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Alteridades

On-line version ISSN 2448-850XPrint version ISSN 0188-7017

Alteridades vol.17 n.33 Ciudad de México Jan./Jun. 2007

 

Investigación antropológica

 

La alteridad contemporánea: la mala conciencia por la fractura de Auschwitz

 

Contemporary alterity: bad conscience due to Auschwitz's fracture

 

Jordi Planella**

 

** Profesor titular del área Teoría e Historia de la Educación, Universitat Oberta de Catalunya, Avda. Tbibado 39-43, 08035, Barcelona, España. < jplanella@uoc.edu >

 

Artículo recibido el 13/07/06
Aceptado el 15/11/06

 

Abstract

This article starts out from the hypothesis that the fracture caused in Europe (just as in other societies) by the Shoah has been interpreted as a state of bad conscience that is still present in contemporary societies. In the core of this fracture, the bodies of the alter ego are found as well as the attempt of their dissolution through extermination practices.

Key words: Shoah, embodiment, alter ego body, bad conscience.

 

Resumen

El presente artículo parte de la hipótesis de que la fractura causada en Europa (igual que en otras sociedades) por el Shoah se tradujo en un estado de mala conciencia que atraviesa a la sociedad contemporánea. En el centro de esta fractura encontramos los cuerpos de las alteridades y el intento de desincorporarlos mediante prácticas de exterminio.

Palabras clave: Shoah, corporalidad, alteridad corporal, mala conciencia.

 

Ningún ser humano puede imaginarse —escribe Lemental en su sencillo
yídish— los acontecimientos tan exactamente como se produjeron y de
hecho es inimaginable que nuestras experiencias puedan ser restituidas
tan exactamente como ocurrieron.

Giorgio Agamben

 

Auschwitz —Oswiecim si lo pronunciamos en polaco— se encuentra muy cerca de Cracovia, la ciudad que se dice posee la plaza medieval más grande de Europa. En Polonia, el verano es una temporada fría, lo que dificulta aún más imaginar el frío glacial del mes de enero. Un frío que, en la madrugada, miles de prisioneros sufrieron de pie mientras eran convertidos en números, o bien, cuando servían de objetos para que los soldados pudieran cuadrar los recuentos. La sensación del hielo apoderándose de los cuerpos, de los rincones más íntimos de la humanidad, es el origen de una mala conciencia construida en la Europa de la posguerra y que llega a nuestros días.

No hablamos de Auschwitz como un lugar situado cerca de la actual frontera con la República Checa, sino como una categoría genérica, pues hablar de él equivale a referirse a un concepto relativo a todo exterminio humano, genocidio, holocausto, Shoah, y también se ha convertido en sinónimo de Mauthausen, Dachau, Buchenwald, Ravensbrück, Oranienburg-Sachsenhausen, Treblinka, Stutthof, Theresienstadt, Plaszow, Chelmno, etcétera. "Auschwitz es todo lo que su nombre simboliza [...] El Holocausto es el intento de eliminar al otro, al otro pueblo, la otra cultura, al pretendido enemigo de la humanidad" (Thibaud, 1980).

Auschwitz ha jugado un papel clave: marcó la diferencia entre antes y después, haciendo del nuevo camino un espacio de crisis, un estado permanente de mala conciencia de Europa, lo cual resulta evidente a la mirada de Laín Entralgo (1966: 123) cuando dice que "la conciencia histórica es necesaria para quien quiera ser un hombre culto". Auschwitz se encuentra ahí, como testimonio; es un monumento a la estética del horror del que se espera y anhela siga siendo único e irrepetible, para no volver a descubrir hasta dónde puede llegar el hombre en la horrible carrera hacia la búsqueda de la estética del horror. Si después de experimentar el sentimiento de mala conciencia se vuelve a pensar en este espacio y en estos momentos, descubrimos que "delante de un fenómeno como Auschwitz no llegaremos demasiado lejos con la lógica, por supuesto; según parece, en este caso fracasa la razón" (Kertész, 1999: 31).

 

El otro en Auschwitz

Un elevado número de ciudadanos europeos de religión judía vieron sus vidas rotas después de la vejación, la humillación y la objetivación que implica ser tratados como no humanos. Pero si limitamos el entendimiento de la política exterminadora al percibirla como dirigida de manera exclusiva contra los judíos, obviaremos a otros colectivos y grupos étnicos que también fueron víctimas directas y que muy a menudo se olvidan en la alteridad. Por ejemplo, grupos de gitanos1 en Hungría, la República Checa y la propia Alemania; personas con cualquier tipo de discapacidad (física, psíquica o sensorial);2 quienes se habían declarado homosexuales; enfermos mentales; presos políticos; y todo aquel que pudiera considerarse apartado de lo que alguien, bajo la bandera de la supuesta ciencia de las razas, dispuso como ideal de la raza aria, como lo normal de una raza. En definitiva, cualquiera que pudiera ser calificado como peligroso o improductivo sólo tenía una salida: ser víctima de la aniquilación de su corporalidad.

La idea de poder alcanzar una raza superior de manera holística quedó recogida en el libro escrito por Adolf Hitler:

El Estado hará de la raza el centro de su vida. Pondrá buen cuidado en conservar su pureza. Pondrá los más modernos adelantos de la medicina para la reducción de todos los que presentan una enfermedad manifiesta en cualquier forma [...] Quienes sean física y mentalmente insanos o débiles no tienen derecho a perpetuar sus sufrimientos en la carne de sus hijos [...] Si se negase la facultad y oportunidad de procrear a los físicamente degenerados y mentalmente enfermos durante un periodo de tan sólo 600 años, la humanidad se vería libre de tal desgracia (Hitler, 1924: 446-448).

Este fragmento pasó a categoría de modelo estético y fue ejecutado junto con la carta del 1o de septiembre de 1939, en donde se señala:

Berlín, 1o de septiembre, 1939.

Adolf Hitler
Reichsleiter Bouhler i Dr. Brandt
Son autorizados a ampliar las responsabilidades que los médicos han de asignarse, de tal forma que los pacientes, la enfermedad de los cuales —de acuerdo con la más estricta aplicación del juicio humano— sea incurable, se les conceda la liberación por vía de la eutanasia (Remak, 1969).

Estos documentos iniciaron el viaje sin retorno al horror que, de forma organizada y sistemática, miles de personas se vieron obligadas a vivir entre 1939 y 1945. De entre éstas, el colectivo de aquellos deportados y víctimas del genocidio que ha sido menos estudiado por los investigadores del Holocausto es el de las personas con enfermedad mental y discapacidad. Es cierto que esta imagen del otro, es decir, el enfermo mental o el discapacitado, preocupaba enormemente a los verdugos del Tercer Reich. De hecho, el tema de la enfermedad mental había sido una constante desde finales del siglo XIX, en especial mediante las aportaciones hechas por el zoólogo Ernst Haeckel,3 el jurista Adolf Jost,4 el médico Alfred Ploetz,5 el psiquiatra suizo Auguste Forel,6 el agrónomo Alexander Tille7 y el fisiólogo John B. Haycraft.8 Otros científicos y políticos pudieron retomar estas ideas, que conforman un claro precedente de la aniquilación corporal del otro y que vertebraron la política nacionalsocialista de exterminio de la diferencia. En particular, destaca un libro publicado en 1920, escrito por Karl Binding y Alfred Hoche, titulado Die Freigabe der Vernichtung Lebenssunwerten Lebens. Ihr Mass und ihre Form.9 Cinco años más tarde, Meltzer planteó de manera directa la aniquilación de las personas con enfermedad mental al hacer públicos los resultados de una encuesta sobre La eliminación de los enfermos mentales. Para la Weltanschauung hitleriana fue relativamente fácil convertir estas ideas de "purificación racial" en acciones reales y efectivas. Ya en 1933, cuando el nacionalsocialismo llegó al poder, se usaron múltiples métodos para hacer patente que esas personas no tenían derecho a la vida. Quizá el ejemplo más horripilante sean algunas de las películas que se rodaron, siendo de especial interés el cortometraje Existencia sin vida dirigido por Schwenninger,10 en el que se muestra la evolución de la psiquiatría desde el siglo XVIII. El corto finaliza con el siguiente enunciado: "No se trata de que exista la caridad: elimina a aquellos que no puedas cuidar".

En el testimonio del doctor Pfannmüller, director de un asilo en Eglfing-Haar cercano a Munich, se evidencia la forma real de ejecutar el proyecto:

Para mí, en tanto que nacionalsocialista, estas criaturas no son más que una carga pesada para nuestros conciudadanos que tienen buena salud. Nosotros eliminamos, no a través del método de las inyecciones; la prensa internacional y algunas personalidades se nos echarían encima [...] No, nuestro método es mucho más sencillo y natural: los dejamos morir de hambre a través de la alimentación deficiente (Fings, Heuss y Sparing, 1999: 87).11

 

Alemania nazi: una estética del horror

Podríamos decir que la estética de la Alemania nazi se fundamentó en una organización del orden del cosmos que, desde la llegada de Hitler al poder, se fue redefiniendo. Los desfiles militares por las calles de Berlín —con más de 50 mil soldados— hacían que muchos alemanes se sintieran orgullosos de las dimensiones estéticas de su país; mil hombres tocando tambores y emulando los desfiles de las tropas romanas, con símbolos y estandartes, convertían estos actos multitudinarios en una semiótica del horror. La parafernalia y los uniformes de soldados y miembros de los cuerpos especiales, los distintivos corporales, los grandes fuegos artificiales, las imágenes de águilas, las cruces gamadas, los símbolos teutónicos del orden y la guerra, alimentaron la estética nazi en la vida cotidiana y fueron una constante en los años en que se ejerció el terror. Una estética nazi ejecutada con "antorchas, lábaros, wagnerianas bandas para el paso de la oca" (Burgos, 1998). La investigación de secretos que hacían enloquecer a Himmler, cabo de la Schutzstaffel o SS, así como la quema pública de los libros que no merecían ser leídos, provocaba la exaltación de los asistentes al ritual. Es una estética militar que se concreta en la necesidad de instalar puntos de control y mando, no en cualquier edificio de cemento sino en castillos medievales, unos donde los mandos se reunían en torno a una mesa redonda.

Era necesario elaborar una estética diferenciada y propia. Había que pensar en una estética corporal, muy bien definida por la biopolítica que había puesto a funcionar la maquinaria científica para establecer el modelo ideal de raza aria y el nuevo modelo corporal de hombre. La creación de una estética propia se hace patente cuando analizamos con detalle el libro "Degenerate Art". The Fate of Avant-Garde in Nazi Germany, de Stephanie Barron (1991), en donde la autora plantea que:

La fusión de temas políticos y estéticos y el uso del término entartet para designar supuestamente tipos de moral, de sexo y de raza inferiores, han estado presentes durante muchos años. Entartet ha sido tradicionalmente traducido por degenerado o decadente; es esencialmente un término biológico. También se ha aplicado al mundo del arte para designar aquello que es inclasificable, en esencia lo que es no arte (Barron, 1991: 11).

Los sujetos que se alejan de los patrones estéticos arios son sujetos entartets y, desde la perspectiva nazi, no alcanzan la categoría de persona. Si en la lógica de la maquinaria aniquiladora el arte entartet es considerado un no arte, entonces el sujeto entartet es una no persona.

Los puntales que rigieron la liturgia de la estética nazi se vertebraron alrededor de dos grandes ejes. El primero fue la magna organización creada en torno a la cultura: arte, cine, música, literatura, artes plásticas, teatro, etcétera. La Reichskulturkammer (Cámara de Cultura del Reich)12 se creó para otorgar un sentido holístico a la nueva estética con la cual se pretendía guiar a la Alemania de entonces hacia un nuevo estatus. El segundo eje está vinculado con lo que podemos denominar bioestética o estética de la raza; éste se activó con la creación del Centro de Investigaciones de Higiene Racial y Biología de la Población, y fue un elemento clave en el trabajo de clasificación, estudio y ordenamiento en espacios —en particular, de acuerdo con las habilidades— de aquellos que se alejaban del patrón estético de la raza aria. Un ordenamiento temporal hasta dar paso a la solución final como objetivo de la Flurbereinigung (la limpieza racial). De este modo se empezó a aplicar la ciencia de las razas y el Estado acabó haciendo uso de diferentes profesionales —entre ellos antropólogos como Eva Justen— con el fin de determinar cuáles eran los criterios para clasificar o diagnosticar a una persona como diferente. Para entender la importancia de las razas en todo el proyecto alemán resulta fundamental lo propuesto por Fings, Heuss y Sparing:

Da la impresión que apenas hubo punto alguno en la entramada institucional nazi que pudiera actuarse sin la bendición científica de las razas, cuando se trataba de perseguir a seres humanos a los que se les había atribuido la pertenencia a una raza extraña (Fings, Heuss y Sparing, 1999: 28).

 

La aniquilación corporal del otro

El otro tiene un claro exponente social: su cuerpo. Los cuerpos nos identifican y nos permiten identificar a los otros. Los cuerpos pasaron a ser el principal objetivo del régimen nacionalsocialista. El contraste entre las corporalidades arias y las de los cuerpos entartet es evidente en demasía, ya que los últimos fueron degradados, reducidos a la categoría de no cuerpos. Tal contraste se capturó en la Bereitschaft,13 una pieza que Broker esculpió en bronce en 1937; y los cuerpos de los prisioneros —transformados, castigados, olvidados, vejados y en proceso de aniquilación— son mostrados en las imágenes narradas por Primo Levi el día de la liberación:

El 27 al mediodía vemos a la primera patrulla rusa y no creemos en nuestros ojos. La situación del campo era desesperante: cadáveres por todas partes, en la nieve, en las camas; un estado de suciedad asqueroso, pues todo el mundo sufría diarreas; la mayoría estaban en la cama, inclinados como paralíticos por el frío y el hambre (Anissimov, 1996: 403).14

Con el inicio de la Segunda Guerra Mundial y la expansión del poder alemán, empezaron a hacerse efectivos los experimentos y la reordenación de los habitantes de Alemania y los países satélites. Esto se tradujo en deportaciones, procesos de clasificación de la población que esperaba en filas interminables durante largas horas, viajes mortales en los que se les amontonaba en vagones de carga para animales,15 duchas frías a las entradas de los campos, vejaciones y humillaciones, violencia física, malos tratos, violaciones, etcétera, convertidas en lo que caracterizó la vida cotidiana de las víctimas de la estética del horror. De esta forma, cuando el otro ha sido equiparado a un animal —como se refleja en que se usaran vagones de carga para transportarlos—, sólo quedaba aprovechar a quienes se pensó podían llegar a producir, es decir, aquellas personas de las que el régimen podía sacar algún provecho. El viaje servía como espacio propicio para la selección natural: ¿cuáles eran los cuerpos que podían resistir el hacinamiento inhumano en el vagón, el dolor en todas las partes del cuerpo, el hecho de no beber ni comer? A su llegada, esos cuerpos que habían logrado sobrevivir eran otra vez seleccionados. A quienes morían con rapidez se les arrancaban las piezas ortopédicas y los dientes de oro, mismos que eran entregados a las autoridades del campo.16

A quienes habían sobrevivido todos los procesos de selección les quedaba vivir —mejor dicho, malvivir o sobrevivir— a base de una sopa y un trozo de pan diarios, una dieta escasa que terminaba por degradar, desgastar y arrancar los pocos kilogramos de carne que les quedaran. El trabajo era la única forma de llegar más allá, de levantarse al día siguiente y descubrir algún motivo para seguir andando (Masiero, 1975: 193). No obstante la aniquilación corporal a través de la eutanasia pasiva, cuando Maximiliano Kolbe (tatuado con el número 16670) ofreció su vida a cambio de la de Francesco Gajowniczek,17 no se consiguió acabar con su corporalidad (Masiero, 1975: 193). Gajowniczek había sido condenado a morir de hambre y sed en el Bloque 11, conocido como "el bloque de la muerte". Luego de que Kolbe resistiera la aniquilación corporal durante muchos días, finalmente tuvieron que inyectarle una dosis de ácido muriático.

Fueron cuerpos a los que los verdugos del Tercer Reich tatuaron como marca de control, símbolo de poder y elemento de subyugación. Elie Wiesel nos permite acceder a la manera como tatuaban los cuerpos:

Por la tarde nos hicieron poner en filas. Tres prisioneros llevaron una mesa e instrumental médico. Todo el mundo tenía que pasar por delante de la mesa con la manga izquierda respingona. Los tres viejos, con agujas en la mano, nos grababan un número en el brazo izquierdo. Me convertí en el A7713. A partir de entonces no tuve ningún otro nombre (Wiesel, 1958: 93).

En esta situación de continua aniquilación corporal, la pregunta constante de todo deportado fue siempre la misma: ¿todavía somos hombres? O bien, el interrogante que se repite Bruno Bettelheim: "¿cuánto tiempo un hombre puede resistir esta situación sin volverse loco o suicidarse?" (1979: 123). Los ejecutores habían conseguido dominarlos, pero existía un secreto más allá de toda cruel existencia: podían castigar sus cuerpos, casi no alimentarlos o azotarlos, pero los pensamientos y sentimientos, aquella chispa de humanidad que muchos prisioneros conservaron, escapó a la destrucción de las corporalidades del otro. Afortunadamente, muchos hombres encontraron la respuesta a la eterna pregunta: seguían siendo hombres, aún no los habían aniquilado.

Volver a pensar en la aniquilación de las corporalidades de Auschwitz y en las víctimas de la estética del horror sigue siendo una obligación de la humanidad, y resulta evidente que no podremos olvidar aquello que Primo Levi nos dijo:

Allora per la prima volta ci siamo accorti che la nostra lingua manca diparole per questa offesa, per la demolizione di un uomo. In un attimo, con intuizione quasi profetica, la realtà ci si è rivelata; siamo arrivati alfondo. Più giù; di cosi non si può andare: condizione umana più misera non c'è, e non è pensabile.18 (Levi, 1989: 23).

 

Bibliografía

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Anissimov, Myriam 1996 Primo Levi ou la tragédie d'un optimiste, Lattès, París.         [ Links ]

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Notas

1 Véase nuestra crítica al libro De la ciencia de las razas a los campos de exterminio. Sinti y Romá bajo régimen nazi (Fings, Heuss y Sparing, 1999) en Planella (2000).

2 Basta con entrar al Museo del Campo de Exterminio de Auschwitz para saber adónde fueron a parar los dueños de las miles de prótesis apiladas hasta el techo —testigos de la intolerancia—, recordándonos así que también fueron víctimas de la pedagogía política del nazismo. Véanse las imágenes mostradas en el libro Auschwitz. Voices from the Ground (Swiebocki y Swiebocki, 1993), en especial las páginas 50 y 51.

3 Ernst Haeckel fue el primero en aplicar en los seres humanos las ideas darwinistas sobre la selección natural y la lucha por la vida.

4 AdolfJost hizo un estudio titulado El derecho a la muerte (Das Recht aufden Tod, Götingen, 1895), donde pedía, entre muchas otras cosas, que los enfermos mentales fueran eliminados.

5 Alfred Ploetz fundó la Sociedad para la Higiene de la Raza, desde la cual aconsejaba a sus colegas de profesión eliminar a los sujetos que habían nacido con deformaciones o enfermedades mentales.

6 En 1892, Auguste Forel fue el primero en esterilizar a una mujer con enfermedad mental.

7 Alexander Tille escribió el libro The East End de Londres, un asilo nacional, en donde propuso un modelo social en el que sólo los individuos más fuertes, física y mentalmente, podrían sobrevivir (Tille, 1901).

8 John B. Haycraft señaló que la tuberculosis y otras enfermedades infecciosas eran las mejores amigas de la raza.

9 La obra se publicó en Leipzig y puede traducirse como Permitir poner fin a las vidas que no valen la pena ser vividas.

10 Schwenninger fue el cineasta de Aktion T4, el servicio oficial de eutanasia a partir de 1939.

11 Por medio de las circulares 5263 a 5281 se hizo llegar una ficha de dieta especial a las cocinas de los asilos de niños y adultos con enfermedades mentales. La directriz respecto a la alimentación corporal del otro era eliminar las materias grasas y centrarse sólo en las verduras. Aplicado estrictamente, debía conducir a la muerte del otro en un periodo máximo de seis meses.

12 Dentro de la Cámara de Cultura del Reich encontramos las otras cámaras que velaron por la estética de cada una de las artes: la de música, la de teatro, la de literatura, la de cine y la de radio.

13 Hay una imagen de la estatua disponible en el libro coordinado por Barron (1991: 17).

14 Fragmento de una carta que Primo Levi escribió a Jean Samuel el 23 de marzo de 1946.

15 Véase el libro El largo viaje (Semprún, 1994). En la primera hoja nos dice: "Este hacinamiento de cuerpos en el vagón, este punzante dolor en la rodilla derecha. Días, noches. Hago un esfuerzo e intento contar los días, contar las noches".

16 Un escrito fechado en 1942 dirigido a Himmler dice: "Las piezas de oro de los prisioneros muertos serán entregadas en la Oficina de Sanidad como Usted ha ordenado. Se podrán usar para las operaciones dentarias de nuestros hombres" (cit. en Anglada, 1994: 91).

17 Tuvimos la suerte de visitar el campo de concentración Auschwitz el mismo día que lo hizo Franceso Gajowniczek. Nos acompañó como guía Krzysztof Bi'esaga, quien hizo de Auschwitz y de su vida pedagogía.

18 "Entonces, por primera vez nos percatamos de que nuestra lengua carece de palabras para esta ofensa, para la demolición de un hombre. En un instante, con intuición casi profética, la realidad se nos revela; llegamos al fondo. Más abajo que así no se puede ir: condición humana más miserable no existe, y no es pensable." (N. del E.).

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