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Tópicos (México)

versión impresa ISSN 0188-6649

Tópicos (México)  no.39 México dic. 2010

 

Reseñas

 

Juan Carlos Mansur Garda: Kant: ontología y belleza

 

Vicente de Haro Romo

 

México: Herder 2010, 270 pp.

 

Universidad Panamericana, Mexico.

 

Sin duda hace falta bibliografía confiable en castellano sobre Kant. Particularmente son necesarios estudios que, como el de Juan Carlos Mansur, ofrezcan una interpretación consistente del pensamiento kantiano, se hagan cargo de las dificultades terminológicas y sistemáticas que surgen a lo largo de las obras de Kant y apuesten por una lectura integradora de las tres Críticas y de otros textos hasta ahora menospreciados: los precríticos, las lecciones, la Metafísica de las costumbres, etcétera. Esta urgencia se subraya en el caso de la Crítica del Juicio, puesto que ésta ha sido malinterpretada como una obra "estetizante" (piénsese en las observaciones de Gadamer en la primera parte de Verdad y método), se ha puesto en entredicho la conexión entre sus partes, se ha incurrido en desacreditaciones fáciles de la postura de Kant ante la belleza; en suma, se le ha comprendido poco.

En este panorama, el libro de Mansur es a todas luces una aportación, y el resultado de un sólido esfuerzo hermenéutico y de una meritoria búsqueda de claridad. Se trata de un volumen que pretende explicar las relaciones entre ontología y belleza en el pensamiento kantiano, ocupándose particularmente de las introducciones a KU y de la "Analítica de lo bello". Se sugiere además, como clave heurística ante la Crítica del juicio, la continuidad de inspiración con los grandes autores del pensamiento occidental respecto a las relaciones entre ser y belleza; es por ello que resulta tan pertinente el epígrafe, tomado del pasaje sobre la escala de Diótima en el Banquete de Platón.

La Introducción recuerda el interés kantiano por la metafísica y el reconocimiento del filósofo de Kónigsberg de la irreductibilidad del interés humano por lo incondicionado; recapitula también la tarea de la crítica frente a la ilusión trascendental y conecta después esta cuestión con las relaciones entre ser y belleza. Aparece ya aquí el leitmotiv del volumen: explicar el tratamiento kantiano de la belleza supone abordar también los temas de la finalidad y la unidad en la naturaleza —el juicio estético es un caso del juicio reflexionante que también ha de ser teleológico— y así, a su modo, Kant estaría replanteando el tema clásico del ser que se manifiesta en la experiencia de lo bello. La Crítica del juicio se lee, por tanto, como "heredera de la problemática platónica" (p. 15). La Introducción advierte también que, por este interés ontológico y cosmológico, el libro no se ocupará de la belleza adherente del arte ni abordará la caracterización kantiana del genio. La decisión metodológica me parece afortunada.

El capítulo primero se titula "Ontología y reflexión en el pensamiento de Kant". Parte de una explicación del giro copernicano, de la noción mecánica de naturaleza en KrV y de la dualidad entre pasividad y actividad que contiene el conocimiento tal como se explica desde la Estética trascendental y hasta la síntesis trascendental del entendimiento. Se explica así, aún en el marco de la primera Crítica (y con el mérito de aclarar, desde estos primeros apartados, cuando alguna expresión tiene un sentido que se transformará en la Crítica del juicio) la unidad categorial, para hacer ver después que ésta tiene sus límites y que "esta unidad de las categorías no alcanza a reunir la totalidad del mundo en un sistema" (p.35). Debo decir que me hubiera gustado que se abundara más en este punto; que se exploraran mejor los pasajes —por ejemplo, la "Anfibología de los conceptos de reflexión"— donde se puede entrever esta necesidad de unidad metacategorial y la relectura kantiana de la teoría clásica de los trascendentales. El libro se enfoca más bien a explicar cómo esta unidad se postula desde el juicio reflexionante; esta explicación se apoya en H. Cassirer y H. Allison, y se menciona también el muy sugerente trabajo de B. Longuenesse. El capítulo es algo general, pero está sin duda bien logrado, se mueve entre la KrV y la KU, apostando por una lectura coherente y ensayando con ejemplos y explicaciones desde diversas perspectivas. Al cierre se explicitan las relaciones entre el tratamiento de la finalidad en la primera Crítica y en la tercera, e incluso se hace alguna anotación a este respecto en la etapa precrítica (cf. p.63). Queda claro así cómo Kant se aleja de la ilusión racionalista sobre las relaciones entre unidad, perfección y belleza, y se aproxima al idealismo de la finalidad, donde ésta funciona como idea regulativa y guía de la reflexión.

El segundo apartado, "Ontología y belleza en las introducciones a la Crítica deljuicio", es ya más específico, y ostenta el mérito de distinguir adecuadamente los tipos de juicio en Kant (distinción que no toda la bibliografía secundaria expone con pulcritud) y el método e intenciones kantianos al exponer el juicio de gusto como el caso que permite al autor alemán "aislar" y exponer en todo su contraste los principios a priori del juicio reflexionante. Se apunta aquí otra cuestión interesantísima de la teoría kantiana: la relación entre juicio y sentimiento (aunque me extraña que no se mencione la obra de Wieland, Urteilund Gefühl, y que se apunte —p.70— que los comentadores han soslayado la cuestión cuando el libro citado la enfrenta de forma magistral).

El autor anota también algunos esbozos de estos temas ya en las Observaciones acerca del sentimiento de lo belloy lo sublime, y señala con agudeza que buena parte de la complejidad de la Critica deljuicio radica en que para definir la belleza, Kant echa mano de expresiones paradójicas o de términos propios de la discusión acerca de otras facultades. Hará falta, pues, explicar a qué se refiere el pensador de Kónigsberg con "sensación", "estético" o "subjetividad" en el marco de la tercera Crítica. Pienso, aunque ello queda fuera de los propósitos de este volumen, que el siguiente paso es releer las otras obras a la luz de lo que la KU nos enseña acerca de dichos conceptos. Mansur acota su trabajo a hacer comprensible la última Crítica, mediante la aclaración de las relaciones entre sensación y sentimiento, por un lado, y sentimiento y finalidad, por el otro. Finalmente, en un punto crucial para los objetivos del libro en su totalidad, se explica la "representación estética de la finalidad", concretando así la cuestión de lo que la experiencia de lo bello significa para pensar la finalidad de un objeto en concreto y no solamente de la naturaleza tomada en lo general, de modo que esta tarea no quede reservada para el juicio teleológico. El apartado es clave porque el autor interpreta la expresión citada con toda la sutileza requerida por el caso, para evitar confundirla con una supuesta representación sensible de la perfección, que el propio Kant descarta como la ilusión racionalista ante la belleza.

El tercer capítulo ingresa ya de lleno a la exposición de los primeros dos momentos de la "Analítica de lo bello": aquellos dedicados a la dimensión subjetiva del sentimiento, a distinguir el placer estético de las otras clases de placeres, así como el desinterés, universalidad y necesidad propios del juicio de gusto, que, en la acertada exposición de Mansur, son los elementos de una contemplación mediante la cual se accede al sentimiento de lo bello, y así, a una vivencia especial de la libertad. Se insiste en lo subjetivo del juicio de gusto, su indeterminación conceptual, su placer específico (distinto al de lo agradable y al de lo bueno), y en su desinterés respecto a la instrumentalización e incluso respecto a la existencia del objeto mismo, que es contemplado en su pura forma.

En este último punto, me parece acertada la defensa que propone Mansur —pp. 133 y 134— respecto a que el argumento kantiano no es meramente negativo, sino que se está caracterizando positivamente la forma específica de libertad que supone el desinterés contemplativo. También me parece atinado que se insista en que el objeto no es prescindible en la experiencia estética según Kant, en lo cual se abundará en los subtítulos posteriores. Se expone el tema de la universalidad subjetiva del juicio estético, y con ello, se defienden también anticipadamente los alcances de la deducción trascendental que Kant propone para justificar las pretensiones de validez universal propias del juicio de gusto. Éstas se respaldan en el juego de las facultades que propicia lo bello, que puede pretenderse como universal porque interpela a la estructura misma de la subjetividad. Mansur ingresa así con sutileza al tema de la conciencia estética y apunta acertadamente —apoyado en A. Trebels— que el juego no se da simplemente entre imaginación y entendimiento, sino que requiere ser gatillado por la forma del objeto y reglado por el propio juicio (cf. p. 159).

Se acude —p.166— también a la "Analítica de lo sublime" para detallar el papel de la imaginación en la conciencia estética y, de nuevo, se repasan las funciones de la imaginación reproductora y productora en KrV para subrayar cómo en KU se añaden a esta facultad funciones que van más allá de la síntesis figurativa propia del conocimiento objetivo y conceptual. En este tratamiento del tema de la imaginación, destaca el apoyo en el libro de R. Makreel, Imagination & Interpretation in Kant. Mansur anota breve, pero atinadamente, la explicación de por qué la belleza es "símbolo de la moral" (cf. p.181ss) y de la ratio analogiae entre juicio moral y juicio estético, sin dejar de subrayar sus diferencias.

Con ello, puede darse el paso al estudio de los momentos tercero y cuarto de la "Analítica de lo bello", que permiten consolidar las relaciones entre unidad, finalidad y belleza, y además explican cuáles son los rasgos del propio objeto que permiten distinguirlo como bello. La forma de éste ha de propiciar la contemplación abstracta y desinteresada, por lo que la experiencia de la belleza libre se da más fácilmente en tanto la forma es más intuible y pura. Mansur desmiente a quienes suponen que Kant sería un defensor de los colores puros —los colores mismos sólo sirven como elementos del agrado, como aspecto material y no plenamente formal del objeto— y a quienes piensan que el formalismo kantiano supondría una preferencia por las figuras regulares— por el contario, éstas son más fácilmente llevadas al concepto, a la monotonía. En este punto se presenta la dialéctica propia de un juicio que parece atribuir al objeto propiedades de belleza, cuando ésta remite en realidad a la unidad que le confiere el propio juicio reflexionante desde la subjetividad del que juzga y desde la forma pura de la finalidad. Se concluye la exégesis de la "Analítica de lo bello" explicando la necesidad del juicio de gusto mediante el sentimiento o sentido común (Gemeinschaftlichesgefühl, Gemeinsinn), cuya validez ejemplar se basa en la propia capacidad de juzgar. Mansur propone que la deducción de este "a priori subjetivo" se facilita porque se puede comparar el juicio de gusto con el juicio objetivo de conocimiento (cf. p. 206, KU 281). Después hace un breve excursus por el sentimiento de lo sublime —el contraste destaca aún más lo propio del sentimiento de belleza y su relación con la forma del objeto y su atribución de finalidad, a diferencia de la experiencia de lo sublime, que procede justamente de la inexistencia o inaprehensión de la forma y que no es un juicio de finalidad de la naturaleza. El capítulo concluye con algunas observaciones sobre la dialéctica del juicio de gusto; Mansur insiste— como hace a lo largo de todo el volumen— en el aspecto positivo de la labor crítica: "...gracias a la filosofía trascendental (...) se concede a la naturaleza la posibilidad de abrirse en la amplitud y diversidad de formas que posee, y por otro lado se le permite al hombre la posibilidad de sentir y ampliar su dimensión de libertad" (p.252).

Las conclusiones recogen de nuevo el hilo conductor del volumen, sobre las relaciones entre ser y belleza a través de las ideas de unidad y finalidad. El lector interesado en estos temas halla en el libro de Mansur una exposición clara y consistente de los problemas vinculados con ellos y una interpretación aguda de las soluciones que ofrece la filosofía kantiana; queda la sensación de que puede profundizarse más en algunos puntos, pero el volumen ha hecho el trabajo pesado de la exégesis y ha dejado al menos indicada la dirección en la que puede proseguirse dicha profundización.

Es por ello que el libro resulta interesante tanto para quien quiere explorar interpretaciones de la tercera Crítica como para quien estudia temáticamente los problemas sobre la belleza, sobre el acceso al ser, sobre el orden natural y sobre las relaciones entre subjetividad y objetividad, conocimiento y finalidad, sentimiento y juicio, placer y moralidad, entendimiento e imaginación.

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