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 número97Benach, N. (Ed.) (2017). William Bunge. Las expediciones geográficas urbanas. (Colección Espacios Críticos, núm. 10). Icaria Editorial, Barcelona. 260 pp., ISBN 978-84-9888-778-5Anthias, P. (2018). Limits to Decolonization. Indigeneity, Territory, and Hydrocarbon Politics in the Bolivian Chaco. Ithaca, Cornell University Press. 295 pp., ISBN 978-1-5017-1428-3 (versión digital) índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
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Investigaciones geográficas

versión On-line ISSN 2448-7279versión impresa ISSN 0188-4611

Invest. Geog  no.97 Ciudad de México dic. 2018

https://doi.org/10.14350/rig.59806 

Reseñas

Nogué, J. (ed.: 2018). Yi-Fu Tuan. El arte de la geografía. (Colección Espacios Críticos, núm. 11). Icaria Editorial, Barcelona. 262 pp., ISBN: 978-84-9888-815-7

Raquel Urroz* 

* Becaria posdoctoral. Instituto de Geografía. Universidad Nacional Autónoma de México.

Nogué, J.. 2018. Yi-Fu Tuan. El arte de la geografía. Colección Espacios Críticos, núm. 11, Icaria Editorial, Barcelona: 262p. ISBN: 978-84-9888-815-7.


Nacido en 1930 en Tianjin, municipio del norte de China, Yi-Fu Tuan es hoy en día un profesor-investigador jubilado del departamento de geografía de la Universidad de Wisconsin en el campus de Madison. Allí trabajó como profesor emérito desde 1998 y, entre otras varias universidades, también desarrolló su carrera de investigador y docente por un tiempo prolongado en Minnesota (1968-1983). El libro que aquí se examina sigue el formato de la Colección Espacios Críticos, compuesta por una entrada biográfica, una entrevista, una antología de textos, un texto inédito y una selección bibliográfica del autor objeto de estudio. Esta edición, acaso también es un homenaje por parte de su alumno, colega y admirador, el geógrafo Joan Nogué.

El libro inicia con un resumen de la trayectoria personal y académica del geógrafo, para seguir con una larga entrevista realizada por el propio Nogué al autor de Topophilia (1990). Algunas de las cuestiones sobre las que versó la charla y las preguntas fueron los orígenes de Tuan, sus influencias, su traslado a Gran Bretaña, donde se graduó en Oxford en 1951, así como su llegada y estancia en la Universidad de California, en Berkeley, y en donde presentó su tesis doctoral en 1957. Además, el geógrafo catalán indaga sobre los paisajes favoritos de Tuan, así como la impronta religiosa que escudriña en algunos de ellos; sobre sus escritos y obras más importantes, sus conceptos clave y sus fuentes. La entrevista rastrea finalmente su concepción humanista de la geografía y su autodefinición como un hombre que le gusta caminar y hacerse preguntas básicas, esenciales, de niño, y esto de frente al entorno y a la vida. El libro cierra con una reflexión final por parte de Nogué, así como una selección bibliográfica del autor.

Me voy a concentrar sobre todo en las concepciones de espacio y lugar, los dos ejes que engloban su filosofía geográfica y que posiblemente se resumen con el título de una de sus obras: Space and place: The perspective of experience (1977). Pero antes de abordar estas nociones cabe anotar algunas líneas sobre su perspectiva fenomenológica, la que por definición privilegia la experiencia concreta, las sensaciones y las percepciones (Tuan, 2018, p. 55). Parece, como lo explica Nogué, que desde los años setenta y, quizá, como una reacción al positivismo que concibe y caracteriza el espacio esencialmente “geométrico, topológico”, surgió la noción behavioral geography o la geografía de la percepción y del comportamiento ambiental (Tuan, 2018, p. 240). Se trataba de un terreno poco explorado pero que aparecía como una respuesta frente a la necesidad de desarrollar nuevas metodologías y fuentes de información para la geografía, donde el papel del sujeto cobrara relevancia fundamental y, por tanto, el “sentido humano” fuese la fuente de análisis y de observación primordial. El razonamiento en aquel ambiente académico de perspectiva humanista (y de Yi-Fu Tuan) debió haber sido el que “las dimensiones espaciales se adaptan al sentido humano de la adecuación, propósito y posición”, y no al revés (Tuan, 2018, p. 73). No obstante, el geógrafo chino no se refiere exclusivamente a la percepción del investigador o del habitante del espacio, sino que va más allá y amplía su concepción metodológica por medio de su enfoque “descriptivo-narrativo”. Este consiste en el “poder de la metáfora” proveniente de cualquier herramienta que trasmita el lenguaje, como puede ser la palabra, la literatura, el mito o incluso una canción (Tuan, 2018, p 117); en suma, todo aquello que describa el mundo y el entorno, y que contribuya así a fundarlo, a crear la realidad. En otras palabras, la narrativa es fundamental en la geografía humanista y, sobre todo, en el acto de nombrar el espacio, el cual forma parte esencial del “discurso del lugar” (Tuan, 2018, pp. 112-113). Por esto, nos señala Nogué, “los geógrafos humanistas valoran la capacidad interpretativa, evocadora, creativa y sugestiva de los escritores en general” (Nogué, 2018, p. 242).

Así, pues, es la persona, y nada más, quien imprime el carácter, el acento y cierto poder a una realidad espacial, y la que puede alcanzar además la “conciencia pública”, precisamente cuando se ha arraigado entre la comunidad el sentido del lugar, brindándole estabilidad y permanencia. (Tuan, 2018, p.120). Pero veamos el sustento de esta noción: Yi-Fu Tuan refiere que “aunque los conceptos de espacio y los patrones de comportamiento varíen enormemente, todos tienen sus orígenes en el pacto original entre el cuerpo y el espacio” (Tuan, 2018, p. 63). Esto es, el cuerpo humano es modelo para la organización espacial y, a su vez, el espacio se organiza de acuerdo a los sentidos o al “yo que se relaciona” y se pone en contacto con el espacio (Tuan, 2018, p. 58). De allí que aparezca el concepto de lugar, quizá, como la aportación más significativa del geógrafo chino. Es decir, el espacio se conceptualiza y se transforma en lugar (y que no es una simple localización o localidad) cuando los sentidos visual, auditivo y táctil, más el movimiento y el pensamiento se juntan en la experiencia espacial hasta otorgarle conscientemente una significación. Yi-Fu Tuan lo describe como una “personalidad” o un “espíritu” del lugar; por dar un ejemplo: lo que tiene México, según Carl Sauer.

Es cierto que desde un enfoque antropológico (Hall, 2001) el lugar “varía de persona a persona y de cultura a cultura”, sin embargo, todos utilizan los mismos vehículos sensoriales, y en este sentido se “trasciende la arbitrariedad de la cultura” (Tuan, 2018, p. 56). Pero ¿qué contiene el lugar que lo hace único y particular? El lugar, siguiendo a Tuan, alberga un conjunto de cualidades extraídas después de un contacto largo y repetido, en fin, “una fusión de disposición natural y rasgos adquiridos” (Tuan, 2018, p. 84). Por ejemplo, todos los seres humanos somos más sensibles en nuestras percepciones espaciales a las líneas rectas, sobre todo, las verticales; o el “arriba y abajo”, o también a las direcciones de avance dirigidas. Y esto es relativamente estable para toda orientación espacial porque nuestras experiencias se relacionan con “la semiótica de la postura corporal y de la arquitectura (Tuan, 2018, p. 75). Incluso en las concepciones religiosas, las coordenadas espaciales son antropocéntricas, en efecto, los espacios sagrados que estudia Yi-Fu Tuan, aunque isométricos y ahistóricos, parten de principios generales del “centro”, los mismo que se conciben, para el caso del Nuevo Mundo, desde las propias cosmovisiones ancestrales. (Tuan, 1978; Eliade, 2014).

Ahora bien, cuando los lugares ya no son solo espacios ni ubicaciones, porque se han vuelto “objetos materiales para las relaciones humanas”, es porque se ha establecido un vínculo emocional entre ellos y la presencia humana, provocando cierta comunicación permanente y sentimientos particulares que se derivan de esta relación. Yi-Fu Tuan los clasifica, a grandes rasgos, en dos tipos. El primero son los lugares “a la vista” pero que se han vuelto “símbolos públicos” por la “experiencia prolongada”; que no se identifican solo por su estructura formal y su apariencia física, sino que son “centro vital de significado” (Yi-Fu Tuan, 2018, p. 88). Estos pueden ser cualquier edificio, monumento o pueblo, es decir, no tienen escala determinada como juzgaría un urbanista, sino que son simplemente “epicentros del mundo” con cierta identidad, la misma que se puede expandir o contraer, pero que de cualquier modo personifican la vida de una cultura (Tuan, 2018, p. 93). El segundo tipo de lugar son “las áreas de cuidado”, y se trata de espacios donde ya se han tejido lazos emocionales, experiencias cotidianas y, por lo tanto, se espera su cuidado permanente. La característica principal de estos lugares es que se tiene conciencia de ellos porque limitan nuestro mundo y nuestro tiempo.

Yi-Fu Tuan es un geógrafo romántico y combatiente; culto, moral y sensible; encontró en el camino de su propia vida el sentido de el lugar. Más allá de comprender el espacio en su estructura matemática y geométrica, Tuan desarrolló una relación con el espacio, en donde le impone la “capacidad perceptual, experiencia, estado de ánimo y propósito del individuo” (Tuan, 2018, p. 71). Solo así, al parecer de Tuan, se conoce el mundo y sus límites, es decir, desde una posición social y no como conocimiento abstracto. De modo que, en vez de pelearse con el positivismo de su entorno académico, Tuan lo incorporó como parte de su conocimiento y “percepción espacial” en conjunto, es decir, desarrolló una geografía humana o cultural (como también la denomina) como un método que “promueve el auto-conocimiento”. Y si este incluye la experiencia directa y las vivencias con la gente, el medio, el espacio y los lugares, también con las “otras geografías” que deben considerar “las conclusiones del geógrafo humanista” y “los límites de la libertad humana” (Tuan, 2018, p. 102).

Nogué resume la aportación de Tuan a la geografía cultural distinguiendo “el concepto de espacio abstracto y un concepto de lugar concreto y vivido”. (2018, p. 239). Nos sintetiza: el enfoque de Tuan tiene que ver con la atención que ponemos y mantenemos entre las relaciones humanas y el entorno que nos rodea. Esto es, “los lugares, a cualquier escala, son esenciales para nuestra estabilidad emocional porque actúan como un vínculo, como un punto de contacto e interacción entre los fenómenos globales y la experiencia personal” (Nogué, 2018, p. 241).

Por mi parte, cierro con estas palabras de Tuan que rescatan la visión del geógrafo desde donde se comprende que la geografía también es un arte que invita a cultivar las experiencias sensoriales y todo lo que brinde calidad de vida. La perspectiva romántica que también es emotiva se condensa en esta cita: “Lo mismo que en las relaciones humanas, en la naturaleza se ha aflojado el lazo. Este aflojamiento es deseable en el sentido de que ya no se teme a la naturaleza por su malicia, pero es indeseable en el sentido de que ya no se quiere a la naturaleza por su capacidad de consolar e inspirar con el mismo grado que sí tenía en el pasado” (Tuan, 2018, p. 233).

REFERENCIAS

Eliade, M. (2014). Lo sagrado y lo profano. Barcelona: Paidós. [ Links ]

Hall, E. (2001). La dimensión oculta. México: Siglo XXI Editores. [ Links ]

Nogué, J. (2018). Yi-Fu Tuan en el contexto de la geografía humanística. En Yi-Fu Tuan, El arte de la geografía, Colección Espacios Críticos 10 (pp. 239-254). Barcelona: Icaria Editorial. [ Links ]

Tuan, Y. (1977). Space and place: The perspective of experience. Minneapolis: University of Minnesota Press. [ Links ]

Tuan, Y. (1978). Sacred space: Exploration of an idea. En Karl W. Butzer (Ed.), Dimensions of Human Geography (pp. 84-99). Chicago: University of Chicago Press. [ Links ]

Tuan, Y. (1990). Topophilia: A study of environmental percepction, attitudes, and values. New York: Columbia University Press. [ Links ]

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