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Tópicos (México)

versión impresa ISSN 0188-6649

Tópicos (México)  no.58 México ene./jun. 2020  Epub 30-Mayo-2020

 

Reseñas

Francisco Rodríguez Valls. (2017). Orígenes del hombre. La singularidad del ser humano

Pablo Ilian Toso Andreu* 

*Universidad de Zaragoza. pablo.ilian.andreu@gmail.com

Rodríguez Valls, Francisco. 2017. Orígenes del hombre. La singularidad del ser humano. Madrid: Biblioteca Nueva, S. L.,


Lejos de aquellas teorías globales capaces de rendir debida cuenta de los fenómenos que nos rodean, hoy en día nos hayamos sumergidos en una abrumadora diversificación del saber en saberes. Ello nos permite desligarnos de la antigua proclama socrática, y afirmar abiertamente que sí, sabemos. Pero al mismo tiempo Sócrates nunca parece haber estado más cerca. Cuanto más sabemos de algo, mucho menos sabemos de todo lo demás. La ramificación de las ciencias y su consecuente especialización conducen a su aislamiento. Ya no se dan genios, sino expertos en materias. Orígenes del hombre, la singularidad del ser humano de Francisco Rodriguez Valls nos sitúa precisamente en este ambivalente estado entre el reconocimiento de conocimiento y la conciencia de su falta; y aprovecha esa cópula para intentar dar con el sentido de uno de los fenómenos más complejos del universo: nosotros mismos.

Pero la pregunta por lo que somos abarca varios misterios. El primero y más apremiante es su propia ocurrencia: nosotros, los sujetos que estudian, nos convertimos en el objeto estudiado. Valls reitera varias veces esta cualidad única del preguntar por la naturaleza humana porque en ella, argumenta, radica el quid de la cuestión. Con ello el autor hace dos cosas. Por un lado determina los cauces que seguirá su argumentación: fenomenología y hermenéutica. Por el otro, moverá de plano la propia discusión. Pasamos del intento por determinar la naturaleza del ser humano de forma positiva, objetivo propio de las ciencias y especialmente de la filosofía naturalista, a comprender porqué necesitamos hacerlo. Es un desdoblamiento del objeto de estudio no exento de riesgos. Porque mientras la determinación positiva brinda respuestas determinadas, la comprensión hermenéutica es ya en sí misma una respuesta si y solo si el lector se compromete con la propia metodología. Ya que, si bien entender porqué necesitamos comprender es un avance en la explicación, dicha comprensión no da solución a la pregunta misma. Sin embargo Valls argumentará que es precisamente esa necesidad lo que caracteriza nuestra naturaleza. Ya Aristóteles afirmó que todos los hombres tienen por naturaleza el deseo de saber. Y el Ser y tiempo de Heidegger no es otra cosa que una exposición exhaustiva de porqué ninguna respuesta es candidata real de agotar la pregunta. Valls aboga en su libro por una aproximación hermenéutica a la problemática y afirma que comprender lo humano, objetivo hermenéutico, es determinar lo que es, intención naturalista.

A través de una argumentación clara y concisa, Valls dibuja una línea que hace coincidir la estructura de su exposición con el tiempo. Orígenes del hombre, como pregunta y como proyecto, atiende tanto al pasado remoto del ser humano (capítulos 1 y 2), como también a su presente inmediato (capítulos 3, 4 y 5) y su proyección en el futuro (capítulo 6). Esta decisión no es casual. Valls quiere hacer comprender al lector el carácter estrictamente tempóreo de la existencia humana. Esta temporalidad trasciende del mero estar un tiempo en el universo, y envuelve al sujeto para determinarlo ontológicamente en todo cuanto hace. Ser humano es ser un ser finito, es decir, ser un ser que existe de forma finita y cuya finitud le es originaria. Esta existencia finita se resuelve como un esencial tener que elegir. Y esa elección revela una existencia que es comprensiva finita y limitadamente. Valls ilustra esta situación al movernos de un extremo de las conjeturas al otro. Por ejemplo, en la primera parte del libro, Valls atiende a los pormenores evolutivos que condujeron a nuestro surgimiento biológico, y expone qué es la evolución y cómo funciona. Sin embargo, deja en el aire una pregunta que advierte la ciencia no puede responder: por qué. Al dibujar las limitaciones de la ciencia al pretender ir más allá del hecho, Valls intenta mostrarnos, uno, cómo la pregunta trasciende el dato, y dos, denuncia dos hipótesis que conciben el motor de la evolución radicalmente opuestas: el diseño inteligente y el azar. Es entre estos extremos desde donde Valls pretende abrir al lector a su situación finita y urgir por una comprensión de su esencia de carácter hermenéutica más que de una determinación positiva de ella. Así, al analizar la génesis del cuerpo humano Valls advierte que hay que evitar la impresión de que la línea que lleva hasta nuestra especie es única y unívoca, pues es como si la vida quisiera expresarse en todas las formas posibles a su alcance. Pero, ¿no es ello una confirmación de que el motor de la evolución es precisamente el azar? Tal vez. Sin embargo las casualidades necesarias son tantas, que no pensar en el diseño parece imposible.

En este espacio entre la negación, la afirmación y el compromiso con una u otra postura es donde radica esta anomalía que llamamos hombre. Comprenderlo, aboga Valls, exige un trabajo interdisciplinario. De esta forma, mientras la primera parte del libro pretendía dar con las razones evolutivas que dan lugar al hombre, en su segunda parte Valls busca ahondar en aquello que lo convierte en una singularidad epistémica: la conciencia ¿Por qué una singularidad? Porque es el lugar donde las teorías fallan, las hipótesis son muchas y las disciplinas se muestran impotentes cuando trabajan aisladamente. A estas alturas empieza a ser evidente el verdadero propósito del autor. Olvidados de cualquier reducción positiva de lo que el ser humano es, Valls busca dar pie a un cambio de paradigma en lo que a aproximación al problema respecta. Su estudio de la conciencia y sus manifestaciones no es más que una exposición de las razones de porqué lo pertinente es comprender a el hombre en vez de reducirlo a una definición. Ello se vuelve claro a través del diálogo crítico que el autor mantiene con la filosofía naturalista de Juan Arana. Para Valls, el principal problema del naturalismo es que objetiviza aquello que estudia, y la conciencia no es susceptible de semejante reducción. Ambos coinciden en las características que hacen de esta una singularidad para la ciencia. Pero mientras Arana afirma que siempre se mantendrá en el misterio, dado que la única explicación admisible es la naturalista, Valls defiende que lo humano no hay que explicarlo como un hecho sino comprenderlo como un sentido. En ello radica el objetivo del proyecto hermenéutico.

Pero las manifestaciones de la conciencia, esto es, la técnica, la cultura y el lenguaje, exigen un ejercicio de autoevaluación ético del que Valls no se desentiende, pero al que tampoco presta suficiente atención. En la última parte del libro el autor atiende a los problemas de la sociedad de la información en la que vivimos y busca figurarse el mundo transhumanista al que aparentemente nos conducimos. Sin embargo, el análisis ni ahonda ni se detiene lo suficiente, y el examen ético no deja de ser un mero llamado de atención.

Finalizada su lectura, el lector se ve obligado a volver al principio. Hay un sentido holístico en toda la argumentación del autor que hacen que una segunda lectura sea obligada. A medida que avanza la exposición, así también lo hace el sentido de lo que se va dejando atrás. La elegancia de la argumentación radica en la habilidad que Valls tiene de llevar al lector por donde él quiere hacerlo. Orígenes del hombre se muestra como un estudio pormenorizado de aquellos aspectos que han dado lugar a la aparición del ser humano, y sigue una línea recta que va desde lo puramente biológico a los estratos más abstractos de la existencia humana. Sin embargo, tanto el título como la propia exposición son engañosas. Orígenes aquí no refiere tanto a un principio en el tiempo, sino a la esencia de lo estudiado. Es esa esencia lo que Valls indica debemos comprender hermenéuticamente. Y si bien es cierto que, en lo que respecta a la necesidad de dicha comprensión, el libro es consecuente, la argumentación adolece en cuanto a su pertinencia. Valls falla al saber instalar la problemática dentro del marco actual, y se centra pura y exclusivamente dentro de los espacios puramente epistémicos. En su defensa está el que su intención sea convencernos de que tenemos que comprender lo humano y no tratar de reducirlo a una objetivación. Pero temas tales como la eutanasia, la donación de órganos o demás problemas propios de la sociedad contemporánea y directamente relacionados con el tema tratado le son esquivos. La evaluación ética es insuficiente, como también lo es la respuesta a la cuestión. Sí, debemos comprender lo humano porque toda otra aproximación parece haber fracasado. Pero lo que es de hecho esa comprensión se mantiene en el misterio.

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