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 issue95Ramírez, F. (2017), José María Velasco, pintor de paisajes, Fondo de Cultura Económica, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Estéticas. 134 pp., ISBN 978-607-16-5052 (FCE), ISBN 978-607-02-9317 (UNAM)9ª Conferencia Internacional sobre Geografías de la Población. Universidad de Washington, Seattle, Estados Unidos, 28 de junio y 1 de julio 2017 author indexsubject indexsearch form
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Investigaciones geográficas

On-line version ISSN 2448-7279Print version ISSN 0188-4611

Invest. Geog  n.95 Ciudad de México Apr. 2018

https://doi.org/10.14350/rig.59647 

Reseñas

Martínez Delgado, G. (2017), La experiencia urbana. Aguascalientes y su abasto en el siglo XIX, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora/Universidad Autónoma de Aguascalientes/Universidad de Guanajuato, México, 534 p., ISBN 978-607-8523-16-0

Eulalia Ribera Carbó1 

1 Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora

Martínez Delgado, G.. 2017. La experiencia urbana. Aguascalientes y su abasto en el siglo XIX. Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, Universidad Autónoma de Aguascalientes, Universidad de Guanajuato, México: 534p. ISBN: 978-607-8523-16-0.


En su primera versión en forma de tesis, el texto La experiencia urbana. Aguascalientes y su abasto en el siglo XIX sirvió para que su autor obtuviera un merecido título de doctor en Historia Moderna y Contemporánea por el Instituto Mora y, además, el Premio de la Academia Mexicana de Ciencias a la mejor tesis de doctorado en humanidades 2014. Seguramente hubiera servido también para graduarse en un programa de doctorado en economía, y sin duda hubiera merecido un reconocimiento honorífico como disertación doctoral en geografía. Por eso nos parece importante poner énfasis en la flexibilidad con que en este trabajo de un historiador se recorren los marcos conceptuales y teóricos de la ciencia social, sin miedo a transgredir límites disciplinarios, alimentando la duda ante la construcción de formas de pensamiento que pretenden la capacidad de comprensión completa de la realidad, y con una amplitud de perspectivas e intereses que ahora algunos calificarían como de orientación científica posmoderna.

El libro es un gran ejemplo de “transdisciplina”. Y de lo que quizá más debamos congratularnos, es de que desde la historia se vuelva a pensar en la importancia del espacio geográfico a la hora de analizar los hechos factuales, los procesos sociales, las dinámicas económicas, las transformaciones urbanas. Con gran inteligencia, Gerardo Martínez supo acercarse y alejarse del territorio, haciendo un juego de escalas para lograr múltiples visiones que le permitieron una comprensión certera de la interacción entre la actuación de las élites locales y regionales, el abasto de Aguascalientes y la evolución de las estructuras y los funcionamientos de la ciudad. Como nos anuncia desde el título, es la “experiencia urbana” la que finalmente le preocupa, concebida esta como una síntesis de la ocupación y los usos de los espacios ciudadanos, la actuación de los grupos de poder capaces de determinar formas y funcionamientos, las ideas que inspiraron las transformaciones de la ciudad y, por supuesto, la apropiación y el uso que del espacio urbano hacen sus habitantes a través de los hábitos en la vida cotidiana.

El recorrido empieza con la mirada más cercana, la de mayor escala para ver con detalle la ciudad, una ciudad que a lo largo de setenta años, desde los finales del siglo XIX, se expandió poco pero cambió por dentro. Se limpió con nuevos servicios públicos de agua, drenaje y pavimentación, se reorganizó con la construcción de mercados formales y la dificultosa expulsión del comercio mayorista de alimentos del casco central, se modificó con la instalación de bodegas de almacenamiento y plantas de refrigeración, y con la paulatina desaparición de los mesones para arrieros, sus bodegas y sus corrales. Poco a poco, la ciudad fue expulsando las actividades agropecuarias que en cierto modo parecían desdibujar una frontera precisa con el ámbito rural. Los hortelanos, que desde el siglo XVII habían abastecido con sus huertas urbanas de frutas, legumbres y forrajes a la ciudad, fueron siendo expulsados poco a poco por la escasez de agua, por la competencia de alimentos llegados de más lejos a través de mejores vías y medios de comunicación, y cuando sus parcelas se convirtieron en el objeto del deseo de fraccionadores, que las convirtieron en lotes para la construcción de viviendas o para el establecimiento de instalaciones industriales. Y lo mismo sucedió con los numerosos establos lecheros, con las pocilgas y los gallineros. La ciudad que se quería era otra: una sin peligros sanitarios; higiénica, sin agricultura, industriosa; una ciudad moderna. Los procesos industriales en la producción de alimentos fueron imponiéndose y con ello cambiaron la fisonomía y el funcionamiento de la ciudad.

Una vez analizados los espacios intrínsecos de la ciudad, Gerardo Martínez aleja la vista para abarcar, ya no solo la trama y las calles de Aguascalientes, sino una vasta porción de territorio circundante. Brincándose el orden ortodoxo del análisis del proceso económico, prefiere enfocarse, antes que a las zonas productoras, al estudio del eslabón del proceso económico que tiene, quizá, la traducción más elocuentemente territorial sobre el espacio geográfico: el de los caminos y los medios de transporte que permiten la distribución desde los centros de producción hasta los lugares de consumo, y que son, a fin de cuentas, quienes permiten la construcción de una región articulada. Esta alteración del orden que se considera lógico le permite al autor preparar mejor el escenario para entender después el tejido de los circuitos y el funcionamiento global de los complejos procesos del abasto. Los viejos caminos de rueda y de herradura cumplieron su función a pesar de la arrolladora llegada del ferrocarril a finales del siglo XIX; las terracerías se revistieron y pavimentaron solo parcialmente y con grandes dificultades; y las carreteras asfaltadas acortaron distancias largas. Pero si la modernización técnica y el mejoramiento de condiciones de los caminos fue un hecho a lo largo del siglo XX, el esqueleto de las rutas que atravesaban los cañones y valles de Zacatecas, la Sierra Fría, los Altos de Jalisco y el valle del río San Pedro para llegar al lugar donde se asienta la ciudad, prácticamente no varió desde tiempos coloniales.

El andamiaje que sostiene la lógica económica va siendo construido con maestría a lo largo del texto a través del estudio de la producción agropecuaria regional desde múltiples ángulos, como si de un caleidoscopio se tratara: las condicionantes fisiográficas; las haciendas y los hacendados; las mudanzas en la tenencia de la tierra con la Reforma Agraria cardenista a través de la creación de ejidos; la recomposición de la propiedad privada; el temporal, las sequías y el abasto de agua; la revolución tecnológica en sistemas productivos e hidrológicos que apuntalaron el desarrollo de una agricultura comercial; los productos y la especialización productiva, el transporte y los créditos al campo; la reorganización empresarial y las políticas nacionales de exportación e importación; los largos itinerarios de entrada y salida del ganado y la carne, y el papel de los intermediarios en la distribución; la innovación de rastros y empacadoras y los ritmos de la matanza; los controles y la clandestinidad.

Finalmente, se llega a la perspectiva más alejada, al panorama de menor escala, a lo que el autor llama “la larga historia de las largas distancias” que es la de los productos de más lejos: la de los abarrotes. Bienes, pocos, de primera necesidad y llegados de las cercanías, pero la mayoría bienes de fasto como jabones, velas, aceites, vinos y licores, aceitunas, especias, dulces, conservas, tabaco, tejidos, adornos, cristalería, joyas, herramientas. Algunos habían llegado de ultramar desde tiempos coloniales por los puertos de Veracruz y Acapulco, y por medio de un engranaje extenso de comerciantes y arrieros se repartían por el extenso territorio americano. Aquí, jalando desde los hilos de la larga duración, el estudio se adentra en las cadenas modernas que en el siglo XIX y durante el XX han comunicado en Aguascalientes a los productores con los consumidores, siguiendo el papel de mayoristas nacionales, mayoristas locales, almacenistas, y, finalmente, el de los comisionistas y los abarroteros con sus tiendas al menudeo. Se describen historias empresariales. Españoles y alteños ostentan un papel importante, casi monopólico. Se producen cambios generacionales e intervenciones y centralización gubernamental del abasto. Irrumpe la novedad de los supermercados y las tiendas de autoservicios. Y para terminar se vuelve al tejido de los itinerarios territoriales: la Ciudad de México, Guadalajara, Tampico, Morelia, San Luis Potosí, Irapuato, Celaya, y otras localidades de estados como Baja California, Sinaloa, Chihuahua, Durango, Colima, Morelos, Veracruz, Tabasco, Yucatán y Chiapas conforman la amplia red de origen de las mercancías distribuidas en la ciudad de Aguascalientes por los abarroteros.

La tarea que se planteó Gerardo Martínez no era sencilla, pero supo acometerla profundizando en el trabajo de investigación, con una numerosísima y variada cantidad de fuentes que estudió a conciencia y con una dedicación exhaustiva. Revisó más de una decena de archivos, bibliotecas, hemerotecas y mapotecas nacionales, locales, particulares y extranjeras. Estudió una lista larguísima y completa de textos generales y específicos, teóricos y empíricos. Consultó bases de datos, directorios telefónicos, censos y listados estadísticos, informes de gobierno, registros fotográficos. Reunió riquísimos testimonios realizando entrevistas. Supo combinar, extrapolar, comparar, sistematizar la información. Pero, además, fue capaz de construir una cartografía riquísima con 46 mapas que a él le facilitaron el análisis y las interpretaciones de lo que estudiaba, y a los lectores nos permiten comprender de una manera mucho más clara la dimensión espacial de lo que nos cuenta el texto.

Debemos felicitarnos por la publicación de este libro. La historiografía cuenta ahora con una nueva página que nos devuelve la riqueza de la historia y la geografía regionales y, por supuesto, de la historia urbana, sin perder el necesario contrapunteo con los grandes procesos generales, a través de comparaciones que reflejan los ecos universales de los fenómenos locales.

Los espacios urbanos, como se nos dice al terminar, son territorios de poder donde las luchas contra la escasez acabaron con el triunfo de las ciudades sobre el mundo rural. Como sucedió en Aguascalientes, los Ayuntamientos perdieron su papel protagónico en la vigilancia del abasto de las ciudades, se trocaron los ritmos y las líneas de la distribución de los bienes, cambiaron los protagonistas, se modificaron los procesamientos de producción y de conservación de alimentos y, con ello, los hábitos alimenticios, y los perfiles y el paisaje de las ciudades se alteraron. Efectivamente, las ciudades aseguraron su abasto; pero el triunfo se logró perdiendo la autosuficiencia, no solamente a nivel local sino también regional. Por eso, después de la lectura del libro de Gerardo Martínez, cabe preguntarnos cuál es la apuesta a futuro en el mundo de la globalización, y en un mundo en que es necesario caminar en el sentido de la sostenibilidad como única forma de garantizar ese futuro. ¿El autoconsumo? ¿Nuevamente la producción local para el comercio local? ¿O continuar en la tendencia de la especialización y el comercio a gran escala? Lo que nos queda de cierto después de esta lectura es que si desde la academia queremos ofrecer respuestas que apunten a la resolución de los grandes desafíos globales empezando desde la realidad local; si hemos de acercarnos certeramente a la conceptualización de las realidades sociales, económicas y urbanas, la historia y la geografía deben ir de la mano, como las ha hecho ir Gerardo Martínez. Con ello, contribuiremos a crear lo que Alan Baker (1979) llamó hace casi cuarenta años sociedades geográfica e históricamente alfabetizadas que, al serlo, podrán acertar en la resolución de los grandes problemas territoriales.

REFERENCIA

Baker, A. R. H. (1979). Historical geography: a new beginning? Progress in Human Geography, 3, 560-570. [ Links ]

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