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Tópicos (México)

versión impresa ISSN 0188-6649

Tópicos (México)  no.44 México jul. 2013

 

Reseñas

 

Steve Buckler: Hannah Arendt and Political Theory: Challenging the Tradition

 

María José García Castillejos

 

Edinburgh University Press, 2011, 186 pp.

 

Universidad Panamericana, México.

 

El aparente rechazo de Hannah Arendt a la filosofía especulativa repercute en sus escritos, especialmente los que abordan la relación entre el pensamiento y la política. Arendt prefirió externar su preocupación por el ámbito político, un espacio impredecible y espontáneo, y no ahondar en cuestiones metafísicas ni preocuparse mayormente por el método filosófico a seguir. Esto supone un reto para el lector de sus obras, pues parecería, en una primera aproximación, que la ausencia de sistematicidad presenta una Arendt carente de argumentos consistentes entre sí.

Esta interpretación sobre Arendt presenta un desafío para Steve Buckler, autor de Hannah Arendt and Political Theory: Challenging the Tradition, pues su texto intenta reconstruir el argumento de Arendt sobre el pensamiento y la política, cuando gran parte de las obras de Arendt están dedicadas a la política, y sólo sus últimas obras abordan explícitamente el concepto de pensamiento. Asimismo, Buckler pretende sistematizar la filosofía de Arendt, cuando la autora nunca quiso presentar un trabajo sistematizado. La reseña a continuación analizará si ambos propósitos se cumplen o, por el contrario, las obras de Arendt carecen de método y no pertenecen a ninguna tradición filosófica, tal como ella lo deseó: "He dicho adiós a la filosofía de una vez y por todas... Estudié filosofía, pero eso no significa que me mantuve en ella" (p. 2).

De acuerdo a la obra de Arendt, The Human Condition, el espacio público o político está conformado por hombres libres que actúan y discuten entre sí. La acción y el discurso son actividades políticas, no pertenecen a un sistema normativo de comportamiento y no forman parte de un modelo conductista de estímulo y respuesta. Dadas las características de estas actividades y los terribles acontecimientos del siglo XX, especialmente el fascismo alemán, Arendt se da a la tarea de explicar, no sólo la política, sino el pensamiento que antecede a la política misma.

Steve Buckler reconstruye el argumento del pensamiento político tomando en cuenta dos condiciones de la política que Arendt expone en varias de sus obras: primero, la política no es vista como un concepto universal ni como la conclusión lógica de ciertas premisas; segundo, la política no se estudia solamente a la luz del momento histórico donde se presenta, sino que tiene un valor per se. Finalmente, Buckler pretende repetir algunos objetivos de la filosofía de Arendt, esto es, utilizar el pensamiento político para responder a las preocupaciones filosóficas básicas y propiciar que el lector se involucre en los asuntos públicos.

Al margen de la capitulación propia de Hannah Arendt and Political Theory: Challenging the Tradition, esta obra puede dividirse en tres partes según sus objetivos: la primera aborda directamente la relación entre la acción y el pensamiento. Buckler enfatiza la importancia del diálogo en la filosofía de Arendt: el diálogo con el pasado por medio de la narración, y el diálogo en el presente por medio del discurso propio del espacio público. En la segunda parte, a la que corresponden los capítulos 4, 5 y 6, el autor expone la postura de Arendt frente a la Revolución Francesa, la Independencia de Estados Unidos y los totalitarismos del siglo XX. Para ello, aborda las obras de Arendt: On Revolution, The Origins of Totalitarism y The Human Condition. Esta última obra no aborda un momento histórico en específico, pero presenta las tesis principales sobre la acción y el discurso. Finalmente, la última parte, los capítulos 7 y 8, trata sobre las repercusiones éticas de la teoría política de Arendt. Para la filósofa, si el espacio político se caracteriza por su contingencia, no puede apelar a principios éticos normativos. En este apartado, Buckler expone el concepto de juicio que Arendt retoma de Kant y compara a la autora con Maquiavelo.

Buckler titula los primeros tres capítulos: Thinking and Acting, Theory and Method, Theory and Objectivity. Estos capítulos abordan, especialmente, la obra de 1958: The Human Condition. Exponer la relación entre pensamiento y acción requiere explicar previamente la distinción entre vita activa y vita contemplativa que aparece en esta obra. La acción, entendida también como discurso, es la actividad más frágil, contingente y política de la vida activa. Por su parte, la vida contemplativa es aquella donde residen los amantes de la sabiduría y a diferencia de la vida activa, aspira a verdades necesarias y universales.

Siguiendo a Arendt, Buckler diferencia, acertadamente, la contemplación del pensamiento. El pensamiento incide en la acción y en lo político siempre y cuando sea entendido como el pensamiento crítico que caracterizaba a Sócrates. Con el término "contemplación", Arendt se refiere más al pensamiento especulativo que se desentiende del mundo de las apariencias y que ejemplifica con Heidegger y Platón. El carácter político del pensar se muestra en sus consecuencias morales, pues la ausencia de pensamiento repercute en el espacio público cuando algún hombre deja de actuar o de manifestar su opinión. Tal es el caso de Otto Adolf Eichmann, responsable de la solución final judía: "Es la inconformidad con el espacio práctico, que tan fácilmente cae en la rutina de la conformidad, lo que le da a la actividad del pensamiento su carácter activo" (p. 32).

A pesar de la clara diferencia entre pensamiento y contemplación, la postura de Arendt respecto a la contemplación y a la acción no es clara. Considero que Buckler se equivoca al aseverar que Arendt insiste en la supremacía de la acción sobre la contemplación, cuando explícitamente la filósofa afirma que se encuentran en el mismo nivel: "Mi uso del término vita activa presupone que todo lo relacionado a sus actividades, no es lo mismo, ni inferior o superior, a lo relacionado a la vita contemplativa" (Arendt, Hannah: The Human Condition. Chicago: Chicago University Press, 1958, p. 17). Entiendo que la conclusión de Buckler se debe a la aparente falta de sistema en la filosofía de Arendt y a interpretaciones similares como la de Richard Bernstein y Ronald Beiner. Si bien esta exégesis no altera en gran medida la tesis del libro de Buckler, la relación entre la contemplación y la acción, las características de ambas vitaes, y lo que Arendt explica de ellas en todas sus obras, influye directamente en su teoría política.

Argumentar la importancia del pensamiento crítico en la acción resulta conflictivo por las características de la acción y del pensamiento. Debido a que el pensamiento trabaja con objetos previamente aprehendidos por los sentidos y por lo tanto, ausentes, no se relaciona directamente con el mundo de las apariencias, donde se lleva a cabo la acción. El mundo de las apariencias es contingente y particular, y los sentidos no ofrecen una verdad absoluta sobre el mismo. A raíz de ambos escenarios, Buckler se pregunta por la validez del espacio donde se lleva a cabo la acción y lo resuelve explicando la imparcialidad de los discursos públicos.

Para tender un puente entre el pensamiento político y la política misma, Arendt apela al intercambio de opiniones en el espacio público, lo cual, a primera vista, presenta una teoría política subjetivista, probablemente inválida. Para confutar esta lectura incorrecta de la filosofía de Arendt, Buckler explica que las opiniones son imparciales y no aspiran a la verdad absoluta. La imparcialidad del actor político le permite ponerse en el lugar de sus interlocutores, distanciarse del objeto de la discusión y de su punto de vista particular: "su voz permanece discursiva más que coercitiva" (p.50).

El argumento de la opinión imparcial explicita la importancia del pensamiento crítico en el actor político y en el espectador de la política. En el actor, la opinión imparcial permite el discurso entre los hombres en el espacio público; por su parte, los narradores y espectadores de la política registran y comprenden de manera imparcial los acontecimientos actuales y de otras épocas. En ambos casos, tanto en el discurso como en la narración, Arendt apela a la teoría del juicio reflexionante de Kant. Para Buckler, Kant es el primer indicio de sistema y método en la filosofía de Arendt, pues la autora se refiere al filósofo de Konigsberg en casi todas sus obras.

En los capítulos 4, 5 y 6 (Theorising Dark Times: The Origins of Totalitarianism, Theorising Political Action: The Human Condition, Theorising New Beginnings: On Revolution), Buckler analiza tres textos de Arendt en el mismo orden en que se publican: después de explicar la falta de acción y discurso en el pasado y la importancia de la narración en la obra The Origins of Totalitarism, Arendt caracteriza a la acción y la compara con otras actividades de la vita activa en The Human Condition. Años más tarde, la autora ejemplifica la importancia de la opinión y la pluralidad con la independencia de Estados Unidos en su obra, On Revolution. Las tres obras tratan, aunque sea tangencialmente, la relación entre pensamiento y acción. Buckler elige las obras a tratar y las ordena de tal manera que las preocupaciones filosóficas de Arendt parecen seguir un hilo conductor a lo largo de su vida académica.

La obra de Arendt, The Origins of Totalitarism, ejemplifica la importancia del diálogo con el pasado por medio de las narraciones, pues el texto describe tres momentos históricos y analiza sus implicaciones políticas actuales: el imperialismo, el estalinismo y el totalitarismo. En estos ejemplos, la narración, esencial al pensamiento político, resulta difícil de llevarse a cabo porque los movimientos totalitaristas acabaron con la identidad personal de sus víctimas y destruyeron cualquier evidencia de su participación política. A la luz de estas dificultades, Buckler reconstruye el argumento de la obra y aborda el problema de la naturaleza del mal.

En los tres movimientos totalitarios mencionados, la "ideología remplaza los principios de la acción que caracterizan la formación de la política" (p. 65). La ideología se aparta del pensamiento crítico propio de la política y se asemeja más al conocimiento científico que pretende explicar exhaustivamente el pasado, conocer el presente y predecir el futuro (Arendt: The Origins of Totalitarism, NY: Harvest, 1968, p. 470).

Si bien lo menciona apresuradamente, Buckler no profundiza en las características que el totalitarismo comparte con la acción, tema que Arendt nunca resolvió y que le acarreó diversas críticas (véase por ejemplo, Canovan, Margaret: "The Contradictions of Hannah Arendt's Political Thought," en Political Theory, VI, (1), 1978, pp. 25-26). No obstante el totalitarismo ejemplifica todo lo que Arendt busca evitar en el espacio político, muchas de sus particularidades ponen en juego su teoría del pensamiento político y por ende, la tesis del libro de Buckler. Por ejemplo, los movimientos totalitaristas comparten con la acción la inestabilidad y la discontinuidad. Los movimientos totalitaristas se aseguran de que el sistema no se estabilice, pues "emergerían conceptos de debate y formas de responsabilidad reconocibles" (p. 68). Por su parte, las acciones políticas, a diferencia de las actividades biológicas, son novedosas e impredecibles.

Resulta más polémico el concepto de "banalidad del mal" que Arendt menciona por primera vez en The Origins of Totalitarism y que después explica en su reporte periodístico, Eichmann in Jerusalmen, a Report on the Banality of Evil. Para el propósito del libro de Buckler, Eichmann representa la ausencia de pensamiento en el ámbito político: "su estrechez, su incapacidad de pensar y de juzgar por sí mismo fuera de las reglas con las que se encontraba, significaron que con respecto a lo que hizo, él no podía distinguir lo correcto de lo incorrecto" (p. 71). "Banalidad del mal" significa, pues, carecer de facultad de pensamiento político.

Buckler no ahonda en las múltiples críticas al concepto arendtiano de "banalidad del mal" ni en el reportaje sobre Eichmann; sin embargo, se concluye de su análisis, que en relación al concepto de pensamiento, sí existe sistema en la filosofía de Arendt, pues esta facultad intelectual es tratada desde sus primeras obras, The Origins of Totalitarism, hasta la última, The Life of the Mind. Buckler cumple el primer objetivo de su texto y logra sistematizar la filosofía de Arendt, por lo menos respecto al polémico concepto del mal.

Si bien The Human Condition trata sobre la acción política actual deslindada del pasado, esta obra puede comprenderse mejor a la luz del texto que le antecede, The Origins of Totalitarism. The Human Condition enfatiza la espontaneidad y la contingencia de la acción. Del análisis que realiza de la obra, Buckler concluye que las características de la acción obligan a Arendt a postular un tipo de pensamiento que "responda a la contingencia y que, en consecuencia, se resista a declaraciones concluyentes" (p. 97).

Posterior al análisis de los conceptos principales de The Human Condition, Buckler critica, por única ocasión en su texto, la filosofía política de Arendt. El autor reprueba tres aspectos sobre la acción política que repercuten en la tesis de su libro: primero, Arendt presenta una exposición imparcial de la vita activa: la política deriva en una teoría dependiente de los espectadores, pues la acción cobra valor únicamente cuando otros la observan, no por las características de la acción per se. Segundo, las categorías de The Human Condition son exageradas y "nos dejan con un concepto de lo político privado de sustancia" (p. 98), a saber, vita activa, vita contemplativa, naturaleza humana, condición humana, labor, fabricación, acción, espacio público, espacio privado, etcétera. Tercero, el modelo político de Arendt es difícilmente aplicable al contexto presente. Por ejemplo, la autora nunca explica cómo aplicar la libertad al mundo actual y argumenta que la respuesta se encuentra en las características de la acción.

Retomando otros textos de Arendt, Buckler presenta su propia tesis y resuelve estas tres dificultades con la facultad de pensamiento. El papel del pensamiento es fundamental, pues aplica las características de la acción a la época actual, en vez de aspirar a fórmulas y a verdades universales que suplan a la acción misma. Asimismo, frente a ciertos eventos históricos como la independencia de EUA, el pensamiento reflexiona sobre la acción misma y no intenta resolver definitivamente los problemas del espacio político: "El punto, para Arendt, es reflexionar el carácter de una experiencia nueva en lugar de aplicar un marco teórico más abstracto" (p. 104).

On Revolution presenta dos eventos que acontecieron con pocos años de diferencia: la Revolución Francesa y la Independencia de Estados Unidos. Para Arendt, mientras que la Revolución Francesa no representa libertad (freedom), sino la liberación de la necesidad (liberation) de una sociedad-masa, la independencia de Estados Unidos sí representa la acción política: "Llevados por el tóxico sentido que incorpora la voluntad de la multitud, los revolucionarios evitaron los procesos inmediatos de discusión, de deliberación y de compromiso, característicos de la política" (p. 104).

Dadas las características contingentes del espacio político, éste carece de "principios procedimentales para la cooperación y de convenciones sobre la vida buena" (p. 126), es decir, de preceptos éticos que apliquen por igual para todos los hombres. A pesar de no apelar a cierta normatividad, Arendt argumenta a favor de un espacio público ético mediante el juicio reflexionante del actor y del espectador y, según la interpretación de Buckler, mediante la virtud. Buckler reconstruye el argumento sobre la eticidad del espacio público en los capítulos 7 y 8: Political Theory and Political Ethics, The Role of the Theorist, Arendt and Contemporary Political Theory.

Con base en la Crítica del juicio de Kant, Arendt asevera que el juicio es la operación mental más cercana a la acción, pues muestra la verdadera identidad del actor. El juicio reflexionante no produce principios éticos, pues no subsume eventos particulares a un principio universal previamente establecido; más bien, por medio del "modo de pensar amplio" y del sensus comumunis, el juicio toma en cuenta otros puntos de vista (la cantidad de puntos de vista es directamente proporcional a la validez del juicio). Si el juicio no tomara en cuenta a la comunidad, la discusión política se convertiría en un conjunto de monólogos sin consenso. Coincido con Seyla Benhabib en que la teoría del juicio reflexionante no exenta a Arendt de principios éticos universales, pues cuando el sujeto toma en cuenta a los demás, presenta, por ejemplo, humildad y desapego de sí mismo (véase Benhabib, Seyla: "Judgment and the Moral Foundations of Politics in Arendt's Thought" en Political Theory, Vol. 16, No. 1, Feb., 1988). Por el contario, Steve Buckler concluye que a pesar de las condiciones universales del juicio reflexionante, la contingencia del espacio público impide postular principios éticos.

Por otro lado, Buckler concluye que el espacio político es un espacio ético gracias a la virtud de los actores políticos. Igual que Arendt, Buckler omite las similitudes entre la phronesis aristótelica y la teoría de la acción política de la filósofa de Hannover. Para Buckler, un actor político es virtuoso cuando aplica medios específicos a una situación concreta. Al ser el espacio público un lugar de seres individuales y eventos contingentes, resolverlos y saber actuar en medio de ellos denota un acto virtuoso.

El texto de Buckler concluye reafirmando la importancia del pensamiento crítico, especialmente el del espectador. Esta postura resulta congruente con el papel de Hannah Arendt y de Buckler frente a los problemas políticos de su época. Reflexionar sobre los mismos también es un tipo de acción, cuya carga de responsabilidad depende del pensamiento que le antecede: "La importancia de pensar en tiempos de obscuridad consiste en retraerse de los procesos de la vida cotidiana, y de interrumpirla para preguntarse sobre el significado y desestabilizar convicciones y normas" (p. 157).

A la pregunta que muchos críticos se hacen sobre el método filosófico de Arendt, Buckler responde que lo que caracteriza precisamente ese método, es la importancia que la theoria tiene en todas las obras de Arendt. Tal es su relevancia, que al final de sus obras, parece que Arendt se retracta de lo dicho en The Human Condition y prefiere la contemplación a la acción: "Arendt nos brinda un acercamiento metodológico que, en su forma discursiva y mediada, es ejemplar respecto al pensamiento sobre la política, un requisito que hoy sabemos es urgente" (p. 169).

Sin embargo, una segunda conclusión, aparentemente opuesta a la primera, aparece al final del texto: el pensamiento, crítico o especulativo, siempre será una separación del mundo de las apariencias, no importa qué tan corta sea esta separación. La tensión entre la acción y el pensamiento, no está del todo resuelta. Esta tirantez, aunque existente, se comprende si tanto el pensador como el actor utilizan la facultad de juicio y no olvidan que ambos se ocupan del mismo objeto: el mundo y sus objetos contingentes. La tarea del pensamiento es volverse conspicuo, y para ello, el pensador ha de abandonar su espacio solitario y reunirse con otros pensadores para observar la acción.

El objetivo de Buckler de presentar la relevancia de la teoría de Arendt en la política contemporánea se resuelve comprendiendo el objetivo del trabajo de Arendt. La autora no busca presentar una solución a los problemas políticos contemporáneos, sino establecer las condiciones epistemológicas para que éstos se resuelvan mejor. Arendt deja claro a lo largo de su obra que los acuerdos para resolver los conflictos políticos son perecederos y sólo se aplican dependiendo del contexto. Lo importante entonces, a la luz del texto de Buckler, es pensar sobre dichos conflictos.

Por tanto, concluyo que los dos objetivos del libro de Buckler, reconstruir el argumento sobre el pensamiento y la política y sistematizar el trabajo de Arendt, se cumplen si se toma en cuenta la relevancia de las facultades cognitivas en todas las obras de la autora. En otras palabras, a pesar de que en Arendt el diálogo es la piedra angular de cualquier sistema político, éste no puede llevarse a cabo sin la labor previa de las facultades cognitivas, especialmente, del pensamiento crítico y del juicio. Aunque Arendt es reconocida por su filosofía política y no por su trabajo sobre teoría del conocimiento, las facultades cognitivas son abordadas, aunque sea tangencialmente, en casi todos sus textos.

Si las tesis de Arendt y Buckler tuviesen mayor resonancia entre los agentes políticos, la política actual cambiaría su rostro; lo mismo sucedería si los filósofos se involucraran de modo más activo en el mundo de las apariencias. Sin duda, la conexión, quizá continuidad, entre el ámbito práctico y la especulación filosófica ha sido una preocupación perenne y probablemente crucial para transformar el orden político.

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