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Acta universitaria

versão On-line ISSN 2007-9621versão impressa ISSN 0188-6266

Acta univ vol.27 no.3 México Mai./Jun. 2017

https://doi.org/10.15174/au.2017.1164 

Artículos

La historia y el presente de la inmigración japonesa en México: hacia una agenda para el estudio de esta comunidad inmigrante en Guanajuato

The past and present of Japanese immigration to Mexico: towards a future agenda for the study of the Japanese immigrant community in Guanajuato

Ana Vila Freyer*   

* Departamento de Estudios Culturales, Demográficos y Políticos, División de Ciencias Sociales y Administrativas, Universidad de Guanajuato, Campus Celaya-Salvatierra, México.


Resumen

A partir de 2011, Guanajuato se convirtió en el principal destino de personas de origen japonés en México dando lugar a un fenómeno de migración norte-sur novedosa en una entidad acostumbrada a verse como expulsora de población. Al convertirse en el principal polo de atracción de inversión japonesa, sobre todo en el sector automotriz, junto con el capital japonés se ha iniciado un activo proceso de formación comunidades específicas de personas expatriadas por las empresas corporativas automotrices que se asientan en las principales ciudades del estado. A partir de los pocos estudios de este fenómeno en Monterrey y Guadalajara, este documento destaca la importancia de iniciar una agenda de investigación que dé seguimiento a la conformación de estas nuevas comunidades en el estado.

Palabras clave: Migración norte-sur; expatriados corporativos; japoneses; Guanajuato

Abstract

Since 2011, Guanajuato has become Mexico’s main destination of immigrants of Japanese origin, leading to a North-South migration phenomenon, a novelty in a state that used to be seen as a traditional expeller of the population. Guanajuato has also been the main attractor for Japanese investment, especially in the automotive sector. Japanese capital has instigated an intense process of formation of specific community formation in the State, particularly of corporate expatriates from automotive corporations, who are based in the main cities in Guanajuato. From the few studies of a similar phenomenon in Monterrey and Guadalajara, this document highlights the importance of starting a research agenda to follow the creation of these new communities in the State.

Keywords: North-south migration; corporate expatriates; japanese; Guanajuato

Introducción

A partir de 2011 cambió drásticamente la distribución geográfica de personas de origen japonés en México. Guanajuato se ha convertido en el lapso de cuatro años en el principal destino de personas de origen japonés después de la Ciudad de México. Este cambio acelerado destronó a Nuevo León, cuya tradicional y pujante industria fue hasta 2011 el segundo lugar de asentamiento de personas de origen japonés en el país. La apertura de una nueva planta automotriz Nissan, en Aguascalientes, ubicó por espacio de un año a esta entidad en el segundo lugar y fue fácilmente desplazada por Guanajuato a partir 2013, cuando se preparaba la apertura de Honda y Mazda, inauguradas con una diferencia de dos semanas en el verano de 2014. Guanajuato es desde entonces el principal destino de capital y personas de origen japonés en México.

Entre 2012 y 2014 la entidad recibió 827 personas de origen japonés que siguieron a las 136 empresas de ese origen que se establecieron en las distintas ciudades de la entidad1. En octubre de 2014, el Consulado de Japón en México tenía registradas 1028 personas y 150 empresas establecidas en la entidad, es decir, 11.3% y 18.4% del total nacional. En un espacio de tres años, Guanajuato se convirtió en el principal destino de capital japonés y de personas que llegan solas o con sus familias a establecerse de manera temporal o permanente para trabajar como expatriados en la red de empresas que constituyen el clúster automotriz del estado. Al convertirse en el principal socio estratégico de empresas automotrices japonesas (Honda, Mazda, Toyota y la red de proveedores de partes que abastecen a estos grandes productores), es de esperarse que en el mediano plazo se consoliden agrupaciones de expatriados corporativos japoneses en la entidad -o comunidades japonesas de expatriados-, lo que abre una ventana de oportunidad para estudiar y seguir en su formación, desarrollo y consolidación. Aunque se trata de personal que llega a las empresas de manera temporal, el carácter rotativo del mismo permite asumir algún tipo de permanencia.

Este fenómeno cobra importancia tanto por razones humanas, en el sentido de que la movilidad del capital implica la movilidad de personas, que a pesar de migrar en condiciones formales y financieramente estables, como personal expatriado de las grandes corporaciones automotrices trasnacionales en las que trabajan; se establecen en condiciones de vulnerabilidad2 en las distintas ciudades de Guanajuato, ya que por lo general se trata de hombres con alta especialización técnica que viajan solos y desconocen lengua, costumbres o culturas en las ciudades de acogida, situación que extienden a sus esposas e hijos cuando viajan con ellos. Las dificultades inician desde la imposibilidad de articular Guanajuato, entidad que llaman Gi-ti-ó, las siglas de la entidad en inglés (Larios, 2015). El fenómeno es todavía más interesante porque muestra las limitaciones teóricas existentes en el estudio actual de las migraciones porque se trata de una migración legal en dirección norte-sur, de polos desarrollados a regiones menos desarrolladas, de personas calificadas que llegan a trabajar a posiciones estratégicas o a entrenar a los técnicos que trabajarán en las empresas (Melgar Tísoc, 2012) que guían desde abajo el proceso de globalización de un espacio subnacional3.

Este artículo de carácter descriptivo retoma los pocos trabajos existentes en el estudio de la migración de personas japonesas en México realizados por Shinji Hirai y otros autores para tratar de identificar las características de la misma. Inicia con una discusión de lo que algunos autores han denominado glocalización, es decir, los impactos de lo global y lo local, o la globalización desde arriba y desde abajo (Levitt & Shiller, 2004; Sassen 2003). Continúa con una breve historia de la migración de personas de origen japonés en México y con una breve caracterización, así como formas de vida de las personas japonesas en el noreste de México. El trabajo concluye haciendo una propuesta de una agenda posible de investigación que permita ir siguiendo la formación de la comunidad japonesa en la ciudad primero y en la entidad después.

La Glocalización de Celaya y de Guanajuato

El 1 de abril de 2015 marca el décimo aniversario del acuerdo de Asociación Económica México Japón que firmaron el presidente Vicente Fox y el primer ministro japonés Junichiro Koizumi. Este acuerdo cambió el sistema de relaciones económicas entre los dos países, sobre todo en los tres estados que están más conectados con la industria automotriz japonesa: Nuevo León, Aguascalientes y Guanajuato. En el transcurso de 4 años, a partir de 2011, llegaron a México un promedio de 100 empresas por año y la población de origen japonés ha crecido a ritmos que rebasa una tasa del 10% anual solamente en lo que se refiere a la integración automotriz (Olvera, 2015).

Este acuerdo se enmarca en un proceso de globalización a escala local, liderado por la integración de un sistema de producción automotriz que conjunta a distintas regiones del Estado mexicano con corporaciones internacionales japonesas, en este caso. Este fenómeno crea lo que Saskia Sassen (2003) llama “un proceso de estructuraciones múltiples y específicas de lo global en lo que se conoce anteriormente como nacional” y en muchos casos subnacional. En este sentido, creemos que diferentes espacios sociales de Guanajuato, cuando menos, han estado inmersos en un acelerado proceso de conexión con lo global a diferentes niveles: Una globalización “desde arriba” que está representada por las múltiples conexiones de capital/producción de los sistemas productivos automotrices en general, y de origen japonés, en particular, que han reacomodado sus centros productivos y redes de distribuidores a las distintas subregiones en la entidad.

En este proceso el papel del gobierno estatal ha sido clave. Los distintos gobiernos de Guanajuato han aprovechado las ventanas de oportunidad abiertas por la integración comercial al mercado norteamericano desde 1994, la posición geográfica del estado, la particular estructura de desarrollo industrial y poblacional en 5 ciudades, así como la inserción al clúster automotriz desde que General Motors se instaló en Guanajuato al inicio de la década de los años 1990. En este sentido su actividad a nivel regional es otra característica importante del proceso de glocalización de la entidad. Si bien, como Sassen (2003) afirma, los Estados en la era global no solo no desaparecen, sino que tienen una diversidad de acciones estatales que se facilitan o dificultan la intersección de diferentes conexiones de lo local a lo global o de globalización desde arriba o desde abajo. El gobierno a nivel subnacional, se convierte, por tanto, en un jugador clave.

El caso que nos interesa más es el proceso de globalización “desde abajo”, que se propicia por el movimiento de personas, personal directivo y/o técnico y sus familias, que llegan a la entidad sin perder sus espacios sociales de conexión, tanto laboral como familiar con sus regiones de origen. Como sucede en los estudios migratorios sobre transnacionalización, estas conexiones están guiadas por las tecnologías de la comunicación y de la información que permite a las poblaciones móviles no solo mantenerse en contacto con los símbolos, tradiciones y culturas en el país de origen en un espacio identitario privado; sino establecer contactos cotidianos y permanentes con los centros corporativos de las empresas que los expatria por algunos períodos de tiempo en un espacio semi-público, de esta forma esta nueva migración reproduce desde el país de destino sus espacios privados y públicos de subsistencia y son capaces de reestablecer los distintos niveles de relaciones sociales y profesionales con el país de origen (Levitt & Schiller, 2004; Portes, 2005). Esto representa apertura de lo cultural y simbólico para moverlo entre los distintos espacios nacionales en los que realizan su vida cotidiana, reforzando los vínculos que los conectan tanto con sus comunidades de origen, con sus espacios laborales y con la forma como construyen o no, su integración a las comunidades de destino.

En este proceso se vive lo que Melgar Tísoc (2012) señala como la convergencia bidimensional de sujetos que participan de la migración al desplazarse de un espacio nacional a otro, como los sujetos que sin movilizarse se conectan con y en los destinos migratorios. Con esta doble conexión se refuerza la idea de una especie de “globalización intermedia” que se manifiesta en las prácticas cotidianas de la empresa, así como la “globalización desde abajo”, de tal manera que los espacios nacionales y subnacionales viven un proceso acelerado de conexión de capital, pero también de la construcción de vínculos sociales, que tiene como agentes a este tipo de poblaciones móviles.

En este sentido, Guanajuato y sus principales ciudades están viviendo un proceso acelerado de glocalización, es decir, procesos paralelos de interconexión desde arriba y desde abajo en espacios subnacionales como son las distintas ciudades de inserción de capital y personas japonesas. Lo novedoso de este proceso, para la entidad, es que al proponer el estudio de una migración de norte a sur, no son los procesos de transnacionalización que estamos acostumbrados a estudiar en la región, ya que como también señala Melgar Tísoc (2012), no se trata del tipo de migrante que manda remesas, corona reinas, regresa a participar en política local, entre otras cosas; aunque sí de una migración que propicia el desarrollo del comercio nostálgico, que conecta Celaya con comunidades de origen en Japón a través de Internet y que participa en clubes deportivos, centros comerciales, demandan vivienda y seguridad, etc. Todo ello está creando también una competencia, a escala subnacional por atraer y volverse el espacio geográfico en el que se establezcan y consoliden estas comunidades y la derrama económica que la acompaña.

Breve historia de la migración japonesa a México: viejas y nuevas interpretaciones4

Siguiendo el libro seminal de Ota (1985), la migración de personas de origen japonés a México tiene una historia centenaria, aunque no se ha caracterizado por su masividad. Inició en 1897 cuando llegaron 34 personas a la región del Soconusco en Chiapas generando con ello siete oleadas de migrantes con diferentes características (Ueno, 2007). El inicio de la migración japonesa está relacionado con el interés mexicano de atraer contingentes de población a finales del siglo XIX y a la creación del moderno Estado-Nación japonés del período Meiji (1868 - 1912), donde la migración permitió aligerar la carga demográfica y disminuir los excedentes poblacionales que no se integraban al acelerado proceso de modernización del archipiélago (Hirai, 2013; Melgar Tísoc, 2011).

De acuerdo con los autores mencionados, se han identificado 6 oleadas de migración de personas japonesas a México, cuyas características sociodemográficas se ha definido según su perfil laboral: la primera etapa comprende hasta los años 1940 se trataba de migrantes económicos de origen rural que se instalaron en el norte y sur de México para realizar labores de pesca, agricultura y pequeños comercios, así como para la formación de familias o la reunificación de las mismas. Estas personas se establecieron en el país y adquirieron la nacionalidad del país del destino. Ellos y sus descendientes conforman comunidades nikkei, la forma como se refieren a ellos y sus descendientes en japonés (Hirai, 2013; Melgar Tísoc, 2011).

La segunda etapa corresponde con el reposicionamiento geopolítico de Japón después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se consolida como una potencia económica, dando lugar a una séptima oleada migratoria. Desde los años 1950, el tipo de migración japonesa toma un perfil de expatriados, es decir, de personas enviadas al exterior por sus empresas y se caracteriza por el carácter rotativo y temporal de personal ejecutivo y técnico de las corporaciones japonesas. Se trata de una migración laboral, de personas calificadas “que llegan junto con las inversiones extranjeras para crear enlaces corporativos en el país receptor. En japonés, se usa el término kaigai chuzai in (overseas resident businessman en inglés) para referirse a estos migrantes que cambian su lugar de trabajo y residencia para realizar misiones corporativas de sus compañías en el país receptor” (Hirai, 2013) por períodos de 3 a 5 años.

Migración como válvula de escape

Las primeras dos oleadas de migración japonesa en México se caracterizaron por personas que llegaron a Chiapas con calidad migratoria de colonos y emigrantes libres (Ueno, 2007). Esta inmigración se basó en la buena relación establecida entre Japón y México. Se llevó a cabo bajo la iniciativa del gobierno japonés que fundó la Compañía Colonizadora de Japón, con el fin de construir colonias de agricultores japoneses en territorio mexicano. Posteriormente, se formó la Sociedad Colonizadora Japón-México que envió a los primeros 34 japoneses (28 colonos y 6 emigrantes libres) a la región del Soconusco en Chiapas en donde se planeaba producir café (Ota, 1985, citado en Hirai, 2013; Ueno, 2007).

Algunos pocos años más tarde empezaron a llegar a México migrantes para trabajar como braceros. Más de 10 000 japoneses fueron movilizados entre 1900 y 1910 bajo contrato para trabajar en distintas partes de México. La movilización fue promovida por tres compañías contratistas de Japón: Kumamoto Imin Gaisha, Toyo Imin Gaisha y Tairiku Imin Gaisha.

Los braceros japoneses trabajaron en distintas partes de México para satisfacer la alta demanda de mano de obra en la industria minera, la construcción de vías férreas y la plantación de caña de azúcar5. Una característica importante de esta migración de braceros era su deserción masiva de sus lugares de trabajo, la cual se debió principalmente por las siguientes razones: porque la mayoría de los migrantes japoneses pensaban ir a Estados Unidos como verdadero y último destino; por el incumplimiento del contrato y el maltrato recibido por parte de las empresas (Hirai, 2013, citando a Ota, 1985).

El cuarto tipo de migrante que documenta Ota son japoneses clandestinos o ilegales que llegaron entre 1907 y 1924. Se trataba de japoneses que deseaban ir a Estados Unidos de América, pero que por un “Acuerdo de Caballeros” entre el gobierno de Roosevelt y el gobierno de Japón se buscaba detener la migración japonesa a este país (Hirai, 2013). Al ser rechazados por ese país se dirigieron a México, con la intención de utilizarlo como trampolín hasta lograr su ingreso. Hirai aclara que el carácter irregular de esta migración señalado por Ota (1985) respondía a que el ingreso a México se hizo de forma clandestina y violando las leyes migratorias de la época. Al mismo tiempo que los japoneses que eran detenidos por la naciente policía fronteriza estadounidense los deportaba hacia México, y no hacia Japón (Hirai, 2013). Para facilitar la migración japonesa, según nuestros autores, México y Japón firmaron en 1917 un convenio para facilitar el libre movimiento de japoneses calificados como médicos, farmacéuticos, dentistas, parteros y veterinarios durante 10 años, dando lugar a una quinta ola migratoria, que buscaba llenar los faltantes de especialistas de la salud que resultó del período bélico de la Revolución Mexicana. “Bajo este convenio, llegaron primero unos 30 médicos y dentistas, y luego, vinieron varios grupos para prestar sus servicios tanto a la sociedad mexicana como a la colonia japonesa” (Hirai, 2013).

Al consolidarse una pequeña comunidad japonesa en el comercio, la pesca y la agricultura en México, sobre todo en Ensenada y Mexicali, B. C., se empezó a gestar otro tipo de migración japonesa a través del yobiyose o migración por llamado. Este proceso consistió en que japoneses establecidos en México podían invitar o patrocinar a otras personas para que emigren a México. Esta sexta oleada tuvo lugar porque en 1924, México y Japón firmaron Tratado de comercio y navegación, que permitía la inmigración de personas japonesas, solamente patrocinados por uno que fuese residente en el país. Con ello se facilitó la movilidad de familiares, amigos de forma directa y sin intervención de empresas. Con ello se reforzaron las redes sociales, dando lugar a una movilización de 2950 personas entre 1933 y 1941 (Ota, 1985; citado en Hirai, 2013). A través de este mecanismo, se incrementó la migración femenina y se facilitaron matrimonios que se gestaban a través del intercambio de cartas y fotos. Así, “en lugar de viajar a Japón para buscar novias y establecer matrimonio con ellas, los migrantes intercambiaban fotos y cartas con las posibles contrayentes que se encontraban en Japón por medio de sus familiares. Esta práctica matrimonial se desarrolló con base en omiai (entrevista formal para matrimonio o matrimonio arreglado), una práctica que era muy común para establecer matrimonio hasta la Segunda Guerra Mundial” (Hirai, 2013).

En esta primera etapa de migración japonesa que abarca de 1897 a 1941, las comunidades de personas japonesas se habían establecido de manera estable en Chiapas, Baja California, Coahuila, Chihuahua, Distrito Federal, Sinaloa, Sonora, Tamaulipas y Veracruz. Sus actividades económicas en México se realizaban en áreas tan diversas como la agricultura, la pesca, el trabajo en fábricas, profesionistas, comerciantes, minería y peluqueros. Hasta que con la particpación de México en la Segunda Guerra Mundial, declaró la guerra a los países del eje el 22 de mayo de 1942. “Aunque en México no se aplicó a la población japonesa la misma medida que en Estados Unidos, donde los japoneses fueron encerrados en los campos de concentración, los japoneses fueron a obligados a desplazarse hacia la Ciudad de México y Guadalajara” (Hirai, 2013). Estas oleadas de migrantes japoneses contribuyeron a crear la base de desarrollo de las comunidades nikkei en México, comunidades compuestas por los migrantes de primera generación que decidieron establecerse en el país y sus descendientes (Hirai, 2013; Melgar Tísoc, 2011; 2012).

Migración de expatriados de las empresas: la séptima ola migratoria

Las relaciones económicas entre México y Japón se reanudaron en 1951 con la firma de un Tratado de Paz en San Francisco. En los 30 años que se analizan en este período, Japón floreció como una economía desarrollada e innovadora, que basó su crecimiento en el comercio internacional, es decir, como una Economía Orientada a las Exportaciones. Hirai (2013) explica que las empresas que lideraron el desarrollo de la economía japonesa, llamadas sogo shosha, se convirtieron en campeones nacionales que posicionaron la economía japonesa de la posguerra en los nichos más competitivos de la economía internacional. Este proceso de transformación industrial fue guiado por Mitsubishi, Mitsui, Sumitomo, Marubeni y Itochu, Nisho Iwai (Evans, 1995), en sectores como plantas industriales, petroquímicas, de generación de energía eléctrica, construcción de maquinaria pesada, de cuidado ambiental, entre otras (Hirai, 2013). En el contexto de economía cerrada de la época, para establecerse en México, las corporaciones extranjeras debían hacerlo a través de subsidiarias mexicanas, en ocasiones asociados con inversionistas mexicanos6. Acerca del desarrollo del sector automotriz japonés en México, Hirai (2013) apunta que en 1961 se constituyó la primera empresa transnacional del sector automotriz japonés en México: Nissan Mexicana, S.A. de C.V. En 1966 inició su producción en la planta de la Ciudad Industrial del Valle de Cuernavaca (CIVAC), Morelos, y a partir de 1982 cambió su centro de producción a Aguascalientes. Después de Nissan, llegó Toyota que, constituida como Toyota Mexicana de S.A. de C.V. en 1962, se instaló en el norte del país.

Mientras tanto, el gobierno mexicano emitió en 1962 el primer decreto automotriz que tenía por objeto promover un sector automotriz de carácter nacional a través de la prohibición de la importación de vehículos terminados. Ello obligó a los corporativos internacionales productores de autos a instalar plantas de fabricación y ensamble en territorio nacional, para poder vender sus vehículos en el mercado mexicano. Este proyecto implicaba la instalación de los grandes corporativos productores de automóviles y por la naturaleza de la industria propició la instalación de una red de proveedores de autopartes cercanos a los centros de producción automotriz. Con ello se da inicio a lo que hoy se llama clúster automotriz, es decir, toda una red de productores de componentes de auto del mismo origen del capital guía de las empresas que comercializan la gama de productores de vehículos instalados en territorio mexicano. Esta ventana de oportunidad cobró importancia estratégica en los años 1980 y 1990 por la cercanía de México con los Estados Unidos de América y por la definición de reglas de origen para la industria automotriz negociado en el capítulo 4 y en el Anexo 300 del Tratado de Libre Cambio de América del Norte (TLCAN). Este es el espacio que hoy en día aprovechan los inversionistas japoneses que no cuentan con los espacios geoeconómicos que les abre instalarse en México.

Hirai (2013) describe en detalle las empresas que en el período en que México promovía un proceso acelerado de Industrialización por Sustitución de Importaciones se instalaron en México. Se trata de corporaciones japonesas fabricantes de artículos eléctricos y electrónicos, de refrigeración y aire acondicionado, equipos de precisión, entre otros. La industria japonesa aprovechó también las políticas de industrialización de la frontera a través de la industria maquiladora iniciado en 1963. Por ello, se instalaron empresas japonesas especializadas en maquila de exportación en Tijuana tales como: Panasonic Corporation en 1979, mismas que se han expandido de Baja California a Nuevo León y Chihuahua. En este periodo se instalaron en México empresas de servicios, como hoteles, bancos, seguros y transporte marítimo, entre otras.

Sobre los expatriados de las empresas japonesas en México, Hirai (2013) señala:

El flujo de capitales japoneses estaba acompañado del desplazamiento de técnicos y el personal administrativo. El perfil del personal administrativo contratado en Japón para luego ser enviado a México era egresado de la universidad, con dominio de un idioma extranjero, con un amplio conocimiento del comercio internacional, quien recibió entrenamiento y capacitación en las compañías para adquirir una disciplina idónea a las necesidades de la empresa y mejorar la capacidad lingüística antes de ser enviados. Por lo general quien funge como presidente o director general de la empresa mexicana creada con la inversión japonesa, es un ejecutivo de la compañía matriz de Japón. Su estancia en México es temporal con una duración de 3 a 5 años, al igual que el puesto de director de finanzas y contabilidad.

En una nota al pie de página ejemplifica (Hirai, 2013):

Por ejemplo, Itochu de México, en 1956 a 2006, durante 50 años, esta compañía de sogo shosha tuvo 16 presidentes ejecutivos japoneses, lo cual representa que la estancia de cada uno fue de poco más de tres años en promedio.

El cambio de la posición geopolítica de Japón en el mundo, cambia en paralelo el perfil de las personas que de manera dominante migran a México. En esta séptima ola, el perfil del migrante está definido por las necesidades de la empresa y por la cultura laboral que es particular a ellas. Se trata de una movilidad temporal que dura de 3 a 5 años de personal calificado que debe representar los intereses de la empresa en México. Hirai (2013) las describe así:

La razón por la cual su estancia es temporal, es porque al asumir las misiones corporativas trabajando en el extranjero, el empleado cuida los intereses de la empresa en México y de la casa matriz en Japón, en cambio tiene que sacrificar de alguna manera sus intereses personales y sus necesidades básicas familiares, su vida personal, familiar y social desarrollada en Japón. A pesar de este sacrificio, el ejecutivo debe disciplinarse a la orden de la compañía matriz, dado que esta nueva misión en el extranjero representa una oportunidad o un requisito para su futuro ascenso dentro de la empresa. Cabe mencionar que hasta los años ochenta en Japón, la mayoría de las grandes empresas aún adoptaban dos sistemas muy particulares que fomentaban la lealtad entre sus empleados: el primero es shusin koyo seido (sistema de empleo de por vida), que comprometía a sus empleados extender el contrato laboral hasta la jubilación; otro sistema que es llamado nenko jyoretsu (sistema de sueldo y promoción por antigüedad) que aseguraba que la promoción y aumento de sueldo dependían del tiempo de servicio a la empresa más que méritos individuales y especialidades.

Esta migración está en estrecha relación con el interés personal de los trabajadores para desarrollar su carrera profesional con la empresa, también con las dinámicas de ascenso y permanencia al interior de la misma, como un personal especializado a trabajar fuera de las fronteras japonesas. Aunque no hay una movilidad en grandes números de personas, en la década de los 1950 llegaron a México alrededor de 300 personas y un total de 1500 japoneses, algunos con sus familias. El número de personas expatriadas por las empresas se mantiene constante hasta entrada la década de los años 2000, porque la política de las corporaciones japonesas es de renovar al personal en el exterior cada dos o tres años (Hirai, 2013).

Melgar Tísoc (2011) denomina que esta es una migración “en búsqueda de un nuevo estilo de vida” de expatriados que mantienen sus salarios japoneses (Hirai ha encontrado que además de sus sueldos en Japón, en ocasiones cobran adicionalmente salarios en México), ya que esta migración les abre oportunidades para mejorar su calidad de vida en términos de espacios de vivienda (un asunto importante en un país desarrollado y encerrado en una isla), acceso a servicios domésticos (limpieza, jardinería y choferes), así como viviendas con vigilancia privada, gimnasios, jardines y, en ocasiones, alberca. No es extraño, por ello, que estos migrantes se hayan instalado en este período en zonas “residenciales clase media alta o alta, tales como, Del Valle, Polanco y otros en Cuauhtémoc, Nápoles, Lomas y distintas colonias de clase media alta y alta del Distrito Federal” (Hirai, 2013). Este fenómeno se reproducirá en las migraciones en Nuevo León como veremos más adelante.

Ambos autores señalan que esta ola migratoria reforzó también los vínculos con la comunidad nikkei establecida en México. En este período también el gobierno japonés a través del consulado buscó reforzar estos vínculos formales de intercambio y colaboración de nikkei y los expatriados con la fundación en 1974 del Liceo Japonés Mexicano, donde estudian mexicanos, mexicanos de origen japonés nikkei, así como los hijos de ejecutivos de las empresas japonesas.

La Migración japonesa contemporánea: entre lo global y lo local

Aunque en términos relativos, la migración japonesa es relativamente pequeña, a partir de los años 1980 el número de japoneses en el extranjero ha incrementado de manera importante. Según los datos estadísticos del Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón, en 1984 vivían fuera de Japón 478 168 (0.4% de la población total) japoneses de los cuales 226 914 personas eran residentes temporales en los países receptores y 249 254 eran residentes permanentes (Hirai, 2013). Los países que ocuparon hasta 2003 los dos principales destinos de estas personas eran Estados Unidos de América y Brasil. En 2011, de acuerdo con la misma fuente, el número total de japoneses viviendo en el exterior se había duplicado al aumentar a 1 182 000, 557, o 0.9% de la población total, (782 650 de carácter temporal y 399 907 de carácter permanente). Hirai hace notar en su análisis que el número de residentes de carácter temporal se triplica en el periodo que analiza. Por lo que concluye que (Hirai, 2013):

Esta categoría de población japonesa en el extranjero se componen de: 1) aquellos que trabajan en las empresas privadas y sus familias; 2) los que trabajan en los medios de comunicación y sus familias; 3) religiosos, artistas, profesionistas y los que tienen negocios propios y sus familias; 4) estudiantes y académicos y sus familias; 5) los que trabajan para el gobierno de Japón, organismos internacionales, etc. y sus familias; 6) los que se dedican a actividades distintas a las anteriores.[…]

En 2011, el número de japoneses que trabajaban en las empresas japonesas en el extranjero era 240 721, mientras que el número de personas que vivían con ellos eran 181 600. En total, vivían 422 321 japoneses en el extranjero, lo cual representa que más de 50% de residentes temporales se encontraban fuera de Japón debido al trabajo en las empresas privadas.”

Esta tendencia del incremento de la totalidad del número de japoneses, así como el número de residentes temporales, sobre todo en la categoría de japoneses que trabajan en las empresas privadas y sus familias, también se observa en el caso mexicano. Según los datos estadísticos del Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón, en 1996 en México vivían 4720 personas con la nacionalidad japonesa, de los cuales 3134 eran residentes temporales y 1586 eran residentes permanentes. A partir de 2011, como señalamos en el apartado anterior, México se ha vuelto un polo de atracción de población y empresas japonesas, desplazando las regiones tradicionales de atracción como Singapur. Como se muestra en la Tabla 1, de 2011 a 2014 se han instalado más de 100 empresas por año en México y el crecimiento de la población de origen japonés ha crecido a tasas por arriba del 10 por ciento (Olvera, 2015).

Tabla 1 Número de japoneses y empresas japonesas en México (datos por estado). 

Estado 2011 (al 1 de octubre) 2012 (al 1 de octubre) 2013 (al 1 de octubre) 2014 Información de JETRO en Reforma publicado el 31 de marzo de 2015 citando datos del Consulado de Japón (al 1 de octubre de 2014)
Número de japoneses Número de japoneses Número de japoneses Número de japoneses
Número de residentes temporales Número de residentes permanentes Total Número de empresas japonesas Número de residentes temporales Número de residentes permanentes Total Número de empresas japonesas Número de residentes temporales Número de residentes permanentes Total Número de empresas japonesas Número de residentes temporales Número de residentes permanentes Total Número de empresas japonesas
Aguascalientes 517 75 592 25 635 84 719 33 652 88 740 52
Baja California 84 65 149 64 81 65 146 65 78 68 146 73
Baja California Sur 84 22 106 2 102 25 127 2 89 24 113 2
México 2025 966 2991 153 209 975 9184 163 2109 977 3086 172
Guanajuato 145 56 201 14 321 71 392 47 825 79 904 92 1028 150
Jalisco 337 173 510 27 372 178 550 28 334 191 525 34
Edo. México 278 198 476 28 264 201 465 29 237 205 442 32
Nuevo León 572 82 654 67 632 86 718 71 535 86 621 76
Querétaro 135 49 184 14 179 50 229 19 242 56 298 28
Quintana Roo 186 53 239 6 209 59 268 10 205 64 269 12
Total 5117 2186 7303 464 5839 2256 8095 546 6086 2301 8387 679 9086 814

Fuente: Información obtenida por Shinji Hirai en el Consulado de Japón en México en febrero de 2013. Basada en Zairyu todoke (solicitudes de registro de residencia en México entregadas al Consulado).

En 2014 vivían en México poco más de 9000 personas de origen japonés, es de esperar que más de tres cuartas partes de los cuales lo hacían de manera temporal siguiendo la tendencia de años anteriores integrada por los expatriados de las empresas y sus familias. El número de empresas japonesas en el país se ha casi duplicado desde 2011. En Guanajuato solamente se atrajo el 90% de la población emigrada al país, debido a la apertura de empresas como Honda y Mazda y el número de empresas pasó de 14 a 150 en 3 años (Olvera, 2015). Hirai (2013) considera que esta migración podría considerarse como una extensión de la séptima oleada identificada por Ota (1985) en los años 1980, pero propone diferenciarla ya que los migrantes que han llegado al país desde el inicio de los años 1990 reúnen características distintivas de la migración temporal y rotativa de técnicos de ejecutivos de la posguerra, ya sea por su tamaño en la gestión de los recursos de las empresas. Nosotros creemos que, al ubicarla en un proceso de intensificación de la globalización, esta migración cuenta con condiciones técnicas de comunicación que les permiten intensificar sus lazos de relación con sus países, empresas y comunidades de origen, lo que facilita formas de intercambio social en tiempo real con sus centros laborales y familiares7.

Hirai ha detectado que estas poblaciones móviles refuerzan la capacidad de los corporativos para administrar de manera global las empresas además de apoyar la formación de recursos humanos. El autor explica que (Hirai, 2013):

Kaigai funin (irse al extranjero por un nuevo puesto, ser nombrado en el extranjero), kaigai kinmu (trabajar en el extranjero) son términos que se usan, por lo general, en Japón para referirse al acto de desplazarse al extranjero por el motivo laboral al ser nombrado a asumir su nuevo puesto en la empresa. En este sentido, este tipo de migración laboral es la reubicación del personal administrativo dentro de la estructura corporativa que se ha expandido hacia el exterior del mercado y territorio nacionales. Kaigai chuzai in se refiere a aquellos empleados que se van a trabajar al extranjero al asumir nuevos puestos y misiones corporativas en el extranjero. Los flujos de este tipo de expatriado o migrante corporativo se dan como consecuencia de nuevas estrategias corporativas de expansión y administración de empresa.

Percepciones y formas de vida en las regiones de residencia tradicional de los japoneses: Nuevo León y Jalisco

Como se puede notar en la Tabla 1, la Ciudad de México ha sido hasta 2013 el destino principal para empresas y personas de origen japonés. La inversión y lugar de residencia de japoneses había sido dominante en estados como Nuevo León, Jalisco, Aguascalientes, Estado de México y Baja California. Todos ellos han sido superados en el último año por Guanajuato8. El único estudio que existe sobre la forma de vida de los japoneses es el multicitado trabajo de Hirai, quien aprovechando su origen japonés ha realizado un trabajo etnográfico de más de un lustro sobre la forma de vida de las personas de origen japonés en la zona metropolitana de Monterrey. Del mismo modo, el único estudio que existe sobre la forma en que son percibidos los empleadores japoneses por sus trabajadores es el realizado por Nakasone (2015), investigadora de origen japonés de la Universidad de Guadalajara.

Como se ha mencionado en páginas anteriores, Nuevo León había sido hasta 2011 el estado con más población y compañías de origen japonesas en México después de la Ciudad de México. En 2012 fue desplazado por Aguascalientes y a partir de 2013 por Guanajuato. De cualquier manera, de acuerdo con el último dato oficial disponible, en 2013 vivían 621 japoneses en Nuevo León, de los cuales 535 eran residentes temporales y 86 eran residentes permanentes, así como 72 empresas de origen japonés. Estas empresas están ubicadas en sectores como el de autopartes, industria eléctrica y electrónica y la maquiladora, fundamentalmente (Hirai, 2013).

Del trabajo de Hirai (2013) sabemos que los kaigai chuzai in de Nuevo León llevan una vida social discreta, centrada en sus trabajos, hablan japonés e inglés en sus trabajos y en sus relaciones sociales y tienen tendencia a tratar de no visibilizarse en las comunidades receptoras. Tienen una edad media entre los 26 y 55 años.

Los que llegaron a trabajar a México antes de cumplir 30 años de edad saben que sus experiencias laborales en el extranjero iniciaron más pronto de lo que han sucedido en sus compañías o vinieron como parte de la capacitación para su futuro servicio laboral en el extranjero; en el caso de los migrantes mayores a 50 años, son ejecutivos que ocupan cargo de presidente o director general de la subsidiaria que funciona como centro de producción de mayor escala en nivel nacional (Hirai, 2013).

Los expatriados conforman una migración de carácter masculino. Las mujeres japonesas que laboran en las empresas japonesas de Nuevo León, según este autor, consiguieron su empleo en México y su salario es definido, no como expatriadas de las corporaciones.

El grupo mayoritario que va de los 30 a los 40 años está compuesto por hombres solteros, recién casados o que acaban de ser padres. Apunta Hirai (2013) que

Para este grupo, su venida a México es la primera o la segunda experiencia de trabajar en el extranjero. Muchos ocupan puestos intermedios o menores dentro de las subsidiarias. Pero hay casos en que el migrante es único japonés en la empresa, y por lo tanto, ocupa el cargo más alto. En el caso de los técnicos y ejecutivos que tienen los 40 años, algunos trajeron a sus esposas e hijos que aún no entran a la preparatoria, pero la mayoría vinieron sin el acompañamiento de sus familias. La mayoría de los que pertenecen a este segundo grupo, ya habían tenido dos o tres ocasiones de haber prestado el servicio laboral en el extranjero y esta estancia es su tercera o cuarta reubicación y ascenso dentro de la estructura corporativa, y ocupan puestos de rango intermedio o más alto dentro de las subsidiarias.

En la primera parte establecimos que son estos empleados los agentes de la glocalización de sus empresas y de los espacios geográficos de establecimiento, poniéndolos en el centro de una serie de fenómenos sociales paralelos que van de lo global a lo local. De acuerdo a lo encontrado por Hirai (2013), los kaigai chuzai in en Monterrey tienen que enfrentar y adaptarse rápidamente a una serie de cambios. A nivel personal cambian:

  1. En el lugar de residencia y trabajo, así como el choque cultural que ello implica.

  2. Al mover su residencia y lugar de trabajo se convierten además en extranjeros (vis à vis los trabajadores mexicanos) dentro de su propia empresa y se tienen que comunicar en inglés.

  3. Tienen que vivir en un país que no conocían, no habían imaginado que iban a estar, por lo que no conocen costumbres, cultura o el idioma del país receptor.

  4. Tienen que cumplir con las misiones asignadas por la casa matriz, además de atender y responder a las necesidades que surgen localmente en las subsidiarias.

  5. Tienen que trabajar tomando en cuenta el horario y el calendario laboral de Japón.

  6. Tienen que asumir mayor responsabilidad, debido a su ascenso laboral al salir de Japón, lo que está acompañado con una compensación financiera.

  7. Ocupar puestos de mayor jerarquía y responsabilidad al que tenían en Japón. Sobre todo, los más jóvenes aprenden de la experiencia en cargos directivos al que difícilmente hubiesen accedido de seguir su trayectoria laboral en Japón.

  8. El aprendizaje de gestión y la experiencia de convivir con ejecutivos de otras empresas.

La movilidad, como es natural, cambia el estilo de vida personal y familiar que los expatriados mantenían en Japón. Hirai (2013) y Melgar Tísoc (2011) han encontrado que esta movilidad acompaña un ascenso social temporal. El aumento en sus ingresos y de los gastos que asumen las empresas, les permite vivir en colonias de clase media alta y alta, como las señaladas páginas más arriba, respecto a los que habitan en la Ciudad de México y, en el caso de Nuevo León, en condominios de lujo en San Pedro Garza García, el municipio con el mayor nivel de vida de América Latina o en las regiones de clase alta de Monterrey. Señala Hirai (2013):

En contraste con sus vidas que tenían en Japón, siendo jóvenes o recién casados, poder vivir en departamentos con vigilancia, estacionamiento, alberca y gimnasio en la zona residencial de lujo es una experiencia grata tanto para los migrantes como para sus esposas. La ubicación del domicilio en las zonas residenciales de lujo también tiene que entenderse en términos de la seguridad y comodidad de la vida migratoria del personal que tiene que laborar en el país en desarrollo.

El lado más difícil de sus vidas como expatriados se refiere a que estos hombres migrantes por lo general llevan unas “vidas migratorias que duran 3 o 5 años se caracterizan por la soledad, el aislamiento, la monotonía e incertidumbre” (Hirai, 2013, p. 92). En general, se trata de un migrante que no habla español, ni se interesa en aprenderlo; en las pequeñas compañías, por ejemplo, el migrante puede ser la única persona de origen japonés en la empresa y, si no se ha casado antes de salir de Japón y ha traído a su esposa, la poca vida social que tienen está relacionada con el trabajo, así como con comidas o cenas esporádicas con otros japoneses. Sus rutinas son ir en la mañana a trabajar, por la tarde al súper mercado y regresar a sus casas solos por la noche. También mantienen contacto con sus familias y reproducen sus vínculos sociales o familiares a través de las redes sociales y las TIC, desarrollando una vida translocal cotidiana (Melgar Tísoc, 2011; 2012).

Entre los 25 años y 40 o 50 años de edad es una etapa en que los migrantes van avanzando en su carrera laboral transnacional, pero al mismo tiempo, viven diferentes cambios para transitar de una etapa a otra en el curso de la vida. El hecho de tener que establecer o mantener el noviazgo, contraer matrimonio, mantener la vida matrimonial y participar en la crianza de los hijos durante su estancia en el extranjero, los migrantes tienen que realizar arreglos, reajuste y negociación con sus parejas e hijos. Por lo general, durante su estancia de tres o cinco años, los migrantes pueden visitar Japón con los gastos cubiertos de sus compañías cada un año y medio o dos años, por lo cual entre los migrantes casados la manera más recurrente para mantener las relaciones familiares es traer a sus esposas e hijos en algún momento durante su servicio en el extranjero. Pero, en el caso de que sus hijos estén en la edad para estudiar en la preparatoria o en la universidad, muchas veces, sus esposas e hijos se quedan en Japón. Otra manera común es mantener el noviazgo o los lazos familiares a través de las llamadas telefónicas, el correo electrónico, el programa de videoconferencia y la red social en Internet. Sin embargo, ambas formas de mantener las relaciones familiares y noviazgo no están libres de tener preocupaciones e incertidumbre tanto para los migrantes como sus parejas e hijos. (Hirai, 2013).

Jalisco es otro estado de asentamiento histórico de personas y empresas de origen japonés. Como se ha señalado páginas arriba, Guadalajara ha sido lugar de asentamiento y durante la Segunda Guerra Mundial de reasentamiento de los japoneses. Al igual que Nuevo León es un estado que a partir de 2011 se mantiene estable, si no es que presenta un leve declive. En ese año residían 510 personas de origen japonés en la entidad (337 de manera temporal y 173 de manera permanente) y estaban establecidas 27 empresas. En 2013 eran 525 personas y 34 empresas (Tabla 1).

El otro estudio sobre los japoneses expatriados es el elaborado por Nakasone (2015) que se concentra en la percepción que tienen los trabajadores de sus patrones y colegas japoneses en una empresa de Guadalajara. Nakasone (2015) se concentra en medir la forma como son vistos como “ellos y el otro” en un contexto laboral transnacional, concentrándose en medir la percepción de los trabajadores de origen mexicano. Y encuentra que los japoneses son considerados en mayor medida “trabajadores”, “disciplinados”, “honestos”, “respetuosos”, “astutos” y “preocupados”. Un hallazgo interesante del trabajo es que, aunque en sentido negativo se considera a las personas japonesas como cerrados y que solo conviven con sus familias, existe coincidencia en la forma como se describe a mexicanos y japoneses. Ello lleva a la conclusión de que existen espacios de convivencia posibles, que se facilitarían si los expatriados hablasen la lengua.

En sentido negativo, Nakasone (2015) encuentra que:

Las características desfavorables de los japoneses en México son las siguientes: ‘preocupados’, ‘estrictos’, ‘serios’, introvertidos’, ‘orgullosos’, ‘interesados’ y ‘conservadores’. Por cierto, las últimas dos no tienen gran diferencia con las mexicanas, mientras que los mexicanos fueron considerados más orgullosos que los japoneses. De hecho, las primeras cuatro características son contrariamente valoradas en los mexicanos, es decir, ellos se consideran ‘despreocupados’, ‘tolerantes’, ‘bromistas’ y ‘extrovertidos’. Si estas cuatro características japonesas se acercasen a las mexicanas, podrían conseguir cierta familiaridad, simpatía y compatibilidad. Además de los adjetivos del cuestionario, fueron sugeridos para los japoneses calificativos como ‘atentos’, ‘educados’, ‘responsables’, ‘visionarios’ y ‘preparados’ en un sentido positivo, pero también mencionaron que son ‘pervertidos’, ‘rabo verdes’, ‘materialistas’, ‘fríos’, ‘tacaños’ y ‘cerrados a la gente de su alrededor’ o que ‘solo conviven con su familia’.

Los cambios más visibles en Gi-ti-ó

El impresionante crecimiento de la comunidad japonesa en Guanajuato ha llevado a la apertura, en marzo de 2015, de un consulado en León, el tercero en el país fuera de la Ciudad de México. El gobierno estatal ha modificado alguna señalética para incluir información en japonés y los gobiernos municipales de las principales ciudades han iniciado estrategias de competencia para convertirse en los polos de asentamiento de la comunidad japonesa, los más visibles son León, Irapuato y Celaya. La Universidad de Guanajuato ha establecido acuerdos con la Universidad de Nagaoka para desarrollar proyectos la capacitación técnica, así como instaurar el Bachillerato Tecnológico con Perfil Internacional y apoyar la formación técnica especializada en ingeniería mecánica. En realidad, se trata de una agenda que permite soportar e integrar la globalización “desde arriba” guiada por el movimiento de capital e industria en la entidad.

A nivel intermedio, también se ha propiciado una suerte de competencia entre las principales ciudades guanajuatenses para crear servicios, vivienda, seguridad y convertirse en el sitio preferido de asentamiento de los japoneses y sus familias. De la experiencia migratoria de la entidad, se puede extrapolar que esta batalla de atracción es importante porque de estos polos de asentamiento se generarán las redes sociales que alimentarán flujos posteriores. Esta competencia por atraer a los extranjeros -y a las inversiones en servicios que los acompañan- se acentúa porque Guanajuato es una de las pocas entidades de México caracterizada por la distribución de su industria y su población en cinco ciudades (León, Silao, Irapuato, Salamanca y Celaya, además de la pequeña ciudad capital, Guanajuato) en lugar de una, como la mayor parte del país.

En León y en Celaya, por ejemplo, los japoneses son muy visibles en centros comerciales (mujeres y hombres y mujeres adolescentes), tiendas de autoservicios (familias) y restaurantes (familias y hombres solos). Se han especializado hoteles para recibir a los trabajadores temporales de origen japonés que llegan a la ciudad. Empiezan a aparecer restaurantes de tipo nostálgico dirigidos por japoneses, para comensales japoneses cuyas cartas y anuncios con menús especiales son exclusivamente en japonés, están equipados con libros de historietas para entretener a los hombres solos que llegan a comer ahí; los únicos mexicanos son los meseros y en ocasiones cocineros que empiezan a especializarse en un tipo de cocina cotidiana japonesa. También tiendas de autoservicio que importan comida japonesa. En estos últimos sitios la comunicación entre comensales y empleados se hace a señas, e incluso las conversaciones entre comensales pueden llegar a ser nulas o escasas, porque parecen seguir una jerarquía entre ellos.

Lo que nos lleva a proponer una agenda de estudio que analice:

  1. ¿Cómo perciben los guanajuatenses a los japoneses? Y ¿cómo son percibidos los guanajuatenses y sus ciudades como lugares de acogida de la comunidad japonesa?

  2. La novedad de este tema nos permitirá seguir el desarrollo de mercados de nostalgia, de espacios de integración y convivencia que ya han empezado a desarrollarse en Celaya, desde 2013.

  3. Realizar trabajo etnográfico en las empresas para identificar los problemas culturales cotidianos entre empleadores y trabajadores, las posiciones estratégicas dentro de las empresas que son ocupadas por japoneses, la jerarquización de las relaciones laborales, etc.9

  4. Realizar trabajo etnográfico con los expatriados y, sobre todo, con sus familias. Ya que los hombres pasan la mayor parte del tiempo en los centros de trabajo, que pueden mantener ciertas similitudes con lo que están habituados, pero sus familias viven un proceso de cambios culturales importantes durante el tiempo que dure su residencia en Guanajuato.

  5. Los ajustes sociales que se viven cotidianamente en las ciudades de asentamientos, la creación de servicios de vivienda, salud y educación, las formas de integración a las distintas comunidades de Guanajuato.

Conclusiones

Si bien la migración de japoneses a México tiene una tradición centenaria, contrario de la migración mexicana, no se caracteriza por su masividad, pero si por su consistencia. Más recientemente por ser una migración de trabajadores especializados que son expatriados por las empresas como parte de su formación y su carrera corporativa en las grandes empresas japonesas trasnacionales. Es por ello, que dado el papel estratégico que ha jugado Guanajuato para atraer inversiones en el sector automotriz japonés, la entidad mantendrá un crecimiento acelerado de personas de origen japonés y, eventualmente, la creación de una comunidad japonesa nikkei. Ciertamente, este es uno de los efectos no esperados de la atracción de capital japonés a Guanajuato, no de una política explícita del gobierno estatal.

La fortuna de este evento para un científico social es la de asentarse en el estado cuando este fenómeno empieza a nacer. De este modo se puede ir siguiendo y analizando los cambios subregionales de Guanajuato como entidad de destino, así como de la identificación de perfiles y necesidades de los japoneses, en tanto que expatriados y, quizá, poder informar políticas públicas interculturales que permitan reconocer a autoridades estatales y municipales que además de inversiones y técnicos, están llegando a Guanajuato personas y familias.

Si México se tardó casi un siglo en reconocerse como un país expulsor de población, tiene que reconocerse de manera apresurada como un país que va a empezar a atraer migrantes. Lo mismo ocurre con Guanajuato, que se continúa su tradición como un estado expulsor de migrantes, pero transita hacia una situación de atracción de migrantes. Iniciar un proceso de seguimiento a la forma como se está integrando nuestra entidad al mundo global y los cambios locales que esto lleva aparejado, implica un proceso de aprendizaje que informará la forma como transitamos hacia la interculturalidad, sin fracturar por ello la integración identitaria y la cohesión social de Guanajuato.

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1 Estos datos son los datos oficiales que se basan en la investigación cuantitativa que hace el consulado de Japón en México entre el 1 de octubre y el 30 de septiembre de cada año y que amablemente compartió conmigo el Dr. Shinji Hirai, investigador del Centro de Investigación de Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS-Noreste) (correspondencia personal 5 de junio de 2015). Hirai es pionero en realizar y dirigir estudios etnográficos sobre la comunidad japonesa en México y sobre todo por las migraciones contemporáneas japonesas al noreste de México, en particular a Monterrey. Los mismos fueron complementados con información de la oficina mexicana del Japan External Trade Organization (JETRO) que cita la misma fuente oficial y que fueron publicadas en Olvera (2015).

2La vulnerabilidad en este caso se refiere a las dificultades de inserción en las comunidades de acogida como son Apaseo el Grande y Celaya. La vulnerabilidad la definimos siguiendo a Busso (2001) como una percepción de riesgo social presente en un momento determinado en relación con un individuo, grupo, comunidad. En esta perspectiva, la vulnerabilidad social no se reduce solamente a los aspectos socioeconómicos, sino también a la capacidad de los individuos, grupos y comunidades de participar, ser reconocidos e involucrarse en las comunidades. Agradezco al revisor anónimo el comentario que me obliga a revisitar el concepto mismo de vulnerabilidad social, ya que a pesar de tratarse de un tipo de migrante al que la literatura mexicana no está acostumbrada, no deja de vivir aislado en México, como bien lo muestra el trabajo seminal de Shinji Hirai en Monterrey.

3Agradezco al revisor externo la recomendación de precisar las limitaciones teóricas y metodológicas existentes en la teoría migratoria actual para explicar este fenómeno, porque eso es lo que hace interesante empezar a analizar el fenómeno. Lo que lo hace precisamente nuevo es que sigue en sentido contrario lo que Delgado, Chávez y Rodríguez (2016) tienen algunos años trabajando: no se trata de mexicanos altamente calificados emigrando, sino de extranjeros altamente calificados llegando a México. Sobre el tema de la relación de estos migrantes como guías del proceso de globalización a nivel subnacional, me parece que precisamente son estos migrantes los que ponen la cara humana al proceso de inserción de la región Laja-Bajío guanajuatense en los nichos de producción automotriz a nivel global.

4Además de las referencias de Ota (1985), toda esta sección está retomada del trabajo de Hirai (2013) y su estudiante Melgar Tísoc (2011; 2012; 2013), que son los únicos que se han dado a la tarea de estudiar la recomposición de la migración japonesa en la era globalización en México. Otros trabajos sobre la historia de la migración japonesa en México son: Banco Interamericano de Desarrollo (BID) (2004), Chen & Saladino García (2013) y Hernández Galindo (2013).

5Hirai, 2013 señala en la nota al pie No. 7 (p. 73) que “En 1907, había entre 500 y 600 japoneses trabajando en el corte de caña en la plantación “Oaxaqueña” en Minatitlán, Veracruz. La compañía minera La Mexicana Coal & Coak Co. contrató a braceros japoneses en la mina de carbón en Las Esperanzas, Múzquiz, Coahuila. La compañía El Bole, de capital francés, también contrató a japoneses en las minas de cobre ubicadas en Santa Águeda, Baja California Sur” (citando a Ota 1985, pp. 51, 53, 56).

6El texto de Hirai (2013) documenta el establecimiento de las siguientes subsidiarias: El Marubeni México, S.A. de C.V. constituida el 21 de septiembre de 1954, como la primera compañía japonesa establecida en el México de la posguerra. Mitsui mexicana, S.A. de C.V. constituida en 1955 en Mexicali, C. Itoh & Co. (hoy ITOCHU Corporation) en 1956, en la Ciudad de México. En las décadas siguientes llegaron a México dos grandes consorcios Mitsubishi (1962) y Sumitomo (1967) y otras grandes compañías japonesas de comercio internacional.

7Melgar Tísoc (2011b, p. 218) describe las diferentes categorías para diferenciar entre los migrantes residentes y los trabajadores temporales en el extranjero, así como a sus descendientes y grado de mestizaje: “Issei se emplea para dar referencia a los japoneses de ultramar, es decir, a los migrantes de primera generación y de manera consecutiva se emplea nisei para la segunda generación, sansei para la tercera, yonsei para la cuarta y gosei para la quinta. Aunque de manera genérica los descendientes de japoneses son denominados como nikkei (nikkeijin). Si bien los Issei conservan su nacionalidad japonesa y se trata de japoneses de nacimiento, se les denomina de manera diferente al resto, en tanto se les considera que al no residir en Japón estos no pueden tener relación cotidiana con el quehacer social. Como tercer grupo, tenemos a los trabajadores temporales destacados en el extranjero (kaigai chūzai in), que no podemos denominar como migrantes debido a que su estancia en nuestro país se encuentra mediada por arreglos contractuales que restringen su permanencia de 3 a 5 años. Asimismo, su viaje se efectuó a razón de las necesidades de expansión y consolidación comercial, empresarial y diplomática japonesa más que a una decisión individual. La mayoría de estos trabajadores están acompañados por sus familias durante sus estancias en el extranjero; si bien no hay una categoría para denominar a sus esposas, si la hay para referirse a sus hijos en edad escolar que son inscritos en alguna escuela de nivel básico, medio o medio superior en el extranjero; a ellos se les conoce a su regreso a Japón y tras su reincorporación al sistema educativo como kikokushiyō”.

8Un tema interesante a estudiar es si existe una relación entre el perfil sociodemográfico de las personas expatriadas de acuerdo con el tamaño de la empresa en la que laboren. No he encontrado las características particulares del tamaño de empresa por entidades, o si en México se esté dando algún tipo de especialización productiva en relación con el origen de la inversión. En el Bajío si se está gestando una especialización automotriz, en la frontera se ha señalado la maquila exportadora; pero habría que hacer un estudio regional de las características específicas de las inversiones japonesas en las distintas regiones del país, así como su especialización.

9Agradezco la recomendación de un revisor anónimo de incluir la perspectiva del trabajador guanajuatense. Sin embargo, mi interés se concentra precisamente a la comunidad japonesa. El análisis del impacto sobre los trabajadores de origen guanajuatense o mexicano, pueden desarrollarlo otros investigadores dada la importancia que tiene el tema en la economía local en el presente y en el futuro.

10Cómo citar: Vila Freyer, A. (2017). La historia y el presente de la inmigración japonesa en México: hacia una agenda para el estudio de esta comunidad inmigrante en Guanajuato. Acta Universitaria, 27(3), 78-90. doi: 10.15174/au.2017.1164

Recibido: 14 de Enero de 2016; Aprobado: 14 de Febrero de 2017

Autor de correspondencia.

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