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Investigaciones geográficas

versión On-line ISSN 2448-7279versión impresa ISSN 0188-4611

Invest. Geog  no.95 Ciudad de México abr. 2018

https://doi.org/10.14350/rig.59650 

Notas y noticias

Bernardo García Martínez (1946-2017): historiador y geógrafo de México

Raquel Urroz1 

1 Becaria posdoctoral, Instituto de Geografía. Universidad Nacional Autónoma de México


“Algún día debiera la historia conquistar ese territorio de la dimensión espacial”

(García Martínez, 1981: 7)

Bernardo García Martínez fue profesor investigador del Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México desde 1968; entre 1965 y 1967 perteneció a la generación formada por Hira de Gortari Rabiela, Sergio Florescano Mayet, Victoria Lerner Sigal, Andrés Lira González, Andrés Montemayor Hernández, Guillermo Palacios Olivares e Irene Vázquez Valle, y fue miembro del Consejo Académico de la misma institución. También formó parte de la Academia Mexicana de la Historia, del Sistema Nacional de Investigadores y miembro de diversos consejos editoriales de revistas como Historia Mexicana y Arqueología Mexicana, entre otras. García Martínez recibió el grado de Doctor en Filosofía, en la especialidad de Historia, por parte de la Universidad de Harvard en 1980.

Su tesis intitulada Los Pueblos de la Sierra: El poder y el espacio entre los indios del norte de Puebla hasta 1700 (1987) fue publicada por El Colegio de México y ganadora del premio “Silvio Zavala” en 1988. También su tesis de maestría, denominada El Marquesado del Valle: Tres siglos de régimen señorial en Nueva España (1968), fue publicada por El Colegio de México al año siguiente. Además, fue galardonado por el INAH con el premio “Antonio García Cubas” por la publicación de su libro Las regiones de México: Breviario geográfico e histórico (2008) y participó en obras generales, sobre todo, publicadas por El Colegio de México.

García Martínez impartía cursos de doctorado sobre la geografía histórica, la historia de los pueblos de indios del México colonial, la historia del Norte de México, la historia de América Latina (siglo XIX), la geografía y cartografía de México y sobre la historicidad de sus señoríos, pueblos y municipios. Con estas temáticas, a lo largo de los años, numerosos alumnas y alumnos pasaron por sus cursos en las aulas de El Colegio de México y prepararon las tesis, algunas publicadas; también formó parte de múltiples seminarios, simposios, coloquios, reuniones, foros y mesas redondas en México, Estados Unidos, Europa y Asia adonde presentaba sus ideas e inquietudes; fue editor, coordinador y compilador de varias obras de historia ambiental y de estudios sobre poblamiento y ganadería en México, además de contar con un grupo de libros, capítulos, artículos y reseñas escritas desde la década de los años sesenta y hasta poco antes de su muerte, acaecida en septiembre de 2017 (Tabla 1).

Tabla 1 Bernardo García Martínez, síntesis curricular, 1966-2017 

1 Libros 12 1969-2014
2 Capítulos 40 1974-2016
3 Artículos 36 (*) 1966-2016
4 Reseñas 28 1967-2013
5 Proyectos de investigación 13 2000-2016
6 Cursos impartidos 10 1999-2015
7 Tesis 14 (+) 1995-2007
8 Participación como ponente 44 2001-2015
9 Distinciones 17 1967-2008
10 Actividades editoriales 7 1989-2017
11 Comités académicos 8 2000-2017
12 Apoyos financieros 2 2008-2011
13 Formación de grupos 2 2005-2008

Fuente: Centro de Estudios Históricos. El Colegio de México. (*) 17 publicados en la revista Arqueología Mexicana (1998-2015). (+) 13 de doctorado, 1 de licenciatura.

Sus temas de interés y de análisis, y que estuvieron presentes a lo largo de su fructífera e innovadora producción académica, se centraron en la geografía histórica de México (1975, 1998a); en la historia ambiental de México y de su poblamiento (1999, 2002, 2014); en la cartografía temática e histórica de México (1969, 1975, 1987, 2008); en las unidades territoriales prehispánicas, sus fronteras y sus transformaciones (1987, 2011, 2012a, 2014); en la Conquista de México (2010a, 2010b); en la historia colonial de México y su reordenamiento territorial (1969, 2006, 2010c, 2012b), la historia del Norte de México y sus caminos (1992, 2001a, 2001b, 2010d), así como las rutas prehispánicas y coloniales (1987).

Todas estas materias y tiempos indagados por García Martínez tuvieron siempre un común denominador: el espacio, sus escalas, su organización y su desarrollo, es decir, las territorialidades de México junto con sus mutaciones y continuidades. Pero esta amalgama de tiempo y espacio siempre resultaron para García Martínez inseparables, de tal modo que la conjunción y la integración de los elementos sociales junto con los del medio físico -es decir, los ecológicos, topográficos y ambientales- resultaban en un solo cuerpo de análisis para ser trabajados frente a cualquier unidad espacial a través de largos periodos. Así, toda su obra y trabajo en campo se convirtieron en una metodología y en un enfoque cultural frente al espacio, esto es, una geografía humana de interacciones, intercambios y contrastes que atravesaban un desarrollo histórico de largo aliento.

Uno de sus temas favoritos, a los que se dedicó con gran entrega y obstinación y que se vieron materializados en algunas de sus obras, tiene que ver con las instituciones políticas, el poder y su vínculo con la ocupación del espacio. En este sentido, habían dos conjuntos de materias por desarrollar para luego ser enlazados en un proceso histórico: por un lado, los señoríos prehispánicos y todas las unidades político-territoriales de raíces indígenas (1987, 1998b, 2014); por el otro, la historia de los pueblos de indios del México colonial, junto con sus procesos socio ambientales y las formas de organización económica, corporativa y espacial, como fueron las encomiendas, congregaciones, cofradías, etc. (1969, 2011, 2014).

En este sentido, García Martínez indagó dentro de un acercamiento local, el mismo que a su parecer también permitía el estudio de la estructura territorial tanto prehispánica como colonial (1981, 1987). El paisaje, así, era esta aproximación espacial que expresa de forma visible y sensible cualquier sistema de organización del espacio (2004: 41).

Dentro de esta escala corográfica, García Martínez estudió la profunda naturaleza política y corporativa de los pueblos de indios y propuso un método: dilucidar jerarquías espaciales -sobre todo, sujetos y cabeceras- pero dentro del panorama estructural en su conjunto, es decir, mirando no solo los árboles sino también el bosque completo, según su propia alegoría (2014: 134). Veamos de qué se trata esto:

Siguiendo la misma línea de Charles Gibson (2014:135), García Martínez quiso ir más allá y buscar distinciones cualitativas entre uno y otro conjunto espacial del México antiguo. Sobre todo, pretendió no confundir las unidades de producción, calpulli o “comunidades” indígenas, con las estructuras político-territoriales a nivel regional. Para ello, estudió una zona marginal fuera del Valle de México, la Sierra Norte de Puebla (1987). Allí siguió la evolución de los sistemas espaciales con herramientas de geógrafo. Él mismo lo explicó como una suerte de “arqueología con el espacio” (2014:137); es decir, además de la documentación histórica, García Martínez escudriñaba -tal y como lo hace el geógrafo-, a través del trabajo in situ, esto es, caminando y descubriendo con los pies y con la invención de una serie de mapas temáticos que formaron un eje horizontal de interpretación y síntesis del territorio. De modo que podía trazar una línea de continuidad que iba desde el sistema de cabeceras y sujetos, pasando por las encomiendas y congregaciones hasta alcanzar la identificación espacial de las parroquias.

Se trataba, para García Martínez, de una construcción política prehispánica muy compleja que se replicaba por diferentes espacios de la geografía mesoamericana. Estos eran los señoríos y su profundo significado como altépetl, en sus palabras: “la expresión más elevada de la organización política y social mesoamericana” (2008: 150).

De modo que cuando los españoles nombraron estas unidades territoriales como “pueblos”, en realidad estaban aplicando una generalización destinada únicamente a uniformar criterios. El altépetl, en cambio, fue una organización político-territorial y corporativa, esto es, pequeños estados “de por sí” entendidos como cuerpos políticos complejos con soberanía y jurisdicción propia (1987, 2014).

Con la Conquista, estas unidades espaciales sufrieron la pérdida de sus atributos para la subsiguiente desintegración o recomposición a diferentes niveles. Sea como fuera, el altépetl se convirtió en la base del nuevo orden espacial de la Colonia donde los llamados “pueblos de indios” (y no solo las comunidades) pasarían a ser a veces espacios de naturaleza política y otras solo poblacional (1998b, 2014).

Yendo más allá, la herencia de las territorialidades indígenas originarias se reprodujo hasta la segunda o tercera generación, es decir, fueron sobrevivencias coloniales y en algunos casos alcanzaron épocas modernas. En este sentido, para detectar los centros políticos del pasado serían precisamente los municipios y las parroquias las pistas que seguir en la metodología de García Martínez. De hecho, uno de sus últimos proyectos -inconcluso pero con una publicación provisional- fue un banco preliminar de información sobre las genealogías de cada una de las más de 4000 unidades político-territoriales existentes en el área cultural de Mesoamérica y que sobrevivieron hasta la última etapa del México colonial (2012b).

Ahora bien, a una escala menor, digamos interregional, García Martínez propuso una agrupación de un conjunto de cinco regiones comunicantes para destacar las líneas que vinculan el México Central con el resto del territorio mexicano (2004, 2008). Con ello, además, estaba proponiendo una definición para el área que ocupa la República Mexicana pero en su dimensión histórica y cultural. En este sentido, nuestro historiador debió trabajar sobre la base de cierta aproximación espacial. Estamos refiriendo al concepto de región entendido para García Martínez como un espacio definible pero donde a su vez sus términos son flexibles, es decir, son espacios sin fronteras fijas (2008: 26-28). Además, la región no cuenta necesariamente con un elemento integrador, por ejemplo, un centro urbano, más bien se trata de un espacio indiferenciado que incluso pudiera ser de transición (2008: 35-36). Esta dimensión intermedia, ni local ni global, se conforma como producto de específicas relaciones sociales dentro de procesos históricos dinámicos. Otra característica de esta escala regional es que cuenta con ciertos elementos dominantes entre los que se puede establecer una distribución jerarquizada. Lo esencial en todo caso es que se han integrado sus elementos para volverse un espacio articulado, un sistema funcional (2004: 41).

Así, pues, las regiones son una suerte de recintos culturales que estructuran la geografía de México. De hecho, en una dimensión más nacional, García Martínez propuso mirar el territorio mexicano como un conjunto de regiones con ciertas líneas de disposición general conformadas por procesos históricos (2008). El modelo por medio del cual buscó explicar el sistema espacial mexicano fue de tipo radial, esto es, si se quiere hablar de homogeneidad o unidad en geografía y, además, de interconectividad por medio de redes históricamente configuradas, es necesario agrupar sus elementos en torno a un eje articulador. De manera que la ciudad de México, y no otro punto geográfico, fungió como punto de apoyo y de partida, y desde ella encuentran acomodo el resto de las piezas espaciales (2004: 13-14). Se trata pues, la mexicana, de una geografía que se define en relación con un centro y a favor de él. Esto quiere decir que el altiplano de México se vincula de forma natural y cultural hacia sus costados, con la vertiente del Pacífico y la del Atlántico.

A continuación, tenemos, las cadenas centroamericana y caribeña que se suman al altiplano central, pero de forma indirecta. Ambas, con una orientación geográfica longitudinal hacia el sur, es decir, cada una de estos espacios son un eslabón de regiones articuladas, pero ya con otro elemento central: las tierras de Guatemala. Esto es, sus intereses, relaciones e intercambios históricos estuvieron orientados ya no en sentido transversal (2004: 26) y, sin embargo, vinculados aún con el México central por medio del parteagüas continental: Oaxaca. Por último, el norte de México es otra vertiente sui generis denominada por García Martínez “de expansión”, con sus propia configuración y atributos.

Los espacios estudiados, recorridos y trazados por Bernardo García Martínez fueron vistos como producto no solo del medio físico y ecológico sino como tejidos vivos, históricos, culturales y ambientales de México, pero sobre todo construidos piedra a piedra con el pasar del tiempo.

REFERENCIAS

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