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Investigaciones geográficas

On-line version ISSN 2448-7279Print version ISSN 0188-4611

Invest. Geog  n.76 Ciudad de México Dec. 2011

 

Reseñas

 

Besse, J.–M. (2010), La sombra de las cosas. Sobre paisaje y geografía.

 

Gerónimo Barrera de la Torre

 

Biblioteca Nueva, Madrid, 190 p., ISBN 978–84–9940–103–4

 

Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México.

 

Este libro está conformado por seis ensayos que buscan historiar el modo de acercarse al paisaje; cómo es que se aprehende el paisaje a través de diferentes personajes y sus vivencias. Una relectura y análisis de la experiencia y de reflexiones que se hicieron del paisaje y en él, en diferentes contextos.

Jean–Marc Besse es director de investigación en el Centre National de la Recherche Scientifique y co–director de redacción en la revista Les Carnet du Paysage. De formación filósofo y con un doctorado en Historia es, también, profesor de historia y de la cultura del paisaje. Sus trabajos toman la geografía como saber de referencia y giran en torno a la epistemología histórica de la geografía moderna, la historia de las representaciones y de las teorías del paisaje y la epistemología de la geografía contemporánea1 (Géographie–cités, 2011).

Si bien cada vez es más común que se pretendan examinar las problemáticas que afectan a la sociedad y el medio ambiente en conjunto y que es necesario rebatir el modo de ver el mundo que prioriza la sociedad, "la crítica al reduccionismo cuantificador, el intento genuinamente filosófico de descocificación del mundo que esa crítica implica, resumen el particular modo de Besse de recuperar y de acercarse a la cuestión" (López, 2010:12). Y es que el paisaje nos coloca en otra perspectiva, su ambivalencia como representación (dimensión sensible) o como objeto (realidad espacial), permite la convivencia de la experiencia por medio, sobre todo, de la observación y la aprehensión de fenómenos que no son accesibles directamente a la intuición del ser humano, que van más allá de la relación directa del sujeto con el mundo (Frolova y Bertrand, 2006)

Es el paisaje, como experiencia, como objeto o como acontecimiento, el que proporciona a este libro coherencia, los seis ensayos analizan diferentes posturas y experiencias siguiendo en particular dos situaciones dialécticas. Si bien el paisaje se plantea como una "contemplación a distancia del mundo" (Besse, 2010:17) como una separación del sujeto frente al objeto, al mismo tiempo puede presentar un nuevo tipo de relación del individuo con su medio, de su existencia en la Tierra. Asimismo, la experiencia paisajística expone la presencia de lo infinito en lo finito, ya que el paisaje si bien delimita un mundo, en su horizonte se adivina la presencia de otros mundos no ajenos y "también, más cerca, los trazos del mundo aparecen a la mirada como una invitación a explorar los detalles, todos los pliegues de lo visible, en una suerte de interminable viaje" (Ibid.:19).

El primer ensayo que compone el libro está dedicado a la carta que realizó Petrarca sobre su ascenso al monte Ventoux, considerada una de las primeras aproximaciones a la experiencia paisajística desde el punto de vista de una separación del sujeto que observa, desde lo alto, su entorno como objeto y de manera "desinteresada". Disociación inconclusa pero que le otorga la categoría de precursor de la mirada moderna del paisaje. Inacabada ya que el ascenso representa una transgresión, la curiosidad de ver el mundo desde lo alto, lleva a Petrarca a un examen de conciencia, a una introspección. En esta experiencia los valores cristianos adquieren relevancia, en particular las palabras de san Agustín, a quien Petrarca cita. La curiosidad que lo guía hasta el final de su recorrido y su búsqueda por engrandecer su alma con la panorámica, lo llevan a la decepción ya que "la curiosidad –afirma san Agustín– es un atento estudio de aquello cuyo conocimiento es inútil" (Ibid.:39). Es en el examen sobre la grandeza del alma de san Agustín, de la que parte Petrarca, en donde no es el "espacio ni el tiempo, sino la fuerza y la potencia" (Ibid.:42) donde reside la verdadera grandeza; así se revela un valor ontológico del espacio, una reflexión sobre el valor moral del espacio: éste "es un principio de separación y de pérdida de ser. Si el espacio se opone a la unidad interior, es porque en el espacio el ser no puede ser sin diferenciarse constantemente de sí mismo" (Ibid.:43). Precepto que en Petrarca representa una ambivalencia entre su gusto por los viajes, su curiosidad por conocer los lugares que no le permiten detenerse y su deseo de elegir un lugar para establecerse, un problema ético que se desata en la experiencia de Petrarca frente al paisaje.

El siguiente ensayo nos traslada a la relación cercana entre cartografía y representación artística de los paisajes en el siglo XVI. La serie de grabados, Grandes Paisajes, realizados por P. Brughel el Viejo, es el eje que permite examinar la cercanía entre pintores y cartógrafos en su manera de observar los espacios y el arte que desarrollaron en "la lectura de los signos que constituyen la cualidad propia del paisaje" (Ibid.:51), así como la forma en que lo comunicaban. Besse plantea el desarrollo de un nuevo tipo de experiencia en la Tierra, en la que al observador se le hace "necesario apartarse de ella para percibirla y pensarla, para comprender mejor lo que también lo vincula a ella" (Ibid.:64) y poder percibirla como un todo. Esta nueva experiencia parte del paisaje como espacio objetivo, la posibilidad de cartografiar los elementos sobre la superficie terrestre muestra que las propiedades naturales y humanas pueden ser designadas como objetivas. Ejemplo de esto son los mapas regionales de Abraham Ortelius. Al mismo tiempo las descripciones corográficas, como las de Albinus, donde se consideran regiones a gran escala, se realizan como minuciosos inventarios de las realidades cercanas. De esta manera, el objeto del corógrafo es el mismo que el del pintor de paisaje y del cartógrafo.

Con la expansión del espacio conocido, se desarrolló la idea de un "paisaje de mundo" y de una cartografía del mundo conocido, en donde "el paisaje traspasará los límites de la región particular y se abre al espacio terrestre y a la relación entre lo que está cerca o lejos del horizonte" (Ibid.:57). En esta búsqueda de reunir la totalidad de caracteres del mundo terrestre la Tierra es vista como objeto, tanto en pinturas de paisajes como en mapas, concebidos para ser vistos por un espectador. Además, se superpone la perspectiva de los pensadores clásicos (como Cicerón o Plinio) a las pautas que habían definido los mapas medievales, los cánones cristianos.

De esta forma, el nuevo tipo de experiencia se despliega a manera de teatro, como metáfora y como dispositivo formal del papel del humano, así Brughel presenta la diversidad de detalles de la superficie terrestre y los modos de utilización de los espacios por parte del ser humano; la Tierra

como espectáculo observado, como objeto contemplado [...], esta escenificación, [...] es concebida y presentada como espacio del que hay que separarse o en relación con el cual es necesario elevarse para aprehenderla como imagen (Ibid.:67).

Lo que remite a la idea de Berque de que la capacidad de contemplar el paisaje de manera desinteresada se basa en la posibilidad de forcluir, de omitir, el trabajo y la intervención directa sobre la "naturaleza", concibiendo el paisaje como objeto (Berque, 2009). De manera que para esta época "el paisaje es [...] la ilustración visual de la nueva experiencia geográfica del mundo" (Besse, 2010:74).

Para el tercer ensayo, Besse hace una relectura del viaje de Goethe a Italia a finales del siglo XVIII, siguiendo la tradición de los viajes como una forma de concluir la formación de las personas. En este peregrinar el escritor alemán descubre "la unidad profunda y misteriosa entre el arte y la naturaleza" (Ibid.:94). Si bien su estancia en el país mediterráneo representa un nuevo nacimiento que es correlativo a su encuentro libre con la naturaleza, este acercamiento está mediado por imágenes pictóricas de la región que Goethe ha observado antes de su viaje y constituyen una referencia. Las pinturas de paisajes son considerados como una forma en la que se revela la naturaleza, de manera que, saber ver el paisaje es escoger los elementos significativos en el espacio para construir una composición pictórica; el paisaje se concibe como una "trasposición pictórica de la percepción de la naturaleza" (Ibid.:88). En este saber ver, es fundamental, que el paisaje no pretenda mostrar la naturaleza en su objetividad científica, es más bien la posibilidad de reunir el gozo y la contemplación y de captar la "verdadera Naturaleza". Como era costumbre en aquella época, Goethe parte de una referencia pictórica que es el pintor Claudio de Gellée (Claudio de Lorena) y se basa en el paralelismo entre descripción de la naturaleza y de la pintura, cuando mira el paisaje. Esta mediación se debe a que quienes lograban captar los mejores paisajes eran considerados "alumnos de la naturaleza", ya que tenían la capacidad de captar la armonía de la forma y la exactitud de los colores que daban a sus paisajes ciertas características sensibles como paz o reposo. En esta misma perspectiva de la observación de los paisajes, Goethe desarrolla una discusión sobre los colores, ya que éstos son los que permiten a la pintura dar vida a aquello que la objetividad científica muestra como simples formas geométricas. Esta "carne del mundo" que en las representaciones pictóricas es un elemento esencial, ya que da armonía y un sentido de totalidad a los conjuntos plasmados, se propone como una reacción frente a lo propuesto por Newton quien aseguraba que los colores son parte de la luz y no que son el devenir de la luz. Así, el paisaje se constituye en símbolo, en un paisaje particular se puede simultáneamente observar el todo de manera que "lo particular representa lo universal" pero sólo en la inmediatez, en lo efímero, en el que se encuentra la plenitud de estos paisajes (Ibid.).

El cuarto ensayo versa sobre el paisaje como objeto de estudio, trascendiendo mas no dejando de lado su valor como representación. La fisonomía del paisaje es, pues, el concepto central, "el paisaje no es una imagen, es una forma" (Ibid.:121), es una expresión del devenir histórico conjunto de la Tierra y el ser humano. La impresión de la vida en el espacio, que manifiesta el vínculo esencial con el medio. Esta relación humano–Tierra y su inscripción en el paisaje, Besse lo plantea desde los estudios de Humboldt hasta la escuela francesa liderada por Vidal de la Blache y varios de sus discípulos. El paisaje es, entonces, una producción cultural, "las proyecciones de la cultura sobre el país" (Ibid.:116) y, por tanto, un producto objetivo en donde se busca analizar el contenido o las razones de su conformación, de sus formas. Y, también, "se trata de acompañar o de profundizar, la estética por la ciencia, como si el conocimiento se pusiese al servicio del gozo" (Ibid.:118). Esta objetividad parte de que el paisaje es lo visible, como una realidad más allá de la representación, y lo que se analiza es el paisaje como conjunto de signos que cuentan una historia la cual es necesario interpretar y descifrar, "la idea es, pues, que habría que leer el paisaje" (Ibid.:119). El saber geográfico sería la empresa de la lectura de los signos, del conjunto de formas e inscripciones en el espacio, que tienen como expresión el paisaje. De esta manera, es la mirada la que permite el examen inicial del paisaje y se convierte en una habilidad cuyo desarrollo es necesario para poder captar y discernir, analizar y sintetizar la originalidad o personalidad del paisaje "devolviéndole", entonces, la vida (Frolova y Bertrand, 2006). Así, "el paisaje es el efecto y la expresión evolutiva de un sistema de causas también evolutivas" (Besse, 2010:123), esta fisonomía del paisaje, este acercamiento a su objetividad desarrolla "un estilo cognitivo que se estructura en lo que se podría llamar una inteligencia paisajística" una "inteligencia geográfica de los lugares" (Ibid.:137) de la cual sería importante revisar su relevancia actual.

Los últimos dos ensayos se plantean desde una perspectiva, sobre todo, filosófica. El primero examina la influencia de la fenomenología en la geografía y, en particular, el texto de Eric Dardel "El Hombre y la Tierra" (1952). Como respuesta crítica frente a la hegemonía del positivismo, la fenomenología permitió abrir nuevos campos de investigación e innovar en métodos. Así, la geografía fenomenológica de Dardel, reflexiona sobre la relación ser humano–naturaleza y considera que el paisaje es un mediador que permite a la naturaleza subsistir como mundo para el ser humano, mantener esta relación viva. El paisaje en este sentido representa una apertura a lo sensible, pero no busca revelar "el sentido oculto de los lugares" (Ibid.:161) sino cómo surgen los significados en el encuentro con los lugares. Por otro lado, Dardel plantea una reflexión sobre el sentido de la geografía para el ser humano, considerándola como "una dimensión originaria de la existencia humana" (Ibid.:155), ya que su sentido está implícito en la pregunta ontológica del ser humano. Se debe, entonces, considerar esta ciencia como una prolongación y expresión de una percepción inicial, y en la que se debe restituir la relación fundamental con el "mundo de la vida", así: "la ciencia geográfica presupone que el mundo sea comprendido geográficamente, que el hombre se sienta y se sepa ligado a la Tierra como un ser llamado a realizarse en su condición terrestre" (Ibid.:156). El paisaje "es portador de un sentido, porque es la traza espacial del encuentro entre la Tierra y el proyecto humano [...] es esencialmente mundo antes que naturaleza, es el mundo humano, la cultura como encuentro entre la libertad humana y el lugar de su desarrollo: la Tierra" (Ibid.:167). El sentido del esfuerzo fenomenológico es, entonces, el de mantener la comunicación entre la experiencia y la ciencia.

El último escrito nos introduce en la filosofía de Charles Péguy (filósofo francés de principios del siglo XX) y su concepción del paisaje. Una de las preocupaciones principales de Péguy es el "ser del tiempo" y es, a partir del presente, la inmediatez que examinará el paisaje. Para este filósofo "el paisaje es una promesa con respecto al presente" (Ibid.:190), una unión específica, propia, que invita a un pensamiento del acontecimiento. Porque el paisaje es enclave biográfico y ontológico, en la conjunción de la experiencia personal y el mundo, que "da la experiencia local e instantánea, totalmente efímera" (Ibid.:190). Así, el paisaje es evento y está en incesante cambio, ya que para Péguy la dimensión verdadera está en lo más cercano, en lo próximo, hay que quedarse abajo para empezar a comprender el paisaje. Además, si toda experiencia permite el encuentro con lo real y para pensar es necesario mantenerse en la proximidad de las cosas, "en su zona de contacto", el "pensar es este poder llegar a ser sensible" (Ibid.:186). Así es que "todo paisaje es una zona de contacto donde se da a una velocidad infinita el cruce del mundo y el de la conciencia. De ahí, la gracia del pensamiento y del paisaje" (Ibid.:183).

De este modo, estos seis ensayos nos permiten reflexionar acerca del paisaje, en distintos contextos y con diferentes objetivos y, también, de cómo habitar los espacios, distintas experiencias sobre la Tierra, que buscan un acercamiento o, tratan de aprehender, el entorno.

 

REFERENCIAS

Berque, A. (2009), El pensamiento paisajero, Biblioteca Nueva, Madrid.         [ Links ]

Besse, J.–M. (2003a), Les grandeurs de la Terre. Aspects du savoir géographique à la Renaissance, ENS Editions, Lyon.         [ Links ]

Besse, J.–M. (2003b), Face au monde. Atlas, jardins, géoramas, Desclée de Brouwer, Paris.         [ Links ]

Besse, J.–M. (2009), Le goût du monde. Exercices de paysage, Actes Sud/ENSP, Arles.         [ Links ]

Besse, J.–M. (2010), La sombra de las cosas. Sobre paisaje y geografía, Biblioteca Nueva, Madrid.         [ Links ]

Dardel, E. (1952), L'Homme et la Terre. Nature de la réalité géographique, Press Universitaires de France, París.         [ Links ]

Frolova, M. y G. Bertrand (2006), "Geografía y paisaje", en Hiernaux, D. y A. Lindón, Tratado de Geografía Humana, Anthropos y Universidad Autónoma Metropolitana–Iztapalapa, Barcelona, pp. 254–269.         [ Links ]

Géographie–Cités. Unité Mixte de Recherche 8504 (2011), "Membres, Jean–Marc Besse", Paris [http://www.parisgeo.cnrs.fr/spip.php?article52&lang=fr: consultado el 24 de septiembre de 2011]         [ Links ].

López Silvestre, F. (2010), "Prólogo", en Besse, J.–M. (2010), La sombra de las cosas, Sobre paisaje y geografía, Biblioteca Nueva, Madrid, pp. 9–14.         [ Links ]

 

NOTA

1 Este título es la séptima publicación de la colección Paisaje y Teoría, de la editorial Biblioteca Nueva, en la que se editan obras que tienen como principal objeto el paisaje. El autor de este libro ha publicado gran cantidad de artículos y libros entre los que destacan: Besse (2003a, b y 2009).

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