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Tópicos (México)

versión impresa ISSN 0188-6649

Tópicos (México)  no.37 México dic. 2009

 

Reseñas

 

Gerhard Schwarz: Est Deus in nobis: Die Identität von Gott und reiner praktischer Vernunft in Immanuel Kants 'Kritik der praktischen Vernunft'

 

Vicente de Haro

 

Berlin: Verlag TU Berlin 2004, 307 pp.

 

Universidad Panamericana.

 

Kant es sin duda uno de los más grandes filósofos y a la vez, uno de los más maltratados por ciertas interpretaciones "estándar" que se han impuesto en algunos ambientes intelectuales, reproduciéndose a sí mismas y confundiendo a menudo los aciertos y las fallas del filósofo de Königsberg. Ello me parece particularmente patente en cuanto a la filosofía práctica kantiana se refiere; afortunadamente la interpretación más cuidadosa y completa —ya bastante extendida en el mundo de habla alemana y que hoy profundizan autores como Schonecker, Timmerman, Bubner, etcétera— se ha trabajado recientemente también en el ámbito anglosajón (gracias a los trabajos de gente como Allison, Herman y O'Neill, entre otros).

En estas lecturas se ha discutido abundantemente el supuesto "formalismo" de la ética kantiana, su pretendido rigorismo, la posibilidad de acciones supererogatorias, su relación con la antropología, por ejemplo. Se han valorado la Metafísica de las costumbres, el Opus postumum, las Lecciones y las Reflexiones, entre otros textos kantianos antes poco atendidos, y se han propuesto nuevas interpretaciones a la luz de dichas obras.

El volumen de Schwarz, editado por la Universidad Técnica de Berlín, se inserta precisamente en dicho movimiento, y se presenta como una nueva interpretación, sugerida por algunos pasajes del Opus postumum, que se pretenden conciliar con la Crítica de la razón práctica, y en particular con la doctrina de los postulados en la "Dialéctica" de KpV. Sospecho que, en el fondo, lo propuesto por Schwarz no resulta tan original, al menos en la bibliografía en alemán, si bien él hace algunos énfasis concretos que vale la pena revisar. Su propuesta es una lectura de la segunda Crítica que permita sostener la identidad entre Dios y la razón pura práctica (Identitätsthese), y la identificabilidad entre Dios y el ser racional (Identifizierbarkeitsthese). El hilo conductor del estudio es la justificación de ambas tesis y su explicación como propuestas compatibles con KpV e incluso como juicios explicativos (Erlaüterungsurteile) necesarios del argumento de la existencia de Dios como postulado de la razón pura práctica.

El capítulo inicial (Entwurf der Argumentationstrategie) del volumen expone la estrategia para defender ambas tesis. Principalmente se analiza el concepto de sumo bien (summum bonum, Begriff des höchsten Guts) en el desarrollo de los postulados de la razón práctica, y se distingue, en este mismo pasaje de KpV, cuándo habla Kant de una felicidad fenoménica y cuándo se refiere a una felicidad nouménica por libertad (noumenaler Glückseligkeit-aus-Freiheit).

Esto supone ya una polémica con diversos comentadores kantianos que afirman que Kant no tendría un concepto de felicidad nouménica en KpV. Schwarz, en un excurso que es de lo más convincente de su estudio, argumenta que hay indicios de este concepto de felicidad nouménica incluso desde la Analítica de la Crítica de la razón pura, lo cual haría extraño que la idea no apareciese en la Dialéctica de KpV. Ello resulta relevante para los fines de su interpretación, porque Schwarz quiere mostrar que, cuando en KpV se habla del garante de este segundo tipo de felicidad, que es una felicidad adecuada a lo moral y no ya un ideal de la imaginación sino un ideal de la razón, se habla de Dios de un modo equivalente a cuando se habla de la razón pura práctica como autora del mundo inteligible.

El siguiente apartado (Durchfürhung der Argumentation) discute de nuevo esa felicidad nouménica en el contexto ya preciso de la Antinomia de la razón práctica: incluso se defiende que es gracias a dicho concepto nouménico de felicidad que la antinomia puede disolverse o superarse. De ser así, la necesidad de que a la virtud se agregue la felicidad nouménica para constituir el sumo bien, sería precisamente el punto de partida para el argumento kantiano de la existencia de Dios, lo cual, según Schwarz, refuerza la sugerencia de que esa felicidad inteligible tendría por autora a la razón pura práctica, allí llamada Dios. Es así como Schwarz propone releer la antinomia de KpV, prácticamente como una ratificación de su Identitätsdeutung y en contra de la Standarddeutung.

El tercer capítulo (Die Unhaltbarkeit der Standarddeutung: Identitätsthese und Identifizierbarkeitsthese als legitime Erläuterungsurteile zum Gottespostulat) es aún más radical: abunda en la noumenalidad y la autoría del mundo inteligible como criterios sistemáticos de legitimidad de las tesis de identidad y de identificabilidad. La razón pura práctica y el ser racional cumplen, según ciertos pasajes que Schwarz presenta, con estas condiciones: ofrecen una felicidad adecuada a lo moral y la autoría constituyente del mundo inteligible. Schwarz afirma, como adelanta el título del capítulo, que sólo así hace sentido el argumento de Dios, que en la interpretación estándar se destruye.

Este momento de la argumentación es quizá el menos convincente. Los pasajes presentados por el autor están un tanto descontextualizados. El lector enterado sabe que algo hay de divinización de la razón pura práctica en el argumento de Kant, pero que los mismos postulados pueden leerse a la inversa, mostrando la necesidad de la existencia de un ser diferente al ser humano, capaz de hacer efectiva la síntesis entre el merecimiento de felicidad que supone el cumplimiento del deber y la felicidad merecida: la relación no es analítica, sino sintética, y por tanto hace falta un Juez justo y omnipotente que conozca las intenciones en el fondo del corazón humano: ésta es, en mi opinión, la interpretación más fecunda de la difícil y ambigua propuesta de la Postulatenlehre.

Kant estaría ilustrando ahí la necesidad de una apuesta para salvar la racionalidad de la vida práctica, y dicha apuesta radicaría en un ser trascendente y no sólo en la pureza del homo noumenon. Sin embargo, Schwarz aprovecha la pureza de la razón práctica para identificarla con la instancia divina, insistiendo pues en una interpretación de Kant que se opone a una visión demasiado finita de la razón humana, pero a la vez radicaliza la transformación —también kantiana, sin duda— de la religión en moral. Ello le exige una exégesis un tanto forzada de algunos pasajes.

En este mismo capítulo tres, se ve obligado a admitir que, en el otro argumento de la doctrina de los postulados, el que se refiere a la inmortalidad del alma, de hecho se traslapan referencias a la felicidad fenoménica con otros puntos donde quizá se alude a una felicidad nouménica. Schwarz dice que, a la luz del argumento sobre la inmortalidad del alma, ha de quedar al menos asegurada la posibilidad de su Identitätsdeutung, y pretende afianzarla insistiendo en el tópico común de que en la Postulatenlehre es operativa una visión dualista del ser humano: el hombre es un ser finito pero con una capacidad para lo infinito, que se refleja en su llamada a la santidad (Heiligkeit), misma que es crucial para el postulado de la inmortalidad.

El capítulo cuarto está dedicado a responder objeciones contra la interpretación propuesta. Para ello, el autor echa mano del Vorarbeit zur Kritik der praktischen Vernunft y de las Reflexionen; estas revisiones son quizá el principal mérito del estudio.

Las conclusiones desarrollan las consecuencias de la Identitätsdeutung para la comprensión global de la filosofía kantiana: evidentemente habría de reconsiderar la "teología filosófica" del autor de Königsberg. La reinterpretación de la Ethikotheologie, como la llama Schwarz, obliga a releer particularmente la Doctrina del método en KrV y la paralela Doctrina del método del juicio teleológico de KU, además de que permitiría tejer más vínculos entre las Críticas y el Opus postumum. Habría que volver a plantear la cosmoteología, la ontoteología y la teología física kantianas: las dos primeras, en su rechazo desde KrV y la tercera, admitida al menos como una propedéutica de la teología moral.

También se transformaría, dice Schwarz, la filosofía kantiana de la religión, y particularmente la interpretación del repetido dictum de que deben seguirse los deberes als göttlichen Gebote, como mandatos divinos. Presuponer al hombre como autor último del sumo bien, en su capacidad infinita, sería condición del seguimiento de este precepto con plena autonomía. La religión, dice Schwarz, ha de entenderse como una búsqueda del ser humano de sí mismo, de su propio ser. Me parece evidente —por lo que él mismo sugiere en la Introducción— que en este punto y en general en el volumen, lo que Schwarz pretende es oponerse a la visión heideggeriana (expuesta en el célebre encuentro de Davos) de Kant como un filósofo de la finitud. Sin embargo, me parece riesgoso apostar por una dimensión infinita mediante este "antropologismo": cabría preguntar en última instancia por qué esa inserción de lo inteligible y de la libertad precisamente en el ser humano, ¿acaso no la capacidad infinita del hombre nos remite más allá de la propia humanidad? Quizá la clave está en Rel. 168, donde Kant afirma que es dudosa, aunque no del todo descartable, la idea de que el hombre adora en Dios a su propio ser moral; también habría que revisar MdS 441, donde se habla de la buena voluntad como una apoteosis, una Vergötterung. El volumen de Schwarz tiene el valor de destacar estos pasajes cruciales.

Por último, se derivan las consecuencias de la interpretación propuesta para la "antroponomía" kantiana —otro mérito de Schwarz es detenerse en este concepto, propio de la Doctrina de la virtud (Tugendlehre) en MdS 405ss. El homo noumenon, plenamente autónomo, que no es estudiado por la antropología sino por una visión normativa del hombre, es capaz de lo infinito y sólo así encuentra su destino; ésta es la verdadera respuesta, dice Schwarz, a la pregunta que resume las inquietudes filosóficas: qué es el ser humano.

La propia teoría de la racionalidad se ve modificada, o al menos se subrayan algunos de sus rasgos: la razón práctica no es meramente finita, incluso más allá de la Postulatenlehre, y —aquí Schwarz encuentra su tour de force, y a la vez anuncia próximas investigaciones: al existir sólo una razón en sus dos usos, también la razón teórica pura ha de explorarse como una instancia que no se agota en la finitud.

Como he tratado de hacer ver al exponer sus contenidos, Est Deus in nobis es un volumen especializado, que evade las interpretaciones fáciles y las caricaturizaciones de las posturas filosóficas, que ostenta el valor de una revisión extensiva del corpus kantiano y muestra un buen conocimiento de la Kant-Forschung, aunque corre algunos riesgos interpretativos (el uso necesariamente aventurado del Opus postumum, la revisión puntual de pasajes faltos de contextualización, el derivar conclusiones sistemáticas sin considerar siempre la usual transposición kantiana de algunos términos) y resulta demasiado repetitivo en ciertas afirmaciones. Sin embargo, es un estudio que valdría la pena revisar aunque fuera solamente por la discusión que suscita a propósito de la doctrina de los postulados, tan vituperada y tan pasada por alto, y en cuya ambigüedad en efecto se puede pensar tanto en una razón divinizada como en un Dios trascendente exigido por la razón. Como sucede a todos los grandes pensadores, Kant puede ser usado en una u otra dirección; en ambas es relevante, me parece, su apuesta por el sentido último de lo moral y de la existencia humana.

El libro de Gerhard Schwarz es recomendable, pues, con todas las previsiones del caso, para los interesados en la filosofía práctica kantiana y para quienes encuentran desafiantes y sugerentes estas vicisitudes de la moral filosófica en las fronteras con la trascendencia.

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