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versão impressa ISSN 0188-6649

Tópicos (México)  no.62 México Jan./Abr. 2022  Epub 28-Mar-2022

https://doi.org/10.21555/top.v62i0.1638 

Artículos

Filosofía del deseo 1: Aristóteles y el thymós

Philosophy of Desire 1: Aristotle and Thymós

Leonardo Ramos-Umaña1 

1Instituto de Investigaciones Filológicas Universidad Nacional Autónoma de México México leonramosu@gmail.com


Resumen

A fin de clarificar qué es exactamente el fenómeno humano de la akrasía o incontinencia en sentido pleno (a saber, aquella por causa de la epithymía o apetito), en Ética nicomaquea VII.4-10, Aristóteles presenta la incontinencia por analogía, es decir, aquella por causa del thymós o coraje. A pesar de su intención, la explicación de la segunda solamente enreda la comprensión de la primera, y el lector termina por no tener clara ninguna de las dos. El propósito de este escrito es proporcionar algunas luces al tema de la akrasía por thymós, concretamente, intentando resolver tres incógnitas: (1) ¿qué es, exactamente, esta pasión? (2) ¿Quiénes son peores, quienes se dejan llevar por sus apetitos (como los que actúan mal por lujuria o gula) o quienes se dejan llevar por su coraje (como los que actúan mal por ira o celos), y por qué? Finalmente, (3) ¿somos responsables por los errores que lleguemos a cometer en un arrebato de ira?

Palabras clave: thymós; incontinencia; Aristóteles; responsabilidad moral

Abstract

Whit the aim of clariflying what exactly is the human phenomenon of akrasía or incontinence in the fullest sense (namely, that caused by epithymia or appetite), in Nicomachean Ethics VII.4-10 Aristotle introduces a type of incontinence by analogy, that is, incontinence due to thymós or courage. Despite his intentions, the explanation of the latter only complicates understanding the former, and the reader ends up without a clear understanding of either. The purpose of this article is to shed some light on the subject of akrasía due to thymós, trying, specifically, to answer three questions: (1) what exactly is this passion? (2) Who are worse, those who get carried away by their appetites (such as those who misbehave out of lust or gluttony) or those who get carried away by their anger (such as those who misbehave out of anger or jealousy), and why? Finally, (3) are we responsible for the mistakes we make in a fit of anger?

Keywords: thymós; incontinence; Aristotle; moral responsibility

Posiblemente, la exposición que Aristóteles hace en Ética nicomaquea VII.3 sobre el fenómeno humano de la akrasía o incontinencia sea una de las más enrevesadas de toda su filosofía práctica, y no son pocos los embrollos interpretativos que alberga.1 2 Y ya que VII.3 no basta para entender el tema, los lectores -ingenuamente- esperaríamos que el embrollo se desembrollase en los capítulos siguientes dedicados a lo mismo (VII.4 a VII.10), pero lo que allí yace es otro berenjenal. Es en esta última parte donde, como recurso para delimitar mejor la incontinencia en sentido propio (haplỗs) -es decir, aquella en la cual desobedecemos a la razón por causa de una epithymía o apetito3 (cfr. VII.5, 1149a1-4)-, Aristóteles presenta a la incontinencia por analogía, a saber, la “incontinencia” (con comillas) por causa del thymós o coraje.4

Y si bien para él la “incontinencia” es secundaria, solo lo es en cuanto incontinencia. Es decir: a la hora de entender cómo actúan los seres humanos, el thymós es igual de importante que la epithymía, de modo que, para hacernos una mejor idea de las cosas humanas, así como de la teoría aristotélica de la acción, es imperioso ocuparnos del coraje. Entonces, el propósito de este escrito es proporcionar algunas luces al tema de la akrasía por thymós, concretamente, intentando resolver tres incógnitas: (1)

¿qué es, exactamente, esta pasión? (2) ¿Quiénes son peores, quienes se dejan llevar por sus apetitos (como los que cojean por lujuria o gula) o quienes se dejan llevar por su coraje (como los que cojean por ira o celos), y por qué? Finalmente, (3) ¿somos responsables por los errores que lleguemos a cometer en un arrebato de ira?

Adicional al interés concreto que nos mueve a escribir el presente texto, este artículo, así como otros nuestros,5 se enmarca en el propósito general de explicar qué es la proaíresis o elección deliberada según Aristóteles, para lo cual estas primeras investigaciones resultan necesarias.

I. ¿Qué es el thymós? Una respuesta breve

Como es bien sabido, para Aristóteles el alma humana es capaz de producir deseos (órexis será el término genérico) de tres tipos: boúlēsis o deseo racional, epithymía o apetito y thymós o coraje (cfr., por ejemplo, DA II.3, 414b1-2). En comparación con los dos primeros, el thymós es del que menos, y menos claramente, habla Aristóteles, y aunque «θυμός» es un término de amplia significación (puede aludir al desear comer y beber, al lugar donde yace el pensamiento, a la vida o al corazón),6 Aristóteles, las más de las veces, parece usarlo como sinónimo de «ὀργή (ira)»,7 con lo cual a esta y a aquel los estudiosos suelen tratarles conjunta e indistintamente. Aceptando esto, tendríamos que thymós/orgḗ se define así: «sea8 la ira un deseo de venganza [aparente],9 acompañado de dolor, provocado por un menosprecio aparente contra uno mismo o contra algún allegado,10 sin que el menosprecio estuviera justificado» (Rhet. II.2, 1378a31-34,11 énfasis mío. Cfr. II.2, 1382a8; EN V.9, 1135b25-35; IV.5, 1125b26-1126b10; Top., 156a31-33; DA I.1, 403a31).

Ahora, ¿en verdad es correcto hacer, sin más, la equivalencia entre thymós y orgḗ en la filosofía aristotélica? Llevando a cabo un esfuerzo por exprimir los áridos pasajes en que el término asoma para obtener una distinción tajante, quizás podríamos sostener que el thymós es la “parte” desde donde surge el deseo que mueve a la venganza (cfr. EN VII.6, 1149a30-34) -retomando, acaso, la acepción homérica del término (cfr., por ejemplo, Ilíada XVI.616 y XVII.25412)-. ¿Y ese deseo de venganza, qué nombre recibe? A partir del pasaje de Rhet. II.2 que recién citamos, tendríamos que responder que del thymós surge el deseo de venganza llamado orgḗ. Al bosquejar así el asunto, terminamos en un escenario afín al expresado en Definiciones de Pseudo-Platón: «Ira es el llamado de la parte corajosa para vengarse» (415e11).13Sin embargo, en EE Aristóteles afirma que del thymós surge un dolor -«λύπην τὴν ἀπὸ θυμοῦ γιγνομένην» (EE III.2, 1231b6-7)- al percibirnos humillados, pero, en contra de lo que esperaríamos, pocas líneas después agrega que a ese dolor le llamamos thymós -«τὴν λύπην ἣν καλοῦμεν θυμόν» (1231b15)-. ¿Debemos, pues, desistir de cualquier intento de distinción entre thymós y orgḗ? Creemos que no: más bien somos partidarios de entender, en ciertos pasajes, (1) thymós como “parte” o, dicho de manera menos problemática y más precisa, como una dýnamis, una dýnamis que, además, es multifuncional, es decir, que no se agota en producir la ira, sino también a otras pasiones, como el odio -«si se dijo que el odio sigue a la ira, el odio deberá estar en lo corajoso, pues allí está la ira» (Top. 113a35-b114; cfr. 126a10)-, el miedo -«el miedo, en cambio, <se da> en lo corajoso» (Top. 126a8-915)- e, incluso, el afecto -«es el coraje el que produce el afecto, pues es la facultad del alma que nos hace amar» (Pol. VII.7, 1327b40-1328a1.16 Cfr. 1328a6; EE III.1, 1229a20-32)-. Y, por supuesto, en ciertos otros pasajes hay que entender (2) thymós como aquello que procede de la dýnamis llamada thymós, casos en los cuales este thymós sí sería algo muy cercano a la orgḗ. En ese orden, de entre las múltiples opciones de traducción, todas insatisfactorias, somos partidarios de verter «thymós» en «coraje», pues la amplia significación del término castellano17 nos permite captar (al menos hasta cierto punto) algunos matices que se escapan al usar palabras mucho más puntuales como «ira».

Desde el punto de vista meramente fisiológico, y con una explicación pensada para abarcar tanto a los animales racionales como a los irracionales, para Aristóteles la ira es un incremento en la temperatura corporal -concretamente, «la ebullición de la sangre o de lo caliente en torno del corazón» (DA I.1, 403a30-31.18 Cfr. I.4, 408b7-12)-, lo cual es evidente, declara él, por cuanto quien se aíra experimenta un súbito acaloramiento (de ahí manifestaciones como el enrojecimiento del rostro), mientras que quien tiene miedo o nervios experimenta justo lo contrario (de ahí los temblores en las piernas, manos y el castañeo de dientes -cfr. Probl. 898a4-719 y 889a15-27-).

Y si bien el thymós y la epithymía tienen varios rasgos en común (p. ej.: se cuentan entre los deseos presentes tanto en los irracionales como en los humanos desde la infancia, si no es que desde el nacimiento -cfr. EE II.8, 1224b30-33 y Pol. VII.17, 1334b22-23-), para Aristóteles existe una particularidad para considerar al uno superior a la otra: el thymós, en cierto sentido, escucha a la razón (cfr. EN VII.6, 1149a25-32, citado en nuestro T1). Ya que la aristotélica es, predominantemente, una ética de la moderación y no de la abstinencia, ninguno de los textos abogará por la supresión del thymós -tarea acaso imposible y, si posible, totalmente perniciosa-,20 sino que el ser humano que aspira a ser bueno debe adquirir la disposición habitual (ἕξις) correcta de cara a su thymós, puesto que, como con cualquier otro páthos, cabe hablar de exceso, defecto y término medio. Para el caso concreto, la medianía recibe el nombre de «apacibilidad» (πραότης), su extremo por demasía el de «irascibilidad/ furia» (ὀργιλότης, también llamado en EE «dificultad de carácter», χαλεπότης) y su extremo por deficiencia es declarado anónimo en EN IV.5, mas no en EN II.7 ni en EE III.3, donde figura como «incapacidad de ira» (ἀοργησία) en el uno y como «servilismo» (ἀνδραποδώδης) en el otro, entendiendo este último como el recibir insultos (nosotros o los nuestros) sin airarnos ni defendernos (cfr. EN IV.5, 1125b26-1126b10 y EE III.3, 1231b5-26).

Aunque podemos pensar que algunas personas yacen del todo arraigadas en uno de estos tres modos de ser, lo cierto es que la mayoría de nosotros somos fluctuantes y en algún momento hemos actuado indebidamente, ora arrastrados por la ira, ora porque no cobramos el agravio cuando ameritaba hacerlo,21 y si bien -como señalamos más arriba- estos desatinos sólo cuentan como incontinencia por analogía, no por eso dejan de ser vergonzosos e impropios de una persona virtuosa.

Dejemos hasta aquí la contestación a nuestra primera pregunta, por cuanto ya nos permite ocuparnos de las dos siguientes.

II. Apología de los iracundos: thymós y lógos

Como recién mencionamos, para Aristóteles la “incontinencia” por ira es menos vergonzosa y menos injusta que la incontinencia haplỗs (cfr. EN VII.6, 1149a24-25). Sus argumentos para tal afirmación son, básicamente, cuatro:

  1. El thymós escucha (ἀκούειν)22 o sigue (ἀκολουθεῖ),23 en cierto sentido (πως), a la razón, mas la epithymía no (cfr. VII.6, 1149a25-b3).

  2. Son más perdonables los deseos naturales y más comunes, y experimentar ira es más natural y común que experimentar apetitos de excesos (cfr. VII.6, 1149b4-13).

  3. Quien actúa por thymós no es insidioso o acechador (ἐπίβουλος), ni lo es tampoco el thymós mismo, sino que es “abierto” (φανερός), mientras que la epithymía es, «como dicen de Afrodita», engañosa o artificiosa (δολοπλόκος) y, «como su ceñidor», ladrona de la inteligencia (νοός) hasta del más prudente (cfr. VII.6, 1149b15-17).

  4. El que obra por thymós no ultraja (ὑβρίζει), ultraja el que obra por epithymía (cfr. VII.6, 1149b19-23 y Rhet. II.3, 1380a34-b1).

Por los intereses que motivan este artículo, vamos a concentrarnos solamente en la primera de las razones. Explicándose con un par de metáforas (una de las cuales regresará en nuestro T7), dice Aristóteles:

[T1:] Pues el coraje parece escuchar un tanto a la razón, aunque no la escucha bien, a la manera de los servidores apresurados que antes de escuchar todo lo que se les dice salen corriendo y después yerran en lo ordenado; o de los perros, que antes de mirar si <el que llega> es amigo, con que solo se produzca un ruido, ladran: de igual modo, el coraje, a causa del calor24 y la rapidez de su naturaleza, escucha <a la razón>, por cierto, mas no escucha lo que <esta> le ordena (ἀκούσας μέν, οὐκ ἐπίταγμα δ› ἀκούσας), y se impulsa a la venganza. Pues la razón o la imaginación (λόγος ἢ ἡ φαντασία) le mostraron <al coraje> que <hubo> ultraje o desprecio, y él, como tras haber llegado a la conclusión de que una cosa así debe ser combatida, de inmediato se irrita (χαλεπαίνει δὴ εὐθύς). El apetito (ἐπιθυμία), en cambio, con que solo la razón o la sensación (ἡδὺ ὁ λόγος ἢ ἡ αἴσθησις) le diga que <algo> es placentero, se lanza hacia el goce. De manera que el coraje en cierto modo sigue a la razón, pero el apetito, no; es, entonces, algo peor, pues el que es incontinente en el coraje en cierto modo es vencido por la razón, mientras que el otro <es vencido> por el apetito, y no por la razón. (VII.6, 1149a29-b3, 25 énfasis mío).

Sin duda, las preguntas más importantes por hacer a partir de este texto son: ¿en qué sentido el thymós escucha a la razón? ¿Qué es lo que escucha y qué es lo que no?

II.1. La venganza es un plato que se come frío: thymós y deliberación (βούλευσις)

A lo largo de EN VII.7 y hasta VII.10, Aristóteles “espolvorea” una serie de particularidades sobre la incontinencia y la “incontinencia”, pero con una complicación: en muchas de esas ocasiones no especifica a cuál de las dos alude la característica que acaba de presentar. Ese es el caso de una particularidad que podría ayudarnos a resolver la pregunta sobre escuchar a la razón. Afirma el Estagirita:

[T2:] […] los unos deliberan, pero después, a causa de la pasión, no persisten en lo que deliberaron; los otros, por no haber deliberado, se dejan conducir por la pasión (EN VII.8 1150b19-21).26

Buscando averiguar cuál predicado corresponde al incontinente por epithymía y cuál al incontinente por thymós,27 y teniendo presente que en T1 él afirmó que el incontinente por thymós es menos malo porque en cierto sentido sí escucha a la razón, uno podría hacer la asunción simple y sencilla de que “delibera pero no se mantiene en las resoluciones de su deliberación” es otro modo de afirmar “escucha a la razón pero no escucha lo que esta le ordena”, y que, por tanto:

  1. Ese que delibera (pero no atiende a lo deliberado) es el incontinente por thymós.

  2. Ese que no delibera en absoluto es el incontinente por epithymía.

Lo cual, prima facie, no suena descabellado, pues la deliberación (βούλευσις) es sobre el futuro (cfr. EN VI.2, 1139b7-9), pero la epithymía, tal como expresa un célebre pasaje del DA, parece relegada a lo presente temporal y espacialmente hablando (cfr. DA III.10, 433b5-10).

Sin embargo, líneas más abajo nos encontramos con esta idea:

[T3:] Y, de ellos, los que están fuera <de su razón>28 son mejores que los que mantienen la razón pero no se atienen <a ella>, pues <estos> se dejan vencer por una pasión más débil y no sin haber deliberado primero, como los otros (EN VII.8 1151a1-3).29

¿Qué tendríamos hasta aquí? A partir de lo que acabamos de leer, aquella suposición que hicimos de que el incontinente por thymós es el incontinente que delibera ahora nos lleva a concluir que el incontinente por thymós es peor y que el incontinente por epithymía es mejor, lo cual choca con el hecho manifiesto del cual habíamos partido en T1 sobre que el incontinente por thymós era el mejor entre los dos. Así pues, resta que la asunción simple y sencilla que recién hicimos sea equivocada y que, más bien:

  1. Aquel que delibera pero no se mantiene en el resultado de su deliberación es el incontinente por epithymía.

  2. Aquel que no delibera en absoluto es el incontinente por thymós.

Señales de que ahora sí vamos por el camino correcto pueden ser que en otros lugares Aristóteles menciona que algunos actos los hacemos con deliberación previa, y otros sin deliberación, siendo ejemplo de esto último los actos por thymós (cfr. EN III.2, 1111b18-1930 y V.8, 1135b20-22), a fin de cuentas el thymós, incluso en los mejores hombres (cfr. Pol. III.16, 1287a30-32),31 es la pasión más fuerte de todas,32 «pues el coraje es dominante e indomable (ἀρχικὸν γὰρ καὶ ἀήττητον ὁ θυμός)» (Pol. VII.7, 1328a7; cfr. EE III.1, 1229a24-2933 y II.7, 1223b23-25).

Sin embargo, esta nueva ruta nos lleva a varios interrogantes: el primero, el mismo de más arriba y que seguimos sin responder: si el incontinente por coraje no delibera, ¿entonces en qué sentido el thymós sí escucha a la razón? El segundo: si el thymós está asociado con la venganza, y la venganza con el planear y el esperar cierto tiempo antes de cobrar la afrenta (dícese que la venganza es un plato que se come frío), entonces, ¿no es extraño que el incontinente por thymós no delibere en absoluto?

Podría responderse que Aristóteles mismo explica en qué consiste esa no deliberación del thymós cuando, en EN V.8, afirma que los actos impulsados por el coraje no son derivados de la premeditación o previa reflexión (προνοία) porque quien los causa no es aquel que se aíra, sino aquel que provocó al que se airó (cfr. V.8, 1135b25-27). Sin embargo, descreemos que ésta sea la contestación que buscamos por dos motivos: primero, porque allí no habla de βούλευσις, y no estamos seguros de que en Aristóteles προνοία o προνοέω sean sinónimos exactos de dicho término (cfr., p. ej., EE 1226b33, 38). Segundo, esa explicación de V.8 no aporta algo distintivo del thymós, dado que lo mismo podríamos afirmar de los actos por epithymía (algunos, al menos): no son “premeditados” pues no los inicia quien actúa según su apetito, sino quien le incitó ese apetito -la más común y deplorable excusa del que violenta sexualmente a una chica culpándola por su vestimenta-.

Ahora, «deliberación» (βούλευσις) se define como calcular cuál es el medio más efectivo para alcanzar un fin propuesto. En palabras de Aristóteles:

[T4:] Y no deliberamos acerca de los fines sino acerca de las cosas que llevan a los fines, […] una vez que han puesto el fin, miran cómo y por medio de qué cosas se dará, y si parece que a través de muchas, examinan por cuál <se dará> más fácilmente y mejor; y si se lo alcanza a través de una sola, cómo se dará a través de ella, y esta <a su vez> por cuál, hasta que llegan a la causa primera, que es la última en el descubrimiento (EN III.3, 1112b11-12 y 15-20). 34

¿Será que es en este sentido que el incontinente por thymós no delibera? Creemos que no, y esto por una razón de peso: si le quitamos el poder de deliberación al incontinente por thymós, entonces le quitamos la oportunidad de cobrar venganza, y no nos referimos -Aristóteles tampoco, como veremos- a «venganza» entendida como el puñetazo que X le propina a Y por una lisura que Y le dijo a la pareja de X (tan pronto se la dice), sino a «venganza» como un plan con cierto grado de elaboración por medio del cual alguien tiene la esperanza de desquitarse del agraviador en un futuro más o menos próximo. Un breve análisis de los conceptos «venganza» y «esperanza» nos permite corroborar que esto es lo que Aristóteles tiene en mente cuando habla de «τιμωρία»:

[T5:] […] y a toda ira sigue cierto placer, causado por la esperanza de vengarse; puesto que es placentero creer que se va a alcanzar lo que se desea, y nadie desea cosas que le parecen imposibles para sí, y el iracundo desea cosas posibles para sí. Por eso se ha dicho bien sobre el coraje: “que, mucho más dulce que la miel rezumante, [/] en los pechos de los varones crece” pues la acompaña también cierto placer, por eso y porque se pasa el tiempo vengándose con el pensamiento, y la imaginación que viene entonces causa placer, como la de los sueños (Rhet. II.2, 1378b1-9,35 énfasis mío; cfr. EE III.1, 1229b30-32).

Aristóteles asocia el thymós y la orgḗ con la esperanza de vengarse, pero, de acuerdo con su propia teoría, hablar de «esperanza» es hablar de futuro: «y esperanza es del futuro, memoria del pasado (ἔστι δὲ ἡ μὲν ἐλπὶς τοῦ μέλλοντος ἡ δὲ μνήμη τῶν | παροιχομένων)» (Rhet. II.13, 1390a8-9). De hecho, el Estagirita es aún más claro sobre el placer del que siente ira: «Es evidente que también tienen placeres los que recuerdan o tienen esperanza, puesto que hay sensación. De manera que es necesario que todos los placeres sean o presentes, mientras son sentidos, o pasados, en el recuerdo, o futuros, en la esperanza» (Rhet.I.11, 1370a30-35)36. Con esto, se entiende mejor cuándo está el placer del vengador: no en el presente inmediato a la afrenta recibida, sino en el futuro (cercano o lejano).

En un pasaje al cual no se le suele dar la importancia que merece, Aristóteles afirma que el incontinente, en su persecución del fin indebido (i. e. el ὀρεκτόν puesto por el deseo irracional), es capaz de hacerlo con deliberación mediante. Pues bien, por todo lo anterior, estamos seguros de que dicho pasaje alude tanto al incontinente por epithymía como al incontinente por thymós. Por ser crucial para nuestra exposición, vale la pena revisar el pasaje en cuestión:

[T6:] En efecto, el incontinente y el malvado alcanzarán por medio del cálculo racional (λογισμός)37lo que se propone,†si es agudo†, así que habrá deliberado correctamente, pero habrá obtenido un gran mal (EN VI.9, 1142b18-20,38 énfasis mío; cfr. Rhet. I.10, 1369b8-12 y Pol. VII.13, 1331b30-34).

Yerro enorme cometeríamos al tomar este reconocimiento a la deliberación del incontinente como disidente o espuria: en EN VII.10 Aristóteles acepta que el incontinente puede ser δεινός o agudo -«con todo, nada impide que el agudo sea incontinente (τὸν δὲ δεινὸν οὐδὲν κωλύει ἀκρατῆ εἶναι)» (1152a10-15)-, lo cual nos remite a EN VI.12 y la δεινότης o agudeza, definida como la facultad asertiva para alcanzar los medios que llevan a un fin, facultad que puede tener tanto quien persigue un fin moralmente bueno como quien persigue uno malo -«por eso tanto de los prudentes cuanto de los astutos decimos que son agudos (διὸ καὶ τοὺς φρονίμους δεινοὺς | καὶ <τοὺς>39 πανούργους φαμὲν εἶναι)» (1144a27-28)-.

Negar al incontinente (con y sin comillas) la posibilidad de alcanzar por deliberación el objetivo de sus malos deseos implica destruir, casi por completo, la teoría aristotélica de la acción. ¿Por qué? Porque, al negarlo, los episodios incontinentes quedarían reducidos a la inmediatez, y la teoría de la incontinencia sería una explicación más bien restringida, y un poco caricaturesca, de la acción humana. Me explico: sin la posibilidad del incontinente deliberante no quedaría sino entender a la akrasía limitada a lo más inmediato temporal y espacialmente hablando, ilustrada como un movimiento súbito e impulsivo, casi como un largo y muy elaborado espasmo que acontece en el cuerpo del agente ante la presencia de un objeto deseable, un fenómeno físico poco o nada desemejante al de la atracción magnética. Sin embargo, a todas luces un hombre promedio, ante los deseos de la carne, no sucumbe como un poseso con los ojos en blanco y espumarajo en la boca, y es más claro aún que un hombre con deseos de venganza prefiere la premeditación y la paciencia, aguardar lo necesario hasta el momento adecuado para cobrar su afrenta - pensemos en Tito Andrónico de Shakespeare o en la película surcoreana de 2003, Oldboy-.

Así pues, si la teoría aristotélica de la akrasía ambiciona abarcar la realidad humana -lo cual podemos suponer dado su reconocimiento a la posibilidad del incontinente deliberante-, entonces aquello de que los incontinentes por thymós no deliberan no debe ser tomado en el sentido de que no son capaces de buscar los mejores medios para el fin. Pero, si ambos incontinentes deliberan sobre los medios para su mal fin, ¿qué deliberación es, entonces, la que sí hace el incontinente por epithymía y no el de por thymós?

Parte de la respuesta yace en qué se entiende por «deliberación». A nuestro parecer, «βούλευσις» se dice, al menos, en dos sentidos. El primero de ellos es el que vimos más arriba desde EN III.3, 1112b11-20 (nuestro T4), i. e. sopesar los diversos medios que conducen a un fin para optar por el mejor de ellos. Según hemos intentado demostrar, no es con respecto a este primer sentido que Aristóteles afirma que uno de los incontinentes sí delibera mientras que el otro no.

Ahora, en el acto deliberativo correctamente realizado (lo que Aristóteles llama εὐβουλία) no sólo se comparan los diferentes medios que puedan conducir al fin en cuanto a eficacia, sino que además -y este sería el segundo sentido de «βούλευσις»- se examinan cuáles de ellos son moralmente buenos y cuáles no. Es más que obvio que en algún momento dentro del esquema general de la boúleusis debe realizarse una evaluación moral de los medios disponibles, porque no sólo se trata de sopesar los posibles medios para hallar el más eficaz, se trata además (en el caso del hombre bueno) de optar por medios buenos para alcanzar el fin (cfr. EN VI.9, 1142b23-26). Pues bien, este “deliberar” atendiendo a la cualidad moral es el sentido en el que creemos que el incontinente por thymós no delibera y el incontinente por epithymía sí. Aunque sea capaz de planificar los pasos para alcanzar su fin (i. e. su venganza), mientras el furioso esté poseído por su thymós no hará el examen que le permitiría concluir que actuar tan tremendamente como su ira le impulsa está mal. Esa es la diferencia con el incontinente por epithymía, quien, además del cálculo para concretar las acciones con las cuales alcanza su mal objetivo, sí hace el cálculo moral y sabe40 que lo que va a hacer es malo, sabe que debería actuar de otra manera, pero aun así actúa malamente -sí escucha en su interior la orden de la razón, sólo que no la obedece-.

La injustamente subestimada Magna moralia hace lo que Ética eudemia no: presentar una exposición paralela a la de la akrasía de EN VII.3-10. Lo hace, en concreto, en el largo II.6. Traemos la MM a colación no para construir nuestra interpretación (haberlo hecho así nos convertiría en blanco de objeciones fáciles basadas en si ésta es o no una obra del Estagirita), sino porque allí yace un pasaje que confirma lo que hemos expuesto hasta aquí. Como veremos enseguida, éste empieza con la misma metáfora de EN VII.6 1149a26-29 (nuestro T1) sobre el thymós y un sirviente precipitado, aunque la enriquece con algunos detalles:

[T7:] Así, la incontinencia relativa a la ira es semejante, entre los sirvientes, a los dispuestos impacientemente por servir; pues éstos, cuando el amo dice “dame”, siendo llevados por su presteza, antes de escuchar lo que debían dar, ya lo han dado, y en el dar erraron completamente; pues aunque muchas veces debían dar un libro, han dado un estilete (MM II.6, 1202b12-17).41

Después, a diferencia de la imprecisión en EN VII.6, en MM nos da la especificación sobre qué es aquello que el thymós no escucha de la razón:

[T8:] Del mismo tipo es el padecimiento que tiene el incontinente de ira, pues cuando escucha la primera palabra, <es decir,> que se cometió injusticia, su coraje se impulsa a buscar venganza, y no espera a escuchar si debe o no debe <buscarla>, o que al menos no debe <vengarse> así, desmesuradamente (MM II.6, 1202b17-21,42 énfasis mío).

Entonces, aunque el incontinente por thymós sea capaz de deliberar sobre los medios para alcanzar su fin (i. e. su venganza), mientras esté poseído por su ira no realizará aquella deliberación sobre si es bueno o malo vengarse del modo brutal al que la pasión le inclina y, por consiguiente, no llegará a conclusión alguna que le ordenase no realizar aquella acción vengativa.

Así pues, he aquí la diferencia, a la luz de la boúleusis, entre el incontinente por epithymía y por thymós: aunque ambos son capaces de la deliberación sobre medios y fines, sólo el incontinente haplỗs lleva a cabo aquella otra deliberación que le indica que todo lo que se dispone a realizar está moralmente errado. Veamos cómo quedarían los silogismos de los incontinentes que no se limitan a obedecer a su deseo irracional sino que, además, para ello se valen de una deliberación. Primero, del incontinente haplỗs:

PM: Debo llevar una dieta balanceada. (Esto es el dictado de una boúlēsis)

pm: Ninguna se ajusta a una dieta balanceada.

_____________

Q: No debo comer ninguna de las tres opciones.

(Esto es lo que el incontinente concluye que debió hacer).

PM_alt: Deseo43 comer carne en cantidades excesivas.

(esto es el dictado de una

epithymía)

Opciones disponibles:

a) Tacos.

b) Hamburguesa.

c) Un kilo de arrachera.

Opciones disponibles:

pm_alt:  un kilo de arrachera es la mejor opción para satisfacer mi apetito.

___________

Q_alt: Como un kilo de arrachera.

(Esta conclusión, que es lo que finalmente hace, sería una acción incontinente por epithymía fruto de una deliberación).

(Como se puede observar, el

incontinente por

epithymía delibera

(1) sobre el medio más eficaz para satisfacer su apetito (sopesa qué opción gastronómica, de entre las

disponibles, es mejor), pero, además, (2) sobre si es bueno o malo hacer todo aquello de cara a una boúlēsis buena del tipo

«debo llevar una dieta balanceada» que también está presente en su alma).

Esquema 1

Como podemos observar, de cara a tres alimentos, y con dos deseos opuestos por dentro, el incontinente por epithymía lleva a cabo un doble ejercicio deliberativo: el primero, la deliberación con base en su epithymía para hallar qué medio es el óptimo para satisfacer su apetito;44 el segundo, la deliberación con base en su boúlēsis buena con la cual él concluye qué no debe hacer y cuyo resultado no acata. Esta última deliberación es la que no lleva a cabo el incontinente por thymós -no hasta que se le pase la ira, claro-. Siendo así, cuando Tito Andrónico, en la tragedia del mismo nombre, descubre quiénes fueron los autores materiales e intelectuales de la violación y mutilación de su hija amada, no delibera sobre si matar a los culpables está bien o mal; solamente, frente a la afrenta, delibera sobre qué medio es mejor para consumar su venganza, si torturándolos (y cómo) o matándolos (y con qué) o, más bien, matando a los autores materiales para luego preparar con su carne un pastel que habrá de dar de comer a la autora intelectual de la afrenta, su propia madre (de ellos). Ilustremos el asunto:

PM: Debo vengar los ultrajes de forma mesurada. (Esto es el dictado de una boúlēsis)

pm:

_________

Q:

PM_alt: Debo vengar excesivamente el ultraje cometido por Tamora y sus hijos. (Esto es el dictado de un thymós)

Opciones disponibles:

a) Torturándola.

b) Matándola.

c) Matando a sus hijos y rdándoselos de comer.

pm_alt: Matar a sus hijos y hacerla comerlos es la mejor opción.

____________

Q_alt: Vengo el ultraje de Tamora matando a sus hijos y dándoselos de comer.

(Esta conclusión, que es lo que finalmente hace, sería una acción incontinente por thymós fruto de una deliberación)

(El incontinente por  thymós  delibera sobre el medio más efectivo para vengar el ultraje padecido, pero no hace reflexión alguna, de cara a su buena  boúlēsis , sobre si es bueno o malo hacerlo por estos medios, o en este momento, etc.)

Esquema 2

Para explicar esa obnubilación moral, temporal y de duración variable,45 rescatamos lo dicho en T3 y en nuestros comentarios ad hoc:

el thymós es la pasión más fuerte, tanto que es capaz de arrebatar el buen juicio a las personas (incluso «a los mejores hombres», decía Pol. III.16, 1287a30-32),46 de modo que no pueden distinguir como malo aquello que están tramando o llevando a cabo. Tal es la razón por la cual el Estagirita considera que se debe ser menos severo con quien ni siquiera delibera (i. e. quien no sabe que está haciendo mal) que con quien delibera (i. e. quiensabe que está haciendo mal) y de todos modos sigue adelante con su plan (cfr. VII.8, 1150b36-1151a3 y VII.7, 1150b19-21). Este último es, como señalamos, el incontinente por epithymía. Por eso, continuando con T7 y T8, cierra la MM con una condena:

[T9:] Así pues, por una parte, tal impulso hacia la ira, que parece ser la incontinencia por ira, no es muy reprochable; por otra parte, el impulso hacia el placer ciertamente es censurable. Pues difiere <la incontinencia por epithymía> con respecto a aquella <i. e. la incontinencia por thymós> a causa de la razón, que exhorta a no actuar, y no obstante, actúa contra la razón; por eso <la incontinencia por epithymía> es más censurable que la incontinencia por ira (MM II.6, 1202b21-26,47 énfasis mío; cfr. 1203b6-7).

Hasta aquí hemos explicado que tanto el incontinente por epithymía como el incontinente por thymós son capaces de deliberar (en el sentido de buscar los mejores medios para su fin), y que el incontinente por epithymía delibera en un sentido adicional en el que el incontinente por thymós no lo hace (para saber si lo que hará está bien o mal). Sigue, no obstante, sin quedar resuelto en qué sentido el incontinente por thymós escucha en cierto sentido a la razón y el incontinente por epithymía no. Vamos con el siguiente punto.

II.2 Desear como humanos: thymós y sus objetos de deseo

Al leer los pasajes sobre la akrasía, es imposible no hacerle la siguiente pregunta a Aristóteles: ¿cómo puede ser peor alguien que (como el del esquema 1) come en exceso que alguien que (como el del esquema 2) desmenuza a dos hombres y hace que su progenitora se los coma? O pensemos en el siguiente caso de inspiración homérica, que acaso dejará más claro el peso del cuestionamiento anterior: supongamos que Paris, el príncipe troyano, sedujo a la bella Helena en un episodio de incontinencia por epithymía, y que la guerra contra Troya es un episodio de incontinencia por thymós por parte de Menelao y Agamenón. De nuevo: ¿cómo puede ser peor que un hombre seduzca a la esposa de su anfitrión que el hecho de que dos hombres hagan una guerra y aniquilen a todos los habitantes de una ciudad? ¿Por qué, entonces, Aristóteles es más benevolente con la incontinencia por thymós?

Para entender su posición cabe señalar que él nunca muestra interés alguno por comparar ambas incontinencias a la luz de sus efectos, sino sólo a la luz de su origen. Dicho de otra manera: para decidir cuál incontinencia es mala y cuál peor, él no se propone llevar a cabo un análisis histórico sobre si los actos más atroces han sido motivados por apetitos sexuales desenfrenados o por iras fuera de control. Él se propone analizar qué tan humana o animal es la naturaleza de la epithymía y del thymós.

¿Qué responde? Veámoslo así: en el caso de los apetitos, como cuando uno tiene deseos de comer o de relaciones sexuales, la motivación interna es, por decirlo de alguna manera, tan visceral, tan carnal que podríamos llegar a afirmar que provienen de una parte específica del cuerpo -el hambre del estómago, la lascivia de los genitales-. En cambio, en el caso del thymós, como cuando uno tiene deseos de venganza, la motivación interna viene dada por toda una serie de razonamientos con base en la valía propia48 y la ajena que habrán de incluir abstracciones tales como la dignidad, el respeto o el honor, además de demandar la “percepción” (con comillas)49 de un ultraje recibido. A todas luces, y a pesar de las posibles manifestaciones físicas de la ira (por ejemplo, el enrojecimiento del rostro o el ceño fruncido), la sed de vengar una afrenta no es ubicable en algún lugar del cuerpo humano (no en uno tangible, en todo caso), y más bien nos viene por aquella cópula de conceptos más la interpretación, relativamente compleja, de un evento en el mundo.

Salta, entonces, a la vista cómo los placeres con que se asocia la epithymía son de un orden mucho más visceral o corporal, más irracional, que aquellos con los cuales se asocia el thymós. Son más naturales50 el deseo por la comida, la bebida o las relaciones sexuales que el deseo por hacer respetar nuestro buen nombre o el de los nuestros, cosas que sólo se aprecian desde una racionalidad. Tal es el primer motivo por el cual Aristóteles afirma que la epithymía no escucha a la razón mientras que el thymós sí, esto es, el thymós escucha a la razón por cuanto sus objetos de deseo sólo son comprensibles en el marco de cierta racionalidad.

En efecto, una de las clasificaciones que hace Aristóteles de la akrasía es a partir de los objetos placenteros hacia los cuales cada tipo de deseo se excede, si son objetos «necesarios (τὰ ἀναγκαῖα)» o si son «elegibles por sí mismos (τὰ αἱρετὰ δὲ καθ› αὑτά)» (cfr. EN VII.4, 1147b22-24). Mientras que entre los elegibles por sí mismos están «el honor, la riqueza, y los bienes y placeres de esa índole» (1147b28-29), entre los necesarios están aquellos relacionados con el cuerpo, como los referentes al alimento, al amor carnal «y aquellos corporales con los que relacionamos el desenfreno y la moderación (καὶ τὰ τοιαῦτα τῶν σωματικῶν | περὶ ἃ τὴν ἀκολασίαν ἔθεμεν καὶ τὴν σωφροσύνην)» (1147b26-27 -énfasis mío; cfr. 1148a7-9). ¿Y cuáles son aquellos placeres que relacionamos con el desenfreno y la moderación (y la incontinencia, habría que agregar)? En primer lugar, descarta que sean los del alma, como el placer de los honores o de aprender, de oír o contar historias (cfr. EN III.10, 1117b28-1118a1); luego descarta que sean todos los corporales, como el placer de ver, de oír o de oler (cfr. 1118a2-24); resta, entonces, que sean los del tacto y los del gusto. Dichos placeres, según el Estagirita, son los más crasamente vergonzosos por cuanto no requieren nada de la racionalidad para ser disfrutados y, al contrario, para hacerlo nos basta nuestra animalidad:

[T10:] La moderación y la intemperancia se refieren a tales placeres, de los que participan también los demás animales, por lo que se muestran como propios de esclavos y de bestias. Ellos son el tacto y el gusto. […] Así pues, la intemperancia se liga con el sentido más común, y cabe pensar que se la reprueba con justicia, porque no se da en nosotros en tanto somos hombres sino en tanto animales. El complacerse en cosas de esa índole y apreciarlas por sobre todo, tiene, por tanto, algo de bestial (EN III.10, 1118a24-26 y 1118b1-4,51 énfasis mío).

No es, pues, un factor como las consecuencias lo que para Aristóteles cuenta a la hora de calificar como mala o peor a cada incontinencia - algo que quizá podríamos reprocharle a su teoría-: es la naturaleza de lo que origina a cada una lo único que le importa. Según acabamos de ver, desde esa perspectiva merece ser calificada de “peor” aquella akrasía que obedece a deseos desmedidos que tenemos en cuanto animales, y de “mala” aquella que obedece a deseos desmedidos que tenemos en cuanto racionales.

Hasta aquí tenemos el primer motivo por el cual decimos que el thymós escucha a la razón pero la epithymía no. Queda, no obstante, otro más: la “percepción” del ultraje.

II.3 ¿Cómo “vemos” el ultraje? Thymós y lógos

Como pudimos observar en nuestro T1, al inicio de EN VII.6 Aristóteles afirma que, mientras la epithymía se activa por influjo de la razón o los meros sentidos («ὁ λόγος ἢ ἡ αἴσθησις»), el thymós lo hace por influjo de la razón o la imaginación («λόγος ἢ ἡ φαντασία»). Este detalle tiene nada de insignificante.

Más arriba señalamos que la causa del encendimiento del thymós era la percepción de un ultraje. Debemos analizar estos dos elementos, al menos brevemente. ¿Qué es un ultraje? Para aludir a aquello queprovoca el deseo de venganza, las más de las veces Aristóteles usará los términos «ὀλιγωρία» (que acá traducimos como «menosprecio/ desprecio») y «ὕβρις» (que acá traducimos como «ultraje»),52 entendido como «humillar», esto es, tratar al otro como si fuese de inferior valía cuando no es el caso, pero, además, por el mero placer de tratarlo mal (cfr. Rhet. II.2, 1378b22-31 y EN VII.6, 1149b21).53

Ahora, ¿cómo sabemos que estamos siendo ultrajados? Pongamos un ejemplo: desde la simple percepción, escuchar a alguien decirnos «eres muuuuuuuy inteligente» es un elogio; sin embargo, interpretando esto, teniendo en cuenta la inflexión particular de la voz con que se dijo, o los gestos del hablante, o el contexto (por ejemplo, si acabamos de cometer un error) o la elongación artificial de la «u» y otros detalles de ese tipo, «eres muuuuuuuy inteligente» se devela como un comentario sarcástico con el cual alguien menosprecia nuestras capacidades intelectuales. Vemos entonces que el ultraje no es patente a la mera percepción, sino que se nos “manifiesta” por medio de una interpretación racional de los hechos. Por ello es coherente asociar al lógos tan estrechamente con la activación del thymós, y este es el segundo motivo por el cual Aristóteles afirma que el thymós escucha a la razón. Aun asumiendo que el siguiente texto en realidad pertenece a un peripatético menor, no tenemos duda de que refleja a la perfección las ideas del Estagirita:

[T11:] ¿Por qué se habla de incontinentes sólo en relación con los apetitos, aunque la incontinencia también se puede aplicar a la ira? ¿Quizá porque incontinente es el que hace algo contrario a la razón, y la incontinencia es la conducta contraria a la razón? Los apetitos son, hablando en líneas generales, contrarios a la razón; sin embargo, las iras están acompañadas de razón, no en el sentido de que la razón las haya ordenado, sino en el sentido de que ha sido <la razón> la que ha dejado en evidencia el trato insolente o la acusación (Probl. 949b13-19,54 énfasis mío)

Ya para terminar, pasemos al último de los cuestionamientos que nos habíamos propuesto resolver.

III. ¿Somos culpables por lo que hacemos en un arrebato de furia?

Como hemos visto, Aristóteles no esconde cierta indulgencia para con la akrasía por thymós, pero, ¿la consideraría del todo excusable? En la sección anterior, vimos que el encendimiento del thymós depende de la interpretación que le demos a lo que percibimos, ¿pero qué tanto somos dueños de cómo percibimos el mundo?

Quizá obligándonos a recordar gente a quien no queremos, pensemos en una persona muy dada a la furia. Quienes son de este tipo suelen ver los errores de los demás diez veces peores que los propios, suelen ver una ofensa en cualquier crítica a su trabajo, ven cualquier falta de reverencia como un desplante y, si tienen una relación sentimental, ven cualquier cortesía de su pareja hacia otra persona como una insinuación y un coqueteo. ¿Podríamos afirmar que esa persona furiosa es responsable de cómo ve todo aquello?

La respuesta de Aristóteles es positiva. Él estaría de acuerdo con que cada uno de nosotros actúa a partir de cómo ve el mundo o, en sus propias palabras, si todos, todo lo que hacemos, lo hacemos buscando el bien, entonces nuestro actuar dependerá de cómo se nos aparece el bien.

¿Y eso depende de nosotros? Responde el Estagirita:

[T12:] Si alguien dijera que todos tienden al que se les aparece como bien y que no son dueños de la manera en que las cosas se les aparecen, sino que, según como es cada uno, tal se le aparece el fin, <cabe responder:> pues bien, si cada uno es, en cierto modo, causante de la disposición habitual que tiene, también será, en cierto modo, causante él mismo de la manera en que se le aparecen las cosas; si no, nadie sería el causante de su propio mal obrar […] (EN III.5, 1114a31-b4,55 énfasis mío).

¿Somos, pues, dueños de cómo vemos el mundo? Según Aristóteles, sí: según el carácter de cada quien, las cosas se nos presentan de determinada manera (si yo soy una persona que tiende a la apacibilidad, veo una crítica como una oportunidad para mejorar; si soy una persona que tiende a la irascibilidad, veo la misma crítica como un craso insulto a mi genialidad indiscutible); ahora, el carácter de cada quien no es sino el resultado de sus disposiciones habituales («ἕξεις», que, según se orienten, llamamos virtudes o vicios), y las disposiciones habituales son el resultado de nuestros hábitos («ἔθη»), entendidos como la repetición de acciones de igual cualidad. ¿Y somos dueños de nuestros hábitos? Por supuesto: de lo contrario habría que afirmar que no seríamos imputables ni legal ni moralmente por lo bueno o malo que llegásemos a hacer.

Visto así, podríamos afirmar que la persona que tiende a la irascibilidad ve las cosas de esa manera (i. e. de la peor manera) por no haberse habituado a controlar su coraje y ahora posee un coraje (o el coraje lo posee) capaz de hacerle ver el mundo del modo en que lo ve. Es verdad que, una vez que la persona ha adquirido una disposición habitual estable (i. e. ser iracundo, apacible o servil ya no como un estado temporal y fluctuante, sino permanente), no dependerá de ella ver las cosas de otro modo, y quien es ya de vicio iracundo siempre verá las cosas como una provocación para su ira. Pero incluso en ese caso cabe hablar de responsabilidad: como señalamos, cómo somos cada uno de nosotros es resultado de nuestro hábito, así que dependió no menos del apacible como del iracundo practicar las acciones que le llevaron a adquirir tales hábitos.56 Entonces, si bien el thymós es la pasión más fuerte, y si bien no es tan aborrecible como la epithymía, actuar malamente por un arrebato de furia no es del todo excusable.

Suficiente por ahora. Queda todo lo dicho a discusión.

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1Este artículo se elaboró en la UNAM, en el marco del Programa de Becas Postdoctorales de la UNAM, por el autor siendo becario en el Instituto de Investigaciones Filológicas bajo la asesoría del Dr. Omar Álvarez.

2Especial gratitud con los doctores Ricardo Salles y Omar Álvarez por sus agudas observaciones a versiones previas de este escrito. También agradezco a Marcelo Boeri por un intercambio epistolar que me sirvió para refinar algunas ideas sobre el thymós y, por supuesto, a los dos revisores anónimos elegidos por Tópicos por sus valiosos comentarios.

3En realidad, cierto tipo de epithymía, pues aunque ésta tiene que ver con los placeres de la vista, el oído, el olfato, el gusto, y el tacto (cfr. Rhet. I.11, 1370a20-25), la incontinencia por epithymía sólo tiene que ver con los placeres del gusto —esto es, del comer o beber— y con los del tacto —concretamente, de los placeres sexuales, pues también es un placer del tacto el recibir masajes, pero Aristóteles descarta explícitamente que de esto pueda haber exceso, quizá confesándonos uno de sus placeres culposos (cfr. EN III.10, 1117b23-1118a32; 1118b4-8, y EE III.2, 1230b20-25).

4Como señalaremos en la primera sección, dada su variada significación, incluso en el corpus aristotélico, no es sencillo verter «θυμός» en una única palabra castellana, y si optamos por ésta sólo es por hallarla un poco menos insatisfactoria que las que suelen usarse en las traducciones a nuestro idioma (p. ej.: «impulso», «ira», «impulso colérico», «cólera»). En todo caso, usaremos, mayoritariamente, la transliteración.

5Otros dos trabajos, Filosofía del deseo 2 y Filosofía del deseo 3, se encuentran en preparación. Por su parte, sobre la proaíresis en el filósofo estoico Epicteto, cfr. Ramos-Umaña (2022).

7Esta equivalencia ya aparece en Platón (p. ej.: República IV, 440a-b, y Leyes, 867a7).

8 Fortenbaugh (1970, pp. 45-46) señala que el «ἔστω» puede sugerir la idea de que esta definición es meramente provisional, recogida del saber popular. Sin embargo, en las páginas siguientes de su artículo, él dará muy buenas razones para desechar esa sospecha, incluido en el caso específico de la ira (cfr. pp. 46-55).

9Como se estila en las ediciones críticas, usamos los corchetes rectangulares para señalar las supresiones que los editores consideraron oportunas y los corchetes angulares para las integraciones relativas a las elipsis en el texto. Ahora, ¿realmente hace falta suprimir el primer término? ¿Y cómo traducir «φαινομένης» y «φαινομένην»? ¿Acaso como «manifiesto» en el sentido de «evidente» o, quizá, como «aparente» en el sentido de que así le aparece al agente? Por lo que diremos en la sección II.3, nosotros seremos partidarios de la segunda opción y, si es que debemos tomar partido, de la no supresión del «φαινομένης». Sobre el término suprimido, vale la pena revisar Harris (1997, pp. 452-454).

10Según Rhet., esos allegados pueden ser los padres, los hijos, las mujeres y súbditos (cfr. II.2, 1379b29-30), aunque es poco probable que la lista sea exhaustiva.

11«Ἔστω δὴ ὀργὴ ὄρεξις μετὰ λύπης τιμωρίας [φαινομένης] | διὰ φαινομένην ὀλιγωρίαν εἰς αὐτὸν ἤ <τι> τῶν αὐτοῦ, | τοῦ ὀλιγωρεῖν μὴ προσήκοντος». Para la Rhet., sigo la traducción de Antonio Tovar (2003), con modificaciones mías.

12«Mas que venga cada uno y se sienta indignado en el corazón (ἀλλά τις αὐτὸς ἴτω, νεμεσιζέσθω δ’ ένὶ θυμῷ)».

13«Ὀργὴ παράκλησις τοῦ θυμικοῦ εἰς τὸ τιμωρεῖσθαι». Sobre las posibles relaciones entre el thymós de Aristóteles y el de Platón, cfr. Feldblyum (2016, pp. 4-10).

14«οἷον εἰ τὸ μῖσος ἕπεσθαι | ὀργῇ ἔφησεν, εἴη ἂν τὸ μῖσος ἐν τῷ θυμοειδεῖ· ἐκεῖ γὰρ [113b1] ἡ ὀργή». Nótese en Top. todavía la terminología de su maestro, «τὸ θῡμοειδής», algo que desaparecerá en sus escritos posteriores (en el sentido de parte del alma).

15«ὁ δὲ φόβος ἐν τῷ [126a9] θυμοειδεῖ».

16«ὁ θυμός | ἐστιν ὁ ποιῶν τὸ φιλητικόν· αὕτη γάρ ἐστιν ἡ τῆς ψυχῆς [1328a1] δύναμις ᾗ φιλοῦμεν».

17En el diccionario de la RAE aparece definido así: «coraje (Del fr. ant. corages). 1. m. Impetuosa decisión y esfuerzo del ánimo, valor. 2. m. Irritación, ira.» (cfr. Real Academia Española, 2021).

18«[…] ὁ δὲ ζέσιν τοῦ περὶ καρδίαν αἵματος | καὶ θερμοῦ». El sujeto aquí es ὀργὴ.

19«¿Por qué las aves, los hombres y los animales valientes son más duros? ¿Es porque el coraje va acompañado de calor? Pues el miedo es un enfriamiento. Entonces, todos los que tienen la sangre caliente, también son valientes y corajosos (Διὰ τί ὄρνιθες καὶ ἄνθρωποι καὶ τῶν ζῴων τὰ ἀνδρεῖα [898a5] σκληρότερα; ἢ ὅτι ὁ θυμὸς μετὰ θερμότητος; ὁ γὰρ | φόβος κατάψυξις. ὅσων οὖν τὸ αἷμα ἔνθερμόν ἐστι, καὶ | ἀνδρεῖα καὶ θυμοειδῆ)».

20Cabe recordar la visión negativa de Aristóteles sobre los pueblos de Asia, a quienes, aunque les reconoce inteligencia y habilidad técnica, les achaca falta de coraje (ἄθυμα), lo que ocasiona —remata él— que terminen sometidos por otros pueblos (cfr. Pol. VII.7, 1327b22-29). Por ese mismo motivo, él aconseja, en caso de tener esclavos, no elegir a los corajosos (θυμοειδεῖς) como medida para prevenir una rebelión (cfr. VII.10, 1330a25-29).

21¿Es propio del virtuoso vengarse? Lanzándonos una respuesta que puede incomodar nuestra mentalidad cristiana, los textos parecen indicar que lo menos propio del virtuoso es poner la otra mejilla. Queda fuera de discusión que, de cara a un ultraje, lo debido sea sentir ira; el punto es: ¿y hacer qué? Porque recordemos que, a fin de cuentas, alguien no es bueno o malo meramente por las pasiones que experimenta (cfr. EN II.5, 1105b28-1106a2). Entonces, lo propio del virtuoso no es el mero enojo, sino el enojo para, gracias a éste, defenderse pues la ausencia de sentir lo primero parece implicar la imposibilidad de hacerlo segundo («[…] como <los bobos (ἠλίθιοι)> no se aíran, son incapaces de defenderse; […] (μὴ ὀργιζόμενός | τε οὐκ εἶναι ἀμυντικός)»). Pero, ¿defenderse cómo? Aunque Aristóteles casi siempre alude a aquello que desea la ira como τιμωρία o venganza, en Rhet. hace una interesante observación: «Por thymós y orgḗ se hacen las venganzas. Se diferencian la venganza (τιμωρία) y el castigo (κόλασις), pues el castigo es por causa del que lo sufre, la venganza por causa del que la toma, para satisfacerse (διὰ θυμὸν δὲ καὶ ὀργὴν | τὰ τιμωρητικά. διαφέρει δὲ τιμωρία καὶ κόλασις· ἡ μὲν γὰρ | κόλασις τοῦ πάσχοντος ἕνεκά ἐστιν, ἡ δὲ τιμωρία τοῦ ποιοῦντος, | ἵνα πληρωθῇ)» (Rhet. I.10, 1369b12-14). Así, tanto el castigar como el vengarse implica infringir dolor al otro, pero con la diferencia de que el que castiga infringe dolor en aras de corregir al otro, mientras que el que se venga infringe dolor en aras de placerse con ello. La pregunta que queda en el aire es: ¿corresponde al virtuoso no aspirar a la satisfacción de la venganza (τιμωρία) sino al mero desagravio del castigo (ἡ κόλασις)? ¿Y eso por mano propia o acudiendo a las autoridades, o dependerá de las circunstancias?

22Cfr. VII.6, 1149a26 y a30.

23Cfr. VII.6, 1149b1.

24Sobre la relación thymós-calor hablamos supra, p. 70.

25«[1149a25] […]. ἔοικε γὰρ ὁ | θυμὸς ἀκούειν μέν τι τοῦ λόγου, παρακούειν δέ, καθάπερ οἱ | ταχεῖς τῶν διακόνων, οἳ πρὶν ἀκοῦσαι πᾶν τὸ λεγόμενον | ἐκθέουσιν, εἶτα ἁμαρτάνουσι τῆς προστάξεως, καὶ οἱ κύνες, πρὶν | σκέψασθαι εἰ φίλος, ἂν μόνον ψοφήσῃ, ὑλακτοῦσιν· οὕτως [1149a.30] ὁ θυμὸς διὰ θερμότητα καὶ ταχυτῆτα τῆς φύσεως ἀκούσας | μέν, οὐκ ἐπίταγμα δ› ἀκούσας, ὁρμᾷ πρὸς τὴν τιμωρίαν. | ὁ μὲν γὰρ λόγος ἢ ἡ φαντασία ὅτι ὕβρις ἢ ὀλιγωρία | ἐδήλωσεν, ὃ δ› ὥσπερ συλλογισάμενος ὅτι δεῖ τῷ | τοιούτῳ πολεμεῖν χαλεπαίνει δὴ εὐθύς· ἡ δ› ἐπιθυμία, ἐὰν [1149a.35] μόνον εἴπῃ ὅτι ἡδὺ ὁ λόγος ἢ ἡ αἴσθησις, ὁρμᾷ πρὸς τὴν [1149b.1] ἀπόλαυσιν. ὥσθ› ὁ μὲν θυμὸς ἀκολουθεῖ τῷ λόγῳ πως, ἡ | δ› ἐπιθυμία οὔ. αἰσχίων οὖν· ὁ μὲν γὰρ τοῦ θυμοῦ ἀκρατὴς | τοῦ λόγου πως ἡττᾶται, ὃ δὲ τῆς ἐπιθυμίας καὶ οὐ τοῦ λόγου». Para la EN sigo la traducción de Araujo y Marías (2002) con modificaciones mías.

26«[…]. οἳ [1150b.20] μὲν γὰρ βουλευσάμενοι οὐκ ἐμμένουσιν οἷς ἐβουλεύσαντο διὰ | τὸ πάθος, οἳ δὲ διὰ τὸ μὴ βουλεύσασθαι ἄγονται ὑπὸ τοῦ πάθους».

27En realidad, los sujetos tácitos serían alguno de los dos nuevos tipos de akrasía que Aristóteles introduce en EN VII.7, a saber, la incontinencia por precipitación (τὴν προπετῆ ἀκρασίαν) y la incontinencia por debilidad (τὸ δ’ ἀσθένεια). Sin embargo, entiendo a estas dos como formas particulares (casi idénticas) de la incontinencia por thymós y por epithymía. Explicar esto con detalle requiere un espacio que, desafortunadamente, no podremos concederle aquí.

28En el pasaje figuran sólo como «οἱ ἐκστατικοί» (lit. «los que están fuera de»), pero más arriba, en VII.1, 1145b11, los llamó «ἐκστατικὸς τοῦ λογισμοῦ».

29«[1151a1] αὐτῶν δὲ τούτων βελτίους οἱ ἐκστατικοὶ ἢ οἱ τὸν λόγον | ἔχοντες μέν, μὴ ἐμμένοντες δέ· ὑπ› ἐλάττονος γὰρ πάθους | ἡττῶνται, καὶ οὐκ ἀπροβούλευτοι ὥσπερ ἅτεροι».

30«Menos todavía es <la elección deliberada> un thymós, pues, según se admite, los <actos> causados por el thymós son los que menos se hacen por elección deliberada (θυμὸς δ› ἔτι ἧττον· ἥκιστα γὰρ τὰ διὰ θυμὸν | κατὰ προαίρεσιν εἶναι δοκεῖ)». A pesar de que no sea evidente, este pasaje sirve para descartar una relación entre thymós y deliberación, porque: «De los actos voluntarios, realizamos unos habiéndolos elegido deliberadamente y otros sin haberlos elegido deliberadamente; habiéndolos elegido deliberadamente, los que antes hemos deliberado, y sin haberlos elegido deliberadamente, los que no hemos deliberado (τῶν | δὲ ἑκουσίων τὰ μὲν προελόμενοι πράττομεν τὰ δ› οὐ προελόμενοι, [1135b10] προελόμενοι μὲν ὅσα προβουλευσάμενοι, ἀπροαίρετα | δὲ ὅσ› ἀπροβούλευτα.)» (EN V.8, 1135b9-11).

31«[…] el que defiende el gobierno de un hombre añade también un elemento bestial; pues tal cosa es el apetito, y el thymós pervierte a los gobernantes y a los mejores de los hombres (ὁ δ’ ἄνθρωπον κελεύων προστίθησι καὶ θηρίον· ἥ τε γὰρ | ἐπιθυμία τοιοῦτον, καὶ ὁ θυμὸς ἄρχοντας διαστρέφει καὶ τοὺς | ἀρίστους ἄνδρας )».

32Estoy al tanto de EN II.3, 1105a7-8, en donde Aristóteles afirma: «Además, es más difícil combatir el placer que el thymós, como dice Heráclito (ἔτι δὲ χαλεπώτερον | ἡδονῇ μάχεσθαι ἢ θυμῷ, καθάπερ φησὶν Ἡράκλειτος)». No obstante, no creo que haya un compromiso filosófico fuerte del Estagirita con esta aseveración. Primero, porque viendo la frase en contexto (una disertación sobre cómo, dada la importancia del placer, es vital que seamos instruidos en sentirlo debidamente), podemos creer que más bien se trata de un recurso doxástico, un tanto tramposo, para agregarle fuerza a su presente argumentación. Y digo “tramposo” porque Aristóteles conoce muy bien la frase a la que alude aquí (i. e. Diels-Kranz 22 B85, «es difícil luchar contra el coraje, pues paga <lo que quiere> con la vida (“χαλεπὸν γάρ” φησι “θυμῷ μάχεσθαι· ψυχῆς γὰρ ὠνεῖται”)»), prueba de ello es que la cita dos veces en el corpus (cfr. EE II.7, 1223b22-24 y Pol. VIII.9, 1315a30-31) justo para sostener lo contrario a lo que da a entender en EN II.3, esto es, para demostrar la fuerza incontenible del thymós, al punto de que a muchos (incluso a los mejores hombres; cfr. 1287a29-31) les ha costado la propia existencia.

33«[P]ues el thymós es indomable, por lo cual los jóvenes son los mejores guerreros (ἀήττητον γὰρ ὁ θυμός, διὸ καὶ | οἱ παῖδες ἄριστα μάχονται.)».

34«[…]. Βουλευόμεθα | δ’ οὐ περὶ τῶν τελῶν ἀλλὰ περὶ τῶν πρὸς τὰ τέλη. […] ἀλλὰ θέμενοι τὸ τέλος τὸ πῶς καὶ διὰ τίνων | ἔσται σκοποῦσι· καὶ διὰ πλειόνων μὲν φαινομένου γίνεσθαι | διὰ τίνος ῥᾷστα καὶ κάλλιστα ἐπισκοποῦσι, δι› ἑνὸς δ› ἐπιτελουμένου | πῶς διὰ τούτου ἔσται κἀκεῖνο διὰ τίνος, ἕως ἂν | ἔλθωσιν ἐπὶ τὸ πρῶτον αἴτιον, ὃ ἐν τῇ εὑρέσει ἔσχατόν [1112b20] ἐστιν».

35«[1378b1] […], καὶ πάσῃ ὀργῇ ἕπεσθαί τινα ἡδονήν, | τὴν ἀπὸ τῆς ἐλπίδος τοῦ τιμωρήσασθαι· ἡδὺ μὲν γὰρ τὸ οἴεσθαι | τεύξεσθαι ὧν ἐφίεται, οὐδεὶς δὲ τῶν φαινομένων ἀδυνάτων | ἐφίεται αὑτῷ, ὁ δὲ ὀργιζόμενος ἐφίεται δυνατῶν αὑτῷ. διὸ | καλῶς εἴρηται περὶ θυμοῦ·| [1378b5] ὅς τε πολὺ γλυκίων μέλιτος καταλειβομένοιο | ἀνδρῶν ἐν στήθεσσιν ἀέξεται·| ἀκολουθεῖ γὰρ καὶ ἡδονή τις διά τε τοῦτο καὶ διότι διατρίβουσιν | ἐν τῷ τιμωρεῖσθαι τῇ διανοίᾳ· ἡ οὖν τότε γινομένη [1378b10] φαντασία ἡδονὴν ἐμποιεῖ, ὥσπερ ἡ τῶν ἐνυπνίων».

36«[1370a30] δῆλον | ὅτι καὶ ἡδοναὶ ἅμα μεμνημένοις καὶ ἐλπίζουσιν, ἐπείπερ | καὶ αἴσθησις· ὥστ’ ἀνάγκη πάντα τὰ ἡδέα ἢ ἐν τῷ | αἰσθάνεσθαι εἶναι παρόντα ἢ ἐν τῷ μεμνῆσθαι γεγενημένα ἢ ἐν | τῷ ἐλπίζειν μέλλοντα· αἰσθάνονται μὲν γὰρ τὰ παρόντα, | μέμνηνται δὲ τὰ γεγενημένα, ἐλπίζουσι δὲ τὰ μέλλοντα».

37«λογισμός (cálculo racional)» es lo mismo que «βούλευσις (deliberación)»; cfr. EN VI.1, 1139a12-13.

38«ὁ γὰρ ἀκρατὴς καὶ ὁ φαῦλος ὃ προτίθεται | †ἰδεῖν† ἐκ τοῦ λογισμοῦ τεύξεται, ὥστε ὀρθῶς ἔσται | βεβουλευμένος, κακὸν δὲ μέγα εἰληφώς». En el MS Γ la palabra entre cruces que aparece es «δεῖν» (deber); Bywater prefiere «ἰδεῖν» (ver). Nosotros hemos seguido la conjetura de Apelt., y que es la que Ross toma para su traducción de 1925, de que la palabra es «εἰ δεινός», esto es, «si es agudo», lo cual conecta —maravillosamente, por cierto— con EN VI.12, 1144a23-27 y con VII.10, 1152a10-15.

39Sigo la adición propuesta por Klein

40En todo caso, no olvidemos esto: sabe sólo metafóricamente hablando, sabe pero no sabe, como el que repite algo que no entiende, etc. (cfr. EN VII.3, 1147a18-24).

41«Ἔστιν οὖν ἡ περὶ τὴν ὀργὴν | ἀκρασία ὁμοία τῶν παίδων τοῖς πρὸς τὸ διακονεῖν | προθύμως ἔχουσιν· καὶ γὰρ οὗτοι, ὅταν εἴπῃ ὁ δεσπότης “δός [1202b15] μοι,” τῇ προθυμίᾳ ἐξενεχθέντες, πρὸ τοῦ ἀκοῦσαι ὃ δεῖ δοῦναι, | ἔδωκαν, καὶ ἐν τῇ δόσει διήμαρτον· πολλάκις γὰρ δέον | βιβλίον δοῦναι γραφεῖον ἔδωκαν». Las traducciones de la MM son mías.

42«[…]. ὅμοιον δὲ πέπονθε τούτῳ | ὁ τῆς ὀργῆς ἀκρατής· ὅταν γὰρ ἀκούσῃ τὸ πρῶτον ῥῆμα ὅτι | ἠδίκησεν, ὥρμησεν ὁ θυμὸς πρὸς τὸ τιμωρήσασθαι, οὐκέτι | [1201b20] ἀναμείνας ἀκοῦσαι πότερον δεῖ ἢ οὐ δεῖ, ἢ ὅτι γε οὐχ οὕτω | σφόδρα».

43Como bien señala A. Vigo, tanto «deseo hacer X» como «debo hacer X» o «hacer X es bueno» son versiones válidas de la formulación de una premisa mayor (y, por tanto, de una expresión desiderativa) incluso si provienen de un deseo irracional. Prueba de ello es que, en MA 701a33-35, Aristóteles da un ejemplo de silogismo práctico y dice que la premisa mayor reza «debo beber (ποτέον μοι)», pero enseguida agrega: «dice el apetito (ἡ ἐπιθυμία λέγει)». Esto muestra que, aunque Aristóteles ilustre los silogismos prácticos con una premisa mayor que lleve palabras como “debo” o “es bueno” —con lo cual se podría pensar que se tratan de dictados racionalmente elaborados—, en realidad son dictados del deseo —de cualquiera de los tres— (cfr. Vigo 2006, 311, nota 11).

44Es cierto que en EN Aristóteles sólo afirma que la premisa menor — también llamada “premisa de lo posible” (διὰ τοῦ δυνατοῦ)— es puesta por la percepción (cfr. EN VII.3, 1147a25). Sin embargo, en MA sostendrá que ésta puede ser puesta por la percepción (αἴσθησις), por la imaginación (φαντᾶσία) o por el pensamiento (νοῦς) (cfr. MA 7, 701a29-30, 33, 35-36 y 701b17-18), y con ese «noûs» no creemos que esté aludiendo al encargado de los principios teóricos, y sí, en cambio, al noûs praktikós de DA III.10, i. e. aquel directamente relacionado con el logismós, que —ya lo explicamos en una nota al pie en T6— no es más que otro modo de aludir a la boúleusis —«se trata del intelecto que hace un cálculo racional en vista de algo, es decir, el intelecto práctico; se diferencia del <intelecto> teórico por su fin (νοῦς δὲ ὁ ἕνεκά του λογιζόμενος καὶ ὁ πρακτικός· διαφέρει [433a.15] δὲ τοῦ θεωρητικοῦ τῷ τέλει)» (DA III.10, 433a14-15)—.

45Aristóteles mismo hace la mejor analogía para describir esta obnubilación: el hombre en sus episodios incontinentes es como el ebrio —lo cual es claro para casi todos los que hemos bebido unas copas de más—. El pasaje va como sigue: «[…] de modo tal que también <es posible> poseer <la ciencia> en cierto modo y no poseerla, como el durmiente, el demente o el ebrio. Ahora bien: en esa disposición se encuentran también los que son presa de una pasión, pues los corajes, los apetitos y algunas otras <pasiones> de esa clase, notoriamente producen cambios aun en el cuerpo, y en algunos <casos> hasta producen formas de locura (ὥστε καὶ | ἔχειν πως καὶ μὴ ἔχειν, οἷον τὸν καθεύδοντα καὶ μαινόμενον | καὶ οἰνωμένον. ἀλλὰ μὴν οὕτω διατίθενται οἵ γε ἐν [1147a15] τοῖς πάθεσιν ὄντες· θυμοὶ γὰρ καὶ ἐπιθυμίαι ἀφροδισίων | καὶ ἔνια τῶν τοιούτων ἐπιδήλως καὶ τὸ σῶμα μεθιστᾶσιν, | ἐνίοις δὲ καὶ μανίας ποιοῦσιν)» (EN VII.3, 1147a12-17). ¿Y cómo regresa el incontinente a su estado normal? Como aquel a quien abandonan los vapores del vino, dejándolo frente a frente con la equivocación de su pasada noche (cfr. 1147b67-9; Phys. VII.3, 247b13-248a6).

46Citado en nuestra nota al pie 31.

47«[…]. ἡ μὲν οὖν τοιαύτη ὁρμὴ πρὸς ὀργήν, ἣ δοκεῖ ἀκρασία εἶναι ὀργῆς, | οὐ λίαν ἐπιτιμητέα ἐστίν, ἡ δὲ πρὸς [τὴν] ἡδονὴν | ὁρμὴ ψεκτή γε. ἔστιν γὰρ διαφορὰν ἔχουσα πρὸς ταύτην διὰ | τὸν λόγον, ὃς ἀποτρέπει τοῦ μὴ πράττειν, ἀλλ’ ὅμως πράττει [1202b25] παρὰ τὸν λόγον· διὸ ψεκτή ἐστι μᾶλλον τῆς δι’ ὀργὴν | ἀκρασίας».

48Sobre la conciencia del yo como condición necesaria para el thymós en humanos, cfr. Feldblyum (2016, pp. 16-18).

49Más abajo aludiremos a que no es casual que Aristóteles relacione el thymós con la phantasía y el lógos, no con la aísthēsis.

50En EN VII.6, 1149b4-13, Aristóteles no dice que los del thymós sean deseos más naturales que los de la epithymía. Dice que los deseos del thymós son más naturales que los deseos de excesos de la epithymía. Entonces, si bien es más natural sentir deseo de hacer respetar la propia persona que sentir deseo de comer hasta la obesidad mórbida, seguramente no es más natural que el llano apetito de comer algo cuando sentimos hambre.

51«[1118a.23] περὶ τὰς τοιαύτας δ’ἡδονὰς | ἡ σωφροσύνη καὶ ἡ ἀκολασία ἐστὶν ὧν καὶ τὰ λοιπὰ [1118a.25] ζῷα κοινωνεῖ, ὅθεν ἀνδραποδώδεις καὶ θηριώδεις φαίνονται· | αὗται δ’ εἰσὶν ἁφὴ καὶ γεῦσις. […].[1119b.1] κοινοτάτη δὴ τῶν αἰσθήσεων καθ’ ἣν ἡ ἀκολασία· | καὶ δόξειεν ἂν δικαίως ἐπονείδιστος εἶναι, ὅτι οὐχ ᾗ ἄνθρωποί | ἐσμεν ὑπάρχει, ἀλλ’ ᾗ ζῷα. τὸ δὴ τοιούτοις χαίρειν | καὶ μάλιστα ἀγαπᾶν θηριῶδες».

52En todo caso, traducirlo así es problemático porque deja escapar ciertos matices, como cuando Aristóteles usa «ὕβρις» en el sentido de «violar» (i. e. tener acceso carnal con alguien en contra de su voluntad), p. ej. en Rhet. I.12, 1373a34-36 y EN VII.5, 1148b30.

53Si bien en Rhet. II.2 Aristóteles intenta hacer una distinción entre «ὀλιγωρία (menosprecio)», «καταφρόνησίς (desdén)», «ἐπηρεασμός (vejación)» y «ὕβρις (ultraje)» (cfr. 1378b14-15), termina por ser una distinción que él mismo nunca parece utilizar. Sobre la hýbris como afrenta al honor, cfr. Fisher (1976, p. 180).

54«Διὰ τί ἀκρατεῖς λέγονται κατὰ τὰς ἐπιθυμίας μόνον, | οὔσης τῆς ἀκρασίας καὶ περὶ τὴν ὀργήν; ἢ ὅτι ἀκρατὴς μέν [949b15] ἐστιν ὁ παρὰ τὸν λόγον τι πράττων καὶ ἀκρασία ἡ παρὰ | τὸν λόγον ἀγωγή, εἰσὶ δὲ αἱ μὲν ἐπιθυμίαι ὡς ἐπίπαν | εἰπεῖν παρὰ τὸν λόγον, αἱ δὲ ὀργαὶ μετὰ λόγου, οὐχ ὡς κελεύσαντος | τοῦ λόγου, ἀλλ’ ὡς δηλώσαντος τὸν προπηλακιςμὸν | ἢ τὴν αἰτίαν».

55«[…]. εἰ δέ τις λέγοι ὅτι πάντες ἐφίενται τοῦ | φαινομένου ἀγαθοῦ, τῆς δὲ φαντασίας οὐ κύριοι, ἀλλ’ ὁποῖός [1114b1] ποθ’ ἕκαστός ἐστι, τοιοῦτο καὶ τὸ τέλος φαίνεται αὐτῷ· εἰ | μὲν οὖν ἕκαστος ἑαυτῷ τῆς ἕξεώς ἐστί πως αἴτιος, καὶ τῆς | φαντασίας ἔσται πως αὐτὸς αἴτιος· εἰ δὲ μή, οὐθεὶς αὑτῷ | αἴτιος τοῦ κακοποιεῖν, […]».

56Sobre el tema de la formación del carácter y nuestra responsabilidad en ello, cfr. Ramos-Umaña (2019).

Recibido: 20 de Noviembre de 2019; Aprobado: 18 de Diciembre de 2019; Publicado: 10 de Diciembre de 2021

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