del trabajo de campo es un relato etnográfico para cada caso de estudio apoyado por material de registro: diagramas, fichas, bitácoras de viaje, fotografía, audio y/o video. Los instrumentos fueron aplicados desde un principio de forma flexible; el orden de aplicación consideró cada caso como único, esto permitió cotejar diversas reacciones ante la investigación, además de ir obteniendo cada vez mejores resultados en el levantamiento de la información y en experiencias compartidas en reuniones de trabajo. Esto dio oportunidad a un alto grado de improvisación por parte del/la etnógrafo/a, permitiéndole adecuarlo a los tiempos, herramientas, interacciones a observar de manera improvisada, según sucedían los eventos.

En términos metodológicos, el trabajo de campo consideró cada caso (cada individuo) de estudio como una unidad etnografiable independiente de otras y bajo la responsabilidad directa de un solo investigador. Los casos se agruparon según los sectores seleccionados, la organización del equipo de investigadores asignó a uno o dos investigadores para la cobertura de cada sector escogido. Esta opción propició profundizar el conocimiento sobre las dinámicas de un sector.

El trabajo de terreno con todos los participantes se desarrolló en cuatro momentos. El primero consistió en una entrevista semiestructurada que introducía las prácticas de movilidad y sus vínculos con la vida cotidiana, se establecían las dinámicas de trabajo, comercio, estudio, recreacionales, etcétera, asociadas a espacios de la ciudad y sus temporalidades, historias de residencia y valoraciones propias respecto a la movilidad. Las entrevistas se realizaron de forma preferente en el lugar de residencia, donde se dejó un block de dibujo y lápices de colores para que el participante dibujara un mapa o diagrama que reflejara su movilidad cotidiana, solicitándole de modo explícito destacar sin excepción los lugares significativos en sus desplazamientos. En la entrevista se coordinaba la jornada de sombreo, y se acordaba una fecha de acompañamiento según la disponibilidad de cada persona.

La elección del día de acompañamiento se establecía de mutuo acuerdo entre investigador y participante, intentando escoger un día que se considerara regular en la rutina, y procurando que la presencia del investigador no alterara de forma significativa el carácter cotidiano de la movilidad. El sombreo consistió en el acompañamiento durante un día completo, desde el momento en que la persona dejaba su residencia hasta que retornaba a ella. En todos los momentos de movilidad por la ciudad el investigador acompañó al participante, pero no fue necesario que estuviera presente en los lugares de trabajo o estudio, cuando éstos eran de tipo estacionarios.

El momento central del trabajo de campo se llevó a cabo durante la jornada del sombreo. No obstante, todas las demás actividades fueron compartidas y monitoreadas colectivamente por el equipo de investigación, con la finalidad de mantener una visión global de las prácticas de terreno.

En el ejercicio de sombreo se busca observar con profundidad las espacialidades que se develan en el viaje, así como construir los tejidos que incorporan no sólo los aspectos corporales, materiales, de los otros, los significados y estrategias de cada experiencia, sino además la relación que existe entre cada uno de estos aspectos. Es decir, por ejemplo cómo se vincula el cuerpo con ciertas materialidades a partir del modo en que se viaja, esto es, cómo las personas despliegan tácticas corporales para viajar en espacios saturados de otros pasajeros, controlando el cuerpo para no tocar a los demás, manteniendo el equilibrio sin caer por el movimiento, atendiendo los objetos personales para evitar hurtos, entre otras múltiples acciones. Estas relaciones son las que se advierten en las interacciones significativas de cada experiencia, y las que dan paso a comprender la espacialidad que se produce en movimiento.

El tercer momento fue el trabajo de gabinete orientado a sistematizar el registro del trabajo de campo y la escritura de cada relato etnográfico. Una cuarta etapa fue la devolución del material de registro al participante, lo cual permitió compartir resultados preliminares y hacer otras actividades de análisis.

El principal producto del trabajo de campo fueron los relatos etnográficos obtenidos a partir de la técnica de sombreo. Cada investigador elaboraba un relato etnográfico respetando el estilo personal de escritura. Estos relatos, en cuanto etnografías, poseen dos características distintivas, a saber: el periodo de observación y la intensidad del registro. La aplicación de la técnica de sombreo durante una jornada regular de tiempo basada en un "día", es tanto una unidad temporal de observación como un artificio narrativo para la escritura del relato. Esta condición para construir el relato, inspirada en las etnografías situacionales y de performance (Gluckman, 1958; Turner, 1988), fue objeto de discusión y análisis con el propósito de desarrollar líneas colectivas para su construcción. En estos términos, el relato tiene el desarrollo de un evento de un día de duración, posee un inicio, un final y una progresión interna, donde se imbrican los diferentes elementos de la experiencia de movilidad del participante, tanto los registrados en el sombreo como los que surgieron a partir de los restantes instrumentos.

Elaboración de etnografía

Al elaborar la etnografía se establecieron las siguientes directrices, que guiaron la construcción de los relatos, con objeto de apoyar el desarrollo de estructuras similares en la narración:

  • El relato debía tener una estructura basada en la temporalidad de una jornada.

  • La información registrada en la entrevista debía incorporarse en la estructura del relato, es decir, tanto la descripción de la residencia, como elementos biográficos del caso y, entre otros, se integran a la narrativa del relato.

  • Se sugería la construcción de un observador externo, autorreflexivo, abierto a la interacción, que hace evidente su presencia en la práctica de movilidad.

  • En el relato se incluirían citas textuales del caso.

  • En la construcción del relato debían considerarse las variables de cuerpo, materialidad, alteridad, significados y estrategias involucradas en la movilidad.

  • El relato debía cuidar un balance en la descripción de la jornada como un continuo de experiencia, sin desconocer la presencia de eventos de mayor intensidad.

En general, se proponía elaborar un relato que, además de desplegar una descripción acuciosa de los itinerarios, medios y tiempos de movilidad, dimensiones del cuerpo, materialidad y espacio, de los otros y de las significaciones, explorara en la construcción de epítomes con capacidad de narrar prácticas de movilidad desarrolladas por el caso de estudio. El relato iría acompañado obligatoriamente de un set fotográfico de imágenes captadas por el etnógrafo durante el día del sombreo. El valor de las fotografías no reside en su calidad estética, sino en su idoneidad para entregar información de difícil escritura. La forma tradicional de producir estos relatos es por medio del texto escrito. Empero, la captura y representación de la experiencia excede las capacidades del texto escrito, por esta razón se fomenta el uso de recursos fotográficos, audiovisuales, sonoros, que complementan y expanden las descripciones de las espacialidades producidas. El texto etnográfico debía orientarse a mapear la experiencia espacial, con capas superpuestas, entrelazadas, de relatos sobre la espacialidad develada a lo largo del tiempo que duraba el trayecto de viaje. El proceso escritural no es unidireccional, ni fácilmente acabado, sino que está en constante construcción. Los etnógrafos, en la medida en que iban compenetrándose con la movilidad de los participantes, detectaban los ritmos que orientan la vida en movimiento.

Un aspecto relevante a partir de estos relatos es que, con el fin de crear una visión amplia de lo que implica la movilidad en la ciudad de Santiago, se construyó un conjunto diverso de narraciones que, si bien parten del mismo tipo de información de cada participante, es distinto gracias a la subjetividad del investigador -en la medida en que cada etnógrafo en terreno posee un tipo de observación propia al momento de realizar su sombreo-, además de que corresponde a un determinado estilo de escritura. Ésta es la base sobre la que se construye una colección de narraciones relativas a la movilidad en Santiago.

Análisis interdisciplinario de datos etnográficos

En cuanto al análisis, un elemento central en la etnografía colectiva desarrollada fueron las reuniones del equipo, consideradas parte constitutiva del método de trabajo. El carácter exploratorio de la investigación en que se sustenta este trabajo, con elementos de innovación teórica y metodológica, exigió un proceso de apropiación conceptual por parte del equipo de trabajo. En las reuniones se presentaban los casos estudiados, se leían las narraciones surgidas del sombreo y se discutían descubrimientos y temas trascendentes que afloraban a consecuencia del trabajo de terreno. Las sesiones colectivas de análisis se caracterizaron por la discusión y la búsqueda de convergencias en los procedimientos etnográficos: observación y escritura, entre otras.

En reuniones semanales, a lo largo de casi dos años, se compartieron las distintas experiencias de trabajo de campo y se planificaron los siguientes pasos -de forma semanal y mensual-. Lo anterior entrañaba revisar las fortalezas y dificultades de cada instrumento, comentar estrategias utilizadas por los investigadores para obtener los resultados esperados, establecer acuerdos para la entrega del material y revisar acuciosamente los relatos etnográficos elaborados tras el acompañamiento.

El trabajo colectivo sobre la etnografía se organizó en sesiones grupales con todos los integrantes del equipo de investigación, etnógrafos y no etnógrafos (profesionales de las disciplinas de urbanismo, arquitectura y geografía), en ellas se presentaban los textos y los materiales gráficos (fotografías y videos), como parte de los registros del trabajo de campo. Además de evaluar el trabajo del equipo, lo principal era discutir los hallazgos y las dificultades, así como explorar nuevas perspectivas basadas en la experiencia de campo. También interrogar sobre la propia vivencia de sombreo del etnógrafo jugó un rol central, especialmente en cuanto se trataba de desarrollar un tipo de práctica en terreno, en movimiento e intensa temporalmente, con la que la mayor parte del equipo no estaba familiarizado. Aparte de estas reuniones semanales se llevaron a cabo talleres de reflexión teórico metodológica para consensuar de manera interdisciplinaria la operacionalización de conceptos aplicados al trabajo de campo. Estos talleres ocuparon un espacio muy importante en el aprendizaje colectivo del equipo.

Una vez que se completó, se ordenó y se sistematizó la información respecto a los 70 casos seleccionados para esta investigación, se inició el proceso de codificación de los datos y el posterior análisis, con el propósito de arribar a conclusiones sobre la movilidad en Santiago y a eventuales propuestas para entidades de planificación urbana y de transporte. El plan de análisis constó de dos partes, la primera se centró en la organización de los contenidos de los relatos, para lo cual se utilizó el software NVivo© que codifica todos los textos buscando seleccionar fragmentos que abordaran diversas dimensiones de la experiencia de movilidad. Lo mismo se hizo con las fotografías, empleando el software Lightroom(r). La codificación facilitó la lectura y el análisis sistemático del material completo producido por parte de todos los miembros del equipo de investigación. Es necesario notar la importancia de generar estrategias que permitían administrar gran cantidad de información, pues, en el caso que nos ocupa, sólo la sumatoria de los relatos etnográficos alcanzó más de 800 páginas. En este sentido, el software NVivo no fue utilizado para generar reportes de análisis, sino para ordenar la información a partir de códigos de análisis compartidos y consensuados entre los miembros del equipo.

La segunda parte propuso una matriz provisional de las distintas formas de exclusión social que se empezaban a vislumbrar según dimensiones de género, ingresos económicos, tiempo/ritmos, empleo, accesibilidad, espacio y localización, ciclo de vida, cuerpo y corporalidad, otros y alteridad, estrategias cotidianas, e implicancias de intervenciones urbanas.

A partir de este análisis se procedió a teorizar y explicar los hallazgos del proyecto. Éstos han sido presentados y publicados en diversas instancias y se relacionan con: lugares móviles (Jirón e Iturra, 2011); saber viajar (Jirón, Imilan e Iturra, 2016); empleo en movimiento (Jirón e Imilan, 2015); informalidad de la movilidad (Jirón, 2011), accesibilidad (Jirón y Mansilla, 2013); urbanismo fragmentador (Jirón y Mansilla, 2014); barrio y ciudad (Imilan, Jirón e Iturra, 2015); políticas urbanas y de transporte (Jirón, 2012, 2013 y 2014); metodologías (Jirón e Iturra, 2014); género e interdependencia (Jirón y Cortés, 2011), entre otras publicaciones.

Principales desafíos de la etnografía colectiva del espacio urbano

La investigación urbana, y particularmente la relativa a la movilidad urbana con altos niveles de complejidad, dinamismo y diversidad, requiere hoy en día estrategias metodológicas que integren disciplinas y estrategias diversas. El enfoque etnográfico es pertinente para enfrentar este desafío, en especial por la posibilidad de aprehender las experiencias de habitar el espacio urbano, así como las dinámicas de movilidad junto a los significados y experiencias que éstas generan. Empero, su adopción exige hacer ajustes a su aplicación tradicional, además de incorporar el trabajo interdisciplinario a la producción y el análisis etnográfico.

Aquí presentamos un debate en torno a la práctica tradicional de la etnografía basada en el autor individual, así como en la posibilidad de desarrollar un trabajo profundo a partir de investigación de campo, breve en el tiempo pero intensa. Es decir, planteamos que es posible construir etnografías mediante el trabajo articulado de un equipo de investigadores que observan variables similares y comparten de forma intensa sus propias experiencias etnográficas. La práctica etnográfica es de tipo encorporado, esta etnografía se hace con el cuerpo, en nuestro caso, encorporar los conceptos y metodologías planteados en el proyecto era fundamental, ya que la experiencia de movilidad de los participantes del estudio, en extremo encorporada, era un elemento central de empatía en el etnógrafo. Junto con este aprendizaje corporal de la práctica etnográfica, el análisis y el debate multidisciplinario que reorienta el registro y la representación completan nuestra formulación de etnografía colectiva. A partir de las sesiones grupales y de los talleres se ensambló interdisciplinariamente el ejercicio individual de investigación.

El diálogo con miembros del equipo formados en arquitectura y geografía resultó central para el desarrollo de una sensibilidad sobre procesos espaciales por parte del grupo de etnógrafos, lo cual permitió superar la mera descripción del entorno como escenario -tal como aún se acostumbra en la mayoría de la investigación antropológica etnográfica- para abordar las interacciones de los sujetos con las materialidades, identificando el rol del cuerpo, e integrando en ellas las estrategias individuales y colectivas de la movilidad. En este marco, nuestra formulación de etnografía colectiva proporciona interesantes perspectivas para ser aplicadas a la investigación urbana.

No obstante lo anterior, con base en la experiencia del modelo aquí expuesto, podemos reflexionar sobre los aciertos y dificultades que presentan, por un lado, la etnografía y, por el otro, el trabajo colectivo.

Las fortalezas del método incluyen acercarse lo más posible a una experiencia espacial y, simultáneamente, comprender tanto lo que sucede como el contexto en el cual se realiza la experiencia; de este modo, el espacio se transforma por medio de la experiencia. El método es útil para entender temas de movilidad, pero quizás de manera más importante, es un vehículo para comprender cuestiones de mayor amplitud de la vida cotidiana (sociales, económicos, políticos, medioambientales, culturales, entre otros), que no se vinculan por fuerza con lugares específicos y fijos.

Una limitación evidente es que la experiencia nunca se captura en su totalidad, esto se debe a la imposibilidad de volverse la otra persona (Jirón, 2010); no obstante, la experiencia es fluida, el investigador se va aproximando cada vez más a la experiencia, deviniendo en su sombra a medida que se acerca a la experiencia. Otro tema, que también está presente en cualquier trabajo etnográfico, se relaciona con la limitación de tener sólo un observador a la vez y, por ende, sólo un punto de vista. Sin embargo, esta limitante puede disminuirse con el uso de video y fotografía, y el posterior análisis de este material con los participantes, los miembros del equipo de investigación o ambos. Quizás el desafío más complejo del sombreo yace en la especificidad de la investigación que se lleva a cabo y en asegurarse de que los etnógrafos encorporen los conceptos que permiten observar y registrar adecuadamente. Para la comprensión de prácticas de movilidad, la tarea requería desarrollar métodos específicos de observación y capacitar a los etnógrafos para este proceso, en particular en términos de la espacialidad y dimensiones físico-espaciales de ésta.

Otra de las grandes dificultades de esta investigación fue el volumen de información obtenido, desde un principio se pretendió expandir el uso etnográfico trascendiendo el habitual territorio de lo microsocial para, gracias a la recopilación masiva de casos de estudio, intentar generar una perspectiva amplia de las prácticas de movilidad en una ciudad habitada por más de siete millones de personas. Es evidente que la muestra construida no es representativa en términos estadísticos, tampoco fue el propósito; no obstante, la necesidad de coordinar un equipo numeroso de investigadores y la gestión de los casos de estudio implicó un esfuerzo poco común en la investigación urbana en Chile. El volumen de información nos hace cuestionar la utilidad de una cobertura tan extensa y la consecuente profundidad de los datos. Al haber sido un estudio exploratorio de las prácticas y experiencias de movilidad en la ciudad de Santiago, parecía fundamental comprender la diversidad de prácticas y sus experiencias. En efecto, se pudo observar una complejidad significativa de las múltiples prácticas que se analizaron, generando una visión amplia de la situación de movilidad en transporte público y privado, individual y colectivo. Algunos hallazgos que surgieron en el transcurso de la investigación sugerían la necesidad de profundizar el conocimiento de algunos casos, accediendo a la movilidad de otros miembros del hogar y redes extensas, por ejemplo. Esta exigencia de ampliar el foco de observación en los casos de estudio ha sido desarrollado en otras investigaciones realizadas con posterioridad.

Además de lo anterior, el trabajo de terreno de casi dos años ininterrumpidos supuso la incorporación constante de nuevos miembros, coordinar roles y procesos de formación que, como se ha explicado, demandaban una inserción en una dinámica de debates que permitieran afinar la propia práctica etnográfica con los marcos conceptuales del proyecto. Esto producía un desgaste en el equipo pero, al mismo tiempo, brindaba una oportunidad para estar siempre puliendo la metodología.

Esta experiencia investigativa proporciona luces para estrategias metodológicas orientadas hacia un trabajo colaborativo. Una visión colaborativa de la etnografía conlleva profundizar las relaciones entre los etnógrafos, los miembros del equipo de investigación, las personas que participan en los estudios y aquellos que otorgan apoyo e información para el trabajo de campo. Con vistas al futuro, este equipo se propone, precisamente, pasar de lo colectivo a lo colaborativo, fomentando las relaciones de coproducción entre los diferentes actores que intervienen en procesos de investigación.

Por último, en cuanto a la discusión sobre la necesidad de innovar y actualizar las metodologías de investigación urbana, este equipo de trabajo ha tenido la oportunidad de innovar tanto en docencia de posgrado como en iniciativas de laboratorios de investigación o en formulación de nuevas investigaciones. En estas instancias ha sido posible cuestionar, probar, inventar, actualizar y crear nuevos métodos de investigación que tanto se requieren en el ámbito urbano, no sólo en Chile sino también en la región.

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1Proyecto FONDECYT N° 1090198 "Movilidad Cotidiana Urbana y Exclusión Social en Santiago de Chile".

2Existe un extenso y conocido debate en torno a este punto. Park, el mentor de la Escuela de Chicago, consideraba fundamental la aplicación de los métodos de los antropólogos americanos de la época (como Franz Boas) en la ciudad, la descripción pormenorizada basada en la relación de primera mano con los informantes sería la estrategia adecuada para acceder al modo de vida de las grandes urbes americanas.

3Para mayor información sobre el giro o paradigma de la movilidad véase Sheller y Urry (2006) Hannam, Sheller y Urry (2006) Cresswell (2010) y el amplio y prolífico campo de investigación que ha surgido a partir de esta mirada en la última década (en términos teóricos, metodológicos y prácticos). Lo importante de este paradigma es que cuestiona la forma sedentarista en que se abordan las ciencias sociales y también la mirada más nómade y de flujos constantes de la sociedad.

5Los sectores seleccionados fueron áreas específicas en las comunas de: Santiago, Conchalí/Huechuraba, Las Condes, La Florida, La Cisterna, Puente Alto, Maipú, Melipilla, Colina y el sector de El Golf (Sanhattan).

Recibido: 22 de Enero de 2016; Aprobado: 07 de Abril de 2016

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