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Investigaciones geográficas

versão On-line ISSN 2448-7279versão impressa ISSN 0188-4611

Invest. Geog  no.112 Ciudad de México Dez. 2023  Epub 22-Abr-2024

https://doi.org/10.14350/rig.60820 

Reseñas

Le Breton, D. (2022).Caminar la vida. La interminable geografía del caminante

Héctor Mendoza Vargas* 

*Instituto de Geografía, UNAM

Le Breton, D.. 2022. Caminar la vida. La interminable geografía del caminante. Castignani, Hugo. Biblioteca de Ensayo 126, Madrid: Ediciones Siruela, 185p. ISBN: 978-84-18859-80-9.


Este libro, publicado por Éditions Métailié (París, 2022), es una celebración al cuerpo, a los sentidos y a la afectividad en el momento que la marcha se activa y en contra de la inmovilidad geográfica impuesta en los tiempos actuales, en parte por el uso de las tecnologías personales, como por el desprecio al esfuerzo físico (pp. 14-15). Ante la globalización económica dominante, Le Breton contrapone una globalización de hombres y mujeres, la primera, “extremadamente hostil a la humanidad”, y la segunda, abierta a la “benevolencia, del compatir, del placer de estar juntos” (Apolonio, 2022, p. 24).

La obra nos asombra y entusiasma, una serie de capítulos ordenan los temas y ejemplos del arte de caminar, como un festejo compartido y cada vez más atractivo. El libro abre con los tiempos de la caminata, siempre hay un inicio, antes de partir, siguen los capítulos dedicados a los ritmos, los caminos que se abren con cada ruta, los inconvenientes, como el miedo, el frío, los dolores del cuerpo o los ladrones, las múltiples geografías que atraviesan los peregrinos y las experiencias a cada paso del camino, hasta que llega el tiempo de parar, “mirar, tomarse su tiempo, un tiempo muy diferente del tiempo humano, saber esperar, de situarse en otros espacios” (p. 91), lo que ofrece una “atención nueva al entorno, una curiosidad muy alejada de la que rige en la vida cotidiana” (p. 91). Hasta aquí ya se nota que la reflexión y al acto de caminar no se sitúan en el plano de una ganancia económica. Al regresar a las primeras páginas del libro, Le Breton señala: tiene un valor, de libertad, de reencuentro con uno mismo y a la memoria que emerge de cada lugar vivido (p. 20).

El autor responde:

Caminar es hoy en día una elección, un deseo, una forma de escapar a la rutina. Es, en efecto, una forma de poner los pies en el suelo y de reencantar el mundo, de volver a sentirse vivo, apasionadamente vivo, a través de una sensorialidad completamente diferente a la de todos los días. Cuando caminamos entramos en una dimensión de contemplación del mundo. Nuestros sentidos renacen, la vista, el olfato, el sonido, la vuelta al gusto de lo que hay en cada lugar, en la montaña, en el valle, en un río. Y es que, añade, “estamos en constante contacto físico con el mundo, pero lo olvidamos” (Apolonio, 2022, pp. 24-25).

El paisaje ocupa uno de los capítulos centrales de este libro, pero ¿por qué Le Breton tiene esta preferencia? Al revisar el tema, nos percatamos que los capítulos previos preparan al lector en la idea del camino, la práctica de la marcha, las largas excursiones urbanas, los momentos o instantes por el sendero; de pronto, algunos “lugares nos dan la sensación de cruzar una frontera invisible, dejando atrás el mundo profano de la vida corriente para entrar en otro otro universo” (p. 104). Para el autor es “un momento cósmico de apertura al mundo” (p. 105). Ahí se abre la relación, la “inmensidad del espacio por el que caminar se corresponde con la inmensidad del universo interior” de cada caminante (p. 106).

Las relaciones de la geografía e historia quedan nítidamente trazadas. Conviene tomar nota a lo siguiente, hay “numerosos ejemplos de la geografía […] que ponen los lugares en perspectiva mediante un resumen de la historia” (p. 107). De ahí que, apunta el autor, “toda narración obtiene su fuerza del espacio en el que se desarrolla, de hecho [resulta] esencial situar en el espacio físico todas las peripecias que en ella se cuentan” (p. 108). En resumen, “los paisajes necesitan a los hombres para existir; si no, se aburren, su poder se desagrega y mueren, a no ser que alguien venga con su paso para restituirlos al mundo” (p. 109). De aquí que si “no hay nadie para recordar los acontecimientos y mantener vivo el poder; en este caso, el otro mundo se extingue como un fuego que se ha quedado sin ramas” (p. 110).

Para John Brian Harley un mapa es un palimpsesto, para Le Breton lo es igual un paisaje (p. 114), es decir: “condensa capas de infinitas historias” (p. 115). De modo que una “excursión es asimismo una travesía por el trabajo del tiempo sobre el paisaje, tal como se ha ejercido a través de la práctica humana: modelando la tierra, los bosques, las colinas, las praderas, etc.” (p. 115). Y llega lo mejor del libro: “El viaje por la geografía se desdobla también en un viaje por la historia, casi siempre inaccesible, pues son siglos (o, a veces, milenios) de transformación del espacio. Los paisajes nos cuentan, mediante indicios minúsculos, las peripecias que los han visto nacer […] todo paisaje es un significado flotante, formado por incontables capas que solo aparecen en determinados momentos del día, de la estación, o del clima, que revelan, a su vez, otros estratos más profundos” (p. 115-116).

El autor postula una relación subjetiva que conviene tener presente: la “geografía del caminante es afectiva. A lo largo del día se sucede un carrusel de emociones según las meditaciones y los lugares que se atraviesan; de la euforia de la mañana a la calma del descanso tras varias horas de caminata, pasando por el júbilo que proporciona ver los primeros signos de la etapa de la jornada perfilándose en el horizonte” (p. 121). Y aquí hay un concepto que conviene considerar, las “regiones psíquicas”, es decir, ese espacio del cual el caminante se impregna, esa “alquimia de los lugares” que recibe a los caminantes, esas líneas de sensibilidad que jalonan el camino o de los genios del lugar con quienes se mezcla [el caminante] sin siquiera sosprechar su presencia amistosa” (p. 121).

Tres temáticas cierran el libro de Le Breton. La primera se refiera a la soledad y a la compañía de la marcha, en este apartado se abren puntos como la interioridad o el “alejamiento geográfico”, que se refiere a la búsqueda de lugares aislados y aquí el autor nos advierte: “cuando el valor del trayecto se difumina, no queda, en efecto, más que una actividad física aburrida y sin horizonte” (p. 128). Un coro de voces revisadas en este capítulo, como McEwan, Rousseau, Hazlitt, Cassingena-Trévedy o Roud ofrecen sus perspectivas. Al caminar no siempre se presentan las mismas preferencias, si debemos “compartir una misma condición y un mismo objetivo y unos mismos intereses y goces” (p. 137). En el siguiente capítulo, Le Breton piensa en la marcha como un principio educativo para los “jóvenes inadaptados” (p. 140),1 marcados por el fracaso o la exclusión, “bloqueados por una historia familiar y social”, para aquellos jóvenes “que no están acostumbrados a salir de su barrio”, el autor propone “una marcha de largo aliento [que se convierte en] una experiencia insólita y desafiante” (p. 140). Al caminar, el joven se descubre en su interior, ya que “se inscribe en esta lógica de desmantelamiento de las antiguas maneras del ser [para lograr] una forma más lúcida, activa y con una autoestima renovada” (p. 141). Este enfoque conecta con el siguiente capítulo, dedicado a otros caminantes, en crisis interior y a la búsqueda de una salida. Ahí está la marcha para “romper una historia personal dolorosas o complicada” y en este plano, Le Breton es optimista, ya que las experiencias “son infinitas” (p. 161). Thoreau que “caminó cada día como mínimo durante cuatro horas, habla de [una] renovación de la mirada que incita a desprenderse a sí mismo; incluso aunque el viaje no sea muy lejos de casa” (p. 169).

Este nuevo libro de Le Breton sintetiza una constelación de ideas, temas y, sobre todo, tiene un aroma animoso, que invita a caminar en la época actual cuando ya no es una obligación, es una opción, al igual que la “lectura, el cine y la jardinería” (Apolonio, 2022, p. 29). De ahí que la marcha se “proyecta en al menos tres dimensiones del tiempo: primero la soñamos, luego la hacemos y, finalmente, la recordamos y la contamos” (p. 172). Por esto, la marcha altera las actitudes y valores ordinarios del caminante, se produce una “vinculación distinta a la existencia” (p. 173). Este libro nos deja un cúmulo de pensamientos para devolver a la geografía, como disciplina académica, a la práctica de caminar, como en sus orígenes de exploración, de observación y de aventura; de practicar una geografía como una marcha pedagógica abierta al mundo y situarla de nuevo en la novedad del viaje escolar, en la salida que activa y orienta la mirada. En el caminar ¿situamos la renovación del gusto por la geografía?, ¿aquí está su atractivo entre los jóvenes con aspiraciones universitarias?

REFERENCIA

Apolonio, L. (2022). Entrevista a David Le Breton. “La pandemia nos fuerza a ser antropólogos de nosotros mismos”. AIBR Revista de Antropología Iberoamericana, 17(1), 15-36. [ Links ]

1Le Breton está de acuerdo con la asociación Seuil, que presenta un “programa específico basado en la práctica de caminar para rescatar a los adolescentes con problemas judiciales. En vez de la pena carcelaria, propone a los jóvenes realizar una larga marcha de 2000 km, en un país extranjero, durante tres meses, junto a un acompañante adulto con una preparación idónea. El contacto con la naturaleza, la soledad, el silencio, el esfuerzo físico de 25 km a pie al día, son los elementos que devuelven a los jóvenes la confianza en sí́ mismos y el gusto por la vida” (Apolonio, 2022, p. 33).

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