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Tópicos (México)

versão impressa ISSN 0188-6649

Tópicos (México)  no.47 México Jul./Dez. 2014

 

Reseñas

 

Marcelo D. Boeri y Ricardo Salles: Los filósofos estoicos. Ontología, Lógica, Física y Ética

 

José Molina Ayala

 

Traducción, comentario filosófico y edición anotada de los principales textos griegos y latinos, Sankt Augustin, Academia Verlag (Studies in Ancient Philosophy, 12), 2014.

 

UNAM-Instituto de Investigaciones Filológicas.

 

El grueso volumen de 880 páginas tiene el propósito, cumplido cabalmente, de "ofrecer al lector una colección de textos antiguos lo suficientemente amplia como para permitirle estudiar el estoicismo en su conjunto con cierto grado de detalle, precisión y complejidad" (p. 5). Los textos están organizados en treinta capítulos, cada uno de los cuales trata un tema específico; el "principal criterio de selección –nos dicen los autores– fue incluir todos aquellos textos que, según los estudios más recientes, son indispensables para entender cómo los estoicos abordaron ese tema particular"(pp. 5-6). Aunque estos textos están contenidos en colecciones de textos anteriores, como son la de los Stoicorum Vetera Fragmenta, de Von Arnim, la de Die Fragmente zur Dialektik der Stoiker, de Hülser, o la de The Hellenistic Philosophers, de Long y Sedley, ninguna de ellas los contiene todos, y aunque no sobra decir que la enorme ventaja es para los hispanohablantes, dado que el libro sale bajo el sello de prestigiosa editorial alemana, también quien no lee español tiene a su disposición la selección y reunión de textos en griego y en latín, que igualmente podrá usar como corpus para su estudio quien conozca esas lenguas.

Los temas se distribuyen en cinco grupos, que, salvo el primero, están enunciados en el título del libro: El primer grupo, Las partes de la filosofía, incluye un solo capítulo del mismo nombre; al segundo grupo: Ontología, corresponden los capítulos del 2 al 4: 2. El género supremo y su primera división: cuerpos e incorpóreos; 3. Las subdivisiones del género del cuerpo o del ser; y 4. Los universales. Resulta un tanto sorprendente que los autores hayan decidido incluir la Ontología, porque alguien como Gerson afirma que "si Parménides busca una metafísica sin teología natural, los estoicos buscan una teología natural sin metafísica", y también dice que una "teología natural sin metafísica es una empresa propiamente estoica";[1] también sorprende porque, como lo afirman los textos del capítulo primero, la misma división canónica de la filosofía según los estoicos no incluye la ontología, reduciendo los temas metafísicos, o bien, a la física, o bien, a la lógica. El siguiente grupo dedicado a la Lógica, incluye los capítulos del 5 al 10: 5. Lógica, dialéctica y retórica; 6. Presentación, asentimiento y formación de conceptos; 7. El criterio de verdad y las presentaciones cognitivas como criterio de verdad. Conocimiento y opinión; 8. Teoría del significado: los lektá; 9. Teoría de la inferencia; 10. Sofismas. El cuarto grupo dedicado a la Física incluye los capítulos del 11 al 20: 11. La división de la física; 12. Cosmos, hálito y teleología; 13. El alma; 14. Teoría de los principios y de la causalidad; 15. Cosmogonía y teoría de los elementos; 16. Mezcla; 17. Teología y religión; 18. Conflagración; 19. Determinismo, fatalismo y eterno retorno; 20; Lugar, vacío y tiempo; y, finalmente, el quinto y último grupo, consagrado a la Ética, incluye los capítulos del 21 al 30: 21. La división de la ética; 22. El impulso primario y la autoconservación; 23. Felicidad y fin final; 24. Teoría de la acción; 25. Las pasiones o estados emocionales; 26. Teoría del valor y de la virtud; 27. Actos debidos, correctos e incorrectos; 28. Fatalismo y motivación práctica; 29. Determinismo y responsabilidad moral; 30. Política y sabiduría.

Cada capítulo incluye la traducción, un comentario, los textos latino o griego de cada tema, y un aparato crítico y notas filológicas y filosóficas.

El libro incluye, además, una Introducción que trata los siguientes puntos: 1. El estoicismo antiguo; 2. Antecedentes de la presente colección; 3. Objetivo y estructura de la presente colección, y Agradecimientos. También cuenta con cinco anexos: Anexo I: Tablas de concordancia (entre ésta y las otras colecciones que la han precedido); Anexo II Bibliografías: A. Bibliografía de obras antiguas; B. Literatura secundaria; C. Otros filósofos citados; Anexo III. Glosarios (griego-español, y latín griego); Anexo IV Index Locorum; Anexo V. Índice de Filósofos estoicos; el libro termina con Abreviaturas, que omite la más importante: BS, que significa Boeri-Salles, a la que todo estudiante y estudioso de los estoicos deberá irse acostumbrando, y con el Índice.

Sabemos que el estoicismo, aunque de raíces más remotas, comienza con Zenón de Citio, que solía impartir sus lecciones en el Pórtico variopinto, que recibía ese nombre porque allí se hallaba la colorida obra de Polignoto; pero a ciencia cierta nadie sabe dónde termina. Ejerció su impronta directa durante un período prolongado de cerca de cinco siglos, durante el helenismo y la época imperial, y en todas las capas de la población, desde el esclavo Epicteto al emperador Marco Aurelio, pero su influencia se prolonga abierta o secretamente en los autores del neoplatonismo que seguían discutiendo sus doctrinas. Yo todavía creo que es influencia estoica que Jesucristo llega a afirmar que quien mira a una mujer casada con deseo ya cometió adulterio con ella en su corazón.

No es sencillo caracterizar el estoicismo; se destacó especialmente por plantarse, no raramente sin éxito, como un nuevo David frente a Goliat, frente a las grandes tradiciones filosóficas de Grecia, esto es, frente a Platón y Aristótéles; pensaba yo, entonces, en ciertas analogías con que pudiera compararse el estoicismo a esta confrontación incluso en el plano estilístico, y pensaba en Kierkegaard frente a Hegel; en Hölderlin frente a Goethe, en Séneca frente a Cicerón. Tal vez estas comparaciones no sean del todo pertinentes, pero algo ayudan; además, es de tomarse en cuenta que las discusiones con los otros movimientos del helenismo configuraron el pensar estoico, y así, a la exposición de su pensamiento no raras veces debe añadirse necesariamente la del epicureísmo, la del escepticismo; la del cinismo, esa vía de atajo a la felicidad, y también la de la Academia y de los peripatéticos de la época helenística e imperial. Tampoco debería olvidarse que el helenismo no es un periodo de decadencia frente a la Grecia clásica; después de todo, el helenismo vio progresar las ciencias y las artes, y a él están unidos el nombre de Arquímedes, para no hablar del "astrónomo" Arato, ni de su gran comentarista Átalo de Rodas, ni del controvertido matemático Hiparco de Nicea, ni del Copérnico de la antigüedad Aristarco de Samos.

Así pues, el estoicismo no surge de la nada y no surge solo, pero el gran problema es, como todos ustedes saben, que la mayor parte de las obras fundamentales están perdidas y sólo conocemos el pensamiento de los grandes estoicos, sobre todo, el de los fundadores e iniciadores, a través de fragmentos, de citas indirectas, mediante obras que los resumen, que sintetizan no siempre correctamente su pensamiento, por medio de autores que francamente son hostiles al estoicismo.

Entonces, nos enfrentamos en este volumen a esos fragmentos que conservan la llama del fuego estoico. No es sencillo leer fragmentos, pero debo decir que enseña a leer incluso las obras que sólo aparentemente por ser textos más largos o completos parecen menos problemáticos. Ese solo ejercicio hace muy sabrosa la lectura de un volumen como el que ahora nos ocupa. Al leer fragmentos aprende uno a hacer preguntas a los textos, sobre el contexto, sobre el sentido, sobre el autor, sobre los destinatarios, sobre las intenciones, sobre la recepción, y sobre un largo etcétera, y muchas veces, frente a esas preguntas el texto permanece mudo, y entonces uno calla frente al texto y va hacia las palabras, hacia su historia, hacia su tradición, hacia otros autores que también las ocuparon acaso en otros sentidos o en el mismo.

Una de las ventajas que ofrece la lectura de los grandes filósofos es que enseñan a pensar, lo cual, si se consigue ya es una gran razón para leerlos, pero este volumen tiene con él, digamos, un plus, un bono añadido; enseña a pensar de manera distinta. Nadie puede, se dice, brincar sobre su propia sombra, y es más difícil aprender a tomar precauciones frente a los propios límites de distinto tenor del propio pensamiento. Leer los fragmentos conservados sobre el estoicismo antiguo nos deja ver un pensamiento poderoso, con afán de contundencia, de claridad, de plasticidad efectiva y de fines inmediatos, el cual, frente a los modos que pueden considerarse más tradicionales del pensamiento occidental, perfiló con osadía otra manera de plantear nuevamente los problemas, otra manera de enfrentarse a su propia tradición, y otra manera de relacionarse con la sociedad en la que se encontraba. No dejan de sorprenderme, por ejemplo, las comparaciones con las cuales los estoicos explican ciertos asuntos; cuando explican las partes de la filosofía, y dicen que la filosofía es como un huevo; la lógica es la cáscara, la ética, la clara, y la física, la yema; o cuando comparan la retórica con una mano extendida, y la dialéctica con un puño.

Se pueden buscar, ciertamente, aspectos por los cuales el estoicismo podría seguir vigente entre nosotros. En alguna ocasión le preguntaron a Octavio Paz que si había todavía mitos vigentes, y contestó que había por lo menos dos, el del amor exclusivo a otra persona, y el del fin del mundo; hablaba de la Guerra fría y el peligro patente de un conflicto bélico nuclear, que trae a cuenta la teoría y no el mito de la conflagración universal postulada por el estoicismo; no hay que olvidar que en Lógica, sobre todo por las proposiciones condicionales, donde los estudiosos contemporáneos han encontrado una particular vigencia del pensar estoico; además la ética estoica, apuntalada en peculiares principios racionales también toca de cerca la sensibilidad contemporánea; como dice Carlos Lévy:

se ha explicado el desarrollo reciente de los estudios sobre los filósofos helenísticos por las impresionantes semejanzas entre su época y la nuestra. El mismo cosmopolitismo, la misma referencia a la naturaleza erigida en norma absoluta –desgraciadamente, sin Carnéades alguno, para revelar los peligros de ello–, la misma búsqueda de la felicidad individual, la misma forma de cultura, más preocupada de erudición que de creación. El abandono de la utopía, la renuncia a encontrar un sentido a la historia, la rehabilitación del sujeto, conducen a la búsqueda de una sabiduría, incluso si el término se ha vuelto demasiado anticuado para parecer pertinente, y facilitan el redescubrimiento intuitivo de algunos temas helenísticos.[2]

Sin embargo, la lectura más provechosa, a mi manera de ver, no es encontrar aquello en que es actual el estoicismo, ni aquello en que nos parecemos a los estoicos, sino, precisamente, aquello en que piensan y son diferentes a nosotros. Precisamente, una de las experiencias que me parece importante mencionar de las que tuve mientras leía este libro, es que la dificultad de entender una manera de pensar distinta a la propia es una dificultad común de grandes pensadores como, Sexto Empírico, Plutarco, Galeno, Alejandro de Afrodisia, Plotino, Simplicio, etcétera. Uno descansa cuando Marcelo Boeri o Ricardo Salles hacen ver que en tal punto un adversario tampoco entendió bien lo que querían decir los estoicos, o cuando se nos informa de la plausible respuesta que un estoico hubiera dado a determinada objeción, o sencillamente que no se sabe bien a bien cuál era verdaderamente la postura estoica frente a determinado problema.

El justo discernimiento en este bosque oscuro de los fragmentos precisa, pues, de amplia erudición, de sutileza dialéctica, de juicio crítico, de precisión filológica, características de las que no carece este ambicioso libro. Es paradójico que en este volumen sobre el estoicismo, doctrina que propugnaba por la apatía, se atestigua la gran pasión de los autores por su tema, pero, ¿cuál de las grandes obras que valen la pena se han conseguido sin pasión?

Estamos, pues, frente un libro que es fruto de mucho trabajo y de muchos años de reflexión sobre los textos de que se ocupan; tenemos aquí treinta lecciones exquisitas, críticas, sutiles y profundas de filosofía estoica, que difícilmente podríamos recibir en castellano o en otra lengua en otra parte del planeta; es difícil en tan breve espacio mencionar y aquilatar convenientemente todas las ventajas y bondades de este volumen que es como una estación de llegada del viaje de todos los años en que Ricardo Salles y Marcelo Boeri se han ocupado afanosamente a la filosofía de la antigüedad, pero también servirá como fundamento para muchos otros trabajos de los propios autores y de todos aquellos que pongan en el estoicismo sus intereses intelectuales.

 

Notas

[1] L. P. Gerson, God and Greek Philosophy. Studies in the early history of natural theology, London, Routledge, 1994. p. 144: If Parmenides aims a metaphysics without natural theology,         [ Links ] the Stoics aim at a natural theology without metaphysics. ib., p. 160: Natural theology without metaphysics is not implausibly a proprietary Stoic enterprise.

[2] C. Lévy, Les philosophies hellénistiques, Paris, Librairie Général Française (Le livre de poche), 1997, p. 222.         [ Links ]

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