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Alteridades

On-line version ISSN 2448-850XPrint version ISSN 0188-7017

Alteridades vol.25 n.49 Ciudad de México Jan./Jun. 2015

 

Memoria social/Estudios y contribuciones antropológicos

 

Elaborando la propia memoria: la maternidad como hito en la narración de la trayectoria biográfica*

 

Elaborating its Own Memory: Maternity as a Landmark in the Narration of Biographical Trajectory

 

Elixabete Imaz**

 

** Departamento de Filosofía de los Valores y Antropología Social/Balioen Filosofia eta Gizarte Antropologia Saila, Facultad de Filosofía y CC de la Educación/Filosofía eta Hezkuntza zientzien Fakultatea, Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea. Tolosa etorbidea, 70, CP 20018, Donostia-San Sebastián, Gipuzkoa, España. <elixabete.imaz@ehu.es>.

 

* Artículo recibido el 20/03/14
Aceptado el 11/10/14.

 

Resumen

Los planteamientos de Mijail Bajtin en torno a la novela griega antigua y de Marc Augé sobre la gestión de memoria y olvido en los ritos africanos sirven de propuesta para promover el análisis del lugar que le otorgan a la maternidad en su trayectoria vital las mujeres que han sido madres. A partir de la elaboración de una tipología de narraciones biográficas el texto ilustra en qué forma la memoria del tiempo pasado y presente es representada desde el hito que constituye la maternidad y, simultáneamente, cómo es proyectado el futuro propio.

Palabras clave: autobiografía, trayectoria vital, subjetividad, olvido, método biográfico.

 

Abstract

Mijail Bajtin's arguments on ancient Greek novel and Marc Augé's proposal on memory and oblivion management in African rites stand as a proposal to promote the analysis on women's understanding of their own maternity within their vital trajectory. By elaborating a typology of biographical accounts, the text illustrates how memory of past and present times is represented from the landmark that constitutes maternity and, at the same time, how their own future is projected.

Key words: autobiography, vital trajectory, subjectivity, oblivion, biographical method.

 

En este artículo voy a reflexionar sobre el lugar que algunas mujeres que recientemente han sido madres otorgan a la maternidad en la narración de su trayectoria biográfica. Además, pretende ser una aportación metodológica, en la que recupero categorías y propuestas teóricas relativas a la elaboración de la memoria, y las reinterpreto en un ejercicio de comprensión de mis datos de investigación.

Para ello tomo la propuesta de Teresa del Valle sobre los mecanismos de elaboración de la memoria y los ejes estructuradores del recuerdo (1995a, 1995b, 1996, 1997, 1999). Del Valle considera la memoria como un elemento clave en el que el flujo entre pasado, presente y futuro incide activamente en la creación de las identidades individuales y muy en concreto de las identidades de género (Del Valle, 1997: 60). La memoria, para esta autora, es dinámica y constantemente transformada reinterpretando "los acontecimientos del pasado pero a la luz de los acontecimientos y necesidades del presente, en el contexto de nuevas experiencias o de lo que se predice pueden ser las del futuro" (Del Valle, 2006: 15). Este planteamiento coincide con el de Nora Catelli, quien en su reflexión sobre las autobiografías señala el modo en que la construcción del yo presente aparece siempre conectada con algo previo -un modelo, un polo de identificación, otro yo anterior- (Catelli, 2007: 220). En este sentido es imprescindible considerar la naturaleza cambiante de las interpretaciones de los significados de lo recordado en el presente y concebir la memoria como una respuesta a necesidades diferentes de aquellas que originaron los acontecimientos que se recuerdan (Del Valle, 1997: 60).

Con base en este punto de partida, en la primera parte del artículo expongo el proceso de construcción de una tipología de narraciones que contribuya a explicar el lugar que para las mujeres ocupa la maternidad. En la segunda parte aplico estas categorías presentando casos procedentes de mi trabajo de investigación en el País Vasco (España) entre mujeres que han sido madres por primera vez.1 En un contexto de transformación y renegociación de las relaciones de género, mi objetivo es interpretar el lugar que convertirse en madre adquiere en la reconstrucción biográfica de las mujeres contemporáneas, erigiéndose en una señal medular en la narración de su existencia, el punto desde el cual tanto pasado recordado como futuro proyectado se resignifican.

 

La maternidad en las ciencias sociales

Este artículo y mi trabajo de investigación en general pretende contribuir a reconocer la maternidad en su componente social, alejada de toda naturalización, discerniendo a través de la diversidad de experiencias los sentidos culturalmente compartidos de ser madre (imaz, 2010). Se trata de abrir vías de análisis y de reflexión en torno a una temática que ha quedado sistemáticamente relegada al ámbito personal o privado, y de ahondar en un proceso que ha sido poco tratado desde una perspectiva sociológica. La construcción histórica, social y cultural de la maternidad y la experiencia de la maternidad se convierten así en objeto de conocimiento y problema de investigación.

Desde la antropología feminista se ha evidenciado el tratamiento naturalizador con el que por lo general las ciencias sociales, incluida la antropología, han abordado la maternidad. Nicole-Claude Mathieu (1991) habla del profundo desinterés por el estudio de la maternidad, que contrasta con la dedicación a la paternidad, mientras que Paola Tabet (1985) muestra cómo tener niños se considera un atributo natural de las mujeres en el que no existe intervención social. A excepción del psicoanálisis, son escasas las elaboraciones sobre la maternidad, y la literatura aparece como único ámbito en el que el significado subjetivo de la maternidad tiene un lugar. Como señala Del Valle, "es flagrante que a pesar de los números casi infinitos de maternidades que han ocurrido en los tiempos y espacios más inauditos, la maternidad no ocupe un capítulo diferenciado ni en la historia ni en el quehacer científico" (1995a: 17).

Es a partir de la década de los ochenta, como resultado de un largo proceso de replanteamiento que, sobre todo desde el pensamiento feminista, cuestiona la construcción de género de occidente, cuando la maternidad emerge como objeto de investigación. En especial desde la historiografía social (Badinter, 1991; Knibiehler, 2000), pero también desde la sociología o la antropología social, se afirma el carácter histórico y cultural de la maternidad (Hanigsberg y Ruddick, 1999; Hays, 1998; Glenn, Chang y Forcey, 1994) y se comienza a tratar la contingencia de las formas que adopta ésta en los diversos contextos sociales (Chase y Rogers, 2001; Bock y Thane, 1996; Descarries y Corbeil, 2002; Abbey y O'Reilly, 1998; Tubert, 1996). En los últimos años, el interés por el estudio de los orígenes y bases de los modelos hegemónicos de la maternidad, así como de las estrategias de resistencia y de transformación de las mujeres frente a estos modelos, se ha reorientado al fenómeno de las nuevas formas familiares y las figuras parentales que a ellas se vinculan (Porqueres i Gené, 2009; Fons, Piella y Valdés, 2010).

Si bien la maternidad adquiere matices únicos para cada persona, mi planteamiento es que es posible definir una tipología respecto al significado que para las mujeres de un determinado contexto histórico y cultural adquiere la maternidad, apoyándome para ello en el material biográfico logrado en mi trabajo de investigación.2 Propongo para ello el concepto de hito como herramienta analítica que me permite identificar en qué medida la maternidad se constituye en la señal que marca un antes y un después claro y diferenciable en la trayectoria biográfica. Un hito, en términos de Del Valle, se define como aquellas circunstancias o momentos que se reconocen como "decisiones, vivencias que al recordarlas se constituyen en una referencia significativa" (1997: 62). La selección de los hitos como estrategia de análisis es "una forma de acceder a claves significativas que partiendo de los relatos biográficos nos llevan a una comprensión más amplia de fenómenos socioculturales" (1997: 73). Los hitos destacan "por la nitidez en el recuerdo" (Del Valle, 1996: 147). Pueden ser encuentros, respuestas a situaciones, determinaciones de momentos que dejan marcas en la experiencia, tienen impacto y conllevan consecuencias (Del Valle, 1995b). En definitiva, "mojones" (Del Valle, 1996: 49) que aparecen en la vida propia y tienen importancia en una mirada longitudinal, ya que se le atribuye una relación entre lo acaecido antes y después.

 

Memoria y gestión del tiempo narrado: retomando las propuestas de Bajtin y Augé

A partir de este planteamiento, voy a detenerme en dos obras de autores que provienen de disciplinas diferentes: por una parte, el análisis de Mijail Bajtin en Teoría y estética de la novela (1998) y, por otra, el ensayo de Marc Augé titulado Las formas del olvido (1998), que pese a sus distantes enfoques y objetos de estudio convergen en un tema: la expresión y formas que toma el tiempo en la narración. El objetivo de este circunloquio es comprender la definición de las categorías que propongo, en cuanto una tipología útil, en el contexto cultural de referencia en mi investigación, para entender las memorias individuales de las trayectorias vitales construidas desde el hito en el que se constituye la maternidad.

En su trabajo, Bajtin (1998) recurre al concepto de cronotopos para analizar las que denomina "novelas griegas antiguas", distinguiendo tres formas diferentes de representar el tiempo a partir del tratamiento que recibe el héroe protagonista: el cronotopo de aventuras y de prueba, el del camino, y el de la novela tradicional o de la crisis.

En el cronotopo de aventuras o de la prueba, Bajtin destaca la ausencia de "significación biográfica [o] psicológica" del tiempo que transita el protagonista (1998: 243). La aventura narrada se desarrolla en un tiempo "fuera de la vida [...] un hiato completamente puro entre los dos momentos del tiempo biográfico, que no deja ninguna huella en la vida y el carácter de los héroes" (1998: 243). Es un tiempo que está fuera de la serie temporal histórica y biográfica de su protagonista, que no deja indicios de su paso (1998: 244).

En el cronotopo del camino, el comienzo de la trama se sitúa en un espacio determinado, la patria, un lugar de origen desde el que se parte y al que después se regresa, tránsito en el que se recorre un camino geográfico a la vez que biográfico que consiste en "la puesta a prueba constante de la constancia y de la identidad de los héroes consigo mismos" (Bajtin, 1998: 258-259). Renegando de lo falso y del engaño, la búsqueda de la coherencia es el motivo que guía la novela, en la que el héroe regresa al punto de partida, al hogar, idéntico a sí mismo pero evolucionado.

Por último, el cronotopo de la novela tradicional o de la crisis trata de un hiato temporal que sí produce alteraciones en el tiempo biográfico. En el relato "son representadas las diversas imágenes, claramente diferentes, de la misma persona, reunidas en ella como épocas y etapas diferentes de su existencia. [...] Imágenes separadas y reunidas por las crisis de dicha persona y por sus renacimientos" (Bajtin, 1998: 268). Se trata de una peregrinación, en la que se produce la metamorfosis de la identidad del héroe. Hablamos, en consecuencia, de una evolución, pero en este caso "no de una evolución lineal, sino a saltos con nódulos" (1998: 266).

Por otra parte, el ensayo de Augé (1998) plantea que los ritos africanos pueden considerarse como dispositivos para pensar y administrar el tiempo. A partir de estos ritos define "las formas o figuras del olvido" -el retorno, el suspenso y el recomienzo- que le permiten reflexionar sobre el juego entre la memoria y el olvido y la gestión del tiempo (1998: 20).

La figura del retorno pretende "recuperar un pasado perdido, olvidando el presente -y el pasado inmediato con el que tiende a confundirse- para restablecer una continuidad con el pasado más antiguo" (Augé, 1998: 66). Los ritos de posesión serían la institución emblemática del retorno: quien es poseído debe olvidar enseguida el episodio, borrar la presencia del otro en sí mismo. El poseído "vuelve en sí" de su "retorno" y los demás se erigen en testigos del episodio de posesión e incluso en destinatarios del mensaje. Aquí la negación del presente, es decir del tiempo de la posesión, crea el nexo entre pasado y futuro. Consumar ese retorno e introducirse en la continuidad recobrada del tiempo, dice Augé, requiere una gran capacidad de olvido, la renuncia al pasado más reciente.

El suspenso, por el contrario, recupera el presente "seccionándolo provisionalmente del pasado [...] olvidando el futuro por cuanto éste se identifica con el retorno del pasado" (Augé, 1998: 66). El presente desligado de pasado y de futuro por medio de la suspensión del tiempo corresponde con periodos interregno o interestacionales en los que la inversión sexual y social son habituales, prueba manifiesta del carácter excepcional del momento. Se produce "una estetización del instante presente que únicamente puede expresarse en futuro perfecto 'habré vivido al menos esto'" (1998: 67).

Por último, la figura del recomienzo que Augé vincula a los ritos de iniciación trata no de una repetición sino de "una inauguración radical [cuya] pretensión es recuperar el futuro olvidando el pasado, crear las condiciones de un nuevo nacimiento" (Augé, 1998: 67). Abrirse al futuro olvidando el pasado, una especie de nuevo nacimiento que abre las puertas a todos los futuros posibles sin dar prioridad a ninguno. Se borra o se olvida el ser que fue el iniciado, surge una nueva conciencia. El presente toma entonces la forma incoativa de orientación exclusiva hacia el futuro y del borramiento del pasado.

 

Los tres modos de ubicar la maternidad en la trayectoria vital

Los cronotopos de aventura, de camino y tradicional definidos por Bajtin y las figuras del retorno, el suspenso y el recomienzo de Augé mantienen importantes coincidencias entre sí pero contienen a su vez algunas divergencias destacables.

Una primera coincidencia es el cronotopo de aventura de Bajtin y la figura del suspenso de Augé. Comparten la característica de situarse fuera del tiempo, en un presente escindido e independiente que resulta invisible al vínculo entre pasado y presente. Ambos se sitúan en exclusivo presente, no remiten al pasado y no tienen proyección hacia el futuro. El sujeto al que aluden ambas figuras es uno que permanece inalterado e indemne al episodio vivido -la aventura en el primer caso, el ritual en el segundo-, algo de lo que los otros son testigos pero es "recuerdo olvidado" (Augé) para el o la protagonista. De las figuras perfiladas por ambos autores éstas son las únicas que no resultan útiles para mi caso, pues, como destacan las entrevistadas, la maternidad es en esencia transformación: en ocupaciones, en usos del tiempo, en relaciones familiares, laborales y afectivas, así como también en prioridades. Sólo un aborto, un embarazo subrogado, un parto anónimo o una cesión en adopción podría plantearse, en ocasiones, en términos de olvido: algo que no deja huella en la memoria del sujeto más que como dato o, incluso, como episodio que es incorporado al bagaje vivencial pero como una experiencia distinta de la de la maternidad.3

A excepción de este tipo de situaciones, convertirse en madre queda inscrito en la biografía personal de forma perenne en la medida en que otorga a la persona una condición social nueva y de por vida (Imaz, 2010). El acontecimiento de convertirse en madre difícilmente puede evaporarse sin dejar huella en la trayectoria vital. No obstante, la actitud ante este cambio y la articulación del hito que constituye el nacimiento del bebé respecto al presente, el futuro y el pasado difieren en cada mujer.

Es respecto a esa diferencia que propongo tres tipos de narraciones biográficas que implican distintas elaboraciones del presente y del pasado reciente, del pasado remoto y del futuro proyectado a partir de la maternidad como hito. He denominado a estas tres figuras narraciones de continuidad, de bifurcación y de ruptura. La narración de continuidad coincide con el cronotopo del camino de Bajtin y con la figura del retorno de Augé. En ellos, aunque el sujeto cambia, no se transforma, sino que evoluciona. Se produce una contigüidad entre el pasado remoto y el futuro, pero es imprescindible borrar el pasado reciente, omitir la aventura vivida por el héroe, en el caso de Bajtin, y olvidar la posesión, en el caso de Augé. La narración de ruptura se inspira en la figura del recomienzo de Augé, en la que presente y futuro, íntimamente ligados, sólo pueden construirse desde la negación del pasado, como en los ritos de iniciación, donde el pasado queda relegado y el sujeto se proyecta al futuro. La narración de bifurcación, por último, se apoya en el cronotopo de crisis de Bajtin, donde el héroe se proyecta hacia el futuro pero sin renegar de ni ocultar el pasado, pues es precisamente ese pasado el que da forma a su presente.

El cuadro 1 sintetiza la tipología propuesta y su correspondencia con las elaboradas por Bajtin y Augé, así como sus rasgos fundamentales. En los siguientes epígrafes muestro cómo encaja esta tipología con las experiencias de maternidad y la trayectoria biográfica relatadas por las mujeres, ilustrando, mediante casos recogidos en mi trabajo de campo, cómo el hito de la maternidad se integra en y remodela la forma de constituir la memoria de la trayectoria biográfica.

 

Narraciones de continuidad o la maternidad como encadenamiento

Como se ha mencionado, este tipo coincide con el cronotopo del camino de Bajtin y con la figura del retorno de Augé, donde el sujeto, aunque cambia, no se transforma, sino que evoluciona. Se produce así una contigüidad entre pasado remoto y futuro, a costa, eso sí, de borrar u olvidar el pasado reciente. En las narraciones esto se manifiesta en que en el relato sobre la transición a la maternidad que hacen algunas mujeres se omite ese lapso de tiempo del pasado inmediato que implica el periodo juvenil, muchas veces protagonizado por el alejamiento del hogar parental, el enamoramiento, la cultura juvenil o incluso el conflicto intergeneracional. La maternidad es aquí un hito dentro de un proceso lineal y unívoco, mientras que la juventud es una etapa que desaparece de la narración, que pierde importancia respecto a la linealidad del trayecto dibujado como verdadero. Este periodo juvenil anterior a la maternidad -insignificante biográficamente hablando- es bastante llamativo en la medida en que las mujeres en el contexto en el que se sitúa la investigación están accediendo a la maternidad de manera muy tardía, en casi todos los casos más allá de los 30 años de edad (Imaz, 2011). Por ello, el periodo "olvidado" abarca por lo general más de diez años, que incluyen la etapa de estudios superiores, diversas experiencias laborales, anteriores parejas sentimentales, etcétera.

El enlace entre el pasado y el futuro por medio de la supresión del pasado reciente se hace patente en Miriam, de 34 años, profesora en el sistema educativo público desde hace 11. Su profesión implica tener que trasladarse a diferentes localidades, y en la actualidad lleva varios años trabajando en un pueblo pequeño. Para ella, la maternidad aparece como un proyecto siempre latente pero pospuesto y siente que "se le han pasado los años" empeñada en otras cuestiones: finalizar los estudios, emanciparse de los padres, estabilizarse laboralmente. No se había planteado la maternidad entre otras cosas por carecer de una pareja estable. En determinado momento, y vinculada con una perspectiva de estabilidad en el empleo, decide tener un hijo con la pareja con la que convive desde hace años. Ella percibe que esta decisión es lo que todos esperan de ellos, pues "parece que lo más normal, si eres una pareja, es que, si puedes, tengas hijos; igual que antes parecía que te tenías que casar, pues parece que por inercia tienes que tener hijos".

Miriam muestra incertidumbre ante el futuro y duda de su capacidad de criar a un hijo. Siente el peso de una responsabilidad nueva a la que no está muy segura de saber responder. Al referirse a la preocupación que le produce ser madre, se dibuja a sí misma como alguien que nunca, hasta el momento, ha tenido que asumir ninguna responsabilidad. Al reconstruir su trayectoria vital, borra el tiempo transcurrido desde el fin de la universidad hasta el presente -protagonizado por el nacimiento de su primer hijo-, periodo que comprende 11 años. Afirma: "ahora voy a tener que asumir responsabilidades", de las que considera haber carecido hasta el momento:

Hasta ahora mi única responsabilidad han sido los estudios. Los padres te los pagan, y tienes que aprobar, mis padres no son ricos, por eso siempre me he preocupado por los estudios [...] Y ahora, esta responsabilidad pues da miedo.

Es llamativo el olvido de las responsabilidades que, como profesora, ha debido asumir cotidiana y constantemente durante años, y la omisión de las decisiones tomadas en ese lapso. Durante los 11 años que transcurren entre el fin de los estudios universitarios y el nacimiento de su hijo, Miriam trabajó en varias escuelas, vivió primero con amigas y más tarde con una pareja distinta de la actual, mudó su lugar de residencia en diversas ocasiones, concursó y ganó una plaza permanente, todas ellas decisiones conscientes que asumió y que orientaron su vida. Mas todo queda borrado al hablar de su próxima maternidad. Su narración evidencia cómo se secciona toda una larga etapa de su vida en pos de establecer la continuidad entre la niña que fue y la madre que será.

Que se remarque la continuidad al dibujar estas narraciones obedece a que la maternidad se localiza, al menos idealmente, al final de un periodo de progresiva estabilidad en la trayectoria vital. Una contigüidad de pasos o etapas, en la que cada una lleva a la siguiente, que desde mucho antes de convertirse en madres las entrevistadas ya anticipaban: estudiar, conseguir un empleo, encontrar una pareja, convivir un tiempo con ella...

La maternidad culmina el periodo de maduración y el proyecto de futuro con la pareja. En estos casos "el hijo aparece como uno de los signos de la confianza acordada al otro, un proyecto de entre otros proyectos comunes" (Lemieux, 1996: 55), el signo del compromiso mutuo de una pareja implicada en un mismo proyecto vital. Así ocurre para Ana, de 30 años, para quien el deseo de maternidad aparece como el cierre de una etapa con el que se produce un retorno a la vida estable, cuyo eje será la vida familiar que se experimentó en la infancia y de la que las personas se alejan durante la juventud. Con la maternidad se clausura la etapa de "hacerse adulto", tiempo en el que se produjo cierta separación respecto a la familia de origen. Los tiempos, espacios y actividades durante ese periodo se compartieron con amigos, con compañeros de bachillerato y, más tarde, con compañeros de universidad. Tras buscar estabilidad laboral y afectiva, la llegada de los hijos o hijas supone para Ana "como que entras en la rutina de la familia, o sea, como la rueda de antes, es como volver un poco al pasado, que antes estabas con tus abuelos, o con tus primos". Pero este retorno no es como hija sino desde la nueva posición de madre y de adulta.

Ya desde el noviazgo se intuía que la evolución de la pareja y de la vida conjunta recorrería ese camino que lleva a la formación de una nueva generación que hace renacer la red familiar:

Siempre lo hemos tenido claro que queríamos casarnos y a los años íbamos a querer tener hijos, es que es algo establecido. También teníamos claro que después de casarnos queríamos unos años sin tener hijos, para estar nosotros a nuestro aire [...]. Hijos queríamos tener fijo, ¿cuándo? Pues cuando lleguen, y fijo que nos llegarán dentro de dos años, digo la necesidad esa de tener hijos y es que así ha pasado, sin darle muchas vueltas.

Tras el nacimiento de su hijo, Ana vislumbra una vida con un eje familiar muy fuerte en la que los lazos se refuerzan, se convive con la familia de origen de forma más estrecha, se produce un vuelco vital hacia una vida familiar renovada con "más planes familiares, más ilusión en las casas".

Se reproducirá, en definitiva, un nuevo ciclo en el que lo que cambia no es la vida familiar, que se mantiene idéntica a aquella que se tuvo en la niñez y se contribuye a reproducir, sino la posición que en cuanto madre se ocupa en ella.

Se hace patente la centralidad que la familia de origen adquiere en estas trayectorias de continuidad. Son casos en los que el vínculo familiar es permanente y preferencial, y la mayoría de las veces las relaciones de grupo de amigos, del barrio, del pueblo, son una continuidad de las de la familia y se mantienen desde la infancia.

Esta circunstancia es perceptible sobre todo en Inés, de 30 años, cuya cotidianidad se ciñe al pueblo en el que ha crecido, donde las relaciones de amistad, laborales, familiares y vecinales se entrelazan intrincadamente y son indistinguibles. De su marido dice: "nos conocemos de toda la vida [...] He estudiado con su hermano menor y con la novia de su hermano, soy de la cuadrilla4 de su hermano el tercero". La relación de pareja ha ido consolidándose dentro de las relaciones más amplias del grupo de amigos y amigas del mismo pueblo y generación, y no sabe precisar mas que de forma muy vaga cuándo comenzó la relación de pareja con el que hoy se ha convertido en su marido.

En su narración la vida aparece como una sucesión de etapas -muy marcadas por los ciclos educativos escolares- en la que las personas van encontrando su lugar, su trabajo, la pareja adecuada. El periodo universitario emerge como época de separación o desanclaje respecto a su vida hasta el momento, donde los caminos recorridos desde la niñez junto con personas vecinas, amigas y compañeras de escuela se distancian de manera temporal. La Universidad, dice, es "un ambiente ideal [...]. Me parece que puede campar cada uno a sus anchas, [...] que no eres tan criticado como puedes ser en la sociedad más cercana [.] Es una pasada lo que se debate, eso sí que a veces echo de menos". Sin embargo, nada más finalizar los estudios proyecta su boda, y a pesar de que inicia unos cursos de posgrado los abandona. Renuncia a buscar un trabajo vinculado a su formación accediendo a un empleo en la misma empresa que su marido, en la localidad donde reside, por la comodidad que le supone en todos los aspectos. Inés y él se trasladan a vivir a un edificio de apartamentos en el que tienen por vecinos a los padres y tíos de su esposo. Los padres de Inés, por su parte, continúan viviendo en la casa en la que ella creció, a unos metros de su actual domicilio.

En definitiva, franqueada la etapa universitaria, Inés retorna a los espacios de la infancia y de la primera juventud: el eje de la vida vuelve a tener como protagonista a su localidad, se pierden progresivamente las relaciones de la Facultad y se retoman aquellas más cercanas que por un tiempo quedaron debilitadas.

Igual que ocurrió con ella, las y los "conocidos del pueblo" de su generación, ya adultos, vuelven a convergir en los mismos espacios. Inés recalca que se ha reencontrado en las clases preparto con mujeres de las que desde hacía años sabía muy poco o con las que había perdido contacto, y se muestra convencida de que a partir de ese momento volverá a encontrárselas en los sitios en los que participan los niños del pequeño pueblo en el que habita: el parque de juegos, el pediatra, la escuela. Con esas mujeres que, igual que ella, buscaron y definieron su lugar en cuanto adultas, compartirá en adelante no sólo tiempos y espacios, sino también las preocupaciones e inquietudes de la maternidad.

En la vivencia de Inés, el nacimiento de su hija es un paso más, aunque culminatorio, de un proyecto que se inició muchos años atrás. Para ella, tener pareja y tener hijos está tan vinculado que no se siente capaz de distinguirlo, y lo sitúa en la evolución "normal" y "natural" de la pareja. En su relato se dibuja la trayectoria personal como una transición tranquila, de sucesivas etapas vitales que se producen sin grandes traumas, progresiva, que se adapta a un esquema predeterminado y acorde a convencionalismos. Y al igual que no sabe especificar cuándo comenzó su relación de pareja, tampoco puede precisar cuándo empezó a plantearse la posibilidad de ser madre:

Es que no me acuerdo, te he comentado un poco en general porque es que no-me-acuerdo [recalcándolo], tengo 30 años, llevo 13 con una persona, es que no me acuerdo de esto ni de muchas otras cosas, tal día hicimos tal cosa, tal día formalizamos no sé qué [...]. Lo que tenemos en esta relación que ha ido piano, piano, paulatinamente, se ha ido complicando, hasta el punto en que hemos querido nosotros complicarnos. Sí ha habido más o menos los pasos normales o los pasos... normales. Entiendo por normales causas y efectos paulatinos: ni el primer día nos enamoramos que dices me voy a vivir contigo el segundo día sin conocerte, ni voy a tener hijos porque eres el chico más maravilloso del mundo, sino que empezamos de amigos [...]. Se va liando la cosa y, bueno, un poco sin prisa pero sin pausa, o sea, voy a conocerte, a convivir y cuando ya me dices "¿cuándo te diste cuenta de que este chico pues era el... correcto?", pues no sé, porque si te digo que de toda la vida, pues de toda la vida. Es que empiezas como todas las relaciones: ¿yo le gustaré?, ¿no le gustaré? Ya sabes, esas cosas de cuando empiezas una relación, y ¿durará esto? Y te das cuenta y dices ¡jo! llevamos ya no sé cuántos años, es que no sabría si 12 o 13 años [.]. Tampoco te sabría decir, igual que no te sé decir esto, tampoco te sabría decir cuándo empecé a pensar en ser madre.

Escuchándola se siente que la vida fluye con una lógica invencible, toda la trayectoria vital es una sucesión natural en la que sólo existe una etapa de separación: la universitaria, donde los caminos de las personas que se conocen desde siempre se separan, pero que vuelven a convergir, a los pocos años, por mediación de las etapas educativas, pero ya no las propias, sino las de los hijos e hijas. En este caso, la elipsis que se hace de todo el periodo de estudios universitarios no deja más marca en la biografía que una desdibujada melancolía por un mundo que ya no está presente en su vida.

En los tres ejemplos mencionados, las protagonistas comparten la consideración de la juventud como un paréntesis en la linealidad de la biografía. La juventud es leída como una fase de acoplamiento, como un proceso que va de una desorientación inicial, una búsqueda, a la certeza de que se ha encontrado un lugar, una posición, una pareja. Desanclaje y búsqueda protagonizan los años de juventud previos a la maternidad, unos años necesarios en la definición de la propia persona pero que luego pierden importancia en el dibujo de la trayectoria vital. La vida individual adquiere sentido en un contexto familiar que se prolonga en el tiempo, un ciclo en el que se van sucediendo las generaciones, y en este proceso las protagonistas se asemejan a eslabones que procuran continuidad al entramado familiar.

 

Narraciones de ruptura o la maternidad como oportunidad

En este segundo tipo de narración me baso en la figura del recomienzo de Augé, en la cual el sujeto renace desde un presente que actúa como una ruptura con el pasado, que se borra y se olvida, orientando la biografía exclusivamente hacia el futuro. El presente es la puerta para el inicio de un futuro que no mira hacia atrás e intercepta a un pasado que no se reivindica.

En los casos que aquí se agrupan el elemento fundamental es la sensación de que la maternidad supondrá la inauguración de una nueva etapa de vida que conlleva una renuncia explícita a los pasajes considerados no apropiados de la vida anterior. Convertirse en madre implica una modificación en la orientación de la trayectoria vital y contiene un componente de repudio hacia la vida pasada en la que se considera que se erró o se tomaron sendas inadecuadas. Ser madre supone aquí un cambio radical y de ruptura con etapas anteriores. De hecho, la maternidad es la causa y la impulsora del cambio, posibilitando una nueva perspectiva y reorientación que es vista como positiva en contraste con la lectura negativa del pasado inmediato.

Es la situación de Susana, de 31 años, que tras varios años de contratos laborales en un colegio católico de niños con dificultades de aprendizaje -es decir, un trabajo con una franca vocación social, tal y como es percibido por ella misma- ve que su contrato no es renovado luego de anunciar su embarazo. A ella le afectó profundamente este despido encubierto, y el malestar que mostraba iba mucho más allá de la denuncia de una ilegalidad.

Estoy sí, muy preocupada, muy agobiada, muy. dolida, engañada, timada, como persona, como mujer y como madre. Que te pase esto por estar embarazada es un disparate hoy en día.

Susana se querelló con la dirección del centro y ganó el juicio, por lo que la escuela estaba obligada a readmitirla. Sin embargo, decide no retornar a su trabajo pues el ambiente laboral ya no le resultaba agradable ni satisfactorio. Habla de sí misma como de una persona a la que le "han tomado el pelo". La sensación de engaño, de hostilidad no sólo hacia la empresa que la despidió sino hacia la sociedad misma y a los valores que imperan en ella, se traslucen en toda su narración. Se siente decepcionada porque no es correspondida en el altruismo que ella mostró a la sociedad a través de su trabajo comprometido. Se expresa con mucho rencor sobre otros casos de mujeres que trabajan pero que han sido también "engañadas", como lo fue ella. En consecuencia, decidió volcarse en su hija mientras duró la baja maternal y el subsidio de paro, con la intención, más adelante, de buscar un empleo con mayor seguridad, pero menos vocacional y con menor compromiso social. En contraste con su vida anterior, que había tenido en el desarrollo de un trabajo de ayuda a los otros un eje significativo y en la que las satisfacciones que éste le otorgaba tenían más importancia que las condiciones laborales en las que se desarrollaba o el sueldo, Susana plantea para su futuro buscar un trabajo que sea de manera exclusiva una fuente de ingresos, poco comprometido emocionalmente y que le procure seguridad económica. Asume un modelo de maternidad más tradicional, y "dedicarse" a su hija deviene una prioridad. A su vez, el elemento de decepción y desencanto con la vida pasada tiene un fuerte peso.

En el caso de María, un embarazo no intencionado a los 21 años acaba provocando la ruptura con su pareja. Durante el embarazo, siente a su novio distante, cree que no se interesa por ella. A pesar de que él quiere empezar a vivir en pareja, María comienza a sospechar de infidelidades y a no tolerar actitudes que interpreta como de "falta de respeto" hacia ella y de "falta de compromiso" hacia el bebé que va a nacer. Siente que su novio se ha estado "riendo" de ella y que los amigos comunes no la han ayudado. La maternidad aparece como el momento que promueve una sucesión de decisiones que considera importantes para su vida: seguir viviendo junto a su madre, separarse de su novio, buscar nuevos amigos y retomar los estudios que había dejado. Son éstos los proyectos que la ilusionan tras su maternidad y vertebran la vida futura que planea. Olvida a sus antiguas amistades muy relacionadas con su barrio y con su exnovio, y conoce a través de redes sociales amigos nuevos "que no la marginan por ser madre" y con los que comienza a juntarse algunos fines de semana. Como Susana, María siente que en el pasado se equivocó, pero si Susana muestra decepción frente a la sociedad que no le corresponde, en María la ruptura con el pasado tiene como elemento central a la pareja. Así, el nacimiento de su hijo constituye para María el factor que la hace percibir con claridad la necesidad de revisar su vida y es el propulsor de un conjunto de cambios profundos.

Por último, Carmen, de 42 años, ve en la maternidad el hito que cierra un periodo de juventud extenso caracterizado por los vaivenes y cierta desorientación en cuanto a lo que deseaba en lo laboral y en lo afectivo. En la veintena, sus planteamientos vitales e ideológicos la distanciaron de su familia de origen, con la que mantenía relaciones "un tanto conflictivas", y decide emigrar a una capital europea con la intención de formarse en arte dramático. Ya en la treintena, retorna a su pueblo, y se dedica durante algunos años a un empleo bien remunerado pero que no reviste para ella ningún interés, con unos horarios que absorben prácticamente toda la jornada y que, en sus propias palabras, "no me gustaba y no me aportaba nada". Es a sus 38 años cuando conoce a su marido y padre de su hijo. Hasta entonces, sus escasas relaciones de pareja habían sido difíciles y no las valora positivamente; además, ha tenido "aparcado" el tema de los hijos. Es tras un periodo de fuerte reflexión sobre la propia identidad, ayudada por una terapia psicoanalítica, que aparece, con una fuerte nitidez, la posibilidad de ser madre. La maternidad le sirve para imprimir un giro en su vida, con la que no estaba contenta, no tanto por las experiencias acumuladas, sino por la indefinición que la caracterizaba a causa, precisamente, de su incapacidad de decidir sobre cómo dirigirla. En el presente, la maternidad le da estabilidad, una estabilidad buscada, en un contexto de pareja tranquilo, que es lo que quiere para este momento.

Es interesante cómo en este caso se cubren voluntaria y conscientemente determinados pasos muy vinculados con una lectura tradicional de ser mujer y de la maternidad y que contrastan de forma notable con su vida pasada: decide casarse por la Iglesia, a partir de la boda exige el abandono de los anticonceptivos y acepta un régimen de vida en pareja que la obliga a una división sexual del trabajo muy tradicional, en la que mientras su marido trabaja todo el día en un negocio propio de largas jornadas ella se encarga de la crianza. Carmen renuncia a un modo de vida anterior que ha sido intenso, y a la vez problemático, iniciando uno nuevo, muy distinto, en el que el hijo aparece como culminación, el remate que implicará la asunción de un estilo de vida más convencional pero también más estable, más tranquilo. Tras el nacimiento del bebé se compromete en la creación de una pequeña empresa que le permite compatibilizar su dedicación prioritaria a la maternidad. El futuro se le presenta con el hijo, sobre el que ella asume la mayor parte de la responsabilidad parental y que se convierte en el eje de la organización de la vida diaria.

En las tres narraciones reunidas en este apartado la maternidad se presenta como un elemento disruptor en la trayectoria biográfica. Tener un hijo provoca, alienta u obliga a una revisión de los parámetros sobre los que se sustentaba la propia existencia pasada que se califica desde el presente con rasgos inequívocamente negativos y/o equivocados. Sin lugar a dudas, en la narración de ruptura la maternidad se erige en hito desde el que las protagonistas se apartan del pasado y redirigen su futuro.

 

Narraciones de bifurcación o la maternidad como decisión

En esta tercera tipología inspirada por la figura del cronotopo de la crisis de Bajtin, la maternidad es cambio y reinicio, pero sin que exista ruptura con el pasado. Se trata más bien de una transformación del sujeto acumulativa en el progreso de la biografía. Aquí el relato se orienta hacia el futuro sin renunciar al pasado reciente -como ocurre en la narración de ruptura- y sin establecer continuidad lineal ni directa entre el futuro y el pasado remoto -como se dibuja en la narración de continuidad.

Elegir ser madre se ve aquí como una decisión, una opción irreversible pero que no implica un repudio de la vida anterior. La maternidad supone novedad, experiencias y relaciones nuevas, empero, también conlleva renuncia que es vivida con resistencias. Aunque ser madre se concibe como un cambio elegido, eso no excluye que se remarquen aspectos considerados negativos o desventajosos de tal decisión. Es así que se insiste en cuestiones como la mayor dependencia económica respecto a la pareja, la merma de la libertad personal, la pérdida de tiempo propio, el coste en términos laborales, o la renuncia a ocio y actividades que la maternidad impone. Para estas mujeres, la maternidad es una opción elegida, una decisión consciente, no una transición natural. En este planteamiento el temor fundamental de las entrevistadas es que ser madres las obligue a abandonar determinadas facetas de su vida a las que no quieren renunciar. En sus narraciones se revelan contra las exigencias que la maternidad parece imponerles, buscando alternativas para paliar las consecuencias no deseadas que trae consigo.

Por ejemplo Sandra, de 31 años, decide abandonar los estudios de secundaria que había retomado desde hacía un par de años y limitar su participación en diferentes grupos sociales y políticos en los que tenía un papel muy activo. No obstante, el embarazo le ha dado una nueva perspectiva de la maternidad: según avanza la gestación encuentra cada vez menos justificado pensar que tener un hijo exija una renuncia a sí misma y amoldarse a unos modelos de ser madre y estilos de vida con los que no se siente identificada. Asume que convertirse en madre es una opción de vida que ha tomado, no algo impuesto, y siente que las renuncias que la maternidad demanda son menores que las que ella creía en un principio.

Es una opción de vida [...]. Al final yo veo que he tomado esta opción pero veo que hay muchas opciones respecto a los estilos de vida y que yo he tomado una, no sé si es la más adecuada o no, pero yo la he tomado porque determinadas circunstancias me han llevado a ello, no ha sido sólo mi decisión [.]. Yo tenía muchas cosas en la cabeza y algunas circunstancias me han llevado poco a poco aquí. Y no estoy a disgusto, porque también es una cosa que quiero, no es que esté en un lugar en el que no quiero estar.

Evitar dejarse llevar por estereotipos sobre cómo debe ser una madre, así como negarse a plegarse a idealizaciones sobre cómo debe ejercerse la maternidad, es una actitud que, dice, a ella le corresponde tomar.

La añoranza por la etapa anterior junto con la ilusión por la nueva etapa elegida se conjugan en el relato de su biografía. La preocupación por cómo articular las novedades que la maternidad introduce en su vida con aquellos aspectos personales y sociales que considera inseparables de la propia identidad y que quiere conservar es una cuestión que emerge continuamente en su narración. Muestra resistencia a renunciar a aspectos de la vida anterior a los que atribuye una especial relevancia desde la perspectiva personal, aunque a priori los considera difícilmente compatibles. La maternidad implica un reto que aúna el miedo a la responsabilidad recién adquirida respecto al hijo con la ilusión que produce la novedosa experiencia.

También esta ambivalencia se advierte en Cecilia, de 35 años, quien vive en pareja lesbiana y se convierte en madre por medio de inseminación artificial. Para ella, la posibilidad de ser madre aparece de forma sorpresiva, cuando descubre que parejas de mujeres están logrando embarazos a través de clínicas de fertilidad en unas condiciones asequibles. Algo que ni siquiera se había planteado en los 15 años de relación de pareja irrumpe como una cuestión respecto a la cual apremia tomar una decisión. Cecilia es consciente de que si esas circunstancias concretas no se hubieran producido "lo hubieran dejado pasar", y reflexiona sobre cuál sería su situación si no se hubieran presentado tales circunstancias:

Pues seguramente no hubiésemos tenido. Y yo al menos estaría igual de feliz. Antes no pensábamos que fuera posible tener un hijo. Era sobre todo ignorancia, yo no sabía qué es lo que teníamos que hacer dos mujeres para tener un hijo. Y cuando se abrió esa puerta pues nos lo planteamos [...]. Y ya a partir de aquello empezamos a preguntar, nos dieron información, nos dieron el nombre de una clínica.

Para Cecilia, opción y oportunidad de ser madres se juntan imprimiendo un giro importante, a la vez que inesperado, en la vida. Mas la nueva dirección no hace ni rechazar ni juzgar como fútil el pasado vivido respecto al presente, muy al contrario, se estima una opción tan válida y enriquecedora como la presente.

En Matilde, feminista de 31 años, el carácter de proyecto de la maternidad y de inicio de etapa que supone se manifiesta de forma clara. En su opinión, las mujeres reciben desde la infancia una imagen negativa de la maternidad y durante toda la adolescencia se percibe como algo que limita las posibilidades de desarrollo personal:

En este mundo para ser alguien necesitas un referente masculino. Y eso es lo que hemos visto, o por lo menos lo que yo he visto. Pues el trabajo, los estudios, tu plan de vida ha sido eso. Y la maternidad no está considerada en el mundo [...]. No es como el trabajo, no está bien visto. Por lo menos inconscientemente para mí ha sido así. Yo quería hacer muchas cosas en esta vida, desarrollar mi identidad y ser una persona. Y de repente vi eso y dije: ¡está la maternidad y yo quiero ser madre! Y entonces comenzó la pelea. Sí quiero ser madre pero quiero acabar mis estudios, y eso lo tenía claro. Pero por otro lado lo otro también tenía mucha fuerza. Y comencé a analizar esos sentimientos y luego conocí a mi pareja y las cosas han ido encajando.

Matilde explica su cambio de percepción, su intento de superar la imagen desprestigiada de la maternidad, y de lo femenino en general, que cree que se traslada a las jóvenes, así como su descubrimiento de que deseaba ser en algún momento madre, como un proceso de intenso trabajo personal: "Me di cuenta de que tenía muy reprimido ese sentimiento. Y eso ha sido un trabajo grande para mí, darme cuenta de que quería ser madre y que no me daba permiso a mí misma para serlo".

En un mundo que, según considera, desprecia la labor maternal, decidir ser madre representa un reto en la medida en que supone un compromiso en el conocimiento personal y una reflexión individual profunda. Es también un reto de cara al exterior, haciendo valer su papel de madre, dotándolo del prestigio del que se le quiere desnudar.

En los tres casos que en este apartado se han perfilado, la satisfacción ante saber que "han elegido" y la valoración positiva del pasado se agregan a la intensa reflexión sobre las consecuencias que acarreará la maternidad y la alerta en cuanto a no dejarse llevar por modelos de ejercer la maternidad que no sienten afines con sus convicciones y proyectos.

 

Conclusiones

Este artículo es una contribución a las formas de tratar los materiales de contenido biográfico y de memoria individual de manera que permitan detectar elementos que posibiliten categorizar las actitudes subjetivas y elaboraciones de sentido que las mujeres atribuyen al hecho de ser madres. En cuanto tal, es una propuesta que se entiende en un determinado contexto social y cultural de investigación. Es desde ese marco específico que podemos hablar de rasgos comunes que hacen posible dibujar diferentes modos de vivir la maternidad e insertarla en la trayectoria biográfica.

Si la experiencia de la maternidad adquiere sentidos diversos en función de los contextos sociocultura-les en los que se inscribe, es plausible que la tipología aquí descrita se aplique con dificultad a algunos otros contextos para los que se requeriría, tal vez, afinar otras categorías o redefinirlas. Incluso, es previsible hallar ámbitos en los que la propia maternidad sea difícilmente calificable como hito biográfico.

En efecto, varios autores han destacado la peculiaridad de las sociedades occidentales de las últimas décadas en las que la ideología de la elección se ha impuesto en el ámbito reproductivo: existe consenso en que ser o no madre -o padre-, cuántos hijos tener y en qué momento son cuestiones que atañen únicamente a las personas o las parejas (Solinger, 2002). Convertirse en madre responde, en este sentido, más que nunca a la voluntariedad y el deseo (Bestard, 1998) y al proyecto y la decisión (Beck-Gernsteim, 2003) de serlo. Asimismo, el abanico de opciones para las mujeres se ha diversificado, y cada vez hay mayor aceptación de vías alternativas y simultáneas a ser madre en las biografías femeninas. Una vez desarticulado el encadenamiento noviazgo-matrimonio-maternidad como etapas contiguas y necesarias que por tradición llevarían a la madurez social para las mujeres, la maternidad aparece como hito de acceso a la edad adulta de una forma quizá más clara que en otras generaciones (Lemieux, 1996).

Esta libertad de elección en el ámbito reproductivo en conjunción con el desarrollo de tecnologías reproductivas, cambios legislativos y nuevas configuraciones de las relaciones de género han permitido la emergencia de las nuevas parentalidades y configuraciones familiares. De este modo, la pluralidad de experiencias y formas de acceso a la relación paterno filial, las variaciones respecto a las figuras parentales, las diversas experiencias de ejercer, experimentar y percibir la relación filial, se han convertido en uno de los temas más dinámicos en el campo del parentesco en los últimos años.

En este entorno de interés sobre la pluralidad de ser y ejercer la maternidad, donde convertirse en madre es concebido en términos de elección, deseo, voluntad y proyecto, la propuesta de este artículo contribuye a comprender la maternidad como constructo sociocultural. De tal suerte, la metodología aquí elaborada, aplicada a distintas experiencias nacionales, de clase, étnicas o raciales, puede constituirse en una herramienta útil de comparación entre las diversas concepciones de la maternidad, además de proporcionar instrumentos para aprehender las variaciones y/o evoluciones respecto las formas de significar y ejercer la maternidad en las sociedades contemporáneas, en cuanto aporta elementos para comprender la dimensión subjetiva y de sentido biográfico que participan en las decisiones reproductivas y de formación familiar.

 

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Notas

1 Las citas y casos aquí mencionados provienen del trabajo de campo efectuado con 17 mujeres que eran madres primerizas, a las que se realizó entrevistas en profundidad, de orientación biográfica, en sesiones consecutivas (entre tres y ocho sesiones) a lo largo del embarazo y tras el nacimiento del hijo o hija. Se trata de una muestra de mujeres de entre 21 y 42 años, de un extracto social intencionadamente homogéneo, procedentes de clase media y media-baja, que cuentan con estudios superiores o secundarios -a excepción de dos que sólo finalizaron la primaria- y que han crecido y viven en la actualidad en el País Vasco. Todas ellas se definen como población económicamente activa, en su mayoría empleadas por cuenta ajena, aunque algunas estuvieran desempleadas en el periodo de investigación. En relación con las orientaciones sexuales y situación de pareja, a excepción de una madre sola y dos en pareja homosexual, todas tuvieron a su hijo o hija en un contexto de pareja heterosexual casada o en convivencia. Puede consultarse mayor detalle respecto a resultados y metodología de la investigación en Imaz (2009 y 2010). Sobre el contexto demográfico, político y social en los que se desarrollan las maternidades estudiadas véase Imaz (2011). Los nombres de las entrevistadas han sido modificados.

2 Para una reflexión sobre la aproximación biográfica en cuanto forma de acceso a los procesos sociales a través de los procesos individuales especialmente fructífera en lo referente a las relaciones de género consúltese Borderías (1997).

3 Evidentemente no se trata de negar el carácter de experiencia de un aborto, un embarazo, un parto, una inseminación o una cesión en adopción. Sin embargo, es preciso recalcar que todas ellas son experiencias que pueden constituirse en hitos biográficos o no, y que, en todo caso, pueden ser vivenciadas como otras experiencias que la de ser o no ser madre. Es decir que pueden ser vividas como experiencia corporal; de relación con los otros; de proceso de maduración; de experiencia emocional o física, o de otras maneras no vinculadas a la maternidad de forma preponderante.

4 Cuadrilla: grupo de amigos.

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