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Alteridades

versión On-line ISSN 2448-850Xversión impresa ISSN 0188-7017

Alteridades vol.21 no.41 Ciudad de México ene./jun. 2011

 

Diálogos

 

Por el conocimiento de nuestras antropologías latinoamericanas y caribeñas. Un punto de vista desde Venezuela

 

Lino Meneses Pacheco*

 

* Museo Arqueológico-Universidad de los Andes. Edificio del Rectorado, Avenida 3, Mérida, Venezuela <lmeneses@ula.ve>.

 

Leer el artículo de Paz Xóchitl Ramírez Sánchez, titulado "Reflexiones sobre la enseñanza de la antropología social en México", incluido en el dossier sobre la enseñanza de la antropología propia, que forma parte de este Alteridades 41, me llevó a comprender cómo, entre los años treinta y cincuenta del siglo XX, nuestros colegas antropólogos tenían conocimientos profundos sobre el quehacer antropológico en América Latina y el Caribe. Basta con recordar las palabras del maestro Miguel Acosta Saignes sobre la relación que mantuvo con Miguel Othón de Mendizábal, Alfonso Caso, Manuel Maldonado Kerdell y Paul Kirchhoff, maestros de Acosta Saignes en aquella Escuela de Antropología que analiza la colega Paz Xóchitl en su trabajo. Miguel Acosta Saignes fue el primer venezolano graduado de antropólogo y perteneció a la primera promoción que egresó de la Escuela de Antropología en México. El maestro Acosta se negó, de acuerdo con sus propias palabras, a trabajar en México con Malinowski por razones ideológicas y por sus relaciones precisamente con Paul Kirchhoff (Rodríguez, 1994), quien, según Ramírez Sánchez, pertenecía al grupo que tenía una visión historizante en dicha escuela, visión que marcaría la labor antropológica de Acosta Saignes en Venezuela.

Es en el contexto de conocer los desarrollos de las antropologías latinoamericanas y caribeñas donde hoy podemos afirmar que en Venezuela no conocemos, a diferencia de aquellos antropólogos de los años treinta y cincuenta, por razones político-ideológicas que nos mantienen sometidos a la antropología noratlántica, las historias y los procesos investigativos y educativos que han emprendido nuestras antropologías. Sin duda, esta realidad también es válida para el resto de los países hermanos que conforman nuestra gran comunidad americana. He aquí la trascendencia de los trabajos de Esteban Krotz; María Ana Portal; Myriam Jimeno y David Arias; Xochitl Ballesteros, Ligia Sierra y Julio García; Fernando García; Carlos Lara, y Paz Xóchitl Ramírez, publicados en este dossier de la revista Alteridades.

Sin tener en cuenta el orden de aparición, el dossier reúne seis interesantes artículos elaborados por colegas de México, Colombia, Ecuador y El Salvador, que dan cuenta de las distintas trayectorias y ciclos históricos relacionados con la institucionalización y la enseñanza de la antropología en los países hermanos nombrados, y que nos ayudan a conocer la diversidad y las especificidades de nuestras antropologías y las formas históricas que adquiere su enseñanza en las naciones mencionadas. Un séptimo ensayo, que considero muy importante por la línea que traza, es el del colega Esteban Krotz, quien después de hacer una síntesis de las características fundamentales de las antropologías latinoamericanas, y retomar la teoría del control cultural propuesta por Guillermo Bonfil Batalla (que, como propuesta analítica, permite comprender los elementos "propios" -que están bajo el control de nosotros- y "ajenos" -que están bajo el control del otro- de una cultura), nos plantea establecer un modelo investigativo que explore los antecedentes, las genealogías intelectuales, las obras, las instituciones, las líneas de investigación, las publicaciones, las orientaciones de investigación y docencia universitaria pública y privada, que nos permitan conocer los elementos propios y ajenos de nuestras antropologías, con el in último de enseñar una antropología "propia", que respete la cultura democrática y las diferencias histórico-culturales de nuestras sociedades.

Es justamente en lo discutido por Krotz, sobre la enseñanza de una antropología propia, que valdría recordar la repuesta que, en forma de preguntas, le diera Miguel Acosta Saignes al colega Omar Rodríguez, cuando le preguntó, en una entrevista, sobre nuestra situación como neocolonia:

¿Cómo educar... si los medios de comunicación están en su mayoría en manos de quienes representan los neocolonialistas? ¿Cómo sembrar convencimiento sobre el futuro del mundo, y nuestro caso de Venezuela, si poderosas corrientes dominantes sobre el Tercer Mundo todo lo asedian? ¿Cómo educar a las nuevas generaciones, avasalladas por la propaganda de modos de vida que luchan contra el camino progresivo de la historia? (Rodríguez, 1994: 103).

La repuesta a estos cuestionamientos formulados por el maestro Acosta la dio nuestro Paulo Freire cuando nos decía que: "enseñar no es transferir conocimiento, sino crear las posibilidades para su propia producción o construcción..." (Freire, 2008: 47).

En Venezuela, los esfuerzos llevados a cabo para crear esas posibilidades de realizar nuestra propia producción y construcción de conocimiento (que nos indica Freire), por parte de nuestros pioneros (Adolfo Ernst, Julio César Salas, Lisandro Alvarado y Alfredo Jahn, entre otros) a finales del siglo XIX y comienzos del XX, para desarrollar en el país una "antropología propia" que diera respuesta a nuestra realidad histórico-cultural, se vieron truncados por el descubrimiento del petróleo y su explotación por parte de empresas estadounidenses, que contribuyeron política y inancieramente a desarrollar en Venezuela la política del buen vecino, impulsada en la década de los treinta de siglo XX por el gobierno de Franklin Delano Roosevelt. Para la antropología venezolana, la política del buen vecino significó, en términos históricos, el sometimiento epistemológico del quehacer antropológico venezolano al paradigma culturalista estadounidense, sometimiento que sería consolidado como tal en 1952 con la fundación de la Escuela de Sociología y Antropología en la Universidad Central de Venezuela (UCV) por sociólogos y antropólogos estadounidenses de la Universidad de Wisconsin (Meneses y Gordones, 2009; Meneses, 2010).

Por razones políticas e ideológicas, para la fundación de la Escuela de Sociología y Antropología de la UCV en Caracas, se dejó de lado al Instituto de Antropología e Historia que había creado en 1949 en la misma Universidad el maestro Acosta Saignes, años antes de la instalación en Venezuela de la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez.

La Escuela de Sociología y Antropología fue fundada con la finalidad de proporcionar a Venezuela un cuerpo de investigadores llamados no sólo a desempeñar cargos académicos, sino también a ocupar cargos creados por el gobierno en su propósito de resolver problemas que iban desde la incorporación pacífica de los indígenas a la vida nacional, hasta el mejoramiento de las relaciones obreras en el país (Meneses y Gordones, 2009; Meneses, 2010).

Con la instauración de la Escuela de Sociología y Antropología en una Universidad intervenida por el gobierno militar dictatorial, egresarían los/as primeros/as antropólogos/as graduados/as en el país y se iniciaría un largo proceso de institucionalización de los estudios antropológicos en Venezuela en las universidades públicas (Meneses y Gordones, 2009).

Tuvieron que pasar 32 años para que se creara, en 1984, la primera Escuela de Antropología en la UCV, organizada en cinco departamentos: Teorías y Métodos, Antropología Física, Lingüística, Arqueología y Antropología Social. Según sus fundadores, la enseñanza de la antropología en esta escuela estaría orientada hacia la formación de un profesional con capacidad de conocer, desde una perspectiva histórica y sociocultural, las circunstancias y contextos esenciales que han modelado y contribuido a formar la sociedad venezolana. También consideraban que se requería una verdadera autodeterminación científica, en lo teórico y en lo práctico, debido a que no era posible depender de directrices teórico-metodológicas impuestas desde afuera y sin vínculos con nuestra realidad, por lo tanto, era importante asumir la antropología que se estaba produciendo en los centros académicos del Tercer Mundo, incluyendo a América Latina -y, por supuesto, a Venezuela-, surgida a partir de nuestros problemas y nuestra cotidianidad, sobre la base de la identificación real con nuestro ser y devenir como pueblo (FaCES, 1985).

Simultáneamente a este proceso relacionado con los pregrados en Venezuela, existían otras instituciones dedicadas a la investigación antropológica y arqueológica -independientes de la experiencia educativa-investigativa de la UCV-, que fundan en el país distintos programas de posgrado en Antropología. En la actualidad funcionan una maestría en Antropología en el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) en la Región Capital; una maestría en Antropología en la Universidad del Zulia (luz), en Maracaibo, al occidente de Venezuela; y también al occidente, en la Universidad de los Andes (ULA) se instauran, a partir de la experiencia investigativa y docente impulsada desde el Museo Arqueológico, la maestría en Etnología mención Etnohistoria, y recientemente el único doctorado en Antropología que hay en Venezuela.

En 2009, 24 años después de esta primera fundación, se abre en LUZ una licenciatura en Antropología que, según sus promotores, egresados en su mayoría de la maestría en Antropología de la misma Universidad, aspira a egresar antropólogos con una comprensión amplia de la pluriculturalidad y multietnicidad como elementos constitutivos de la contemporaneidad local, regional, nacional y global.

A juzgar por los contenidos programáticos y por la producción teórica e investigativa que se desprende de estos proyectos educativos de pregrado y posgrado, podemos decir que en Venezuela se hace muy poco en relación con la enseñanza de la antropología propia. Fuimos testigos presenciales del no cumplimiento de las orientaciones filosóficas de los fundadores de la Escuela de Antropología en la UCV. Para este caso, a partir de la década de los ochenta del siglo XX, se impuso la falta de discusión y de investigación, así como también la implementación de políticas informativas y no formativas, con una enseñanza casuística y pragmática, donde se ofrecía una formación instrumental sustentada fundamentalmente en los modelos antropológicos telegrafiados de las metrópolis noratlánticas (Meneses, 1991).

Sin embargo, en el presente, desde la maestría en Etnología y el doctorado en Antropología de la Universidad de los Andes, se están haciendo esfuerzos para estudiar las producciones que se han realizado y se están realizando en las antropologías del Sur, y se ha iniciado, muy tímidamente, el estudio de nuestros pioneros en la antropología, como fuentes reveladoras de alternativas metodológicas para el estudio y conocimiento de nuestras realidades histórico-culturales. Estos esfuerzos se han visto reforzados por el desarrollo de una política científica del Estado venezolano, que recientemente ha dado prioridad, en los organismos evaluadores de la ciencia de Venezuela, las publicaciones en nuestra propia lengua materna y el desarrollo de una política editorial agresiva desde el Ministerio del Poder Popular para la Cultura para la publicación y reedición de autores/as venezolanos/as y latinoamericanos/as en general.

 

Bibliografía

FaCES. 1985, Proyecto de Escuela de Antropología. Modificaciones 1985, Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Central de Venezuela (FaCES-UCV), Caracas.         [ Links ]

Freire, Paulo, 2008. Pedagogía de la autonomía: saberes necesarios para la práctica educativa, Siglo XXI, Buenos Aires, 136 pp.         [ Links ]

Meneses, Lino, 1991. "Arqueología y realidad: una aproximación al desarrollo histórico en la arqueología en Venezuela", trabajo final de grado, Escuela de Antropología de la UCV, Caracas, 123 pp.         [ Links ]

----------, 2010 "La arqueología venezolana de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX", en Javier Nastri y Lúcio Menezes (eds.), Historias de arqueología sudamericana, Universidad Maimónides/ Fundación Cultural Félix de Azara, Buenos Aires, pp. 21-44.         [ Links ]

Meneses, Lino y Gladys Gordones, 2009. De la arqueología en Venezuela y de las colecciones arqueológicas venezolanas: propuesta para la construcción de la Red de Museos de Historia de Venezuela, Centro Nacional de Historia (Colección Bicentenario), Caracas, 112 pp.         [ Links ]

Rodríguez, Omar, 1994. El antropólogo como objeto: lecciones vivas de Miguel Acosta Saignes, Mario Sanoja y Gustavo Martín, Fondo Editorial Tropykos/Ediciones FaCES-UCV, Caracas, 210 pp.         [ Links ]

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