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Investigaciones geográficas

versão On-line ISSN 2448-7279versão impressa ISSN 0188-4611

Invest. Geog  no.75 Ciudad de México Ago. 2011

 

Reseñas

 

Mendoza Vargas, H. (2009), Lecturas Geográficas Mexicanas. Siglo XX

 

Virginie Thiébaut

 

Biblioteca del Estudiante Universitario, núm. 146, UNAM, México, LXII–270 p., ISBN 978–607–02–0658–0

 

Centro de Estudios de Geografía Humana, El Colegio de Michoacán

 

Mediante una compilación de textos, Héctor Mendoza Vargas1 reconstituye la evolución de la disciplina estableciendo una periodización desde la fundación de la Universidad Nacional en 1910 hasta nuestros días (con algunos antecedentes del siglo XIX). Los distintos periodos están representados e ilustrados por una selección variada de textos de ingenieros, geógrafos y políticos; actores de la geografía del siglo XX. Publicados entre 1913 y 1994, estos textos se pueden dividir en tres categorías: en la primera los autores evalúan la disciplina geográfica en México y su evolución, en la segunda se posicionan en cuanto a grandes discusiones teóricas y en la tercera exponen resultados concretos de investigación. El conjunto de estos documentos nos permite entender cómo la geografía de México fue cambiando de objetivos adaptándose a los tiempos y cómo los geógrafos mexicanos se posicionaron en relación con las grandes escuelas geográficas (la escuela alemana, la escuela francesa de Vidal de La Blache) y ante los grandes debates que se dieron dentro de la disciplina (por ejemplo, el determinismo y el posibilismo). Lo que pasa a nivel nacional está por lo tanto siempre relacionado a la situación internacional e influido por ella, tanto al nivel académico y del debate, como al nivel de los sucesos históricos (Segunda Guerra Mundial, Guerra Fría, entre otros).

El libro está dividido en dos partes. La primera está constituida por una introducción explicativa de cincuenta páginas, dividida en apartados en los cuales se describen las grandes etapas cronológicas de la evolución de la geografía en México a lo largo del siglo XX. En cada una, el autor presenta el contexto histórico y político, los acontecimientos a nivel académico e institucional (por ejemplo, la creación de una nueva sede o comisión), los trabajos efectuados (mapas, libros) y el desempeño de los protagonistas más importantes. Además se refiere a los documentos presentados posteriormente, los sitúa en el debate académico y ubica a los autores en el mundo geográfico.

La segunda parte, conformada por diecinueve textos originales de extensiones variables (entre cinco y treinta cuartillas), abarca un total de 270 cuartillas. Estos documentos siguen un orden cronológico y están repartidos equitativamente en cuanto a la periodización que ilustran. Los textos fueron cuidadosamente seleccionados por el autor, para ilustrar la evolución de la disciplina. Exponen detalladamente los conceptos e ideas resumidos en la introducción, por lo cual existe una interacción constante entre los dos bloques principales del libro. Dan elementos para entender la geografía en cada temporada, describen las preocupaciones principales de los geógrafos en cuanto al ejercicio de su disciplina y la importancia que tenía ésta en la época que estaban viviendo.

La rápida presentación de los antecedentes permite saber que la geografía fue considerada en México, durante el siglo XIX, como una ciencia que se orientaba principalmente a un mejor conocimiento del territorio, en un contexto nacional tumultuoso, tanto a nivel político (cambios continuos de gobiernos) como territorial (modificación de las fronteras después de la guerra de los Estados Unidos). Consistía esencialmente en una labor cartográfica de ingenieros geógrafos.

En las primeras décadas del siglo XX, la disciplina cambió con la creación de la Universidad Nacional Autónoma de México (1910) y posteriormente con varios órganos académicos geográficos: el Departamento de Ciencias Geográficas de la Facultad de Filosofía y Letras (1933) y el Instituto de Geografía (1935). A las tareas cumplidas anteriormente por la geografía siguieron, en especial la elaboración de cartografía, cuya importancia fue resaltada por los políticos (Calles, 1925), en adelante los geógrafos se posicionaron también en el debate teórico que se daba en otros países. Por otra parte, el acercamiento de la geografía a la política se hizo más tangible al final de esta temporada con la organización del Primer Congreso de Geografía y Exploraciones Geográficas en 1939, en el que participó el Presidente Lázaro Cárdenas.

Durante esta primera parte del siglo, titulada por el autor "El amanecer geográfico", se publicaron los textos de Isidro Díaz Lombardo (1913) y de las Sociedades Científicas de México (1940), que describen los estudios científicos geográficos que se elaboraron hasta entonces –los trabajos cartográficos, los principales libros– y citan las comisiones y observatorios existentes relacionados con la disciplina y las atribuciones de cada uno. Estos dos textos definen la manera de mejorar los estudios geográficos y de hacer progresar la disciplina; por ejemplo, las Sociedades Científicas de México propusieron la centralización y concertación de los distintos órganos geográficos, la creación de nuevas comisiones, la continuación y el mejoramiento de los trabajos cartográficos, y el aumento del presupuesto destinado a la geografía por parte del Estado. Otro texto de José Luis Osorio Mondragón (1940) relata la fundación del Instituto de Geografía y sus aportes durante sus primeros años de existencia; su desempeño como primer director de la institución le permitió aportar un punto de vista sustentado.

Mientras podemos evaluar con estos textos los avances y problemas que enfrentó la geografía, otros escritos de la primera mitad del siglo XX dan a conocer los grandes debates que se dieron en la geografía mexicana en la época. Mediante dos artículos, José Luis Osorio Mondragón (1915) y Pedro C. Sánchez (1946) se pronunciaron sobre el ambientalismo y el determinismo, es decir, a la influencia que ejercen la naturaleza y el medio físico en los seres humanos, a través de la presentación de ejemplos concretos en México y otras regiones del mundo.

En el capítulo "La tensión geográfica", Héctor Mendoza explica cómo, en el contexto de conflicto mundial, la geografía se militarizó con el objetivo de conocer más a detalle el territorio, mientras se seguían realizando nuevos trabajos sobre la conformación del territorio mexicano. El texto de Luis R. Ruiz sobre la necesidad de poner a la geografía al servicio de la Defensa ilustra esta época, además, describe cómo se organizó un curso de estudios para el Servicio de Guerra que se impartió a partir de 1943.

Un texto muy interesante y sintético de Rosa Castro (1950) cierra la primera mitad del siglo XX. La autora preguntó a los geógrafos mexicanos más relevantes de la época lo que opinaban de la disciplina; sus respuestas permiten realizar una evaluación de la geografía a mediados de siglo. Casi todos coinciden en resaltar la poca importancia que se le daba a la geografía por parte del gobierno; mencionan las investigaciones por realizar todavía para tener un mejor conocimiento del territorio mexicano; denuncian la falta de presupuesto para efectuar trabajos geográficos e insisten en la necesidad de creación de un órgano directivo. Mediante estas opiniones y reflexiones de los geógrafos sobre su propia disciplina tenemos un panorama completo de los logros, objetivos y deficiencias de la geografía en 1950.

A partir de la década de los cincuenta, surgió la nueva Geografía en México. Una nueva generación de geógrafos, encabezada por Ángel Bassols Batalla, que se hizo más crítica con la disciplina y buscó estrategias para mejorarla. Los intereses se diversificaron, la escala de análisis cambió y se desarrollaron los estudios regionales, más empíricos, promovidos por Bassols. La geografía evolucionó mediante dos enfoques: la enseñanza de la geografía y la geografía aplicada, lo que se vio reflejado en el Congreso Nacional de Geografía que se organizó en 1965. Los textos de Bassols (1955, 1956) que ilustran esta temporada, describen lo que ya se hizo en geografía, a nivel nacional y regional, y señalan las deficiencias existentes, en la investigación y la enseñanza pero también en el desempeño de las instituciones existentes y en las publicaciones. Este geógrafo propone renovar su disciplina mediante los estudios aplicados, de los cuales se presenta un ejemplo con la publicación sobre la exploración de Baja California (1959). En la misma época, Ramón Alcorta (1960), todavía muy influido por el determinismo ambiental, insiste en las diversidades de las regiones de México, en un texto que podría ser un incentivo para el desarrollo de los estudios geográficos regionales.

Las décadas posteriores están marcadas por un "periodo estable" (1960–1970) y una "crisis teórica" (década 1980). Mientras se seguían diversificando las especialidades dentro de la geografía, reflejadas en la Conferencia Regional de la Unión Geográfica Internacional (UGI, 1966), los geógrafos se mostraron cada vez más preocupados por el desarrollo de una geografía aplicada comprometida con la sociedad y enfocada en solucionar problemas. Esta inquietud se reflejó en la enseñanza, con la creación de una especialidad de geografía aplicada en la carrera de geografía, para lograr la profesionalización de los geógrafos. Es perceptible también en las publicaciones de la época: como en el artículo de 1966, de Silvana Levi quien manifiesta abiertamente su preocupación por el compromiso social necesario en la geografía. Otro objetivo de la época fue la continuación y el mejoramiento de la cartografía mexicana. Se desarrolló un importante proyecto de cartografía a nivel nacional encabezado por Juan B. Puig de la Parra (1968) con la creación de la Comisión de Estudios del Territorio Nacional y Planeación (CETENAP).

En los años ochenta, la necesidad de renovación de la disciplina se expresó en las reivindicaciones de nuevos grupos académicos que pidieron un marco menos rígido, más discusiones y cuestionaron las formas de organización y la metodología de la disciplina. Héctor Mendoza lo define como una crisis teórica. Estos grupos intentaron "encontrar otras formas de pensar el espacio geográfico" (p. LII). Las jóvenes generaciones, reunidas en el grupo Geos y la Unión de Geógrafos Progresistas, expresaron estas preocupaciones en dos manifiestos, elaborados en 1983, en los que se muestran críticos con los logros de sus predecesores y plantean nuevos retos.

Finalmente el texto de Atlántida Coll–Hurtado (1994), el más reciente, funge como conclusión del libro, coincidiendo con la parte final de la introducción titulada "Los altos vuelos". La autora presenta los resultados de los trabajos geográficos de casi un siglo, resaltando la importancia de la UNAM en este proceso. Al final indica los caminos que estaban siguiendo los geógrafos para modernizar su disciplina: la renovación teórica, la continuación de la investigación geográfica a nivel nacional y regional, el desarrollo de los trabajos cartográficos. Como ejemplo de lo último, cuenta que el nuevo reto que reunió los geógrafos de la UNAM en las dos últimas décadas del siglo XX fue la realización de un nuevo Atlas Nacional de México, publicado en 1990–1992.

La lectura de Lecturas geográficas mexicanas. Siglo XX es imprescindible para los estudiantes de geografía y para cualquier geógrafo o científico que quiera conocer a profundidad la geografía mexicana y su evolución durante el siglo XX. Permite un acercamiento a las diferentes corrientes geográficas, situar los debates teóricos en un contexto internacional, ubicar a los principales actores que participaron en la evolución de la geografía en el siglo XX, y comprobar el nivel de conocimientos existente sobre el territorio mexicano en un momento dado. El contacto directo con los escritos de los geógrafos de la época, siendo algunos de ellos ya unos clásicos, permite acercarnos más fácilmente al contexto de la época.

La historia de la geografía estuvo estrechamente vinculada con la UNAM durante todo el transcurso del siglo XX, tal como se puede comprobar en el libro. Sin embargo, como lo menciona Atlántida Coll–Hurtado, al final de la época, la geografía se empezó a estudiar y enseñar en otras instituciones: la Universidad Autónoma del Estado de México en 1972 y la Universidad de Guadalajara en 1980. Más recientemente, varias universidades y centros de investigación abrieron posgrados y licenciaturas de geografía y se dedicaron a la investigación: la Universidad Veracruzana, la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, la Universidad Autónoma Metropolitana–Unidad Iztapalapa, el Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental (CIGA) de Morelia, el Centro de Estudios de Geografía Humana de El Colegio de Michoacán, en La Piedad, por citar algunos. La evaluación de los aportes que el conjunto de las instituciones mexicanas dedicadas a la geografía hicieron en los últimos años y décadas, y el estudio de las interacciones que existen entre ellas, podrían ser el tema de una obra complementaria, sobre la geografía mexicana.

 

NOTA

1 Investigador del Instituto de Geografía de la UNAM y especialista en la historia y teoría de la geografía de México, en especial el siglo XIX. Dedicó su tesis de maestría a los ingenieros geógrafos del siglo XIX y realizó su tesis de doctorado: "Ciencia, Estado y Burocracia en el México independiente: la biografía científica del ingeniero geógrafo Francisco Díaz Covarrubias 1833–1889" en Barcelona, bajo la dirección del profesor Horacio Capel, especialista en geografía urbana y en la teoría e historia de la geografía y de la ciencia. Después de su tesis de doctorado, ha dedicado sus trabajos tanto a los ingenieros geógrafos como al pensamiento geográfico y a la historia de la geografía. El libro Lecturas geográficas mexicanas. Siglo XX se encuentra en relación directa con estas investigaciones, ya que estudió la historia de la geografía de México en el siglo XX. Gran parte del libro presenta a la geografía tal como fue estudiada y ejercida en la UNAM, institución en la cual labora el autor desde hace poco más de diez años. Por tanto, es la historia del alma mater, una historia que el autor conoce íntimamente pues todavía mantiene contacto directo con algunos de sus protagonistas.

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