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Alteridades

On-line version ISSN 2448-850XPrint version ISSN 0188-7017

Alteridades vol.17 n.33 Ciudad de México Jan./Jun. 2007

 

Lecturas

 

Estar sobrio en la Ciudad de México*

 

Reseñado por Ernesto Hernández**

 

* Stanley Howard Brandes, Estar sobrio en la Ciudad de México, trad. Pilar Mascaró Sacristán, Plaza y Janés, México, 2004, 259 pp.

 

** Estudiante del doctorado en Ciencias Antropológicas, Departamento de Antropología, UAM-Iztapalapa.

 

Prohibida la entrada a menores, mujeres, hombres uniformados y antropólogos sedientos...

El alcohol es un estilo de vida. Peligroso, pero a la vez apasionante y seductor. En México, el alcohol es parte de la vida cotidiana de todos los que vivimos aquí —bebamos o no—, pues se inmiscuye en nuestros aspectos más íntimos y reluce en las grandes ocasiones. Además, forma parte de una abigarrada narrativa nacional que va desde los murales prehispánicos de Cholula hasta las más sofisticadas letras de nuestra época. Para el quehacer antropológico, las prácticas asociadas con el alcohol en nuestra vida individual y colectiva han sido exploradas sólo de manera parcial, acaso un poco más en su ritualidad, en la bondad de su espíritu, en su consumo exacerbado y en su relación con la violencia. En nuestro país, el tema se ha estudiado en forma relativamente amplia, aunque por lo general vinculado con el machismo y siempre dirigido con una perspectiva de clase, la clase baja. Sin embargo, también existen escritos que recuperan una visión más integral de la bebida como un espacio cotidiano donde los hombres —y excepcionalmente las mujeres— habitan (Foster, 1953; Lewis, 1960; y Gutmann, 1996).

Dentro de la literatura antropológica contemporánea relativa al alcohol, la masculinidad, la Ciudad de México y sus barrios existe Estar sobrio en la Ciudad de México, de Stanley Howard Brandes, como un texto articulador de los múltiples significados de la vida en la ciudad, la bebida y la identidad masculina, y que tiene un atractivo particular: es sobre esos hombres que viven en la delgada línea entre el abuso del alcohol y una vida sin él.

Stanley Brandes es un antropólogo de Berkeley, California, y ha estudiado con profundidad tópicos relacionados con el folclore en España y América Latina. Es de suponer que, inevitablemente, el tema del alcohol le saliera al paso. Con todo, Brandes lo ha abordado desde un enfoque muy particular, pues aprovechando una estancia en la Ciudad de México se dispuso a investigar no en la cantina —donde también se hace magnífico trabajo de campo— sino en la antítesis: una sala de Alcohólicos Anónimos. De tal modo, éste es un libro donde encontramos la mirada desde el margen de aquellos alcohólicos que se esfuerzan por dejar de serlo y que han hallado un espacio que no necesariamente es liberador.

 

Contra lo adverso, lo inverso

Evite la cruda... permanezca borracho. Es la sentencia que luce desafiante desde la parte trasera de un camión repartidor de gas. En los barrios de la Ciudad de México es donde los imaginarios sobre el alcohol se cruzan: se le rinde culto, se le sataniza, se recurre a él como a una panacea, se le hacen canciones. Stanley Brandes encuentra en el crudo el otro lado de la línea: la de los alcohólicos en recuperación. En Estar sobrio..., Brandes, un personaje más que ocupado en la Universidad Nacional Autónoma de México, decide realizar su investigación en la ciudad. La ocasión se le presenta cuando conoce a Emilio, un bolero que acepta llevar a nuestro antropólogo a Apoyo Moral (un seudónimo del grupo en que hizo investigación de campo) para que conozca el interior de una organización de Alcohólicos Anónimos (AA) en México. La posibilidad de efectuar trabajo de campo en la ciudad era muy intimidante para Brandes, acostumbrado a visitar contextos rurales donde eran más evidentes las redes comunitarias y era posible una recepción más cálida. Éste es un punto adecuado para el inicio del libro: el trabajo de campo urbano en la Ciudad de México. En esta primera parte se explica la manera en que el antropólogo diseñó su investigación, la cual se centró exclusivamente en los miembros de Apoyo Moral como una estrategia para entender las características del alcoholismo en esta ciudad.

Es muy acertada la decisión del autor de trabajar con integrantes de AA, porque se hizo de un espacio de frontera, liminal, desde donde pudo reconstruirlo. Se puede decir que este estudio se realizó desde los márgenes y así lo refleja el resto del libro. Alcohólicos Anónimos está situado en la marginalidad de una sociedad que acepta abiertamente su ebriedad; además, el autor completa el texto en un estilo novelado, aunque sin omitir la rigurosidad antropológica, lo que también señala una inclinación por explorar los límites del discurso antropológico.

El libro explora con amplitud —de manera muy personal— los sucesos cotidianos en la investigación. En ocasiones no es muy común que en las publicaciones se hable acerca del financiamiento —¿cuánto se gastó el antropólogo?— ni de los compromisos que tenemos respecto a nuestros informantes. Aquí existe una discusión referente a la conveniencia del anonimato, las decisiones sobre la confidencialidad y el uso de las entrevistas. Todo esto ocupa casi la primera parte del libro.

La segunda parte —más extensa— se inscribe en la discusión concerniente al alcoholismo y en el debate actual relativo a la masculinidad y la identidad. Aunque la relación entre ambos parece evidente, Brandes entrevista a quienes han dejado la bebida y tratan de reestructurar un discurso propio sobre lo que significa ser un hombre sobrio. Esta mirada no es casualidad; cuando se argumenta acerca de la masculinidad parece haber consenso en cuanto a la polisemia del término. Así, existen amplios estudios referentes a las particularidades de ser hombre en América Latina (Fuller, 2000; Gutmann, 2002; y Montesinos, 2002). Se han propuesto modelos de masculinidad a partir de su relación con la paternidad, las mujeres y su construcción como identidad hegemónica, pero escasamente se ha deconstruido esta identidad mediante la eliminación de partes estructurales de sus prácticas.

Lo anterior es lo que hace Stanley Brandes al trabajar con hombres que han perdido un elemento significativo de su ser viril: el alcohol. Brandes apunta que las bebidas alcohólicas han estado inevitablemente asociadas con masculinidades exacerbadas y con la violencia. No obstante, en esta investigación trabaja con el punto de vista de sus informantes, una perspectiva cansada, por decirlo así, de este tipo de vida, y pueden reflexionar sobre lo que la embriaguez significa para ellos. A partir de aquí reconstruye un retrato veraz de la vida social y particular del alcohol. La intención más acabada de Estar sobrio... es mostrar cómo es posible reconstruir la vida en una categoría socialmente distinta —la de estar sobrio— y, al mismo tiempo, proponer un espacio en dónde trabajar el tema más ampliamente.

Adentrarse en un universo como el de la Ciudad de México significó acotar la discusión a un grupo de hombres y su lucha por dejar de beber. En tal discusión existe un vértice en el cual convergen sus propias identidades de género, clase y religión y donde participa la dinámica familiar como un elemento más de contienda. Aunque Brandes justifica no incluir a mujeres dentro de su investigación porque no participan en el grupo, sí podría resultar interesante conocer cuál es su situación. Incluso la de los jóvenes, que son el grupo más vulnerable y donde el alcoholismo concurre en ambos géneros. De igual modo, no hubo una reflexión más vasta sobre la familia y su participación en la rehabilitación de estos hombres como padres, hijos o hermanos; aspectos con los que comprenderíamos mejor los alcances sociales de este problema.

En México, el discurso relativo al alcohol está ligado a un elemento constitutivo de la cultura popular: el humor. Estar sobrio en la Ciudad de México es un texto que la narrativa y el estilo particular del autor hacen de entretenida lectura; pese a ello, su intención es exhibir una realidad dramática en la cual las personas pueden perder la vida y la sociedad sufre. En ocasiones es imperante que así sea, porque es imposible disgregar la violencia y el sufrimiento de la cotidianidad de estos sujetos, pero el humor está muy vinculado incluso a los momentos más amargos de la vida de los teporochos. En ese sentido, es notorio que hay pocas referencias al humor como una forma de resistencia o de resignación frente a la embriaguez. La beoda, la peda, el chupe, la chela, el pisto, la briaga, la cruda —el ¡ay, Dios mío!, si con la peda te ofendí...— son términos muy chilangos y acaso universales en el mundo del alcohol en México.

Dentro de la función social que cumple el alcohol está la de generar un ambiente relajado, propicio al diálogo y la fiesta, una arenga festiva que se vuelve amarga cuando se toca fondo, pero que subsiste a pesar de todo, con la intención de conocer mejor de qué se trata. Entre los individuos en recuperación de los grupos AA son conocidos chistes y bromas relacionados con el tema, después de todo, es la sofisticación de este discurso la que da espacio al humor; así como frente a la muerte, frente al alcohol se destornilla el ingenio.

Por otro lado, en el texto es significativa la presencia de conceptos intrínsecos al pensamiento popular —por ejemplo jurar—, la caracterización de los lugares donde se llevan a cabo las juntas o la estructura de los discursos que allí se presentan, lo que habla de un trabajo de campo muy detallado, aunque se extraña que el autor no haya visitado más grupos de AA sólo para corroborar su información. Asimismo cobra relevancia que a los alcohólicos anónimos de la ciudad no les interese ser anónimos, porque consideran que parte de su salvación se basa en la colectividad, donde deben mostrarse como varones renacidos.

Existe también una parte ritual que interesa mucho al autor —no en balde algunos de sus trabajos más reconocidos se han centrado en la masculinidad y su ritualización—. En este caso se permite comparar las actividades de Apoyo Moral con las del catolicismo imperante, a pesar de los orígenes protestantes de AA. Brandes también deja de lado un tema que seguramente surgió en algún momento de su investigación: las granjas, esa alternativa oscura del mundo de las drogas y el alcohol, diferente a la opción que representa AA. Incluso menciona Neuróticos Anónimos, pero no hace referencia a ese mundo oculto donde alcohólicos y drogadictos, en un intento desesperado de ellos mismos o de sus familias, dejan la vida.

Apoyo Moral es un grupo en el cual el discurso ocupa un lugar preponderante. Allende los Doce pasos y las Doce tradiciones, Brandes examina con detalle la construcción de las identidades masculinas, de estos nuevos hombres forjados en la incertidumbre. Estar sobrio en la Ciudad de México muestra que el significado de la masculinidad reside en la lucha diaria por sobrevivir y por ir más allá del individuo.

 

Bibliografía

Foster, M. George 1953 "Cofradía and Compadrazgo in Spain and Spanish America", en Southwestern Journal of Anthropology, núm. 9, pp. 1-28.         [ Links ]

Fuller, Norma 2000 Paternidades en América Latina, Pontificia Universidad Católica del Perú, Fondo Editorial, Lima.         [ Links ]

Gutmann, Matthew C. 1996 "Traficando con hombres: la antropología de la masculinidad", en Horizontes antropológicos, núm. 10, año 5, mayo [Porto Alegre]         [ Links ].

---------- 2002 "Introduction: Discarding manly dichotomies in Latin America", en Matthew C. Gutmann (ed.). Changing men and masculinities in Latin America, Duke University Press, Durham.         [ Links ]

Lewis, Oscar 1960 Tepoztlán, Village in Mexico, Henry Holt, Nueva York.         [ Links ]

Montesinos, Rafael 2002 Las rutas de la masculinidad. Ensayos sobre el cambio cultural y el mundo moderno, Gedisa, México.         [ Links ]

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