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Investigaciones geográficas

versão On-line ISSN 2448-7279versão impressa ISSN 0188-4611

Invest. Geog  no.112 Ciudad de México Dez. 2023  Epub 21-Abr-2024

https://doi.org/10.14350/rig.60818 

Reseñas

Chartier, R. (2022). Cartografías imaginarias (Siglos XVI-XVIII)

Marcela Mijares Lara* 

*Colegio de Historia, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM

Chartier, R.. 2022. Cartografías imaginarias (Siglos XVI-XVIII). Fuera de Serie, : 8, Pons, Horacio. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Ampersand, 166p. ISBN: 978-987-4161-88-8.


El siglo XVI es el siglo de los descubrimientos geográficos y de las rutas oceánicas, de las cartas que guiaban a los navegantes por tierras desconocidas. Venecia, en opinión de Alessandro Marzo Magno, se convirtió en la capital de la producción y venta de mapas geográficos, donde el gremio de los editores prosperó gracias a la fiebre de la “cartomanía […], no sólo entre los cartógrafos de profesión, sino también entre los lectores en general. Sin la protección de copyright, miles de mapas se copiaban, modificaban o más sencillamente se reproducían solo sus partes más interesantes” (2018, pp. 124, 137). El entusiasmo que despertó la cartografía y su lenguaje también abarcó a los mapas diseñados para viajar al mundo de la fantasía, como nos muestra el historiador francés Roger Chartier en Cartografías imaginarias (siglos XVI-XVII). Publicado en 2022 por su casa de estudios, el Collège de France, de inmediato cruzó el Atlántico gracias a la editorial argentina Ampersand, que se ocupó de traducirla al castellano y de llevarla, por primera vez, a las librerías hispanoamericanas en 2023.

Como es conocido, Chartier, miembro de la cuarta generación de la Escuela de los Anales,1 ha centrado sus investigaciones en torno a la historia del libro, de la lectura y de los usos de la escritura, sobre el que gira su reconocida y vasta bibliografía que apenas se esboza en este texto, tales como El orden de los libros. Libros, lecturas y lectores en la Edad Moderna (1993), o El mundo de la representación. Estudios sobre historia cultural (2005). En esta línea de investigación, Cartografías imaginarias inicia, no por casualidad, con una referencia al crítico literario Franco Moretti, quien ha propuesto que los mapas pueden ser una forma de analizar las producciones literarias, a partir de diagramas que éste superpone a los planos cartográficos (2007, pp. 80-81). Al tratarse de los mismos objetos de estudio, el espacio y la imaginación, el historiador se distancia al “elaborar una genealogía histórica de la presencia de los mapas en los relatos de ficción” como “novelas, sátiras, utopías o distopías, aun cuando o, mejor, sobre […] los relatos de viaje” (2022, pp. 14-15).

La obra se conforma de una introducción y siete capítulos, cuya estructura es acorde con una narrativa inversa, que comienza en el siglo XVIII y concluye en el XVI, para ubicar los orígenes de las cartografías imaginarias en los relatos de ficción ingleses y franceses que incluyeron mapas al momento de su publicación. En contrapunto, también reúne dos obras literarias con planos que fueron integrados a posteriori, la edición de Don Quijote de la Mancha de 1780 y 1797, y Petrarca en Provenza de 1525. El análisis que ofrece el autor es minucioso y no escatima en el examen de cada caso con sus mapas topográficos, narrativos o alegóricos. En algunos se localizan territorios imaginarios, en otros se proyecta un espacio reconocible, y en ciertos ejemplos se combina la ficción con la realidad; se aprecia que los lectores desempeñaron un papel activo de compañeros de viaje de los personajes, o que interpretaron libremente, en los mapas, los nombres y la ruta propuesta.

Los mapas incorporados en estas páginas provienen de acervos de primer orden como la Biblioteca Nacional de España, la Británica, la del Congreso en Estados Unidos o la Nacional de Francia, así como de universidades estadounidenses y el museo británico.2 Como era de esperarse, la edición en castellano fue cuidada hasta el último detalle, al incorporar el color en los treinta y cuatro planos, en formato pequeño, o a doble página. En la parte final del libro faltó agregar un listado con la bibliografía de los relatos de ficción, así como las obras consultadas por el autor.

Podría resultar extraño que la más reciente obra del profesor emérito se vincule al mundo geográfico, frente a una agenda de investigación de largo aliento sobre la historia cultural. Sin embargo, más que una simple casualidad, plantea de forma creativa la necesaria comunicación con la geografía. En principio, como se observa en la Tabla 1, cuando existe ese vínculo, la definición de mapa se amplía y se profundiza: son documentos con historicidad y no simples imágenes que retratan una realidad objetiva. De hecho, estos autores comparten la idea de que el mapa es un mecanismo para entender y apropiarse del mundo exterior; así mismo, es una invención que condensa la realidad a partir de representaciones simples o complejas, y también puede tratarse de una metáfora del espacio que no persigue las convenciones de la cartografía, pero no por esto deja de ofrecer significados. En síntesis, como ha planteado Harley, los mapas son “una forma particular […] de ver el mundo” (2005, p. 189).

Tabla 1 La naturaleza del mapa en la segunda mitad del siglo XX. 

Mapa Roger Chartier (2005, 2022) John Brian Harley (2005) Peter Barber (2006) Karl Schlögel (2007)
¿Qué es un mapa? Son textos que pueden estar glosados y explicados; también son imágenes en tanto que representan lugares o sitios. Incluye ciertos elementos del lenguaje cartográfico, aunque la interpretación y significado recae en el mundo del lector (2022, pp. 112-113). Son documentos sociales y culturales que contienen un “lenguaje gráfico que se debe decodificar”; pueden analizarse e interpretarse históricamente (p. 62). Son representaciones gráficas que facilitan la comprensión espacial de cosas, conceptos, condiciones, procesos o acontecimientos del mundo humano (p. 6) Son textos e imágenes, “representaciones de realidad” del espacio, a través de una narrativa cartográfica. Por lo tanto, todo se puede espacializar (pp. 96, 99).
Relación del mapa como texto Pueden formar parte del universo de los textos, libros y objetos de comunicación de lo escrito, en formato impreso. Se pueden captar, manejar o comprender de diferentes maneras, pero éstos no existen por sí mismos, su representación implica su materialidad (2005, pp. 54-55). Son una construcción de la realidad, con intenciones y consecuencias que se pueden estudiar en el tiempo, considerando el contexto del cartógrafo y de los valores culturales de la sociedad en ese momento (pp. 61-62). “La información presentada se prioriza en función de la importancia que le da el creador del mapa, y no necesariamente en función del tamaño geográfico real” (p. 8). “Los mapas están ligados a un lugar y un tiempo, no se cierran en abstracto espacio vacío, se hallan en determinado contexto histórico y cultural” (p. 95).
Relación entre geografía e historia Al formar parte del mundo de la lectura, los mapas, como textos o como imágenes, deben ser analizados como un proceso histórico que varía de acuerdo con un tiempo, un espacio y su socialización (2005, p. 107). Los mapas se interpretan en su contexto. Este puede ser variado, en la medida que en un mapa puede haber varios textos que se descubren en el proceso interpretativo (p. 65). Los mapas están influidos por el contexto cultural de sus autores, “como los valores o las ideas del tiempo en que vive” (p. 8). “Cada mapa tiene su tiempo y su lugar, su ángulo de visión, su perspectiva, y leídos correctamente nos proporcionan orientación y propósitos de quienes se hicieron tal imagen del mundo. Así, una historia de la representación espacial, de la cartografía, siempre lo es también de su proceso de constitución”. Por esa razón, “hablan la lengua de sus autores y callan aquello de que el cartógrafo no quiere hablar o no sabe cómo” (p. 95, 99).

En segundo lugar, el peso de la historia cultural se percibe en las afirmaciones de los cuatro autores, en la medida que esta incorporó a los textos e imágenes, en sus diversas representaciones, como objetos de estudio, al tiempo que se ha centrado en examinar su producción y transmisión personal o social, a partir de su entorno cultural. Esto explica que las tesis de Chartier, desplegadas en distintos planos de análisis, empaten con lo enunciado por Harley, Barber y Schlögel. El historiador francés ha sostenido en sus investigaciones que los autores de las obras literarias escribieron textos, en las cuales se leen las intenciones que persiguen y las estrategias de escritura, frente a otros mundos, el de los editores, quienes se ocuparon de transformar dichos textos en objetos impresos o libros, lo que implicaba una serie de decisiones, por ejemplo, si insertaban o no mapas en las obras de ficción; así como los lectores enfrentaron nuevas exigencias, por la relación de su lectura con el espacio gráfico, a partir de la cual dotaban de sentido a los objetos impresos (2005, pp. 110-116).

De esta forma, si el mapa es un texto cartográfico con un argumento, en su trazado se leen las intenciones de su autor, es decir, del cartógrafo (Harley, 2005, p. 201). A la par, este podía desempeñar el papel de grabador, impresor o lector, quien, por su circunstancia cultural, ofrecía una mirada del mundo, a veces influido por la geografía y en ocasiones como resultado de su imaginación que plasmaba a través de un lenguaje gráfico. Por último, el lector seguramente mostraba el mapa de ficción a los asistentes, mientras comunicaba lo escrito en voz alta. De esta manera, no es fortuito que la geografía y la historia cultural conversen con naturalidad, como propone Cartografías imaginarias.

En el cierre del libro, Chartier identifica el origen de las genealogías y concluye que los mapas cumplían tareas específicas, quizá la más importante fue brindar un efecto de realidad que diluía la frontera con la imaginación, al igual que “el mundo del texto y el de los lectores”, aunque con poco alcance porque la écfrasis reemplazó a los planos por “geografías mentales” (2022, p. 158). Pese a esto, o los elevados costos de incluir un plano en tales ediciones, la propuesta de Cartografías imaginarias (Siglos XVI y XVII) incita a mirar a los mapas como textos e imágenes culturales en las centurias de los viajes de exploración y del descubrimiento de nuevos orbes, incluyendo los mundos de fantasía.

REFERENCIAS

Barber, P. (2006). El gran libro de los mapas. Ediciones Paidós Ibérica. [ Links ]

Chartier, R. (2022). Cartografías Imaginarias (Siglos XVI-SVIII). Ampersand. [ Links ]

Chartier, R. (2005). El mundo como representación. Estudios sobre historia cultural. Gedisa Editorial. [ Links ]

Chartier, R. (1994). Libros, lecturas y lectores en la Edad Moderna. Alianza Editorial. [ Links ]

Harley, J. B. (2005). La nueva naturaleza de los mapas. Ensayos sobre la historia de la cartografía. Fondo de Cultura Económica. [ Links ]

Marzo Magno, A. (2018). Los primeros editores. Malpaso ediciones. [ Links ]

Moretti, F. (2007). La literatura vista desde lejos. Con un ensayo de Alberto Piazza. Marbot Ediciones. [ Links ]

Schlögel, K. (2007). En el espacio leemos el tiempo. Ediciones Siruela. [ Links ]

1La Escuela de los Anales surge en 1929 por la revista Annales d’histoire économique et sociale bajo el impulso de los historiadores Lucien Febvre y March Bloch, publicación que propuso un nuevo género de historia, al relacionarse con otras ciencias sociales como la geografía. En esencia, esta escuela historiográfica, originaria de Francia, criticaba el peso del acontecimiento político, aunado a la evidente exclusión de las masas como un actor histórico. Desde su surgimiento, han transitado cuatro generaciones, quienes han diversificado y ampliado los objetos de estudio y las fuentes para acceder al conocimiento histórico.

2En algunos casos no refiere la fuente, por lo que es probable que algunos mapas formen parte de colecciones privadas.

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