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Investigaciones geográficas

versão On-line ISSN 2448-7279versão impressa ISSN 0188-4611

Invest. Geog  no.112 Ciudad de México Dez. 2023  Epub 22-Abr-2024

https://doi.org/10.14350/rig.60831 

Editorial

Editorial


La existencia de mapas antiguos en bazares urbanos es sorprendente. En estos lugares, miles de objetos personales y familiares se exhiben y dan ciertas pistas de su procedencia social, a la vez que se ofrecen al público que los visita semanalmente. Este paradero ha quedado fuera del radar de los especialistas e instituciones oficiales o académicas como los museos, las galerías de arte o las bibliotecas. Tal situación merece la atención en este Editorial de Investigaciones Geográficas, revista del Instituto de Geografía de la UNAM.

Las mapotecas,1 como espacios vigilados, no son el único hospedaje en la vida de los mapas antiguos. Su existencia en ambientes efímeros como el arte urbano, los salones de clases, los cafés, las ferias, las oficinas y, particularmente, el bazar, los expone a la mirada de otro público. Es el espacio del coleccionista, un personaje que busca un tipo de arte o de antigüedades, al que dedica tiempo, recursos económicos y pasión. También es el mundo del chacharero, una figura que recoge o recupera objetos de las más variadas circunstancias, artefactos asociados a la vida cotidiana, personal o familiar que la muerte o la desgracia altera y, por tanto, pierde la protección que le dieron sus dueños originales.

El bazar es el mundo de la cháchara, es un lugar con una variedad de objetos a los que no se les ha prestado suficiente atención, ni se ha teorizado sobre este objeto y su acepción.2 Se considera que la cháchara es, de acuerdo con el Diccionario del Español de México, algo “pequeño, sin importancia, de poco valor” (DEM, s/f). Así, el bazar es el universo de las baratijas popularizadas y revalorizadas como piezas únicas y originales que han perdido su estimación vital y quedan bajo la mirada y valoración de nuevos ojos e intereses.

Lo más cercano al bazar, el tianguis o el mercadillo callejero, para Pilar Gonzalbo (2019, p. 61) es el espacio del “pepenador”, de los “botes de la basura” de la historia. Esta historiadora se plantea: ¿cómo “leer” los objetos? Para esto, indica, se requieren las preguntas y las teorías con las cuales orientamos las interpretaciones del pasado humano. Por tanto, el bazar es un ámbito donde se encuentran las “otras fuentes”, como les llama Gonzalbo, innumerables testimonios de la vida cotidiana, personal o familiar, que nos conducen a otra pregunta ¿cómo se relacionan los objetos con las prácticas culturales, con la adopción de gustos y comportamientos, con las tradiciones o costumbres?

El bazar abre la posibilidad de volverse un lugar del recuerdo, de la memoria (para no olvidar) y de vestigios de la vida cotidiana. Con remotos orígenes en Oriente Medio, funcionan como mercados y centros de una vida comercial y política. Con cierta semejanza, el Parián de la Ciudad de México, un mercado permanente en la Plaza Mayor durante la Colonia, ofrecía objetos del Lejano Oriente, una práctica urbana que perdura ahora en las colonias como la Roma, Condesa, Juárez, Polanco y San Ángel, así como en el Centro Histórico de la capital mexicana. En la Zona Rosa, un espacio urbano e invención de una nueva vida cultural consolidada entre los años sesenta y setenta, la Plaza del Ángel3 es un centro abierto entre semana especializado en arte y antigüedades (es el mundo de los anticuarios), mientras que los sábados alberga un bazar de chácharas en sus pasillos.

En este espacio, los mapas antiguos se encuentran entre monedas, joyería, perfumes, bolsas, biombos, gobelinos, pinturas, dibujos, porcelanas, espejos, baúles, cristalería, lacas, lentes, mesas, sillas, plumas, talavera, lámparas, alfombras, juegos de mesa, juguetes, radios, discos, exvotos, llaves, relojes, instrumentos científicos, fotografias, tarjetas postales, manuscritos coloniales, cartas, reliquias, partituras, libros, catálogos y una casi interminable cantidad de testimonios de todas las épocas. ¿Cuál es la procedencia de todo esto? Su paradero exacto se desconoce y su huella se pierde en el tiempo, cuando dentro de las familias pasa de mano en mano hasta que una generación pierde el interés por el pasado heredado, entonces llega el momento del chacharero, se abre la posibilidad de convertir el objeto personal o familiar en fuentes materiales para descubrir el pasado humano.

¿El mapa es una cháchara? En el contexto del bazar, este es visto como un objeto raro o excepcional por su antigüedad, de ahí que la respuesta sea afirmativa. Una vez que se sostiene un acuerdo entre particulares, el acto de la compraventa, el chacharero transfiere la propiedad del objeto al coleccionista o aficionado e inicia un siguiente ciclo de vida: el mapa antiguo entra en otro ámbito privado donde el nuevo propietario le otorga otro significado, por ejemplo, se inserta en el mundo del diseño de interiores y en la visión de las artes decorativas, al lado de los muebles, cerámica, joyería, escultura o tapices.

Así mismo, los mapas nos recuerdan las preferencias de una cultura geográfica del viaje de un sector de familias mexicanas “asociadas con la modernidad” (Loaeza, 2012, p. 128), abierta a la curiosidad por conocer las ciudades, los paisajes y los países lejanos. Para las clases medias, las vacaciones se volvieron viajes culturales donde los mapas sirvieron para el disfrute, como una guía visual y parte de los recuerdos de aquellas aventuras.4

Un mapa, con aspecto antiguo y “pepenado” entre las chácharas del bazar de la Plaza del Ángel (Figura 1), ejemplifica lo anterior. Este tiene múltiples lecturas del mundo social de Colima, la “ciudad de las palmeras” y capital estatal, a mediados de los años sesenta. Al menos, sobresalen, tres elementos para una visión de conjunto. Primero, registra un espacio político, ya que sitúa la presencia de partidos políticos, como las oficinas del PAN, PRI y los sectores obrero, campesino y popular (CNOP, CNC, CROM y CROC); en segundo lugar, hay un catálogo de épocas históricas en sus calles, como: Xicotencatl, Moctezuma o Cuauhtémoc, Independencia, Corregidora, 5 de mayo, Venustiano Carranza o Lázaro Cárdenas, así como espacios culturales, museos, cinematógrafos, templos católicos, teatros, etc., o una calle con el nombre de Ana Martell, la “primera mujer española que llegó a Colima”; además, alrededor del mapa hay un directorio comercial de la ciudad con la direcciones de oficinas, teléfonos y horarios de atención al público.

Figura 1 Juan Oseguera Velázquez (Ed.). (1965). Plano de la ciudad de Colima. La Cd. de las Palmeras. México: ELO Impreso. Dibujó: Elías Méndez P. 36.5 x 51.5 cms. 

Las huellas, como la memoria, existen, la figura de la cháchara es un vestigio entreabierto a la lectura del pasado, en especial para un ojo entrenado que descubre un mundo de posibilidades, que detecta, duda o sospecha. ¿Cómo convertir el bazar en un lugar pedagógico para la geografía e historia? Por lo visto, es un espacio alternativo de autoenseñanza, de práctica y de experimentación, de códigos y de diálogos por nuevos caminos que descubren la curiosidad, el gusto y el placer personal.

REFERENCIAS

Cavia, M. de. (1923). Chácharas. Renacimiento. [ Links ]

Diccionario del Español de México (DEM). (s/f). Disponible en Disponible en http://dem.colmex.mx . El Colegio de México. Consultado el 9 de octubre 2023. [ Links ]

Gonzalbo Aizpuru, P. (2019). Hablando de historia. Lo cotidiano, las costumbres, la cultura. El Colegio de México. [ Links ]

Loaeza, S. (2012). Clases medias y políticas en México. El Colegio de México. [ Links ]

Moliné y Roca, M. (1900). Cháchara taurina; colección de anécdotas sucedidas, chascarrillos y dicharachos de toreros y aficionados. Editorial Ibero-Americana. [ Links ]

Rincón, M . M. (1897). Cháchara, páginas de la vida madrileña. Estab. Tip. Litográfico de Chofré y Compañía. [ Links ]

1Regularmente los mapas antiguos se encuentran resguardados en las mapotecas y desde ahí apoyan la investigación y la difusión del conocimiento geográfico; ahí permanecen a lo largo del tiempo y sus datos e información se integra en catálogos, impresos o electrónicos, por medio de clasificaciones que aseguran su lugar como parte de colecciones o series ordenadas que quedan al servicio del público. La mapoteca es la casa de las llamadas “familias cartográficas”, compuestas por mapas hermanados por su procedencia geográfica, temporal o temática. Los mapas antiguos también se sitúan como parte de los objetos con potencialidades museográficas y dentro de la variedad de los programas y temáticas de los museos; tambien acompañan exhibiciones temporales de interés para el público visitante que espera conocer un tema específico, o bien en los muros de las galerías de arte ofrecen el contexto geográfico de objetos de diferentes temáticas y procedencias que quedan unidos bajo las lógicas curatoriales.

2El periodismo, al incio del siglo XX, considera a las chácharas como una “abundancia de palabras inútiles” (Cavia, 1923, p. 24), es decir, se escriben y publican en los diarios textos cortos y banales de la vida cotidiana, por ejemplo, madrileña (Rincón, 1897) y del mundo taurino (Moliné, 1900).

3La Plaza del Ángel Centro de Antiguedades se localiza en Londres 161, colonia Juárez, alcaldía Cuauhtémoc, 06600, Ciudad de México. También tiene acceso por la calle de Hamburgo, y cuenta con 56 locales, con anticuarios especializados en la compraventa de arte, la restauración, la formación de catálogos y las exposiciones.

4Los mapas se relacionan, también, con los viajes de trabajo, ya que proporcionan las direcciones de hoteles y oficinas de servicios; o con el exilio, donde el mapa registra las rutas y distancias entre puertos y ciudades; o en los libros y atlas geográficos para la enseñanza de temas como el nacionalismo y la identidad.

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