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 número105Protevi, J. (2019). Edges of the State. Minneapolis: University of Minnesota Press. 82 pp. ISBN 978-1-5179-0796-9Atlas Suzanne Daveau | Exposição | 16 de abril-30 de julio de 2021, Sala de Exposições, Piso 2, Biblioteca Nacional de Portugal, Serviço de Actividades Culturais Campo Grande, 83 1749-081 Lisboa, Portugal índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
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Investigaciones geográficas

versión On-line ISSN 2448-7279versión impresa ISSN 0188-4611

Invest. Geog  no.105 Ciudad de México ago. 2021  Epub 01-Nov-2021

https://doi.org/10.14350/rig.60448 

Notas y noticias

Pasajes de una geografía abierta: conversación con el geógrafo Luis Felipe Cabrales Barajas1

Omar Olivares Sandoval* 

*Posdoctorante Departamento de Investigaciones Educativas Centro de Investigación y de Estudios Avanzados Instituto Politécnico Nacional


Proveniente de una nueva generación de geógrafos y geógrafas de la Universidad de Guadalajara (UdeG), Luis Felipe Cabrales ha tenido una trayectoria universitaria abierta desde los espacios de la misma universidad. Su carrera se construye por una amplia variedad de intereses y trabajos, por ejemplo, la apertura de la geografía hacia otras áreas del pensamiento y por el trabajo interdisciplinario, particularmente hacia la historia, el arte y la arquitectura. Por otra parte, destaca en su quehacer académico la centralidad que otorga a los mapas antiguos y al trabajo de campo; una dupla presente en todas sus formas de pensar, de preguntar y de orientar sus indagaciones, lo que marca su estilo de enseñanza en la licenciatura de la UdeG. Esta entrevista se ha compuesto por una variedad de temas, desde el lugar del pensamiento teórico en el trabajo geográfico, la reflexión sobre conceptos centrales que articulan el pensamiento de este geógrafo, hasta los archivos descubiertos y visitados, con los que ha podido innovar en la geografía urbana. El trabajo de Luis Felipe Cabrales se destaca de forma importante para las nuevas generaciones interesadas en los cambios de la ciudad y el paisaje. Esta presentación quiere mostrar las distintas facetas de su carrera, como investigador y profesor, y -sobretodo- como un académico que dialoga con un amplio universo de conocimientos y cultura. Con ello, el objetivo ha sido generar un retrato que, aunque no es exhaustivo de su trayectoria, pretende ser significativo para quienes inician y desarrollan sus propias carreras en la geografía.

Omar Olivares Sandoval (OOS): ¿Por qué estudió la licenciatura en Geografía y quiénes influyeron en su formación como geógrafo?

Luis Felipe Cabrales Barajas (LFCB): La materia de Geografía fue de mis preferidas durante la formación básica y media. Aunque dominaba un tratamiento descriptivo, dicha asignatura representó un instrumento para aprender sobre la diversidad de México y el mundo, e indudablemente, aquella geografía despertaba la imaginación. Cursé el bachillerato en la Preparatoria 2 de la Universidad de Guadalajara y un buen día del año 1979 nos concentraron en el auditorio para informar que se abriría en 1980 una oferta profesional, la licenciatura en Geografía. La campaña promocional fue encabezada por el profesor argentino Rosier Omar Barrera Rodríguez, era la primera vez que escuché disertar a un geógrafo. El convencimiento no fue inmediato, era una decisión que debía meditarse. Conservé un cuadernillo de 28 páginas en el que se aportaban detalles sobre la carrera y posteriormente acudí al Instituto de Geografía y Estadística de Universidad para ampliar la perspectiva dado que el proyecto emanó de tal instancia, fundada en 1941. Me atendió Héctor Cortés Fregoso, un economista interesado en procesos espaciales y principal autor intelectual de un plan de estudios, innovador para su época. Salí convencido y nunca me arrepentí, hoy volvería a elegir esta profesión. Durante la licenciatura recibí aportes de grandes profesores, el ya citado Héctor Cortés Fregoso y en temas de Geografía física Rosier Omar Barrera y Enrique Estrada Faudón. Añado a maestros provenientes de la UNAM como Gaspar Reza Maqueo y Armando Juárez. Las primeras generaciones nos beneficiamos de cátedras de académicos de la Facultad de Geografía y Estudios Regionales de Universidad de Varsovia. Por su discurso nítidamente geográfico y su capacidad didáctica tengo un grato recuerdo de María Skoczek, autora de Geografía socioeconómica, manual en que abordó la escala universal y constituye el primer libro asociado con nuestra licenciatura publicado por la Universidad de Guadalajara (Skoczek, 1982). Debo mencionar también a John Makin, geógrafo inglés que fungió como mi director de tesis de licenciatura, la cual versó sobre geografía del turismo. Una parte de mi formación durante la licenciatura llegó a través de los libros de figuras como Ángel Bassols, Ana García, Atlántida Coll, Horacio Capel, Nicolás Ortega, Eduardo Martínez de Pisón, Aurora García Ballesteros, Josefina Gómez Mendoza, Milton Santos, David Harvey, Peter Hagget, Pierre George, Paul Claval, Claude Bataillon e Yves Lacoste, por mencionar algunos.

OOS: ¿Por qué decidió estudiar el doctorado en la Universidad Complutense de Madrid? Cuéntenos acerca de esa experiencia madrileña, de los cursos y sus profesores.

LFCB: Fue una decisión casi fortuita. Concluida la licenciatura, y ya incorporado a la docencia me atraía realizar una maestría en gestión de parques nacionales en Canadá. En 1986 nos visitó Joaquín Bosque Maurel quien me persuadió sobre la posibilidad de incorporarme al Doctorado en Geografía Humana y Ordenación Espacial adscrito a la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid, hecho que se concretó. Para obtener la beca de CONACYT, María Teresa Gutiérrez de McGregor me extendió una carta de recomendación. Fue una rica experiencia realizar los cursos doctorales con profesoras y profesores con los que me siento agradecido porque me marcaron profesionalmente, algunos de ellos los tenía previamente identificados como autores de libros. Por ejemplo, con José Estébanez Álvarez llevé Procesos actuales de la dinámica de la ciudad: teoría y práctica, con Dolores Brandis Dinámica histórica de las transformaciones urbanas, con Julio Muñoz Jiménez Geografía física y geoecología. Recuerdo también la asignatura Procesos espaciales y ordenación del territorio con Ricardo Méndez Gutiérrez del Valle, quien tiene una capacidad especial para sistematizar geográficamente las ideas. Fue una etapa fértil tanto por el aprendizaje como por la riqueza de la vida universitaria; cruzar la puerta del edificio conocido como “Filosofía B” era adentrase en un contagioso ambiente. Una especie de ciudadela con espacios comunes dotados de una intensa actividad, todo articulado por los ascensores que comunican sus doce pisos, en este último se ubica geografía y desde ahí se domina plenamente el paisaje urbano madrileño y su entorno coronado por la nieve, la Sierra de Guadarrama. Mención especial hago de Miguel Ángel Troitiño Vinuesa, el geógrafo con quien más trabajé, de quien aprendí gracias a su rigor, su talante innovador y generosidad, fue mi director de tesis junto con Joaquín Bosque Maurel. Con Troitiño realicé los cursos Instrumentos de ordenación urbana y Geografía aplicada. Ahí se sitúa el inicio de un vínculo de trabajo y amistad que se prolongó durante 33 años; un regalo de vida. Don Joaquín falleció en el año 2008 y Miguel Ángel en 2020. Dos geógrafos que dejaron honda huella en la geografía, lo cual se encuentra parcialmente documentado en publicaciones homenaje en los que participé (Cabrales y González, 2008, pp. 375-401; Cabrales, 2020, pp. 139-145). Una lectura retrospectiva de la experiencia estudiantil en la Complutense me permite entender que aquellos años -fines de la década de 1980 e inicios 1990- coinciden con el esplendor productivo de una generación irrepetible de geógrafos españoles; algunos de ellos herederos académicos directos de la insigne figura de Manuel de Terán Álvarez.

OOS: ¿Qué representó ese ambiente para su formación?

LFCB: Una de las cuestiones que, yo creo, ayuda a entender aquel contexto de formación es que cuando estudié en aquella facultad de “Geografía e Historia”, la convivencia entre esas dos palabras, así como la propia relación entre los historiadores y los geógrafos era normal. Esto no ocurre, por ejemplo, aquí ahora. En España, había entre los historiadores un área importante que era la historia del arte. Eso, creo yo, generaba un caldo de cultivo en el que se explica cómo surgieron orientaciones a los temas culturales en geografía, de una manera más temprana. Así, había un contacto natural entre historiadores y geógrafos. Por otro lado, los geógrafos estudiamos siempre procesos. Todo lo que analizamos es un proceso y, por lo tanto, estudiamos una historia. Para mi fue formativa esa simbiosis y creo que fue fomentada por algunos de los profesores. Una de las cuestiones que me llamó la atención era lo natural que era leer libros. Un profesor como Ricardo Méndez nos decía que para la siguiente clase había que leer dos libros. Por supuesto, aquí no estamos acostumbrados a este nivel de lectura. Se buscaba reforzar esa competencia, la lectura. Eran profesores de una gran solvencia -esa reflexión la hago ahora-. Fue una generación prolífica que paulatinamente se ha ido, en el sentido de que algunos han fallecido, otros están jubilados, algunos otros quedan. Es natural que una nueva generación de geógrafos más jóvenes los reemplace, sin embargo, fue un ciclo, con un auge en el que tuve la fortuna de estar; para mi representó un ambiente muy rico.

OOS: ¿Cómo era la cultura de leer libros y formar bibliotecas? ¿Qué ha ocurrido con los libros en la geografía?

LFCB: Hay que considerar que esta etapa también corresponde a un apogeo editorial que luego entra un tanto en declive por la propia crisis de la economía española. También porque, en esta época, inicia algo que está ya también aquí, que son los sistemas de evaluación, los cuales no premian la publicación de un libro y la atención tiende a enfocarse en los artículos. Todo ello son factores para la época que estoy refiriendo, los ochenta y los noventa. En ese entonces, España era una buena productora de manuales de geografía, también de estudios específicos; se publicaban las tesis doctorales. En la Facultad de Geografía e Historia existe una maravillosa biblioteca donde se encuentran esos acervos. Recuerdo especialmente la sección de revistas (en su mayoría extranjeras) con mucha literatura francesa (el contacto más cercano que tenía la geografía española entonces). Entre las bibliotecas de mis maestros y colegas recuerdo la de Miguel Ángel Troitiño, se componía, por supuesto, de habitaciones que desbordaban libros. Recuerdo la biblioteca de Joaquín Bosque y he conocido algunas otras, como la de Nicolás Ortega. Todas son bibliotecas maravillosas y necesarias para la investigación en geografía. Llama la atención el declive de la industria editorial española en temas de geografía. Yo creo que, en ese sentido, los países de América Latina y sobre todo México (por ejemplo, el Instituto de Geografía de la UNAM) han ido ampliando su posición editorial, Colombia, Argentina y Brasil también lo han hecho. Todo ello sujeto a los vaivenes de las crisis económicas, que impactan de inmediato a la industria cultural.

OOS: Sobre el proyecto de una nueva revista geográfica, díganos, ¿qué ideas inspiraron la ruta de creación de Geocalli. Cuadernos de Geografía, a grandes rasgos, ¿qué ha significado su existencia en los primeros veinte años de vida?

LFCB: En 1999 promoví la fundación de Geocalli. Cuadernos de Geografía, publicación semestral que dirigí de 2000 a 2007. Hasta la fecha estoy vinculado con ella, es una de las principales cartas de presentación institucional de nuestro Departamento, un vehículo para extender nuestra presencia y para contribuir en el desarrollo del saber geográfico. Consultar revistas de geografía es una forma noble de sentir pertenencia hacia nuestro colectivo y de mantenernos actualizados. Geo-crítica. Cuadernos críticos geografía humana, que comenzó en 1976, editada por la Universidad de Barcelona, me gustó por su formato y contenido: un cuaderno de textos que van más allá del mero empirismo. Dirigida por Horacio Capel, se convirtió en un referente para nutrirse de contenidos epistemológicos, de adentrarse al pensamiento geográfico internacional y sirvió de modelo para conceptualizar Geocalli. Cuadernos de geografía de la Universidad de Guadalajara. En 2020 llegamos a la entrega del número 40, lo que ha supuesto un gran esfuerzo, las publicaciones periódicas demandan un elevado compromiso. Desde el inicio tuvimos el apoyo de colegas del Instituto de Geografía de la UNAM, Luis Chías Becerril y Omar Moncada Maya, quienes pertenecen a nuestro Consejo Editorial. De manera permanente Héctor Mendoza Vargas nos ha apoyado en la distribución y promoción, también nos ha propuesto autores y con ello nuevas temáticas. Es un honor formar parte de los órganos editoriales de las principales revistas geográficas mexicanas; Investigaciones Geográficas del Instituto de Geografía (UNAM), Geocalli. Cuadernos de Geografía (UdeG) y Tlalli. Revista de investigación en Geografía, del Colegio de Geografía (UNAM), tras ellas se despliega un gran trabajo por parte de autores y de editores. Dicha labor merece articularse con los potenciales lectores, por fortuna las plataformas digitales facilitan el acceso. Hoy no existen pretextos para negarse a conocer los pulsos más novedosos de la ciencia geográfica y aspiro a que los estudiantes “viralicen” la lectura. Suelo preguntarles ¿cuál es tu revista geográfica favorita? Las respuestas casi siempre son más gestuales que verbales, los profesores tenemos la misión de estimular la competencia lectora, no concibo a un estudiante que no sea lector. Además, percibo la necesidad de que los geógrafos mexicanos construyamos un tejido gremial sólido, en dicho cometido las revistas cumplen una función estratégica. Ese trayecto de la revista, desde 1999, tiene la singularidad de que no es una revista miscelánea, responde al formato de cuadernos y se hace una entrega semestral. En cada número aparece un texto largo o, en algunas ocasiones, se nutre de dos textos, siempre y cuando estén vinculados temáticamente. Hemos seguido estrategias diversas. Han existido coyunturas en las que carecemos de material suficiente y ha sido necesario salir a buscarlo. Algunos números han surgido de propuestas de recopilación o traducción de textos clave. Por ejemplo, hicimos un número dedicado a Carl Sauer. Hablamos con el traductor del texto, Guillermo Castro Herrera, quien autorizó la publicación, ha sido uno de los números más exitosos. También hemos editado algunos textos que ya estaban publicados, pero a los que era difícil de acceder. Lo hacíamos pensando sobre todo en la docencia. Hoy en día es más fácil encontrar materiales recurriendo a los soportes digitales, sin embargo, en sus inicios no era así, el papel era necesario. En términos de la trayectoria editorial de Geocalli estas prácticas han dado la ventaja de tener flexibilidad, al adaptarse a las circunstancias. La desventaja es que si sometes a evaluación a la revista algunos indicadores no se van a cumplir. Aún así se ha mantenido y creemos que ha satisfecho necesidades importantes, en la docencia y en la edición de obras.

OOS: Sus publicaciones, artículos, capítulos y libros, reflejan una búsqueda constante por nuevos abordajes y rutas para la geografía, en una apretada síntesis ¿cuáles son las ideas centrales que ha seguido y se identifican en sus trabajos?

LFCB: Existe una línea transversal en el tiempo vinculada con aproximaciones al tema epistemológico, planteamientos revisionistas sobre el pensamiento geográfico, lo que se deriva del hecho de haberme iniciado como profesor en la licenciatura con la materia de Historia de la geografía. A la edad de 23 años publiqué mi primer texto disciplinar, Los aportes geográficos de Humboldt y Ritter: análisis comparativo y valor trascendental (Cabrales, 1985, pp. 557-566), más tarde Geografía y ordenamiento territorial (Cabrales, 2006, pp. 601-627), que elaboré para una publicación coordinada por Daniel Hiernaux y Alicia Lindón, y más recientemente Geografiar el mundo: debates teóricos desde una mirada latinoamericana (Cabrales, 2015a, pp. 320-350). Concibo dichos trabajos como un mecanismo para capitalizar reflexiones y lecturas, un ejercicio intermitente de autoafirmación respecto a los cimientos conceptuales de la geografía y su puesta al día. El territorio cambia, la geografía está viva, se reinventa y nosotros con ella. Durante la década de 1990 y la siguiente me centré en trabajos relacionados con las dinámicas urbanas y regionales con diversos enfoques, atento a incorporar el lenguaje cartográfico, la cuantificación y el análisis espacial con aproximaciones multiescaleres. Ejemplos de ello son el artículo Un siglo de urbanización mexicana (Cabrales, 1996: 19-28) y el capítulo Housing and urban development problems in small cities: the caso of Ciudad Guzmán, Jalisco (Cabrales, 2006: 309-324). Anoto también una línea de investigación que inicié con Elia Canosa Zamora en 1995, el de las urbanizaciones cerradas y cuya primera publicación fue América Latina, ciudades cerradas (Cabrales y Canosa, 2001, pp. 95-108) que poco después tuvo un clímax editorial con el coloquio y libro colectivo editado en 2002, Latinoamérica: países abiertos, ciudades cerradas (Cabrales, 2002), que se convirtió en una obra multicitada. Durante esa etapa se entreveró la línea de investigación vinculada con la historia urbana y el patrimonio, conectada con miradas analíticas al paisaje y el turismo. Ahí están La rehabilitación del Barrio Antiguo de Monterrey” (Cabrales, 2000, pp. 217-241) y el capítulo Las ciudades patrimonio de la humanidad en México: experiencia asociativa y gestión del turismo cultural (Cabrales, 2009, pp. 114-135). Recientemente Salvaguarda de un patrimonio de la modernidad en Guadalajara: el zoológico de cemento (Cabrales, 2019, pp. 1-18) y una lectura crítica sobre la gestión del paisaje en El paisaje agavero de Tequila: un modelo claroscuro de gestión del patrimonio cultural (Cabrales, 2015b, pp. 307-347). El enfoque histórico y cultural del paisaje está presente en los textos más recientes, por ejemplo, México en Julio Verne, itinerario paisajístico entre Acapulco y el Popocatépetl (Cabrales, 2019, pp. 331-365), relacionados con el Seminario de Paisaje que se celebra en Soria bajo la coordinación de Eduardo Martínez de Pisón y Nicolás Ortega Cantero (Figura 1).

Figura 1 Luis Felipe Cabrales en la zona arqueológica Guachimontones, municipio de Teuchitlán, Jalisco. Al fondo la estructura piramidal circular conocida como La Iguana. Archivo de campo: julio de 2012. 

OOS: ¿Qué significa usar o acercarse a la teoría? Se tiene la idea de que la práctica de la geografía no necesita teoría.

LFCB: Esto me recuerda la expresión “empirismo rampante” utilizada por Montoya (2009, p. 11). Creo que hay una proporción elevada de quienes, de alguna manera, evaden acercarse a los planteamientos teóricos. En realidad, esta actitud me parece anticientífica, ya que, aunque las bases teóricas pueden tener diferentes orientaciones, tenemos la libertad de elegir y manifestar nuestros puntos de vista. Debe haber una orientación epistemológica, incluso, a veces, esta existe de manera inconsciente. La teoría ha sido una preocupación permanente, con esto no quiero decir que pretendo realizar una aportación epistemológica, es un soporte que se espera en cualquier trabajo científico.

OOS: De manera particular, se nota el estímulo del arte y la arquitectura en algunos de sus trabajos, cuéntenos acerca de este interés, y las ventajas y resultados que observa al situar a la geografía en tal convergencia o diálogo.

LFCB: Además de estímulo, el arte y la arquitectura son proclives a la mirada geográfica. La propuesta es arriesgada y exige prudencia, se trataría de incorporar dicha perspectiva sin perder el anclaje material y territorial que define nuestra identidad disciplinar. Realizar esfuerzos por conciliar la tradición geográfica con la posmodernidad cultivada por las ciencias sociales. Dicha perspectiva tiene una raíz profunda, basta percatarse del papel que Alejandro de Humboldt confirió a las representaciones pictóricas del paisaje, al uso de términos como “cuadros”, “vistas” que hacen parte de los títulos de aportaciones emblemáticas del paisajismo geográfico en los que subyacen los principios del romanticismo: Cuadros de la naturaleza (1808) y Vistas de las cordilleras y monumentos de los pueblos de América (1810). La apuesta sería por reivindicar geográficamente representaciones artísticas que convencionalmente no considerábamos: obras literarias, pinturas, películas e incluso piezas musicales. La deconstrucción de la imagen ayuda a comprender la construcción del imaginario incrustado en las representaciones. Si bien es cierto que la cartografía y la fotografía nos resultan familiares, habrá que interrogarnos sobre nuestra capacidad para analizarlas y articular sus significados con los textos escritos. Lo contrario equivaldría a reducirlas a un papel secundario o decorativo. El estudio del territorio actual o de sus condiciones pretéritas admiten una dimensión material y otra simbólica. La apuesta es por el diálogo entre lo objetivo y subjetivo, no se trata de un sistema binario cerrado, me refiero a una vertebración entre ambas dimensiones, un anhelo por descubrir puentes de comunicación entre el arte y la ciencia. Un ejemplo: las representaciones pictóricas del paisaje urbano realizadas para Guanajuato desde el siglo xix e incluso anteriores tomaron como punto de observación el cerro de San Miguel, donde en 1939 se instaló la escultura de Juan José de los Reyes “El Pípila”. A lo largo de un proceso de larga duración la imagen pictórica fue sacralizada, se arraigó culturalmente y el lugar funciona hasta hoy en un punto central para visualizar la singular ciudad. En la medida en que se convierte en un hito visitado masivamente, giran a su alrededor negocios y movimientos turísticos que producen derrama económica y reconfiguran el territorio. Se genera un impacto material conectado con prácticas sociales y todo ello a su vez retroalimenta el imaginario, estaríamos ante un proceso circular. Las representaciones de paisaje cimientan imaginarios respecto a la identidad de los lugares. Comento un estudio dentro esa óptica: La ciudad imaginada: el paisaje neoclásico en Guadalajara y sus productores (Cabrales, 2015c, pp. 82-97) teje una explicación sobre los mecanismos sociales que permitieron institucionalizar la imagen de marca de la ciudad y ello se consiguió a través de representaciones pictóricas y literarias de emblemas arquitectónicos realmente existentes. Unos cuantos edificios, tales como el Hospicio Cabañas y el Teatro Degollado, fueron utilizados por pensadores ilustrados para fomentar un imaginario urbano que ha pervivido desde el siglo XIX.

OOS: En relación con la pregunta anterior, en su opinión, ¿cuál es el lugar o papel que tiene el trabajo de campo para el geógrafo? Cuéntenos de sus experiencias recogidas con las salidas llevadas a cabo con estudiantes de la Universidad de Guadalajara.

LFCB: En los temas geográficos, tanto en docencia como en la investigación, el trabajo de campo resulta necesario para entrenar la mirada y comprender el territorio. Nos ayuda a sentirlo: vista, oído, olfato, gusto y tacto entran en acción simultánea, nos provocan sensaciones que pueden derivar en emociones conectadas con el razonamiento. Si la cartografía es nuestro lenguaje predilecto, el campo, entendido como cualquier parcela de la superficie terrestre, constituye el laboratorio de la geografía y uno de los instrumentos para probar y diseñar metodologías: el territorio vivido nos da respuestas y nos lanza nuevas preguntas. Dicha práctica lleva implícita una riqueza pedagógica difícil de replicar cabalmente en el aula o mediante dispositivo electrónico, aunque este último puede ser un aliado para reforzar el trabajo de campo, por ejemplo, el GPS o el dron. En definitiva, la intemperie nos conecta íntimamente con la parte del mundo que queremos conocer. El término “trabajo de campo” puede ser sustituido por el de “excursión científica”, practicable en territorios de dominante natural, rural y urbana o, como ocurre algunas veces, el trayecto puede incluir todos ellos. Una de las claves para su pertinencia es abordarlo mediante una gramática geográfica integral, evitar quedarnos en lecturas de elementos fragmentados. Ahí se pone a prueba la capacidad para registrar procesos en los que subyacen relaciones armónicas, conflictos ambientales y sociales o desequilibrios regionales. Se trata de un recurso para sistematizar componentes y pre-diagnosticar el estado que guarda un territorio o alguno de sus fenómenos específicos. Por lo anteriormente señalado, propongo metafóricamente que los geógrafos nos tatuemos los principios de nuestra disciplina: localización, distribución, generalización, actividad, causalidad y conexión. Los seis mandamientos que vigilan y validan nuestra identidad disciplinar, resultan transversales a todo razonamiento geográfico. Todo a su vez articulado a la historicidad, recordemos que estudiamos procesos, el pulso del tiempo nos interesa, algo que Schlögel (2007) sintetiza magistralmente en el título de su libro: En el espacio leemos el tiempo. Sobre la historia de la civilización y la política. Para un recorrido por el centro de Guadalajara realizado en 2019 pedimos a algunos estudiantes que sobre el terreno expusieran una caracterización del sitio, el Mercado Libertad, mejor conocido como San Juan de Dios. Ello implicaba una investigación previa, la fuente básica que utilizaron fue internet. Situados en el lugar, al tiempo que fluía el informe preparado se desaprovechaba la magnífica oportunidad de desplegar la mirada, de conectar creativamente el conocimiento previamente adquirido con la intensa vida urbana que provoca el mercado, por ejemplo, los autobuses foráneos estacionados en el entorno parecían no llamar la atención cuando en realidad permite entender uno de los circuitos que dibujan el “hinterland” o área de influencia comercial de la ciudad. Dicho rasgo representa una valiosa fuente de información y un testimonio fresco de prácticas sociales que participan en la configuración de procesos regionales, en el funcionamiento de la red urbana y la identidad cultural del occidente mexicano. En la asignatura de geografía urbana tengo como una de las excursiones científicas predilectas el recorrido por el Barrio de Artesanos, cercano a nuestras instalaciones. Una de las condiciones es la lectura previa de materiales, en este caso el artículo Divide y venderás: promoción inmobiliaria del barrio de artesanos de Guadalajara, 1898-1908 (Cabrales y Chong, 2006). Además de la provisión de materiales de apoyo aerofotográfico y cartográfico, el avistamiento de la morfología y el paisaje urbano desde la azotea de la iglesia constituye una clave para reforzar el proceso. Como en todo ejercicio docente, la excursión científica requiere de una esmerada preparación y cuando se observa el resultado la satisfacción es grande, el discurso geográfico prueba su coherencia (Figura 2).

Figura 2 Práctica de lectura de paisaje con estudiantes de la UNAM y El Colegio de Michoacán, en el barrio de Artesanos, Guadalajara. En las posiciones 1, 7 y 16 los profesores Pedro Urquijo, Virginie Thiébaut y Luis Felipe Cabrales. Archivo de campo: noviembre de 2012. 

OOS: ¿Qué otras herramientas se utilizan para leer las capas de la ciudad? ¿Cómo se ha aproximado a un espacio que pareciera sobrecargado de historia y cultura y que, al mismo tiempo, necesita reformarse constantemente?

LFCB: Me he aproximado, entre otros, a través del concepto paisaje y el uso de archivo histórico. El paisaje lo entiendo como como una construcción social, pero también como una expresión visible del territorio. Recordando a Alexander von Humboldt, el territorio estaba, en su origen, sujeto a unas leyes que implicaban armonía y, a partir de la época industrial, los paisajes se han ido degradando a una gran velocidad. Tenemos una crisis ambiental generalizada que está provocada por el mundo urbano industrial. Parto de la definición telegráfica de la escritora Cristina Rivera Garza que, desde mi punto de vista, contiene elementos principales para definir un paisaje: “lo que ocurre entre el horizonte y la mirada”. Lo que “ocurre” está localizado en un tiempo, que es el tiempo del sujeto. Por un lado, la idea del paisaje, si la vinculamos con el tema de la conservación del patrimonio implica la presencia activa de este sujeto, su cultura y su tiempo. Por otro lado, el concepto del paisaje nos remite a un sistema: la idea de la conservación del patrimonio, de manera tradicional, ha privilegiado elementos aislados, como las grandes manifestaciones artísticas de la humanidad (un palacio, una catedral) y, en la misma medida, descarta elementos populares o intangibles. En el paisaje todo es valioso, las piezas están unidas y esa organización traduce una conexión social y un sentido de pertenencia. Me he preguntado ¿qué es un patrimonio? A lo que respondo: lo que la gente patrimonializa. Puede hacerse una declaratoria de un paisaje o de un elemento arquitectónico, pero si no hay una identificación social, en realidad se crea una convención que difícilmente va a conseguir preservarse, si no hay base social. Es recomendable que un paisaje, a cualquier escala, sea visto como sistema relacional, no disociemos las piezas que lo componen, mantengamos esa aspiración. En gran medida el oficio de “geografiar” consiste en atar cabos sobre fenómenos de la superficie terrestre. En el ámbito académico se ha dado preferencia a las dimensiones sociales, económicas y políticas de la ciudad con escasas conexiones a la espacialidad, las fuentes de información geográfica han sido subutilizadas. Ahora trabajamos en la salvaguarda digital y en la generación de conocimiento sobre el “Calepino de Guadalajara de 1949”, una rica colección de dieciocho tomos que ofrece información de todas las fincas y espacios abiertos de Guadalajara y las vecinas poblaciones de Zapopan y Tlaquepaque. Constituye un base de datos alfanuméricos del patrimonio inmobiliario e incorpora planimetría general a modo de índice geográfico. El contenido se desprende de una fotografía aérea de 1943 y es un ejemplo de documentos que no por ser relativamente recientes deben despreciarse. Son acervos culturales de origen técnico que traducen experiencias sociales complejas, aportan registros anclados en lugares concretos y representan una magnífica oportunidad para leer el paisaje y desplegar el razonamiento geográfico.

OOS: ¿Qué recomendaría a las nuevas generaciones de geógrafas y geógrafos con base en los cambios experimentados por la disciplina geográfica en los últimos años y al papel que ha ido ganando en la sociedad?

LFCB: Vivimos tiempos de incertidumbre, las nuevas generaciones enfrentan desafíos particulares.

Esta pregunta me remite a un diálogo que tuve en 2008 con Elena Chiozza, una personalidad de la geografía argentina. Al externarle las dudas existenciales que me provocaba impartir la asignatura de ordenamiento territorial y comunicar a los alumnos fórmulas normativas que de antemano sabemos que difícilmente operan debido a que existen intereses contrapuestos y el bien común suele sacrificarse, con un relajado semblante de sabiduría me respondió: “a los jóvenes hay que concientizarlos para que no coman vidrios”, un argentinismo que significa no dejarse engañar, es algo equiparable a nuestra frase “que no te vendan espejitos”. El mensaje es claro, debemos fomentar la necesidad de identificar no solo lo aparente respecto a las dinámicas territoriales sino también lo que subyace (Figura 3). Eso incluye las estrategias de los agentes específicos que han construido poderes fácticos para organizar y depredar el territorio puesto que suelen desplegar una capacidad de actuación que supera al Estado. En lo relativo a la vida cotidiana incita al consumo, estimula grandes y pequeñas necesidades artificiales al tiempo que nos cuesta identificar colectivamente prioridades, los satisfactores universales que deben resolverse mediante la cohesión social y la instrumentación de políticas públicas: se requiere cultivar la inteligencia territorial como soporte para la democracia. La geografía, en tanto ciencia social puede manifestarse y colaborar en dicha empresa, cuenta con los recursos intelectuales para lograrlo. Invito a las nuevas generaciones a que lean a los grandes pensadores de la geografía. Les recomiendo que exploren la montaña, que desciendan el barranco y que recorran el barrio, que tomen fotografías para luego poner nombre científico a sus contenidos, que formen su mapoteca digital. Que entrenen su mente para razonar territorialmente los problemas del mundo. Que nunca pierdan la capacidad de asombro ante la belleza del planeta. Como lo señala el lema de la Universidad de Guadalajara, Piensa y Trabaja.

Figura 3 Luis Felipe Cabrales Barajas en su despacho del Departamento de Geografía y Ordenación Territorial de la Universidad de Guadalajara, Campus La Normal. Archivo de campo: mayo de 2021. 

REFERENCIAS

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1Entrevista mixta (oral y escrita) hecha por Omar Olivares Sandoval (historiador del arte y especialista en cultura visual de la geografía) a Luis Felipe Cabrales Barajas en su despacho de la Universidad de Guadalajara, vía Zoom, el 4 de junio de 2021, con una duración de una hora quince minutos. Posteriormente se agregaron las referencias de sus trabajos.

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