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Alteridades

versión On-line ISSN 2448-850Xversión impresa ISSN 0188-7017

Alteridades vol.21 no.41 Ciudad de México ene./jun. 2011

 

Investigación Antropológica

 

Dona eis requiem. Los cementerios ante la mirada de la cultura*

 

Cemeteries on the sightlines of culture

 

Ricardo Angel Minetti**

 

** Facultad de Humanidades y Ciencias, Universidad Nacional del Litoral (UNL). Ciudad Universitaria de Santa Fe, 3000, Santa Fe (Argentina) <ricardoangel_minetti@yahoo.com.ar>.

 

* Artículo recibido el 17/06/10
y aceptado el 08/05/11.

 

Abstract

All social activities and the daily innumerable social operations that individuals enact are circumscribed by the axes of time and space, which are their condition for their action, and in this process, they are modeled by cultural patterns emerging in the interaction between generations and contemporaries. In this sense, cemeteries present our apprehension like "texts" that allow the reading of meanings from the diverse aspects of social life, witnessing the cosmic vision of death, the individual, family and identity present in different epochs.

Key words: time, space, identity, community.

 

Resumen

La actividad social en general y las innumerables operaciones sociales cotidianas que desarrollan los individuos se inscriben en coordenadas de tiempo y espacio que actúan como condiciones de acción para ellos y, en ese proceso, a su vez son modeladas por las pautas culturales que surgen en la interacción entre las generaciones y los contemporáneos. En ese sentido, los cementerios se presentan a nuestra comprensión como "textos" que habilitan la lectura de significados y de diversos aspectos de la vida social, testimoniando la cosmovisión sobre la muerte, el individuo, la familia, la identidad, presente en las distintas épocas.

Palabras clave: tiempo, espacio, identidad, comunidad.

 

Del nicho helado en que los hombres te pusieron,
te bajaré a la tierra humilde y soleada.


Gabriela Mistral, Sonetos de la Muerte

 

Introducción

En este trabajo se desarrolla un análisis descriptivo del cementerio rural de la localidad de Sarmiento, situada en la región central de la provincia de Santa Fe (Argentina), desde la perspectiva de su significado sociocultural. Su título está en plural, lo cual evidencia una aparente contradicción entre la presentación de dicho trabajo y el objeto en él abordado; sin embargo, el uso del plural se fundamenta en que los cementerios asumen ciertas homologías culturales, a partir de las cuales es posible resaltar las particularidades de cada uno y a su vez su pertenencia a un rango del espacio ocupado en términos genéricos. En el plano teórico, se abrevará en ciertas orientaciones de los clásicos de la sociología, combinando luego dos aportes vinculados, desde distintos ángulos, al estudio del significado: el enfoque de la sociología cultural de Jeffrey Alexander y la concepción de la pauta cultural de Alfred Schütz.

La combinación de estas propuestas no resulta arbitraria sino complementaria, en la medida que se considera que sugieren abordajes del significado acordes con los objetivos de este artículo.

 

De los cementerios como textos culturales

Las numerosas formas con que a lo largo de la historia se ha respondido a la necesidad de sepultar a los muertos constituyen un aspecto de la vida social misma (lo cual puede resultar un tanto paradójico), que ha interesado a un espectro bastante amplio de disciplinas: la arquitectura, la sociología, la antropología y la historia, entre otras.

Sin duda, la humanidad conoce testimonios de enterramientos fabulosos, muchos de ellos imperecederos, que dan cuenta del significado que poseía la muerte y el difunto como tal, cuya índole tenía que ver con su jerarquía en el orden terrenal, pero también con la de un cuerpo sin vida.1 Mastabas, hipogeos, pirámides, mausoleos y otras construcciones más oscuras o menos ostentosas, como las catacumbas, los camposantos y los nichos modernos, siguen interpelándonos con las voces del arte, la religión, la filosofía y la ciencia.

Esta última enumeración proporciona a nuestro análisis las grandes dimensiones que se solapan o entrecruzan haciendo aparecer el objeto cementerio como un problema de interés cultural. Así, entender las distintas formas de sepultura y el agrupamiento de ellas que constituyen los cementerios implica elucidar cuáles son los elementos (si se permite el uso de expresiones un tanto pasadas de moda) "materiales" y "simbólicos" que se combinan para dotar de sentido a estos objetos, devenidos culturales.

"No las conexiones 'de hecho' entre 'cosas' ", escribe Weber, "sino las conexiones conceptuales entre problemas están en la base de la labor de las diversas ciencias" (1990 [1904]: 57). Este pasaje, de carácter epistemológico, es aplicable en este contexto, ya que, ante la aprehensión de lo fáctico, los cementerios no son más que construcciones que sirven a una necesidad que en definitiva responde a una motivación práctica. Para la mirada de la cultura, y de la sociología cultural2 en particular, las conexiones conceptuales a las que alude Weber remiten en el caso de los complejos a un entramado de relaciones que es más amplio de lo que se creería ex ante la familiarización con el objeto: categorías como familia, propiedad, religión-religiosidad, muerte, estética, y, de hecho, tiempo y espacio, se interrelacionan de una manera que al mismo tiempo constituye la singularidad histórica y cultural del cementerio, en tanto que es parte material y simbólica de una comunidad.

A su vez, creo que en otro de los fundadores de la sociología, Émile Durkheim, se encuentran ideas que pueden complementar o ser aplicadas a la caracterización cultural de los cementerios. Porque si bien éstos, como cualquier objeto cultural, son susceptibles de ser aprehendidos desde el punto de vista subjetivo, el conjunto de prácticas en el que cobran sentido posee una objetividad que trasciende dicho punto de vista. Si se quiere, entonces, el cementerio, constituido en hecho social, aparece como un fenómeno cuya "causa determinante [...] debe ser buscada entre los hechos sociales antecedentes, y no entre los estados de conciencia individual" (Durkheim, 2001 [1895]: 164). Es decir, otros hechos sociales que preceden al individuo, como las concepciones de la religión sobre la muerte, que no son creados (salvo en casos muy excepcionales) por los propios creyentes. A esas creencias se hallan asociadas ciertas prácticas que poseen determinada organización, dadas por las instituciones o la tradición que, aunque no dejan al individuo en un estado de ciego seguimiento, sí marcan pautas de conducta y selección de criterios para efectuar las operaciones sociales pertinentes. En este caso, velorios, funerales, cortejos fúnebres y formas de sepultura, están determinados por los ritos específicos establecidos por la liturgia, por lo que se ha venido haciendo y por los cánones de decoro y los estilos arquitectónicos vigentes.

De esta manera, los cementerios (y en particular el que constituye el objeto de estudio de este trabajo) aparecen como textos3 para el interés del investigador, en la medida en que

• posibilitan el acceso a los significados, valores y relaciones sociales; están presentes en todas las épocas, y son representados por los distintos estilos arquitectónicos y prácticas funerarias, pero también son textos o fuentes históricas (de una manera incluso literal), porque presentan una estabilidad más persistente que la de los espacios urbanos y ofrecen indicios incontestables de tiempos y lugares biográficos (como se observa en lápidas, losas y placas);

• el significado social que adquieren como espacio integrado a la vida de la comunidad a la que pertenece4 asume una dimensión testimonial, que nos acerca al referente "cementerio" como parte de un acervo cultural determinado, inscrito en la lógica de lo local y el plano identitario de la cultura.

Nuestro problema, entonces, puede ser expresado en el siguiente enunciado: el cementerio perteneciente a la localidad en cuestión (Sarmiento, provincia de Santa Fe, Argentina), en tanto que espacio destinado a la sepultura de los difuntos que vivieron o se hallaron ligados a ella, asume una dimensión significativa, participante y constitutiva de los lazos sociales de la comunidad. La pregunta que nos plantea este problema concierne a los diversos tipos de enterramientos que se encuentran en dicho lugar, y la relación que se crea entre ellos y algunos elementos de la estructura social y el pequeño cosmos cultural en el cual se inscribe este cementerio. Los objetivos de este trabajo consisten en indagar la naturaleza de las representaciones que intervienen en la conformación del fenómeno funerario, explorar la estructuración de la experiencia social en torno a los ejes de tiempo y espacio (con especial referencia al tema de la muerte), y evaluar las transformaciones de ciertas prácticas comunitarias que parecen contrarrestar los efectos de la modernidad.

 

Las formas de sepultura en tiempo y espacio

Descripción general del lugar

El cementerio de Sarmiento se halla a un kilómetro del casco urbano, hacia el este de dicha localidad, sobre la ruta provincial 80-S. En casi todas las colonias el cementerio se encuentra a cierta distancia del pueblo mismo. Lo que caracteriza en primer lugar al de Sarmiento es la larga entrada asfaltada (fotos 1 y 2), flanqueada a ambos lados por casuarinas y por cipreses de distintas especies,5 que va desde la carretera hasta rematar en una rotonda, frente a la cual se halla una suerte de portal por el que se accede a la pequeña necrópolis,6 cuya traza, al igual que la del casco urbano, ha resultado escasa, de allí que prácticamente no se vean sectores de tierra descubiertos al interior del muro perimetral. Enclavada en pleno campo, nos da indicios de su historia en un soporte que le es propio: las placas, que contienen casi todo lo que es textual en el cementerio. La primera que se encuentra, a la izquierda de dicho portal, es de 1917 y fue puesta en el lugar (si bien el emplazamiento actual no era el original) para agradecer la donación del terreno a don Antonio Canavesio. Dentro del portal hay otras placas colocadas por diversas instituciones, y una imagen del Sagrado Corazón de Jesús. Luego se ingresa a una de las calles centrales del cementerio, que tiene un sentido Norte-Sur, y es bastante más corta que la Este-Oeste. A ambos lados se levantan tumbas que en general contienen los cuerpos de cónyuges fallecidos. En la intersección de ambas calles (que plantean una forma de cruz, aparentemente por casualidad, ya que no hay datos que permitan inferir que esa simbología haya sido planeada) se levanta un plaquetario erigido como muestra de conmemoración, para el Centenario del pueblo, que se festejó en 1981. En esa área se encuentran los panteones más grandes y altos. Esta calle (N-S) termina en una galería de nichos abierta, lo cual la diferencia de las otras dos, de edificación reciente, y pone en evidencia que la carencia de espacio había comenzado a ser un problema.


La otra de las calles, mucho más larga, presenta en su recorrido una muestra de diversos tipos de sepultura. A unos metros de la intersección mencionada se eleva un monolito que recuerda la donación del terreno cedido para el cementerio por Juan Ballari en 1891.7 Además, este monolito presenta una suerte de lápida de mármol blanco con un inquietante poema: "Contempla en estos despojos / Lo que eres, lo que has de ser / Ven a este sitio a aprender / Del hombre la duración / Que en esta triste mansión / De desengaño y consejo / Cada sepulcro es espejo / Cada epitafio lección", que es a su manera un testimonio de un concepto de la muerte que ha perdido vigencia.

Un panteón (perteneciente a la familia Roccia) y la tumba de un matrimonio, de diseño elevado, señalan los extremos de esta calle, a cuyo largo prevalecen tumbas de cónyuges, entre las cuales se aprecian sepulturas de otro periodo, e incluso otros planos de cementerio, como los restos de huesas muy antiguas con sus características cruces de hierro. En definitiva, es difícil que un mismo sector sea totalmente homogéneo en lo que respecta a la época en que fueron construidas las sepulturas, si bien en el sector oeste del cementerio predominan tumbas de la primera mitad del siglo XX, en general matrimoniales, e incluso, en el ángulo noroeste de la necrópolis,8 se ven varios apellidos alemanes y suizos. Aparentemente (según narran las memorias orales), en virtud de su confesión protestante, se agruparon en un sector determinado. En lo que corresponde a las demás esquinas del muro perimetral (que parece conservar su construcción original en algunos tramos), las tres restantes están cubiertas por galerías, pero la suroeste, a diferencia de las otras dos (noreste y sureste), no fue planeada como tal, sino a raíz del techado de dos galerías preexistentes, contrapuestas, y con la entrada abierta.

 

Tipologías y propiedades significantes

La periodización y la tipologización son actividades teóricas y científicas cuyo grado de representación de las cosas siempre puede ser cuestionado, pero como tales son necesarias para ordenar el universo de lo real.

Los tipos de sepultura (que se muestran en primer término como formas arquitectónicas y una ocupación singular del espacio) pueden ser agrupados en tres etapas, cuyo ordenamiento también obedece a un criterio cronológico, fundamentalmente lineal9 y sin soluciones de continuidad estrictas. Sin embargo, el cementerio comenzó su historia como lugar "laico", es decir, no a cargo de la parroquia local, en 1890, cuando se sepultó a Francisco Bessone (la tumba más antigua). Sin duda, desde sus inicios fue un espacio dependiente de la comuna local, pese a que por la profusión de simbologías católico romanas tenga el aspecto de un cementerio confesional, lo cual se debe a que históricamente tal ha sido el culto profesado por la mayoría de la población de Sarmiento, por tal razón se le asocia al colectivo de dicha población y no a un grupo religioso en particular. La sectorización de un puñado de tumbas correspondientes a personas de confesión protestante (hecho casi desconocido por las generaciones actuales en el pueblo), aunque no hay documentos que hablen de ello, no debe haber respondido a ninguna disposición "oficial", sino a un deseo de los propios protestantes de asignarse un lugar especial dentro del cementerio, que no logró adquirir una identidad suficiente debido al escaso número de practicantes.10

Hechas estas aclaraciones liminares, se propone la siguiente tipología:

a) Panteones y sepulturas individuales. Los panteones a los que me refiero son las construcciones más sobresalientes, en todos sentidos, que se hallan en el cementerio de Sarmiento. Resaltan del resto por su altura, y son visibles desde cierta distancia, hecho favorecido también por la ubicación del predio en que se hallan. Destacan los de las familias Canavesio11 (foto 3), Theler12 (foto 4) y Arnaudo13 (foto 5), que presentan un aspecto solemne y algo lúgubre, pero también hay otros que exhiben distintos tipos de diseño (familias Roccia,14 Pirola15 y Paoletti, el cual fue construido en un estilo bastante moderno, pero, a diferencia de los otros dos mencionados, es cerrado). Seguramente había disponibilidad de espacio en la época en que fueron edificados, ya que guardan (a excepción de los tres primeros) cierta distancia entre sí. Junto con las tumbas a la manera de túmulos o las simples sepulturas en tierra (foto 6), figuran entre las formas de enterramiento más antiguas. Estos panteones, construidos a comienzos del siglo XX, y en particular el perteneciente a los Theler,16 evidentemente fueron concebidos como lugares para albergar a los difuntos de la familia. Constituyen una muestra palpable de que los inmigrantes que los edificaron, casi todos ellos de primera generación, consideraban que ésta sería su tierra definitiva, y también la de sus descendientes.








Por otra parte, estas estructuras funerarias presentan una dimensión espiritual trascendente a través de su estilo arquitectónico17 y de detalles como los ángeles, cruces, antorchas y, en algunos casos, candelabros y altares en sus interiores, y una proyección vertical, concepto que se ha perdido en la actualidad. Pueden ser interpretados como una manera de expresar un sentimiento de solidaridad filial, en épocas en que las relaciones humanas se desarrollaban en el círculo de la familia. En un panteón convergían simbólicamente aspectos muy importantes de aquellas formas de vida: la religión y la familia. Precisamente, estos panteones suelen tener escrito, de manera bien visible, el apellido del grupo familiar al que pertenecen: de algún modo, el poseerlos significaba un arraigo ya definitivo en la zona, y la creencia de que las generaciones de descendientes permanecerían en el lugar ("la colonia", como se le llamaba en general al campo). Es muy probable además que estas familias de inmigrantes, contando con una situación económica favorable, hayan aspirado a ilustrar su posición "consolidada" con la construcción de estos panteones (como era costumbre entre los linajes aristocráticos de Europa y cuya edificación, al igual que lo sería hoy, debe de haber resultado costosa).18

b) Tumbas matrimoniales. Esta categoría corresponde a las construcciones destinadas en particular a los cónyuges, que se diferencian de las tumbas del periodo anterior al ser más pequeñas y presentar un diseño menos elaborado desde el punto de vista estilístico, que en general sigue la forma de un prisma rectangular (foto 7). El uso frecuente de placas de mármol negro para revestir estos nichos delata sin duda una extensión de la idea de luto a la construcción funeraria misma. Es de notar que en este periodo ya no se encuentran sepulturas en tierra. La construcción de este tipo de tumbas comenzó muy temprano, y en las más antiguas hay cierta tendencia a que los cónyuges quedaran sepultados uno al lado del otro (foto 8), o a poner sus placas de esa manera, mientras que los posteriores, y en particular los que predominan en la calle Este-Oeste, se hallan uno encima del otro. Como se dijo, suelen estar revestidos de placas de mármol negro, o de marrones y grises muy oscuros, que resaltan su aspecto fúnebre, y a su vez contrastan llamativamente con las flores naturales o artificiales que los adornan. A veces, además de los cónyuges, se hallan en estas tumbas otros difuntos unidos por distintos lazos de parentesco: hijos fallecidos muy pequeños, hermanos. Algunas de estas tumbas fueron construidas por los hijos de esos matrimonios, lo cual ya habla de que la sepultura no tenía un lugar tan importante en las previsiones de una familia: no podía aparecer como proyecto, sino como una cuestión por resolver, aunque atendiendo ciertos criterios estéticos, ya que en modo alguno son "precarias": algunas tienen elaboradas puertas, jarrones costosos, etcétera. En la parte más alta suele leerse la leyenda "Familia...", lo cual delata que, en lo que respecta a su presentación exterior, seguían en algo el espíritu de los panteones, aunque proyectando en esas sobrias tumbas la idea de decoro y pulcra austeridad, muy propia del estilo de vida de los colonos de la zona.



c) Galerías comunitarias de nichos. Un inesperado estallido de colores invade el espacio clausurado de las galerías de nichos. La atmósfera está saturada por el encierro del ambiente y por el aroma de las incontables flores (crisantemos, claveles, azucenas, gladiolos, calas), ofrecidas como prenda de recordación a los difuntos, además de numerosas flores artificiales. El ambiente recibe abundante luz natural a través del techo, y sin embargo las puertas que abren y obliteran el acceso a estas galerías permanecen cerradas, como si se tratara de un espacio especial dentro del cementerio (foto 9). En realidad lo es: aquí aparecen, cada vez con mayor frecuencia, retratos a color en las placas de los difuntos, lo cual contrasta con la impresión que producen los que se hallan en el resto del cementerio (además, muchos de los rostros que figuran en las placas votivas presentan gestos amigables y hasta sonrientes, lo cual permite entrever que la muerte pretende ser tomada de forma menos dramática, al reproducir actitudes corporales a las que los difuntos eran afectos en su vida terrena). El primero se utilizó apenas en los años noventa, aunque la fotografía a color está presente en la localidad desde 1969.19 Los difuntos aquí son sólo difuntos, no se hallan cerca de sus familiares, han ocupado un nicho disponible asignado por la comuna local, ubicado junto al de otros fallecidos que incluso vivieron en muy distintas épocas, debido a que varios féretros cuyas tumbas se encontraban en muy mal estado fueron trasladados a este lugar (lo cual explica la falta de homogeneidad entre las fechas de las lápidas).

A diferencia de lo que ocurre en a) y b), aquí el nicho ha impuesto una forma de sepulcro totalmente estandarizada: la necesidad de maximizar la utilización del espacio ha obrado en ese sentido, imponiéndose una vez más los fines prácticos, lo cual también ha producido el efecto de otorgar a la muerte cierto carácter "masivo": en contraste con los panteones y ciertas tumbas, los nichos no presentan caracteres que permitan individualizarlos, pese a lo conmovedores que resultan ciertos epitafios. Las galerías son, en alguna medida, un lugar de sepultura en donde se percibe el carácter igualitario de la muerte como inherente a la condición humana, pero que vacía de contenidos atávicos el espacio sepulcral, en el cual no pueden ser identificados más que individuos en función de esa individualidad, y no en relación con un grupo familiar (como sería el caso de los panteones o las tumbas conyugales) o confesional (como ejemplificarían las escasas tumbas que correspondieron a algunos protestantes).

Esta transformación de los tipos de sepulturas se aprecia en el recorrido de la calle que atraviesa el cementerio en el sentido Este-Oeste, yendo desde la intersección de la calle de entrada, hacia el Este. Pero esta apreciación se trata más bien de una abstracción o, si se quiere, de un criterio general para observar la disposición de estos objetos, ya que aparecen intercaladas tumbas o sepulturas de distintos periodos, e incluso esta calle aparece cerrada por un panteón "de los de antes", el de la familia Roccia. Una vez más la cultura nos obliga, casi literalmente, a leer entre intersticios (foto 10), a buscar sus tramas de articulación (siempre complejas y no exentas de contradicciones) tomando cierta distancia de los objetos mismos y tratando de interpretar su pertenencia al mundo de lo real en una necesaria red de articulaciones que a primera vista aparece como un espacio vacío de significados.

Disquisiciones: tiempo, espacio, comunidad

En este apartado abordaremos categorías como tiempo, espacio y comunidad, a la luz de la tipología propuesta y de otras fuentes de información.

• La disposición de ciertos elementos en el espacio que ocupa el cementerio adquiere una dimensión distinta si la contemplamos con el prisma de las tendencias paradojales de la cultura y, si se quiere, de la cultura occidental. El carácter paradojal en tanto que condición constitutiva de ella ha sido señalado por muchos autores contemporáneos desde distintas perspectivas: Zygmunt Bauman (2002), al destacar implícitamente que la "incurable condición paradójica" de la cultura es afín a la naturaleza contradictoria de los fenómenos sociales; David Bell (2007), al señalar, el auge del sujeto hedonista y consumista en detrimento del austero y ahorrativo capitalista de Weber; Margaret Archer (1998), al desarticular la lógica de lo que ella llama el mito de la unificación, consistente en atribuir a la cultura un papel cohesionador para la sociedad.

Aplicando estas ideas a nuestro objeto, considero que los polos que forman algunas paradojas o parejas paradojales como ser-devenir, comunidad-individualismo20 pueden ser "leídos" en los distintos tipos de sepultura que se dan en este cementerio. Y ambas paradojas revisten también una particular importancia para la comprensión del objeto que abordamos, en la medida que aluden a nuestro sentido de la muerte y al tipo de vínculos sociales que prevalecen. Es así como "(l)a sociedad contemporánea ha roto con la dialéctica que enfrentaba a la muerte y a la vida y, con ello, ha empobrecido el sentido de la vida" (Roche Cárcel y Serra, 2009: 45). Más adelante haré mención a que en esta pequeña comunidad rural la muerte no ha perdido su poder para producir efectos sociales, si bien ya no lo hace con la intensidad que en el pasado.21 Por otra parte, la tensión entre lo individual y lo comunitario comenzó a ser señalada en el pensamiento político del siglo XVIII,

pero esta tensión [...] va más allá de lo meramente político, pues posee un amplio alcance cultural y social. Cultural, en la medida en que se manifiesta en la propia naturaleza paradójica de la cultura, ya que ésta es al mismo tiempo "capacitadora", "autoafirmativa" y "restrictiva" o "reguladora y normativa", es decir, individualista y/o societaria" (Roche Cárcel y Serra, 2009: 39).

Sin embargo, conviene aclarar que estas paradojas se despliegan desvinculadas del patrón general de la evolución histórica, pues los primeros polos de los binomios mencionados, a través de lo que podríamos llamar estilos funerarios, se encuentran cabalmente en el periodo moderno, ya que se acepta que la modernidad comienza con el Renacimiento, cuando estas tierras ni siquiera existían para Europa.

¿Por qué ocurre esto? Es decir, ¿por qué ya en un estadio avanzado de la modernidad y la secularización, se da una supervivencia de patrones culturales que parecen corresponder a un momento histórico anterior a ella? Una respuesta plausible apunta al hecho de que la modernidad se da con ritmos "desiguales" en Occidente, que neutralizan de algún modo la tendencia a la polarización en el terreno del pensamiento, que lo distingue de las cosmovisiones orientales (Roche Cárcel y Serra, 2009: 39). Sus efectos se hacen sentir en distintos momentos en varias partes del mundo, y las regiones presentan diferentes grados de permeabilidad para con ellos. Por otra parte, la enorme diversidad de experiencias históricas parece pulverizar, en principio, tendencias que se desarrollan con el transcurso de siglos. Pues bien, en esta colonia, fundada por campesinos europeos inmigrantes, el cementerio logra expresar los valores y significados atávicos que trajeron consigo a estas tierras, pero también los valores acerca de la muerte vigentes en la actualidad. Con lo cual, hallamos de nuevo una convergencia entre dos tendencias contradictorias.

Resulta interesante tener presente la cita de Josetxo Beriain: "El fraseado en staccato del tiempo moderno se caracteriza por su profunda discontinuidad e irregularidad" (Beriain, 2003). El stacatto es una forma de ejecución musical en la cual se acorta la duración convencional de una nota. En lo que respecta a las representaciones acerca del tiempo, que para este cementerio se dan en un transcurso de poco más de doce décadas, podemos sintetizar que, si los panteones nos hablan de una concepción de un presente largo, en el sentido de que no se darían modificaciones importantes en las condiciones de vida, las formas actuales de enterramiento "pragmatizan" la muerte, separando al difunto de un entorno familiar y depositándolo en una cuadrícula estandarizada, que neutraliza el impacto del pasado en el cual queda detenida su existencia, como un lapso de vida entre dos fechas. Incluso las lápidas han perdido el contenido artesanal, y aun simbólico, que poseían las de las tumbas de antaño, si bien se conserva la costumbre de dejar inscripciones vocativas.22

• Al igual que los distintos estilos funerarios, el cementerio, como lugar perteneciente a la comunidad, ha asumido significados diferentes en el transcurso del tiempo, lo cual pone de relieve el valor de los testimonios arquitectónicos, los cuales interpelan al investigador desde un lugar más palpable que otros documentos, como las fuentes orales o las imágenes, que remiten a realidades inscritas en el plano temporal diacrónico.23

Un edificio, aun estando en ruinas, marca su presencia en una dimensión sincrónica perenne, y los antiguos, abandonados o convertidos, por ejemplo, en museos, muchas veces presentan una sedimentación de significados en los cuales los sujetos tienen a su alcance una imagen de la historia y la cultura de la sociedad a la que pertenecen (o de la que son visitantes, y la casuística de estos "visitantes", en el sentido de que son personas que no han internalizado esa cultura como marco de sentido en su trayectoria biográfica, puede ser muy variada: antropólogos, turistas, un forastero al modo de Alfred Schütz).

El significado de la muerte es sin duda consustancial y de alguna manera directamente proporcional al que detenta el cementerio, y cabe aclarar que pese a que en este pueblo la muerte posee una dimensión de marcada importancia, a diferencia de lo que ocurre en los centros urbanos poblados de la región o del país, de todos modos se ha vuelto más práctica y, si se quiere, menos "trascendental", de lo que lo fue hasta hace pocos años. La edificación de una sala pública para los velatorios, efectuada a mediados de la década de los ochenta, constituye un buen referente para ubicar en tiempo y espacio este cambio en lo que respecta a las prácticas funerarias y exequiales.

Los contrastes entre distintos estados de cosas se dan generalmente en los planos de la subjetividad y la intersubjetividad, a la manera simple de un binomio: antes-ahora. ¿Por qué hablar entonces de un antes y un después en lo que respecta a estas prácticas a las que nos referimos, y al lugar, físico y simbólico, que el cementerio ocupa en ellas?

Lo que corresponde al antes es una construcción ideal realmente interesante y de difícil abordaje, dada la flexibilidad y falta de homogeneidad de este criterio, que en principio define su relieve como formación cultural, como lo que se contrapone a lo actual o lo por venir, en términos de pautas culturales. Esto no es una adaptación del criterio saussureano para la determinación de los valores lingüísticos; estas construcciones que menciono en torno a la percepción social del tiempo, y no cualquier cosa, pertenecen al antes, en ese sentido no pertenecería, por ejemplo, el "pasado reciente".

Éste es el momento de traer a cuento esta noción de Schütz, que le dedica cierta elaboración en un texto al cual hemos hecho mención:

Ateniéndonos a la terminología habitual, designaremos con la expresión "pauta cultural de la vida grupal", todas las valoraciones, instituciones y sistemas de orientación y guía peculiares (tales como usos y costumbres, leyes, hábitos, etiqueta y modas) que, según la opinión compartida por los sociólogos de nuestra época, caracterizan a todo grupo social en un momento de su historia -cuando no lo constituyen- (Schütz, 1974: 96).

Valoraciones, instituciones, los usos, costumbres y normas de etiqueta, son algunos de los elementos a considerar al momento de evaluar la pertinencia causal (en este caso, su capacidad para devenir acción social) de estas pautas. Ciertamente, autores muy distintos de Schütz, como Parsons y otros de la teoría sociológica y antropológica de corte funcionalista en general, también han dado importancia a este concepto, que aparece como central al momento de entender las variedades culturales que asumen los grupos humanos a través de distintas formas de identidad.

La definición, por cierto abierta, de las pautas culturales es seguida por una importante aclaración que puede considerarse sin demasiadas reservas como un denominador común no sólo para las diferentes variantes del interpretativismo, sino de la teoría social en su conjunto, ya que en definitiva la hace posible como ciencia, como forma diferenciada del conocimiento ordinario: "Esta pauta cultural, como todo fenómeno del mundo social, presenta un aspecto diferente para el sociólogo y para el hombre que actúa y piensa dentro de él", y la cita anexa deja en claro el origen de este aserto: "Esta profunda idea parece ser la contribución más importante de los escritos de Max Weber sobre los problemas metodológicos de la ciencia social" (Schütz, 1974: 96).

Esa capacidad constitutiva que, según Schütz, posee la pauta cultural en relación con el "grupo social" revela a un mismo tiempo el alto potencial descriptivo como las dificultades de este concepto. Vemos que cubre aspectos simbólicos, institucionales y hasta normativos o pragmáticos ("sistemas de acción y guía"), es decir, la pauta es actualizada por formas de acción bastante específicas, pero, por lo que apunta el autor, se desprende que lo hace de manera no problemática. Es verdad que el propio Schütz no dice lo suficiente sobre ella como para asignarle una concepción cohesiva y armonizadora de la cultura, la cual se infiere en virtud de la capacidad mencionada como para producir una formación social diferente. La dotación de sentido que efectúa la pauta, ante la cual la figura del forastero experimenta primero la ajenidad cultural, es en definitiva el elemento que permite asumir que un complejo de prácticas, valoraciones, etcétera, manifiesten esa suerte de "coherencia" en su casuística como fenómenos sociales observables.

Toda vez que el forastero no perciba desde la exterioridad esos fenómenos, y se desplace con una familiaridad conquistada de una esfera de comportamiento a otra, su proceso de incorporación al grupo bien puede haber concluido.

En todo ese proceso, hipotéticamente, el cementerio se habría inscrito claramente en el complejo social que rodea el acontecimiento de la muerte. Se trata de un espacio delimitado que establece un código restringido de conductas, bajo el signo del decoro y el respeto ante lo sacro (como creyentes fallecidos, los difuntos están más cerca de lo numinoso que los vivos). Sin embargo, a propósito de nuestra discusión teórica, más que el despliegue de esos módicos gestos, lo que nos permite entrever la existencia y el contenido de la pauta cultural son los procedimientos perceptivos que revela el cementerio al observador (lego o profesional) que lo recorre asumiendo la catadura de un extraño. Su significatividad como "texto" aparece, desde esta perspectiva de análisis, condicionada por la familiaridad en el caso de quienes pertenecen a la comunidad o tienen relación con ella, o una serie de escarceos interpretativos para el caso del (una vez más) hipotético extraño. El texto cultural, al igual que el lingüístico, que requiere una alfabetización previa para poder ser leído, puede comenzar a ser descifrado a condición de la destreza y el interés del intérprete, pero es indudable que cierto conocimiento, aunque sea intuitivo, acerca de la historia de la región, permite dar el primer paso de los procedimientos interpretativos, sin duda con el riesgo de efectuar lecturas equivocadas: tantas tumbas con apellidos italianos y suizo-alemanes, alternados a veces por algunos franceses y españoles (que, en este caso, son considerados más como criollos que como peninsulares), deben corresponder a un cementerio ubicado en una zona de inmigración; por sus dimensiones, seguramente pertenece a un pueblo de la pampa gringa.24

• Ahora bien ¿qué complejo de cosas designa el término antes en relación con el cementerio? La respuesta debe buscarse no sólo en las formas distintas que, desde el punto de vista arquitectónico, presentaban las sepulturas, sino también del conjunto de prácticas que se observa en torno a la muerte, y del cual el cementerio es parte consustancial, ya que en su ámbito se clausura definidamente la travesía del hombre por la tierra. Esto también implica considerar la muerte como acontecimiento y, como acontecimiento público, debe darse a conocer a través de un medio de comunicación capaz de llegar a la mayoría de la población: aunque pueda causar cierto asombro a oídos urbanos, ese medio, muy eficaz, es la campana del templo (tradicionalmente eran dos, pero sólo queda una), que puede seguir cumpliendo con esa función gracias al tamaño reducido de la localidad.25 "Campanas de muerto", como se conoce la monótona secuencia de tañidos, muy espaciados, a la manera de los tenebrosos tañidos inquisitoriales, anuncian al pueblo un fallecimiento reciente en la localidad y algunas veces en otros centros poblados (cuando se trata de personas que han vivido mucho tiempo en el pueblo). inmediatamente, comienza a circular la información acerca de quien ha fallecido. En pocas horas, todo el pueblo está enterado. Este momento, que corresponde a la defunción y su comunicación pública, no difiera en casi nada del de antaño, pero a partir de ese punto las secuencias de actos se deslindan.

Durante décadas persistieron los hábitos exequiales heredados de los inmigrantes que formaron el primer contingente poblacional de la colonia, católicos y provenientes de regiones del norte de Italia en su mayoría.26 Las pompas fúnebres seguramente fueron una costumbre traída de la península, como también las formas de velar, sepultar, honrar y pedir por la salvación de los muertos, todo lo cual señala su excepcionalidad como acontecimiento, acompañada por una dramatización urdida a medias por las pautas culturales y la religión. Antiguamente, solía contratarse un servicio que venía de un pueblo vecino (Felicia), con un carro negro, ataviado con distintos ornamentos fúnebres, tirado por cuatro caballos "negros y lustrosos" (como los describió una persona recordando este carruaje), empenachados.

Los difuntos eran velados en sus casas, donde además muchas veces se producía su deceso, en una sala que resultaba atiborrada de ofrendas florales, velas, deudos, personas que asistían a manifestar sus condolencias (y curiosos). No debemos perder de vista que un velorio constituía una situación de encuentro para los familiares y allegados a los deudos, que en muchos casos obligaba a la comensalidad, al mantenimiento de cierto decoro en el aspecto (ropa oscura, sombrero en las mujeres) y en el control expresivo. En la noche solían servirse bebidas espirituosas. Luego el difunto era conducido a la iglesia, seguido por el cortejo fúnebre, con nuevo toque de campanas, donde se oficiaban los ritos correspondientes, para llevarlo definitivamente al cementerio. A la noche siguiente, era la norma que comenzara una novena pidiendo por la salida del alma del difunto del Purgatorio, que por lo general se rezaba en la iglesia, lo cual es indicativo del compromiso que guardaban la institución y los fieles en relación con estas prácticas. Al año del deceso, sobre todo de los más pudientes, se celebraban los funerales (foto 11). En la revista que la parroquia local publicó en el marco de la celebración 125 aniversario del templo (consagrado a la Virgen del Carmen), hay una descripción que vale la pena reproducir:27

El funeral consistía en una misa que se ofrecía por el alma del difunto al cumplirse el primer aniversario de su muerte. Para esa ocasión se invitaba a los familiares y amigos del extinto mediante una tarjeta. En la misma muchas veces había una imagen religiosa o la foto del difunto, el nombre del mismo y de sus familiares más directos que invitaban a participar de una misa en día y horario establecido.

Así como para cada sacramento el templo se ornamenta de manera especial, también los funerales requerían una ornamentación adecuada y sugestiva. En las ventanas se colocaban cortinas negras, lo mismo que cintas que colgaban del techo hacia las paredes laterales del templo.

Frente al altar se armaba el catafalco que simulaba ser el féretro del difunto, el cual se vestía también de negro y se rodeaba de velas. En muchas ocasiones sobre el mismo se entronizaba la foto del difunto por el cual se estaba recomendando su alma a Dios.

La descripción es realmente sugerente. Como ceremonia, el funeral merecería un análisis por separado, en el que la simulación de la presencia del difunto y la rememoración de la ceremonia exequial serían aspectos insoslayables.

El duelo28 afectaba a las personas allegadas al fallecido por vínculos familiares, y disponía no sólo la observancia del luto, sino también la prohibición de formas de esparcimiento, como asistir a bailes, escuchar música o radio (considérese que esta última era un pasatiempo fundamental en la colonia y el principal medio de comunicación para mantenerse más o menos informado).

Hoy los velatorios se realizan en su mayoría en las salas que una institución local hiciera construir para tales fines. La costumbre establece rezar un misterio del rosario (siempre el de dolor, aunque sea otro el que corresponda a ese día) antes de realizar el cortejo fúnebre,29 acompañado por campanas que doblan a duelo, hasta la iglesia, donde se reza un oficio y luego se traslada, en procesión de vehículos, al difunto hasta el cementerio, donde vuelven a decirse algunas oraciones antes de su sepultura definitiva. Pero la muerte está más regida por imperativos prácticos; ya no se acompaña con las muestras de condolencia que le otorgaban un sentido casi trágico. El luto ha desaparecido por completo, y las muestras de condolencia se reducen a unas pocas semanas (aunque, de hecho, las sensibilidades individuales tienen mucho que ver con la observación de esa norma social). Sin embargo, la muerte sigue siendo un acontecimiento que reviste gravedad y exige respeto y un lugar en la piedad de los fieles, como lo atestigua en parte la larga lista de intenciones por los difuntos que se lee al comienzo de la misa dominical; por otro lado, sigue manifestando un costado luctuoso en particular cuando acaece el deceso de bebés y niños.30 Su capacidad para alterar el ritmo de la vida cotidiana (silenciando conversaciones y escuchas de música cuando se oyen las "campanas de muerto", desviando o deteniendo los trayectos habituales para evitar el cortejo fúnebre) se conserva con fuerza.

Otro signo de cambio se da en torno a la festividad de los Fieles Difuntos, que se celebra el 2 de noviembre. Hasta hace unos años, el cementerio e incluso el pueblo conocían una actividad desacostumbrada para esa fecha: suspensión de actividades (comerciales, educativas), familiares que acercaban flores, mujeres que limpiaban tumbas, encuentros entre personas que hacía años que no se veían, por ya no residir en Sarmiento; así la idea de familia se veía fortalecida por familiares radicados en otros lugares que dedicaban el día a ir a visitar a sus deudos vivos y fallecidos; incluso había vendedores de helado y de flores en la entrada del lugar. Esta fiesta es ahora observada en particular por mujeres maduras.31

• A la luz de las dimensiones de tiempo y espacio, el cementerio se presenta de una manera particular como tiempo fijo y espacio trascendente, sagrado, ya que en definitiva es el lugar de la tierra que recuerda con más fuerza la proximidad del Juicio, como lugar definitivo y semiorganizado. De hecho, las unidades que lo constituyen no interactúan entre sí, sólo se presentan ante nosotros fechas que marcan dos jornadas del calendario ya pasadas, gestos inalterables en las fotografías ovales que, en blanco y negro, capturaron una imagen de los difuntos cuando aún pertenecían a este mundo. Por lo que, pese a la capacidad de interpelación que posee el cementerio, sus posibilidades para devenir un espacio significativo dependen del pueblo (lugar habitado) al que pertenece. En el cementerio, huelga decirlo, ya no hay vida: es un depósito de ancestros, de evocaciones, de llanto y, para muchos, es un lugar vacío de significado. En ocasiones se transforma en sitio de homenaje, habilitando una práctica que no es la habitual del cementerio, pero que también involucra la memoria, por parte de las instituciones que quieren rendir un tributo a las personas que contribuyeron con ellas, homenaje que deja una huella imperecedera a través de las placas, o la más efímera de las ofrendas florales.

Pero el cementerio tiene una diferencia fundamental con cualquier otro predio: es un lugar terreno y sagrado al mismo tiempo, por lo que no habilita más que presencias esporádicas: renovar las flores en la tumba de los deudos, rezar frente a sus sepulturas, visitas que corresponden a una reminiscencia de la piedad filial, pero de ninguna manera es posible una "estadía"; el propio acto de la fotografía parece violentar ese ámbito porque, a diferencia de la vida, lo que pertenece a la muerte no debe ser mostrado. Porque es, esencialmente, un lugar que restringe la gama de prácticas sociales, y la incorporación de nuevas formas de incorporarlo a los procesos de la vida cotidiana encuentra siempre un límite trazado por el sentido de lo sacro, de la muerte, y por la tradición.

 

Consideraciones finales

Paralela a la ruta, una ciclovía sombreada por una hilera de jóvenes plátanos une el pueblo con la entrada del cementerio, la cual es usada a diario por muchas personas como senda peatonal, para efectuar paseos y caminatas. Algunos, para alargar el paseo, siguen su marcha por la entrada al cementerio, hasta llegar al pórtico de la necrópolis. Esto molesta a otros, para quienes el parentesco de este lugar con lo sagrado lo hace incompatible con su uso para ejercicios físicos... De todas maneras, el cementerio quedó, una vez más, integrado a la vida de la comunidad, incorporándose a nuevas formas de vincular el tiempo y el espacio, con su viejo centenario horizonte de bóvedas facetadas, ángeles, cruces y cipreses, salvaguardando la dignidad de que lo inviste su pertenencia al mundo de la religión, la evocación, la identidad.

A lo largo de este trabajo, además de efectuar una labor descriptiva e interpretativa desde el punto de vista de la cultura, he tratado de dejar en claro que la modernidad como proceso ha sido capaz de albergar "nichos" (por utilizar un término fúnebre pero acorde con el tono del ensayo) que se reproducen indefinidamente en la escala local, lugares que determinan ritmos desiguales y, por qué no, "estancamiento", en relación con los procesos que supone ese movimiento.

El cementerio es sin duda un espacio con una gran capacidad para generar identidad, en los dos planos de ésta: el individual y el social. Allí se encuentran, en el suelo mismo del propio nacimiento, los restos mortales de los ancestros y otros seres queridos, hasta el Milenio. La comunidad, por su parte, suele acudir al cementerio para honrar a sus benefactores, o a asombrarse con rostros y apellidos que formaron parte de su historia.

Del conjunto de factores señalados surge la pertinencia de la lectura de los cementerios como "textos culturales", en la medida en que abren la posibilidad de plantear, con fundamentos, preguntas acerca del sentido de la vida y de la muerte, de la constitución de los vínculos familiares, lo cual ha sido dicho en este texto, pero también nos interpelan con inquietantes preguntas a futuro, que efectuamos a partir de tendencias que se dan a escala global y local.

 

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Notas

1 Según Alberto Escovar Wilson-White: "La preocupación por la protección y el bienestar de los difuntos se remonta al mundo antiguo, en donde la creencia en la vida después de la muerte estaba generalizada. Si bien la muerte ponía fin a la forma visible de nuestra presencia en la tierra, se tenía la certeza de que nuestra vida no se extinguía, y de hecho imperaba la creencia, luego retomada por el cristianismo, de que al morir se llegaba a un lugar en donde se iba a tener una 'mejor' existencia" (2009).

2 Jeffrey Alexander ha insistido en el uso de esta expresión en el libro homónimo Sociología Cultural. Formas de clasificación en las sociedades complejas. Su preferencia por la construcción adjetiva en lugar de la sustantiva se debe a su convicción de que "[l]a sociología debe disponer siempre de una dimensión cultural. Cualquier acción, ya sea la instrumental y reflexiva vertida sobre sus entornos externos, se encarna en un horizonte de significado (un entorno interno) en relación al cual no puede ser instrumental ni reflexiva" (Alexander, 2000: 31).

3 Para Alexander, esta ampliación del concepto de texto desborda el plano de la palabra escrita, en virtud de que "[r]emite [...] a manuscritos cuyo poder oculto pero omnipresente Paul Ricoeur apuntó en su influyente argumento de que 'las acciones significativas deben considerarse como textos'; si así no fuera, la dimensión semántica de la acción no puede objetivarse de un modo que sea presentable al estudio sociológico" (2000: 32). Alexander sostiene que el significado se expresa a través de textos codificados ("evaluación de lo bueno y lo malo de los objetos") y narrados ("organización de las experiencias en una teleología coherente y cronológica") (2000: 33).

4 Gabriela Caretta e Isabel Zacca (2007) han expresado claramente esta idea, diciendo: "Referirnos a los lugares de entierro no significa recortar un espacio de la superficie. Los entierros son ritos, expresiones prácticas de la sociedad en torno a tipos especiales de eventos -formalizados y estereotipados que tienen un orden establecido por la normativa y la costumbre".

5 La especie de ciprés más característica de los cementerios es la común (cupressus serpervirens), también conocida como piramidal, y los orígenes de su significado fúnebre parecen deberse a causas como la longevidad de su madera y el verde perenne de su follaje, su asociación con Plutón (Hades en griego), dios del Infierno o inframundo en la mitología grecorromana; su estructura vertical y su copa terminada en forma de punta hacia el cielo. Estas probables causas de origen, que quizá se hayan combinado y reforzado entre sí, como vemos, pertenecen al mundo clásico; cabe destacar que los griegos, en particular, tenían una visión desolada del destino final, como bien lo retrata un poema de Safo (2003): "Bajo tierra estarás, / nunca de ti, / muerta, memoria habrá / ni añoranza [...] y volando errarás, / siempre sin luz, junto a los muertos tú." (fr. 55 P). Es de destacar que los cristianos solían utilizar el tallo de sauce y no el de ciprés como motivo simbólico en sus lápidas funerarias, por la capacidad de regeneración de ese árbol. En el cementerio de Sarmiento, varias placas presentan ese motivo, en especial las más antiguas.

6 Para tener una idea cabal del espacio que ocupa este cementerio se informa las medidas que resultan de interés: entrada, 264 m; lados este y oeste, 40 m; lados norte y sur, 100 m (aproximadamente).

7 Seguramente había hecho su donación por lo menos un año antes de que se colocara esa placa, la cual tiene la fecha en que fue colocada en señal de rememoración, ya que -como se dirá en el apartado siguiente- los enterramientos en el predio habían comenzado en 1890.

8 Estas orientaciones están dadas tomando la entrada al cementerio como referencia correspondiente al norte, lo cual responde a la posición de los puntos cardinales desde el punto de vista cartográfico.

9 He encontrado que otros autores coinciden en líneas generales con los tipos de enterramiento correspondientes al periodo que cubre este análisis (fin del siglo XIX, inicio del siglo XX). Por ejemplo, Reyero Hermosilla señala, con referencia al cementerio de Logroño (España): "Tipológicamente pueden establecerse diversos enterramientos: el nicho, concebido con evidente criterio pragmático, lejos de la espiritualidad tan decimonónica que había invadido el cementerio, la tumba y el

panteón" (1984: 200).

10 En la actualidad, las pocas personas protestantes que son sepultadas en este cementerio, son ubicadas donde hay lugares disponibles, y lo mismo ocurriría con las de cualquier otra religión que no se diera su propio lugar funerario.

11 Originarios de Pinerolo (Piemonte, Italia).

12 Originarios de Gründen (distrito Visp) y Aussebert (distrito Raron), cantones del Alto Valais, Suiza.

13 Originarios de la región de Busca (Piemonte, Italia).

14 Originarios de Abbadia Alpina (Piemonte, Italia).

15 Originarios de Milán (Lombardía, Italia).

16 Así evocaba una descendiente de esta familia, Eloísa Jeandrevín, el panteón de sus ancestros, en el poema "Cementerio" (1998): "Allí están, amados huesos, / hundidos en el campo sellado / de la muerte. / Cementerio de pueblo. / Lugar del llano / y del encuentro obligado. / Secreto espacio, / al abierto y piadoso manto / de plegarias resignadas. / Lugar de Paz. / Allí están, amados huesos: / Familia Theler -1913- / Un altar, un místico santuario / ¡Y dos ángeles en guardia!"

17 Se ha destacado que las construcciones funerarias del novecientos, periodo al cual pertenecen estos panteones, "se manifiestan a través del tiempo eclécticamente y muy ligadas al desarrollo arquitectónico de los estilos del período con influencias italianas, neoclásicas, del art nouveau, del racionalismo, etc., todos los revivals y las variantes del eclecticismo historicista" (Julio Cacciatore, "Cementerios en Iberoamérica", en Encuentro internacional sobre cementerios contemporáneos, Sevilla, junio de 1991, cit. en Cabarrou, 1999: 70).

18 Podría añadirse que los primeros Theler y Arnaudo son recordados aún por haber construido espaciosas casas de campo o urbanas, y los Canavesio tuvieron una participación destacada en las instituciones de aquellos años.

19 Este dato, tan preciso, me fue proporcionado por la única fotógrafa con la cual contó el pueblo durante décadas.

20 Este par podría ser ilustrado, en el primero de sus términos, por el tipo de sepulturas que se menciona en el apartado "Tipologías y propiedades significantes", inciso a) panteones y sepulturas individuales, y el segundo, por las del inciso b) tumbas matrimoniales.

21 Cabe apuntar que algunas personas acostumbradas a los velorios y los entierros urbanos han manifestado su sorpresa ante la duración, la solemnidad y la mayor elaboración de esos ritos en el pueblo.

22 Las placas adosadas a las tumbas matrimoniales, y en parte los panteones y sepulturas individuales (véase apartado "Tipologías y propiedades significantes"), exhibían una mayor profusión de elementos decorativos, pertenecientes al complejo simbólico cristiano: cruces, ramas de sauce o laurel, ángeles en actitud contemplativa o de lamentación, o a la simbología funeraria, como los cipreses o las hojas de hiedra. Es evidente que esas placas eran fundidas en moldes disponibles en la época, ya que en las tumbas conyugales marido y mujer suelen compartir el mismo diseño. Las placas que se utilizan en la actualidad son unas hojas rectangulares de un material metálico inoxidable, en general desprovistas de otro símbolo distinto de la cruz, en las cuales las siglas qepd han desplazado definitivamente a la inscripción "Pax", muy utilizada antaño.

23 Para ejemplificar el hecho de que los cementerios son capaces de ser interceptados no sólo por redes de significados relativas a la muerte, sino también por calificaciones propias del mundo de los vivos, es decir, aparecer como espacios en los que se hallan presentes distintas dinámicas de identificación (de clase, de cultura), menciono la conocida "oposición simbólica" entre los cementerios de la Recoleta y la Chacarita, de la ciudad de Buenos Aires, que se ha expresado de distintas maneras. Así, Jorge Luis Borges escribe en "Muertes de Buenos Aires" los siguientes versos a manera de exordio a su poema sobre el cementerio la Chacarita: "Trapacerías de la muerte -sucia como el nacimiento del hombre- / siguen multiplicando tu subsuelo y así reclutas / tu conventillo de ánimas, tu montonera clandestina de huesos / que caen al fondo de tu noche enterrada" (1987: 99), mientras que en "La Recoleta" escribe: "Aquí es pundonorosa la muerte, / aquí es la recatada muerte porteña" (1987: 101). Una arquitecta, por su parte, sintetiza de esta manera dicha contraposición: "Si Recoleta fue el reducto del 'patriciado', es decir, haber estado desde antes del surgimiento de la Nación, Chacarita significó el lugar de los gringos, del 'aluvión' inmigratorio, es decir, un muestrario de la composición heterogénea de la sociedad argentina" (Cabarrou, 1999: 69).

24 Gracias al interés de la comuna por la preservación del cementerio, se halla presente un cuidador (encargado de la limpieza y jardinería del predio) durante buena parte del tiempo en que se producen las visitas, el cual suele informar acerca de la ubicación de las tumbas u otros datos relacionados, debido al conocimiento que posee del camposanto. En lo particular, debo agradecerle que me haya conducido hasta la sepultura más antigua, y a una en la cual figura una pequeña placa escrita en alemán, para un inmigrante que había llegado desde Suiza, fallecido en 1934.

25 La campana sigue siendo un medio de comunicación eficaz para anunciar los oficios litúrgicos, el rezo del rosario, y otras actividades relacionadas con el culto y las festividades religiosas.

26 Las formas de realizar las exequias de estos grupos fueron percibidas como un área de diferenciación cultural en relación con las tradiciones observadas al respecto por las clases patricias en la ciudad de Santa Fe (capital de la provincia homónima, donde se halla ubicado Sarmiento, al igual que cientos de pueblos surgidos del proceso colonizador), que recibió un importante aporte inmigratorio en la segunda mitad del siglo XIX. Más que de una diferencia dentro del mundo cultural mediterráneo trasplantada a esta parte del mundo, se trata de un contraste que responde a las condiciones culturales particulares que presenta la provincia. Así lo expresa la siguiente cita: "Es importante deslindar que las familias tradicionales sureñas, por su matriz hispana católica, llevan la muerte naturalmente incorporada a la vida y practican una modalidad de velar austera -capilla ardiente sobria, velas naturales, flor escasa. Así, el velatorio patricio es una ceremonia reservada, sin llanto ni exageraciones ni anís: discreto. No hay franja para el recuerdo de cortejo y sepultura. Éste sí será valorado por el grupo nuevo, ascendente: el velatorio gringo, sensible a la pose iconográfica del muerto, clima anímico de exaltación y desgracia" (Hornia, 2000: 16).

27 Resulta pertinente agregar que esta publicación, en formato de revista, fue dada a conocer (como objeto único, es decir, no serial) en 2009, y contiene numerosos datos valiosos e imágenes de interés histórico y cultural. Se tituló 125° Aniversario — Parroquia "Nuestra Señora del Carmen" — 1884/2009 — Sarmiento. Estuvo a cargo de un equipo de redacción integrado por el presbítero y varios feligreses.

28 Tanto el funeral como el duelo son prácticas que responden a la concepción durkheimiana de los "ritos piaculares": "la palabrapiaculum, aunque evoca la idea de expiación, tiene un significado mucho más amplio. Cualquier desgracia, cualquier cosa de mal augurio y todo lo que inspira sentimientos de angustia y de temor necesita un piaculum" (Durkheim, 1993 [1912]: 612). Al igual que los homenajes póstumos, estas señales de condolencia se tributan a alguien que ya no puede percibirlas, y pese a que suponen una observancia que retrae a las personas a un tipo de vida apartado de los lugares públicos, están condicionadas por la intención de demostrar que la muerte ha afectado a los deudos según las representaciones vigentes sobre los efectos del fallecimiento de los seres allegados familiar, emotiva o formalmente.

29 La costumbre de seguir el ataúd a pie desde la sala de velatorios hasta la iglesia se ve favorecida por la corta distancia que media entre ambas (poco más de 200 metros).

30 En estos casos se dan "campanas de angelito", creando una atmósfera de consternación en el pueblo; se trata por supuesto de un toque mucho más suave y rítmico luego del acostumbrado para anunciar el deceso de adultos. La identificación de bebés o niños muy pequeños fallecidos con "angelitos" quizá puede atribuirse al uso de esas imágenes para representarlos en el arte sacro o a la idea de que, al carecer prácticamente de pecados, son admitidos de inmediato en el Cielo.

31 Resignificando la funcionalidad y el significado del cementerio local, la última misa de la fiesta de los Fieles Difuntos ("día de los muertos", como se le conoce en la zona) fue celebrada aquí (2009). Con respecto a la mayor participación de las mujeres en este tipo de actividades, cabe agregar que aparentemente en otros lugares y países ocurre algo semejante. José Enrique Finol y Karelis Fernández, a partir de un trabajo efectuado sobre los cementerios Corazón de Jesús y San José, de la ciudad de Maracaibo (Venezuela), informan que "de los ciento tres entrevistados el 78.64% eran de sexo femenino [...] Este resultado era de esperarse si se considera que, en general, en las sociedades latinoamericanas son las mujeres las que tienen un rol más activo en materia religiosa" (Finol y Fernández, 1996).

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