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Alteridades

versión On-line ISSN 2448-850Xversión impresa ISSN 0188-7017

Alteridades vol.26 no.51 Ciudad de México ene./jun. 2016

 

Investigación antropológica

Etnografía del mercado de algas en Chile: transformaciones económicas y discursos en isla Apiao, Chiloé*

Ethnography of the Seaweed Market in Chile: Economic Transformations and Discourse in Apiao Island, Chiloé

Matías Calderón Seguel** 

Cristian Morales Pérez*** 

**Programa de Doctorado en Antropología UCN-UTA, Universidad Católica del Norte, Padre Le Paige 380, San Pedro de Atacama, Chile /Grupo de Investigación en Ciencias Sociales y Economía, Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Condell 506, Providencia, Santiago, Chile <mcalderonseguel@gmail.com>.

***Profesor de la Escuela de Antropología de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Condell 506, Providencia, Santiago, Chile <cristianmoralesp@gmail.com>.


Resumen

El artículo aborda desde una perspectiva etnográfica las principales transformaciones económicas y culturales ocurridas en isla Apiao (Chiloé, sur de Chile), durante las últimas cuatro décadas, a partir de la penetración del mercado internacional de algas en la zona. Se profundiza en la emergencia de un conflicto discursivo-simbólico entre los actores locales, que está asociado a la implementación de dicho mercado.

Palabras clave: antropología económica; territorios rurales; exportaciones no tradicionales; conflicto discursivo-simbólico

Abstract

The article approaches, from an ethnographic perspective, the main economic and cultural transformations in Apiao Island (Chiloé, south of Chile), during the last four decades, from the penetration of the international market of seaweed in the area. It further examines the emergence of a discursive-symbolic conflict between the local actors, associated to the implementation of such market.

Key words: economic anthropology; rural territories; non-traditional exports; discursive-symbolic conflict

Introducción

Para comprender la inserción del mercado global de algas en isla Apiao y zonas aledañas del archipiélago Chiloé y los procesos de transformación sociocultural que ha implicado durante las últimas cuatro décadas, es ineludible referir al desarrollo del capitalismo neoliberal en Chile y concretamente a una de sus principales características: el despliegue, intensificación y crecimiento acelerado de una serie de actividades primarias dirigidas a las exportaciones (aspecto compartido con parte considerable, si no total, de los países latinoamericanos).1

En Chile, la histórica orientación exportadora de su economía, especializada en la minería de escaso procesamiento y determinados rubros agrícolas ubicados en espacios geográficos específicos (Crispi, 1982; Salazar, 2003), se expande a nuevos territorios y se abre a otros productos. Los impactos del auge primario exportador en los territorios rurales, sea por el crecimiento de las actividades históricas o fruto del desarrollo de otras, han sido profundos, trastocando estructuras y prácticas económico-políticas junto con sus respectivos sistemas simbólicos (Chonchol, 1996; Portilla, 2000; Bahamondes, 2001; Gómez, 2002; PNUD, 2008; Canales, 2010). Las expresiones territoriales de ello y los efectos en determinadas poblaciones no deben asumirse uniformes, por ende, su comprensión constituye una agenda de investigación permanente para la antropología.2

Es en este contexto donde emergen las llamadas exportaciones no tradicionales (Kay, 2002), las cuales articulan de manera dinámica los mercados globales con territorios que antes estaban relativamente distanciados de los principales movimientos de acumulación capitalista y/o experimentaban un tránsito más lento de los flujos mercantiles. Una de las actividades de exportación no tradicionales es la extracción de algas y uno de estos territorios es isla Apiao en el archipiélago Chiloé.

El mercado global de algas tiene dos grandes destinos en lo que respecta a su uso. Por un lado, el consumo humano alimenticio que forma parte de costumbres culinarias en Asia y América. Esta orientación se ha reforzado en décadas recientes por cambios de alcance mundial en los sistemas agroalimentarios, en especial por la emergencia de la denominada comida étnica en las prácticas culinarias cotidianas de habitantes de grandes urbes (Masuda, 1986; McMichael, 1994). Por otro lado, se destaca el empleo de algas como mercancía intermedia para la producción de otros bienes no necesariamente alimenticios -y, si lo son, no se vinculan con la noción de comida étnica sino procesada-, por ejemplo, golosinas, bebidas, cosméticos, dentífricos, entre otros (Masuda, 1986). En estos casos, el alga procesada en la industria farmacéutica y alimenticia es ocupada para brindar un estado gelatinoso o espeso a los productos;3 procesos productivos donde los países de mayor capacidad industrial de Asia, Europa, América del Norte e incluso África del Norte cumplen un rol importante como destino (Masuda, 1986; Trautmann, 2011). De acuerdo con los resultados de investigación de Morales y Calderón (2011) y Morales (2012), el alga principal que se extrae en isla Apiao -la luga- y su subproducto, la carragenina,4 se destinan a la industria cosmética y de alimentos procesados, por lo tanto, la cadena mercantil empujada por el auge de la comida étnica no juega aquí un papel relevante.

Los procedimientos teórico-metodológicos que orientaron nuestro estudio se guían por las propuestas de Appadurai (1991) y Kopytoff (1991) a fin de realizar una biografía de las mercancías, para nosotros, el alga luga. Lo anterior implica reconstruir el ciclo de las mercancías (o alguno de sus momentos) y describir las prácticas y significaciones asociadas a los contextos humanos por donde circulan y se transforman. En función del problema y alcance de cada estudio, Kopytoff (1991) señala que una biografía de mercancías puede situarse de manera específica en una de las etapas del ciclo económico (producción, distribución, comercialización y/o consumo), y no necesariamente en todas ellas. Esta investigación se ha centrado en la fase de extracción y primera transformación de la luga -secado y embalado-, debido a que son las etapas de su cadena mercantil que ocurren en isla Apiao, espacio geográfico en donde nos interesaba conocer una de las expresiones periféricas del capitalismo en su fase neoliberal y parte de los procesos que genera. De lo anterior se deduce que el análisis de la biografía de la luga se encuentra entrelazado con la perspectiva que sugiere Eric Wolf (2000) cuando invita a la antropología a abocarse a comprender los efectos y transformaciones territoriales en razón de la expansión y desarrollo del sistema-mundo capitalista.5

En términos metodológicos, la información del caso de estudio fue generada a través de trabajo de campo efectuado en distintas campañas: 2003, 2007 y 2010. Se utilizaron como técnicas de producción de datos la observación participante y las entrevistas abiertas y semiestructuradas; posteriormente, se hizo análisis temático de todos los registros, procedimiento ejecutado para la construcción de una descripción etnográfica que diera cuenta de los cambios económicos y simbólicos en Apiao por la llegada del mercado internacional de algas.

El artículo se estructura en siete secciones. Luego de esta introducción, basándonos en datos cuantitativos, contextualizamos brevemente el comportamiento macro del mercado de las algas en Chile durante las últimas décadas. Después realizamos una aproximación geográfico-espacial al archipiélago de Chiloé e isla Apiao en particular. A continuación se efectúa una reconstrucción histórico-económica del caso de estudio con anterioridad a la llegada del mercado de algas. Seguimos con la exposición y análisis de las transformaciones económicas evidenciadas con la mercantilización de la luga. Establecido lo anterior, nos encargamos de ahondar en la dimensión simbólica del proceso, en específico en sus significaciones y conflictos locales discursivos. Cerramos el escrito con reflexiones sobre el problema general de la expansión/profundización del capitalismo en territorios periféricos y en especial respecto a su manifestación en el lugar investigado.

Neoliberalismo y algas en Chile

Según cifras del Banco Central de Chile, en 2013 la pesca6 representó 0.3% del producto interno bruto, y la exportación de los productos de la pesca y otros procesados del mar significó 6.4%7 del total de las exportaciones (Banco Central de Chile, s. f.[a]). Si estas cifras -que se ven menores en lo global- son observadas en su propio comportamiento y no de modo comparativo, se logra capturar su notable crecimiento exportador en las últimas décadas.

En 1980, a inicios del auge exportador chileno, el desembarque nacional total de pescados, mariscos y algas sumaba 2 891 millones de toneladas, en tanto que, en 2007, ascendía a 5 000 millones de toneladas, de las cuales 359 mil eran algas extraídas principalmente en las regiones I, II, III, X y XI. Por otro lado, en 1990, la exportación de algas equivalía a 18.6 millones de dólares, mientras que en 2007 alcanzó los 41.5 millones de dólares, lo que representó un volumen de 10 796 toneladas de algas8 (Trautmann, 2011); tendencia a la alza que, como se ve en el cuadro 1, es de todas las exportaciones de productos marinos y, según se ha señalado, de bienes derivados de la explotación intensiva de recursos naturales en general.

Fuente: Banco Central de Chile cit. en Trautmann (2011). Se corrigen los cálculos de los totales del original.

Cuadro 1 Exportaciones de productos derivados del mar (en millones de dólares) 

En lo que respecta a los destinos de las algas exportadas, el análisis de Trautmann (2011) de las cifras de 2007 proporcionadas por ProChile9 muestra una amplia cartera de países en distintos continentes: Asia (Japón, China, Corea y Filipinas), Europa (Francia, España, Noruega y Dinamarca), América del Norte (Estados Unidos y México) y África del Norte (Marruecos).

Datos básicos de Chiloé e isla Apiao

El archipiélago de Chiloé, ubicado en el sur de Chile (entre los paralelos 41o y 43o de latitud sur), está constituido por la denominada Isla Grande de Chiloé y por más de 40 islas menores distribuidas, principalmente, en la costa oriental de la Isla Grande, zona que presenta un clima frío y lluvioso una parte importante del año, lo que permite una densa vegetación. La Isla Grande posee una superficie de 9 181.5 km2 y una extensión de 180 km de norte a sur, por lo que es la mayor isla de Sudamérica después de Tierra del Fuego. En términos administrativos, el archipiélago conforma la Provincia de Chiloé10 situada en la Región de Los Lagos (Gobierno Regional de Los Lagos, s. f.; Gobernación Provincia de Chiloé, s. f.).

Estimaciones del Instituto Nacional de Estadísticas (INE)-Dirección Regional de Los Lagos (2008) indican que la población del archipiélago para 2015 alcanza los 202 449 habitantes, localizados principalmente en las comunas (y ciudades homónimas) de Castro (57 985), Ancud (42 251) y Quellón (37 537). Datos levantados en el Censo de Población y Vivienda 2002 (INE, 2002) registran 154 766 habitantes, de los cuales 56% son urbanos (86 646) y 44% rurales (68 120). Del total, 11% (16 969) declaró pertenencia étnica con predominancia mapuche.11 Respecto a las actividades económicas realizadas por la población económicamente activa al año 2002 (51 245), tenemos 22.6% (11 580) abocado a la pesca, 14.6% (7 466) al comercio al por mayor y menor, 14.1% (7 215) a las manufacturas, 9.8% (5 017) a actividades agropecuarias y 5.7% (2 939) a la construcción. Otras actividades representan menos de 1%.

La ocupación humana del archipiélago de Chiloé, desde tiempos prehispánicos, fue por poblaciones que combinaron actividades de pesca y recolección de productos marinos con actividades agropecuarias; prácticas que, aun con todas las modificaciones experimentadas hasta la actualidad, siguen presentes fuertemente en los sectores rurales, cumpliendo, junto con su aporte económico, roles importantes en la conformación de la identidad local (Pérez-Tayor, 2010).

Con distintos cambios a lo largo de los siglos, la articulación del archipiélago de Chiloé al mercado mundial se genera desde la invasión europea y la respectiva catástrofe indígena, similar al resto del continente. Desde el siglo XVI -pero con mayor dinamismo desde el XIX- hasta la primera mitad del XX, dominó la explotación maderera orientada a la exportación, cadena mercantil donde los chilotes ocupaban el primer eslabón. Se combinaban las actividades de pesca y recolección marina, prácticas agropecuarias y la explotación forestal mercantil, junto con el trabajo asalariado fruto de las emigraciones al continente (Urbina, 2011; Morales, 2014; Díaz et al., 2014).

Otra oleada fuerte de cambio social por efecto de los ciclos capitalistas está dada por los procesos vinculados al neoliberalismo, la llegada de la industria salmonera y el mercado de algas. El primero, mayormente estudiado, ha generado relevantes cambios territoriales en diversos ámbitos de la vida social (Floysand, Barton y Román, 2010; Mühle, Rodríguez y Torres, 2011; Rebolledo, 2012; Barton et al., 2013; Díaz et al., 2014); el segundo está escasamente investigado, siendo un aporte a su conocimiento, desde Apiao, lo que hacemos en este artículo.

Apiao es una de las tres islas del archipiélago de Chaulinec, junto a Alao y Chaulinec (mapa 1), ubicado en la costa oriental de la Isla Grande de Chiloé, zona correspondiente a la comuna de Quinchao (con una población de 8976 personas, 4417 hombres y 4559 mujeres) (INE, 2005). La entidad urbana más cercana a Apiao es la capital comunal Achao de 3 452 pobladores (1 668 hombres y 1 783 mujeres) (INE, 2005), de la cual se encuentra a aproximadamente 2.5 horas de viaje en lancha local. Apiao posee 12.4 km2 de superficie y al 2002 la habitaban 726 personas (356 hombres y 370 mujeres) en 200 viviendas agrupadas en cinco caseríos: Apiao Norte, La Capilla, La Vega, Metahue y Ostricultura (INE, 2005) (mapa 2).

Fuente: Elaborado por Natalia Malebrán para la investigación (diseño con base en Floysand, Barton y Román, 2010).

Mapa 1 Chiloé y su ubicación en el territorio nacional 

Fuente: Elaborado por Diego Artigas para la investigación.

Mapa 2 Isla Apiao y sus sectores 

Apiao antes del mercado de algas

Para comprender el alcance de las transformaciones en la isla durante las últimas tres o cuatro décadas y conocer la naturaleza del conflicto que ahondaremos más adelante, es necesario describir la vida económica de Apiao antes de la irrupción del mercado de algas.

Las prácticas de subsistencia eran, en orden de importancia, agrícolas (trigo, papas, zanahorias, ajos, entre otras de chacarería), pecuarias (vacunos, bovinos, equinos, cerdos y aves de corral) y de pesca-recolección de productos marinos. Sólo por una cuestión de extensión nos detendremos exclusivamente en las agrícolas, ya que tenían mayor relevancia material e implicaciones simbólicas para significar prestigio a las familias más exitosas en su ejecución.

Por regla general, las formas de trabajo en todas las actividades económicas se constituían con base en la fuerza de trabajo con la que participaba cada familia. Sin embargo, las tareas agrícolas requerían en ciertas fases de su ciclo (como la cosecha) más trabajadores que permitieran su realización. En función de ello, y con mayor o menor intensidad según la cantidad de tierra controlada por cada unidad doméstica, se recurría a diversos mecanismos para complementar la mano de obra que ésta aportaba. Entre familias con niveles relativamente similares de tierra e ingresos se desplegaban vínculos comunitarios a través de relaciones de reciprocidad para el trabajo -es decir, se presta ayuda en determinada faena, y luego se recibe colaboración en alguna que se necesite-. Por su parte, grupos parentales con mayor control de tierras e ingresos convocaban a personas de familias menos pudientes para que efectuaran las labores requeridas y los remuneraban mediante algún porcentaje de la cosecha. De la misma forma, las unidades domésticas de mejor situación económica llamaban a gente de otras familias, semejantes o con menos ingresos, a participar en prácticas de trabajo colectivo de carácter festivo, como la trilla o la minga, donde los dueños de la explotación "daban" la fiesta y los invitados contribuían con el trabajo.

Un elemento a considerar sobre las prácticas de trabajo festivo es que éstas se vinculaban con la cosecha de trigo y no de otros rubros, por ejemplo de la papa que -se dice- cumplía un rol en la alimentación tan relevante como el anterior. El trigo era el bien de mayor jerarquía simbólica dentro del abanico de productos, por lo tanto, los actores sociales optaban por desplegar más recursos y visibilizar públicamente su cosecha, ya que era un espacio donde se jugaba parte del prestigio social. Otras actividades que también requerían fuerza de trabajo adicional pero tenían menor estatus asociado se ejecutaban con los otros mecanismos de acceso al trabajo extrafamiliar.

La totalidad de las familias de la isla controlaban cierta fracción de la tierra y usaban prioritariamente su propio trabajo. A pesar de ello, debido a que la cantidad de tierra que poseían no era idéntica, existía espacio para una estratificación a partir de la producción obtenida y su capacidad de acumular en función del uso de trabajo extrafamiliar. Esto no alcanzaba a ser una distinción de clases puesto que todos eran propietarios de tierras que trabajaban con su familia, pero sí resultaba en una diferenciación social que implicaba una leve jerarquización de acuerdo con determinados componentes materiales y simbólicos.

La mayor parte de la producción de las actividades agropecuarias y de las relacionadas con el mar tenía por destino el autoconsumo, y había venta de fracciones menores de ella en el centro urbano de Castro en la medida en que existieran necesidades excepcionales de dinero. Otra fuente de ingresos para los apiaguanos, más importante que lo proveniente de la venta de la propia producción, procedía de los integrantes de las familias que emigraban al continente (a Chile o Argentina) a desempeñarse como asalariados en variadas actividades.

De lo expuesto se desprende la imposibilidad de convertir el trabajo en dinero dentro de Apiao. Para vender productos o fuerza de trabajo había que viajar fuera de la isla, algo que cambia radicalmente al momento de la llegada del mercado de algas, siendo uno de los elementos centrales de su éxito entre la población local.

Cuando penetra el mercado de algas y se dinamiza la estructura social tradicional, al existir una mayor movilidad de quienes se insertan eficientemente en el trabajo alguero, emerge el conflicto que describiremos posteriormente entre las familias (o personas) acomodadas y las de menor ingreso económico, aspecto que se entrelazaba con el componente etario. Las familias más pudientes solían ser aquellas con mayor porcentaje de integrantes adultos, mientras que quienes trabajaban para ellos eran de núcleos domésticos con baja presencia de adultos. Serán las personas más jóvenes y de menores ingresos quienes se insertan con rapidez a trabajar con las algas, en tanto que los de mejor situación se resisten y los critican por no acudir a las actividades agrícolas tradicionales. En el fondo veían mermada su capacidad de acceder a fuerza de trabajo extrafamiliar y de sostener su posición económica aventajada.

Por último, en esta época las algas y en especial la luga están prácticamente fuera tanto de la economía como del sistema de clasificación cultural apiaguano; ahora eran consideradas maleza marina y sólo algunas servían de abono -la más preciada en esta función era la lamilla y no la luga.

Apiao, el mercado de algas y sus transformaciones

En un inicio, los y las habitantes de isla Apiao sólo se integraron a la dinámica del mercado de algas desde el eslabón extractivo del ciclo económico. Se dedicaban exclusivamente a la recolección de algas, para luego, una vez secas, vendérselas a los compradores de fuera que se acercaban. No se "sembraban" otras algas (término local), como sucede en la actualidad con el pelillo, ni los apiaguanos se trasladaban para vender directamente en los centros urbanos compradores. Los medios de transporte-navegación existentes antes de la llegada del mercado de las algas, las chalupas o chalupones,12 eran más lentos para el dinamismo que se requería.

Esto duraría algunos años. Luego, algunas familias, gracias al capital acumulado en esta primera fase, lograron adquirir lanchas a motor y comprar algas a otros recolectores locales. Hoy en día, los compradores de fuera han sido desplazados por completo. El comercio de algas en la isla está controlado por apiaguanos que las trasladan a los centros compradores de Achao, Quinchao y Dalcahue.

Al comienzo, la recolección era realizada principalmente por las familias con menos recursos en la isla, lo cual coincidía en gran medida con unidades monoparentales con presencia de la madre. Eran sobre todo mujeres adultas y sus hijos e hijas quienes efectuaban el trabajo. Una vez arraigada la actividad, todos los actores locales se dedicarían a la extracción de luga: hombres y mujeres de toda edad, niños y niñas, profesores y alumnos, integrantes de familias anteriormente potentadas, lugueros más o menos consolidados, entre otros. No se aprecia una división del trabajo por sexo;13 la usanza es que cada persona, de modo individual o con su familia, se encarga de su luga, es decir, la extrae, la seca, la empaqueta y la vende (aunque el ingreso es familiar).

Fuente: Elaborado por Diego Artigas para la investigación.

Mapa 3 Apiao y zonas aledañas de extracción de algas con puerto en Achao 

Como se ha indicado, los primeros en extraer luga fueron integrantes de las familias de menos ingresos de la isla, en general mujeres, jóvenes y niños que dejaron de acudir a las labores agrícolas donde tradicionalmente habían trabajado en las fechas de más actividad. Los adultos de familias de mayores ingresos se mantuvieron en este primer momento dedicados a la agricultura, sin intención de involucrarse en el mercado alguero. Para alguien que ha obtenido su principal sustento de las actividades agropecuarias, y sabiendo que así ha sido por generaciones, no es fácil dejar de lado tales tareas para aventurarse en una actividad nueva y desconocida. Los primeros lugueros, mujeres, jóvenes y niños de bajos ingresos, se manifestaban ante sus ojos como aventureros que arriesgaban las formas económicas conocidas.

Los mayores que controlaban más tierras consideraban que "pasar el día agachado recogiendo algas no servía para nada, no era un trabajo digno" (A. P., diciembre de 2010). La actividad alguera pronto se presentó como una suerte de "rebelión" contra los potentados. De esta manera, las labores agrícolas se vieron privadas de un contingente importante de mano de obra necesaria para su óptima ejecución. Con esto, dinámicas históricas que habían permitido ciertos patrones específicos de acumulación en isla Apiao se vieron trastocadas. La tierra dejó de ser la principal fuente local de riqueza pero, como veremos luego, no de prestigio.

Discursos, símbolos y conflictos

La disminución de la participación en las instituciones económicas tradicionales, por un lado, y el incremento de apiaguanos en el mercado de la luga, por el otro, implicaron que las relaciones de trabajo comunitario propias de la economía prealguera (trilla o minga) se vieran reducidas, privilegiándose el trabajo individual o de la familia nuclear. Ante ello se generó cierta tensión entre los que habían sido beneficiados con las prácticas en desuso y quienes decidieron abandonarlas por la nueva actividad. Este conflicto no se presentó abiertamente, pero sí en el lenguaje, primero desde los apiaguanos adultos y acomodados, quienes, críticos de la nueva mercancía-luga y preocupados por su popularidad, articularían una serie de calificativos despectivos tendientes a depreciar a las algas y a aquellos que comenzaban a obtener su sustento en función del trabajo con ellas.

Las críticas a la mercancía-alga se sustentan en las percepciones de baja importancia que de ella se tenían dentro del sistema de significados antes de que se codificara mercantilmente. Se enfatiza en su característica de "plaga", en su "viscosidad" y en su "inutilidad", y se considera que la misma materialidad del alga es "indigna", "sucia" e "inconsistente" (G. P., enero de 2011). Un elemento interesante es la extensión simbólica de esta materialidad a los sujetos que la trabajan; así las cosas, los lugueros, llamados los lugas, han sido clasificados como "sujetos plaga", "malezas" e incluso "viscosos" (A. L., enero de 2011).14

Asociado a la depreciación de la luga y su extensión a los sujetos, surgen otros apelativos en torno a los actores y su posición en la estructura social: la luga es "trabajo de pobres" (A. P., marzo de 2011). Este aspecto no está alejado de la realidad; muchos de los primeros algueros que entrevistamos comentaron que en su etapa de niños/adolescentes eran fundamentales para la economía familiar por la ausencia de un padre y otros adultos, lo que los obligaba a trabajar la tierra de otros.

La decisión de no replicar las prácticas económicas agrarias existentes desde tiempos inmemoriales derivó en que los adultos de mayores ingresos comenzaran a calificar a los incipientes trabajadores de la luga como "flojos" (R. L., marzo de 2011), a pesar de que pasaran todo el día en la orilla del mar en labores de recolección. Vemos acá una noción contradictoria con la concepción capitalista de flojo, que denominaría así a quien trabaja para la comunidad a cambio de fiesta, y esforzado al que labora todo el día en la playa con fines individuales. En este contexto, la calificación de "flojo" equivalía a que no estaban dispuestos a participar en lo conocido y, en este sentido, se entiende otro de los apelativos recordados, el de los lugueros como "egoístas" (A. L., octubre de 2010).

Un informante, reconocido entre sus pares como pionero de la luga, cuenta que cuando comenzó la extracción de luga él tenía alrededor de 15 años, vivía con su madre y hermanos en situación de pobreza, razón por la cual desde pequeño él y sus hermanos trabajaron en las cosechas de otros apiaguanos a cambio de comida o parte de la producción. Pero cuando llegó la luga y el trabajo de ésta se pagaba en dinero, no dudó en concentrarse en ella. Nos narra cómo los adultos en esa época pensaban que meterse al mar a extraer algas era "cosa de pobres y egoístas" (A. P., diciembre de 2010).

Si bien conversamos con apiaguanos mayores, antes acomodados, que confirmaron la crítica a los algueros, la verdad es que quienes insisten en esto son los lugueros exitosos, los cuales, con relatos que mezclan resentimiento y engreimiento, recuerdan los complicados inicios del mercado de algas debido a la sanción social por parte de la comunidad. Esto es utilizado discursivamente para realzar el efectivo posicionamiento de este mercado en la localidad y su ascenso en la estructura social.

Mire ese viejo sacando luga [apuntando a un señor de mayor edad], ese viejo era igual que todos en su época, lo miraban en menos a uno por sacar luga, decía que eso era para los pobres, que cómo iban a andar sacando un alga que no sirve para nada. Mírelo ahora ahí agachado [P. C., abril de 2011].

Sin duda, este cúmulo de emociones vaciadas en los relatos no significa que los invaliden, por el contrario, sostenemos que reviven un hecho clave en este proceso: el conflicto no sólo generacional sino también entre los distintos estratos sociales de Apiao. Veamos dos narraciones que apoyan lo anterior:

Acá lo que hubo fue como una revolución, no sé si me entiende, pero no por que hubiera guerra o pelea, es que acá la gente más joven ya no quiso trabajar más en la cosechas, llegaban a veces con los bueyes a buscarte a la playa para que fueras a trabajar, pero ¡no!, la luga era lo único que uno hacía, ganar plata y salir de la pobreza [A. P., abril de 2011].

Hasta pelea había acá, es que ahí uno se daba cuenta, lo que valía uno, porque la cosa es trabajar pero trabajar para uno, en ese tiempo le decían a uno que era egoísta por sacar luga, pero ahora ¿qué pasa?, todos sacan luga y nadie puede decir que no ayuda [C. C., abril de 2011].

Como se ha dicho, las generaciones mayores valoraban y extraían su sustento de las actividades productivas que se habían efectuado tradicionalmente en la isla. Para ellos, las labores de la tierra cumplían un papel central para sostener su posición, pero de los apiaguanos en general. Por esto la "negación" de la población joven de menos recursos no era exclusivamente "mal vista", sino que quizá se visualizó como contraria a las necesidades primordiales de reproducción del colectivo, no sólo de sus familias. De ahí el epíteto de "trabajo de algueros como trabajo de egoístas".

La población adulta acomodada, sin capacidad de coerción ante las nuevas prácticas económicas de los jóvenes de menores recursos, despliega como estrategia política el uso del lenguaje en cuanto elemento que sancionará simbólicamente la "rebelión", aunque, como sabemos, no logra su objetivo, puesto que la recolección de algas penetrará aún más en el territorio.

Se observa cómo la introducción de esta nueva mercancía y reordenación capitalista erosiona estructuras económicas internas con base en nuevas dinámicas del sistema de mercado que se profundiza en la misma isla. Antes, según se dijo, Apiao no era una burbuja fuera del capitalismo, sino que ahora se intensifica.

Lo viejo se cambia por lo nuevo o se desecha parcialmente; se contraponen los discursos de quienes se veían favorecidos según los principios económicos tradicionales, anteriores a la restructuración alguera, y quienes encarnan la nueva etapa. Los apelativos de "trabajo de pobres", "flojos" o "egoístas" apuntan a tratar de convencer y convencerse de mantener con igual preponderancia las principales prácticas productivas previas a la luga.

Por otro lado, una cosa es la rápida inserción del mercado de la luga y la reconfiguración económica que ha generado, y otra su estimación y valoración en el orden simbólico como una actividad que expresa prestigio.

Aunque el mercado de la luga se impuso, y ya son más de 30 años en los que se extrae en Apiao permitiendo la mejora en los ingresos de diversas familias, aún no es considerada un recurso cultural de la isla dotado de estatus. Su lugar en el orden simbólico es inferior si lo comparamos con otros recursos de menor importancia actual para la subsistencia, como los provenientes del agro, por ejemplo la papa o la manzana. En una de nuestras visitas asistimos a una novena, rito religioso dedicado a San Antonio para pedir por algo o agradecer por una manda cumplida. Ante la pregunta de qué estábamos haciendo en Apiao, enseguida contestamos que procedíamos a realizar la "historia de la luga". Esto, sin exagerar, produjo el interés de todos los presentes y rápidamente se cambió el tema: ya no era la cultura chilota tradicional, ni los dones de San Antonio de lo que todos hablaban, sino de la luga. Se pasó de un estado de la conversación asociado con lo tradicional y lo sacro a uno relacionado con lo cotidiano y lo práctico. Todos aportaron ideas, recuerdos y opiniones; algunos no entendían muy bien por qué no estábamos examinando temas como la religiosidad, los mitos o las leyendas chilotas, mientras otros se sintieron tremendamente estimulados con la temática. Muchos nos invitaron a sus casas para contarnos sobre los inicios de la luga. Se produjo una discusión en la mesa sobre el primer barco luguero. Sin embargo, siempre estuvo presente en el discurso la idea de que la luga no era "el tema cultural trascendente"; sí una importante actividad económica, pero incomparable -en términos de valores culturales- con la religiosidad o las tradiciones chilotas como la música o la comida.

Quisiéramos hacer hincapié en este ánimo relativo a las cosas, muy característico del rol que cumple la luga en Apiao, considerada no tradicional, no integrante de la cultura de Apiao, empero, fundamental en su vida económica. Esto, en parte, explica por qué, a pesar de que son cientos los trabajadores de la luga, no han decidido asociarse para defender fines comunes, como negociar precios con los compradores de los centros urbanos cercanos. Pareciera que la luga es buena para trabajar y ganar dinero pero no para ser protagonista en la escena cultural y social. Según nuestra opinión, esto es producto de una visión impuesta "desde arriba" sobre lo que es y lo que no es cultural, que ha tendido a definir Chiloé según parámetros estancados y limitantes, a seguir pensando en la cultura chilota únicamente de modo folclórico en el campo de su religiosidad, mitos y leyendas, obviando el Chiloé de la industria del salmón, de las algas o de la privatización de los parques, en síntesis, el de los conflictos que emergen en el territorio fruto de la globalización neoliberal.

La luga no se ha identificado desde lo local como un ámbito de su cultura, sin embargo, quienes aumentaron sus ingresos gracias a ella y lograron ascender en la estructura social de Apiao la han identificado en términos de icono de la modernidad. De este modo, la luga se constituye en un espejismo que aparenta ser el mito capitalista del esfuerzo individual. Les interesa y atrae el consumidor japonés imaginario, la independencia laboral relacionada con la luga, el ingreso monetario vinculado a ella y, a través del dinero, la posibilidad de acceder al consumo mercantil. Esto incluye una identificación valorada positivamente, pero también una crítica a la venta de materias primas a bajo precio, y, por supuesto, todos somos cautivados por la alquimia de la luga: aquella sustancia fantástica con miles de fines, alimentos, cremas, como agente del cáncer,15 y un largo etcétera. En fin, la luga es, de acuerdo con nuestros entrevistados, "el plástico marino" (L. N., septiembre de 2010).

La luga es moderna, es como el plástico, si está mojada es como globo y si está seca como plástico duro. Yo creo que por esto le gusta a los japoneses, no ve que esos hacen todo de plástico [L. N., septiembre de 2010].

Que esta "mercancía natural" de la modernidad en Apiao se asemeje tanto a una mercancía icono de la modernidad en el nivel mundial no deja de llamar la atención. El plástico, dirá Barthes (1980), es la sustancia de la transformación moderna, un espectáculo a descifrar.

En el diagrama 1 podemos ver un esquema con los discursos en torno a la luga por parte de los apiaguanos de capas económicas altas, beneficiados por la economía tradicional y perjudicados por la llegada del mercado de la luga, así como de los lugueros exitosos, antiguamente de capas económicas bajas y hoy beneficiados.

Fuente: Elaboración propia.

Diagrama 1 Discursos sobre la luga 

La luga es efectivamente muy parecida al plástico en su materialidad, también en los términos que reflexiona Barthes (1980), como sustancia de infinitos resultados. A modo de ejemplo recordamos la existencia de Lugga's, un pequeño "Café, Restaurant y Shopería" que está emplazado en la ciudad de Queilen. Un local característico, de éstos que hay muchos en la Isla Grande. Los dueños del restaurante fueron lugueros en los ochenta y aseguran haber participado del boom de esta alga. En el verano de 1985, tras haber acumulado una buena cantidad de dinero, la familia decidió abrir un restaurante.

No sabíamos cómo ponerle, mi papá decía que le pusiéramos "Luga", porque gracias a la luga pudimos abrir este local, pero a mí no me gustaba, lo encontraba muy fome, muy pelado... hasta que un día que andaba paseando en Castro, vi una peluquería que se llamaba "Macho's" y lo encontré tan choro [atractivo] [R. P., septiembre de 2011].

Cuando la entrevistada decide transformar la palabra luga y hacerla "más chora", usando apóstrofes y acercándola al inglés, nos encontramos ante una decisión cultural que admira y gusta de lo moderno, de lo distinto a lo tradicional. Esto tiene mucho que ver con el eslabón económico de quienes entraron primero en el mercado de la luga. Antes de la luga eran -por lo general- pobres, a ellos "lo tradicional", en términos económicos y sociales, no los favorecía, por lo cual observamos una menor presencia de relatos nostálgicos en torno al Apiao de antaño.

Comentarios finales

En la actualidad se evidencia una articulación entre las prácticas económicas tradicionales y aquellas relacionadas con el mercado de algas. Las actividades que existían antes de la inserción del mercado alguero, si bien pierden importancia para la subsistencia de los apiaguanos, aún se realizan en forma relevante y, como vimos, conservan trascendencia simbólica. A su vez, quienes han acumulado capital en las actividades algueras han transferido parte de este ingreso para potenciar sus prácticas agropecuarias. Lo que resulta interesante es que las actividades agropecuarias ya no son el motor de la tenue diferenciación social, sino que este papel lo pasaron a cumplir aquellas asociadas al mercado de algas, principalmente entre quienes se sitúan como recolectores/intermediarios. La movilidad en la estructura social de la isla (pero del territorio alguero en su sentido mayor) está dada por la posibilidad de insertarse y desenvolverse competentemente en el mercado de algas, ya no en lo agropecuario, como fue en el pasado.

Cabe destacar que a pesar de que la luga es hoy la principal fuente de ingresos monetarios en Apiao, no ha recibido, en general, la importancia y valoración cultural que tienen otros productos/mercancías tradicionales que entregan menores ganancias. La luga, como "maleza" o "viscosa", aún existe; discursos que se articulan de manera conflictiva con los que definen a la luga como el alga moderna, la expresión del mito capitalista para quienes han logrado ascender socialmente gracias a las algas.

Sin embargo, hemos dicho que lo anterior es un espejismo, puesto que sólo ha sido posible gracias a que, hasta su extracción, no ha habido una apropiación privada de la luga. Al menos hasta su recolección, no ha sido concebida como propiedad privada, por ende, el imaginario capitalista del esfuerzo individual se desmorona, ya que no puede existir donde no hay privatización de los recursos y medios de producción. Fuera de la costa y enmallada, la luga es una mercancía y tiene dueño, se comercia, pero el éxito inicial de los lugueros pioneros sólo se dio por la posibilidad primera de acceder libremente a la luga y otras algas.

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*Temas que hemos abordado en profundidad en Morales y Calderón (2011). Una versión preliminar y acotada de este escrito fue presentada en Morales y Calderón (2012). La investigación ha sido financiada por la Escuela de Antropología de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano y por el proyecto Fondart (9895-7), Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.

1El neoliberalismo entendido como una fase histórica de los ciclos de expansión y crisis capitalista en el contexto estructural centro-periferia es tratado por Wallerstein (2005) y Amín (1999). Para aspectos concretos del neoliberalismo en distintos países véase Klein (2008); respecto a América Latina, Borón, Gambina y Minsburg (1999), Sader y Gentili (2001); sobre Chile, Agacino, Rivas y Román (1992), Fazio y Parada (2010).

2Un acercamiento a algunos procesos territoriales que hemos estudiado en Cuevas et al. (2010) y Calderón et al. (2013). Dos inspiradores clásicos dentro de la tradición antropológica son Wolf (2000) y Bourdieu (2006).

3El procedimiento de espesar sustancias en base a las algas es bastante antiguo. Según explica Masuda (1986), surge en China en una fecha indeterminada, no obstante, el método actual de manufactura de gel de algas que implica congelar y deshelar se inventó en Japón entre 1643 y 1660.

4Carragenina, gel de algas rojas, se denominaría de este modo en relación con Carrageen, localidad irlandesa en donde se encuentran en abundancia. También se conoce como irish moss (musgo irlandés) o, en cuanto a la expresión celta para llamar al alga, cosáinín carraige (vegetal marino) (Masuda, 1986).

5En este enfoque se puede revisar también a Nash (1981), Comas d'Argemir (1998) y Trinchero, Balazote y Valverde (2007).

6Se compone de: a) acuicultura (piscicultura, centros de cultivo de peces y moluscos además de reproducción y manejo de algas marinas) y b) pesca extractiva (captura de especies marinas a bordo de flotas pesqueras industriales o artesanales, y recolección de algas). Actividades de procesamiento de productos marinos (harina y aceite de pescado, elaboración y conservación de pescados, mariscos, algas y derivados) se contabilizan dentro del producto de la industria manufacturera (Banco Central de Chile, s. f.[b]).

7Integra a pesca extractiva, harina de pescado, aceite de pescado, salmón, trucha, merluza, conservas de pescado, moluscos y crustáceos (Banco Central de Chile, s. f.[b]).

8No se puede homologar con las algas desembarcadas, ya que ahí se pesan húmedas y, en exportación, secas.

9Agencia estatal perteneciente al Ministerio de Relaciones Exteriores cuya función primordial es difundir en los principales mercados del mundo la oferta exportable de bienes y servicios del país.

10Comunas de Castro, Ancud, Quemchi, Dalcahue, Curaco de Vélez, Quinchao, Puqueldón, Chonchi, Queilén y Quellón.

11Esto es, 16 715 personas que equivalen a 10.9% de la población total y 98.5% de la indígena.

12Embarcación de madera larga, a vela y remo, donde cabían alrededor de diez personas más los paquetes transportados; era construida por los propios apiaguanos.

13Aunque la práctica más nueva de extracción de algas a través del buceo es realizada primordialmente por hombres.

14 Montecino (2005) considera que la subvaloración de las algas es general en la sociedad chilena y se explica como un mecanismo de discriminación ante el alto valor culinario y simbólico que le atribuían las poblaciones indígenas. Hay dos comerciales televisivos que ejemplifican este desprestigio: a) se presenta un plato de cochayuyos como apetitoso sólo con la condición de ser un postre Parmalat (1994) y b) una propaganda del gobierno de la época muestra al cochayuyo como una "materia sin valor" al transformarse en un teléfono celular bloqueado (2011).

15Aunque es un aspecto negativo, en el discurso se presenta como un elemento que reafirma su carácter moderno

Recibido: 22 de Enero de 2015; Aprobado: 22 de Junio de 2015

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