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Tópicos (México)

versión impresa ISSN 0188-6649

Tópicos (México)  no.66 México may./ago. 2023  Epub 19-Jun-2023

https://doi.org/10.21555/top.v660.2607 

Reseñas críticas

De Cruz, H. (ed.). (2022). Philosophy Illustrated: Forty-Two Thought Experiments to Broaden Your Mind. Oxford University Press. 196 pp.

Emilio Méndez Pinto1 

1Universidad Nacional Autónoma de México. emilio.mendez.pinto@gmail.com

De Cruz, H.. (ed.), 2022. Philosophy Illustrated: Forty-Two Thought Experiments to Broaden Your Mind. ., Oxford University Press, 196p.


En su célebre Real People: Personal Identity without Thought Experiments, Kathleen Wilkes objetó el uso (y abuso) de los experimentos mentales en la filosofía arguyendo, entre otras cosas, que la filosofía debería apoyarse en la ciencia -y no en la ciencia ficción o en la fantasía- y que los escenarios hipotéticos estipulados en algunos experimentos mentales son, en parte por recurrir a casos de ciencia ficción, poco descriptivos, lo que produce, en opinión de esta filósofa, que suelan ser “problemáticos y positivamente engañosos” (Wilkes, 1988, p. 2). Las objeciones de Wilkes están dirigidas especialmente a los experimentos mentales empleados en las discusiones metafísicas acerca de la identidad personal -Derek Parfit es su blanco de ataque favorito-, pero no es difícil extrapolar sus objeciones a experimentos mentales que, ya sea en ética (la máquina de experiencias de Nozick, por ejemplo) o en filosofía del lenguaje (la Tierra Gemela de Putnam, por ejemplo), también recurren a la ciencia ficción. Tampoco es difícil, me parece, objetar a Wilkes en sus propios términos, pues, así como la filosofía tiene en el demonio de Descartes a uno de sus seres fantásticos predilectos, la ciencia tiene en los demonios de Laplace y de Maxwell a los suyos. Si dos eminentes científicos recurrieron en su momento a experimentos mentales que contemplaban seres fantásticos -Laplace para ilustrar el carácter determinista de la mecánica clásica y Maxwell para ilustrar la segunda ley de la termodinámica-, entonces parece que la filosofía no necesariamente escaparía de ellos si se apoyara exclusivamente en la ciencia, como aconseja Wilkes.

Más allá de este y otro tipo de dudas que puedan despertar los experimentos mentales, lo cierto es que son un recurso casi tan antiguo como las propias filosofías occidental y oriental, pues ya en su alegoría de la caverna Platón recurrió a un experimento mental para ilustrar las posibilidades y las limitaciones de nuestro conocimiento, la distinción entre lo real y lo aparente, y otras lecciones más, mientras que mediante su alegoría de soñar con una mariposa Zhuangzi recurrió a un experimento mental para ilustrar, por medios alegóricos distintos a los platónicos, la distinción entre cómo son las cosas y cómo parecen ser, así como la naturaleza de la transformación de las cosas. El libro aquí reseñado, Philosophy Illustrated: Forty-Two Thought Experiments to Broaden Your Mind, editado e ilustrado por la filósofa belga Helen de Cruz, profesora de la Universidad de San Luis (Misuri), ofrece una sucinta exposición de cuarenta y dos experimentos mentales clásicos en la historia de la filosofía occidental y oriental, divididos en nueve secciones dedicadas, respectivamente, a experimentos mentales en ética, filosofía política, epistemología, filosofía de la mente, filosofía del lenguaje, metafísica, teoría de la decisión, filosofía de la religión y estética.

Cada uno de los cuarenta y dos capítulos contiene una breve exposición del experimento mental en cuestión, una reflexión acerca de este por parte de un filósofo o una filósofa de renombre, una sección de preguntas que pretende (y, en mi opinión, suele conseguir) retar intelectualmente al lector, y bibliografía adicional. En siete de los capítulos -“The Drowning Child” (Peter Singer), “Splitting the Bill at a Restaurant” (David Christensen), “The Creationist Teacher” (Jennifer Lackey), “The Extended Mind” (Andy Clark y David Chalmers), “Skywalk” (Tamar Gendler), “Accidental You” (Ruth Millikan), y “Becoming a Vampire” (L. A. Paul)-, la reflexión está escrita por los creadores mismos del experimento mental, lo que hace que su exposición sea particularmente instructiva. Y, como señala el título del libro, cada experimento mental está acompañado de una ilustración en la forma de un dibujo, elaborado por Helen de Cruz. Esto último es, sin duda, uno de los atractivos del libro, que De Cruz justifica al escribir que “los experimentos mentales filosóficos tienden a ser abruptos, sin muchos detalles o descripciones sensoriales de las personas o de las escenas involucradas. Dibujarlos requiere, pues, detallarlos” (p. viii).

Esta justificación -que podría estar perfectamente dirigida a reparos como el de Kathleen Wilkes, aunque Helen De Cruz no dice nada explícito al respecto- es laudable, porque la representación pictórica de un escenario hipotético (como son los experimentos mentales) puede ofrecer detalles de este. Lo cual, sin duda, tiene un valor descriptivo. Sin embargo, el efecto que, para fines descriptivos de los experimentos mentales, tienen las ilustraciones de De Cruz no es, a mi parecer, homogéneo. Dando por sentado que “los dibujos presentados en este libro son reflexiones e interpretaciones visuales no verbales de los experimentos mentales que representan” (p. viii), y que por tanto son, irremediablemente, reflexiones e interpretaciones por parte de nuestra filósofa, hay dibujos suyos que, al detallar pictóricamente los experimentos mentales, sin duda colaboran en su descripción. Pero esto sucede prominentemente en aquellos experimentos mentales que son, recurriendo a las propias palabras de De Cruz, abruptos (poco detallados o descriptivos), como pueden serlo el gavagai de Quine (pp. 117-120) o las semillas de las personas de Judith J. Thomson (pp. 23-27).

En Philosophy Illustrated hay, por su parte, experimentos mentales cuya ilustración pictórica parece añadir poco a su descripción o a sus detalles, y no necesariamente porque dichos experimentos mentales no sean abruptos, sino porque su puesta en marcha, como acciones epistémicas, i. e., como “actividades que llevamos a cabo para cambiar lo que conocemos acerca del mundo” (p. 2), no requiere de mayor descripción o detalle -tal es el caso de la caza del ciervo de Rousseau (pp. 39-42), del barco de Neurath (pp. 69-71), o de la mente extendida de Andy Clark y David Chalmers (pp. 75-78)-. Esto no es decir que las ilustraciones pictóricas de Helen de Cruz no añadan nada a los experimentos mentales de Rousseau, Neurath, etc., pues sin duda lo hacen desde un punto de vista estético, y esto, siguiendo a la propia De Cruz, supone expresar la filosofía de una manera distinta (p. vii).

Sin embargo, creo que uno de los riesgos de esta concepción pictórica de la filosofía no es tanto que, al menos en algunas ocasiones, no añada nada al contenido de los argumentos o experimentos filosóficos en cuestión, sino que pueda distorsionarlos. Me parece que esto sucede con el experimento mental del hombre que vuela de Avicena (p. 139), en el que se muestra, con unas nubes de trasfondo, a un hombre completamente vestido (desde su taqiyah hasta sus zapatos, pasando por su túnica) para exhibir pictóricamente el experimento mental de un hombre que no tiene (según contempla el experimento mental original de Avicena) ni información sensorial ni conciencia del mundo exterior. ¿Cómo es que la representación pictórica de un hombre vestido de pies a cabeza puede dar cuenta de un hombre totalmente desprovisto de información sensorial y de conciencia del mundo exterior?

Sea como fuere, lo cierto es que, más allá de estos pequeños reparos, Philosophy Illustrated es un libro pedagógicamente extraordinario en al menos dos sentidos. En un primer sentido, lo es porque, en buena parte por la forma, ya descrita, en la que están expuestos los experimentos mentales, suministra al lego una introducción accesible a estos, y al no lego un reto intelectual, pues, en la sección de preguntas, se le obliga a poner a prueba sus intuiciones filosóficas respecto del experimento mental en cuestión. En un segundo sentido, Philosophy Illustrated es pedagógicamente extraordinario porque entrega lo que promete en la introducción (p. 4), a saber, dar cuenta de experimentos mentales de distintos tipos: ya sean meramente argumentativos, o pensados simplemente para despertar nuestras intuiciones filosóficas, o sin respuestas definitivas que, no obstante, contienen distintas moralejas ideadas para ayudarnos a transformar nuestro pensamiento.1

Ejemplos de esto último son los dos primeros capítulos del libro -“The Child at the Well”, de Mengzi, y “The Drowning Child”, de Peter Singer-, pues si bien ambos experimentos mentales contemplan esencialmente el mismo escenario hipotético, un niño pequeño en peligro de muerte al que nos es perfectamente posible rescatar, la moraleja del experimento mental de Mengzi es que, como seres humanos, tenemos un brote de benevolencia (brote que, como bien sabía Mengzi, y como bien sabemos también nosotros, no siempre se desarrolla por completo), mientras que la moraleja del experimento mental de Singer es que, en la medida en que nos sea posible, hemos de hacer el mayor bien que podamos (imperativo que devino en el movimiento del altruismo efectivo).

Las virtudes (pedagógicas) de Philosophy Illustrated de ninguna manera se agotan aquí, y en lo que sigue expondré las que, en mi opinión, son las otras virtudes del libro.

Una primera virtud es que en varios de los experimentos mentales con los que un lector occidental del siglo XXI podría no estar familiarizado (al menos comparativamente), no obstante, se consideran problemas de primer orden para la filosofía occidental, tanto moderna como contemporánea. Ejemplos de esto son las rumias escépticas de Al-Ghazali, en donde hay claros temas “cartesianos” -tanto en su vertiente escéptica como en la dualista-, y el experimento mental relativo al cuidador imparcial de Mozi, en donde se muestra cómo, en la filosofía china del siglo V a. C., ya se discutían cuestiones que ocuparon las mentes de algunos de los filósofos más importantes del siglo XX, como la problemática relación entre imparcialidad y moralidad, la igualmente problemática relación entre lealtad y justicia, y las posibles razones por las que las élites no tienen reparos en aceptar (y promulgar) el principio moral de no dañar a los demás, pero suelen ser reticentes a adoptar el principio moral de ayudar a los demás, cuestiones en su momento discutidas, respectivamente, por Thomas Nagel, Richard Rorty, y Gilbert Harman.

Una segunda virtud del libro objeto de esta reseña es que los experimentos mentales no se exponen de manera acrítica. Instancias de esto son la reflexión de Elselijn Kingma acerca del experimento mental del violinista y de las semillas de las personas expuesto por Judith J. Thomson en su célebre “A Defense of Abortion”, en donde Kingma señala algunas de las limitaciones, fenomenológicas y afectivas, del experimento mental de Thomson, así como la reflexión crítica de Matthew Duncombe acerca del experimento mental de la lanza al final del universo de Lucrecio, en donde Duncombe, recurriendo a Aristóteles, nos hace ver igualmente las limitaciones, esta vez conceptuales, del experimento mental de Lucrecio.

Respecto de esta manera crítica de exposición, es notorio el capítulo dedicado al experimento mental de Ibn Tufayl (pp. 167-170) acerca de una persona ciega de nacimiento que aprendió todo acerca de su entorno mediato e inmediato excepto una sola cosa -que, en cambio, aprendió mediante descripciones y mediante “el firme comando” de las ciencias-: el color. Pero un día esa persona puede, de pronto, ver. ¿Qué es lo que, según Ibn Tufayl, tal persona distinguiría? En contra de las conclusiones del experimento mental de Locke acerca del problema de Molyneux (descrito en las pp. 83-86 de Philosophy Illustrated), Ibn Tufayl sostuvo que dicha persona no tendría ningún problema en distinguir y en nombrar las cosas que otrora le eran accesibles por cualesquiera medios excepto por el de la vista. Y en contra de las conclusiones del célebre experimento mental de Frank Jackson acerca de la “científica” Mary y su cuarto en blanco y negro (descrito en las pp. 87-90 de Philosophy Illustrated), Ibn Tufayl sostuvo que, para un ciego de nacimiento que de pronto adquiriese la vista (con las previsiones de que aprendió mediante descripciones y mediante “el firme comando” de las ciencias todo lo demás), incluso los colores le serían tal como los había concebido.

Una tercera virtud de Philosophy Illustrated es la forma en la que consigue relacionar la larga tradición de la experimentación mental en filosofía con las recientes tendencias, particularmente en la filosofía analítica, dedicadas a la experimentación empírica en filosofía. Auxiliándose de la psicología y de las ciencias cognitivas, esta nueva corriente pretende someter a contrastación empírica algunas de nuestras intuiciones filosóficas, y se han llevado a cabo experimentos (ya no mentales, sino empíricos) con el fin de evaluar las intuiciones de las personas ante algún escenario hipotético filosóficamente relevante; por ejemplo, en los últimos diez o quince años se han llevado a cabo diversas encuestas para evaluar las intuiciones de la gente acerca de la relación entre el libre albedrío y la responsabilidad moral, o acerca de la naturaleza de la causalidad. Y experimentos mentales como la posición original de Rawls (Huang, Bazerman y Greene, 2019) o el “caso” de Gödel/Schmidt de Kripke (Machery et al., 2004) no se han escapado de esta tendencia. Sin duda puede ser cuestionable el valor que, respecto de los argumentos estrictamente filosóficos de los experimentos mentales de Rawls y Kripke, tenga una encuesta. Pero, también sin duda, el hecho de que en Philosophy Illustrated se discutan los resultados de este tipo de prácticas habla de su actualidad y de su apertura intelectual.

La última virtud que expondré tiene que ver con la relación que en algunos experimentos mentales se establece entre su contenido y lo que, respecto de este, dice la ciencia contemporánea. Dos instancias de esto tienen lugar en el experimento de la caza del ciervo de Rousseau -en donde se expone lo que la psicología moderna sostiene acerca de nuestra capacidad para cambiar constantemente de perspectiva entre nuestros intereses individuales y los intereses grupales- y en el experimento del cubo y la esfera de Molyneux/Locke, en donde se exponen algunos de los resultados que se han obtenido al someter a personas congénitamente ciegas que recobraron la vista a experimentos similares a los contemplados por Locke y Molyneux en su correspondencia.

En La filosofía de la filosofía, Timothy Williamson escribió que, mediante los experimentos mentales, “[g]ran parte de la comunidad filosófica permite que un acto ponderado de la imaginación pueda refutar una teoría que estaba previamente bien sustentada” (Williamson, 2016, p. 239). Philosophy Illustrated es una más que bienvenida introducción a algunos de los más significativos “actos ponderados de la imaginación” en la historia de la filosofía global.

Referencias

Dennett, D. (2015). Bombas de intuición y otras herramientas de pensamiento. L. Lecuona (trad.). FCE. [ Links ]

Huang, K., M. Bazerman, y J. Greene. (2019). Veil-Of-Ignorance Reasoning Favors the Greater Good. Proceedings of the National Academy of Sciences, 116, 23989-23995. [ Links ]

Machery, E., Mallon, R., Nichols, S. y Stich, S. (2004). Semantics, Cross- Cultural style. Cognition, 92, B1-B12. [ Links ]

Norton, J. (2004). On Thought Experiments: Is There More to the Argument? Philosophy of Science, 5, 1139-1151. [ Links ]

Wilkes, K. (1988). Real People: Personal Identity without Thought Experiments. Oxford University Press. [ Links ]

Williamson, T. (2016). La filosofía de la filosofía. M.Á. Fernández Vargas (trad.). UNAM. [ Links ]

1Para la concepción de los experimentos mentales como argumentos reempaquetados, cfr. Norton (2004). Para la concepción de los experimentos mentales como “despertadores” de nuestras intuiciones filosóficas, cfr. Dennett (2015).

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