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 número95Craib, R. B. (2016), The Cry of the Regenade: Poetry and Politics in the Interwar Chile. Oxford University Press, Oxford, 271 pp., ISBN 978-0-19-024135-3Appelbaum, N. P. (2017). Dibujar la nación. La Comisión Corográfica en la Colombia del siglo XIX. Bogotá: Fondo de Cultura Económica, Universidad de Los Andes, Ediciones Uniandes. 360 pp., ISBN 978-958-774-495-8 índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
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Investigaciones geográficas

versión On-line ISSN 2448-7279versión impresa ISSN 0188-4611

Invest. Geog  no.95 Ciudad de México abr. 2018

https://doi.org/10.14350/rig.59642 

Reseñas

Curiel Defossé, G. (2016), Tierra incógnita, tierra de misiones y presidios. El noreste novohispano según fray Juan Agustín Morfi, 1673-1779. Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, 172 pp., ISBN 978-607-02-8306-2

José Refugio de la Torre Curiel1 

1 Universidad de Guadalajara. El Colegio de Jalisco

Curiel Defossé, G.. 2016. Tierra incógnita, tierra de misiones y presidios. El noreste novohispano según fray Juan Agustín Morfi, 1673-1779. Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, 172p. ISBN: 978-607-02-8306-2.


Abro estas líneas con la certeza de que la obra de referencia ha tenido éxito en ser una pieza evocativa. Pienso en ello porque la autora, en primer término, construye este texto a partir de las inquietudes que desde hace casi tres décadas sembró en ella el Seminario de Análisis Historiográfico que en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM impartiera el bien recordado Álvaro Matute. Con ello se ofrece, aunque sin declararlo de manera explícita, un primer nivel de rememoración al poner en perspectiva la trascendencia de ese destacado historiador mexicano, y las preocupaciones teóricas y metodológicas de un brillante grupo de intelectuales que dieron carta de naturaleza al estudio de la historia en el medio académico nacional.1 En segundo término, el texto es una vía de acceso al taller en el cual la autora ha cultivado en todo este tiempo un creciente interés por fray Agustín Morfi y “la obra morfiana” que aportó invaluables testimonios sobre el devenir histórico de las sociedades del noreste novohispano; así, al declarar explícitamente que este texto es un “análisis historiográfico” de la obra morfiana, la autora evoca para sus lectores lo que ella ha entendido por un ejercicio semejante y pone en ejecución dicha tarea aprovechando los materiales empleados en sus estudios previos sobre Morfi y sus textos.

La decisión de la autora por emprender el proyecto de dar a la prensa este análisis historiográfico es el detonante para un tercer elemento de recordación: esto es, cómo ha sido abordado desde otros frentes el estudio de las narraciones históricas sobre el norte novohispano en general, o cómo se han delineado los alcances y la ejecución de un ejercicio historiográfico como el que propone este texto. Aquí, la evocación se vuelve provocación, lo que siempre es bien recibido en un trabajo académico, pues ello significa que la palabra impresa recién descubierta nos ha estimulado a pensar y a dialogar.

Vale la pena volver sobre la primera de estas tres coordenadas para situar en perspectiva la pertinencia de esta obra. Sin restar mérito al diálogo interdisciplinar y la creciente sofisticación teórica que en los últimos años ha marcado el curso de la ciencia de la historia, tanto en la producción académica como en los programas de estudios en las aulas universitarias, pareciera que este viraje o especialización ha restado preponderancia al cultivo de las operaciones analíticas que habían estado −y de hecho deben estar− en el centro del oficio del historiador. En una época en que la historia cultural apareció como “un cambio de énfasis” o una “reforma en la tradición” que se ha convertido en la forma dominante de escritura de la historia −como diagnosticara Peter Burke (1996: 96)−, es menester recordar que el manejo de conceptos y teorías de vanguardia ha de ir de la mano de las operaciones analíticas básicas que constituyen el centro de dicha tradición intelectual; de ahí la necesidad de contar con textos como el que aquí se comenta, dado que refrescan en la memoria de viejos y nuevos practicantes de la historia el conjunto de operaciones que están en la base de la cientificidad que hoy se da por sentada dentro de esta rama del conocimiento. Así, al proponer para sus lectores un “análisis historiográfico” de dos textos de fray Juan Agustín Morfi −la Relación geográfica e histórica de la provincia de Texas y las Memorias para la historia de la provincia de Texas−, la autora señala que pretende examinar la manera en que dicho historiador del siglo XVIII compuso sus obras con los propósitos de demostrar las intenciones de dicha escritura y valorar “los aciertos y virtudes” que en ellos se encierran. Para ello, la autora vuelve sobre la división clásica de las operaciones analíticas que José Gaos identificara como heurística, crítica, hermenéutica, etiología, arquitectónica y estilística,2 y que Matute sintetizara en investigación −heurística y crítica−, interpretación −hermenéutica y etiología−, y expresión −arquitectónica y estilística−, aclarando que su trabajo se centra en las cuestiones que atañen al proceso de investigación y de expresión en la obra morfiana.

Esta delimitación explica a su vez la estructura que guarda el libro aquí reseñado, puesto que las dos secciones principales corresponden precisamente a los capítulos en que se abordan “la estructura y la expresión”, así como “la heurística y la crítica” en la Relación y las Memorias de Morfi. El resto del libro está integrado por una breve introducción acerca del norte de México y un primer capítulo con consideraciones generales sobre el análisis historiográfico y sobre la relevancia y los aspectos formales de los manuscritos morfianos.

Pensado en esta manera, como un análisis historiográfico que se ocupa de la forma en que un fraile del siglo XVIII construye su narración histórica y de los recursos que el mismo emplea para la selección y la recopilación de fuentes, este libro debe situarse al lado de otros proyectos que han tenido génesis y propósitos semejantes. Aunque la autora no lo declara abiertamente, este libro pareciera no solamente inspirado en el ya citado Seminario de Análisis Historiográfico, sino que por razones que se explican más adelante, se antoja como el resultado directo de dichas sesiones. Este tipo de dinámica de trabajo fue la base también para un artículo que Bernardo García Martínez publicara en Historia Mexicana en 1966, y que estuviera dedicado a la Historia de la Provincia de Santiago de México del dominico fray Diego Durán (García, 1966). El análisis que Luis González y González realizara sobre la obra de fray Jerónimo de Mendieta también se remonta a sus días en las aulas de El Colegio de México, como en el caso de García Martínez, si bien la publicación de este texto quedó en espera hasta 1996 (González, 1996). En los dos casos anteriores, las referencias al ejercicio historiográfico son más sutiles, menos comprometidas con clasificaciones como las de José Gaos, y que en línea con las enseñanzas de Silvio Zavala y Ramón Iglesia3 preferían llamar análisis histórico a lo que en el libro aquí reseñado se presenta como “historia de la historiografía” −siguiendo a Gaos y a Matute− por reservar el vocablo “historiografía” para los resultados del estudio científico de la historia.

Para situar los contenidos de este libro en contextos más amplios es preciso volver sobre los otros dos ejes señalados desde un inicio en estos comentarios, y que remiten a la ejecución del análisis y las expectativas despertadas por este tipo de ejercicios.

Dado que los textos de fray Juan Agustín Morfi que aborda este libro fueron dedicados al noreste novohispano, la Introducción del libro se planteó como una sucinta recapitulación sobre la historia del norte de México para postular la necesidad de conocer mejor esa zona, así como las formas de integración histórica al conjunto nacional. Aunque en principio la decisión parece pertinente, la presentación descansa en dos premisas que no se pueden sostener en la actualidad. Por un lado, se parte del principio de que “el norte virreinal en la historiografía mexicana ha sido y es uno de los aspectos de nuestra historia que ha llamado poco la atención de nuestros historiadores” (p. 7); por otra parte, se señala que en el centro de México “se ha olvidado aparentemente la importancia del norte, tanto novohispano como mexicano” (p. 11). Estas dos afirmaciones eran lugares comunes en la academia mexicana hace un par de décadas, pero quedan fuera de la discusión a la luz de los desarrollos de las universidades y los centros de investigación situados en los estados del norte de México, y en el propio centro del país. Una revisión de la bibliografía utilizada en el libro aquí reseñado permite comprender por qué se conservan ahí estos comentarios: en su mayoría son materiales previos a 1990, con la excepción de los textos de la autora que incluyen títulos publicados hasta 2007, y algunas reediciones modernas de clásicos de principios y mediados del siglo XX. Hubiera sido deseable que en la publicación de estos materiales de trabajo se contemplara la tarea de actualizar la bibliografía empleada y revisar la actualidad de afirmaciones como las ya ejemplificadas. En el mismo tenor, otra duda no resuelta en el libro consiste en saber cuál es su aportación más allá de las obras que la autora ha dedicado por más de dos décadas al mismo personaje, máxime que en ocasiones anteriores se habían presentado dos ensayos historiográficos dedicados por separado a la Relación y a los Memoriales de Morfi.

El análisis historiográfico propiamente dicho tiene el mérito de recordar que la narración histórica no está libre de intenciones y de criterios de selección, y que para su comunicación recurre a criterios de composición que se ajustan a las necesidades y al estilo de cada autor. Sin embargo, con todo lo valioso que resulta, como ya se ha dicho, volver sobre las bases del oficio del historiador, resulta inquietante que en este libro no se haga el esfuerzo de relacionar esta forma de análisis con el estado actual de las investigaciones sobre las crónicas de Indias o los historiadores de las órdenes religiosas en la Nueva España. Pareciera que no se ha avanzado nada en las últimas décadas en este sentido, lo cual resulta preocupante habida cuenta del fructífero diálogo con campos como la teoría literaria (Rabasa, 2000, Valle, 2009), la teoría historiográfica (Kohut, 2007), los estudios visuales y de paisaje (Manjarrez, 2006), la antropología y la etnohistoria (Rozat, 1995 y 2002), o la semiótica (Beuchot, 2004), y del interés que han seguido despertando los testimonios de las órdenes religiosas −y de los franciscanos en particular− sobre el norte novohispano (Montané, 2007). Estos silencios no le han permitido a la autora explicar que si bien las aspiraciones profundas del análisis de la historiografía producida por miembros de las órdenes religiosas en la Nueva España se relacionan todavía con las intenciones y los contextos de escritura, las explicaciones sobre dichos asuntos se han enriquecido con conceptos y marcos de referencia muy diversos.

Al situar el análisis de la obra de Morfi fuera de estos contextos, las conclusiones que alcanza la autora en el sentido de que Morfi escribe en “defensa de la empresa evangelizadora de los franciscanos en Texas” (p. 27) o para “dejar memoria de la geografía, la naturaleza, los habitantes y los acontecimientos que enfrentaron los religiosos” en esa frontera (p. 26) parecen perder novedad o atractivo.

Al analizar la estructura y la expresión narrativa en la obra de Morfi la autora señala que el plan del franciscano fue construir una estructura narrativa que privilegiara “la comprometida participación de la Orden de San Francisco en la gesta colonial y en la propagación del evangelio” y que desnudara “la responsabilidad que las autoridades civiles y militares habían tenido en los consecutivos fracasos” de estas iniciativas (p. 36). Así, “con plena conciencia de la manera como procede un historiador actual” (p. 41) Morfi presenta una estructura cronológica en su relato que se remonta al descubrimiento de la provincia de Texas y prosigue con un recuento histórico hasta 1779. Aunque en ocasiones abunda en datos e informaciones, Morfi aderezó sus textos con un estilo polemizante que le lleva a señalar las culpas de las autoridades civiles y militares en los reveses del poblamiento de Texas. Teniendo en cuenta la estructura y el estilo morfiano, la autora concluye que “no hay duda de que el estilo narrativo de Morfi posee cualidades extraordinarias” (p. 81); la conclusión, sin embargo, difícilmente se comparte por la falta de referentes para valorar los elementos traídos al análisis, puesto que la autora decidió centrarse en la figura de este franciscano al margen de las tradiciones en que se formaron otros frailes como él, y otros franciscanos-historiadores al igual que él. No hay, en otras palabras, un punto de referencia para valorar lo ordinario-extraordinario; se extraña, en este sentido, algún comentario sobre la aspiración común entre los autores franciscanos por dejar constancia de los logros de la orden, o alguna mención a las fuentes que otros autores, al igual que Morfi, usaron para dotar de autoridad sus argumentos.

Se llega así al caso de la heurística y la crítica en Morfi, terreno en el que la autora encuentra a un historiador preocupado por “la búsqueda de la verdad, pero una verdad objetivada a través de las fuentes que bajo su perspectiva cumplían con las condiciones de autoridad y confiabilidad exigidas por el conocimiento histórico” (p. 83). En esta sección final, dedicada a valorar si en los textos de Morfi se encuentra “el sustrato heurístico” propio de las obras de historia, la autora distingue el uso de tres tipos de fuentes en este historiador: directas (observaciones personales), indirectas (testimonios documentales), y orales (testimonios de distintos personajes). Sobre este conjunto de fuentes, comentadas a detalle por la autora, encuentra que fueron amplias y variadas en número, y que por otra parte “soportan la crítica de autenticidad más severa a que el rigor de la investigación obliga” (p. 84). El apasionamiento con el personaje es, desde luego, comprensible, pero no se puede evitar un dejo de escepticismo cuando esta empatía con el historiador franciscano lleva a concluir que “es innegable que gracias al exacto y profundo conocimiento de sus fuentes [Morfi] pudo establecer un esquema descriptivo cuyo orden y racionalidad dieron como resultado la más amplia y puntual visión del tejido etnológico del lugar y de los principales rasgos que lo caracterizan” (p. 90). De nuevo, la falta de bibliografía actualizada sobre los grupos indígenas del noreste no permite al lector compartir el optimismo de la autora acerca de las imágenes que Morfi construye sobre estas sociedades; uno se pregunta, por ejemplo, si los textos de Morfi se incluyen dentro de la historiografía que construyó lo que Cecilia Sheridan ha visto como una “tradición histórica etnocentrista” que definió al indígena del norte novohispano como una “especie de obstáculo en la carrera de avance y conquista española en esta indómita ‘tierra de guerra” (Sheridan, 2002: 14). O bien, la duda se alimenta a la luz de opiniones como las de Guy Rozat, quien juzga que este tipo de escrituras estaba integrada por tropos discursivos seleccionados por frailes y conquistadores “para dar cuenta de la victoria” (INAH, 2016). Uno se pregunta, asimismo, si los valores y las actitudes de Morfi al seleccionar y filtrar sus materiales de investigación remitían al mismo lente cultural que otros franciscanos y jesuitas desplegaron para interpretar la cotidianeidad de las sociedades que estaban registrando.

En el balance general, sería oportuno pensar que no obstante las señaladas deudas en la puesta al día de sus reflexiones historiográficas, este libro es bienvenido por cuanto recuerda a los historiadores que independientemente de la tradición intelectual en la que estemos formados, hay ciclos de crítica y contextualización que siguen al centro de nuestro oficio.

REFERENCIAS

Beuchot, M. (2004). Hermenéutica, analogía y símbolo. México: Herder. [ Links ]

Burke, P. (1996). ¿Qué es la historia cultural? Barcelona: Paidós. [ Links ]

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Kohut, K. (Ed.). (2007). Narración y reflexión. Las crónicas de Indias y la teoría historiográfica. México: El Colegio de México (Cátedra Guillermo y Alejandro de Humboldt). [ Links ]

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Montané Martí, J. C. (Ed.). (2000). Fray Pedro Font. Diario Íntimo, y diario de fray Tomás Eyxarch. México: Universidad de Sonora, Plaza y Valdés. [ Links ]

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Valle, I. del (2009). Escribiendo desde los márgenes. Colonialismo y jesuitas en el siglo XVIII. México: Siglo XXI. [ Links ]

1Véase al respecto Matute (1974). Esta obra formó parte de la celebrada serie SEP-Setentas (número 126), en la cual Matute reunió “una colección de textos sobre teoría de la historia, oriundos de los medios académicos mexicanos”. Los trabajos seleccionados para dicho volumen eran de la autoría de Alfonso Caso, José Gaos, Luis González y González, Edmundo O’Gorman, Ramón Iglesia, Jesús Reyes Heroles, y Wenceslao Roces.

2Gaos, J. “Notas sobre la historiografía”, en Matute (1974: 78). Este conjunto de operaciones fue abordado por Gaos en su multicitada nota 33 nombrando de distintas formas a las operaciones descritas; la nomenclatura que ofrece Gaos al inicio de dicha nota era: “investigación, crítica, comprensión o interpretación, explicación, reconstrucción o construcción o composición, y expresión”.

3En su caso, Ramón Iglesia hablaba de tratar de explicar “la ecuación personal” de cada autor, lo que significaba examinar las ideas, las pasiones e intereses “dados por el lugar y la época en la que escribió” dicho individuo (Iglesia, 1986: 30).

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